jueves, diciembre 18, 2008

Madrid: Marimorena y Natalis

Nueva etapa (RES)


Nueva etapa

Pasados los primeros años inciertos y de zozobras de la formación de las autonomías las voces y conciencias que velaban por el recuerdo de Castilla pasaron a un estado de latencia o dormición al final del cual han aparecido nuevos acontecimientos y reacciones concordantes a ellos, por otra parte ya previsibles en aquellos que no estuvieran definitivamente entontecidos por los señuelos optimistas y simplones de los políticos de la entonces emergente democracia.

Lógica impecable del ajedrez del poder aquellos territorios con mayor población y riqueza material van a lo suyo; las tenues redes del estado providencia van adelgazándose más y más al socaire de los nuevos aires del rampante capitalismo, que por estos pagos de siempre poco calvinistas nos deja un poco perplejos. Se constata patentemente el aumento progresivo de lo que en cierta terminología política se ha dado en llamar asimetría, asimetría del modelo político del actual estado autonómico, que tiene visos de convertirse en un reflejo esperpéntico en los espejos del callejón de Álvarez del Gato como diría Valle Inclán; barriga oronda de una autonomía, mofletuda y sonrosada jeta de la otra, raquíticos pies de la de más allá, esqueléticos brazos de aquesta otra, demacradas costillas allende. Desaparecidas progesivamente en los tiempos descreídos que corren las viejas causas de unión de las gentes del antiguo solar ibérico, no son pocos los que proponen con ingenuidad y optimismo incontenible romper el espejo y la imagen esperpéntica que proporciona para mayor gloria y felicidad de la varia pajarera de pueblos ibéricos.

Desencantado el personal por una evidencia que se impone cada vez más descaradamente, ha aparecido en la última década un nacionalismo castellano de nuevo cuño, que mejor sería denominar oancastellano, plasmado en algunos pequeños partidos políticos que desaparecidas o en estado de latencia otras asociaciones culturales que en otras épocas defendieron la pervivencia de Castilla, como región heredera y continuadora del antiguo reino del mismo nombre, han venido a tomar el relevo desvirtuando totalmente el sentido auténtico de lo castellano y de Castilla. Los motivos aparentes, como siempre en la política, no pueden ser más justicieros: desiquilibrios económicos, demográficos y políticos evidentes; regiones periféricas nominalmente díscolas condicionan políticamente la política y la economía de todo un país; incentivan fiscalmente, cuando no fraudulentamente empresas; imponen reglas de comercio; condicionan el reparto de recursos naturales escasos como el agua, diseñan los puntos de paso de las modernas redes de comunicaciones del futuro; señorean sin trabas sobre sus déficits públicos autonómicos –sumandos fatales del déficit público total- en parte debidos a la generosa retribución de la función pública autonómica; pretenden a la larga una seguridad social independiente, tanto mejor cuanto mejor sea la situación económica de la autonomía; generosas subvenciones públicas –basta recordar caso Liceo versus Catedral de Burgos-; concesiones, carantoñas y zalemas del poder central para alejar el horrible espectro del separatismo periférico; incluso exigencias ocasionales de reverencias y homenajes propios de emperador en asuntos de política exterior, y una serie de etcéteras que cualquier mediano conocedor de estas cuitas puede extender sin tasa ni medida.

Por el contra las autonomías económicamente más escuálidas, entre las que se hallan las muchas comunidades y engendros en que quedó repartida de la desvalida Castilla , carecen de voz o mejor dicho han entregado su voz a los partidos de carácter nacional, que desde un punto de vista regionalista se podrían considerar propiamente sucursalistas, en otras palabras son la cómoda reserva borreguil de votos y sumisión, que contemplan atónitos y mudos como los lejanos poderes de las cúspides políticas del Estado y de las autonomías poderosas llegan finalmente a acuerdos, en buena medida favorables a estas últimas, con lo que en el reparto de una tarta desgraciadamente limitada pasan a ser los paganos. Si acaso y debido a la creciente despoblación se convence a estas autonomías de páramo, granito y pensión mínima lo beneficioso que sería para ellas albergar cementerios de residuos nucleares, reciclaje de basuras, cotos de caza, cementeras, subsidios europeos para desmantelar la agricultura, repoblaciones forestales de árboles tea cuando no horribles molinos eólicos generadores de corriente eléctrica para mayor beneficio de los oligopolios eléctricos, y eso si como panacea mágica que todo lo resuelve el turismo: ¡los de mi grupo por favor, pasen y vean paisajes, monumentos en proceso de ruina, pueblos abandonados y pseudosimios antropoides cada vez más viejos!. Como retroalimentación maldita de este sistema nueva inyección de votos, diputados y senadores de partidos sucursalistas y ¡ sigue el juego señores!.

Se advierte por otra parte que las cosas caminan aceleradamente hacia nuevos escenarios de los que empiezan a hablar sin rubor hasta los padres de la patria; así se empiezan a oír cábalas y conjeturas públicas sobre secesiones, autodeterminaciones, independencias, separaciones y otros desencuentros cuyos motivos habría que sospechar no solo en nacionalismos locales sino en estrategias mundiales de confrontación y en nuevos acomodos de poder intraeuropeos piadosamente ocultados tras una cada vez más desvaída unión europeista. No dejan de ser hoy día válidas las viejas consideraciones de los eslabones débiles y periféricos de la cadena europea, que haría de la Península Ibérica un probable candidato a devenir unos segundos Balcanes europeos, en virtud de consideraciones no fáciles de resumir en unas líneas. Obviamente poco o nada pesarían en este laberinto político las regiones más débiles y carentes de una clara conciencia histórica, cultural y política de su existencia, entre las que sin duda se puede incluir a Castilla. La desaparición probable de ciertos estados nación europeos, entre los que se incluye España, que en cuanto modernos epígonos de la Revolución Francesa no son por otra parte -fervores nacionales al margen- instituciones demasiado vetustas y venerables, a lo sumo 200 años, dejaría a muchos habitantes de regiones sometidas a un proceso secular de despojamiento de sus tradiciones forales, jurídicas, sociales y políticas, y sometidos directamente al enorme poder del estado moderno y sus agencias, sin cuerpos intermedios que valgan, y, lo que es aún peor, víctimas de un síndrome de Estocolmo que vitorea y jalea a su raptor, como es el caso castellano , los dejaría, digo, en la situación que ha hecho célebre el título de un libro de un famoso autor de temas empresariales: ¿ Quien se ha llevado mi queso? .

Mucho más ásperamente, o a la pata llana, otros expresarían la cuestión con la directa vulgaridad popular: “además de puta, penitente”. Ya parece, las cosas empiezan a desquiciarse a tal extremo, que hasta en Castilla se empiezan a coscar algunos del asunto. Eclipsados el pensamiento y la conciencia social castellana por la abstracción de lo genéricamente español, cuidadosamente inoculado durante siglos, apenas existe en Castilla densidad social que preserve una posible reacción frente a los acontecimientos que probablemente no estén lejos de irrumpir. Algunos pocos, fundamentalmente jóvenes, empiezan a advertir en las realidades presentes todos los desvaríos propios de una pesadilla, y comienzan a tientas a desperezarse a la pregunta ¿ Quo carallo vamos?. Lejos de la reflexión profunda, que por otra parte pocas o ninguna de las instituciones y agrupaciones actuales ayuda a plantear y menos aún a resolver, sucumben a las simplificaciones inevitables de la política partidaria, a la emoción de la acción, a la chata disciplina de la militancia, la ferocidad inmisericorde de la lucha por el poder, en suma lo que con latinejos antañones se expresaba como sacrificium intelecti. Parafraseando a Brecht frente a los pensadores que parece que actúan menos de lo que se advierte, se encuentran los activistas que piensan todavía menos de lo que parece, Así hemos llegado a una situación en que el último baluarte de lo castellano parece residir en algunos partidos políticos, algunos de ellos intitulados nacionalistas, que utilizan a Castilla y lo castellano como consignas movilizadoras convenientemente desfiguradas y desvirtuadas de una hasta ahora escasísima militancia presta a la aventura del laberinto político moderno.

En una rápida panorámica del incipiente nacionalismo partidario autodenominado castellano, llama poderosamente la atención la similitud de tópicos ,convenientemete simplificados y sometidos a los más crasos de los procesos de reducción, con otros nacionalismos denominados a veces en el argot periodístico periféricos: primado de la lengua, someras y precipitadas definiciones de cultura, etnia, pueblo y algún que otro vocablo del escaso glosario del nacionalismo moderno, que en la mayoría de los casos no pretende sino establecer distinciones entre lo común y lo exclusivísimamente singular, unas veces con visos de realidad y otras veces producto de una fantasía más que deplorable; distinciones ante las que se pretende que caiga postrado en hinojos el personal, lo que trae a la memoria aquellas frases de Zhuamgzi acerca de la razón clasificante o mente acabada:

Todo el mundo obedece su propia «mente acabada» y la venera como si de su maestro se tratara. A este respecto, podemos decir que nadie carece de maestro. Quienes conocen la realidad de los fenómenos incesantemente cambiantes y aceptan [la ley cósmica de la Transmutación] como criterio [de entendimiento] no son los únicos que tienen maestros. [En este sentido,] hasta un idiota lo tiene. Resulta imposible a un hombre insistir en la distinción entre lo «correcto» y lo «erróneo» sin una «mente acabada». Es tan imposible como que un hombre parta [del norte] hoy y llegue a Yue [en el extremo sur de China] ayer'.

(Toshihiko Izutso. Sufismo y taoísmo. Vol II. P 57 Ed Siruela. Madrid 1977)

lo que sin duda confirma la vehemente sospecha de que cualquier idiota puede ser nacionalista sea de la especie que sea.

Faltan sin embargo alusiones a opresión, tiranía, invasión poblacional y genocidio del pueblo que otros pueblos atribuyen a una España en la que indiscriminadamente incluyen castellanos, lagarteranos, maragatos, murcianos, agotes, leoneses, gitanos y cualquier otro pueblo que no sea el pueblo del nacionalismo en cuestión. Es curioso a este respecto que el nacionalismo catalán incluye en la maléfica España al pueblo aragonés, que durante largos siglos convivió en confederación con catalanes y valencianos, pero naturalmente la alineación nacionalista no es amiga de los matices, precisa de claroscuros drásticos y de perspectivas paranoicas. En este sentido el moderno nacionalismo castellano tiene aparentemente unas fenomenales carencias, no puede señalar claramente a un enemigo cruel, sádico y odioso, que viva en un territorio vecino territorialmente delimitado, del cual haya sido objeto de feroces imposiciones militares sin cuento, opresiones lingüísticas y culturales e invasiones demográficas que alteren la pureza racial del pueblo. Obstinado no obstante en seguir el modelo del moderno micronacionalismo, de mucha mayor fortuna en otros pagos, postula a su vez el nacionalismo neocastellano o pancastellano como enemigo singular - para ser micronaciolísticamente correcto- a España, una España demasiado abstracta, que no tiene un territorio concreto, una población concreta y una lengua concreta; una España un tanto fantasmal y onírica, poco eficaz para fines de movilización política, de enervación paranoica de ánimos y en definitiva muy demasiado poco carnal y real para alcanzar el satisfactorio climax sádico-masoquista del orgasmo-independencia contra algo o contra alguien. Examinados con detenimiento la noción de España de los más extremosos nacionalistas neocastellanos o pancastellanos, difícilmente se puede detectar como tal el gobierno central, químicamente abstraído de los gobernados, y solo en el mejor de los casos hay una categoría detestable de seres que por extravíos culpables de su cerebro reciben el adjetivo injurioso de españolistas y que junto con el gobierno forman ese alcaloide abstracto y semietéreo de lo que llaman España. Las pocas veces que desde los nacionalismos periféricos se toma en consideración el nuevo nacionalismo neocastellano o pancastellano, suele ser para pegar carcajadas histéricas y neurasténicas a mandíbula batiente:” escuchen la nueva boutade de estos advenedizos y excéntricos nacionalistas del momento: Castilla no es España “. Si fueran conscientes de lo que dicen tendrían muchísimo cuidado de no atacar y respetar uno de los más importantes los dogmas inmutables de otros nacionalismos, que en todos sus cónclaves ratifican sin herejías discrepantes: el más horrible monstruo de maldad inimaginable es España y Castilla lo peor de ella.

