La Constitución española de 1978 garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que integran la Nación española y protege a todos los pueblos de España en el ejercicio de sus culturas, tradiciones e instituciones.
Estos derechos y garantías que la ley fundamental asegura a los españoles y a los pueblos de España, ¿han sido respetados por la clase política dominante al configurar, bien que con apresuramiento, precipitación, improvisación y notorio desacierto, en general, el llamado Estado de las autonomías; en cuanto a Castilla se refiere?
Castilla es una de las regiones históricas de España, bien significada por cierto en el conjunto español; un pueblo con su historia, su cultura, sus tradiciones, su propia y singular personalidad; el pueblo precísamente que creó la lengua castellana, aunque otros pueblos hispanos contribuyeran posteriormente a su enriquecimiento y desarrollo.
Castilla exíste, su blasón ocupa uno de los cuarteles del escudo de España. El pueblo
castellano, aunque ignorado, margínado y oprimido, está aquí: en sus provincias, villas y pueblos, en ese medío agrario humillado y ofendido, en esos labradores y ganaderos castellanos inícuamente explotados, que son la cenícíenta de todo el
país. Sí, señores del poder y la política, los castellanos estamos todavia aquí, ya pesar de todo, a pesar de la pérdida de memoría histórica y de conciencia colectiva, a pesar del silencio y la pasívidad actuales, no hemos olvidado todavía que somos castellanos.
Castilla, esa región histórica, ese pueblo, esa nacionalidad que está presente en el escudo nacional, ha sido suprimída, borrada del mapa de España por los detentadores del poder, naturalmente sin contar con la voluntad de las provincias y pueblos castellanos afectados. La han descuartizado en cinco pedazos, los conglomerados artificiales de «Castilla y León» y «Castilla-La Mancha, y las comunidades uniprovinciales de Cantabria, Rioja y Madrid; y Castilla, esa entidad histórica con derecho constitucional a su reconocimiento institucional, ha sido disuelta y liquidada.
He aquí una gran injusticia histórica, una injusticia genocida, por la que alcanza a sus autores una grave responsabilidad. Los intereses partidarios, la lucha por el poder político, deben detenerse ante ciertos valores superiores, cuales son los que conciernen a la conciencia del pueblo y de sus ciudadanos, en tanto comunidad territorial, por ser derechos humanos, derechos de un colectivo humano personalizado, que deben prevalecer, que no pueden ser atropellados por el interés sectorial de una facción.
Castilla ha sido sacrificada. No por una concepción de la autonomía o el regionalismo, sino escuetamente por la mezquindad miope y alicorta de una estrategia para la conquista del poder. Es justamente la actitud más opuesta al genuino valor de la democracia, cuya esencia profunda y auténtica radica en el sentido moral de la actuación pública, inspirada en criterios serios, nobles y elevados, en la estimación sincera de la dignidad de la persona y de las colectividades humanas y en el respeto a sus derechos y libertades.
Nuestra tarea es trabajar por la recuperación de Castilla. Reivindicar el reconocimiento de nuestra personalidad colectiva, condición «sine qua non» para la defensa eficaz de los intereses de nuestra tierra y del derecho a una vida mejor para nuestro pueblo.
Somos castellanos. Los apodos, absurdos, imposibles, de «castellano-leoneses» o
«castellano-manchegos», nos ofenden. Como castellanos tenemos hoy un quehacer concreto y necesario: esforzarnos por recobrar nuestra memoria histórica, despertar nuestra conciencia colectiva, afirmar nuestra voluntad de pueblo. Castilla no ha muerto. Castilla vive en el corazón de los castellanos; en el alma de las mujeres y los hombres de nuestra tierra.
Informativo Castilla nº25. Abril 1985
viernes, marzo 27, 2009
Reivindicación de Castilla
Etiquetas:
Comunidad Castellana
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