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sábado, abril 01, 2017

Mandato imperativo (carta de Juan Pablo Mañueco)

mandato imperativo (carta de Juan Pablo Mañueco)


EL MANDATO IMPERATIVO: Prohibido por la Constitución, pero existente de hecho en España (en sentido contrario al democrático)




Una reflexión cultural y teórica sobre un asunto político, pero desde luego sin ningún tinte partidista, lo que estaría fuera de mis aficiones:




He leído en un blog ajeno, el análisis que entrecomillo más abajo sobre "el mandato imperativo" en España, prohibido por la Constitución, pero que "de facto" existe ante la vista de todos.




1. Es decir, que de facto todos los partidos se pasan la Constitución por el forro de sus caprichos y el arco del triunfo de su señorío. Los diputados están sujetos a la dictadura de sus cúpulas, ante las que no son señorías (sino siervos); los diputados sólo son señorías ante el pueblo, por lo que en realidad, en política, no hemos salido del Régimen señorial (previo a la Revolución francesa o a la Constitución de Cádiz).




2. Vivimos en una democracia formal (te dejan introducir cada cuatro años una papeleta en la urna, aunque luego las señorías electas harán lo que les dé la gana: mejor, lo que les de la gana a sus cúpulas). Pero realmente, el pueblo soberano no manda ni es soberano de nada. Como en cualquier régimen absoluto o dictatorial anterior.




3. La prohibición del "mandato imperativo" sobre el diputado (se refieren a la prohibición de que el pueblo o elector mande nada al diputado; porque ya hemos visto que las cúpulas de los partidos sí "mandan imperativamente" lo que les da la gana al pobrecito y servil diputado), es EL QUID DE QUE HAYA O NO DEMOCRACIA.




Por eso, todas las Constituciones pseudoliberales (en realidad, dictaduras de las cúpulas partidarias) españolas, desde la de Cádiz de 1812 hasta la actual de 1978 se ocupan de PROHIBIR el mandado imperativo al diputado (del pueblo al diputado, repetimos; no de sus jefes verticales de partido)... Sólo con esa prohibición, que anula al pueblo, el legislador que incluye tal cláusula en la Constitución sabe que la DEMOCRACIA NO EXISTIRÁ, sino sólo un conjunto de promesas vacías.




Y por eso nunca falta, por entre medias del articulado, como perdida entre él, la cláusula ANTIDEMOCRACIA.




4. El mandato imperativo (del pueblo a sus procuradores: obligados estos a procurar LO QUE SE LES HABÍA ENCARGADO, y no otra cosa) fue la base de los procuradores históricos en Cortes de Castilla. Es la democracia. O para adjetivarla de alguna forma es la "democracia castellana". Y es, como acabamos de ver, la única forma de democracia REAL.




5/ Y eso, traducido al lenguaje de nuestros días, consistiría en que el PROGRAMA ELECTORAL fuera de obligado cumplimiento; al menos, las promesas principales; las cinco, las diez primeras del programa, por ejemplo.




6. Así que, partidos españoles o mundiales que quieran seguir el único camino posible hacia la democracia, ya lo saben: Que el "mandato imperativo" sea del pueblo a sus representantes dependientes, no de las cúpulas de los partidos a sus siervos en los Parlamentos.




Ese es el quid de la democracia... Y, si no, no.




Aquí va un enlace donde se exponen -mediante una comedia teatral bastante divertida- estas cuestiones y otras más:





 




Y ahora, el entrecomillado ajeno -ciertísimo- que ha dado origen a mis reflexiones anteriores.




"El mandato imperativo y la disciplina de voto




No es ningún secreto que en España, así como en otros países, los partidos dicen a sus diputados qué, cuándo y cómo votar. Este hecho, aparentemente inocente, presenta unas consecuencias que, por su importancia, merecen ser señaladas: la primera es que desplaza el poder del Parlamento a las cúpulas de los partidos –los auténticos centros decisorios–, mientras que la segunda es que se está aplicando, aunque sea de facto, el mandato imperativo que prohíbe la Constitución es su artículo 67.2.