Llama poderosamente la atención el escaso valor dado a la historia en el nuevo nacionalismo pancastellano - al revés que en otros micronacionalismos- con torpes e ignorantes, aunque a veces mendaces e intencionadas, confusiones entre León y Castilla. Es inevitable que el militante de a pie satisfecho con las urgencias de la acción apenas tenga tiempo ni deseos de ilustración y conocimiento, basta con unos pseudo-principios programáticos de partido y las directrices behavioristas medianamente manejadas de un cursillo para militantes; en realidad no se trata más que una prolongación de las técnicas de propaganda subliminal de la política moderna que empezando por Lenín intentando hacer pasar la minoría por mayoria, la autocracia por democracia, y el terror por libertad, siguiendo por Mussolini y su utilización histriónica de radio, no menos que por los mantras magnetizadores de Hitler, que desembocaron finalmente en esa genial formulación de su ministro de propaganda Goebels: ”una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”.

Carente de un diseño micronacionalista coherente, el nuevo nacionalismo pancastellano , no puede señalar siquiera con mediana habilidad a un enemigo concreto en el espacio y en el tiempo del cual liberar su atribulada existencia, salvo metáforas delirantes de un España formada por sus gobernantes y los cerebros obnubilados de los españolistas, de dudosa definición por otra parte; elucubraciones todas ellas que naturalmente no convencen ni siquiera a sus correligionarios de latitudes vecinas. Insatisfactorio en sumo grado el planteamiento de este nacionalismo, en la búsqueda de liberaciones no muy bien especificadas viene al final a dar, como todos los nacionalismos, en un pragmatismo de exaltación de la nación o micronación, es decir un nuevo episodio de paroxismo de la nación y del poder como paradigma político, unanimidad sin diferencias, la extensión territorial llevada a lo máximo, masas de maniobra obedientes a la concepción partidaria que pretende dominio y mando en cuanto depositario de lo que erróneamente considera que es Castilla y otras maravillas de la moderna política partidil de conquista del poder. Así por arte de magia lo que pretendía ser una negación de España como estado nación aplastador de pueblos se convierte en menor escala en una afirmación de lo peor de la España moderna: poder y extensión por encima de todo, negación de las diferencias de los pueblos comprendidos en ese espacio: leoneses, castellanos, manchegos; afirmación exclusiva del uso común de la lengua castellana como único identificador cultural unificador, desprecio de la historia, de formas jurídicas y sociales discrepantes, elevación de breves momentos históricos a categoría de mitos intocables, amenazas, insultos, acusaciones de secesionismo y herejía a quien no comparta sus puntos de vista, y otros etc. . En suma una versión en miniatura del imperialismo, nada raro en organizaciones cuya única razón de ser, oculta tras justificaciones liberadoras pseudológicas, es la pura y simple voluntad de poder y dominio. Es curioso que entre algunos vecinos leoneses, en teoría beneficiarios de la nueva aura de liberación, es donde con más perspicacia e intuición se advierte el juego del nuevo nacionalismo pancastellano.

La verdadera Castilla foral fue lo más opuesto que cabe concebir una nación de cuño moderno a la que aspiran los nacionalistas pancastellanos, curiosamente parecida a la propugnada por Onésimo Redondo en épocas de violentos delirios falangistas; ni siquiera una puesto que era un conjunto de pequeñas repúblicas cuyo funcionamiento se resolvía en una confederación admirable que poco tiene que ver con el actual estado unitario de corte jacobino y que es una permanente lección de ordenamiento social y político para Castilla y para Europa; menos aún ciudadanos uniformes sin historia ni tradiciones, ideal del nuevo nacionalismo neocastellano o pancastellano; tampoco grande, los territorios castellanos auténticos nada tienen que ver con 17 provincias -¿ porqué no 28 o 42 si todas hablan castellano?-, como goebelesianamente afirman todos los partidos nacioanalistas pancastellanos; y en cuanto libre la Castilla foral fue más tierra de libertades forales concretas que no de libertad abstracta de teoría política moderna. Y además tras las soflamas de hedor falangista de Castilla una, grande y libre, modernamente apocopada en la expresión Castilla entera o total, que así fue milosevicianamente bautizada por Sánchez Albornoz, se oculta el llamamiento burdo a cerrar filas y cerebro tras el partido o los partidos que proclaman la menos que regular nueva; en definitiva el deseo latente de encumbrar unas nuevas oligarquías partidarias tras apelaciones emotivas y calculadas a desgracias bien patentes en Castilla.

Así -¡oh paradoja!- los nacionalistas pancastellanos son los más ardientes partidarios de la desaparición definitiva de todo lo singularmente castellano, hasta incluso su recuerdo del pasado, disuelto todo en un magma indiferenciado donde todos los gatos son pardos y las churras se mezclan con las merinas, donde leoneses, castellanos y manchegos son los mismo por hablar la misma lengua y que nadie se desmande; exigen con voz de mando autoritaria, gritona y cuartelesca unidad por encima de todo: ¡desaparezcamos del todo en la unidad abstracta para ser más eficaces en las tareas del poder y del imperio!. A veces podría parecer que hay eximentes en las órdenes de brutal y sádico sargento que subyacen en sus pretensiones políticas: unos aseguran que son de la más grana izquierda, poco enterados sin duda de lo que fue la historia real y sangrienta de la izquierda en el siglo veinte, otros se dan más a la cosa socialdemócrata, que en la época de la ambigua tercera vía ya no se sabe que significa, otros, los que se pretenden más extremistas, gritan desaforados muera España y abajo el españolismo, maldición conjuratoria que mayormente hace reír más que otra cosa.

En honor a la verdad dentro de estos partidos pancastellanistas las cosas no son tan políticamente correctas como parece, ni siquiera tan micronacionalísticamente correctas como parece; tras los desenfadados y pogres insultos a España y el españolismo y las protestas de izquierdismo más o menos consistente, hay algunas cosas bastante siniestras que figuran como documentos señeros y paradigmáticos de estos partidos; concretamente la famosa carta del ya senil D. Claudio Sánchez Albornoz dirigida a D. Francisco Iglesias Carreño secretario general del Partido Regionalista del País Leonés, en donde don Claudio propone la unión indiscriminada de Castilla y León para defenderse de los zarpazos de las otras comunidades. Las cosas cobran desde el punto de vista aportado por este documento nuevo e inquietante aspecto, cuanto menos más concreto y pragmático, ya no se trata aquí de renegar teórica y alegremente de España y el españolismo, sino de cerrar filas al viejo estilo de: ¡ Santiago y cierra España!. Se propone la Castilla Total, o con un lenguaje más moderno a lo Milosevic la Gran Castilla, donde desaparezcan las identidades de León y de Castilla para mayor eficacia en la lucha contra otras autonomías; facsímil siniestro de las luchas del centralismo español contra la periferia; brutal pero cierto, en estas líneas aparece claramente el enemigo al que apuntan, como no puede ser menos, los nacionalistas pancastellanos; no hay nacionalismo sin enemigo a batir. Naturalmente todo esto se puede acompañar sin rubor ni vergüenza - faltaría más en un político- de milongas tiernas sobre una confederación de pueblos fraternos pero el documento y su idea de fondo, considerado sin titubeos ni dudas como guía de actuación política partidaria, puede ser consultado públicamente en medios gráficos y telemáticos de los partidos pancastellanistas en cuestión por aquellos que tengan dudas o interés. Si se entendieran bien estas cosas tal vez se considerarían un poco menos fraternos los diversos nacionalismos de los pueblos ibéricos

Ante el panorama, no del todo improbable, de una balcanización de la península ibérica, se cuenta ya con partidos nacionalistas prestos a la lucha, condición necesaria y bastante suficiente para desencadenar un espectáculo dantesco como el ya visto en otros lugares de Europa, suponiendo que no esté ya sordamente desencadenado, con episodios a veces no tan sordos. En el caso del nacionalismo pancastellano tiene añadidos importantes, acaso crear campos de concentración y exterminio de leoneses o manchegos díscolos con la Gran Castilla, terrorífica versión de aquel infantil: pan y tomate para que no te escapes. Por otra parte parece que los partidos nacionalistas de vario pelaje, cada vez más problemática la subsistencia del bipartidismo turnante, empiezan a tener una cierta expansión. Los idus de marzo nos sean propicios.

Pese a los amagos de tremendismo infantiloide del nacionalismo pancastellano hay unos sorprendentes aspectos de domesticación y sometimiento abyecto que no han pasado desapercibidos a muchos; así uno de los partidos de dicho espectro han tenido sus más firme asiento en Burgos, no ciertamente con la pretensión de recuperar la vieja sede de la cabeza de Castilla por la que fueron incapaces de luchar los burgaleses en su día, sino más bien para reafirmar a Burgos como aldea de la cada vez más poderosa Valladolid, adonde acude presto el estado mayor del partido, y para confirmar una tan extensa como vacua noción de Gran Castilla, al socaire de un abortado e intrascendente intento de constitución federal en la Primera República española. Así acomete la sucia de tarea de dar por bueno el engendro híbrido de Castilla y León y disolver hasta el recuerdo de las diferencias entre León y Castilla, tan ingrato a las oligarquías vallisoletanas fundamentales valedoras del engendro; acaso tal comportamiento sea agradecido más que con palabras por la Junta de Castilla y León. Por otra parte el pretendido realismo progresista de los mencionados nacionalistas pancastellanos propende a evitar consideraciones del pasado, denigradas como antiguallas en ocasiones, poco favorables a sus tesis de castellanismo aséptico, irreal, vacuo y etéreo, para concentrarse en reivindicaciones cuantitativas materiales y monetarias; es decir suplantar libertad –no sabrían posiblemente que hacer con la madama en cuestión- por bienestar, en sorprendente coincidencia con la postura de José Bono, huir de raíces e historia y hacer una autonomía insípida y aséptica de servicios ciudadanos. Aquí encontramos esa constante invariable de lo políticamente correcto y progresista de sumisión tiránica de lo humano a un común denominador estándar una de las facetas más inquietantes de la globalización advertida proféticamente por Alexis de Tocqueville mucho antes de que existiera el G8:

«El tipo de opresión que amenaza a los pueblos democráticos no se parecerá a nada de lo que la ha precedido en el mundo: nuestros contemporáneos no podrán encontrar su imagen en la memoria. Yo mismo busco en vano una expresión que dé la idea exacta que yo me formó y contengo en mi mente. Las antiguas palabras de despotismo y tiranía no convienen ya. La cosa es nueva, conviene por tanto definirla, ya que no la puedo llamar por su nombre. Quiero imaginar los rasgos del nuevo despotismo en el mundo. Veo una multitud innumerable de hombres, semejantes e iguales, que giran sin reposo sobre ellos mismos para procurarse viles y pequeños placeres con que llenar su alma. Cada uno, arrinconado y como extraño al destino de todos los demás. Sus niños y amigos particulares forman para él toda la especie humana. El resto de sus conciudadanos vive a su lado, apartado, y no los ve. Los toca y no los siente. No existe más que en sí mismo y para él solo y si le queda aún una familia se puede decir al menos que no le queda una patria. Por encima de todos éstos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga sólo de asegurar su gozo y velar su suerte. Este poder es absoluto, detallado, regular, previsor y dulce. Se parecería a la patria potestad si como aquella tuviera por objeto preparar hombres para la edad viril. Pero él no busca, al contrario, sino fijarlos definitivamente en la infancia. Desea que los ciudadanos gocen, pero que no sueñen con otra cosa. Trabaja gustoso para su felicidad, pero quiere ser su único agente y árbitro. Provee a su seguridad, prevé y asegura sus necesidades, facilita sus placeres, dirige sus principales negocios, su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias. Casi quisiera quitarles por entero la molestia de pensar y la pena de vivir.»


