miércoles, enero 31, 2007

CORONA DE CASTILLA, ESPAÑA IMPERIAL (Isidoro Tejero Cobos, Pensamientos sobre la vida. Segovia 1993)


CORONA DE CASTILLA ,
ESPAÑA IMPERIAL

Pensamientos sobre la vida: buscando la libertad interior (pag 234-251) .

Isidoro Tejero Cobos.

Segovia 1993.

Hay un hábito de siglos dormido en el alma de las Españas.

América

1 El viaje de Colón fue una empresa militar.

2 Consideran algunos que el fasto de América es el prin­cipal o uno de los principales hechos de la historia de la humanidad. Teniendo en cuenta que se pueden apreciar cuatro aspectos distintos: descubrimiento, conquista, colonización y evangelización, había que saber si tal afirmación se refiere a los cuatro aspectos en su conjunto o nada más se orienta a alguno en particular.

3 El descubrimiento de América fue un imprevisto, algo que llegó a ser realidad, que no estaba en la mente de quien lo hizo. De todas formas, la grandeza del hecho trasciende toda conjetura y lo sitúa en el tiempo: fue, aconteció, ocurrió.

4 El descubrimiento de América superdesarrolló el imperialismo español convirtiéndole en una hegemonía mundial absoluta.

5 La gran baza del imperialismo español la tuvo en el descubrimiento de América en el que se apoyó para fortalecerse y justificarse en su ideario.

6 Vale más lo que se perdió que lo que se hizo.

7 La conquista de América, con todas las demás, mani­fiesta la fuerza inconteniblemente expansiva del ideario imperial.

8 América ha sido el gran argumento, la razón justificadora y justificativa del imperialismo español.

9 Colón iba con la idea de descubrir nuevas tierras, que iba a conquistar e iba a colonizar para su mejor aprovechamiento.

10 Descubrimiento, conquista, colonización y evangelización, aunque son aspectos distintos, en este caso, están unidos por salir del mismo tronco, como las ramas de un árbol, que se sembró en las Capitulaciones de Santa Fe, entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón.

11 En España, en 1908, la Virgen del Pilar recibe el ho­menaje del regalo de las banderas americanas y en 1918 se celebra el Día de la Raza o Día de la Hispani­dad, reconociendo a esta imagen como Patrona de esta festividad.

Autopistas políticas

1 En España se hicieron autopistas políticas que venían de Asturias a León y de León a Valladolid, y desde aquí salían cuatro ramales: uno a Burgos, otro a Toledo, otro a Sevilla y otro a Madrid; como principales.

2 Por las autopistas del poder sólo pasa poder y no otra cosa. El poder no tiene asfalto, pero ocupa un espacio geográfico.

Bandera imperial

1 En la bandera imperial se ha utilizado el rojo castella­no y el morado leonés.

2 El imperio usó en su simbología los dos colores, tanto el rojo como el morado, y aunque el rojo ha predominado, el suyo propio es el morado.

3 Hoy en día existiendo los dos colores: morado y car­mesí, representan los mismos conceptos que antigua­mente: El carmesí es de la Castilla condal y el morado imperial es en el que caben leoneses, castellanos y toledanos. «Ancha es Castilla».

Castilla» imperial

1 El imperialismo español ha escondido sus complejos íntimos bajo el vocablo "castilla".Cultura española.

"¡que daño ha hecho la grandilocuente superficialidad de Mar­celino Menéndez y Pelayo, mozo, el de los alegatos catalógicos -de catálogo- de La ciencia española, el sectario de Los heterodoxos españoles, el forjador de la leyenda blanca. "

(Miguel de Unamuno, tomado de la obra "Menéndez y Pe­layo y Las Dos Españas", de Guillermo de Torre [1943]).

1 Las culturas oficiales han actuado con excesivo rigor, no exento de cierta vehemencia dogmática, llevándose de la cultura popular aspectos valiosos que han caído en el más lamentable olvido, pero su memoria tendrá que recuperarse en el tiempo, cuando se reequilibre la caducidad de ciertas formas.

2 En la cultura española no ha habido ni remotamente un conato de espíritu de diálogo, de concordia y de respeto.

3 La cultura española va tomando ahora una mayor am­plitud, pero no acaba de levantar el vuelo.

4 Una parte predominante de nuestra literatura ha esta­do hechizada con el imperio y como consecuencia de este «ambiente amoroso» ha nacido una literatura específica de este signo.

5 La cultura imperial no tiene alas para volar, se las ha quitado el poder.

6 La más grande equivocación que ha tenido la cultural imperial española ha sido loarse de ser imperial, atacar con desagradable interés todo tipo de ideas que no fueran en pro de esa conveniencia y considerarse tocados de un rayo de luz divinal.

7 Si la cultura democrática española descubriese a través de un análisis científico el rostro del imperio y supiese poner al descubierto, en esquemas asequibles, el comportamiento de este fenómeno social, de seguro que este echo sanaría de inmediato, pues el imperialismo no tiene capacidad para regenerarse a sí mismo, por lo menos hasta ahora así ha ocurrido, y necesita de esta fuerza reflexiva, de estas razones, pero no aquellas otras que se le opusieron, que en vez de curarle le excitaban más.

8 Hay una diferencia notable entre lengua castellana y literatura española. Mientras la lengua ha sido formada por el pueblo castellano, la literatura española, en cuanto a la forma y a su contenido, es el fruto del poder imperial que ha gobernado este país durante siglos Son dos concepciones distintas de la vida. Porque la lengua de Castilla nace en un territorio de libertad en tanto que la literatura, española, se ha desarrollado en un territorio mentalizado imperialmente.

Escudos de España

1 España tiene dos escudos: el imperial y el escudo de España. El imperial es el escudo cuartelado de castillos y leones y el no imperial es el conjunto de emblemas representando su territorio. Ambos se han utilizado si bien el imperial ha sido el que ha desempeñado el pro­tagonismo principal.

2 El escudo de «Castilla y León» ha sido el escudo imperial de España, que ha desempeñado la función de ser un escudo comodín, que se ha ido adaptando a los avatares históricos. Así, este escudo, que empezó represen­tando a cinco regiones o nacionalidades fue incrementándose en número de regiones hasta que alcanzó la representación de todas. Después continuó representando no sólo a España, sino también todos los territorios que fue incrementando la "Corona de Castilla"; por eso este símbolo aparece por todas las partes de la geografía mundial.
España

1 En España, en los siglos XIX y XX, se vivieron las ideas políticas y religiosas con obsesiva manifestación hostil.

2 La historia de España ha estado invadida di una nube de violencia.

3 Si la envidia la sustituimos por la admiración y el miedo por el valor de la libertad estamos ya en la modernidad y España es otra.

4 A la historia de España le sobra bravura y le falta cordura.

5 En nuestra historia, el mayor grado de violencia ha jus­tificado el mayor grado de grandeza.

6 La envidia activa fue la cualidad que condujo, durante siglos de imperialismo la política de España, expresando su fuero interno en una violencia que no cejó ni un solo momento.

7 La última guerra civil española fue una contienda de fondo rabiosamente antirregionalista.

8 Aunque España está constituida en regiones no es aún un país propiamente regionalista.

9 Cuando los leoneses digan que son leoneses y los cas­tellanos puedan ser castellanos y los toledanos se proclamen toledanos ese día empezará a ser España un país territorialmente regionalista porque todavía no lo es.

10 De un vicio o de un error no puede alcanzarse una virtud. Aunque nos obsesionemos en lograrlo no lo podremos conseguir. Este puede ser un punto de par­tida para la historia de España y una postura de humildad para con la verdad histórica.

11 En el devenir histórico de las naciones, las locuras po­líticas se han expresado por medio de las ideologías.

12 El castellano no ha anulado las nacionalidades. Estas están vivas, aún hablando la misma lengua. Cada una tiene sus peculiares diferencias lingüísticas, y cuando en algún caso, las barreras del lenguaje parecen superadas, nos encontramos con las barreras temperamentales que permanecen aún.

13 La envidia ha sido el gran problema político nacional.

14 Uno de los grandes privilegios que pueden ofrecer tanto el País Vasco como Cataluña es el haber sido denostados, como separatistas y antiespañoles, por haber defendido su independencia frente a un Estado imperialmente centralista. Hecho que evidencia que estas regiones sirvieron de contrapeso para que la política del país no se hiciera ingobernable.

España, patria de todos

1 El nombre de nuestra patria es España.

2 Querer imponer una ideología, en nombre de España, ha sido la tentación totalitaria que hemos vivido durante años.

3 No hay que alardear con el nombre de España dicien­do veladamente que eres más español que nadie, ni que la quieres más que otros, que la defiendes mejor que los demás o que sabrías luchar por ella frente a los que la llevan a la ruina.

4 Las ideologías nos pueden desunir o distancian Eso no tiene mayor importancia si no se destruye la conviven­cia entre nosotros.

