EL TERRITORIO
Una vez tocado el tema de la
lengua castellana, que ayuda poco o nada para ponderar lo que es hoy día
Castilla, si acaso para que algunos se queden muy contentos dictaminando que no
hay que hablar de lengua española sino de lengua castellana, se suele acudir al
tema territorial para intentar captar de manera harto hipotética lo que se pudo
denominar Castilla hace siglos, no desde luego la confusa y nebulosa noción hoy
imperante de lo que es Castilla, tanto más confusa cuanto se intenta comparar
con otras regiones.
Para no divagar excesivamente
y limitarse a unas modestas pinceladas se expondrán algunas opiniones. Así nos
dice Luis Carretero Nieva:
El reino de Castilla no era una unidad, era una federación
de unidades, sin igualdad de organización, sino con una riquísima floración de
variedad de instituciones.
Luis CARRETERO (“Segovia
Republicana", 6 agosto 1931.)
Habla
del pasado y supone un más que mediano conocimiento de ese pasado que hace
prácticamente incomprensibles hoy día sus palabras. Palabras que encierran una
especie de propuesta-deseo de recuperar de alguna manera ese pasado, y toda su
obra es un intento de aclarar en qué medida se ha conservado de ese pasado cómo
se podría mejorar en un futuro. Una visión progresista, optimista y con happy end, aunque en el fondo no deja de
advertirse una nostalgia por un estado de cosas que ya no volverá.
Toda la organización política y administrativa
actual de corte liberal deriva de la revolución francesa y tiene sin duda entre
sus objetivos liquidar todo el viejo orden al que hace referencia don Luis; lo
que ha subsistido son restos moribundos que la despoblación se está encargando
de liquidar definitivamente. Quizá sea sucedida por una organización social
islámica de fundamento coránico, en cualquier caso hacemos lo posible porque
así suceda.
La organización territorial
derivada de la revolución francesa obedece a tres razones:
La primera revela, por supuesto, la pasión de la igualdad. No el entusiasmo para esta
igualdad “varonil” que describirá Alexis de Tocqueville, que empuja a al hombre
a intentar igualar a los que le son superiores, sino esta pasión que mencionan también al
pensador normando, que nombraríamos igualitarismo, la que promueve a rebajarlo
todo al más pequeño común denominador.
Le libre noir de la Révolution Française Sous la direction de
Renaud Escande Les Éditions du Cerf, Paris, 2008
Cap XVI EL REPARTO REVOLUCIONARIO DEL TERRITORIO,
ENTRE UTOPÍA Y TECNOCRACIA ,CHRISTOPHE BOUTIN, Profesor de
Derecho público, Universidad de Caen. Pp. 323-333.
En palabras sencillas se trató
de eliminar todas las variedades de instituciones que nos cuenta don Luis por
la única institución: el estado central. La división provincial de Javier de
Burgos estaba directamente inspirada en los departamentos franceses, con lo que
reinos, principados, ducados históricos y demás tramoya desaparecieron. En este
contexto las consideraciones acerca de las porciones castellanas de Palencia,
Valladolid o Cuenca suenan a delirio provocado por sustancia psicotrópica.
Segunda la voluntad de
organizar mejor los cuadros de la sociedad. La razón, que permite al hombre comprender el bien público, debe dictarle
también las formas de su organización social. Pero supone entonces un análisis
exterior de los problemas, hecha por algunos cerebros superiores en sus
gabinetes, descartando los datos de la historia. Este razonamiento es
necesariamente simple, en una aproximación a la vez científica y utilitarista
que se combina muy bien con la pasión igualitaria y la negación de las
diferencias que se deriva. Para nuestros modernos de entonces, toda
organización dispar, enredada, de forma irregular, no podría razonablemente
prevalecer sobre la belleza de un idéntico esquema extendido al conjunto del
territorio.
