NUESTRA OPINIÓN
En sus “Diálogos”, Platón aseguraba que “cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo”. Esta frase del filósofo griego bien puede servir de consuelo a una provincia que esta semana ha perdido a dos de sus más ilustres convecinos como fueron el abogado y escritor Manuel González Herrero y el empresario Tomás Pascual.
En los últimos días, políticos, literatos, intelectuales, empresarios y personalidades de todos los estamentos sociales han prodigado elogios emocionados hacia ambos, significando con ello su arraigo en la sociedad que un día les vio nacer y de la que en ningún momento de su dilatada y exitosa trayectoria renegaron ni abjuraron.
Don Manuel hacía gala de su segovianismo y quiso elevar a la categoría de región a una provincia que consideraba que por historia y tradición debía ocupar lugar de privilegio en el mapa autonómico nacional. No dejó de escribir sobre su amada Segovia y en las estanterías quedan un buen número de ejemplos de su erudición sobre la provincia que ahora se convierten en legado impagable para las futuras generaciones.
En el ámbito profesional, en cualquier rincón de esta provincia, el nombre de este abogado amigo del diálogo, dominador de la oratoria y la retórica era sinónimo de garantía de éxito en cualquier proceso judicial, e incluso en las causas difícilmente menos defendibles, González Herrero ponía toda su sabiduría de experto penalista para bucear en los vericuetos legales que consiguieran reducir o acortar el perjuicio para su defendido.
Pero si González Herrero defendió e hizo valer el nombre de Segovia desde su despacho, Tomás Pascual lo hizo a través de la creación de un imperio empresarial que hoy emplea a más de 5.000 personas en toda España, surgido desde el trabajo, el esfuerzo y el tesón de un hombre que siempre mostró su agradecimiento a una provincia en la que mantiene una importante presencia. Su espíritu emprendedor, combinado con la campechanía de los castellanos viejos, hicieron que el apellido Pascual se asocie con la calidad en la industria alimentaria, por la que siempre veló y que le llevó a introducir en España técnicas revolucionarias de conservación de los productos lácteos que situaron a su empresa en la vanguardia mundial.
El Premio Nobel francés François Mauriac afirma en una de sus obras que la muerte “no nos roba a los seres queridos, al contrario, nos los guarda y los inmortaliza en el recuerdo”. Quizá para que la memoria fuera del todo indeleble, sería bueno que Segovia tuviera un testimonio perpetuo de la memoria de González Herrero en alguno de los lugares que él recorría y que él amaba. De esta forma, quizá su semilla pueda dar frutos de amor a esta tierra como los que él ofreció a su venerada Virgen de la Fuencisla en su último novenario. Los convecinos de Tomás Pascual ya han tomado la delantera en este sentido y comienzan a preparar algunas actividades paa recordar al empresario que con su esfuerzo, contribuyó a engrandecer el nombre de esta provincia.
viernes, marzo 17, 2006
La semilla de dos figuras irrepetibles
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