5 Si te dices que quieres trabajar por España, que sea un amor desprendido sin exigencias o imposiciones.

6 Hay que crear en torno al nombre de España un clima de respeto en el que todos se sientan a gusto.

7 España es un nombre que tiene dos modos o formas de decirse España o las Españas. Como singular o como plural. De decide de una manera a decide de otra marca la diferencia, señalándome más el concepto de unidad o el sentido de diversidad o de grupo. España a un espacio grande y necesita pluralizar para expresar la realidad que contiene Ambas expresiones son legítimas y debieran conjugarse en nuestra cultura y ser de uso común.
La voz las Españas responde a una necesidad. La existencia del término no es casual. Forma parte de la tradición política española.
Las Españas ha ido pronunciada en boca de Reyes, ha sido escrito en el ámbito de algunas constituciones españolas, y usada como expresión patriótica y religiosa en grandes acontecimientos nacionales. Su antigüedad se remonta a los orígenes de la formación de Las Españas y su uso más o menos restringido ha pervivido durante siglos.
Ambos vocablos pueden enriquecerse y equilibrarse mutuamente dando a la convivencia nacional la posibilidad de poner a todos de acuerdo.
Cabe decir, en España los españoles saben amar las Españas y las Españas saben cuidar de España. España o las Españas, tanto monta, tanto da.

Folklore

1 Es relativamente fácil demostrar que todo el folklore español es una unidad indiferenciada que justifica a España como símbolo de ella, con sólo tomar los ejemplos folklóricos de las culturas fronterizas, donde los caracteres propios están menos personalizados y más desfigurados.
Y al contrario es posible demostrar que el folklore de España es plural y diverso con sólo utilizar los caracteres folklóricos más genuinos de cada cultura dando a entender que España es una pluralidad de pueblos en su ser interno, que debería comprenderse y respetarse para bien de todos.

Ideología imperial

1 La ideología imperial integrista ha tenido un dinamis­mo interno potente, una política audaz, para lo que era su ideología, y ha velado como guardian prudente y soldado valeroso todos sus ideales queriendo convertirlos en eternos.

2 Los historiadores imperiales han tratado de convencernos que nada más existía un camino en la historia, el suyo, y que fuera de él venia el caos.

3 El imperialismo carece del suficiente humor para empezar a entender y sentir mejor la libertad.

4 Ningún imperio es igual a otro aunque todos sean parecidos.

5 La esencia de los español y de España lo vertebraron celosamente en el ideario imperial, guardando en esta imagen los atributos políticos más excelsos y dando las licencias más convenientes para que se preservara su memoria futura.

6 El imperialismo siempre ha pretendido ser un monopolio ideológico.

7 El imperialismo tiene internamente una debilidad al que­rer hacer vida 'y hacer historia sobre el poder, mediatizando la libertad.

8 El imperialismo no es caso único de España, porque su filosofía está extendida por todo el mundo, aunque cada nación tiene el encuadre de su talante peculiar.

9 El imperialismo tiene, en otros lugares, otros nombres y otros símbolos, esto es, es pluralista en la manifestación de su identidad.

10 El imperialismo es una fuerza espiritual tan vieja como la historia del hombre, que toma su asiento en una filosofía y que se mueve como una sociedad secreta.

11 La asignatura pendiente de la historia de España está en llegar a conocer mejor las raíces, bastante inéditas, del imperialismo.

12 Lo imperial se ha manifestado como un gran poder in­ductor.

13 ¡Castilla! ¡Castilla! Es la voz salvadora de España, fermento de la ideología imperial.

14 El imperialismo no es ningún fantasma como para no poderle conocer en sus detalles más íntimos, referidos a aquellos aspectos más internos que descorran el velo de su intimidad.

15 El orden imperial no cura nada, sofoca momentánea­mente, paraliza la vida. Es como un estado de aletargamiento que si se tiene más de la cuenta produce desórdenes orgánicos.

16 El argumento dialéctico del imperio ha sido la fuerza.

17 Existe una gama de imperialismos más o menos puros que satisfacen todas las circunstancias humanas.

18 El imperialismo es un monólogo desde arriba y el se­paratismo es un monólogo desde abajo.

19 La libertad agrede fuertemente al sentimiento político imperial, pero éste en vez de sentirse herido y convulsionado interiormente viviendo esa contradicción que le podría abrir el horizonte de su propia frustración, tira por el camino expresivo de su propio fanatismo y empieza a luchar en contra de ella reduciéndola a su mínima expresión. De esta manera el imperialismo se enquista y, aunque se acople a los cambios en ciertas formas, permanece inalterable en su filosofía y en su concepción.

20 El santuario de la ideología imperial presenta, en su dinámica, una fuerte coherencia interna, disponiendo de una operatividad resolutiva, que aún no ha sido sus­tanciada en esquemas elementales de comprensión.

21 las palabras del imperialismo, han tenido fuerza velando su discurso con trozos de verdad servidos para sus fines, que una mente afín pudo confirmar en si y acrecentarlos.

22 El negro es un color absoluto que está relacionado con el imperio.

23 Todas las corrientes internas del imperialismo están impregnadas en el factor miedo, ya sea el campo que miréis, nada absolutamente escapa a este principio que inunda todo el cuerpo visible e invisible del imperio y que es trasunto de un miedo psíquico profundo.

24 A partir de Fernando III, «El Santo», nace un ente po­lítico en el que se empezó a prodigar el nombre de Castilla con una línea política cada vez más fuertemente imperial.

Imperialismo

1 ¿Cuál ha sido la ciencia más intervenida por el poder imperial? Sin lugar a dudas la historia.

2 Los estudios de las ciencias humanas y sociales han es­tado embotados en España a causa de la política, dándose muchas veces como muestra el valor opuesto de la realidad.

3 El orgullo imperial.

4 ¿Hay dos cosas más opuestas que la masonería y el imperialismo? Se parecen tanto como se desparecen y en la vida uno y otro están cerca y a la vez tan lejos de entenderse.

5 El imperialismo ha consumido un tiempo alejado de la vida.

6 El imperialismo es un sistema político que vive sumido en una selva de miedos.

7 El Estado español no era castellano y cuanto más lo decía menos lo era.

8 El lirismo de nuestra política imperial está metido en nuestra literatura a lo largo y ancho de siglos de exis­tencia que la ha empapado; y si observan los manuales de Historia de España verán cómo ésta ha sido la parcela más castigada por su influencia, tanto en su método como en su estilo y contenido, y del mismo modo han estado sujetas a este arbitraje las demás ciencias sociales en las diferentes ramas del saber, y.. ¡hasta el cine! en medio de su modernidad, no se ha librado de los efectos de este virus, empobrecedor de proyectos.

9 Sin la presencia de lo religioso el imperialismo español no hubiera significado gran cosa, y lo religioso, a su vez, sin este protagonismo no se habría movido de la ma­nera que lo hizo.

10 La imagen política que el Estado Imperial ha venido transmitiendo respecto de las Dos Castillas es de tal envergadura y afecta a una naturaleza cultural tan densa que se necesitará de tiempo para esclarecer una mayoría de los gestos políticos cuya distorsión está viciada de origen y cuyo significado no es realmente el que se ofrece a primera vista, porque detrás de las apariencias está la realidad.

11 «La Farsa de Ávila», protagonizada por un grupo de nobles que se levantaron en Ávila en protesta contra Enrique IV, es una muestra de cómo la geografía caste­llana ha servido, para relanzar gestos políticos, en los que la Castilla gentil apenas nada tema que ver o en los que ha protagonistas, como en este caso, no era ninguno castellano. ¿Por qué eligieron hacerlo en Castilla fuera de sus reinos? ¿Por qué Castilla, su suelo y su nombre ha servido tantas veces de señuelo para difun­dir una idea que internamente no le pertenecía?

12 Los imperialistas han creído ser los mejores españoles y estaban convencidos que para ser español había que ser como ellos.

13 Asimilar León a Castilla o Castilla a León ha sido una de las principales pretensiones de la política imperial.

14 El imperialismo es una carencia de perspectiva, con respecto a un estado evolutivo.

1 5 El usar la lengua y el nombre de Castilla no es razón suficiente para sentirse castellano, renunciando a sentirse de su región.

16 Un día le preguntaron al célebre Rodríguez Español, cuál había sido el mito más grande de nuestra historia; y sin dudarlo contestó: Castilla.

17 El imperialismo político ha estado siempre respaldado de un defensor vehemente: la cultura imperial española, que ha sido copiosa, porque ha tenido en sus manos abundancia de medios económicos.

18 La lengua castellana ha servido como vehículo unifica­dor del imperio y el folklore andaluz como imagen estereotipada de la españolidad.

19 La idea imperial está dispuesta a dejar o tomar cual­quier nombre que sea digno de ella.

2 0 Al imperialismo no le cabe en la cabeza el concepto de libertad.

21 El imperio produjo una política imperial, una cultura imperial, un orden imperial, un colonialismo imperial, una sociedad imperial, una mitología imperial y en cier­ta manera una religión imperial.

2 2 El imperialismo ha estado lleno de ideas y en ese fin hubo ríos de generosidad y esfuerzos titánicos a unos niveles abrumadores.

23 Antes de que apareciera la «Anticastilla» ya existía ésta misma realidad con otro nombre, fuera del territorio castellano.

24 En derechos fue el Imperio a por las Españas; prime­ro cayó Castilla y con Castilla fue desgastándose un símbolo real de libertad federativa, extendiéndose las raíces de este pulpo político a los demás pueblos, que en el tiempo de una acción progresiva e inexorable fue debilitándoles en aquello que les pertenecía.

25 Está a destiempo de la realidad de los pueblos, el impe­rialismo, pero es una idea que ha sabido imponerse conservar ese privilegio durante dilatados períodos de tiempo, galopando sobre el corcel del poder y por encima de todo tipo de miramientos y derechos.

26 La pedagogía del miedo ha sido el brazo ejecutivo del imperialismo.

27 La masonería y el imperialismo son dos posturas radi­calmente opuestas: los imperiales no aceptan a los masones y los masones no aceptan a los imperiales: tal para cual.