Así que la nueva visión nacionalista pancastellana resulta, pese a la verborrea de matón adolescente, sospechosamente reverente, lacayuna y devota de los poderes establecidos; eso por no hablar de la concepción miloseviciana de la se declaran explícitos seguidores, que no es sino herencia de las luchas del centralismo español contra las díscolas periferias, lo que hace más que sospechosa la presumible herencia de la que se pretenden acreedores: ser lo que algunos periodistas han llamado “lo que queda de España” ante una posible secesión de otros pueblos, con los peores vicios de la tal España: uniformidad, intolerancia ante la disensión, unidad abstracta y hostilidad ante la diferencia interna y externa. Que duda cabe que ante una posible desaparición de España la Gran Castilla de los nacionalistas pancastellanos sería con toda probabilidad la heredera del legado mortuorio, del cual acaso ya estén cobrando cantidades a cuenta. Todo ello sin mencionar los posibles apoyos de otros nacionalismos muy necesitados de mantener el cliché de un odioso enemigo, que cumple a la perfección el nacionalismo pancastellano substituyendo la palabra España por Castilla o mejor la Gran Castilla, el peor epígono concebible de España. En tal cacao oscuro no resulta nada sorprendente que empiecen a darse casos de políticos, alcaldes y diputados de importantes partidos más bien derechosos y conservadores, aunque ¿ cual no lo es hoy día?, que ante las rígidas estructuras organizativas y jerárquicas de esos partidos reconsideren el viejo dicho: “ más vale cabeza de ratón que cola de león”, y sin ningún empacho se pasan a los partidos pancastellanos, ante el alborozo incontenible de estos últimos, dándoseles por supuesto un comino Castilla y lo castellano, que en la mayoría de los casos no tienen siquiera ni el gusto de conocer. Incierto se presenta el reinado de Witiza, nada parece trigo limpio en todo este asunto.

Adorando el estado en contrita genuflexión ante el altar del temible Moloch de poder y de violencia, todos los nacionalismos y micronacionalismos modernos suspiran anhelantes por el estado, bien el que existe o bien el que está por venir, al que por sobrenombre se le podía denominar también “el deseado” como aquel rey español de vergonzosa memoria; parece que hay una herencia fatal implícita en los países donde dominó la espiritualidad católica: Cataluña, País Vasco, Galicia, León, Castilla o España (suponiendo que sea algo distinto del conjunto de las anteriores y de otras), bien diagnosticada por el filósofo rumano Lucian Blaga:

Descubrimos en la estructura más íntima y más permanente del catolicismo una manifiesta voluntad de poder, aspiraciones cesáricas, un sutil espíritu jurídico, un fuerte espíritu de disciplina, una incesante disposición de lucha con las fuerzas políticas y sociales… El espíritu católico ha cortado de la temporalidad el lote de las categorías inherentes y adyacentes a la idea de Estado y las ha asimilado en grado con lo trascendente . Entre estos dos polos entre trascendencia y categoría sacral-estatista , oscila constantemente, siempre alerta, la vida católica

G. Uscatescu. La aventura de la libertad pp 179-180 Instituto de Estudios Políticos. Madrid 1966)

Diferente por supuesto de la concepción y bipolaridades del cristianismo primigenio, mejor conservadas en la ortodoxia -sorpresiva caja de pandora de anarquías varias para los occidentales- que considera nuestro mundo como la epifanía de un mundo puramente espiritual y vive la parusía como algo permanente. No es así extraño que en clima progresivamente adverso las libertades forales castellanas sucumbieran a medida que la cristiandad occidental se fuera apartando poco a poco del cristianismo de los orígenes u ortodoxo para devenir romano y cesáreo al socaire del imperio y de reinos de origen germánico, proceso que aproximadamente culminó con la desaparición del arte románico.

Y así jugados los dados del azar hemos venido a dar en el actual estado de cosas, en que en medio de la más atroz confusión se puede contemplar el ocaso de todo un mundo de valores, en el que parece que también naufraga Castilla como pueblo, como vieja nación que fue, precipitada al abismo con más saña si cabe por los que se dicen sus entusiastas, los ladinos nacionalistas pancastellanos, cuya novedad consiste precisamente en ser nacionalistas de la abstracción y de la nada, pese a los beneficios sin duda importantes que obtengan de ello. En dicho estado de cosas y orden a preservar la memoria no procede actuar en lo que se refiere al pensamiento y comunicación escritos como hace un cuarto de siglo, cuando existían al menos unas ligerísimas expectativas de restauración pronto truncadas ante más poderosos intereses. Ya no es el momento de concentrase con exclusivismo en las reseñas de los pequeños festivales folclóricos, de las movilizaciones minúsculas, ni de las marchas o rutas comemorativas, ni del recuerdo de las pequeñas glorias locales, ni de los amenazas ecológicas en un pequeño rincón, ni de atentados contra el patrimonio artístico, ni de las adhesiones a determinadas declaraciones políticas o de apoyo políticamente correcto a ciertas marginaciones; todo esto resultó necesario cuando se salió del más absoluto silencio, censura y olvido, pero al ser hoy día otras las condiciones este cometido ha pasado a ser perfectamente inocuo, trivial y astutamente aprovechado por los grupos pancastellanistas, especialistas en naderías, dotados para esto de mayores medios y posibilidades.

“From lost to river” como decía el título de un libro entre sarcástico y desternillante, venganza sutil de los negados para el inglés, y que pretende ser nada menos que una traducción cheli del rancio refrán : de perdidos al río. En esta tesitura se precisa un arranque temerario para volver por nuestros fueros, un intento de profundización y a la vez de divulgación que no puede quedar en cortos y limitados clichés que por otra parte ya otros manejan a su capricho, un remontarse a la tradición para las que las actuales condiciones son más adversas que nunca, una comprensión de lo universal realizada en las actuales condiciones de lugar y tiempo, pues como decía Novalis la historia no se comprende si no es en lo universal.

Una mínima exigencia de calidad precisa una cierta selección de temas que bien podría ser una reflexión sobre un hito importante, un comentario detenido sobre alguna exposición pertinente o también -¿porqué no?- una reproducción de artículos, fragmentos de textos, de libros o revistas; en muchas ocasiones es preferible una reproducción literal de un buen texto que una mala disertación original, y precisamente la especificidad castellana no es un tema tan sobrado de literatura como para rechazar alguna posible alternativa; además la ignorancia de estos temas añade un factor de agravamiento que acucia la prueba de diversos métodos de comunicación. Obviamente acecha la Scila o escollo peligroso del especialismo en lo minúsculo, que sin duda dejaría perfectamente apático al posible lector, que acaso lleve a más de uno por reacción al Caribdis o acantilado de la trivialidad, vulgaridad o cháchara insustancial de lugares comunes y tópicos petrificados, más propios de un partido político que no de una asociación cultural que se precie minimamente. El reto es esa difícil combinación entre doctrina, dato histórico, ensayo, intuición y memoria donde a veces las intermitencias del espíritu consiguen una resonancia anímica digna de cultivarse. Dominar el arte de la cita esencial con el comentario y apostilla xeitosa, el columpio entre ironía y estilo; la cita bibliográfica exacta y la convicción de que los archivos y bibliotecas son cementerios de una cultura muerta que nunca alimentará al buen pueblo; la luz hay que ponerla encima de los candeleros. Nada está garantizado en este sentido, tan solo se señalan unas claves que hay que aprender a solfear con gracia; se trata de aprender e interpretar a la vez el arte de la vía o camino, el arte de la ruta de Ulises.

No conviene castigarse de entrada con la rigurosa sentencia de que no se dispone de especialistas, ni eruditos en los temas a tratar, la travesía propuesta incluye tanto el aprendizaje como la enseñanza, la iniciativa individual acertada como la ayuda mutua para colmar ignorancias muchas. En ese sentido se podrían combinar trabajos individuales, trabajos en equipo y trabajos sencillamente anónimos, puesto que de todo hay en la viña del señor. Igualmente cabe combinar la sección fija, como eran las editoriales de antaño, la crítica de libros o la sección de noticias varias, con el tema monográfico más o menos extenso.

La pretensión implícita en las líneas anteriores llevaría a replantearse algunos aspectos importantes de la publicación: en primer lugar lo referido al tamaño, es más que probable que un tratamiento medianamente profundo e interesante de un tema monográfico no quepa ni sea adecuado leerlo en una sola hoja; para usar las convenciones al uso conviene replantearse si se está dispuesto a pasar de un pequeño periódico a una pequeña revista, el cambio propuesto no es meramente cuantitativo. El problema de la periodicidad presenta también un aspecto completamente diferente, un tratamiento de temas monográficos previamente seleccionados necesita esforzados voluntarios, dispuestos a sacrificar una parte de su tiempo para colaborar en la magna obra, lo que a veces precisa tener paciencia y más valor que el Guerra (el torero). Además sería importante plantearse si los temas de carácter monográfico deberían ser objeto de una evaluación por un colectivo más o menos experto o al menos interesado en la materia, procedimiento ya habitual en el universo ultrapoblado de las muchas publicaciones especializadas, aunque ciertamente no es el caso del tema castellano; muy posiblemente sea la aquí propuesta la única revista sobre Castilla desde un prisma genuinamente castellano. La evaluación propuesta podría dar lugar a una retroalimentación de ideas en orden a ampliar y corregir los ensayos, o incluso dar lugar a otro ensayo de contestación con el consiguiente tiempo de preparación. De esta forma una selección previa de temas implicaría un calendario de meses y aún años para salida de la revista, con todas las holguras propias de estas planificaciones. En ese sentido dos números de revista al año sería ya un éxito de infarto, tres números caerían de pleno en el irrealismo fantástico.

Naturalmente que tras la disquisición previa acecha ya la cuestión: ¿ pero de que temas monográficos se trata?, que induce al ánimo a una perplejidad dubitativa y obnubilada, que a manera gallega trata de salir del paso con otra pregunta :¿ esta rata quien la mata?. Solo por vergüenza torera y llegado el momento de la verdad, se carga la suerte y se estoquea con el cálamo:


Concejos, cortes, mandato imperativo, hermandades y absolutismo.

Del derecho consuetudinario castellano al contrato social. Pueblo, nación y poder.

Conferación. Lo castellano y lo helvético.

Poder social y poder político. La restitución.

Una rendija de pensamiento hermético : Sanz del Río y el Krausismo.

Un testigo castellano: Jiménez Lozano .

Tanteos modernos: el movimiento cantonal en Castilla.

Últimos resquicios del foralismo castellano. El carlismo en Castilla.

Figuras señeras del pensamiento castellanista.

Corriente y partidos políticos castellanistas. El reciente nacionalismo neocastellanao.

Interrogantes sobre la demografía castellana. Finaciación de las pensiones. Dimensiones mundiales de la inmigración.

