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lunes, mayo 08, 2017

Libros castellanos y casrellanistas

Un enlace a una entrevista sobre 7 libros o 24 (contando los del año pasado) castellanos y castellanistas:



sábado, abril 09, 2016

CONVERSACIÓN ANTE SAN GINÉS (Novela), de Juan Pablo Mañueco

Publicación por entregas de un día en la vida de una pequeña capital castellana


CONVERSACIÓN ANTE SAN GINÉS (Novela), de Juan Pablo Mañueco

El relato de un día 29 de agosto, ante la iglesia de San Ginés, de Guadalajara (España), donde dos personajes centrales dialogan sobre casi todo lo divino y buena parte de lo humano, mientras el ritmo de los habitantes de la ciudad y el tráfico de sus coches se palpan alrededor.

También intervienen en la narración Jesucristo, Nemo, Nadie, Tertuliano, fray Luis de León, Santa Teresa de Ávila y otras figuras representativas de la Religión y de la Humanidad de todos los tiempos.

Asimismo se comenta la extraña cualidad de zureo en forma de gallo que poseen las palomas de San Ginés, en determinadas circunstancias, que se señalan.

Entrega 1ª. El Índice y Prólogo.

lunes, febrero 01, 2016

Nuevo libro (Juan Pablo Mañueco)

Pulsando sobre en esta dirección Y LUEGO SOBRE LA PORTADA, se pueden leer las páginas del Índice y algunas del principio de este libro, que incluyen villancicos castellanos nuevos.




Saludos,

JPM

sábado, marzo 15, 2008

Elegía Castellana, Carlos Arnanz Ruiz, Segovia, 2007.




La novela de Carlos Arnanz “Elegía de Castilla” llama la atención por la multitud de símbolos, analogías y alegorías sobre la decadencia castellana , que finalmente se nos antoja por su exceso de nostalgias y presencia externa una especie de sendas perdidas que se pierden en una nada infecunda y sin sentido bien reflejada en el suicidio del protagonista. El protagonista trabaja en un pequeño y vetusto comercio familiar, que si bien tuvo un glorioso pasadno es ahora mas

Que un superviviente entre los hiper y grandes superficies, aunque parece que aún renta lo suficiente para que el protagonista haga un viaje a Nueva York sin reparar en economías de pobretón sin posibles. Es curioso que el protagonista sea sin embargo un hombre de su tiempo, liberado de ancestrales ligaduras que aún conservan las mujeres de su familia – madre y hermana-, su querencia le lleva a Marilyn Monroe más que a nuestra Señora de la Fuencisla.

Segovia víctima de manejos políticos fue incluida a la fuerza en el engendro autonómico de Castilla y León, lo que en conversación distendida en la manzana de oro de Nueva York con unos ricos comerciantes judíos se compara con la suerte de los viejos indios de Nueva Inglaterra expulsados progresivamente de sus tierras –entre ellas Manhattan- y exterminados poco a poco entre matanzas, alcohol y reservas.

La nostalgia sube de tono cuando con la vista en el ayer nos dice que es en el campo donde se conservan las verdaderas esencias del pueblo. Aquí el lenguaje emocional alcanza ya unos tópicos francamente intolerables. No sería cuestión aquí de delimitar la noción de pueblo, pero desde una perspectiva tradicional las esencias de un pueblo, no están en el campo ni en la ciudad, el espíritu de donde emana no se circunscribe en absoluto al espacio ni al tiempo. Bien distinto es que el transcurso del tiempo agota unas posibilidades de comunión espiritual, más rápidamente en la polvareda humana y sin raíces de la ciudad que el campo; suponiendo que fuera de la superficial apreciación de turistas urbanitas despreocupados y torpemente ignorantes quede hoy algún vestigio de lo que en sentido coloquial y nostálgico se llamaba antes campo. Cualquiera que conozca los pueblos de Segovia sabe lo que esto quiere decir: despoblación y envejecimiento creciente, comunicaciones que hacen de la más remota aldea apéndice de la capital provincial, de un pueblo o pequeña ciudad importante o del mismo Madrid. Los escasos jóvenes de pueblo que quedan son perfectos ciudadanos consumistas,

motorizados, de discoteca, estupefacientes y otras modernidades que no es cuestión de especificar pormenorizadamente. La vieja profesión de campesino
cuando no totalmente desaparecida ha sido sustituida por la de agricultor, externamente parecida pero muy distintas ya en su tono vital. La aldea global es definitivamente ciudad sin límites.