28 Cuando el imperio elige hombres castellanos sabe per­fectamente quiénes son y sabe que éstos están dispuestos a servir la supremacía de los ideales del poder so&bre todo tipo de razones e intereses locales y regionales.

29 El imperialismo tiene un foco de irradiación que ocu­pa un espacio geográfico, el cual tiene capacidad para influenciar al resto del territorio.

30 Mandar con imperio es hacerlo con imposición o despotismo, sin tener en cuenta más que las ideas de uno, que tratará de imponerlas a los demás, por todos los medios.

31 El principal enemigo del imperio ha sido la libertad y uso su esfuerzo político se ha concentrado en disminuirla.

32 El miedo que no le cabe dentro al imperialismo, es la libertad.

33 La máscara del imperio ha sido Castilla. Tras ella se esconde un mundo político.

34 El imperio vivió con tal intensidad si deseo que pudo parecer locura a quienes no fueron de esta línea de hacer historia.

35 Con la debilidad de Castilla, el imperio hizo su máscara, una máscara llena de astucia política.

3 6 Castilla ha servido para camuflar el complejo imperial.

37 La máscara del imperio se hizo con el nombre de Castilla, con su historia y su cultura y para que ocultara mejor el rostro fue necesario llevar a cabo una manipulación inteligente desde el poder, que no ha tenido dejación en siglos de historia.

38 A Castilla la hicieron la cirugía política dotándola de una debilidad interna, la suficiente para que pudiera convertirse en máscara, de tal manera que la máscara con el tiempo se hizo a quien la llevaba y el engaño de su confección sirvió para consolidar la mitificación del mito.

Literatura

1 La literatura española, por lo general, adolece de un excesivo formalismo, que tiene su origen en causas políticas evidentes, que exigían pagar ese tributo con menoscabo de su riqueza creadora.

2 La «Generación del 98» pudo haber sido puente, pero no lo fue.

3 El conocimiento de la mentalidad política es un valor cualitativo y cuantitativo imprescindible para poder valorar la actividad intelectual del escritor.

4 La literatura no puede caminar muy lejos mientras la historia siga parada sin aclarar en profundidad ese dualismo de las dos Españas, una luz fundamental para la cultura.

5 La romanización ha sido cantada por poetas, escritores, y pensadores en páginas que un día perderán el brillo de su contenido.

6 Se ha presentado el imperialismo en la cultura como algo inmaculado, incluso en sus más destacados defectos.

Morado y negro

1 Los grises tamizan luz violeta.

2 Los grises en el amanecer rompen la oscuridad de la noche y entre ellos se presencian los morados, que irán dando paso a los anaranjados y amarillos a medida que se incrementa el torno de luz diurna.

3 En el crepúsculo, en el paso de la luz a la oscuridad, reaparecen los grises en el horizonte y en la bóveda celeste y pierden los amarillos por momentos su vigor, al tiempo que los moratines hacen presencia con sus tonos suaves, ya en la agonía del día.

4 Durante el día pueden aparecer nubes grises, en días de cambio nublado, en que los morados, por eso de ser inseparables, darán tonos violáceos sobre el paisaje terrestre o aéreo, en una cuantía de variada cadencia, y cuya permanencia dependerá de la calidad de los tonos grises y de la luz solar.

5 Los grises están en la inmediatez de los negros.

6 El morado es compañero fiel de los grises, en su trán­sito hacia la negritud, que tiende a absorber todos los colores y a sumirlos en su hegemonía, un tiempo en que la luz tenderá a romper en pedazos su obra y disipará sus esfuerzas.

7 El morado es el color expresivo de los grises hacia los negros y de éstos hacia os blancos.

8 El color que más compensa el negro es el morado, el que más dialoga y el que más significado le da.

9 Dice el blanco: del negro nada más lo necesario.

10 El negro es compacto, fuerte, rígido, oscuro, poderoso y dominante.

11 El negro es la luz que mancha todos los colores.

12 El reino de la oscuridad, es el negro, el de la claridad, el blanco.

13 El blanco y el negro, en la política, aunque no se tie­nen aprecio se necesitan y están hechos el uno para el otro.

14 Si el negro aprende a ser negro y el blanco blanco, pueden llegarse a entender perfectamente.

15 El rostro de la oscuridad es impenetrable.

16 El morado es la luz natural del negro. Con este color el negro recibe fuerza mientras que el morado encierra el misterio de su oscuridad,

17 El morado es el embajador del negro.

18 Hay un azul que es antesala del negro como hay un morado preludio del azul, y un blanco al fondo que actúa de foco dando entre ellos una sinfonía de tonos cromáticos.

19 El negro y el morado pueden establecer un diálogo de proporciones inusitadas en presencia del blanco y del azul.

20 El morado necesita luz para sensualizar su atractivo y marcar el señorío de su presencia.

21 El negro da poder, el blanco libertad.

22 El negro es un color como cualquier otro que tiene su categoría de contenido y de expresión.

23 El negro impone el reino de su presencia y cuando deja brillar a otros colores lo hace a costa del poder de su compañía.

24 En política el negro y el blanco han sido hostiles enemigos,propugnadores de dos formas de entender la vida.

25 En política la verdad era o blanco o negro y como la verdad no tiene aparente color, era de ver cómo creían tener el blanco e iban vestidos de negro, o los unos o los otros, porque la verdad, si la tomas para ti solo, se te escapa.

26 Hay colores en la vida y en la política que se expresan por carencias, y no son lo que creemos ver.

27 No es un hecho fortuito que en la España imperial se uniera políticamente de moda el color negro y que haya nacido la expresión de la «España negra».

28 El negro no puede ser un color revolucionario. Pretenderlo es dar paso a una fuerza coactiva que lo haga posible.

29 El violeta es el color regionalista del negro.

30 En medio de transparencias violetas fluye la señorial sonrisa, que se complace en su profunda mirada.

31 Las tres últimas notas de la sinfonía colorista del día son: la violeta, la gris y la negra.

Revolución

1 El imperialismo ha sido una verdadera revolución que ha perdurado durante siglos, viviendo los avatares de todos los cambios, dejando testimonio de su hacer.

2 El imperialismo es la revolución de las revoluciones, por el tiempo y, el tenaz combate ideológico a que ha tenido sometido a la sociedad.

3 En España hemos tenido una gran revolución imperial, que ha sido el marco general de nuestra historia, que tuvo vanas etapas de formación y desarrollo, y dentro de ella se han dado muchas revoluciones menores de carácter temporal e intermediarias, cada una con su matiz, con sus hombres, en su tiempo, con sus preocupaciones y lugares diversos, etc., pero de cualquier forma todas ellas llevaban la marca del sello real del orgullo imperial, algo que nos ha sido legado hasta nues­tros días y que estamos aprendiendo a comprender y a superar a duras penas.

La Castilla gentil (Isidoro Tejero Cobos. Pensamientos sobre la vida. Segovia 1993)

LA CASTILLA GENTIL

Pensamientos sobre la vida: buscando la libertad interior (pag 213-225)

por Isidoro Tejero Cobos

Segovia 1993.

Acoso

1 Para que la Castilla gentil se sometiera a la férula cen­tralista fue necesario desde el poder, el uso continuado de la fuerza, el halago político, con criterio imperial, dirigido a la Cabeza (Burgos) y a su pueblo, y la mani­pulación de su cultura de forma indiscriminada.

2 En el cielo de España está apagada la estrella de Casti­lla. ¡Vais solos y no sentís su ausencia!

3 Construir España sobre el desamparo de la Castilla cel­tibérica parece a «estas alturas» algo innecesario, además de peligroso, porque así no se hace España.

Bandera

1 El color histórico de la bandera de Castilla es el rojo carmesí. Su identidad se guarda en millares de docu­mentos antiguos de todas las épocas.

2 Causa espanto y promueve risa ver el enorme esfuerzo político y cultural en borrar el rojo carmesí de la ban­dera de Castilla y sustituirle por el morado imperial.

3 A los castellanos nos quieren vestir de nazarenos.

Burgos

1 Burgos ha ido la provincia de Castilla y de España más halagada por el poder político. Como se sabe el poder no da halagos gratuitamente. Si quien lo hace y quien lo dice es el poder imperial a buen seguro que en ello van intenciones imperiales. Averígüense cuáles han ido.

2 Cuando Reyes y Gobernantes vienen a Burgos, a la ca­beza de Castilla, lo hacen para crear una imagen políti­ca y reforzar la idea imperial de que Burgos es Cabeza de Castilla (del Estado) y que en ese sentido los caste­llanos deben estar «orgullosos» de esta pertenencia.
3 Burgos es cabeza descabezada.

4 Burgos ha pretendido ser quemada en el fuego de la vanidad política, que nada da y todo quita, más esta ciudad castellana tendrá un amanecer radiante y lumi­noso como en sus mejores tiempos.
(El incendio del sentimiento de la vanidad, el imperio, en general, le cultivaba, pero a los castellanos nos ha llovido mas cerca).

5 Al principio Burgos se llamaba Burgos pero después lle­gó un tiempo en que empezaron a llamarla Burgos- ­Burgos y con el tiempo se envaneció de esta dignidad que ella sola tenía, y así, de este modo tan sencillo, ol­vidó, Burgos el nombre original de su estirpe.

6 Burgos y Castilla son dos nombres que expresan una doble significación como capital y como territorio de una o de todas las nacionalidades del Estado.

