lunes, marzo 11, 2024

Re: "Santander (Cantabria) es y será Castilla" 2 (por Jose María Codón, de la R.A.H.)

 

Re: "Santander (Cantabria) es y será Castilla" (por Jose María Codón, de la R.A.H.)

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Texto referente a "Cantabria" del sr. Codón de su obra "La Rioja es Castilla" ( http://hispanismo.org/castilla/29276-la-rioja-es-castilla-por-jose-maria-codon-de-la-r-h.html )

 

Burgos, Santander y Logroño, unidas por la Cantabria

 

¡Atiende Cantabria, cuna de Castilla, embrión y motor de su gesta, “la voz de un hijo que te habla” en la lengua vernácula nacida de madre latina y padre cántabro, en la vieja “Area Paternina”, después Montaña de Burgos (vehículo oral irrompible porque, como decían los estoicos de Hispania, el idioma es “una propiedad difícilmente cambiable”), y este español que usamos es un mensaje alado que acerca tres mundos y hoy lo hablan la mitad de los bautizados del Universo.

 

¡Tú has sido y serás, Cantabria, el manantial de Castilla, nacido en Fontibre (Fuente del Ebro) el río que da nombre a toda Iberia, sinónimo de España. Nadie podrá poner diques al Ebro en la alta montaña. Fue creado para enlazar las tierras del mar de los cántabros con las de los latinos. Las charcas estancadas mueren y matan; las arterias naturales fecundan.

 

Del mismo modo, el río de sangre que desbordó las montañas de la primitiva Castilla, causado por la irradiación de los foramontanos que hizo posible la Reconquista, no se puede remontar transformándonos ahora en “intramontanos”, cántabros “recoletos”, que no veamos más allá de los rocosos horizontes de una provincia genuinamente conquistadora, argonauta y andariega, cuyos símbolos no son un rincón doméstico ni un claustro impenetrable, sino una cruz, un barco de vela, un caballo de sangre o de energía.

 

¡Tú, Castilla Cantabrana, siempre te has preciado de ser el solar de la raza! ¿Cómo puede alguien ahora querer encerrarte en tu concha al modo aldeano, inerte, introvertido, en los límites artificiales trazados por el centralismo en 1833?

 

¡La Cantabria que se enfrentó a romanos y godos comprendía lo que hoy es provincia de Santander, gran parte de la de Burgos y áreas extensas de Logroño y Palencia; pero Santander es una sola de las cuatro!

 

Te dejaste de llamar, en el siglo XIX, Montaña de Burgos, pero aún sigues hoy (1979) encabezando, conforme a las leyes vigentes, el racimo fecundo de Castilla la Vieja: Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila, y continúas ostentando tu dignidad de “Cantabriarius” o abanderada de Castilla, como las lides del ayer, en las ocasiones regionalistas de 1918 y 1932 y en los Milenarios de Castilla de 1943 y 1978.

 

¡Cantabria, solar, cuna, adelantada, montaña, puerta y proa de Castilla! Si algunos afectados de tentación taifista y cantonalista quisieran cortar tus amarras con las provincias hermanas, renegarían hasta del propio nombre de Cantabria, que ya no sería “Canta-Ber” (“Cabe el Ebro”). Habría que (…) dar la razón a Jean d’Escola que traduce así tu supuesto nombre: “Kanta-Eber” (“el rincón de la ola”). Inconcebible, porque tú no te arrinconaste jamás en olas ni en espumas, ni en prados ni en rocas: fuiste y eres universal como toda Castilla, amplia como el horizonte de las montañas. Precisamente “Canta” en su etimología más firme quiere decir “Gentes de Sierra”, montañeses.

 

¿Secesionismo hoy (1979)? Ni ese es el camino ni esta es la hora. Cuando el mundo tiende a las uniones continentales y aun universales, no podemos volver al provincianismo. Sería una regresión nefasta. Una subregión no puede dar lugar en lo económico, en lo social o en lo político más que a un subdesarrollo, y esta hiper-autonomía llevaría a ser Santander a ser la casi única provincia española inmersa en el centralismo decimonónico, ejemplo del absolutismo más opresor.

 

¿Quién puede poner fronteras a la Montaña, soñando con aduanas imposibles y puertos vacíos, cuando en la misma línea verde se abren los de la noble Asturias y la opulenta y fraternal Vizcaya?

 

¡”Ay del que esté solo!”. Divinas palabras: “La unión hace la fuerza”. Conclusión del sentido común. La separación de Santander de la madre Castilla, causaría tal dolor popular que sólo podría expresarse con la metáfora más bella de la literatura castellana: “Así se separan unos de otros, como la uña de la carne”.

 

Sólo el proyectarlo es una infracción de lesa patria, un acto contra natura, que nos creó unidos. La región, como toda empresa de convivencia, es un hacer cotidiano que sufre la amenaza de rompimiento y del no ser, cuando la unidad moral o física flaquea.

 

¡Que nadie ose provocar la ira del Dios de los cántabros, siempre monoteístas, que morían alabándole en la cruz, aun antes de nacer Jesucristo! ¡Que nadie olvide que la destrucción de las unidades histórico-políticas atrae la cólera celeste y que Isabel la Católica invocó para las regiones de España el apotegma de la unión conyugal: “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.

 

Hay que salir al paso del mito de la insolidaridad y rebeldía de los cántabros: desde la primera historia, los cántabros se aliaron, contra sus invasores romanos, con los vacceos, los astures, los várdulos, los francos y hasta con Aníbal. Y desde el Duque Pedro de Cantabria a Fernán González, tan vinculado a Laredo, del burgalés Almirante Bonifaz y los Fernández de Velasco al heroico Velarde, la Castilla Cantabrana está unida al resto de la región por el amor y la sangre.

 

Y lo mismo en la historia del pensamiento y de la literatura. Los cuatro grandes de las letras montañesas por juro de sangre, Lope, Calderón, Quevedo y Menéndez Pelayo, éste también por juro de suelo, se preciaban de su Montaña de Burgos y de la castellanía de Cantabria; Lope dijo que era ésta “la verde alfombra de Castilla”.

 

La peculiaridad de las merindades, valles y comarcas de Santander debe potenciarse sin necesidad de que se produzca un secesionismo regional. Al contrario, sin autonomía municipal no hay libertades regionales, a las que cantó como nadie Menéndez Pelayo.

 

¿Qué razones invoca la tesis aislacionista para desintegrarse de Castilla y de sus precedentes cántabros después de 2.000 años?

 

Cantabria íntegra tiene tierras de Burgos, Santander y Palencia, pero en Logroño estuvo el Ducado de Cantabria.

"Santander (Cantabria) es y será Castilla" 1 (por Jose María Codón, de la R.A.H.)

 

"Santander (Cantabria) es y será Castilla" (por Jose María Codón, de la R.A.H.)

Escrito cuando estaba en sus inicios la polémica sobre la inexorable división de España en autonomías y el futuro de la provincia de Santander.


Revista 
FUERZA NUEVA, nº 559, 24-Sep-1977

SANTANDER (CANTABRIA) ES Y SERÁ CASTILLA (I)

Por José María Codón (de la Real Academia de la Historia)

Existe una corriente minoritaria, pero sentimental, y por lo tanto importante, que viene defendiendo la sustitución del nombre de Santander por el de “Cantabria”, y solicitando la autonomía de la provincia.

Recuérdese, en cuanto al cambio de nombre únicamente, la moción de don Pedro Escalante y el informe académico de don Tomás de Maza Solano, hace pocos años. La propuesta no cuajó. Ahora se pretende por un reducido sector la autonomía de Cantabria.

El nombre no hace la cosa, pero la identifica. Lo importante es la esencia del problema. Ante esto, el diario de raigambre santanderina “Informaciones” acaba de publicar un artículo en última y preferente planta, titulado “Minirregionalismos castellanos”, en que hace una valiosa crítica de los casos de Santander, La Rioja y Tierra de Campos, recomendando, no sólo por razones culturales e históricas, sino por argumentos económicos y de desarrollo, como la única alternativa de supervivencia de Santander el que ésta continúe integrada en Castilla.

***
Yo amo intensamente a la Montaña de Burgos, como se llamó Santander durante casi un milenio, hasta 1805. Por eso, con devoción y poniendo la sinceridad en el borde del alma, creo insostenible la invocada autonomía de Cantabria.

Es éste un nombre entrañable y famoso que significa, según algunos, “Canta Iber”, “Cabe el Ebro”; según el ilustre hispanista Jean Descolá, “Cantaber”, “el rincón de la ola”. Es el territorio que se fue poblando por los cántabros, desde Fontibre y los Obarenes hasta Miranda y las Conchas de Haro.