Recursos naturales: agua, tierra, bosques, viento. Especies animales y vegetales castellanas en la alimentación y la farmacopea.

Singularidades de la gastronomía. Ganadería. Ciclos de la naturaleza. Calendario litúrgico

Medicina y farmacopea popular castellana.

Mutualismo gremial en la Castilla medieval. El germen de la seguridad social.

Dialectología en Castilla.

Cuestiones etnológicas. Componentes no indoeuropeas:lo ibero.

Tronco de lenguas ibéricas: el vascuence en la Castilla Condal..

Aspecto popular de la caballería castellana medieval.

Mística castellana y pensamiento ortodoxo bizantino.

Geografía de las comunidades de villa y tierra.

La guerra de los cien años y Castilla.

¿ Es posible despertar?. La mediatización , anteojera y somnífero inevitable.

Heráldica castellana.

Símbolos,fechas y fastos paradigmáticos de Castilla.

Deportes autóctonos castellanos.

Literatura popular, romancero, romances de cordel , teatro popular.

Arte, artesanía y oficios populares castellanas.

Musica popular, instrumentos, carmina,canciones medievales, renacentistas y modernas.

Leyendas populares y mitología castellanas.

Patrimonio rural y rutas no convencionales en Castilla

Francesada, desamortización y destrozo cultural en Castilla.

Iglesia, pensamiento y arte en Castilla

Diferencias significativas con el País leonés.

Diferencias significativas con el País toledano manchego.

De la picaresca a la delincuencia. Desestructuración de la familia y la sociedad, marginación, delincuencia juvenil, drogas y vida de mala nota en Castilla.

Esta enumeración improvisada y un tanto desordenada no pretende ser exhaustiva, se trata solo de una pequeña muestra de posibles temas monográficos a desarrollar con un adecuado grado de profundidad y extensión adecuado para una publicación destinada en principio a un público diverso. En cualquier caso la finalidad es mucho más suscitar interés, fascinar una poco al lector y desencadenar una pequeña catarsis que no una acumulación inútil de datos eruditos. Así como decía en su poesía León Felipe que tener un hijo es tener todos los hijos de mundo, así también conocer en verdad un país es conocer el mundo y de alguna manera todos los países del mundo. Se pretende contribuir , en lo modesta e improbable medida en que lo puede conseguir el cálamo y el papiro, a despertar la responsabilidad y la conciencia de la tarea pública que, muy olvidado desgraciadamente en la abstracta sociedad moderna, empieza por lo próximo. Ni el sistema económico capitalista que pretende del individuo el paradójico comportamiento como alto consumidor y una retribución adecuadamente barata como productor, ni un sistema político que pretende dejar en manos de las oligarquías de los partidos todas las decisiones, ni un sistema mediático dependiente en buena medida de las instancias anteriores, son los más adecuados para fomentar responsabilidad e interés por la cosa pública, como vemos no solo en las declinantes participaciones en las consultas políticas de los países accidentales, sino hasta en las modestas reuniones de comunidades de vecinos. En este sentido la desintegración de la colectividad castellana se puede decir que ha llegado a límites atómicos, raramente alcanzada en Europa. El cultivo de la consciencia, como despliegue de la sabiduría en la persona, es también una manera de internarse en la plenitud del ser y la felicidad, de acuerdo con la triple formulación del vedanta hindú: sat, chit, ananda o sea ser, consciencia, beatitud.

El peligro, en el caso de la cultura local, es la tentación de la limitación exclusivista, la simplificación y la reducción empobrecedora y confusa, demasiado presentes en muchos nacionalismos, más prestos a la movilización y el ataque paranoico que no a una mínima apertura a la sabiduría. En realidad perdidos a todos los niveles los puntos de referencia y los horizontes tradicionales en el occidente que nos ha tocado vivir, apenas queda algo más que aislado aunque curiosamente uniforme individualismo, racionalismo cuantitativista y un pragmatismo alicorto, carente del más mínimo aliento especulativo, por no mencionar siquiera los principios metafíscos de los que deriva el sentido de la vida humana; con estas premisas la diferencia, en cualquier terreno que se contemple, no es despliegue de la infinitud sino errática y casual novedad sin relación alguna con otro evento igualmente casual y errático; anuladas así las posbilidades de comprensión y relación se camina fatalmente hacia una nueva Babel de incomprensión y discordias no solo en los lenguajes sino hasta en las cosas, así en la más rabiosamente moderna de las especialidades electrónicas, se puede comprobar como entre redes y releases, servidores y clientes, hosts y terminales tontas, pilas y capas; traductores y compiladores, instrucciones y eventos, ficheros planos y bases relacionales, ya ni los propios especialistas de la varita mágica de la informática se entienden entre ellos.

Parece que se impone una rectificación, aunque más problemático es que se pueda efectivamente rectificar; así como en el ámbito personal el principio de un cambio empieza por tomar distancias con relación a lo exterior y concentrarse en lo interior, así en el ámbito de lo social hay que pararse, distanciarse de los atributos más externos y abstractos de nacionalidad oficial, garantías constitucionales y documento nacional de identidad y concentrarse en el pueblo en que ha nacido, que la ha inculcado una cultura, en su historia y en su porvenir con el ánimo de llegar al sentido cabal de esto: pueblo, historia, pasado y futuro; arduo ejercicio este que pocos están dispuestos a llevar con honestidad hasta sus últimas consecuencias. Acaso la primera perplejidad sería constatar que lo que se han considerado tradicionalmente pueblos poco o nada tiene que ver con esa interpretación ingenuamente optimista de la Ilustración: el contrato meramente voluntario e individual que lugar a la colectividad, que tras siglos de instrucción moderna apenas deja discernir otra cosa en la mayoría, y que asombrosamente ha llevado a pueblos que conservan memoria de su ser y su transcurso a confundir al pueblo con su articulación en nación y en estado moderno , con todos los atributos de acumulación de poder, de exclusión, de expansión y de violencia inherente a esta moderna institución política. Es penoso pero es también menester reconocer que el estado moderno ha sido una monstruosa desviación que so capa de inciertas liberaciones y progresos ha desencadenado las más feroces y sangrientas guerras que se han conocido en la historia de la humanidad, y en realidad eso es nada en relación con las que todavía puede desatar. La proliferación de nacionalismos y micronacionalismos en el solar de la vieja Europa no augura ningún futuro dichoso.

Hace ya tiempo que ante la desviación de la Unión Europea de sus iniciales propósitos de orden keynesiano de bienestar social y su reducción a mero espacio monetario de intercambio capitalista, surgieron críticas reclamando la Europa de los pueblos; probablemente nada haya más ambiguo que la utilización de la palabra pueblo en medios políticos, sindicales o asociativos pero no obstante se oculta una verdad más importante de que algunas consignas dejan traslucir. La globalización del individualismo, valga la paradoja, es el primer escollo a superar en orden a recuperar los orígenes; en este sentido hay que reconocer que los estados modernos han sido los mejores gestores del incremento del individualismo actual. Acaso hasta que los pueblos no sepan superar la moderna institución del estado, Europa no podrá volver a recuperar sus raíces espirituales tradicionales –términos que sorprenderán a más de uno-, ni los pueblos europeos encontrar su lugar en ella, que no es por supuesto un punto de encuentro para riña de gallos de pelea. Por si todavía dice algo: cristiandad era el nombre de Europa en la Edad Media, razón profunda que dio lugar a una ecumene o comunidad espiritual, rota cuando aquella se fraccionó y de improbable reconstitución; es muy difícil imaginar una unión de pueblos organizados en diversas naciones y estados modernos puedan llegar a algo más que una tregua más o menos dilatada a través de acuerdos comerciales o económicos, con directivas sobre cuotas lecheras, sobre normas de calidad industrial o moneda única; se olvida con demasiada frecuencia que la economía es un terreno de argucias, confrontación, de polemos; los motivos de una unión profunda son irreductibles a la economía. Claro que tampoco cabe esperar mucho de emociones internacionalistas ni de declaraciones pomposas y campanudas del Consejo de la Comunidad Europea. Recordando otra vez a Zhuamgzi es mucho más sencillo detectar diferencias, discordias y agravios que motivos de unidad y de concordia, y superar esa sencillez, que a veces no supera siquiera la idiotez, es el desafío de los pueblos que tienen que volver a reencontrar su destino en Europa, si quieren tener algún sentido e incluso si quieren sobrevivir a plazos no muy dilatados. Una Europa de raíz espiritual profunda, de pueblos y de hombres no de estados y naciones fieramente independientes y prestas a defender con armas y violencia su solipsismo ancestral y cavernario.

Así pues comprendernos como pueblo castellano puede ayudarnos a entendernos mejor como parte de lo que un día fue cosmos europeo y tal vez de lo que pueda ser en el futuro un nuevo cosmos europeo, porque el orden y equilibrio a que responde la palabra cosmos nada tiene que ver ya con la Europa actual, y lo que es más importante comprendernos a nosotros mismos; es el cultivo adecuado de lo próximo y particular en la tradición que le da sentido, lo que desvela la clave de lo universal, sin lo que se transforma fácilmente en elucubración o delirio. Aclarando e paso que la manifestación concreta no se reduce a mero cultivo de folclore, dulzaina y alpargata, demasiadas veces argüida por el tanto espíritu fuerte, en el fondo filisteo, que pretende estar mucho más allá de lo que juzga con desprecio como localismos, minucias y apegos al terruño, que desde la atalaya de periódicos, revistas y medios suelen hacer declaraciones y entrevistas llenas de suficiencia donde avisan con fatuidad de titiriteros de su mucha superioridad y cosmopolitismo exento de achaques regionalistas, con un cierto narcisismo que acaso trate sorprender a mirones con sus pavoneos ridículos; en otros casos se trata de puros ignorantes y zafios que se disculpan con referencias a vaguedades genéricas sobre lo humano y lo divino. Justamente entre esta recua de universalismo etéreo que nunca se encarna, suelen encontrase los partidarios de una Castilla y un pueblo castellano sin singularidades, sin atributos discernibles, sin reclamaciones ni reivindicaciones, indiferentes a la injusticia ajena por una parte aunque mansos sufridores de atropellos y abusos por otra, sin voluntad de subsistencia en suma, alternativa ejemplar, según ellos, a pueblos vecinos más díscolos, protestones, carnales, menos universalmente vacuos y menos prestos a sucumbir y desaparecer directamente en medio de la ciénaga del nihilismo mundialista.


Superar la concepción meramente folclorista de jota, morcilla y gaitilla y despejar con claridad la inanidad de la extendida falacia de Castilla como pueblo y hombres sin atributos, a menos claro está de los atributos necesarios para el sostenimiento disciplinado del orden estatal y del engranaje capitalista, es la primera necesidad de una reflexión seria sobre lo castellano a la vez que un comienzo de ejercicio de comprensión sobre la manifestación de la universalidad del hombre en lo concreto y lo limitado. Decía el poeta León Felipe que el que tiene un hijo tiene todos los hijos del mundo, así también el que verdaderamente ha conocido a un pueblo también de alguna manera ha conocido a todos los pueblos del mundo, cada pueblo es un alef misterioso que refleja la totalidad de los pueblos y del universo, pero el moderno nacionalismo empaña fatalmente la nítida contemplación de esa realidad; hasta el más refinado cosmolita resulta que al final es de Socuéllamos o de Semenovskoye; como decía Jorge Santayana el filósfo cosmopolita y enamorado de Ávila: no hay verdadero cosmopolitismo sin pies en la tierra originaria; si en un ejercicio de realismo se empieza a reconocer uno como hijo de un pueblo se está dando un paso en orden a entender aquellas máximas de la vieja sabiduría: “conócete a ti mismo”; o aquella otra: “se lo que eres”.