7 Burgos era ya «Cabeza de Castilla» cuando el rey Al­fonso X «El Sabio» se le ocurrió la conveniencia di con­ceder a Burgos un título más: el de ser «Cabeza de Cas­tilla» Real, es decir, del Estado. (Entonces eran cinco regiones).
De esta manera Burgos tuvo dos cabezas: la suya, de su cuerpo, y la cabeza del Estado Castilla, que por esos años empezó a llamarse de ese modo. ¿Qué hacer con dos cabezas? Si hay una sola cabeza y un solo cuerpo, hay una sola responsabilidad, pero sí hay dos cabezas y dos cuerpos hay dos responsabilidades. Si estas Casti­llas tienen ideales contrapuestos y además una es más poderosa que otra, al final parece comprenderse que triunfe el Imperio frente a la libertad.

8 Burgos fue forzada a ser «Cabeza de Castilla» del Esta­do. Titulo de gracia que le concedió la Monarquía Real, esto el Imperio. Decimos que fue forzada por la apli­cación consecuente que de este título se hizo.
Burgos no supo ni ha sabido nunca ser «Cabeza de Cas­tilla» Imperial, pero ha tenido que llevar ese Sambeni­to a cuestas, porque la máscara del Imperio tenía que llevarla alguien y estaba destinado que fuera Burgos al frente de su Castilla gentil. El juego político y cultural se hizo sobre esta estratagema que carece, por supues­to, de validez real. Hubo un balet político figurativo que siempre estuvo presente en la vida nacional.

9 Tal y como ha rodado la historia, Burgos no pudo ha­cer más ni podía ser tampoco menos. Fue una circuns­tancia que ha sido aprovechada por el Imperio hasta sus últimos momentos. La imagen de Burgos «Cabeza de Castilla» se ha trabajado políticamente durante todo el siglo XX.
Otra cosa es saber qué significa para Burgos y Castilla lo logrado en relación con lo perdido. Que mirado cua­litativa y cuantitativamente, se puede decir que lo lo­grado ha sido inferior en relación a lo perdido.

10 Hay una pregunta obligada que conviene hacer sobre el escudo de Burgos: ¿es el de la Castilla gentil o es el de la Castilla imperial? ¿o es de ambas? No vamos a hablar sin conocer detalles de su historiografía. En el caso de Burgos se complica al tener esta capital una du­plicidad de nombres, de cabezas y de significados. Aun­que el nombre y el escudo es el mismo sin embargo el significado es diferente.
Por tanto conviene aclarar cuándo se dibujó y bajo que acuerdos. Entonces, ¿qué representaba ese símbolo? Para a la vista de esos datos saber si pertenece a una u otra Castilla. Y, en su caso, tomar el acuerdo de redefinir nuestro escudo con arreglo a nuestra más genuina tra­dición histórica.

Castellanos

1 Ha habido castellanos que han servido los intereses im­periales con criterios imperiales; ha habido otros que han servido los intereses imperiales con criterios caste­llanos, y los hay que han hecho a los dos frentes.

2 A los pueblos les puede pasar lo que a -los israelitas en Egipto, acostumbrarse a la esclavitud política como una forma de vida.

3 Los castellanos sufren de ingenuidad política, mal que les viene de su propia carencia.

4 No se puede ser castellano, en el sentido profundo de la palabra, si no se siente y se ama la libertad, no sólo la propia sino también la de los demás.

Castillas y Españas

1 Hay dos colores,
y dos Castillas;
hay dos escudos,
y dos Españas.

Dos Castillas

1 Hay una Castilla
que es España, la otra es
la Castilla gentil.

¿Sabéis dónde está,
qué provincias la forman?
;Sabéis cuál es su escudo
y cuál el color de su bandera?

De Norte a Sur, va desde el Cantábrico
hasta la provincia de Toledo,
y, de Este a Oeste, desde Aragón a León.

Cantabria, La Rioja, Burgos,
Soria, Segovia, Ávila,
Madrid, Guadalajara y Cuenca,
son sus provincias y territorios regionales.

Su escudo es un castillo de oro
sobre un fondo rojo,
con ventanas cubiertas de azul celeste.

Y el color de su bandera
es el rojo carmesí.

Este es la patria de los castellanos.
Todos fueron siempre convocados
a trabajar liberalmente por ella.

Castilla Condal y Castilla Gentil


1 Castilla sólo ha podido ser Castilla dentro de Castilla y ésto a costa de no pocos sacrificios. Fuera de su recin­to territorial no ha estado Castilla presente como na­ción en ningún otro reino de España. Ni en Toledo, ni en Extremadura, ni en Andalucía, ni en Murcia. Ha ha­bido presencia de castellanos en estos remos participan­do en batallas y asistiendo incluso al proceso repobla­dor, pero Castilla como tal, la Castilla originaria de Fernán González, no ha estado como poder castellano en ningún reino de España. Aunque aparece su nom­bre duplicado, este segundo nombre no es la Castilla del conde Fernán González, sino la Corona de Castilla (Estado suprarregional) que después se llamaría España.
Esta segunda Castilla que es imperial y no foral, es la que forjó a Toledo, Andalucía y Murcia dotándolas de unas estructuras que se correspondían con su ideología.

2 La Castilla del fuero de Brañosera a una farnilia y como tal tiene sus hijos naturales, hijos que fueron paridos por Castilla y que ella les reconoce y sabe los que son. Pero aparte de estos hijos castellanos Castilla cuenta con hijastros políticos adoptivos, de fuerza mayor, que vie­nen empujados a ser por un poder imperial, que re­presenta para ella la contrariedad.

3 La libertad ha sido el gran amor de Castilla y de los castellanos.

4 Algún día podrá utilizarse con propiedad el nombre de Castilla en su doble versión: imperial y gentil, sin que nadie se afecte por ello.

5 Castilla es el nombre que se ha usado y se sigue usan­do con más impropiedad en la cultura española.

6 Creo que ha faltado el que la Castilla de Laín Calvo juegue su propia baza en beneficio de sí y de España, que también la conviene.

7 Castilla es la última colonia del imperio, la más casti­gada y la más servil.

8 Castilla está atada a León y a Toledo bajo la tutela del Estado.

9 Si España conociera lo que en realidad es la Castilla gen­til ésta se pondría de moda.

10 La Castilla ancha no es la Castilla estrecha.
La Castilla estrecha es la que no es ancha. Es la Casti­lla gentil y la Castilla condal.

11 Castilla ancha: el imperio, la corona de Castilla, España.
Castilla estrecha: Castilla condal y gentil: foral, comu­nera, popular y democrática.

12 La unidad política de León y Castilla fue el pretexto legal para meterse el imperialismo con Castilla, atacando sus instituciones políticas, que representaban intereses opuestos.

13 Castilla está poblada de montañas. La región más po­blada de montañas en Castilla es Cantabria.
14 Cantabria está sembrada de montañas.

15 En la Castilla gentil no todo era libertad, también ha­bía centralismo controlado y fecundo.

16 La cabeza y el cuerpo de Castilla estaba en Cantabria. El que se diga que Burgos es Cabeza de Castilla es ver­dad rotundamente pero no deja de ser un aspecto po­lítico evolutivo de la realidad profunda de la Castilla Condal.

17 Para los castellanos, con la unidad política monárquica nació la Anticastilla, iniciándose, paulatinamente, un proceso inexorable de despersonalización política, que tuvo como contrapartida una cruda e impotente rebel­día castellana.

18 La tradición la cultura y la historia del pueblo caste­llano no es imperialista lo que no quita que en su te­rritorio hayan ocurrido hechos imperiales promovidos por el poder.

19 ¿Cabe hablar de Castilla dentro de Castilla? Desde luego caber cabe pero tan menos como lo más menos.

20 La sierra daba un tipo de castellano más sencillo que el llano.

2 1 Nos han alimentado con mitos y conceptos imperia­les; pero tenemos que empezar a pensar por nuestra cuenta.

22 La Castilla de las comunidades ha sido carne de presa y aún no la han soltado de la boca.

23 Castilla ha sido buena herencia para el imperialismo.

24 ¿Hasta cuándo tenemos que estar los castellanos some­tidos al vicio molde imperial?

25 El problema político número uno de Castilla es lograr la unión política de su territorio y en torno a esta idea-­fuerza reordenar todos los esfuerzos individuales y cor­porativos.

26 La gran deuda que tienen todas las regiones de España con Castilla y especialmente León y Toledo (La Man­cha) es exonerar a ésta del permanente estado de culpabilidad generado en la cultura española, que hace res­ponsable del imperialismo integrista siendo como ha sido su víctima más notoria.

27 Pedimos «una oportunidad» para la Castilla montaño­sa, que se le conceda de manera parecida a como ha estado de moda, durante siglos, la Anticastilla, aunque en este caso por menos tiempo, para darnos a conocer ante los demás pueblos de España. Seguro que es un éxito porque hay mucho que aprender de esta Castilla que de tanto pronunciarla se ignora lo que es.

28 El desamparo a que las demás regiones tienen a Casti­lla acostumbrada no tiene parangón en la cultura espa­ñola porque aparte de no darse cuenta del problema siguen utilizando los tópicos y los argumentos impe­riales como si fuesen verdad.

29 El día que los castellanos empiecen a respirar política­mente libres no habrá fuerza posible que se oponga a este anhelo.

3o Leoneses y Toledanos dicen ser castellanos pero los cas­tellanos dicen no ser tales porque tienen ya otra caste­llanía propia, mejor y distinta de aquella.

31 Después de tantos años de manipulación y dependen­cia de la Castilla condal con respecto de Castilla-España (Estado) no parece medianamente adecuado acceder to­dos los pueblos de España a su autonomía y dejar a Castilla rota y dividida, entre León y Toledo (La Man­cha), en la estacada.