Al comenzar la romanización del Norte, no estaba realizada la unidad territorial. Las cántabras eran unas tribus indomables, que requirieron para ser dominadas nada menos que la presencia de Augusto. En el siglo I de nuestra era, los cántabros habitaban, pero en continuo movimiento, la actual provincia de Santander, gran parte de la provincia de Burgos, incluida Amaya, Sedano, todo el actual territorio de Castilla la Vieja (Merindades de Villarcayo), Medina de Pomar, Cantabrana (como su nombre indica) y parte de las provincias de Logroño y Palencia.

El erudito Martínez de Mazas, en 1777, ya había establecido que la Cantabria se extendía por Aguilar de Campoo, Amaya, Villadiego, hasta llegar a los Montes de Oca, la sede episcopal de Burgos.

Arnaldo Oinheto afirma que el nombre de Cantabria se atribuyó, bajo los godos, a La Rioja, pero no debe ser incluida originariamente dicha región.

Adueñados los bárbaros de España, los cántabros resistieron casi dos siglos, hasta la conquista de Leovigildo, en 564, creando dicho rey godo, para organizar administrativamente el territorio, el ducado de Cantabria, que comprendía la provincia de Santander, gran parte de la provincia de Burgos y buena parte de las de Logroño y Palencia; en ésta los territorios de Campoo y otros.

Pero esta demarcación desaparece con la fecha de la invasión árabe, al iniciarse la Reconquista, a partir del 718. Un brillante papel desempeñan los cántabros en la Reconquista, con Alfonso I de Asturias y Pedro de Cantabria, en tierras de Burgos, pero ya incorporados al Reino de Asturias. Ha desaparecido, pues, el distrito godo de Cantabria, ha nacido Castilla, como se prueba por el fuero de Brañosera, el primero de España, año 824.

La parte sur de los valles de Santander y las tierras del norte de Burgos, en el año 800, son ya Castella Vetula, o sea, Castilla la Vieja. La Cantabria era una semilla o germen que al brotar y fructificar forjó Castilla y el lenguaje castellano, que penetró los cinco continentes y que hablan hoy (1977) 250.000, 000 de seres. ¿Es que este supremo lazo cultural no ata a Cantabria con Castilla, de la que forma parte? El vínculo que une a Cantabria con Castilla es entrañable, y si quisiera un sector desintegrarse de la región matriz de España, ese lazo sería un nudo corredizo suicida, porque esa Cantabria, madre de Castilla, no podría vivir en estos tiempos (y nunca vivió) separada de su región.

***
Queda demostrado con el testimonio irrecusable de la Historia que jamás existió Cantabria como unidad autónoma, ni menos independiente. Dejemos para otro artículo el examen de incontestables razones de índole geográfica, socioeconómica y cultural.

domingo, marzo 10, 2024

) 14. La Rioja y Burgos, unidos por la lengua de la Castilla milenaria (por José María Codón, de la R. A. H.)

 

Re: La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)

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(...) 14. La Rioja y Burgos, unidos por la lengua de la Castilla milenaria

 

En el itinerario del homenaje de la lengua Castellana, pasamos de la castellanísima etapa de San Millán de la Cogolla, el santuario del Patrono de Castilla, tan frecuentado y amado por Fernán González, y en el que se hallan los sepulcros acéfalos de los Infantes de Lara, al Monasterio de Silos, condal y real, es decir: de las Glosas Emilianenses a las Silenses.

 

Ambas Glosas son, aproximadamente, contemporáneas. Las Silenses fueron declaradas auténticas en 1895, y las Emilianenses, en 1927.

 

La conmemoración en Silos fue provincial. Llegarían, en el curso de 1978, los actos extrarregionales. El Patronato programó los actos de tipo nacional y aun internacional, con dignidad y altura. Se retrasó la declaración del Año Mundial del Castellano. Por eso hubo que acudir a Silos y participar en la celebración, y entonar los cánticos mozárabes y la bella palabra de J. M. Alfaro.

 

El eco que el Milenario logró lo demuestran los actos recientemente (1979) organizados en Buenos Aires por la Academia Argentina de Letras, sobre “Los primeros documentos en la Historia de nuestro idioma”, con el concurso de nuestro embajador, del decano de la Facultad de Letras bonaerense, de la Biblioteca Nacional Argentina y del director del Instituto de Filología y Literatura Hispánicas de la facultad de Buenos Aires, don Ángel Baltistena.

 

En España, los filólogos y literatos recibieron bien el Milenario con una sola excepción. (Los archiveros se han movilizado por rastrear posibles textos anteriores a las dos glosas castellanas. Se dice que, en León, ha aparecido un documento más antiguo que ellos, con dos o tres palabras escritas en castellano. Debe examinarse el hallazgo, aunque nos extraña que el P. García Villoslada, estudioso del tema y juez importantísimo de las glosas, no reparase en dicho texto. También ha dicho Manuel Criado del Val que, en una documentación en lengua semita hallada en Toledo, aparecen palabras romances).

 

Cuanto más se estudie el problema, más permanecerá en pie la verdad proclamada por Menéndez Pidal: El castellano nació en Cantabria, es decir, en el sur de Santander y en el norte de Burgos y en la Rioja. Ese fue el castellano oral, de formación muy lenta. Por ello no debe extrañar que los testimonios escritos: documentos, glosarios y diplomas, se encuentran en la Vieja Castilla. Así podemos poner en ficha la declaración documental de derechos que el Conde de Castilla tenía en Espeja (año 1003). Dechado de castellano es el documento notarial de Frandovínez o Buniel del año 1100, precedido de su congénere riojano de 1044. La escritura de Sobrarbe, del año 1090 (nueve años antes de la muerte del Cid) es otra valiosa muestra. ¡Qué gran exposición de textos primitivos podría organizarse con tales documentos!

 

Ahora bien, más importante que un pergamino es la vida que refleja. Más que el documento escrito, es la lengua misma. Entre ambas cosas existe la misma diferencia que entre el alumbramiento de un nuevo ser y la partida de nacimiento.

 

No olvidamos el castellano oral, porque es cimiento. Desde el siglo I, en la prehistoria de nuestra lengua, se aprecian gérmenes de las lenguas romances. El triángulo Burgos-Santander-Logroño, donde nació y se desarrolló la lengua hablada, vio la transformación del latín vulgar, que resultaba incómodo para el comercio, el intercambio y la cultura. Los romanos no aceptaban nunca el bilingüismo, imponían rápidamente su latín y hacían olvidar a las razas autóctonas su idioma nativo. Pero en aquel triángulo, con sede en el “Área Paternina”, Mena-Castilla la Vieja, en el partido de Villarcayo, había una resistencia permanente a Roma. Incluso gramatical. Y en la romanización de España gobernaban palabras ibéricas como “cerro, cazurro, pizarra, izquierdo, Araduey y Aradoy (tierras de llanuras) e Iliberris (Ciudad Nevada)”.

 

En el siglo VII, en la corte goda del rey Rodrigo, en Toledo, se hablaría pronto con acento gallego (sobrinu, muller): en Cantabria, sin embargo los bárbaros habían dejado voces germanas, en el romance en gestación. Vegecio registra trescientas voces germanas, entre ellas una que es muy cara a Burgos: “Castellum parvulum quem Burgus vocant”. (…)

 

¡Milenario del Castellano! Las efemérides siempre son fructíferas. Propongámonos que quede huella en una facultad burgalesa o riojana de la lengua castellana. Como soñaron Viñas y Menéndez Pidal, que ya es decir.

Burgos, ¿de cabeza a cola de Castilla? José María Codón (RAH)

Burgos, ¿de cabeza a cola de Castilla? José María Codón (RAH)


Burgos, ¿de cabeza a cola de Castilla?

A finales de los años 70 se estaba configurando, sobre todo en las regiones del interior, el mapa autonómico, reflejado en la Constitución de 1978, aunque finiquitado algo después, a principios de los años 80.


Aquella hubiera sido la oportunidad para que la provincia de Burgos, a la vista de que decididamente sus limítrofes provincias de Santander (alias “Cantabria”) y de Logroño (alias “La Rioja”) rechazaban de plano integrarse en Castilla y León, hubiera recapacitado y seguido un camino propio y similar, al margen de la amalgama castellano-leonesa-(vallisoletana).