RES

Las patrias del hombre ( Surcos luminosos 1997. Isidoro Tejero Cobos)

LAS PATRIAS DEL HOMBRE

Isidoro Tejero Cobos (Surcos Luminosos 1997)



El hombre tiene
muchas patrias.
Europa es una patria
La Tierra es patria
de todos
España es mi patria.
Castilla, es mi patria
mi raíz
mi raza espiritual
y mi ser.
Las Tierras de Segovia
mi patria menor.
Mi patria chica:
Cuellar.
En ella nací
en ella me crié,
en ella me formé.
Hoy he ascendido patrias
Soy más patriota que antes,
más universal que antes.
Estoy aprendiendo a ser
patriota del Sistema Solar,
de nuestra Galaxia
y de todo el Universo

Abrazo todas las patrias
desde mi raíz
hasta la más universal.
Os amo, os respeto y os quiero.

Luz de amanecer (Surcos luminosos 1997. Isidoro Tejero Cobos)

LUZ DE AMANECER

Isidoro Tejero Cobos (Surcos luminosos 1997)



Segovia
¿Que sucede?
¿No encuentras
el latido armonioso
de tu dinamismo interno?

¿ Donde escondes ese
espíritu castellano
que era orgullo de ti?
¡Ciudad amurallada
ciudad amada
entre muchas!

Toma la luz
de tu floreciente atardecer,
construye con ella
un arco
y proyecta el dardo luminoso
hacia la diana
por donde el sol amanece

¡Ya eres
Luz de Amanecer!

Evocación (Surcos luminosos 1997.Isidoro Tejero Cobos)

EVOCACIÓN

Isidoro Tejero Cobos (Surcos luminosos 1997)

¡Cuánto nos duele, Burgos
tu cabeza!
por lo que nos han hecho,
Si la experiencia
nos valiera
no debieras ser engañado
nunca más.
¡Eres Burgos
nuestro
y nosotros tuyo!

¡Castilla despierta! (Surcos luminosos.1997.Isidoro Tejero Cobos)

iCASTILLA DESPIERTA!

Isidoro Tejero Cobos (Surcos luminosos .1997)



Castilla tiene
su cuerpo maltrecho.
¿Cómo arreglar este impedimento?
Tampoco tiene edad
para ser mayor
pues esta detenida
por la política.

¿Tú quién eres, Castilla,
para decir dile quieres hablar?
Tú, mejor, callada,
nosotros hablaremos
por ti lo que más convenga
a España.
¡ Pero quiero ser Castilla!
¡Calla Castilla! ¡No hables!
¡Estate quieta!
¡No ves que no puede ser!
¡Espera!

¡Espera, espera!
¡Qué tengo que esperar!
¡Quiero ser libre!
¡Quiero ser Castilla la gentil!
¿ Por qué no me dejáis ser?
¿ Qué he hecho
para esto merecer?­

Castilla no tiene voz,
no puede hablar
aunque quisiera
¿Cómo? ¿ Dónde? ¿ De qué manera?
Castilla no tiene presencia
¡ Todos se olvidan de mi
como si no existiera
¿ Es que existo en realidad
solo soy una imagen
En el tiempo?

A Castilla no se la ve
¿Castilla existe?
Castilla no tiene Patria
reconocida.
Castilla es un desconsuelo
envuelto en el engaño
de una idea persistentemente
equivocada conmigo
que me rodea , me envuelve
y no me deja SER

Castilla quiere recuperar
su libertad
libre de León
Y de Toledo

¿ Cuando empezaremos
a vivir juntos
de otra manera?
Castilla quiere recuperar
su independencia.
¿ Por qué se habla
Tanto de mí y sin embargo
estoy apretada con el cíngulo
de la esclavitud política?
Antes, cuando todos,
ahora porque es ahora.

Yo soy embebida
En un cuerpo roto
Y mi nombre...
¿dónde esta?
¿qué habéis hecho con él?
Yo quiero mi nombre
Y mis apellidos.
Con él podré reclamar
ante la Justicia
a todos mis hijos.
Quizás pronto
antes de que vosotros lo penséis
estos mis hijos
se levanten en mi defensa
y me socorran
con su asistencia.

Creo en mis hijos
y les quiero.
La mayor alegría de mi vida
será verles untos
haciendo migas por mí.

¡ Quiero recuperar la voz,
ser protagonista ele mi destino!
¿Quién puede Hablar por mí?
Nadie, solo yo puedo hacerlo
y si no lo hago, todo es silencio.

Cuando yo sienta
mi cuerpo vivo
en todos sus órganos
y en todos mis miembros.
Cuando un¡ cabeza
sea Burgos
y tenga capital donde reposar.
Cuando la sangre circule
con normalidad
Y mí cerebro y mi corazón
y mi actividad recobre
el puso de la vida
veréis la hermosura
que soy para vosotros
por el bien que soy para mi.

Oportunas declaraciones sobre las cajas por José A. Amo

La última intervención pública del Presidente de Caja Círculo, Don José Ignacio Mijangos, en relación al tema de las cajas de ahorro, ha sido muy esclarecedora. Primero, porque llama a las cosas por su nombre, fusión en lugar de integración. En segundo lugar, porque afirma que el dinero de las cajas no es del Estado, mención que en este caso sobra, ni de la Comunidad Autónoma, mención muy necesaria y oportuna, sino de los impositores. Y, tercero, porque aclara, por si alguien había perdido la memoria, que el proyecto mal llamado de integración, no tiene nada que ver con la crisis financiera actual, y sí con oscuras maniobras políticas, en las que son cómplices, como en tantas otras, los dos partidos mayoritarios. Con ello desmiente a todos los voceros autonómicos que nos han vendido, en los medios de comunicación, una lamentable operación rechazada mayoritariamente por la sociedad burgalesa. Esperamos cordura y coherencia en los responsables de las cajas; y confiamos que, como buenos gestores financieros, den la espalda a una aventura que les puede, a ellos y a las entidades que administran, ocasionar serios quebraderos de cabeza.

Nueva Castilla. (Surcos luminosos 1997.Isidoro Tejero Cobos)

NUEVA CASTILLA
Isidoro Tejero Cobos (Surcos luminosos)


¿Dónde vas Burgos
si tu reino
es Castilla?­
¡ No te distraigas
en falsas esperanzas!
Que el tiempo apremia.

¿Dónde está San Pedro
de Arlanza?
¿Dónde Fernán González?
¿Dónde tus mejores
Condes Y Reyes?
Allí has de poner tu corazón.

¿Dónde guardas
esos sentimientos castellanos
de primera llora
que eran la hermosura de la Luz
y el resplandor de la Aurora?

¿ Donde guardas ese temple
de oro viejo
esa solera.
esa fuerza espiritual
esa vocación sublime?

Si esos valores sacaras
serías feliz
además de premiada
por todos tus hijos
que esperan
el renacer
de la Nueva Castilla

lunes, diciembre 15, 2008

domingo, diciembre 14, 2008

CiBu se manifiesta en León contra la integración de las Cajas


Comunicado de Prensa de Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja (CiBu)


CiBu se manifiesta en León contra la integración de las Cajas

Miembros de CiBu se desplazaron el día 12 de diciembre a León para asistir a una cacerolada contra la integración/fusión de las cajas de ahorro de esta Comunidad Autónoma. El acto se celebró, a las 20,30 horas, ante la sede de Caja España, en el Palacio de Botines de esa ciudad. Fue convocado por Ciudadanos del Reino de León y apoyada por la Unión del Pueblo Leonés (UPL) y otros colectivos leonesistas. A la cacerolada asistieron alrededor de quinientas personas. Al final del acto, entre otros, intervino el Presidente de Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja (CiBu), Lesmes Peña Hurtado.


Ciudadanos de Burgos
por Castilla La Vieja
(CiBu)
ciudadanosdeburgos@gmail.com


Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja (CiBu) es un partido político cuyos objetivos pasan por la defensa de los intereses de la provincia de Burgos y de su identidad castellano-vieja.

viernes, diciembre 12, 2008

EL INTERÉS MÁS DESINTERESADO (II) - La fusión de las cajas vista desde León.

EL INTERÉS MÁS DESINTERESADO (II)

Alicia Valmaseda Merino

ellagodelaxana.blogspot.com



Siguiendo con la proyectada fusión de las Cajas, la demostración más palpable de que no son los intereses económicos los que subyacen es el repetido machaconeo de que “la integración de las cajas de ahorro de Castilla y León asegurará el futuro de Caja España”, como si nos encontráramos ante una Caja en peligro. Si primaran los intereses económicos no se darían mensajes subliminales que pueden crear desconfianza e inquietud entre los impositores como la insinuación de que el futuro no está asegurado.

Mientras personas interesadas en la operación insisten, machaconamente, en que lo único que se busca es la viabilidad de las entidades, no se comenta, ni siquiera de pasada, el hecho de que en 200 años de existencia de las cajas de ahorros ninguna de ellas tuvo “tropiezos” financieros.

La realidad es que Caja España, además de ser la primera Caja de esta Comunidad, es la duodécima en el ranking de las Cajas españolas seguida de cerca por Caja Duero que ocupa el decimosexto lugar del citado ranking. Los activos que individualmente tienen (Junio de 2008) tanto Caja España (22.632 millones de euros) como Caja Duero (19.552 millones de euros) superan los que reúnen conjuntamente las cuatro cajas castellanas (Caja Burgos, Caja Ávila, Caja Segovia y Caja Círculo de Burgos”) ya que tenemos que descender hasta el vigesimocuarto puesto del ranking nacional para encontrarnos con Caja Burgos (11.844 millones de euros) la más grande de las castellanas.

Y lo mismo sucede si hablamos de las sucursales, tanto Caja España como Caja Duero tienen cada una individualmente un nº de oficinas similar al de las cuatro Cajas castellanas en su conjunto.

Por si nos quedaba alguna duda, la noticia publicada en El Economista el pasado 23 de Septiembre nos aclara, aún más, por donde van los tiros. Según dicha información la Junta de Castilla y León propiciaba la fusión entre Caja Burgos y Caja Duero o Caja España con la pretensión de que fuera la castellana la dominante en cualquiera de los casos. Solo desde el interés político puede entenderse dicha operación que en palabras de “El Economista” es “un hecho que sorprende porque su tamaño es inferior a las compañías con sede en Salamanca y León”.

Pero aún se ve más palpablemente el interés estrictamente político que preside estas operaciones si echamos una ojeada a las actitudes de los dos partidos políticos PP y PSOE que han firmado un “gran acuerdo” en Castilla y León mientras que en el País Vasco (la otra fusión de que se habla estos días) se oponen frontalmente a la misma con argumentos como que “las cajas pueden perder identidad” (PSOE) o que “no está demostrado que una fusión suponga mayor solvencia y seguridad ni mejor obra social” (PP).

Según el PP vasco, el proyecto de fusión de las Cajas Vascas sólo responde a “la obsesión nacionalista por controlar todo lo que puede en este país, especialmente lo que funciona bien” mientras insisten en que la fusión de las cajas es "para que haya más industrias y más obra social y no para que un partido mangonee a los demás o quiera hacer un chiringuito".

Mientras, a juicio del PSE el proyecto de fusión "se trata de la absorción de Kutxa por parte de BBK y no garantiza los intereses de Gipuzkoa". "Además, conlleva el riesgo de que el fruto del ahorro de los guipuzcoanos no revierta en los proyectos de desarrollo y bienestar que Gipuzkoa necesita y necesitará en el futuro".