Por tanto, tomando este despropósito como punto de partida, ¿por qué no reducir los 350 escaños del Parlamento a tantos como formaciones haya representadas en él? De esta manera, bastaría con asignar a cada uno de los grupos de la cámara un número de votos equiparable al porcentaje de apoyos que obtuvo en las elecciones. Ese cambio, que al menos ahorraría algunos recursos, podría acometerse debido a que la deliberación parlamentaria actual es poco más que una mera escenificación".




Juan Carlos Calomarde García".




Por el artículo, en general, firmado:




Juan Pablo Mañueco

El mandato imperativo y la disciplina de voto (MCRC Juan Carlos Calomarde García)


El mandato imperativo y la disciplina de voto

Juan Carlos Calomarde García



Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional –MCRC
DIARIO ESPAÑOL De la República Constitucional

No es ningún secreto que en España, así como en otros países, los partidos dicen a sus diputados qué, cuándo y cómo votar. Este hecho, aparentemente inocente, presenta unas consecuencias que, por su importancia, merecen ser señaladas: la primera es que desplaza el poder del Parlamento a las cúpulas de los partidos –los auténticos centros decisorios–, mientras que la segunda es que se está aplicando, aunque sea de facto, el mandato imperativo que prohíbe la Constitución es su artículo 67.2. Por tanto, tomando este despropósito como punto de partida, ¿por qué no reducir los 350 escaños del Parlamento a tantos como formaciones haya representadas en él? De esta manera, bastaría con asignar a cada uno de los grupos de la cámara un número de votos equiparable al porcentaje de apoyos que obtuvo en las elecciones. Ese cambio, que al menos ahorraría algunos recursos, podría acometerse debido a que la deliberación parlamentaria actual es poco más que una mera escenificación.
Esa propuesta seguramente fuera técnicamente viable –insisto, solo técnicamente– porque, en realidad, el Parlamento español funciona como un sistema de delegados de las distintas organizaciones políticas del país, el cual se sostiene gracias a un mandato explícito en el que los partidos figuran como mandantes y sus diputados como mandatarios. Ese modo de funcionar está basado en el contrato de mandato proveniente del antiguo derecho privado romano, aunque ahora haya encontrado acomodo en la política. Sin embargo, es paradójico que sea inconstitucional establecer ese vínculo entre ciudadanía y diputados, pero no entre éstos y sus correspondientes partidos. Esta incoherencia puede mantenerse gracias al socorrido eufemismo de la «disciplina de voto» que, pese a haberse sostenido a base de sanciones y promesas, permite que las cúpulas de los partidos sean quienes realmente ejerzan el poder.
Es injusto, por tanto, que la ciudadanía no se guarde ningún control sobre sus teóricos representantes, mientras que los partidos tienen en su haber toda una serie de artimañas para dirigir, desde sus respectivas sedes, las votaciones parlamentarias. Esta situación sitúa a la ciudadanía en desventaja frente a los partidos, a la vez que plantea esta cuestión: ¿de quién son los diputados? Normalmente dicha pregunta es contestada recurriendo a tópicos como que los diputados representan al «pueblo». Pero, aunque el electorado fue el que con sus votos otorgó a cada partido un determinado porcentaje de poder, no hay que olvidar que son estas organizaciones las que colocan los nombres en esas listas sobre las que luego la población vota. Por esa razón también es insignificante que los procesos electorales se lleven a cabo sobre listas abiertas o cerradas. Al respecto, la mejor manera de subsanar este agravio sería que la ciudadanía tuviera también ese mandato imperativo.
Con todo, sabemos que gracias a la línea de pensamiento desarrollada por Edmund Burke –quien, amparándose en la figura de «nación», rechazó la idea de que solo representaba a los ciudadanos–, y también por Sièyes, el mandato imperativo no figura en muchos regímenes políticos actuales. Por consiguiente, hay unos representantes que afirman representar a sus representados, aunque sin que haya ninguna garantía de ello. Por eso se termina teniendo una representación vacía, sin sentido, fundamentada exclusivamente en una confianza entre personas que no se conocen. El resultado de este entramado lo vemos a diario: «brazos de madera» alzados al unísono, sin importar ni la deliberación ni búsqueda alguna del bien común. Mientras tanto, si algún diputado decide no acatar esa «disciplina de voto» puede ser multado y/o hasta expulsado de su organización política. Ahora bien, como el acta de diputado es personal, éste pasaría a formar parte del llamado grupo mixto. No obstante, tendría más difícil repetir en otras listas, ya que el grupo mixto no se presenta a las elecciones.