Así nos dice al final de la novela que la nave de Segovia levaba anclas hacia el absurdo, probablemente la apreciación es muy relativa, no es tanto que navegue con relación a algo que permanece fijo, se trata más bien que la entera tierra con todas sus ciudades y pueblos –Segovia tanto como Nueva York- es un río que nos lleva a hacia un destino de impermanencia y disolución, lo que dicho a bote pronto tiene un cierto regusto budista, pero que si se quita una las modernas anteojeras progresistas puede ser una perspectiva auténticamente cristiana, aunque se hagan pocas o ninguna homilía sobre ella : El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (San Mateo 24,35).

No falta un toque de modernidad sorprendente que de alguna manera delata al autor, así cuando nos cuenta acerca del genuino espíritu de Segovia de marcado talante liberal. Ahora resulta sorprendentemente que el liberalismo que acabó con la Castilla foral tradicional es precisamente el tesoro de Segovia; he aquí una de las dificultades mayores de los que se reclaman de una Castilla auténtica; sus referencias fundamentales : Luís Carretero Nieva, y su hijo Anselmo Carretero Jiménez fueron hombres progresistas en su tiempo; republicanos, comprometidos en la guerra civil del 36 con el bando rojo – lo de republicano es un eufemismo inaplicable en un régimen auspiciado por Stalin y sus consejeros soviéticos, demócratas donde los haya-. Así pues aun bien analizado el antiguo régimen foral castellano por Luís Carretero, pocas veces se reclama de él, y en el caso de su hijo Anselmo su obsesión es más por una autonomía, estado o estadito o como demonios se llame la continua y disparatada fragmentación moderna del poder –que no de la autoridad, inexistente- en el rápido fluir de la modernidad.

La Castilla foral era una especie de federación de pequeñas repúblicas unidas por el carisma de una monarquía surgida en un entorno tradicional cristiano difícilmente reproducible en los tiempos que corren. Solo de una manera real se puede volver a lo que verdaderamente era el fundamento de la Castilla originaria: sus comunidades concretas y particulares; insistir como primera providencia en la abstracción genérica de nombre, extensión, concentración de dinero y poder en una capital – Burgos o Hiendelaencina- , idioma oficial, o modernidades por el estilo tiene muy poco que ver con la vieja singularidad a la par que diversidad castellana; y lo que es peor hace muy difícil diferenciar la Castilla originaria de modernos engendros del tipo Castilla y León , precisamente basados en modernidades del tipo de extensión, lengua y otras uniformidades más o menos plausibles.

La desaparición de Castilla como vieja entidad histórica y cultural no es tanto resultado del pesimismo y la ignorancia como de modernidad arrasadora de
diferencias, en cuya vanguardia podríamos situar el liberalismo, que por otra parte
nos dicen que es el tesoro de Segovia. ¿O al final lo que se pretende es nada menos
una Castilla liberal y moderna? Claro que las cosas o pueden ir a mucho peor de lo que ahora están. Probablemente si algo puede quedar de Castilla en el futuro, será más bien un apéndice de un nuevo Al Andalus musulmán, exclusivista y fundamentalista en un melting pot de razas donde será más bien problemático encontrar un islote liberal donde refugiarse.

RES.

martes, diciembre 18, 2007

Las dos Castillas y León. Teoría de una nación. (Antonio Hernández Pérez)

Las dos Castillas y León. Teoría de una nación.
Antonio Hernández Pérez.
Editorial Riodelaire . Guadalajara 1982.

En el último número de la revista Pueblo y Tierra ha aparecido una apartado publicitario de este libro, cuyos últimos ejemplares facilita la agrupación nacionalsocialista probablemente conocida por sus tendencias de aquellos que en algún momento se hayan interesados por temas castellanos. Digamos que se trata de una pequeña publicación que contiene una serie de opiniones, elucubraciones y suposiciones difícilmente conciliables con la información histórica disponible sobre el pasado de Castilla, a menos que se hagan verdaderas contorsiones mentales, que es justamente lo que hace el autor desde la primera a la última página.

Intenta el autor fundamentar la tesis pancastellanista - expuesta pero pésimamente argumentada- hoy extendida en pequeños grupúsculos de que Castilla es una nación formada por Castilla la Vieja, Castilla la Nueva y León, curiosa nación donde el todo coincide con una de las partes. Como es habitual en los partidarios de esta tesis León su cultura, su lengua histórica y otras muchas cosas son negadas y reducidas a un mero apéndice de Castilla. En lo referente al Reino de Toledo, jamás mencionado con ese nombre, sino con la denominación geográfica de La Mancha o de manera más extensa como Castilla la Nueva, sus argumentes y la exposición de motivos es aún mucho más menesterosa y carente de convicción, sin duda el autor, zamorano de nacimiento aunque autoproclamándose castellano, vive muy lejos de allí.