Es aventurado decirlo ahora, pero en tal caso, con un Burgos individualizado al modo de Santander y Logroño, muy probablemente las Cortes hubieran reagrupado a las tres provincias en una sola comunidad (por ser Burgos puente y nexo entre “Rioja” y Cantabria”), y así, aunque de rebote, se hubiera constituido la Comunidad de Castilla la Vieja (o como se hubiera querido llamar y con su capitalidad pactada). A la cual se hubiera añadido Soria por motivos geográficos evidentes. (Nunca hubieran sido concebibles como tres distintas comunidades autónomas limítrofes, artificiales y ridículas).


Desde este punto de vista, no tanto habría habido un problema de "peculiaridad" cántabra y riojana, como de obcecación burgalesa a difuminarse en Castilla y León.


En definitiva, si el Burgos tradicional que tanto poderío y abolengo histórico tuvo, ha venido perdiendo significación, a nadie ha de culpar más que a sí mismo, por empecinarse en esa artificial “Castilla y León” tanto más extensa cuanto más castradora de sus provincias.


 

Artículo del señor J. M. Codón cuando hasta llegaba a rumorearse que el pueblo de Tordesillas (Valladolid) cercano a la simbólica aldea de Villalar de los Comuneros, era una buena opción para la capitalidad castellano-leonesa...



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Burgos, ¿de cabeza a cola de Castilla? (José María Codón)


TRANSFORMAR a Tordesillas en capital de Castilla y León, no sólo es un error histórico sino un imposible jurídico y práctico, es el germen atípico de la descomposición de las regiones leonesa y castellana, que integraron la Corona de Castilla. Volveremos sobre las razones de esta sinrazón. Si se consuma tal absurdo ser el «FinisCastellae» y por lo tanto el «Finis Hispaniae».


«¿Callaremos ahora para llorar después?» No luchemos, para que no asistamos a otro solsticio de verano tan amargo como el que se presenta, yendo a hincar los hinojos «y el corazón rogando» ante el cadáver o la piltrafa de Castilla a la luz de dos cirios góticos, rompeolas de eternidades que son las agujas de la catedral. La decadencia es la penitencia bíblica de los sumisos. Recordemos la imprecación de Jeremías en el Salmo 22 «Super flumina Babilonis», sobre las ciudades, culpables «desventurada ciudad de Burgos»... si seguimos como hasta ahora.


Pero no. Arriba el ánimo. «Burgos y Castilla en pie.»


Es hora de que no vuelva a repetirse lo sucedido en el penoso rosario de desmembraciones, logradas o fallidas y frustraciones burgalesas: La Audiencia Territorial, Treviño, Arzobispado, Universidad, Santander, Logroño y Segovia.


Burgos ha estado en tales ocasiones sola, indefensa y desasistida por las estructuras competentes (salvo honrosas excepciones) y sólo defendida por el clamor popular encauzado por algunas entidades culturales y profesionales y una guerrilla de periodistas y escritores. Y así nos ha ido: nos quitan todo y no nos dan nada.


No se trata ahora de perder una institución o un servicio. Castilla se juega la cabeza, la testa rectora, «el Caput», derecho adquirido a través de once siglos de haberes cumplidos. Y no solamente es el fuero. Irían desfilando todas las instituciones regionales que tienen su razón de estar en la cabeza.


¡Por Dios,... corporaciones, instituciones y parlamentarios! Esperamos una declaración enérgica y una acción rápida. Ya hace cuatro años que las vecinas oligarquías de la C. del Duero, en libros y medios audiovisuales, recabaron la capitalidad. Lo refleja el Atlas Geográfico de Aguilar, 1979: «Burgos, Cabeza y Corte de Castilla, la primera en la Voz y en la Fe, todavía en 1979, sin Universidad. Bella Ciudad, Cabeza de Castilla hoy controvertida, a pesar de la actividad de su Colegio de Abogados. »


En ninguna época de toda la historia de España se le ha ocurrido a nadie cercenar la cabeza de Castilla: Ni en las monarquías, ni en las repúblicas, ni en las regencias, ni en los regímenes autoritarios.


Coordenadas de tiempo, esa Historia y de espacio revelan el absurdo: Ninguna de las demás regiones españolas se han decapitado ni ha perdido una sola provincia.


Y es que la organización natural e histórica de Castilla no puede pactarse ni negociarse. Es inalienable y no está en el comercio de los hombres.


¿Qué quiere decir la «Primera en la Voz y en la Fe»? Que durante siete siglos hasta 1830, Burgos llevaba el papel decisivo en la función legislativa: «Fable Burgos primero» y podía convocar Cortes extraordinarias. ¿Qué significa «Cámara Regia»? Que era corte gubernativa y sede del poder judicial.


Cuando vino el centralismo traído por los mismos ideólogos que ahora están haciendo el «descentrismo», conservando Burgos la primacía de Castilla, en todos los decretos y leyes decimonónicos, y de 1900 para acá, en la práctica se le reconoció en la Asamblea de 1918 y en los Milenarios de 1943 y en el de 1970.


Incluso en el Decreto Ley de Preautonomías de 1978 siguen agrupadas las seis provincias de Castilla la Vieja y las cinco de León.


Lo que se hizo es, estructural mal, como han dicho Segovia y Guadalajara y ahora se ve diáfanamente claro.


No se siguió el modelo de la Castilla histórica utilizado con la desastrosa desamortización política de 1833: Entonces tenía la Corona de Castilla y treinta y seis provincias, agrupadas en dos reinos: El reino de Castilla y el reino de León. Era bicéfala en principio, y con tal eficacia que la bandera cuartelada de los castillos y leones, puede verse aún en toda América y en buena parte de Europa.


En la declaración de Sepúlveda, de hace poco más de un mes acordamos los juristas castellanos que Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Avila, constituyan una jurisdicción territorial, con capitalidad en Burgos. Es lo sencillo. Es lo geográfico. Es lo histórico, y León por otra parte, formando una estructura distinta, aunque unida por lazos familiares, y con Castilla, amigables, identificadas en la unidad de España.


Desde antes del año 884, cuando la ciudad de Burgos (Brigo), se asentaba en parte en la Nuez de Abajo, en el siglo I ya tenía rango capitalino.


Este es un tema sugerente. Vamos hacia el XI Centenario de la ciudad. ¿Lo celebraremos de luto, mientras nuestros nietos recitan de carrerilla «España, su capital Madrid», «Burgos, su capital Tordesillas»? Algún satírico amargo puede decir: «¡Qué tomadura de pelo, al Conde Diego Porcelo!»


Hablando más en serio, no nos dejemos seducir por las dos musas de la derrota: La inmovilista de la comodidad y la temblorosa musa de la cobardía.


José María CODON


(“El Alcázar, 9-VII-1981)


lunes, marzo 04, 2024

La Rioja es Castilla 11 (por José María Codón, de la R. A. H.)La bandera de la Rioja

 La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)

 


(...) 13 La bandera de la Rioja


La bandera de Castilla ondeó en Nájera al nacer la riojana doña Berenguela, la genial reina realizadora de la unidad definitiva de Castilla y León en la persona de Fernando III. Y entonces, como ya había ocurrido en tiempo de Alfonso VII, se unieron los cuarteles de gules con castillo gualda de nuestro reino y el de León, que es la efigie de este animal noble en rojo sobre fondo de plata, enseña que duró hasta la época de los Reyes Católicos.


Los grandes capitanes riojanos, Lope Díaz de Haro, en el cerco de Jerez; los Ávalos, en Túnez; el Marqués de Pescara, oriundo de la Rioja, en Pavía; Cristóbal de Lechuga, el mejor artillero de España; Antonio de Leyva, brazo derecho del Gran Capitán; Sancho de Londoño y los propios comuneros de Castilla lucharon por la bandera roja carmesí con el escudo de oro de Castilla.


Los riojanos también la llevaron cuando penetraron en el corazón del Perú y del Anahuac, murieron en la Noche Triste o triunfaron en Otumba, o en tantos puntos de la hispana América, como Acevedo, Virrey del Perú; Ladrón de Guevara, explorador del Orinoco; Ramírez de Arellano, en la conquista de Colombia; el Conde de Nieva, fundador de Nueva Arnedo, con el valle de Chancay, y Lizán, Arzobispo y Virrey de Nueva España.


Los colores de Castilla y León fueron mantenidos por los Reyes Católicos y los de las Casas de Austria y de Borbón hasta nuestros días, en escudos, diplomas, artesonados y pendones.