32 La unidad política con león supuso para Castilla la rup­tura de su trayectoria política.

33 A los castellanos nos han hecho comulgar con ruedas de molino.
34 Una de las primeras tareas que tienen todos los espa­ñoles es liberar a la Castilla de los buenos fueros de la esclavitud del imperio. Liberándola de ideas y mi­tos, haciendo que la política sea justa, todos evolucio­naremos algo en ese sentido.

3s Hasta ahora ha sido relativamente fácil conducir a Cas­tilla por el camino de la esclavitud política.

36 De este pueblo no ha salido ningún hierro en contra de nadie. Los castellanos no hemos hecho otra cosa que ser ocupados por una idea imperial que nos ha dado muchos quebraderos de cabeza.

37 Mientras los leoneses sigan llamándose castellanos, es­tamos perdidos.

3 8 A lo largo de la historia las relaciones políticas de León y Castilla no han podido ser menos afortunadas, mi­radas desde el lado de nuestro regionalismo, por ha­berse basado en razones de prepotencia, de tal manera que el diálogo entre estos dos pueblos está por hacer.

39 La idea imperial no es castellana ni en su origen ni en su desarrollo. Otra cosa es que la Cultura Imperial Es­pañola por «razones políticas» haya tratado de descar­gar «este honor» en nosotros, los castellanos. Honor que estamos esperando ser relegados porque no acep­taremos nunca mitos imperiales sobre nuestra dignidad.

40 Sí el cuerpo y sus órganos representan el nombre de España, el espíritu, de una de las ideas dominadoras de esta entidad, lo representa «Castilla-Estado», la An­ticastilla y su imperialismo, que ha sido durante siglos el germen y después el espíritu del Estado Español. Lo cual no tiene absolutamente nada que ver con la Cas­tilla condal o gentil, aunque en este proceso haya sido víctima de una prolongada e intensa manipulación cultural.

41 Queremos que los tentáculos del imperialismo dejen libre a la Castilla de Laín Calvo saliendo de este falso maridaje.

42 Castilla fue un territorio de libertad y de cultura.

43 Laos castellanos no queremos más honores que los que sean nuestros.

44 Castilla no puede ser Castilla porque la otra Castilla
no la deja ser.

45 Castilla políticamente vive infantilizada, tal es la situa­ción a que se puede llegar regresivamente tras una in­tervención de cirugía política.

46 Pobre Castilla
pena me das
andando el tiempo
contra ti va.

47 Castilla era y es un signo de libertad.

48 En la Castilla gentil funcionaban unas ideas que eran mágicas, interpretadas de una manera que habría que volver a ellas, en medio de la modernidad.

49 La Castilla de la lengua castellana está invadida y ade­más cercada.

5 0 Hubo una época en Castilla en que brillaba como nunca la libertad y el hombre se sentía menos egoísta, no fal­tando instituciones comunitarias que eran los más fir­mes cimientos de su solidaridad y conservación.

5 1 Cuando los castellanos se vuelvan castellanos y digan ¡basta! se abrá acabado el juego de la confusión.

52 Por vivir junto a Castilla
no se es castellano;
tampoco
por decir que eres castellano;
castellano se es
por serlo.

53 El gran problema que tienen los castellanos es que no se les acepta como pueblo; han de ser esclavos de todos fraccionándose su territorio según conve­niencias.

54 Ser castellano es una manera de SER.

55 Que el Imperialismo español haya sido injusto con Cas­tilla, es un hecho. Pero que la Democracia popular siga el mismo camino ignorando a Castilla y reduciéndola
a una condición de esclavitud política, eso no benefi­cia ni a España, ni a quienes aspiren a realizar un pro­yecto de modernidad política.

56 Castilla está íntimamente perturbada y es difícil pre­decir lo que pasará con este pueblo; de todas formas hará falta mucho tiempo para que supere todas las do­lencias, y desde luego, si Castilla sale de ésta, tendrán que transformarse o desaparecer todo aquello que ha sido medro de su mal.

57 Castilla vive la humillación de su propia derrota y la confusión de su propio desengaño.

58 El imperialismo ha metido mucho miedo político en Castilla que está congelado en el interior de su cuerpo.

59 Castilla no quiere ser como la cenicienta
a la que todo el mundo cree tener derecho
a meterse con ella.
¡Castilla tiene su dignidad!

60 Quien fue primero en tomar a Castilla, será el último en dejarla.

61 La liberación de Castilla, ¿vendrá desde León o desde Toledo? ¿o vendrá desde el Estado? ¿o tal vez desde la propia Castilla? ¿quién va a protagonizar este cambio?

62 ¿Qué tenéis en los ojos para no ver el problema de Cas­tilla? ¿y qué en la conciencia para no sentir deshumanización de este pueblo abatido por una violencia injusta?

63 Decirse castellano porque hable castellano es una ma­nera de decir a los castellanos: no queremos que os ha­gáis castellanos, ni que cobréis conciencia de vuestra castellanía, seguid siendo españoles con nosotros, de modo que esta realidad siga existiendo mientras sea po­sible y conveniente.

6 4 Dentro de España se puede hablar del archipiélago cas­tellano. Formado por un conjunto de islas que tienen las fronteras próximas, pero con la particularidad de estar situadas como a largas distancias unas de otras.

6 5 Los castellanos, entre ellos, ¿están enfadados? Porque lo parece.

6 6 Castilla se abre a España «como nombre y como enti­dad administrativa, el 15 de septiembre del año 800». Expresa la maravilla de sus fueros en Brañosera, de la mano de uno de sus jueces más famosos, y cierra, todo el período de conquista y de formación interna, con la conquista de Cuenca, el rey Alfonso III de Castilla (VIII de España).

6 7 Castilla era una familia de tierra federadas, trabadas por una serie de vínculos comunes de carácter espiritual y material.

68 Castilla es la realidad superior que trasciende e integra las realidades menores de sus partes.

69 Los universitarios castellanos, no enganchan con la cul­tura de la tierra.

Castilla

Castilla aún vive,
humillada, pero vive;
deshumanizada, pero vive;
sin esperanza, pero vive;
desorientada políticamente,
pero vive;
manipulada, pero vive.

[Discurso para pronunciarle el «Día de Castilla»]

i Sencillamente,
necesitamos una «derecha»,
que sea castellana;
y una «izquierda»,
que sin dejar de serlo,
pise y sienta el suelo de Castilla;
necesitamos obispos castellanos;
necesitamos sindicatos de y para
los castellanos;
necesitarnos políticos castellanos;
necesitamos al menos un periódico
castellano y una radio castellana;
decimos una, para empezar;
necesitamos empezar a
sentirnos castellanos.
¡Viva Castilla!
¡Viva España!

Escudo

1 El rojo carmesí del escudo de Castilla es foral mientras que el rojo otorgado por el Estado de Castilla, aunque es el mismo color, no tiene el mismo significado ni cultural ni político.
2 Los colores del escudo de Castilla son: el rojo carmesí, el amarillo oro y el azul celeste.

lunes, enero 29, 2007

Llamazares, Castilla y León

Llamazares, Castilla y León

Pelayo Molinero Gete - Londres (Reino Unido)

EL PAÍS - Opinión - 30-01-2006

Julio Llamazares, en su carta del 26 de enero, llama la atención a la Redacción de EL PAÍS por calificar de castellanas a las provincias de León, Zamora y Salamanca, mientras él no tiene ninguna duda en reconocer que Valladolid sí lo es. El historiador Anselmo Carretero, en su libro Castilla. Orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad -800 páginas que no tienen desperdicio-, dejó bien claro el carácter leonés de Valladolid; en primer lugar por el origen de su fundador, Pedro Ansúrez, y en segundo lugar, por un sinfín de razones que requerirían la lectura del libro de Carretero y que, como es lógico, superan el espacio de una carta al director.

De cualquier forma, si alguno quiere documentarse sin salirse de EL PAÍS, no tiene nada más que consultar el archivo de este periódico y leer los artículos de opinión firmados por el propio Carretero los días 16 y 17 de septiembre de 1981; por cierto, artículos oportunísimos al hilo del actual debate sobre el Estatuto de Cataluña.

En lo demás estoy totalmente de acuerdo con Llamazares, cuya carta, en el fondo, no hace nada más que poner en evidencia -una vez más- que en el mapa autonómico de la España actual hay un par de piezas históricas que no terminan de encajar, por más que algunos se empeñen en mirar a otro lado: Castilla y León, o mejor dicho, como diría el propio Carretero, León y Castilla. Los legisladores no tuvieron ninguna duda en improvisar y separar comunidades a la carta -como Madrid- y se olvidaron de una que se quiera o no se quiera, para lo bueno y lo malo, está ahí, en la historia: Castilla.

martes, enero 23, 2007

DOCUMENTO DE CONCLUSIONES APROBADO POR EL I CONGRESO POR LA IDENTIDAD DE LEON y LA DE CASTILLA, CELEBRADO EN BURGOS LOS DIAS 16 Y 17 DE JUNIO DE 1984.