El autor del panfleto pretende argumentar en la línea de una comunidad culturalmente homogénea y etnológicamente idéntica, con explicaciones más bien contradictorias acerca de lo que entiende por homogeneidad e identidad, términos por otra parte bastante difíciles de definir. No escasean las apelaciones de tipo cuartelario al deber de marchar unificados, algo así como los exabruptos de un sargento a los reclutas para que marchen a su voz.

Maneja el autor un concepto de nación basado en principio biológico y racial, que a poco de profundizar quizá se hubiera retrotraído al estilo darwinista, a las hordas de simios; Castilla resultado de la evolución chimpancé. Como gran cosa avanza unas extrañas logomaquias acerca de una contextura temporal y psicológica que no explicita en absoluto. Intenta eso si hacer una clasificación jerárquica de un totum revolutum de genotipo, fenotipo, raza, lengua, tradiciones, religión, instituciones, temperamento, territorio, voluntad y conciencia de singularidad y otra serie expresiones, donde hace primar la raza – a veces púdicamente llamada origen-, y la lengua y según él las tradiciones históricas; en segundo lugar pone instituciones , religión , territorio y un misterioso etc.; clasificación jerárquica tanto más chocante cuanto que lo que considera secundario puede en principio encajar en lo que denomina tradiciones históricas que considera dentro de las características primarias o esenciales; o sea un discurso de titiritero circense.

No obstante lo insólito del librejo es la predominancia de los argumentos racistas; también en Castilla hay racistas, de todo hay en la viña del Señor. En breves palabras desbarra el autor en el sentido de afirmar que la componente humana básica de lo que el dice ser Castilla –que desborda ampliamente lo que con mínimos conocimientos históricos fue Castilla en sentido estricto- es la componente germánica visigoda. Y digo que desbarra porque semejante ocurrencia no merece siquiera el nombre de tesis. Los datos que se poseen sobre los invasores godos son escasísimos y bordean más bien la conjetura que la documentación histórica. El número de invasores visigodos probablemente no llegó al cinco por ciento de la población hispanorromana, se carece de cualquier documento escrito en lengua gótica, ni siquiera se sabe la medida efectiva en que usaban esa lengua después de su secular periplo por Ecandinavia, Báltico, estepas ruso-asiáticas, Imperio Romano, la Galia e Hispania, eso no obsta para que el autor elucubre acerca de las diferencias lingüísticas entre los visigodos de Tierra de Campos y los de Toledo; poco le falta para asegurar que el castellano es básicamente una lengua de origen gótico.

Otrosí aplica la moderna noción de clase social a los visigodos, sociedad trifuncional - como el resto de las sociedades indoeuropeas- a la que conviene más el nombre de estamento o de casta que no la de clase; sociedades por otra parte jerárquicas en donde no es posible considerar la separación estamental sin que desaparezca la organización social. Eso no obsta para que confunda la monarquía neogótica leonesa con el condado y luego reino de Castilla; según el autor la clase alta visigoda fue a León y la clase baja a Castilla, así se despacha tan ricamente y todos visigodos, arios y rubios, vamos que ni Hitler soñó tal paraíso ario.

Entre los recuentos de investigación racista no falta la investigación de nombres de origen gótico, lo que le lleva a conclusiones gozosas de arianidad. Algo así como si hoy día se hiciera una investigación de nombre de origen anglosajón en iberoamérica; en base a tales resultados se concluiría la enorme proporción de población blanca, sajona y protestante, donde efectivamente no hay sino, cholos, mestizos,mulatos, cuarterones, indios y negros.

Como buen racista no deja de abordar el tema de la complexión corporal visigótica, que supone, como no, blanca, grande, rubia de ojos azules y otros tópicos bien conocidos. El problema surge cuando se compara con los tamaños efectivos comprobados en las necrópolis y sepulturas visigodas o supuestas tales, que no responde al tipo previsto; pero todo admite una explicación; nuestro autor afirma que los visigodos perdieron estatura debido al duro clima de la meseta. Según ese razonamiento a su paso por las estepas ruso-asiáticas, de clima mucho más duro y extremado que la meseta ibérica les debió de haber encogido hasta el extremo de acabar siendo liliputienses a pesar de su origen germánico.

Luego se toca el tema de las costumbres de carácter penal como la venganza, la satisfacción del honor mancillado y otras, que supone rápidamente de origen visigodo, pero que los tratadistas de primera línea de derecho medieval, como Galo Sánchez, pone en tela de juicio, en el sentido de que tales prácticas son verosímilmente muy anteriores a la llegada de los godos y tienen un origen no tanto ario como reciamente indígena. Claro que incluso esto no sería totalmente desfavorables a las fantasías del autor, cuando afirma explícitamente que los iberos son de origen nórdico.