Dejamos para otro momento exponer interesantísimos puntos de alta heráldica. Basta decir que ningún color como el rojo carmesí representa no sólo la Historia, como acabamos de ver, sino la geografía y la entraña telúrica de la Rioja. Simboliza la sangre de los riojanos también, y como dice la copla, refleja el vino, “fruto de la vid y del trabajo del hombre”. (“Como el vino de Jerez y el vinillo de Rioja -son los colores que tiene -la banderita española”. El rojo es el color de la voluntad, del querer; el oro, del resultado, del lograr). En suma: yo me permito opinar, salvo mejor parecer, que la bandera de la Rioja es y debe seguir siendo roja carmesí con un castillo en el centro.


¿Qué castillo? Todos los partidos judiciales logroñeses, menos dos, tienen un castillo en el escudo, y tres, un castillo y un puente. (“Por debajo pasa el Ebro”). Con disponer como característica de la Rioja, en el campo rojo del blasón, el castillo sobre el puente y debajo el agua del Ebro, está sintetizado el espíritu riojano, trasunto de Castilla.


Cuando una colectividad quiere adoptar un signo esencial, como es la bandera, hay que hacer un referéndum de siglos, escuchar la opinión de las treinta y tres generaciones de riojanos que un milenio usaron y defendieron el pendón rojo y el castillo de oro. Hay que contar con el voto de los muertos. “No se compran, se heredan elegancia y blasón”, que dijo Machado.


Honremos a la bandera que los riojanos conservaron. Es la que acaban de exaltar, dándonos una lección, los Estados Unidos, en San Agustín de Florida, como todos los años, poniéndola a la misma altura que la estrellada de la Unión: la bandera roja carmesí con un castillo de oro y un león.


Los burgaleses estamos más interesados que ningunos otros españoles en las cosas de la hermana Logroño. Esta tierra perteneció a Burgos hasta muy entrado el siglo XIX. Santo Domingo de la Calzada, Ezcaray, Briones, Treviana, gran parte de la comarca de Logroño eran provincia de Burgos y diócesis de Burgos. San Millán de la Cogolla estaba bajo la jurisdicción del Jefe Político de Burgos y por eso, las Glosas Emilianenses vinieron aquí, a consecuencia de la “Desamortización” de 1820, y hasta 1870. Como compensación a la perdida de las tierras riojanas, se nos ratificó el establecimiento de la Capitanía General.



II


Al socaire de los vientos “regionalistas” reinantes, un sector minúsculo de la provincia de Logroño está creando ambiente (1979) para conseguir la desintegración de la castellanísima Rioja


Y alguien desea improvisar una bandera de nuevo cuño sin los trámites legales, el expediente, el dictamen de la Real Academia y la autorización ministerial que son necesarios para modificar el escudo de cualquier aldea.


Gracias a la Diputación se ha ordenado el procedimiento y se han confeccionado varios modelos de bandera, una verde, con la esquematización de los siete ríos, otra tricolor, roja, amarilla y verde, y casi todas con retazos rojos carmesíes, y otra cuatricolor.


Con todos los respetos, dichas banderas contienen alusiones geográficas, pero no reflejan la historia, el vitalismo ni la personalidad de la Rioja.


La bandera no es un simple trozo de tela coloreado que ondea al viento. Es el máximo exponente del patriotismo popular, el punto en que convergen los sentimientos nobles, las esencias de la tierra, las creencias, los anhelos y las aspiraciones de toda comunidad histórica.


La idea de escudriñar cuál sea la bandera de la Rioja, gallardete de gesta, es muy acertada, pero el secreto de un hallazgo feliz no radica en un esfuerzo de la imaginación para encontrar una enseña que sirva al capricho o al gusto del momento.


La Rioja no necesita inventar una bandera, crearla de la nada. Remontado el caudal de su historia, reencontramos la bandera perdida. La Rioja no necesita plagiar, ni parodiar, ni fantasear un símbolo. Le posee nobilísimo. La gloriosa bandera de la Rioja es impar y tiene más de un milenio. Cuando recorro la tierra de Logroño en mis andanzas profesionales o repaso sus fuentes escritas, se reafirma mi convicción de que esta tierra matriz, es, con Burgos y Santander lo más castellano de Castilla y siempre fue solera y portaestandarte fronterizo del Reino.


Logroño es el alférez de Castilla, en todas las gestas y ocasiones, así cuando ganó, en la muralla, las lises de su escudo en 1521 contra los franceses, y cuando Ruiz de Gaona la defendió sobre el puente del Ebro contra el conde Foix.


Y el portaestandarte es quien tiene el derecho y el deber de mantener enhiesta la bandera y velar porque ésta sea la auténtica, la verídica, la legítima.


El emblema riojano, sea en forma de bandera, de pendón o gallardete, es rojo carmesí, con un castillo de oro de tres torres, la más levantada en el centro. En suma, es el pendón de Castilla, conservado en Haro (1979).


El color rojo flotó en las banderas de la Rioja, sobre los castros y los puentes de la paganidad, en los lábaros y “vexilli” cristianos. Fue probablemente usado por los berones, y ciertamente por los visigodos, hasta tal punto que se transmitió a los reinos cristianos de la Reconquista con generalidad. El especialista catalán Seix y lo mismo Anselmo Carretero y Vázquez de Mella afirman que el color rojo constituye, por sí, el símbolo nacional español.


No solo las tierras de Castilla, y entre ellas la Rioja, y las tres provincias vascongadas, en las que sólo variaban los escudos, sino Navarra, reino fundamental, usa el color rojo con las cadenas de las Navas (quizá anteriores a las Navas), lo mismo que todos los reinos de la Corona de Aragón, o sea, Cataluña, Valencia, Mallorca, Nápoles, etc. llevan heráldicamente las antiquísimas “quatre Barres”, -o “senyera”- rojas en campo de oro.


La bandera carmesí con escudo castellano gualda, fue enarbolada por Fernán González en la Rioja, cuando “apellidaba” a San Millán patrono de Castilla. El mismo pendón portaba el Cid en la toma de Alfaro (llave de Castilla) contra los moros. Este pendón, junto con el de León, forma el pedestal de la Virgen de Valbanera (1979). Y fue portado en las Navas de Tolosa por el gran vencedor riojano Alfonso VIII, cuya enorme bandera de guerra se guarda en el Real Monasterio de las Huelgas y lo saca en procesión todos los años el capitán general de Burgos.


La misma insignia se reproduce (1979) en las pinturas del trascoro del Monasterio en que yace el Rey Najerense y el púlpito del crucero.


lunes, febrero 26, 2024

La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.) 10

 La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)



12. La economía moderna de la Rioja castellana


El vino, las hortalizas, los cereales, el bosque y la ganadería han sido los elementos básicos de la economía de la Rioja y los Cameros, hasta el final del siglo XVIII. Pero antes de esta época apenas se exportaban.


El punto de partida de la promoción de lo que hoy (1979) es provincia de Logroño es la Constitución de la Real Sociedad Económica de la Rioja Castellana, entidad que fue aprobada por Real Cédula de 12 de abril de 1785.


A mediados del siglo XVIII, se despertó en España un gran afán de mejoramiento y brotaron las sociedades de aquel tipo, siguiendo el ejemplo de la que en Guipúzcoa fundara el Conde de Peñaflorida. Las fuerzas vivas riojanas se aprestaron a ello, teniendo las primeras reuniones en el año 1783. Su propósito fue la exportación o salida de los vinos, construyendo carreteras aptas para un tráfico de más escala que lo que permitían las caballerías y carruajes antiguos, estudiando al mismo tiempo nuevos cultivos y métodos para la elaboración de los caldos.


Por aquellas calendas se reunieron comisionados de 52 pueblos logroñeses para proponer al Rey “que la construcción de un camino que facilitara la comunicación con las montañas de Burgos y puerto de Santander, atravesando la Rioja por los pueblos de mayor cosecha, sería el mejor remedio para vender los vinos a precio ventajoso”.


Las propuestas se presentaron en Burgos al Intendente o Gobernador General (ya que la Rioja entera era provincia de Burgos) y dicha autoridad los elevó al Rey, el cual le ordenó que las aspiraciones de los pueblos se concretaran en los estatutos. Redactados éstos, fueron aprobados por una nueva Real Cédula de 1785.


La ansiada carretera fue al correr de los años una realidad, trazándose además algunas ramificaciones. La reunión definitiva para estos fines tuvo lugar en Fuenmayor, presidida por el Intendente de Burgos y organizada por la Real Sociedad Económica de la Rioja Castellana, siendo aprobada la construcción de dos vías: una hasta Pancorbo y otra hasta Santander. Para la necesaria financiación se estableció un impuesto de cuatro maravedíes por cántara de vino, cuatro maravedíes por celemín de cebada y dos reales por fanega de sal.