Las entidades, asociaciones culturales y organizaciones regionales de las regiones de León y de Castilla, reunidas en Burgos en el I Congreso por la identidad de León y la identidad de Castilla, sin otra mira que la reivindicación y defensa de la personalidad, cultura, valores e intereses generales de los pueblos
leonés y castellano, a los que ofrecen su incondicional lealtad, sin dejarse torcer por ninguna ambición partidista o de facción, aspirando a contribuir al resurgimiento y futuro de estos pueblos, establecen la siguiente DECLARACION :

1° León y Castilla son dos entidades históricas y culturales, dos regiones diferenciadas, cadauna de ellas con su propia personalidad. En consecuencia, el Congreso rechaza la supuesta y falsa región «castellano-leonesa» y la llamada
comunidad autónoma de «Castilla y León», que es un ente ficticio y artificial, contradictorio de las realidades populares y culturales de León y de Castilla, y perjudicial para los intereses de ambas regiones históricas; ya que la amalgama castellano-leonesa, el estéril híbrido inventado, en el que se mezclan y confunden arbitrariamente dos regiones tan significativas en la historia y la realidad de España tiende a disolver la identidad de uno y otro pueblo y dificulta el
despertar de su respectiva conciencia regional.

2° El Congreso se opone a la asimilación de Castilla (o de Castilla y León) a la Cuenca del Duero; construcción tecnocrática y artificial que excluye a priori las tierras y pueblos castellanos de Cantabria y Rioja, así como los también castellanos del Sur de la Cordillera Carpetana -tierras de Madrid, Guadalajara y Serranía de Cuenca-, e incluye a León como apéndice de una supuesta Castilla, dificultando el proceso de clarificación de la identidad y voluntad colectiva del viejo Reino Leonés.

3° Las dos comunidades autónomas fabricadas por el centralismo político imperante, Castilla-León y Castilla-La Mancha, han producido, increíblemente, el desolador efecto de descuartizar a Castilla en cinco pedazos -Cantabria, Rioja, resto de Castilla al norte de la Cordillera Central, Madrid y resto de Castilla al sur de esa Cordillera- , provocando la disolución de una de las regiones históricas -Castilla -, más caracterizadas y significativas en el conjunto español; al tiempo que pretende anular la personalidad del Reino, Región o País Leonés; y niegan a dos regiones históricas tan fundamentales como León y Castilla el derecho a la autonomía que reconoce y garantiza el artículo 2.0 de la Constitución Española.

4° En su virtud, el Congreso propugna que las provincias leonesas y las provincias castellanas se retiren de los entes supuestamente autonómicos en que han sido
incluidas sin la voluntad de los pueblos afectados; y cuyos entes vienen demostrando cumplidamente su artificiosidad, ineficacia y fracaso: «Autonomías» que perturben la buena administración de municipios y provincias, y consumen en gastos inútiles cuantiosos recursos presupuestarios.

5° El Congreso estima que procede la descentralización y potenciación, en todos los órdenes,de las Diputaciones Provinciales de una y otra región; y que desde las
provincias, fomentando yestrechando sus mutuas relaciones, los leoneses y los castellanos inicien sus respectivos procesos de integración regional, mediante la
coordinación de funciones y servicios públicos, las relaciones de cooperación y la renovación cultural que les conduzca a la madurez, a la recuperación de la conciencia de su personalidad colectiva y de sus señas de identidad, y en su momento, con seriedad y reflexión, sin apresuramiento, improvisaciones ni mimetismos, y en suma, cuando los pueblos, informados y conscientes de sí mismos, libremente lo decidan, a la constitución de la autonomía de León y de la de Castilla, perfectamente diferenciadas, sin perjuicio de la fraternal solidaridad entre sus dos pueblos y con todos los demás de España, nuestra patria común.

6.0 Para los castellanos del Congreso, la autonomía habrá de entenderse también hacia dentro, según la tradición institucional histórica de Castilla, es decir que, dentro de la región, serán a su vez autónomos los municipios, comarcas, merindades y comunidades de villa y tierra, y las provincias. Particularmente las provincias castellanas, sin perjuicio de las discretas revisiones de límites que sean oportunas, se reputarán territorios históricos, mantendrán su personalidad e instituciones propias y gozaran todas de un régimen institucional de igualdad de
poder político y de representación en los órganos de la comunidad regional, conforme al estilo castellano.

Los castellanos del Congreso, conscientes de la genuina castellanía de Cantabria y La Rioja, se ofrecen a un diálogo respetuoso y cordial que propicie la articulación confederal de los pueblos cántabro y riojano con los otros pueblos castellanos.

7° Se reconoce a la ciudad de Burgos como cabeza, indiscutida y amada,
de Castilla.

8° El Congreso reivindica la fundación de la Universidad de Castilla, cuya sede central radicará en Burgos, y organizada con criterio descentralizador respecto de
la ubicación de sus facultades, escuelas e Instituciones universitarias, en beneficio de toda la región.


En la ciudad de Burgos, cabeza de Castilla, a diez y siete de junio de mil novecientos ochenta y cuatro:

-Grupo Autonómico leonés (G.A.L).
-Comunidad Castellana.
-Junta Pro Burgos Cabeza y Defensa de Castilla.
-Colectivo Segovia Unida.
-Concejo Abierto del Pueblo Castellano.
-PREPAL (Partido Regionalísta del Pais leonés).
-Ciudadanos Zamoranos.
-Juventudes Castellanas «Diego Rodríguez».

viernes, enero 12, 2007

UNA CONFEDERACION DE REPUBLICAS POPULARES

UNA CONFEDERACION DE REPUBLICAS POPULARES

Estas Comunidades son las que Costa ya consideró "materia digna de estudio que aún está por estudiar" y que ha sido generalmente ignorada por los historiadores españoles: hasta el punto de que cuando el bilbilitano don Vicente de la Fuente tomó por tema de su discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia (1861) las tres grandes de Aragón (Calatayud, Daroca y Teruel), causó "harta extrañeza -dice él mismo textualmente- entre la generalidad de los eruditos", pues la mayor parte de ellos no sabían que hubieran existido comunidades sino en Castilla y en tiempo de Carlos V, lo que era ignorar por completo las auténticas instituciones comuneras y confundirlas con entes o hechos totalmente diferentes o ajenos a ellas. También es preciso no confundir las comunidades castellanas y aragonesas con las juntas, ligas o confederaciones que los pueblos formaban con propósitos de interés común, como combatir a los malhechores o contrarrestar el creciente poder de los magnates, por lo que fueron combatidas por Fernando III y Alfonso X: ni con las hermandades que después se crearon en los reinos de León y de Castilla de acuerdo con la corona.

¿Qué eran estas instituciones que en el avance de la reconquista castellana durante la Edad Media se extienden hacia el sur, desde Nájera y Burgos, por las tierras castellanas y aragonesas de la antigua Celtiberia?

Estados autónomos

Tales comunidades -llamadas también universidades- de ciudad o villa y tierra eran verdaderas repúblicas populares que en el reino de Castilla y en el Bajo Aragón poseían los atributos de los Estados autónomos dentro de una federación, por lo que un historiador gallego ha podido escribir que en aquellos tiempos "Castilla parecía una confederación de repúblicas trabadas por un superior común, pero recogidas con suma libertad, donde el señorío feudal no mantenía a los pueblos en penosa servidumbre".

El régimen democrático de la vieja Castilla tenía por base estas comunidades o universidades, por encima de las cuales estaba el rey - como superior poder común, con atribuciones bien definidas- y por debajo el municipio, autónomo en su esfera municipal.

Las comunidades castellanas y aragonesas eran en su esencia democrática análogas a las primitivas repúblicas vascongadas, a las instituciones populares de la Castilla cantábrica -cuna de Castilla y del Estado castellano- y a las de algunas comarcas de Navarra (como la Universidad del Valle del Baztán y la Comunidad del Valle del Roncal). En Castilla las encontramos en la Rioja y Cameros y en las tierras del Alto Duero, el Alto Tajo y el Alto Júcar: Nájera, Ocón, Burgos, Roa, Pedraza, Sepúlveda, Cuéllar, Coca, Arévalo, Piedrahita, la grande de Avila -con más de doscientos pueblos-, Madrid, Ayllón, la grande de Soria -con más de ciento cincuenta pueblos-, Almazán, Agreda, Atienza, Jadraque, la grande de Segovia -más de ciento cincuenta pueblos-, Guadalajara, la grande Cuenca ... donde se desarrollan vigorosamente hasta la unión de las coronas de León y de Castilla.

Las comunidades castellanas más importantes eran las de Soria, Segovia -la más fuerte, rica y mejor administrada de Castilla, dice de ella el aragonés De la Fuente-, que se extendía por ambas vertientes de la sierra de Guadarrama, Avila y Cuenca. La de Sepúlveda es muy famosa por su fuero, que se menciona como ya vigente en la época condal y cuyo espíritu se extiende no sólo por la Extremadura castellana, sino por el Aragón comunero: el de las comunidades de Calatayud, Daroca, Teruel y Albarracín., La villa de Madrid fue cabeza de una pequeña -pero muy activa- comunidad, creada por los conquistadores y repobladores segovianos que en ella se establecieron.

Las repúblicas comuneras eran instituciones con funciones políticas, económicas y militares mucho más amplias que las correspondientes a la vida estrictamente municipal: por ello y porque los concejos comuneros tenían jurisdicción sobre los de las aldeas o pueblos de su territorio, es preciso no confundirlas con los simples municipios o concejos municipales -más o menos democráticos- que existían en gran parte de España, incluida la propia Castilla (2).

Características de las repúblicas comuneras

A continuación exponemos brevemente sus principales características:

Ocupaban un territorio, de extensión muy variable, sobre el que tenían soberanía libre de todo poder señorial.