Sorprende aún más la oposición frontal a cualquier tipo de fusión de PP y PSOE en el País Vasco cuando en el plan de fusión de BBK y Kutxa se establece un escrupuloso respeto a las aportaciones de ambas Cajas así como dos sedes para la Caja resultante que pagará sus impuestos en la proporción de 60/40 (según los recursos aportados por cada una de las Cajas) a la respectiva Hacienda Foral, vizcaína o guipuzcoana, para que ninguno de los territorios resulte perjudicado.

Sin embargo, esos mismos partidos, apoyan entusiasmados en Castilla y León cualquier tipo de fusión que, como todos sabemos (la experiencia es la madre de la ciencia) terminará beneficiando a Valladolid y contribuirá a seguir aumentando la despoblación del País Leonés y la desigualdad interprovincial.

Y para terminar de “rizar el rizo”, los mismos partidos que en esta autonomía insisten en que es imprescindible la fusión para garantizar la viabilidad de las entidades, apoyan que la Caja Vital no entre en la fusión de las Cajas Vascas cuando por sus activos (7.996 millones de euros) es menos de la mitad que Caja España o Caja Duero. Parece que en este caso el tamaño no es importante.

¿Cómo pueden PP y PSOE defender sin sonrojo dos posturas tan antagónicas?

Todo cuanto antecede abona, una vez más, el convencimiento de que, en este tema de las fusiones, los criterios económicos brillan por su ausencia y que, desgraciadamente, parece que hemos pasado, al menos en esta comunidad, “Del interés más desinteresado” a “Coge la cartera y corre”.

EL INTERÉS MÁS DESINTERESADO (I) - La fusión de las cajas vista desde León.

EL INTERÉS MÁS DESINTERESADO (I)

Alicia Valmaseda Merino

www.ellagodelaxana.blogspot.com

Hace ya bastantes años que esta muletilla servía para cerrar un anuncio de las Cajas de Ahorros, con el que se quería resaltar su vertiente social, aludiendo a los Estatutos de dichas Entidades que, claramente, establecen que sus beneficios deben revertir a la sociedad en forma de obras sociales.

Las Cajas de Ahorros no tienen socios que se sienten en sus Consejos de Administración por lo que los mismos están formados por representantes de las administraciones, de los ahorradores y de los empleados pero son los primeros los que marcan las pautas a seguir al tener la mayoría en dichos Consejos y, como no podía ser de otra manera, los políticos tratan de llevar el agua a su molino en todo cuanto se refiere a unas entidades que mueven tan gran cantidad de recursos.

Desde hace unos 30 años, a las Cajas que, primitivamente estaban dirigidas a las familias y pequeños ahorradores, se les ha ido permitiendo realizar más y más operaciones dirigidas a pequeñas, medianas y grandes empresas y en estos momentos de crisis parece que la panacea para solucionar todos los males de la economía sea, al menos en algunas latitudes, la fusión de cajas para conseguir crear entidades más potentes y con más recursos.

Debo reconocer que la palabra “fusión” (no sé si será por aquello de la “fusión nuclear”) me produce cierto “estremezor” pero cuando empezamos a analizar las implicaciones de una hipotética fusión de Cajas en nuestro entorno inmediato, directamente, me echo a temblar.

Hace ya algún tiempo que la Junta de Castilla y León acaricia la idea de fusionar las Cajas de la Comunidad con el inconfesado (e inconfesable) propósito de ubicar la central de la Caja resultante en Valladolid, alegando para ello, como para tantas otras cosas, su situación “centrada” (geográficamente hablando) respecto a todas las provincias que forman esta inusual autonomía birregional. Por cierto no deja de ser curiosa esa “búsqueda del centro” cuando capitales de países tan importantes como Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Alemania no se ubican muy “en el centro” que digamos, lo que no les impide ser grandes potencias.

Abona la anterior sospecha el hecho de que solamente se dejara una oficina abierta del Banco de España en toda la Comunidad, la más extensa de España y mucho mayor que varios países europeos, mientras autonomías con mucha menor extensión como la Comunidad Valenciana o el País Vasco cuentan con dos sedes del Banco central.

Pero volvamos al proyecto de fusión en el que se perfilan dos grandes perjudicadas: León y Salamanca, sedes de las dos Cajas más potentes, ubicadas en dos provincias que se encuentran entre las que tienen mayores problemas de despoblación y menor renta per cápita no solo de la Comunidad sino de toda España y que, de llevarse a efecto, asistirán, más pronto que tarde, a un nuevo “trasvase” de puestos de trabajo a Valladolid (no menos de 1.000 puestos directos con buenas remuneraciones más los indirectos en cascada). Curiosa manera, una vez más, de remediar el desequilibrio interprovincial.

La proyectada fusión no consiguió “adhesiones inquebrantables” entre las directivas de las cajas implicadas, destacando la sonora negativa del presidente de la Caja de Ávila, del PP al igual que el Consejero Villanueva, adalid de la idea, encontrándonos también, en estas últimas fecha, con el rechazo de Burgos a la idea, ante el temor de que sea, una vez más, Valladolid la beneficiaria de este proyecto.

Sin embargo, la crisis mundial en que nos encontramos ha venido a dar a los políticos una aparente justificación, e insisto en lo de “aparente” porque se cuidan muy mucho de decir que las entidades a las que ha sido preciso rescatar en otros países eran monstruos por su tamaño, siendo precisamente dicho tamaño una de las causas de sus problemas.

No obstante, asistimos a la “Crónica de una fusión anunciada”, disfrazada últimamente de “superdirección general” para las seis cajas existentes en la autonomía, “nuevo modelo financiero” que, sinceramente, no se comprende muy bien.

¿Cómo es posible que entidades que deben hacerse la competencia entre sí tengan una “superdirección” común? ¿En función de qué parámetros se tomarán las decisiones de abrir o cerrar oficinas y de establecerse o no en una determinada localidad o provincia, de llevar una u otra política de captación de clientes y qué intereses defenderá la “superdirección”? Es evidente que al encontrarnos con intereses contrapuestos será imposible apoyar a todos o ser imparcial por lo indudablemente volvemos al temor inicial ¿A quien se quiere beneficiar con esta fusión, a los ciudadanos de toda la Comunidad o a la ciudad más centralista de toda España? Y al propio tiempo ¿no tiene nada que decir ante esto el Tribunal de la Competencia?

Todo está inventado y si el verdadero interés de esta operación fuera económico tendríamos cumplida y veraz información de cuanto sucede en otras comunidades con la fusión de las Cajas. ¿Se animan a verlo en breve?

jueves, diciembre 11, 2008

De la memoria de nuestros políticos y de la boina (José A. Amo - CiBu CV)

Tras la manifestación del día 4 de diciembre e incluso antes, los políticos de esta provincia, pertenecientes a los dos partidos mayoritarios, a la vista del éxito de la convocatoria y de las críticas que reciben por el tema de las cajas, repiten todos al unísono los mismos argumentos:

En primer lugar, insisten en que hay que dejar trabajar a los técnicos, a los profesionales de las propias cajas; y cuando oigo esto en boca de políticos del PP o de PSOE me caigo de bruces. Pero, señores políticos desmemoriados, ¿no fueron ustedes los que empezaron este debate, hace muy pocas semanas, cuando Juan Vicente Herrera y Óscar López se pusieron de acuerdo en imponer una tarea a las cajas que ellas no habían pedido? Es el colmo del cinismo. Si quieren que las cajas decidan con libertad, retiren ese documento que pusieron sobre la mesa y dejen que las cajas se fusionen o no y, si lo deciden, que lo hagan con el que sea y en el momento que consideren conveniente.

En segundo lugar, dicen que el modelo de las cajas tiene que cambiar, que no cabe el inmovilismo; que si siguen así nadie garantiza su futuro. Según esto, las cajas españolas con un tamaño más reducido o similar al de las existentes en Castilla y León, por ejemplo Caja Rioja, Caja Layetana, Caja Guadalajara o Caja Cantabria, van a desaparecer. Pues bien, eso no se lo cree nadie; aunque tal vez los políticos cántabros, riojanos, catalanes o castellano manchegos son muy tontos y ustedes muy listos. En cuanto al futuro de las entidades financieras, nadie lo puede garantizar, sean grandes o pequeñas.

En tercer lugar, hablan de la sede, de qué si no tiene por qué estar en Valladolid, ¡pero si el tema de la sede nadie, hasta ahora en Burgos, lo ha planteado! Salvo ustedes, para despistar. En la manifestación del otro día nadie mencionó este tema, porque sencillamente lo que reclamaban los burgaleses es que las cajas continuaran como están. Burgos ya es sede de dos cajas y no queremos que esto nos lo cambien.

Lo que nos preocupa a muchos burgaleses no es tanto la futura o hipotética sede, sino el dinero de las cajas. Nos preocupa que, en lugar de ser utilizado en inversiones avaladas por criterios económicos, se impongan criterios políticos, o mejor dicho criterios de los políticos de esta Autonomía, que ya sabemos hacia donde tiran. Nos preocupa, también, que los millones de euros que generan las cajas burgalesas y se destinan a la obra social se vayan reduciendo. Y, por último, no podemos olvidar en esta cuestión el derroche de dinero público realizado por la Junta de esta Autonomía; es natural que desconfiemos, más en un periodo en que los ingresos autonómicos se van a reducir sensiblemente por varias causas. Los recursos de la gran caja que resulte de la integración, no sabemos dónde se invertirán, pero de lo visto hasta ahora y del hecho de ser Burgos la provincia con mejores indicadores socioeconómicos, resultado de nuestro esfuerzo, nos tememos que le tocará muy poco.

Y, por favor, no hablen más de la boina y de provincianismo, se repiten mucho. Si con ello se refieren a una política cercana a la tierra burgalesa, al ciudadano de aquí, a la política que tiene en su agenda las preocupaciones de los vecinos de Burgos; tal vez se encuentren con la sorpresa de que, en las próximas elecciones, a lo mejor las gana de calle el político al que le siente mejor esta prenda.

martes, diciembre 09, 2008

CiBu agradece la masiva movilización de los burgaleses y urge una retirada del proyecto de integración de las cajas


Comunicado de prensa de Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja




BURGOS, 5 de diciembre de 2008. El partido Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja (CiBu) valora de forma muy positiva la manifestación convocada ayer, día 4 de diciembre, conjuntamente con la Plataforma en Defensa de la Autonomía de las Cajas. La manifestación, que transcurrió entre la Plaza del Cid y el Edificio de la Junta de Castilla y León de la Avenida de Cantabria, tuvo una importante participación de los ciudadanos burgaleses, cifrada por la Policía Municipal y los medios de comunicación en más de 5.000 personas.

Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja quiere agradecer la respuesta de la sociedad burgalesa, muestra de su vitalidad y civismo en un acto en defensa de su patrimonio e intereses; demostrando, además, que la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos no se limita ni se debe limitar a las convocatorias electorales. Agradece también la presencia de grupos leonesistas como UPL y el colectivo CRL.

CiBu confían en que el clamor popular sea escuchado y atendido debidamente por las instituciones y los cargos públicos electos de Burgos y de la Comunidad Autónoma y se dé marcha atrás en el proyecto de integración de las cajas de ahorro. Asimismo, considera que iniciativas como la llevada a cabo ayer y otras como la impulsada por la Federación de Comerciantes burgaleses (FEC), el pronunciamiento de la Federación de Asociaciones Empresariales (FAE), así como las intervenciones de miles de burgaleses en foros diversos, deben servir de pauta a la decisión que tomen en su día las Asambleas Generales de las dos cajas burgalesas, cuando decidan sobre el modelo de integración propuesto en su día por los dos partidos mayoritarios.