Formaban la junta de la Sociedad un director y cuatro diputados, presididos por el obispo de Calahorra.


El resto de los caminos fueron promovidos por el Conde de Hervias; el abad de Alfaro; don Santiago Barrio, de Logroño; don Pedro Gayangos, de Casalarreina; y los señores Ramírez de la Piscina, Ojera y Brenochea.


Antes de finalizar el siglo XVIII, había pasado Jovellanos por la Rioja, y en Fuenmayor le fue entregada por el miembro de la Real Sociedad de la Rioja castellana más conspicuo, un folleto escrito por él, llamado “Deseos de un riojano”, postulando la protección de la Sociedad Económica de Cosecheros, que era entonces ya una realidad.


Los investigadores logroñeses Juan Bautista Merino y Moreno Garbayo han estudiado minuciosamente esta época.


Comenzadas las obras a fin del siglo XVIII, se interrumpieron con la Guerra de la Independencia, en 1812, y la sublevación constitucional de 1820. Se reanudaron en 1827, en cuya fecha estaba ya terminado el camino de Alfaro a Gimeleo, que se dividió en dos trozos, con terminal en Logroño. Nota curiosa era el costo de las obras: estas últimas se habían adjudicado a dos reales y tres cuartillos al pie lineal. El puente de Pancorbo costó 97.000 reales y en precio parecido se ejecutaron las obras de los caminos a Alfaro y Calahorra.


En el puente de Montalvo, edificado entonces sobre el río Najerilla puede verse todavía (1979) la siguiente inscripción: “Reinando Carlos IV. La Real Sociedad de la Rioja Castellana. Año 1794”. Cartela que es una buena prueba de la castellanidad de la Rioja. Las corrientes centralistas acabaron con las actividades de la Sociedad. La Diputación y el Estado se hicieron cargo de los proyectos y los trabajos, No obstante hoy nos queda un gran recuerdo de aquella entidad promotora, pues sus ordenanzas para la conservación de los caminos constituyen un monumento imperecedero.


En 1841, los logroñeses siguen trabajando por su tierra. Se investigan las minas de las serranía riojana, se obtiene el cardenillo, muy apreciado entonces, se procura el mejoramiento de las castas de ganados y se intentan canalizar los ríos Oja y Najerilla; y en materia de mejora y elaboración de los vinos se determina que habían de hacerse al modo francés.


El auge general de la cosecha y comercio del vino comenzó en esa primera época del siglo XIX, cuando se traspasan las fronteras y en vez de replegarse la Rioja dentro de sí misma, abarca los horizontes europeos y americanos.


La zona más inmediata -ambas Castillas y Aragón- es la expansión natural del vino riojano, que compite en Madrid con el manchego.


¿Cómo es posible que alguien pueda pensar que el separarse la Rioja de su ser castellano y volver a replegarse en sí misma pueda ser beneficioso para su economía?

lunes, febrero 19, 2024

La Rioja es Castilla 9 (por José María Codón, de la R. A. H.)

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 La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)

10. Romances, voces de gesta y adagios castellanos de Rioja


Las máximas, refranes, sentencias, axiomas, apotegmas, aforismos, dichos, dictados tópicos, adagios y proverbios, pertenecen a la historia, a la filosofía y a la literatura, y son datos preciosos para identificar la identidad de un pueblo y su filiación.


La paremiología, de la voz griega “paremiá”, de origen popular, es el verdadero refranero.


El romance, con su trasfondo histórico, sirve también para seguir las huellas de una región. Ambas manifestaciones literarias, demóticas o populares, confirman sin lugar a duda la castellanía de la Rioja y de los Cameros.


En el “Poema de Fernán González”, del anónimo monje de Arlanza, Capítulos XXIV y XXV, “un conde muy honrado” que era de Lombardía va peregrino a Compostela, promueve la evasión novelesca del Conde Fernán González, preso en el castillo de Castroviejo (Logroño), organizada por la infanta doña Sancha de Navarra, previa promesa de matrimonio. Fernando está tan débil que la rozagante moza navarra tiene que llevarle a veces a cuestas. La fuga se desarrolla a través de Estella, Castroviejo, Valpierre, la Era Degollada, Cirueña, Belorado, Montes de Oca y Burgos.


También el “Poema de Fernán González” describe la famosa batalla de la Degollada, contra los navarros, entre San Asensio y Hervias. Describe la pelea singular en que el Conde de Castilla mata al Rey don Sancho en el campo de Valpierre.


Esta batalla consta además de en dicho cantar de gesta, en la “Crónica de don Alfonso”, que describe como lugar de la batalla el marcado con la llamada “Piedra del Conde”. El episodio de la batalla de Rueña o sorpresa de Cirueña, ya lo hemos tratado en el capítulos anteriores.


También el Romancero registra el episodio de Gollandía en la “Colección de Lorenzo de Sepúlveda” (siglo XVI) inserto en el “Romancero General” de Durán. Allí se narra el duelo y la muerte que dio Fernán González al Rey de Navarra.


Y es curioso que, en el nuevo ciclo del Cid, se repite la lucha por la posesión de Calahorra, siendo el campeón de Castilla el que decida la disputa guerrera a base de un desafío con el campeón de Aragón, Martín González, al que venció y mató en duelo.


Cuando la invasión concertada de varios reyes árabes, el “Romancero del Cid" registra su victoria sobre ellos: “Pasaron por junto a Burgos, -Montes de Oca han corrido -y corriendo a Belorado -también a Santo Domingo -Nájera y a Logroño -todo lo habían destruido”.


“Sobre Calahorra, esa villa –contienda se ha levantado -entre buen rey de León -llamado el primer Fernando -y Ramiro de Aragón, -cuyo reino es el nombrado”. El desafío comienza. El aragonés vaticina al Cid que no volverá a Castilla, ni a Vivar, ni al lado de Jimena. El Cid se encomienda a Dios, y con crecido enojo -para él se fue denodado -muchas feridas le dio, en tierra le ha derribado, -Don Rodrigo se apeó -la cabeza le ha cortado- y díjoles a los jueces, esto les ha preguntado: -¿Queda aquí más por hacer para que sea del reinado de mi señor, Calahorra, sobre que se ha batallado? -Respondieron todos juntos: -No, caballero esforzado, que en la batalla pasada el derecho le es quitado”. (“Romancero General”, 744). Quedando así, Calahorra, para siempre, “del reinado de Castilla”.


El Romancero, por heroico, es más sombrío que otra manifestación popular, como los alegres dictados tópicos, sentencias o refranes de que hablamos antes. El castellanismo del refranero riojano no cede a ningún otro. Por ejemplo, el dictado en prosa y contundente: “La ciudad de Alfaro no espera a nadie” es un eco de las Cortes de Castilla que celebraron en 1288 y de la disputa de Burgos y Toledo en las Cortes a través de los siglos.


Entre los dictados en rimas, es importante el siguiente: “En Alfaro está la cepa, -en Zaragoza el Pilar, -en Logroño San Mateo -y en Burgos la catedral”.


Por toda Castilla se extendió a través de la alegre población riojana aquello de “Ya estamos en Haro, que se ven las luces”. La inventó el cochero de la diligencia de San Vicente de la Sonsierra, o bien un jarrero ante la implantación del alumbrado público en 1890, en que fue Haro la segunda villa de España que instaló este sistema de iluminación callejera. El caso es que media España al llegar a una plaza de destino ha venido diciendo y dice aún: “Ya estamos en Haro”.


Un refrán geográfico riojano-burgalés es el que se refiere al río que da nombre a la provincia: “El Tirón lleva la fama y el Oja el agua”.


Dice el insigne demótico don Bonifacio Gil, que vino a Burgos con alpargatas, de mozo, a pie al cuartel, y subió a músico mayor del Ejército y tratadista de canciones y danzas y paremiología: “La Rioja es la región de España más alabada en coplas, cuyo lirismo llega a una exaltación superlativa. “Si Logroño se quemara -yo me tiraría al fuego -con mi sangre lo apagara - que la Rioja es lo primero”.


Los riojanos se ríen de su sombra. Una composición matriz y graciosísima sería un exponente de la ironía abierta que usan, a no ser que esta composición es común a varias regiones sin más que variar los nombres de las localidades: “No compres mula en Logroño -ni en Santo Domingo paño -ni mujer en Labastida -ni amigos tengas en Haro, -la mula te saldrá falsa -el paño te saldrá malo -la mujer fea y borracha -y los amigos contrarios”. Este es un dictado tópico de varias provincias, no es auténtico de la Rioja; resulta muy duro.


