Don Manuel, en el recuerdo
TRIBUNA
G. Herrero (*)
Todos sabíamos, don Manuel, que su salud era ya débil, pero cuando esta mañana me dio la fatal noticia Jesús Martínez Calle fue como si hubiera caído una pesada losa sobre mí. Fui hasta el Duratón, a serenarme, y acudieron a mi memoria algunas imágenes.
Recuerdo ahora especialmente una, a principios de la década de los 90, cuando yo participaba en una campaña de prospecciones arqueológicas por la comarca de Pedraza. El trabajo exigía patear minuciosamente cada término municipal, tarea que se hizo a conciencia. Pero, no contento con ello, me emperré y convencí a mis compañeros de la conveniencia de que, una vez acabado el estudio, usted lo revisara, por si hallaba algún error u omisión. ¿Le suena ya aquella situación, don Manuel?. Usted leyó con atención las páginas que habíamos escrito y, después, emitió un juicio: “Enhorabuena. Es un trabajo excelente. Pero, si me permitís un consejo, os diré que os falta por citar un yacimiento que hay en Santiuste de Pedraza, y otro que queda por... y otro en…”. La situación resultaba sorprendente. ¿Cómo podíamos haber omitido tal cantidad de datos?. Cuando creíamos dominar el terreno como nadie, usted nos sacó los colores.
Aquel episodio tenía una explicación. Usted conocía la provincia de Segovia como la palma de su mano, literalmente, porque había investigado en sus archivos pero, sobre todo, porque había caminado por sierras, bosques, labrantíos y valles, y supo beber de un sublime manantial, el de la sabiduría que le brindaban los viejos castellanos. Y no puedo por menos de evocar ahora esa frase escrita por Antonio Machado, y que a usted tanto le agradaba: “Aprendí del pueblo cuanto pude, mucho menos, claro está, de lo que él sabe”.
Hace no mucho, don Manuel, usted me hablaba de sus largas conversaciones con los pastores, en la soledad de los páramos, y me reconocía que ellos le habían enseñado “infinidad de cosas de esta tierra, de la que un día salimos y a la que seremos devueltos” (sic). Ahora, don Manuel, la madre tierra segoviana le recibe en su seno, y lo hace con inmensa gratitud, porque sabe que usted, Hijo Predilecto de la provincia de Segovia, ha luchado incansablemente por cada centímetro de ella, contra viento y marea y sin plegarse al poder, fuera del color que fuera.
Estoy seguro, don Manuel, que le habrá abierto la puerta del cielo San Frutos bendito. Preséntele los respetos de todos los segovianos y pídale que nos cuide, y máxime ahora, después de su marcha.
Sit tibi terra levis. Que la tierra te sea leve.
(*) Guillermo Herrero es historiador y periodista.
sábado, febrero 25, 2006
Don Manuel, en el recuerdo
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