jueves, marzo 02, 2006

Manuel González Herrero, la sombra del enebro (y II)

TRIBUNA

JOAQUÍN GONZÁLEZ (*)

Su madurez intelectual corrió pareja el estudio de la Tierra, a la profunda intelección del ser y el quien de Segovia, a la comprensión más allá de la perfección sentimental de este ente singular que es Segovia.

Y se entregó a un proyecto que, aunque hundía sus raíces en lo profundo, se elevaba a lo más alto, en una síntesis vital entre espíritu y materia, tierra y alma, unidas en el curso de la historia. ¡El segoviano había de saber quien era para poder ser él mismo!

Este largo viaje al interior del alma de Castilla lo recorrió a través de los campos. Arqueólogo de pensamientos y sentimientos, se convirtió en el más profundo de los meditadores de la tierra de Segovia. La traspasó en sus emociones y la fijó con el molde de las palabras. Grabadas éstas en el mármol de la conciencia colectiva, Segovia es ya lo que él ha escrito.

Se le vio recorrer vegadas, atravesar ríos, subir a riscos y pasos de la sierra, pasear entre piornales, fresnos, encinas, robles y enebros. Bebió de todas las fuentes de Segovia y se acercó a todos los lugares que fueron alguna vez habitados. Fueron los despoblados, como testigos dramáticos del acontecer histórico de Segovia, quienes fijaron con frecuencia su atención.

Buscando a Segovia en Segovia misma este quijote de la palabra y de la historia recorrió los lugares acompañado de sus fieles escuderos.

Vivió sus convicciones regionalistas como una síntesis perfecta y acabada entre el hombre y el estado. Nada en su pensamiento sugería contradicción, antes bien natural complemento, puente de unión entre lo universal y lo particular.

Por ello sufrió con los desgarros de una España convulsa, en vertiginosa centrifugación que, huérfana de meditación y prisionera de pasiones, le hizo albergar negros presagios. Frente a ello clamó por la reconciliación y el respeto, el diálogo y la verdad, el conocimiento de nuestra historia, la generosidad vertebradora, el espíritu de integración. ¿Dónde mejor que dentro de España puede ser España?.

Decenas de libros y artículos nos ha legado. La muerte le sorprendió escribiendo el que habría de ser su obra postrera: El Libro de la Serrezuela de Sepúlveda.

Su obra es ya un patrimonio cultural colectivo. Ajeno a la falsa erudición y academicismos yermos es obra del pueblo al que él prestó su ingenio.

Con la muerte de González Herrero pierde Segovia al egregio representante de su generación. Quizás desaparezca con él una forma de entender el mundo y la vida, que ya no está al uso. Se ha ido el hombre bueno, de puro sabio, la noble cabeza de Segovia. Queda, en efecto, junto a su obra escrita, el testimonio de su vida, una visión austera, sobria y generosa del mundo y una vida vivida en el espíritu más auténtico de nuestras raíces cristianas.

No se dejó nunca seducir por esperanzas cortesanas, halagos de la vanidad , tan fuera de su recia castellanía. Y preservó siempre su independencia, fuerza original y fundadora de la patria castellana. Huyó, pues, de banderías y facciones y sólo sirvió a su conciencia y sus ideas. Fue incorruptible a la tentación del dinero.

Y así se fue, en silencio, sin estorbar a nadie, como pidiendo perdón por las molestias. Su corazón, cansado de ofrecer cuanto tenía, apenas daba vida a un cuerpo exhausto. Se extinguió por agotamiento, de tanto dar, de tanto amar.

Nos queda el consuelo de su memoria, como a él le quedara la de su esposa, que le precedió en el viaje a lo eterno. Cae la última gota que temblaba en la clepsidra. Resuenan golpes de azada en tierra, anunciando el ingreso en ella del gran meditador. Y la sombra del enebro cubre los campos de Castilla.

Ya está en su viaje postrero, ya vuela al encuentro de la esposa. Y es tierra su sangre y más libre aun su amor. Y así, fundidos en la forja de los siglos será en Segovia y con su esposa amor y tierra. Polvo serás tú también, padre; polvo serás, sí, más polvo enamorado.

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(*) Jefe de la Unidad de Magistrados de la Oficina Antifraude de la Unión Europea.

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