Tanto en las lejanías del romancero y de los cantares de gesta como en el refranero al uso, se subraya la esencia castellana y la solera de la Rioja.


Última edición por ALACRAN; Hace 18 Horas a las 20:07


11 La Rioja no es una región: es una zona de Castilla


Hemos recorrido unidos, amigo lector, las facetas de la protohistoria, la historia antigua, media y moderna de la Rioja y los Cameros, su cultura (heráldica, paremiología, vexilografía, literatura y dictados tópicos). La hipótesis de trabajo, una vez desarrollada en diez artículos, acredita que la Rioja, como la intuición revela a primera vista, no es una región histórica ni una unidad autónoma, sino una entidad subregional (provincia o comarca), más bien una zona entrañada en Castilla, desde siempre, cuna con Burgos y Santander del castellano, y provincia de Burgos hasta hace algo más de un siglo.


En Logroño, al que profesional y sentimentalmente estoy vinculado, la opinión más solvente y mayoritaria está en los antípodas de considerarse una “región autónoma” riojana (1979). Aprecia el logroñés la importancia de los Cameros y sabe que jamás fue la Rioja una unidad política independiente, que no fue un reino, ni siquiera un condado, ni una “Andorra” que compartiese poderes con Navarra o las provincias vascongadas. La Rioja es el baluarte, la voz del lenguaje y la solera de Castilla. Saben los riojanos y los de Cameros que se camina hacia una Europa de las naciones, y es ciego el que quiera regresar al Estado tribal de los berones (que además estaba vinculado no ya a las tribus celtas y cántabras próximas sino mucho antes al paleolítico inferior, cuyas huellas están cerca, en la Torralba soriana).


Veamos el estado actual (1979) de la cuestión en Logroño. La Diputación Provincial, en octubre de 1978, acordó acometer un estudio socioeconómico de profundidad sobre estos temas.


No cabe defender la antinomia de que la Rioja es una “provincia-región”, como alguien ha propuesto. Carmelo Fernández afirma que “es un territorio perfectamente diferenciado de los demás”, lo cual no es exacto, porque el Nordeste de Burgos y la Rioja alavesa son muy parecidos, geográfica y agrícolamente, a la Rioja castellana.


Castilla tiene grandeza histórica, pero sus dilatados horizontes tienen, como ha dicho el especialista en dimensión regional, Korkac, “la grandeza de la unidad geográfica”.


A Rioja y Cameros les corresponde una gran parte de la grandeza geográfica y unitaria de Castilla (los de Cameros son muy castellanistas; no quieren perder su personalidad específica, no admitiendo que se les llame riojanos).


Otro riojano que ha participado con mucha altura en las actuales controversias es el catedrático de Zaragoza, Antonio González Blanco. Escribió un libro reciente sobre “La Rioja, región y pueblo de España”. (Región en sentido geográfico, como interpretación de un espacio rural), pero afirmando que aunque esta comarca mantiene su idiosincrasia, no ha constituido jamás una unidad política propia”. Y se trata nada menos que del subdirector de Planificación Regional de España.


La Rioja no es ni siquiera una subregión, como insinúa el eminente riojano Sanz de Buruaga. Dice también que la vocación de la Rioja es el Norte, y que es puente de comunicación entre las culturas de al lado. La Rioja ha influido, pero con su cultura castellana, no solo en el Norte, sino en los cuatro puntos cardinales de España, pero no es un puente interregional, sino una vía de Castilla en contacto con las demás regiones, un mensaje castellano como el de Berceo y Santo Domingo de Silos.


Demográficamente, la provincia de Logroño es pequeña, pero de todas maneras es impropio, pasándose de rosca, llamarla región ni subregión, y también es regatear por baza de menos, denominarla comarca. Si se quiere emplear un término técnico, como está formada por más de una comarca, podría denominársela zona. Pero de todas maneras, bien está que siga denominándose provincia, aun con lo romanista del término.


“La Rioja, dijo el ministro Clavero, es un “caso atípico”. Bueno, será un caso peculiar, pero el quid de la cuestión es que jamás fue reino soberano ni región autónoma y desarraigarse de Castilla sería un suicidio cultural y económico, ni conveniente ni querido por los riojanos y menos por las treinta generaciones históricas que sirvieron a Castilla. En la Rioja no ha prendido el nacionalismo secesionista. Ni siquiera hay un partido nacionalista riojano.


La secesión de Logroño de la Madre Castilla sería tan monstruosa como si Gerona se separase, para vivir a su aire, de Cataluña o Sevilla de Andalucía. Eso daría lugar a un ANACRÓNICO CANTÓN.


sábado, febrero 10, 2024

Re: La Rioja es Castilla 8 (por José María Codón, de la R. A. H.)

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8. La Rioja. Coautora del castellano y Parnaso de su literatura


Cuando empecé a escribir sobre el tema riojano, que siempre ha golpeado mis sienes con fuerza y mi corazón con afecto, no creí que iba a resultar un estudio tan largo, que puede dar lugar a un ensayo y a un libro. La inspiración es caprichosa y se prolonga hasta que se posan las imágenes y los conceptos. Pero justicia obliga y es que la Rioja y los Cameros son una materia inacabable. Es la tierra de las gestas de Fernán González y del Cid y la tumba de los Infantes de Lara.


El Fuero de Logroño, verdadera pieza literaria, está escrito en latín, pese a ser posterior a las Glosas Emilianenses. Ello se debe a que el pueblo siempre va en vanguardia de la curia. Hasta los reinados de Fernando III el Santo y de su hijo Alfonso X el Sabio, no se declaró el romance lengua oficial de Castilla, para las actas, los inmortales Códigos y los documentos.


El castellano nació en Cantabria, según los máximos lingüistas españoles Menéndez Pidal, Lapesa y Gómez Moreno. Tuvo primero una gran y larga alborada, que duró siglos. El castellano escrito se inició con la carta de fundación del Monasterio de Taranco en el Valle de Mena (año 800); y simultáneamente en el año convencional 977, con las glosas de San Millán y Silos. Ahora que todo lo provincializamos, debemos meditar que en aquella época no había fronteras locales, sino solamente el ancho reino de Castilla. Todo era Castilla. En dicho año 977, la jurisdicción de Silos llegaba a cuatro kilómetros de San Millán.


¿Dónde estaba la Cantabria, tierra natalicia del castellano? Si hemos de partir de la etimología, “canta-Iber”, “cabe el Ebro”, no llegaba a “Araduey”, nombre ibérico que significa “Tierra de Campos”, pero sí desbordaba Santander y comprendía el norte de Palencia, medio Burgos, del Arlanzón para arriba (los valles y montañas de Burgos, sobre todo Sedano, Villarcayo, Amaya, Cantabrana, Poza, Bureba y Belorado), y las riberas riojanas del Ebro donde estaban situadas la sierra de Cantabria y la ciudad de Cantabria, que fue durante algún tiempo capital de todos los cántabros.


El mayor testimonio del castellanismo de la Rioja es su copaternidad de la lengua española.


Todos los tratadistas están de acuerdo en que reinando Alfonso VI se completó para siempre la total castellanización de la Rioja.


El sabio abad de Silos, Dom Luciano Serrano, burgalés de pro, transcribió un sinfín de documentos riojanos de la colección del erudito Miguella; y el ilustre de catedrático D. Antonio Urbieto ha reunido más de cuatrocientos documentos que muestran las relaciones de la Rioja con el resto de Castilla y otros territorios, hasta el año 1079, utilizando, además del Becerro Gótico, el Becerro Galicano, que han dado lugar a su obra: “Cartulario de San Millán de la Cogolla”.


Ildefonso Rodríguez de Lama ha recapitulado documentos en una obra monumental: “Colección diplomática de la Rioja”, que abarca hasta el año 1168 y que ha visto la luz a expensas del Instituto de Estudios Riojanos.


Todos los documentos publicados en ellos son textos latinos. Para seguir las huellas de los modismos riojanos hay que rastrear en los fragmentos documentales de la gramática histórica. Eso que se llama dialecto riojano es el verdadero y primitivo castellano, idéntico al de las Merindades de Castilla la Vieja, aunque algo diferente del lenguaje de Burgos capital y de las tierras de Lara.


