jueves, enero 11, 2007

En torno a las regiones (A. Carretero. Comunidad Castellana 1980)

En torno a las regiones.

Anselmo Carretero

La personalidad de Castilla se ha desdibujado y borrado hasta tal punto que los nombres de León y Castilla, que durante muchos siglos, representaron pueblos, estados y concepciones muy diferentes, son hoy para la mayoría de los españoles una sola y misma cosa,. A este confuso panorama han contribuido muy diversas causas y desafortunados azares. De esta manera, confundidos y revueltos los vocablos y desvirtuados sus significados, el nombre de Castilla fue llevado a todos los confines del globo por una monarquía imperial que lo utilizaba en provecho propio.

Con raras excepciones -entre ellas las de Baroja y Machado-, los escritores de la "generación del 98" contribuyeron a difundir una visión de, Castilla incoherente con su pasado histórico y aun con la realidad geográfica, pero que el arte de sus plumas y el prestigio de sus nombres hicieron fuera ampliamente aceptada como verdad definitoria. Según estos autores, en quienes la confusión de lo castellano con lo leonés es, completa, Castilla impuso en, España el absolutismo castellano centralizador, y al decir esto se refieren nominalmente al pueblo que, juntamente con el vasco, encarnó en España, la más autóctono tradición democrática y federal. El equívoco llega con ellos al extremo de desplazar el concepto geográfico de Castilla y crear un paisaje literario en total contradicción con la realidad física inmediatamente observable: famosa “llanura de Castilla la Vieja “; que jamás existió, porque todos los núcleos iniciales de la Reconquista surgieron en baluartes montañosos y Castilla nació en el de la Montaña cantábrica. Quedan así transmutados, por arte literario, los Campos Góticos en "llanura castellana', planicie que después será presentada por el francofalangismo como "adusta cuna” de la España imperial".

Esta visión geográfica de Castilla, centrada en la Tierra de Campos, es la que durante cuatro décadas la doctrina oficial de la dictadura gobernante inculcó en la mente de los españoles -de derechas o de izquierdas- que hoy tienen en sus manos los destinos de la nación, y la que hoy, con otra ideología pero con la misma concreción geográfica, se pretende institucionalizar en el estatuto de una nueva región castellano-leonesa concebida a contrapelo de la geografía y de la historia.

Si Castilla ha sido en su historia la primera y mayor víctima del centralismo estatal y lo sigue siendo en la actualidad. Víctima material y víctima moral. Porque peor que el daño económico producido a Castilla por el Estado español -basta ver la desertización de gran parte de su territorio-, padecido también por otras regiones de España, ha sido el causado a su conciencia nacional. Hasta el punto de que en esta hora de las autonomías regionales, cuando todos los pueblos de España se preparan a organizar cada uno la suya, Castilla, una de las nacionalidades más antiguas de Europa, con una epopeya sin par por el lugar que en ella el pueblo ocupa, está a punto de desaparecer del mapa político español, desmembrada de algunas de sus más conspicuas comarcas -la Montaña y la Rioja, que quedarían al garete como insolidarios cantones, apartadas de sus hermanas-; y unidas otras a nuevos entes regionales recién inventados, híbridos engendros de la politiquería, la ignorancia y la improvisación: la llamada región "castellano-leonesa" -que no es Castilla ni León-, con centro de atracción en Valladolid; y la “castellano - manchega"- que tampoco es Castilla ni La Mancha.

Cuando en 1833, a imitación de los departamentos franceses, se decreto la actual división provincial de España, la mayoría de las regiones históricas (Galicia, Asturias, Extremadura, las Provincias vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña, Andalucía y, naturalmente, las Islas Baleares y las Canarias) conservaron sus límites tradicionales, aunque algunas (Galicia, Extremadura, Aragón, Cataluña y, posteriormente, las Islas Canarias) fueron divididas interiormente en provincias.

Pero hay cuatro regiones históricas cuyos límites tradicionales fueron arbitrariamente alterados por la división provincial: León, Castilla propiamente dicha, Castilla la Nueva (antiguo reino de Toledo o región toledano - manchega) y Murcia.

Las fronteras entre León y Castilla fueron objeto de no muy grandes modificaciones: la comarca leonesa de la Liébana pasó a la provincia de Santander, mientras parte de la Montaña y algunas otras tierras castellanas fueron incorporadas a las provincias de Palencia y Valladolid.

La vieja Tierra de Segovia fue tremendamente mutilada el pasar toda la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama a la provincia de Madrid, que también recibió tierras de Guadalajara.

Dentro de la provincia de Cuenca quedaron incluidos los partidos manchegos de Tarancón, Belmonte y San Clemente, mientras la comarca castellana de Requena se incorporaba a la de Valencia.

En la provincia de Albacete, mayormente manchega, quedaron agregadas muchas tierras murcianas, como también en la de Alicante. La región de Castilla la Nueva, así delimitada por el contorno del conjunto de las provincias de Madrid, Toledo, Ciudad Real, Guadalajara y Cuenca resulta no ser Castilla, aunque incluye provincias castellanas, ni tampoco La Mancha, porque quedan fuera de ella muchas tierras manchegas.

La región de Murcia, como hasta ahora ha sido llamado el conjunto de las provincias de Albacete y Murcia, tampoco responde a realidad alguna histórica o geográfica, pues contiene parte de La Mancha y quedan fuera de ella comarcas murcianas.

Ahora, con motivo de las preautonomías se pretende crear apresuradamente una región castellano - leonesa -o de Castilla y León- con las provincias leonesas de Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia y las castellanas de Burgos, Soria, Segovia y Ávila, pero sin ¡as de León, Santander y Logroño, que se muestran reacias a ingresar en este híbrido conglomerado; otra castellano-manchega -o de Castilla y La Mancha- con las de Madrid, Toledo, Ciudad Real, Guadalajara, Cuenca y Albacete; y otra de Murcia con la sola provincia de este nombre.

Si aceptamos los estatutos autonómicos regionales corno un buen paso hacia la solución definitiva del problema de las nacionalidades en España, es preciso poner mucho cuidado en todo lo tocante a estas cuatro regiones: León, Castilla, Toledo y La Mancha y Murcia.

La creación de esas nuevas y heterogéneas entidades regionales de Castilla-León y Castilla-La Mancha (cuya mera enunciación nominal pone de manifiesto que el territorio de Castilla ha sido repartido entre otras dos regiones con ella limítrofes) y la de la mutilada Murcia, a la vez que se dejan como cantones erráticos Partes fundamentales de Castilla -la Montaña y la Rioja- y de León -la provincia de

Castilla nº 8 abril-mayo 1980

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