sábado, marzo 08, 2014

Joven Castilla o señora Castillesquieu


 

 

Un poema que, a la vez, es todo un programa electoral atractivo, basado en la ideología de las Comunidades de Villa y Tierra castellanas.

 

 

CANCIÓN DE LA JOVEN CASTILLA ó SEÑORA CASTILLESQUIEU (Son versos, pero también habla de la Revolución que enseñó Castilla al mundo, y de la esperanza que aporta para todos los pueblos del planeta)

 

 

 

 

 



Señora doña Castilla,
que brilla
en tu lengua y en tu Historia:
gavilla
a tu gente y dales gloria

de verte de nuevo unida.
La vida
de todos los castellanos,
mentida
por políticos insanos,

paracaidistas lejanos
que ignoran
tu menester, y devoran
los granos
de tierra que no valoran

debe cambiar. Sólo imploran
confianza
que luego traicionan. Lanza
contra ellos no la venganza:
desdén.

Y ven
a ti misma, democracia
organizada, no acracia
ni edén
en tu lar hay almacén.

Evoca
alguna de las medidas
que, unidas,
o sólo con la primera
ya diera
democracia verdadera,
y cuya ausencia coloca
a quienes no las tuvieran
en rumbo que la sofoca.

¿Primera?
Que el programa electoral
sumiera
al diputado social
en obligado cumplimiento
o se fuera,
dimitido
o suspendido
por juicio revocatorio al momento.

Sólo con esto, gobierno
actual,
incumplidor y mendaz
-cualquiera-,
iríase al bien ganado averno
ante el primer incumplimiento,
esencial.

Sólo con esto
ya empezaría a haber
veraz, concreta y leal
con su gente, electorado y pueblo
democracia real.

Mandaría el mandante
que es el pueblo soberano
y obedecería el mandatario
que es el representante,
por lo cual cobra, sirve y es pagado,
en puesto que habría de ser secundario
y según lo que se le haya mandado.

¿Segunda?
Limitación del tiempo del encargo.
Un año duraban tus electos cargos.
Pongamos ocho o cuatro
y ya no habría profunda
casta política que en el presupuesto hunda
a él y a toda su fecunda
familia política y natural.

¿Tercera?
Deposición inmediata
del diputado incumplidor o perezoso,
de sueldo, dieta, prebenda, pensión, tarjeta, becaria y momio sólo ansioso.

Nada de "señorías" irresponsables en su mandato.
Inamovibles, hagan lo que hagan o no hagan, de su escaño.
¿Del pueblo mercenarios?
Del pueblo subordinados
durante esos cuatro u ocho años,
a él y al programa supeditados.

¿Cuarta?
Todo ello implica un "poder" estable
que al diputado le impida ser inviolable
ante su cuerpo electoral.

Ni un sólo día.
Si fuese inmune durante cuatro años
ante sus electores,
en cuatro años se corrompería
de mil amores,
en más, en menos o en todo en sí mismo pensaría
-y en hacerse favores
de todos los colores,
y a sus valedores
y a sus seguidores-
y sólo ulteriormente se acordaría del electorado,
impotente, sin recursos, desarmado,
pasivo y depuesto de su presunta soberanía,
desde el mismo momento de haber votado
a sus señores,
prometedores,
pero incumplidores,
emperadores
y no servidores.