La literatura riojana, haciendo honor a los orígenes del español, modeló el castellano con garbo. Un poeta extraordinario y original, Gonzalo de Berceo, acuñó en estrofas de la cuaderna vía del “mester de clerecía” en el que están relatados los cantares de gesta, una “prosa en román paladino” que es verso inspiradísimo: “En el nomme del Padre que hizo toda cosa”, escrito al pie del Monasterio de San Millán. Es la conocida obra dedicada a Santo Domingo de Silos, natural de Cañas, en la Rioja, y la “Vida de Santa Aurea”, nacida en Villa Velayo.


En el “vierbo” o palabra de Berceo, el castellano rebosa juventud y fragancia. Es cierto que hay algunos vasquismos en el texto berceano, por ejemplo “Don Bildur”, el miedo, pero es tan poca cosa, al lado del castellano puro de los 777 versos de que consta la “Vida de Santo Domingo de Silos”…


Aparte de la poesía propiamente dicha, la Rioja ha producido gramáticos, historiadores, literatos escritores, técnicos filósofos, etcétera.


El orador Quintiliano, el P. Baltasar Álvarez, Francisco López Zárate, el famoso Lepe, “riojano in passione”, sabio entre los sabios, el inimitable Bretón de los Herreros, Alejandro Manzanares, prosista maravilloso, enlace siempre entre Burgos y Logroño, el orador Sagasta, el erudito cronista Felipe Abad, el padre Olarte, el inolvidable Lope de Toledo, Guadán, Merino, Elorza, Urbieto, Rodríguez de Lama, Resano, Uría, Gil del Río, Tellada, Moya, Ramírez Ruiz y cuantos cobija el Instituto de Estudio Riojanos, y Zabala Mazón y Coello, tratadistas políticos, y el gran musicólogo y folklorista Bonifacio Gil, de la familia de Santo Domingo de la Calzada, Gil Merino, afincado en Burgos.


Todos ellos han abrillantado la lengua española, la lengua común, la lengua de España. Las otras tres lenguas son también españolas, nacieron y viven en España en un círculo regional, pero lengua de todas las España solo hay una: ese castellano que es lengua de la Hispanidad, que nació en la Rioja y en Burgos y hoy debe llamarse español y así se denominan los cinco continentes.



9. Heráldica, vexilografía y costumbrismo de la Castilla riojana


La heráldica de toda la provincia de Logroño rezuma castellanismo. Casi todos los partidos judiciales ostentan como emblema el de Castilla, que es un símbolo definitorio del origen.


En la capital abundan los escudos con castillos, solos o con algún otro emblema. Por ejemplo el de la Ruavieja, el de la fachada que se encuentra en el patio contiguo a la iglesia de San Bartolomé, el de la calle Mayor, los del escudo imperial de la iglesia de Palacio, todos los que se hallan incrustados en el escudo imperial de Carlos V, o del Revellín, y los de la huerta de Santa Juliana, en que aparecen los alcázares alineados con los veros de los Velasco, los antiquísimos del Real Instituto Femenino de Enseñanza Media, y otro aparecido en los viejos escombros de la ciudad, sencillo y esquemático, que tiene bajo el castillo, muy simplificadas, unas ondas de agua que son sin duda las del Ebro, y que prefiguran el emblema que dio a la ciudad Carlos I.


Este último, que es el blasón actual de Logroño, configura un robusto castillo con la corona ducal encima, alusiva el ducado de Cantabria y, debajo, un puente que representa el paso del Ebro.


Las piedras no mienten. En Logroño no hay símbolos vascongados, navarros ni aragoneses. Es ejemplo del escudo castellano-leonés el del Marqués de Pescara, el celebérrimo estratega riojano, aunque nacido en Gante. Numerosos castillos orlan la campiña del blasón. Y sin ir más allá, en una de las viejas casas de Logroño, cerca de la calle de Santiago, acabo de ver otro escudo de tres torres, magnífico, del tipo que popularizó el buen Conde Fernán González.


Pasemos al capítulo de la vexilografía, ciencia de las banderas o estandartes. Ya en el mes de septiembre de 1977, traté con estas mismas razones de la bandera de la Rioja, que no es otra que la de Castilla. Haré ahora una pequeña síntesis.


La bandera de la Rioja no tiene que ser creada ni inventada. Tiene más de mil años de antigüedad. Es el pendón rojo carmesí, con un castillo de oro. Figura en las tumbas, en las ricas telas descubiertas, en los sepulcros reales y nobiliarios, en los artesonados de monasterios y palacios medievales, en los diplomas, en los archivos, en los museos militares y civiles, y en todos los cuarteles castellanos de los escudos de España. Este rojo carmesí es el color inequívoco de la bandera de Castilla, como tiene declarado solemnemente la Real Academia de la Historia.


Es el pendón que ondeó con Fernando González en la “Cuesta de la Degollada”; en Nájera con doña Berenguela, la genial realizadora de la unidad de Castilla y León; la que llevó el rey riojano Alfonso VIII a las Navas de Tolosa y se conserva cerca de su sepulcro en el Monasterio de las Huelgas de Burgos. Los leones de Castilla y León campean también en la peana de la Virgen de Valbanera. (Esta preciosa imagen parece haber tenido como modelo el rostro de doña Nuña, mujer de Ordoño I de León, lo que confirma la tesis del origen castellano-leonés de la Rioja y los Cameros).


Es la misma bandera que los riojanos y demás castellano-leoneses pasearon en triunfo por América, donde se conservan Cartagena de Indias, en el Fuerte de San Marcos en el Castillo del Morro. (Todos los años en San Agustín, de Florida, se nos da a los españoles una lección de amor y honor a la bandera cuartelada de Castilla y León. Se viste un “yanqui” de guerrero a la antigua usanza castellana, con la presencia de un cadete de la Academia Militar de dicho punto, y en medio la bella reina de la fiesta con traje español, y después de intercambiarse la enseña castellano-leonesa y la de los Estados Unidos, se izan ambas a la misma altura).


Es estéril inventar la bandera “cuatricolor” sustituyendo la verdadera de Castilla o lo que es lo mismo, de la Rioja, por la imaginada, a gusto de un día, hija del capricho y de la moda, sin base tradicional.


El pendón de Castilla es rojo y oro; es el pendón del Cid. Hace muchos años que se le cantó así: “Gloria, Gloria, pendón de Castilla -llamarada de sangre y de sol- quien no doble ante ti la rodilla- no merece llamarse español".


*************


La paremiología (estudio del refranero) y los dictados tópicos de la Rioja, retratan el carácter de sus alegres hijos. Lo dejaré, en extenso, para otro capítulo. La Rioja es dicharachera, jocunda y chistosa; es la alegría de Castilla.


Marciano Zurita, el gran poeta palentino, autor del “Himno a Burgos”, en la época de su plenitud, en 1918, cuando era corresponsal de más de cien periódicos de todo el mundo, dedicó a Logroño esta hermosa estrofa, publicada en “Blanco y Negro”: “Logroño es una moza garrida, fuerte y sana, - que refleja en el Ebro su gentil apostura, - una moza de la árida meseta castellana - sin la aridez sombría y hostil en la llanura”.


Bellos versos, que no tienen otra mácula que la de caer en la leyenda de la aridez de Castilla, cuando resulta que Logroño es la exuberancia vegetal misma dentro de las variantes polícromas de la plural Castilla.


miércoles, febrero 07, 2024

La Rioja es Castilla 7.Su milenaria inserción política en Castilla.Siempre regida por el derecho castellano(por José María Codón, de la R. A. H.)

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Re: La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)


6. Rioja, su milenaria inserción política en Castilla


Con la prehistoria y la historia general y externa, hemos probado tumbativamente la castellanidad de la Rioja, que desde sus orígenes hasta el día de hoy (1979) ha formado parte de nuestra región. Vamos a justificar ahora esta unión entrañable, acudiendo a la historia religiosa, política, económica y lingüística, es decir a la historia interna.


Ya dijimos que en la esfera económica, Logroño y su tierra formaron parte, en la época primitiva, del Obispado de Valpuesta, sito en la provincia de Burgos. Calahorra perteneció, en cambio, a la extensa archidiócesis tarraconense, hasta el 1310, porque el esquema constantiniano de organización diocesana duró casi un milenio en España, pero se modificó con los avatares políticos y religiosos de la Reconquista.


En tiempo de Felipe II, por bula de 1574, siendo prelado burgense el Cardenal D. Francisco Pacheco, se erigió la nueva archidiócesis de Burgos y a ella se asignaron como sufragáneas las diócesis de Calahorra y Pamplona.


Con el Concordato de 1851, continuaron adscritas a la provincia de Burgos las sufragáneas de León, Santander, Calahorra, Palencia, Burgo de Osma y Vitoria.