El poder de la comunidad emanaba del pueblo. Los órganos de gobierno, municipales y comuneros, eran en Castilla los concejos elegidos por todos los vecinos con casa puesta, lo que los vascos llaman por voto fogueral o por hogares, y los catalanes per focs.
El territorio de la Comunidad -excluido el de la Ciudad o Villa cabecera- solía llamarse la Tierra. Cuando ésta era muy grande se dividía en distritos que abarcaban varios pueblos, a los efectos de nombrar representantes en el Concejo de la Comunidad (en la de Segovia, estos distritos recibían el nombre de sexmos y sus representantes o procuradores el de sexmeros).

Las comunidades tenían leyes y jurisdicción única para todo su territorio.

Los municipios de la tierra disfrutaban de autonomía local. El concejo de la comunidad ejercía la función de medianero o derecho de dirimir contiendas entre ellos o entre vecinos de diferentes municipios,

Los ciudadanos de las comunidades castellanas y aragonesas eran todos iguales ante la ley, sin distinciones por causa de linaje o riqueza ("el rico, como el alto, como el pobre, como el bajo, todos hayan un fuero e un coto", dice el Fuero de Sepúlveda). Restricción frecuente era que para ocupar algunos cargos del concejo -como el de capitán de milicias- había que ser caballero; pero en las viejas comunidades castellanas se entendía sencillamente por tal al que mantenía caballo con armas para la guerra.

En los fueros de algunas comunidades aparece un señor -"Señor de la Villa"- funcionario que representaba al monarca en ejercicio de las facultades reales, en su origen muy limitadas, pues se reducían a estas cuatro: justicia (en grado supremo y con arreglo al fuero y las costumbres del lugar); moneda (común para todo el reino); fonsadera (o dirección de la guerra, a la que todas la comunidades contribuían economicamente y acudían con sus milicias, capitanes y pendones); y suos yantares (es decir, el mantenimiento por toda la federación de oficio y casa del rey).

Los bosques, las aguas y los pastos -principales fuentes de producción en la economía del país- eran patrimonio de la comunidad. Con esta propiedad comunera coexistía la privada de las casas y tierras de labor. También era propiedad de la comunidad el subsuelo ("salinas, venas de plata e de fierro e de cualquiera metallo", dice el Fuero de Sepúlveda). Ciertas industrias de interés local (caleras, tejares, molinos, etcétera) eran con frecuencia propiedad de los municipios.

Las comunidades poseían ejércitos con capitanes designados por el concejo, que seguían el pendón concejil y en caso de guerra se ponían a las órdenes del rey o persona que lo representara. Muy importante fue el papel de estas milicias en las luchas de la Reconquista; y destacado el que desempeñaron las castellanas y vascongadas en la famosa batalla de las Navas de Tolosa. También tiene brillante historia guerrera las comunidades del Bajo Aragón, donde el espíritu democrático y la oposición al aristocratismo señorial estaban tan arraigados que cuando Jaime el Conquistador pidió a los de Teruel auxilio para una incursión en tierras musulmanas de Valencia, le respondieron que si algún señor había de apoderarse de Morella, más valía que la retuvieran los moros.

Aspecto muy interesante de las comunidades castellanas era su laicismo, en el sentido de instituciones que apartan a la Iglesia de las actividades políticas, a la vez que la respetan en la esfera religiosa. A semejanza también del País Vasco, los clérigos -por fuero o por costumbre- no podían ocupar cargos en los concejos castellanos, ni comprar ni recibir tierras de los vecinos, lo que contrasta con el enorme político, económico y militar que los obispos y abades tenían en otros países de España y en toda la Europa feudal.

Las comunidades de ciudad y tierra son instituciones castellanas y aragonesas que no se extienden al occidente del río Pisuerga, por la llanura leonesa de Tierra de Campos, ni al sur de Toledo, por la Mancha.. Sólo se encuentra una comunidad en el antiguo reino de León: la de Salamanca, muy extensa y rica en su patrimonio, pero sin las atribuciones políticas de las castellanas y las aragonesas. Algunos autores atribuyen su creación al aragonés Alfonso el Batallador, que tuvo muchos partidarios entre el pueblo de Salamanca (3).

Las comunidades castellanas de ciudad o Villa y tierra se desarrollan vigorosamente de los siglos X al XIII. Atacadas con toda clase de coacciones y artimañas por el trono y los magnates -eclesiásticos y laicos- a él aliados, que recelan de su poder político y codician el patrimonio comunero (4), entran en continua decadencia después de la unión de las coronas de León y de Castilla en el reinado de Fernando III hasta su disolución en el siglo pasado por el Estado centralista, que malbarató gran parte de los todavía cuantiosos bienes comuneros del pueblo castellano; no obstante lo cual, aún pueden verse en algunas comarcas pinariegas de las serranías centrales (provincias de Burgos, Soria, Segovia, partes históricamente segovianas de Madrid, Avila y Cuenca) hermosas reliquias vivas del otrora riquísimo patrimonio forestal de la Castilla comunera.

(2) El fuero de Logroño, por ejemplo, es un ordenamiento institucional propio de una entidad municipal sin comunidad con otros municipios. Se extendió por muchos lugares de la Castilla norteña y por el País Vasco.

(3) Huellas del influjo aragonés en Salamanca son las barras catalanas que todavía lleva el escudo salmantino.

(4) Muchas de las posesiones territoriales de la nobleza castellana -nobleza relativamente tardía e inexistente en la vieja Castilla- proceden del despojo de aquel patrimonio.

Anselmo Carretero y Jimenez

Resurrección congoja y muerte de Francisco de Medina (Pedro de Coca. Comunidad Castellana, 1980)

Resurrección congoja y muerte de Francisco de Medina

Un comunero abogado

Francisco de Medina fue un viejo comunero de Guadalajara. Concretamente, y por hacer gracia de otras interesantes parcelas de su biografía, debe saberse que fue abogado, escritor, humanista: que con la juventud de 1519 se alzó en cabeza de la rebelión comunera en la ciudad del Henares. Conocía bien la historia de su tierra; se sabía castellano; había leído los originales documentos que daban fe de la existencia, hasta ese día, del Común de Ciudad y Tierra de Guadalajara. Recordaba las solemnes y animadas sesiones del Concejo, las luchas por la elección de alcaldes, de alguaciles, de aportellados. Sabía de la justicia que él, como todos los castellanos, daban conforme a su propio Fuero, a su tradición jurídica ciudadana. Varios miles de personas como él en el Común de Guadalajara, que abarcaba Alcarria y Campiña, y varios millones de gentes de los Comunes de Villas y Tierras de Castilla, desde el Santander cántabro hasta el Huete alcarreño, desde el serrano Sepúlveda hasta el campiñero Alcalá de Henares, quedaron asombrados cuando el nuevo rey -extranjero recién llegado- pedía dinero para ser coronado Emperador de Alemania. ¿Qué se les había perdido a ellos en Alemania? Y aún más asombrados cuando supieron que los agentes del nuevo monarca, de Carlos de Hasburgo, pensaba hacer valer su única opinión (Corregidores se les llamaba) en todos los territorios -Castilla, León, Aragón, Galicia- de España. Cavilaron esas afrentas y recordaron su antigua, su rica y transparente historia de pueblo dueño de sí mismo: Las Comunidades de Castilla se alzaron, haciendo guerra al Emperador, durante 2 años. Finalmente, sus capitanes caerían degollados, sus dirigentes encarcelados, sus gentes todas destinadas a formar el pueblo de "una sola nación", la más poderosa del mundo durante siglos.

Resurrección del viejo comunero

Pero los nombres de Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado -como el de Francisco de Medina por Guadalajara- resonarían sobre los campos y las villas castellanas durante siglos. Su lucha por mantener el recio y humano sentido de la vida que desde siglos antes usaban sus antepasados, había fracasado. Otros países limítrofes, hermanos en gran modo, habitantes de España (Galicia, Vascongadas, Cataluña, Valencia) siguieron su línea de resistencia al poder absoluto del extranjero monarca y de sus sucesores. Al fin, un poder centralista ajeno a todos, extraño a la piel de toro en todos sus conceptos, iba a utilizar el nombre de Castilla para erigir un Estado fuerte pero anulador de los caracteres peculiares de cada una de sus tierras. Siglos después, hoy mismo, los españoles han llegado a entender, en parte, que la unidad de la Península, necesaria hoy más que nunca, es compatible con el respeto y el estímulo de esos países de antigua y riquísima historia a los que ahora se entrega nueva vía de expresión propia. Así lo dice la Constitución que los españoles, en 1978, han elaborado y aprobado mayoritariamente.

En este momento, Francisco de Medina, el viejo comunero de Guadalajara; resucita:

«Estoy de nuevo en Guadalajara. Año de 1980. La ciudad es cinco veces más grande que 'entonces. Las murallas han caído. Ni el recuerdo queda de los palacios de Pecha, de Caniego, de Castillo, de Nuñez... Los poderosos conventos de las Clarisas, de las Bernardas, de los Francíscos, han venido a nada, La Plaza del Concejo ha visto crecer, allá donde la iglesia de San Gil daba cobijo a una genuina democracia de mi pueblo, un mastodonte horrible de cristal oscuro, vacío, frío, terrible. Pero las calles están llenas, más que nunca, de gentes alegres, trabajadoras, honradas, magníficas. Casi cinco siglos después, la vieja familia arriacense, aunque menos humana, sigue existiendo, y algunos hasta preocupándose por ella, por hacerla mejor.