Anulado por el Sistema durante los cuatro años,
hasta que de nuevo le invite a ejercer un voto... dimisionario.

¿Y si cambiara entonces de partido y diputado,
única solución que da el Sistema a los desencantados?
El partido y diputado siguiente igual acabaría,
mirando por sus valedores,
favoreciendo a sus finaniadores,
trepando en pos de honores,
medrando para saciar sus personales fervores,
cobrando en plata y en especie por sus favores.

Lo que te he dicho no lo ignores,
que no son rumores,
sino bien exactos rigores.
Y tú mismo ya supones
los restantes pormenores.

El Sistema entero -corrumpente en sí mismo- lo corrompería,
porque está pensado para que hagan su santa voluntad las señorías,
y al poco tiempo también sus propios intereses y los de su partido prevalecerían.

Los próximos diputados -renovadores-, aunque su guía
inicial fuese cumplir -lo que ya es suponer- con la ciudadanía,
su buena voluntad poco a poco se deslizaría
y, al cabo, el mismo camino seguirían.

Son los pastores,
son los señores,
son los actores,
son los tutores
del Niño Pueblo
al que se comen.

Así llevamos, Régimen tras Régimen, en idéntica porfía
de promesas falsas y palabrería.
Pero ¿democracia?, sólo nominal.

Es el Sistema, diseñado entre, por y para las señorías,
y para deponer -deliberadamente- a la ciudadanía
lo que impide toda real democracia
y da paso a una aristocracia
u oligarquía
que gobierna entre, por y para su propia casta política,
por su falacia
y para nuestra desgracia.
Por eso, después de las urnas
se calza las coturnas
y de ti se espacia.

Y también basado en otra -otra más- falsía,
decir que los que se oponen al Sistema aristocrático
son Antisistema, y no Antiaristocráticos,
por democráticos, por verdadera y realmente democráticos.

O siquiera un poquito democráticos.
¡Una brizna de democracia, por favor,
con eso nos conformamos,
hoy por hoy!
Aunque debiéramos quitarle el cayado entero,
al menos es lo que yo considero,
y ponerle a nuestro servicio verdadero,
autonombrado señor pastor.

Humanos:
sed reidores,
sed guiadores,
sed directores,
de democracia posible portadores.
No con tu voto inútil su sistema decores
hasta que no mejore.

Un poquito de democracia además del voto deponente
y, por añadidura, intrascendente,
¡que al menos el
programa sea vinculante,
si no en todo, al menos en alguna cosilla interesante,
y así el voto vivirá más de un instante!

El partido que sólo esto poquito de arriba prometa y haga
te traerá, Democracia,
y además, con ello, ganará las elecciones de forma clara.

Son los albores,
son los primores
son los motores
que a Democracia llevan.
Los que sí renuevan.

Pero ni eso los oligarcas toleran:
no ya otro Sistema, ligeramente, mínimamente democrático,
sino algo brevísimamente democrático.
Ni una pizca de ti toleran, Democracia
real y verdadera.

Sólo permiten la farsa
-y lo llaman "fiesta de la democracia"-
del voto... dimisionario.

Castellano, y tú también Humano,
de país liberal, comunista, socialista o capitalista:
¿Te suena vivir
en esta agonía
de una democracia vacía
regida como antaño
por señorías?

Y en cuanto a ese Poder cuarto,
el revolucionario,
llamémosle, por ejemplo,
el Poder Social,
el más indispensable,
y por encima debe estar
del Ejecutivo, Legislativo y quizá, acaso, tal vez, del Judicial,
que en cualquier caso también
ha de tener
un componente en parte electoral,
y, más aun, en el Ministerio Fiscal.

¿Quinta? Y por no seguir:
Si Defensor del Pueblo hubiera...
que el pueblo lo eligiera
porque, así,
sí que defendería,
al pueblo que lo eligió.
Lo de hoy
nuevamente es... fingir.
Del actual modo, defiende al que lo eligió:
su señorial elector.