Pero es que, además de ser Logroño de la Archidiócesis de Burgos (región), pertenecían a la diócesis (provincia de Burgos) hasta hace veintiocho años (1951), un rimero de Municipios riojanos, como Ojacastro y sus anejos, Ezcaray, Gallinero de Rioja, Pazuengos y sus anejos, Ollares, Villanueva, Santurdejo, Valgañón, Zorraquín, Treviana.


En el aspecto político, está claro que la Rioja jamás fue un reino, ni una “región histórica”, ni una “nacionalidad” con fronteras y soberanía, ni ente político independiente, ni siquiera autónomo, sino un territorio de Castilla. Ni causó problemas ni tuvo otra bandera que el pendón rojo carmesí, ni otro escudo que el castillo de oro de Castilla.


Desde los primeros tiempos, la nobleza por un lado y los Municipios de realengo por otro, eran los representantes de la soberanía del reino de Castilla en la comarca o territorio de la Rioja. Una constelación de nombres próceres ligaba a la realeza con las villas y ciudades de señorío: Haros, Laras, Manriques, Velascos, Tejadas, etcétera. Existía libertad municipal y foral típica de la Edad Media. En ésta, los adelantados y alcaldes, y en la Edad Moderna los corregidores de Burgos y en la contemporánea los Intendentes, encarnaban la autoridad del Rey en los Municipios autónomos. Los Intendentes y hasta los Jefes Políticos de Burgos gobernaron Logroño, hasta que se erigió en provincia en 1833, sobre la base de traspasarla los ya citados 121 municipios burgaleses.


Hay dos momentos cumbres en que se manifiesta la unión de Burgos con la Rioja. Todavía a fines del siglo XVIII, en la documentación de la “Real Sociedad Económica de la Rioja Castellana”, en el expediente para la construcción de la carretera de Rioja a la montaña de Burgos y puerto de Santander, consta fehacientemente el complejo gobierno del Intendente de Burgos sobre la (posterior) provincia de Logroño. En 1820, y con motivo de la desamortización, el Jefe Político de Burgos ordenó que las “Glosas Emilianenses” tan en boga ahora, con motivo de este Milenario de la lengua, se trasladaran a la Cabeza de Castilla, por su mejor protección, haciendo uso de su jurisdicción sobre la Rioja y quedando en Burgos hasta la mitad del siglo XIX, en que fueron trasladadas a Madrid.


Alfa y Omega. Remontando la corriente de los tiempos, desde el voto de San Millán de 939, formulado por Fernán González, el fundador de Castilla, abraza para siempre a las tierras de Burgos, la Rioja y Santander, hasta hoy (1979) en que toda la Rioja está comprendida, no solo histórica, sino política y legislativamente, en Castilla la Vieja. Nadie ha derogado aún la legislación que determina la región de Castilla: Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Ávila.


Y esto, que es evidente en la esfera política y civil, surge también en la administración militar. La Sexta Región, cuya capital es Burgos, se precia de comprender a Logroño, una de sus tierras más preciadas.

Última edición por ALACRAN; Hace 3 días a las 13:33




7. Rioja, siempre regida por el derecho castellano


La legislación y la jurisprudencia son el signo ostensible de la soberanía, la más inequívoca prueba para definir la filiación histórico jurídica de un pueblo. La Rioja siempre se insertó en la legislación castellana y tuvo como propios los tribunales de Castilla.


Por eso, los Fueros de Logroño son el sello que graba en la frente de la Rioja la más indeleble castellanidad.


En el siglo X y principios del XI, en que ya la Rioja estaba integrada en Castilla, Fernán González y Sancho García “el de los buenos fueros” administraban justicia con aquel rito sencillo de los “juditios levatos”, es decir, de los procesos “vistos y oídos” en pie, por los condes soberanos, en los pórticos de los templos.


Al instaurarse la monarquía castellana, D. García (el “crespo de Grañón”) y su esposa Doña Urraca, condes de Nájera y Calahorra, repoblaron, por consejo de Alfonso VI, la villa de “Lucronium” o Logroño, de muy escasa población. El Rey le concedió el fuero (año 1095), uno de los más importantes de España y de los más avanzados y completos. Como todos los de su género, estaban destinados a atraer pobladores, a incrementar la demografía del núcleo vital, a ser, en fin, un poco lo que hoy llamamos “polos de desarrollo”, a base de exenciones y franquicias, así como a establecer un elemental derecho municipal de tipo administrativo y penal. Aparte de las libertades corrientes en estos documentos, el Fuero de Logroño consagraba la absoluta libertad de compra y la libertad de comercio. Y no sólo para los españoles, palabra que campea en el texto, sino para los franceses, dándoles a todos la automática condición de hombres libres.


Firman dicho documento el Rey, la Reina Doña Berta y lo confirman las célebres infantas Urraca (reina de Zamora) y Elvira (reina de Toro), y los repobladores de Logroño, el conde D. García (el gran rival del Cid) y su esposa Urraca.


Alfonso VII amplió dicha carta-puebla, la confirmó en 1184, y la ratificaron todos los monarcas castellanos hasta Carlos I, y entre ellos Alfonso el Sabio, en Burgos, el año 1264, y Juan I, también en esta capital, en 1349.


El rey Alfonso VI anatematizaba a los sucesores que perturbaren el Fuero de Logroño “confirmado por nuestra autoridad”.


Pese a la confusión hoy reinante, los Fueros de la alta Edad Media no eran un pacto de la comunidad ciudadana con el Rey: eran concesiones reales, confirmadas por la familia del monarca, los primates, caballeros y obispos, hechas generalmente a propuesta de las propias villas y ciudades, aceptadas por éstas y confirmadas por los Reyes o los nobles sucesores.


El famoso Fuero de Logroño se extendió todo el Norte del Ebro con los códigos territoriales, de que ahora hablaremos, lo cual reprueba la descabellada teoría de la separación de la Rioja de su matriz histórica: Castilla.


El Fuero de Logroño, modelo en su género, se otorgó a ciudades y villas burgalesas como Treviño, Medina de Pomar, Frías y Miranda de Ebro; a la riojanas de Santo Domingo de la Calzada, Clavijo y Navarrete; a la santanderinas de Laredo y Castro Urdiales; y a vascongadas, como Labastida, Salvatierra, Santa Cruz de Campezo y a la propia Vitoria (esto es curioso; le fue dado por un Monarca navarro, Sancho VI, bisnieto del Cid).


Más significativo para la irrebatible filiación castellana de la Rioja es que también regían los Fueros territoriales en su ámbito: el Fuero Viejo de Castilla, que se gestó en Burgos y Nájera; y el Fuero Real de Alfonso X el Sabio, que también rigió en esa Castilla esencial que son las tres provincias vascongadas.


El Fuero Viejo de Castilla era un código estamental de clase, nobiliario, para los hidalgos y sus vasallos, que regía preferentemente en tierra infanzona, en el campo. Resumía las costumbres y “fazañas” o sentencias de los condes soberanos y de los adelantados, sobre todo de D. López Díaz de Haro; la de Doña Elvira, sobrina del arcediano D. Mateo de Burgos (que actuó de abogado) e hija de Fernán González de Villarmentero, que aplicó la milenaria ley celtibérica del “ósculo” dado antes de los esponsales rotos entre dos novios, y la del “garzón” o muchacho “que mató a un azor”, y fue condenado a morir aspado en Bilforado (Belorado). Un riojano, Ximón Roise, señor de los Cameros, dictaminó ante el Rey Alfonso, que en Castilla y por supuesto en la Rioja, sólo eran aplicables la sentencias dadas por el Rey o el señor de Vizcaya si éstas eran confirmadas por el Rey.


¡Qué prueba de la castellanía de la Rioja y de Vizcaya!


Los Fueros de Logroño, como todos los de Castilla, rigieron hasta 1839 (*), exactamente igual que los de las Vascongadas, Cataluña y Navarra.


En cuanto a la organización judicial, la Rioja y toda Castilla tuvieron jueces de Alfoz, o de paz, Adelantados, Merinos, Alcaldes y Corregidores, y después Intendentes. Su Chancillería y Audiencia: Valladolid y Lerma. Su Consulado del Mar o mercantil, el de Burgos. Su Audiencia Territorial, la de Burgos. Este fue y es el derecho de la Rioja. Esta fue y es su legislación y jurisprudencia: la de toda Castilla.



(*) NOTA NUESTRA: más que “regir”, el autor querrá indicar que, como derecho supletorio, no se derogaron hasta 1839.


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Última edición por ALACRAN; Hace 3 días a las 13:31