El mapa de León, ¿una nueva comunidad autónoma en España?
León nunca ha sido castellana, pero Castilla sí fue leonesa. Esa frase, simple a primera vista, esconde un significado político y social con siglos de historia que tiene en pie a decenas de miles de personas y amenaza con cambiar el Estado de las autonomías. La región leonesa, cuyas raíces se extienden hasta el Reino Asturleonés y el traslado de su capital a León en el año 910, quedó desdibujada tras el rediseño territorial posterior a la Constitución de 1978 y hoy muchos exigen formar una nueva comunidad autónoma al margen de Castilla y León que abarque las provincias de León, Zamora y Salamanca.
A pesar de su ausencia en el mapa político español actual, el Reino de León dominó el noroeste de la península ibérica durante tres siglos y jugó un papel fundamental en la Reconquista. Su control se extendió también por las actuales Galicia y Extremadura, y de su seno surgieron los reinos de Portugal y Castilla, independizados en el siglo XII. Hasta ese momento, los reyes leoneses se hacían llamar emperadores, aunque no al estilo romano o napoleónico, sino en el sentido de primus inter pares, es decir, como reyes superiores al resto de monarcas cristianos bajo cuya autoridad se concentraba la soberanía hispana, tal y como explica el periodista Jesús María López de Uribe de ILeón.com.
En 1230, sin embargo, el Reino de León fue absorbido por la emergente corona de Castilla, aunque el rey Fernando III tardó dos años en hacerse con su control efectivo ante el rechazo de los leoneses y sus nobles, que cerraron las murallas de su capital para impedir el paso del nuevo monarca.
La integración en Castilla no supuso la desaparición inmediata del aparato administrativo leonés, al contrario: las Cortes de León siguieron reuniéndose por separado hasta 1345 y sus legislaciones no se unificaron hasta 1348, de la misma forma que el idioma leonés o asturleonés ha sido capaz de sobrevivir hasta nuestros días. Entre 1296 y 1301, además, el Reino de León recuperó su independencia durante un breve enfrentamiento sucesorio.
En la Edad Moderna los reinos se difuminan, pero siguen existiendo en forma de adelantamiento —instituciones encargadas de acometer tareas judiciales, militares y de gobierno en nombre del rey— hasta el siglo XIX. Es entonces cuando Javier de Burgos, secretario de Estado de Fomento durante la regencia de María Cristina de Borbón, decreta una nueva división territorial de España en provincias en 1833, las cuales agrupa en regiones —sin competencias administrativas— en base a los antiguos reinos. Ese sistema, sobre el cual descansa la organización administrativa actual, recupera la región de León formada por las provincias de León, Zamora y Salamanca.
A pesar de ello, durante la construcción del Estado de las autonomías que siguió a la Constitución de 1978 Madrid descartó dotar a León de comunidad autónoma propia y decidió unir Castilla y León. Dos fueron los motivos: la intención de crear un contrapeso a Cataluña y País Vasco, ya constituidas como autonomías y para el centroderecha español las grandes beneficiadas del nuevo sistema, y al mismo tiempo el rechazo a crear una comunidad que uniera Asturias y León, dos regiones donde la industria minera tenía un peso fundamental y se corría el riesgo de que surgiera un feudo electoral de la izquierda.
La Diputación de León se opuso a la integración con Castilla y más de 90.000 leoneses se echaron a la calle para defender su autonomía, pero finalmente el Estatuto de Autonomía de Castilla y León fue aprobado en 1983. Sin embargo, el sentimiento regionalista sigue vivo en la antigua región leonesa, y en junio de este mismo año el pleno de la Diputación de León aprobó una moción de la Unión del Pueblo Leonés que reclama la constitución de una autonomía propia y que sigue el ejemplo de más de sesenta ayuntamientos de la provincia en los últimos años.
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