Ciudadanos de Burgos
por Castilla La Vieja
(CiBu)

Ciudadanos de Burgos por Castilla La Vieja (CiBu) es un partido político cuyos objetivos pasan por la defensa de los intereses y la identidad castellanovieja de la provincia de Burgos.

martes, diciembre 02, 2008

lunes, diciembre 01, 2008

Consideraciones sobre el nacionalismo castellano.Olegario Heras (Oppidum nº 3)

No es la primera vez que se publican textos de Olegario de las Heras en este breviario ( “La presencia germánica en Castilla”, Tierra y Pueblo nº 1 valencia 2003, “Un apunte sobre nacionalismo castellano” , Tierra y Pueblo nº 1, Valencia 2003) procedente de la revista Tierra y Pueblo de los llamados identitarios, que también continúan su actividad en http://www.asambleaidentitaria.com/, , con una revista internética denominada Oppidum, en que básicamente se continúan con los puntos de vista y tópicos de este grupo.

Como en otras ocasiones Olegario de las Heras aborda de manera fragmentaria, rápida, como en una especie de flash el tema del regionalismo, nacionalismo castellano o como demonios se le quiera denominar. Como en otras ocasiones da la impresión de que el autor lo sabe todo, pero en realidad se limita a señalar la indigencia intelectual de los grupos y asociaciones denominados castellanistas; su posición verdadera es relativamente enigmática, aunque deja demasiadas pistas para intuir su postura. Sería de desear que algún día pasara del breve artículo a un libro extenso donde nos comunicara todo el caudal de su sabiduría.

Intenta de una manera lógica examinar las posibles ideas encerradas en los partidos y grupos políticos que se reclaman de castellanismo de manera más o menos explícita; pero ¡ay! los partidos se caracterizan mucho más por programas, consignas y eslóganes que no por ideas verdaderas y profundas, y el militante es más hombre de fidelidades y obediencias que no intelectual, por amplias facilidades que se den para la pertenencia a ese conjunto. De una manera general acusa a las agrupaciones políticas castellanistas de historicistas; lo que hace sospechar que o bien no valora mucho la historia auténticamente castellana, o desconoce en profundidad el confuso potaje de lo que llaman Castilla los grupos políticos que menciona, que además poseen en efecto una ignorancia enciclopédica sobre lo que con cierto rigor se podría denominar castellano. Concluye que estos partidos o son una variante indistinguible de los partidos sucursalistas – ¿que diferencia existe hoy entre izquierda y derecha?-, o una repetición mimética de la logorrea progresista -¿qué partido no acude a ella cuando interesa?-, amen de las acusaciones de utopía - ¿que programa político no es una utopía o más sencillamente una trola?-; además de la clásica denuncia del apego romanticón e infantiloide a los buenos tiempos del pasado: fueros, consejos, mandato imperativo, juicios de residencia y demás antiguallas que al parecer hay que superar.

¿Cual es la alternativa sugerida frente a tanto desmán político nostálgico?: nación, pueblo, poder, biología, genes, sustancia étnica, instintos de pertenencia, destino, etc., etc. Es inevitable acordarse del doctor Rosemberg, pero no basta con aplicar un adjetivo bastante adecuado al contexto, es preferible, aunque sea someramente, mencionar los desvíos incursos en tales posiciones, desde un punto de vista de la Tradición.

1. La noción de pueblo en sentido radical solo la capta la palabra sánscrita “Jana” cuya posible traducción es pueblo unánime donde castas altas y bajas participan de una cultura unánime basad en una concepción metafísica de carácter sagrado, que es la que verdaderamente da lugar a los pueblos y a las culturas . Muy diferente de la noción biológica que pretende que lo alto viene de lo bajo, o sea el espíritu de la materia (ver el artículo “Cultura popular castellana” de este Breviario).

2. La Nación moderna está exenta de principios fundamentales metapolíticos, su fundamento es el conjunto de población con caracteres de pertenencia externos; lengua, espacio, organización política ciudadana, sistema legal, predominancia de fenotipos o genotipos según algunos y otros etc.; básicamente organizado en forma coercitiva de estado como manera de superar el caos. Las naciones modernas dieron buena muestra de lo que pueden dar de si con las millonarias matanzas del siglo XX (véase en este Breviario: “Más allá de la política” y “Unidad y diversidad”).

3. El poder temporal cuando no emana de la autoridad espiritual da lugar al fenómeno de la coerción y la violencia tan características del mundo moderno. Eso hace cuanto menos dudosas las acumulaciones de poder temporal como fundamento de cualquier despliegue de la libertad humana (véase en este Breviario: ”Miscelanea abulénsica 4…y libertad”).

4. El nombre originario de Castilla como condado y luego reino, posteriormente ampliado a los territorios de una corona y posteriormente –siglo XVI- confundido con la misma España, hacen difícil que el castellano tenga algo más que una vaga noción de español. Históricamente verdadera adscripción castellana no fue a una región sino a comunidades libres, imposible inventar ahora nacionalidades a la periférica (ver en este Breviario: “Fijando principios, en torno al federalismo castellano, Luis Carretero Nieva”, “Comunidades castellanas, Joaquim Pedro Oliveira Martins”, “Entrevista a Alfredo Hernández Sánchez”, “La concepción castellana de España. Manuel González Herrero”).

5. La liquidación progresiva de fueros y libertades castellanas ha llevado al actual estado de vaciamiento de lo que en otro tiempo fueron características peculiares castellanas, con la tentación de identificar a Castilla con grandes extensiones –igualmente vaciadas de de sus libertades históricas- en modernas y amplias entidades abstractas, artificialmente unidas en torno a criterios tecnocráticos que no históricos -Cuenca del Duero- o incluso una numerosa cantidad de provincias mesetarias. Caso justamente del articulista aquí comentado, con su característica castellanidad de Zamora, o sus amigas manchegas que claman por su castellanidad prístina, en definitiva la extensión vacía de caracteres diferenciadores como característica de Castilla, eso si con pretensiones de acumulación de poder, gran número de escaños parlamentarios y cosas de ese jaez (ver en este Breviario: “El engendro de Castilla y León. Manuel González Herrero”. “La personalidad de Castilla. Manual González Herrero”, “Reunificaciones temibles”, “La extensión”).

6. El caso particular del actual resurgir del regionalismo o nacionalismo leonés, mucho más pujante que el correspondiente castellano –por razones no resumibles en unas líneas-, lo despacha Olegario en unas palabras descalificadoras, diciendo que no buscan más que una mera táctica de aritmética parlamentaria; juicio bastante contradictorio con la proclamada exaltación de la búsqueda de poder, una de cuyas tácticas es justamente la aritmética parlamentaria. (Ver en este Breviario: “El Reino de León tras el año 1230. Ramón Chao Prieto”, “El regionalismo en tierras de León, Castilla y Toledo. Anselmo Carretero Jiménez).

7. Sorprende finalmente la creencia de Olegario en las virtudes del micronacionalismo -bien conocidas en España por su estilo preferente por la discordia- como fundamento de una futura Europa poderosa, al parecer con fundamentos biológicos y no metapolíticos. De su eficacia identitaria nos da muestra la predominantemente nacionalista Cataluña con la mayor tasa de inmigrantes islámicos, o ¿es que la futura Europa tendrá identidad islámica? (Ver en este Breviario: “Sacrilegios ante el altar del nacionalismo”).

8. Probablemente ante las crisis de todo tipo que se avecinan parece llegada la hora de la micropolítica, mucho más que de las peligrosas acumulaciones de poder, no parece haber otra fórmula para la “restitución” –como llamanen la tercera vía- de los poderes que asumió el estado nacional. Sin duda la más identitaria de las políticas actuales es la de una Suiza con ancestrales y medievales instituciones políticas –tan parecidas a las de la Castilla medieval- que ha afirmado claramente la preferencia nacional y no lo Francia de Gillaume Fayé (ver en este Breviario: “Las leyes sobre inmigración en Suiza. Gaudencio Hernández”. “La hora de la micropolítica de Robert de Herte”, “Miscelanea abulénsica 1. Ávila gallega”, “Manifestaciones evidentes e inconvenientes”).

9 El destino al que está llamado todo hombre es alcanzar el estado de perfecta iluminación – que diría un budista-, la divinización o theosis –que diría un cristiano ortodoxo-, la liberación –que diría un hindú-, u otras expresiones análogas de otras Tradiciones; pero no parece que en ninguna de ellas se proponga la conquista del poder .



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CONSIDERACIONES SOBRE EL NACIONALISMO
CASTELLANO

Volumen I, nº 3
El e-zine identitario de
Asambleaidentitaria.com
Noviembre-Diciembre ’08



Abordar la cuestión del «castellanismo político»,término ambiguo y seguramente poco acertado, pero con el que quisiéramos abarcar el conjunto de movimientos, grupos, autores, e iniciativas de todo tipo que plantean o defienden propuestas o proyectos nacionalistas o regionalistas para Castilla en cualquiera de las concepciones que se tenga de ésta, es en los tiempos actuales una labor ingrata. Pero necesaria. Ingrata por lo infecundo de tantos esfuerzos de definición del llamado «hecho castellano». Necesaria porque la realidad castellana (de cualquiera de las Castillas que se tenga en mente) no es precisamente halagüeña. Hace algunos años, comenzábamos un muy modesto artículo sobre esta misma cuestión, constatando el enorme grado de indefinición del propio concepto de Castilla y llamando la atención con algo de ironía sobre lo estéril de los enfrentamientos que esta situación provoca entre los castellanos (pocos) conscientes de serlo. Todo sigue igual. Y seguiría probablemente igual durante largo tiempo si es que a este pedazo de Europa que todavía responde al nombre de Castilla (y cuya extensión y definición dejo al gusto del lector) le quedase mucho tiempo. La sentencia de Drieu La Rochelle sobre una Europa que acabará siendo devorada con la que finalizaba el artículo comienza a prefigurarse en el horizonte de nuestros pueblos.