Como el panfleto toca todo, no falta una alusión al folklore, concretamente a las danzas guerreras, ampliamente extendidas por toda la península, que, como no, solo pueden tener su origen en el pueblo ario y guerrero visigodo, los demás pueblos de la vieja piel de toro eran pueblos pacifistas e indolentes a los que se las daba un ardite inflarse a bofetadas; aunque sabemos que había hispanos en las legiones imperiales romanas. Muy al revés de lo que supone el autor, de todas las tribus bárbaras de la época de las grandes invasiones la más romanizada de todas eran precisamente la de los visigodos; habían pasado por el Imperio de Oriente, por Italia, por la Galia, y luego por Hispania, durante tres siglos apenas combatieron, eso si los cascaron a base de bien los francos, y luego los sarracenos, y en vista de eso nos cuenta el autor salmodias acerca de su ardor guerrero vibra en nuestras almas. La explicación es clara como el agua, los genes visigodos portaban en si una virtualidad guerrera que los hizo protagonistas de la reconquista, a pesar de su temporal sopor de tres siglos de romanización, epicureísmo hispanorromano, cierto mariconismo soterrado y calma relativa.

De acuerdo a esta explicación genética y racial fueron los visigodos y sus descendientes los héroes de la lucha contra la morisma, los repobladores de las tierras reconquistadas y misioneros de la arianidad. Como la ignorancia es muy atrevida no duda en afirmar que en pleno siglo VIII, época bien conocida por sus estadísticas demográficas, la población cristiana de Cantabria era en un 75% de visigodos, pero no unos visigodos cualesquiera, sino visigodos “puros”, y en Asturias rebaja la cifra al 30 %, al fin y al cabo como dice el autor la raza es una realidad insoslayable; probablemente se refiere a la raza visigoda. Posteriormente nos cuenta el autor que solamente los visigodos tenían empuje para ser repobladores, independientemente de las presuras, las cartas pueblas, las exenciones jurisdiccionales o el botín puro y duro. Lo que no deja de sorprender como un escaso cinco por ciento de la población visigoda que llegó a la península dio para tanto – al menos en la fantasía del autor- guerreros numerosos , repobladores sin límites, que misterios encierran los genes arios.

Si acaso conviene notar que el autor propugna para España un pacto federal, es curioso notar como la ideología liberal del pacto de Rousseau, se da la mano con la ideología racista. Ambas, aunque parezca sorprendente a primera vista, son consecuencias de la Ilustración descreída y racional.

Las restantes suposiciones y cábalas son del mismo o parecido tenor aunque estas son ya confusiones compartidas por otros no necesariamente raceros, así:

* La institución castellana por excelencia: la comunidad de villa y tierra, no coincide con el municipio leonés.

* El Fuero Juzgo visigótico aplicado en el reino de León no era la ley consuetudinaria de Castilla

* Aunque la ignorancia o la indocumentación del autor lo desconozcan, existe una lengua leonesa, minoritariamente hablada hoy día.

* Lo que denomínale autor reino de Castilla y León, es en realidad un conjunto de reinos los que ostentaba su corona un solo monarca : Rey de Castilla, de León, de Granada, de Toledo, de Galicia, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de las Islas Canarias, Señor de Vizcaya.., de una manera genérica y abreviada conocido como corona de Castilla, a no confundir con el reino de Castilla.

* Fernando III el Santo llega a ser rey de Castilla y de León, lo que no supuso que hubiera ninguna fusión de pueblos, León siguió durante siglos con sus cortes propias, sus leyes, su moneda, su lengua etc.

* El reino de Toledo lo conquista y forma parte de él en sus comienzos el reino de León. El reino de Toledo tenía como legua propia el mozárabe, que como nos recuerda Manuel Criado del Val, influyó decisivamente en la factura del castellano moderno, que tiene enormes diferencias con el castellano original del norte.

* El reino de Toledo, Andalucía y Murcia fueron reconquistados al estilo leonés. Incluso las iniciales y poco duraderas comunidades toledanas eran distintas en aspectos esenciales de las comunidades de villa y tierra castellanas.

* Una lengua castellana cada vez más modernizada –que algunos denominan español- desplazó al leonés en León y al genuino castellano de los orígenes en Castilla.

* Zamora jamás perteneció al reino de Castilla, otra cosa es que perteneciera a la corona de Castilla. Si de una manera muy genérica, lata y desvaída se denomina castellano a lo perteneciente a la corona de Castilla , se podría decir que un zamorano es tan castellano, como un almeriense o un pontevedrés.

* La Castilla total, unificada, racialmente homogénea de 19 o 38 provincias –según los gustos- tiene un sabor de imposición ordenancista y prusiano muy poco simpático..

Solo queda decir que el libro aquí comentado es –no por casualidad- uno de los libros de cabecera de una organización de ideología nazi