Ante el Milenario de Castilla (943-1943): meditaciones histórico-políticas 2
ALOCUCION leída por el Sr. D. Aurelio Gómez Escolar, Alcalde de Burgos, el día 5 de Septiembre de 1943, ante el Arco de Fernán González, al terminar la grandiosa procesión cívico-religiosa.
"AQUI estamos para celebrar, con batideras en alto y redoble de tambores, el cumpleaños de esta Castilla madre, que con su lección de pervivencia, nos muestra los caminos ciertos para vencer a brazo partido en los rudos, ásperos y gloriosos caminos de la Historia.
Al cumplirse mil años de la constitución como Estado—esto es como razón histórica—de nuestra Castilla, todos los que de un modo u otro hemos soñado con la grandeza de España para hacerla carne de realidad poniendo manos a la obra, sin que sirviesen para nuestra satisfacción los lirismos arqueológicos, tenemos un punto de meditación vuelto hacia las duras jornadas de la fundación. Las horas afanosas del conde Fernán González, en lucha con las arduas circunstancias, tienen un alegre repiqueteo de campanas del alba. La leyenda, que sabe siempre decantar -valga la redundancia—«la verdad verdadera», ha modelado con precisión categórica el perfil del Conde fundador. Un trascendente sueño de unidad parece acompañar las briosas galopadas de Fernán González. Todo en él es voluntad unitaria bajo la fe iluminada de un poder naciente. Sus peleas y sus argucias, sus habilidades y sus decisiones, tienen clavada en el futuro la proa ambiciosa de ese potente dominio, que solo se da como premio a la difícil vocación de la unidad operante.
La realidad de Castilla, esa realidad que ha permanecido a través de todos los azares españoles sin posibilidad de escamoteos, se nos ofrece con esta autenticidad de mil años, gracias al impulso de la fundación. En aquel amanecer estaba entero este futuro, que ha hecho de Castilla una a modo de reserva moral española.
Las pisadas del conde Fernán González, como las de todo gran político, eran seguras y profundas. Su lección reside en la fuerza con que supo imponer unas tesis, que a los más les parecieron subversivas o irrealizables. Pero la fe triunfó sobre todo y nuestro Fernán González, como un galán de la Historia, encauzó la verdad de un pueblo, apoyándose en los dos seguros estribos de lo popular y lo nacional.
Conquistadas tierras a la media luna, no era para el Conde, simplemente, el meter las espadas camino adelante, sino también asimismo, que la reja del arado se clavase en ellas conducida por la mano del conquistador. De esta conjunción feliz del espíritu de milicia con el duro ejercicio del trabajo de sol a sol, salió nimbado por una fe decidida y constante, este ser castellano, al que se diría que el conde Fernán González había modelado con precisión amorosa.
A los mil años de aquello, parece que el mismo aire matinal envuelve este cielo y estas tierras. Pero no, claro es, por lo del repetido tópico de la estática vida castellana, superficial e insuficiente visión de los que no supieron calar en su ser profundo. Si no por todo lo contrario, por su continua voluntad de Historia, manifestada siempre sin alharacas ni gritos, con la gravedad honda de quien se sabe portador de una misión sin torceduras, de cuya ejecución sabe que rendirá cuentas ante el Altísimo.
Y por ello, por vivir esta Castilla como si cada mañana fuese, aquel amanecer de hace mil años, nos brinda esta enseñanza renovada de su indestructible voluntad política, voluntad que si quisiéramos aprisionar en una expresión concreta podría expresarse en una sola palabra: unidad.
Aprendamos, pues, esta lección con un milenario de ejemplaridad en torno a la que ha girado, en sus horas mejores, la vida de nuestra España. Pensemos en la seria y auténtica presencia de esta Castilla en la empresa total española, a la que dotó de razones aglutinantes y de vocación unificadora. Meditemos sobre el ensamblamiento de lo popular y lo nacional, que el conde Fernán González realizó cuando echaba a rebato las campanas, alegría del primer amanecer de Castilla".
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