Nacionalistas sin nación

«Nacionalistas sin nación y tradicionalistas sin tradición». Con esta certera fórmula definía un intelectual italiano a varias generaciones de militantes políticos cuyo discurso había girado alrededor del mito nacional pero que sentían insuficiente bajo todo punto de vista el marco nacional en el seno del que desarrollaron su acción política. Un sentimiento difuso de pertenencia, una voluntad de arraigo, un ansia de preservación en la historia que se siente como un oscuro mandato interior ha empujado a generaciones de europeos a luchar más por la «nación ideal» por la «nación mito» que por las naciones «reales» a la que cada uno pertenecía. En cierto sentido, y salvadas las distancias, sería el caso de Castilla. Basta leer la literatura regionalista o nacionalista, basta conversar con cualquiera que se identifique con un ideario castellanista para constatarlo. El «castellanismo político» posee una concepción de Castilla que se podría calificar de historicista. Su esencia se entiende como una secuencia. Las más de las veces en retro-proyección. Las menos como utopía a (re-)construir. Inacabables (y casi siempre muy escasamente documentados) debates sobre el Medioevo y la Modernidad, especialmente entre el castellanismo moderado, se alternan con proyecciones hacia el futuro de una sociedad sin clases (y casi sin géneros) entre el más radical. Es éste un planteamiento propio de nuestros tiempos: fascinados por el devenir, ignoramos lo estable. Y una nación, efectivamente, deviene. Pero sobre todo, es. Y éste es el primer pecado capital del nacionalismo castellano. Se ha debatido hasta la saciedad sobre qué era (es) y qué no era (es) Castilla, quién era (es) y no era (es) castellano, dónde da comienzo Castilla y hasta dónde alcanza, sin haber perdido un solo instante en intentar entender la categoría del objeto de ese debate, a saber, entender qué son un pueblo y una nación, entender cómo se formula la ecuación biología-cultura para dar a luz un ethnos productor de una firme autoconciencia y capaz de perdurar en la historia como sujeto (o objeto algunas veces) de lo Político. Mucho Fernán González, mucho Pacto Federal, mucha María Pacheco, (o mucho «todos y todas») pero apenas intentos de elaboración de un discurso teórico sobre los conceptos claves sobre los que se debe cimentar un proyecto político nacionalista: los conceptos de nación, de pueblo, de comunidad étnica. Una clarificación de esta naturaleza allanaría el camino de una alternativa política verdaderamente castellana. En realidad estos conceptos son molestos. Desazonan. Ahondar en su realidad aboca a horizontes» que la mayoría de «castellanistas» desconocen y algunos quisieran que continuasen «perdidos». Horizontes biológicos, etológicos, que dan razón de los instintos de pertenencia, de diferenciación, estructuración y cooperación social, que dan cuenta de la necesidad biológica de de estructuras familiares y clánicas sobre las que descansa la renovación y preservación del grupo, que explican los instintos territoriales que hacen connaturales al hombre realidades como el territorio propio y la frontera. Pero horizontes biológicos sobre los que descansa en última instancia el particular e irrepetible modo de manifestarse de un grupo humano dado. En el detalle, en el matiz está la peculiaridad. La diferencia. Pertenecer a un pueblo, a un grupo humano biológica y culturalmente homogéneo (independientemente de las condiciones de su formación, de los componentes sobre los que se ha construido en su proceso de etnogénesis), supone para un individuo actuar en el mundo a partir de unos parámetros determinados que en última instancia descansan sobre lo que el hombre en verdad es. Y el hombre es una realidad biológica, un ser que sólo puede aparecer en el seno de un pueblo determinado. El hombre en sí sólo es una entelequia. Comprender y situar en el centro del discurso ideológico y de la acción política la preservación de la sustancia étnica, es decir la coherencia y la cohesión genética, antropológica si se quiere, de un pueblo debe ser el primer de todo nacionalista. Y establecer, como insiste la antropóloga I. Schwidetzky, qué grupos humanos están en condiciones de integrarse, sin alterarlo, en su círculo reproductivo. Si cualquier nacionalismo cierra los ojos ante esta realidad sólo caben dos opciones. O es suicida o, simplemente, no es nacionalismo. Plantearse el problema étnico implica mirar a la Biología y a la Antropología. Y a la Psicología. Y a la Geopolítica. No sólo a la Historia. Que también. Para hablar del sexo de los ángeles es preciso saber qué son los ángeles por lo que es preciso dominar las Teologías cristiana, hebrea y mazdea. Y para hablar de sexo es preciso saber qué diablos es el sexo, para lo que es conveniente tener conocimientos de Biología, e incluso resultaría conveniente haber practicado un poco. Lo demás es, literalmente, construir castillos en el aire.

Nacionalismo como regeneración

Es una paradoja grotesca que un fenómeno tan extendido a nivel europeo como el nacionalismo se desarrolle dando la espalda a la realidad de la comunidad étnica, y a veces, incluso, contra ella. Si no se conoce en realidad qué es una nación, qué es un pueblo ¿Por qué (¿Por quién?) luchan los nacionalistas? A veces parece misterio un insondable. En realidad, no lo es tanto. Lo cierto es que se están utilizando algunos recursos vinculados al campo de lo instintivo para actuar más allá (o en contra) de la realidad biológica sobre la que descansa la realidad que conforma el pueblo. En efecto, los nacionalismos, y en esto el caso de «castellanismo político» sería paradigmático. En la actualidad, y en consonancia con el discurso de valores dominante, los dos grupos políticos «castellanistas» de mayor implantación (que, reconozcámoslo, no es demasiada), Tierra Comunera e Izquierda Castellana, que han hecho un mínimo intento de elaborar un planteamiento ideológico, están lastrados en su imposible acción nacionalista por la enorme dificultad (imposibilidad en verdad) de conjugar ideologías políticas centradas en el eje Individuo-Humanidad con la realidad del ethnos. Por un lado, Tierra Comunera, ha descendido prácticamente al ámbito de la reivindicación local o regional, ofreciendo unas alternativas, de apariencia más o menos socialdemócrata, intercambiables según la coyuntura con las de cualquier grupo de izquierda o derecha. Practica un discurso que oscila entre un sector regeneracionista bienintencionado (centrado en conseguir que el pueblo castellano tome conciencia de sí mismo y, dentro del marco sociopolítico vigente, se logre una mayor tasa de bienestar y desarrollo) y otro, más joven, pero más alejado de las posibilidades municipales de acción, y más radical en su modo de expresarse y, en realidad, más cercana al mundo de los anhelos que al de la política real. A nuestro juicio, y dejando aparte las reformulaciones ideológicas que consideramos esenciales y que hoy por hoy no vemos posibles en esta formación, Tierra Comunera precisa de una renovación táctica y estratégica que implique destacarse nítidamente de las sucursales locales de los partidos estatales si no quiere seguir languideciendo.

Nacionalismo como coartada

Por su parte, las propuestas de Izquierda Castellana, son, simplemente, propuestas de Izquierda. Muy respetables, loables en algún (escaso) caso, pero radicalmente ajenas a la reconstrucción, defensa y al desarrollo en términos globales del pueblo y la nación castellanos: multiculturalismo, denuncia del capitalismo, del sexismo, de la xenofobia, del racismo, del fascismo... constatar que el discurso político que se levanta a partir de todos estos «contras» difícilmente puede basarse en una idea tan diferencialista, tan orgánica, tan supra-individual y ajena al concepto abstracto de humanidad como la de «pueblo» sería algo evidente si, como se ha dicho arriba, en Izquierda Castellana se hubiese meditado en serio sobre ella. En realidad, el nacionalismo castellano se utiliza como bandera de enganche, más o menos atractiva para la gente joven (¡Ay! ¡Ese melancólico apegarse al terruño oprimido, olvidado e injustamente calumniado como opresor!), encuadrada para una acción política cuyos objetivos trascienden varias galaxias el hecho nacional castellano. De hecho, no es más que una propuesta política mimética a la izquierda radical nacionalista vasca y catalana. Con sus mismos planteamientos contradictorios, sus mismos defectos y sus mismos problemas incapacitantes (¿Pero alguien en su sano juicio puede creer que el «antifascismo» es una prioridad hoy para la reconstrucción nacional castellana?) constituye una alternativa política que sigue de lejos a la realidad y que, incapaz de entenderla, asume nuevas posiciones a medida que los procesos y fenómenos sociales se van produciendo, fenómeno incomprensibles e inesperados desde sus planteamientos doctrinarios (como, sin ir más lejos, el propio nacionalismo, ese último refugio de los canallas, instrumento de alienación del capitalismo). Aun no entrando en absoluto en la categoría «nacionalista», cabría mencionar aquí a Unión del Pueblo Leonés. Bajo la coartada de la recuperación de la identidad leonesa (un fin, por lo demás absolutamente necesario para todo proyecto castellanista, tanto los que incluyen las tierras del viejo reino como los que las excluyen en sus propuestas) se ha levantado una aventura política análoga a cualquiera de los grupos regionalistas cuya relevancia política no va más allá de la aritmética del parlamento correspondiente. La incapacidad (en realidad la falta de voluntad) de UPL de poner las bases para una reconstrucción étnica (ni siquiera regional) leonesa, con las armas que le proporciona su representación política es la mejor prueba de los horizontes «políticos» de dicha formación. El victimismo anti-vallisoletano es suficiente para que vivan de él unos cuantos políticos y otros cuantos leoneses se acuesten todas las noches con una sonrisa en los labios.

Nacionalismo como fósil

Quizás el mejor ejemplo de la inadecuación a la política real de los planteamientos castellanistas lo ofrezcan los grupos que promueven el renacimiento de la Castilla condal (o real, que para eso se reunifica con León como reino). Más allá de la justicia de la argumentación histórica, más allá de constituir el mejor marco para el empleo de la táctica del victimismo anti-estatal y más allá de la vehemencia de don Anselmo Carretero y sus epígonos, lo que a priori supondría la gran baza (supuestamente) de esta propuesta, a saber, su clara definición de la esencia de lo castellano y de sus límites humanos y geográficos constituye a la vez su mayor hándicap antipolítico. Repartir credenciales de castellanía en virtud de un argumento geográfico-arqueo-institucional (usted es castellano porque vive en una comarca donde hace de medio siglo funcionaba una Comunidad de Villa y Tierra), puede ser romántico y dar argumentos para darle a la húmeda o a la tecla. Pero en absoluto político. Aparte de remitir a las consideraciones del inicio del artículo sobre la naturaleza de un pueblo, bastaría mirar al hoy de Castilla. Alguien con quien me une una relación muy especial, Teresa Inmaculada Cuenca Cabañas, lo decía hace años en un artículo: a día de hoy considerar que un señor deTarancón es castellano pero no lo es uno de Utiel, no es serio.

Qué hacer

A pesar de lo que pueda sugerir el encabezamiento del parágrafo, no voy a remedar a Lenin. Es imposible saber qué hacer si no se tiene absolutamente claro quien lo tiene que hacer. Éste es el primer paso. El nacionalismo castellano debe repensar los conceptos claves: el pueblo y la nación. Sin complejos y sin prejuicios. Sin esta clarificación sólo cabe irse a casa a ver pasar la Historia. Pero una vez establecido, cada nacionalista castellano deberá ser consciente de que elegir su nación es, precisamente eso: una elección, y por tanto una discriminación. Para un nacionalista su pueblo debe estar por encima de todo. No caben «solidaridades» que enturbien su acción. Ni compromisos con estructuras ajenas, y por tanto dañinas, para la nación. Ni monsergas sobre la humanidad. Si no se es capaz de asumir esto hasta las últimas consecuencias, no se es nacionalista. En política, como en la vida, la esquizofrenia es una patología devastadora. Tras clarificar el quién, es necesario definir lo más claramente posible el cómo. Las armas de la reconstrucción nacional. Y lo primero construir un discurso de la «no-escisión»: un pueblo es un ente biológico, es decir, orgánico. Una estructura compleja polifuncional y jerarquizada. El marxismo es inútil como andamiaje ideológico para la cohesión de un pueblo. Un marxista inteligente es consciente de ello. Un nacionalista debería serlo también.

Pero la lucha por la existencia de un pueblo, del pueblo castellano, exige que las construcciones ideológicas deriven en hechos políticos, y la política es poder. El discurso ideológico debe verse acompañado de un planteamiento estratégico encaminado alcanzar las mayores cuotas de poder y cuanto antes. El discurso ideológico debe haber identificado los enemigos del pueblo. Schmitt lo dejó claro hace ya largo tiempo: la política es la identificación del enemigo. Y si esto es muy criticable hacia el interior, es una realidad inapelable hacia el exterior. Y el pueblo implica frontera. Y la frontera, exterior. Hemos dicho arriba que no caben solidaridades. En política, sencillamente, no existen. Sólo existen alianzas. Y Castilla en la hora de la geopolítica global sólo puede aliarse con los pueblos con los que lo comparte todo: los Pueblos de Europa. Pero lo fundamental sigue siendo mirarse a sí mismo. Contemplarse con la mirada clara y comprender que es en la energía latente es en su propia composición étnica donde se encuentra la raíz de la voluntad mediante la que un pueblo puede conquistarse un destino. Y en la hora presente, conquistarse un destino equivale a sobrevivir.

Olegario de las Eras

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