¿Habrá mayor sinsentido,
quizá incluso desvergüenza,
que al defensor que nos defiende
de las señorías...
también las señorías
lo eligieran?
¿Quién habrá que nos defienda
de semejante Defendedor?

Un Defensor del Pueblo electoral
sería ya el germen del Poder Social.
Por esta vía, la más asequible e inicial,
habrá algún día democracia
o nunca democracia habrá.

Sino corrupción general,
en menos -que no en poco- y en más,
entre la minoría dirigente notarás.
en Rusia, Ucrania, USA, Cuba, China, España o Portugal,
en Japón y Madagascar,
en Corea -ambas- y en Ceilán.
en Venezuela y en el Chad.

¡Oh, Señora doña Castilla,
que incluso te adelantaste
y superaste
a Montesquieu, presunto divisor final,
del poder político general!

¿Ejecutivo, Legislativo y Judicial?
Señora doña Castilla,
¿y dónde está el que tu aportaste
el más importante y supremo,
el Poder Social,
que también ha de tener órgano electo y el principal?

En las elecciones de este Poder,
yo votara,
en las elecciones a los poderes señoriales que hay,
da igual
que votes o no votes,
ellos gobernarán
y en su provecho de "señorías"
-que ni el nombre ocultan,
con tal nombre a ti y a la democracia insultan-
lo harán.

Deberían llamarte,
Señora Castillesquieu,
pues tu Poder imparte
el que olvidó Montesquieu.

El que hace que la Pirámide,
deje de estar vertical,
como siempre sin él,
estuvo, está y estará:
el Poder Social.

Con esos cinco puntos, ya hay democracia.
Luego, quien más quiera,
que elija, como tú hacías:
el salario de los políticos,
y controle sus regalías,
los jefes de policía,
los impuestos, que tú establecías,
las leyes, pocas y cumplidas,
y en lenguaje común escritas,
consultas y referendas
frecuentes a la demografía,
¡igual que hacías tú
y hacen todavía en Suiza!,
los servicios y servidores
de la ciudadanía
por ella misma los tribunales
de examen los cubriría,
y que ninguno de los servidores públicos
fuese más ni viviera mejor
que la media de aquellos
a quienes servía.

Es de una lógica tan aplastante
que no tenerlo ahora
resulta inquietante.

Pero todo esto último fuera
una democracia plena,
que sólo tú conociste,
Castilla mía.
Ni tan siquiera
la antigua Grecia,
con media población esclava
y la patricia jerarquía.

Confórmese el mundo
con las cinco iniciales medidas,
que ya dan la democracia
a quien la quiera y haga gracia.

Porque sirven para romper
la Ley de Compañerismo que compacta
dentro de ellos
en todo lugar
-y en la atrasada España también
entre ellos-
al Ejecutivo, al Legislativo y al Judicial
-y los convierten en señorial aristocracia,
inmune a la plebe, apretada burocracia,
espesa endocracia-
contra quienes no disfrutan de él.

Y su desagregación o separación ha de hacerse desde un externo Poder,
el Poder Social, que no señaló Montesquieu.

Señora doña Castilla
amada
por tu pueblo. Mas sangrada
tu trilla
por casta oficial aliada.

Comunidades de Villa
y Tierra
tuviste que, en paz y en guerra,
semilla
y ejemplo al planeta encierra.

Democracia cierta y pura
perdura
tu modelo que asegura
comunitario lo común,
privado lo que es de algún.

Ni anarquista,
ni comunista,
ni tampoco plutocrática y capitalista.
Democracia organizada,
estable y asentada,
en la razón y en la veracidad
fundada.

Democracia razonable,
profunda y apreciable,
no superada,
democracia castellana
ventana
a la libertad,
posada
de la Humanidad,

Volverás, doña Castilla
conjunta.
Dejarás de ser difunta.
Chiquilla,
tu Historia al futuro apunta.

Copyright © Juan Pablo Mañueco Martínez.
Derechos de reproducción reservados.
Compártase, que para eso está aquí,
pero indicando esta reserva.