Los revolucionarios franceses pusieron en
marcha la tecnocracia imparable, no menos que los liberales españoles, así
Javier de Burgos acudió al ingeniero José Agustín de Larramendi para su
división provincial, sin duda experto en regla, cartabón y compás, puesto que
entonces aún no existía el flexómetro ni el portátil. Esto nos trae a la
memoria como se diseñaron las actuales autonomías españolas, sobre todo
Castilla y León y Castilla-La Mancha, aunque las autonomías no siguen el mismo
esquema de los departamentos franceses, pero tampoco son en absoluto una
recuperación de los viejos reinos históricos
Una tercera razón para la imperiosa necesidad de la redefinición
territorial, el cambio de perspectiva que ofrecen el nuevo método de expresión
de la voluntad general y la existencia de un órgano legislativo elegido. Este
método de elaboración de la ley es en efecto la justificación esencial
presentada la asamblea revolucionario para la renovación territorial. Se conocen
los términos del debate en torno a la imposibilidad de poner en marcha una
democracia directa que supondría la reunión de los ciudadanos – incluso aun
cuando se tratara solo de los ciudadanos activos - en un mismo lugar. Será necesario pues representantes, que pueden ser titulares
de un mandato imperativo, así pues perpetuamente revocables por sus comitentes,
o de un mandato representativo, y libres entonces de actuar como les parezca
para despejar la voluntad general. Eligiendo constituirse en Asamblea nacional, los elegidos de los
Estados generales, procediendo del mandato que se les había confiado y que sólo
consistía presentar los cuadernos de quejas de su orden y su distrito
electoral, se comprometen, al término de debates agitados, en la única vía posible: liberarse de la idea de todo mandato imperativo y
considerar que una vez reunidos representan la nación.
¿Las
consecuencias serían nefastas para las libertades? No, ya que la Revolución,
haciendo desaparecer el despotismo, habrá vuelto inútiles los contrapoderes de
las libertades locales. Curiosamente
nadie parece entonces desconfiarse del peligro que harían correr a las
libertades individuales una asamblea o administración central.
Al combatir las pequeñas
patrias, la Revolución ha impedido quizá el estallido de la nación; pero, más
seguramente aún, ha contribuido a hacer de los franceses menos que
sujetos, simples administrados.
Aquí aparece la madre del
cordero de la organización territorial salida de la revolución francesa:
representantes libres de toda responsabilidad con sus representados, fin del
mandato imperativo, principio de la moderna partitocracia, réquiem de las
libertades individuales y de los cuerpos intermedios. Con el tiempo el monstruo
fue creciendo, ya daba lo mismo crear regiones o resucitar reinos, no se
trataba en absoluto de restaurar libertades sino instaurar partitocracias sin
límites a imagen y semejanza de los estados liberales centralistas. Claro que
en una España salida de una autocracia de espadón la cosa podía dar el pego y
considerarse un avance gigantesco de libertad política, y así se vendió en
efecto. La aplicación de los principios de la revolución francesa, al revés que
en Francia, no parece que vaya a impedir el estallido de la nación. En esta
situación hablar de pacto constitucional o de federalismo como solución
buenista suena surrealista.
Entre escritores que podemos denominar castellanistas
se han advertido algunos –no todos- de los efectos del liberalismo salido de la
revolución francesa
Es frecuente tropezar con la idea errónea de que al
decretarse la división actual en provincias, en 1833, se estableció también una
división regional en la que se atribuían al reino de León las tres provincias
de León, Zamora y Salamanca. Todo lo contrario: lo que
entonces la división de Javier de Burgos hizo -y tal era su principal
propósito- fue acabar con toda división regional
histórica para instaurar un régimen unitario y centralista inspirado en el
modelo de los departamentos franceses.
(Anselmo Carretero
Jiménez. Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. Cap XIX. Ed.
Porrua, México 1996. Pp 841 y ss..)
Los
desmembradores de nuestros días no se percatan de que Castilla -
El
resultado fue la agonía y muerte de las regiones. Como dijo con gracia Moneva Puyol, resultaron
al cortarse la piel de España, cincuenta gatas muertas (las provincias), pero
no un león vivo.
Segovia tenía razón, José María Codón
«Diario de Burgos», 4
Agosto 1981
No está nada clara la postura de acudir a la extensión
territorial como pauta para aclarar lo que fue Castilla; si la clave son las
libertades el examen de la historia de los territorios castellanos puede
deparar sorpresas morrocotudas, frecuentemente las libertades duraron menos que
un pastel a la puerta de un colegio, monarcas y señoritos jugaban con los cuerpos
intermedios y sus libertades como tahúres de taberna de borrachuzos. Las
libertadas eran mucho más efímeras de lo que se presenta a veces; ¡que retórica
grandilocuente, aunque tal vez bienintencionada, la de don Claudio! : Castilla
una isla de libertad en un mar de feudalismo rígido. Supongo que don Claudio
conocía bien la historia de Ávila, tal vez practicó una especie de amnesia
voluntaria. Ya se sabe: como a nuestro
parescer cualquiera tiempo pasado fue mejor.
Referencias
https://cofreculturalcastellano.blogspot.com/2010/08/el-repato-revolucionario-del.html
https://breviariocastellano.blogspot.com/search/label/Jos%C3%A9%20Mar%C3%ADa%20Cod%C3%B3n
https://www.blogger.com/blog/post/edit/14656270/116341208974601787
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