¿Y en Castilla ? ¿y en los comunes que bordean el Henares, que pasan la Sierra y van a Segovia, a Medinaceli, a Burgos, a la Alcarria? ¿Qué pasa en ellos? Un nuevo modo de ley rige a los españoles lodos. Por fin, se han puesto de acuerdo para, sin desunir España, reconocer que cada pueblo tiene un puesto propio en la historia. Los catalanes y los vascos ya se han organizado, representantes de sus ' ¡un tas concejales, de sus vallas, de su sus comarcas, han constituido una especie de Cortes donde se tratan asuntos a ellos solo concernientes. Usan sus lenguas, practican sus costumbres, celebran sus fiestas sin ser molestados. Trabajan por engrandecer sus tierras y hacer honor a su historia secular y digna.

Castilla la marginada

¿Pero en Castilla? ¿Qué pasa aquí, qué es lo que cuentan? ¿Que están haciendo varias? ¿Cuántas Castillas? Al norte de la sierra, una que dicen va a estar unida con León ¿Y la Montaña por otro lado, llamándola Cantabria? ¿Y la Rioía donde nació el idioma, donde en gran parte se fraguó el parto primigenio de Castilla, hasta los llanos de Albacete y las sierras de Alcaraz? ¿Pero qué es ésto? ¿A quién se le ha ocurrido tamaño despropósito? ¿Es que los castellanos de hoy se han vuelto locos? ¿Es que han perecido todos los documentos, todos los libros de historia, todos los testimonios que nuestro pueblo alzó, en su caminar seguro, desde Fernán González hasta la orilla de América? Castilla, que es una sola palabra, una sola cose ¿dividida en cuatro? Los castellanos, si es que aún queda alguno, ¿se dejan insultar con el apelativo de «castellanoleoneses», cuando durante siglos tuvieron que esforzar su ánimo para imponer su personalidad maravillosa frente al imperialismo del reino de León? Y las gentes de Alcalá, de Brihuega, de Uceda, de Talamanca, de Almoguera y Zorita, de Jadraque y Molina, de Guadalajara misma, ¿Se sienten ajenos a la Castilla primigenio de donde heredaron sus instituciones y sus formas de gobierno? ¿No van a levantar de nuevo su pueblo juntos con segovianos y burgaleses, con montañeses y rio¡anos? ¿Se van a dejar meter en ese absurdo apelativo de castellano-manchegos que suena a chufla y a chascarrillo òrovocón?

De verdad, a cualquiera que la Cuesta de San Miguel o el Alamín pregunto: Guadalajara está en su sitio, pero ¿quién vive en ella? ¿son castellanos todavía, o proceden de remota galaxia sus habitantes? ¿Quién ha podido intentar romper un pueblo de esta manera? ¿El propio pueblo? ¿Las gentes de Cestilla han dicho que quieren vivir en cuatro trozos, de espaldas unos a otros? Aunque llevo poco tiempo resucitado, creo que voy entendiendo algo: son otros césares los que, sentados en el cómodo sillón de los votos, hacen y deshacen a su antojo. Tras mil años de historia, ahora, en 1980, resulta que hay cuatro Castillas. Y todos tan tranquilos. Mejor morirse».

Y, efectivamente, Francisco de Medina, sin dar crédito a lo que veía, paró su vida y se entregó a la muerte.

PEDRO DE COCA

Catilla nº 9 julio- agosto 1980

El pendón de Castilla (Comunidad Castellana.1979)

El pendón de Castilla

Con motivo del progresivo reconocimiento del pendón rojo carmesí como enseña de Castilla, algunas personas propalan la especie de que "el morado es el color de los regionalistas de izquierdas, y el rojo carmesí, de los de derechas".

Esta proposición es notoriamente falsa y parece necesario denunciar públicamente su inexactitud.

Es un hecho, una evidencia histórica que racionalmente no se puede negar, que la enseña de Castilla, como pueblo, como nacionalidad que desarrolló una lengua, una cultura y unas instituciones sociales, económicas y jurídicas peculiares, incluso a nivel de realización cívica en un Estado castellano, es el pendón rojo carmesí con el castillo dorado.

Pero no se trata ahora de este temo, sino de salir al paso del infundio y contribuir a la claridad frente a la confusión que tanto perjudica a la causa castellana.

No lo hacemos ciertamente porque rechazamos o creemos de peor condición ética a los regionalistas "de derechas". Nuestra concepción del regionalismo castellano -en la fase histórica que estamos viviendo, y en función de la crítica situación en que se encuentra la región- es la de una empresa popular, ciudadana y comunitaria , a la que son llamados todos los que sientan el espíritu castellano y aspiren a la renovación y resurgimiento cultural, económico y vital de nuestro pueblo. De esta tarea común -cualquiera que sea la opción política concreta que cada uno acepte- nadie puede ser excluido en principio, ni debe ser tratado en forma peyorativa por motivaciones ideológicas. Sólo los hechos podrán señalar y excluir a aquellos que con sus actos demuestren que únicamente representan a los explotadores, y también a los manipuladores, del pueblo de Castilla.

Reconocer que el color emblemático de Castilla es el rojo carmesí no es ser de derechas ni de izquierdas. Es, sencillamente, aceptar un hecho que forma parte de nuestra tradición como pueblo.

Por ejemplo, don Luis Carretero y Nieva, ingeniero segoviano, puede legítimamente ser considerado como el padre del regionalismo castellano. En 1918 publica su obra "La cuestión regional de Castilla la Vieja (El regionalismo castellano), en la que después de un completo análisis de todos los componentes de la identidad castellana, propone como objetivo inmediato la constitución de la Mancomunidad de las Diputaciones provinciales de Castilla.

Don Luis Carretero no fue un hombre conservador, sino hondamente progresista. Al término de la guerra civil española se exilió a Méjico, donde ha muerto, con el dolor de su definitiva ausencia de esta Castilla a la que amó y sirvió tanto.

En su obra fundamental, Las nacionalidades españolas, segunda edición publicada en Méiíco en 1952, podemos leer lo siguiente:

"Incluso en detalles pequeños y anecdóticos se observa el embrollo alrededor de Castilla. Por ejemplo, es frecuente oír hablar de su pendón morado. Este color nunca lo fue de Castilla, que tuvo por suyo el rojo, conservado como tal en Burgos, su antigua cabeza. El color morado parece que se lo dio Felipe IV a una guardia real que se creó en su reinado (tercio de los morados). Lo adoptó, pues, pasados siglos de que Castilla dejara de existir como Estado independiente, la casa real española. El escudo de Castilla es un castillo de oro sobre gules. Por un capricho de la Historía el color de Castilla es el rojo, y por tan poderosa razón, el morado tiene un origen real".

La hora, harto difícil pero esperanzada, de Castilla no es para que nos dediquemos a ponemos sambenitos unos a otros, sino para que nos sintamos solidarios y trabajemos juntos por la causa común,- que es, a nuestro entender, el despertar de la conciencia colectiva Y la promoción de todos los valores o intereses de nuestra tierra.

Para alcanzar estos objetivos, particularmente para el reencuentro con nuestra identidad de pueblo, es fundamental que sepamos enraizar en la tradición castellana, en la auténtica, y utilizar todos sus elementos válidos, como sustancia del progreso, que diría Unamuno. Afortunadamente, nuestra tradición es popular, democrática, comunera y foral: en una palabra, progresista. Toda ruptura con una tradición de esta clase constituiría un imperdonable error.

Conviene recordar, para no reincidir en la torpeza, el que amplios sectores de la Izquierda española cometieron en el pasado al ignorar el potencial renovador de la tradición nacional y abandonarlo en manos de las fuerzas reaccionarias. Se lo señaló Menéndez Pidal: "A pesar de Costa, Ganivet o Unamuno, las izquierdas siempre se mostraron muy poco inclinadas a estudiar y afirmar en las tradiciones históricas espacios coincidentes con la propia ideología. Tal pesimismo histórico constituía una manifiesta inferioridad de las izquierdas en el antagonismo de las dos Españas. Con extremismo partidista abandonan íntegra a los contrarios la fuerza de la tradición".

He aquí, para terminar, lo que no debe hacerse. Puesto que tratamos de encontramos como pueblo, es preciso que volvamos a nuestras fuentes y que, en todo lo que sea posible, positivo y valedero, permanezcamos unidos a la tradición del propio pueblo.

Castilla nº3 Abril 1979

jueves, enero 11, 2007

Nacionalidades y regiones de España (A. Carretero. Comunidad Castellana. 1982

Nacionalidades y regiones en España

Anselmo Carretero

A diferencia de otras muchas y a semejanza de algunas (Suiza, Yugoslavia, la India), España no es una nación uniforme, formada por un solo pueblo, con una historia homogénea, misma cultura y lengua única, sino una entidad muy compleja y varia, integrada por diferentes pueblos, a ninguno de los cuales corresponde el gentilicio español con mejor razón que a cualquiera de los restantes. Conjunto que en la Edad Media recibió el nombre plural de las Españas, y que hace tiempo hemos definido como una nación compleja, comunidad de pueblos o nación de naciones. Concepto actualmente esbozado en el articulo 2 de la Constitución, según el cual la nación española está integrada por diversas nacionalidades y regiones.

Tan manifiesta es la personalidad propia de los diversos pueblos (nacionalidades o regiones históricas, pues el nombre poco importa) de España, que fácil es percibir entre algunos de ellos mayores diferencias que las inmediatamente observables entre no pocas naciones independientes. Diversidad tan honda que, no obstante todas las presiones uniformizadoras ejercidas sobre los españoles por el aparato estatal, éstos se han mantenido a lo largo de los siglos fieles a sus respectivos gentilicios tradicionales (asturianos, andaluces, catalanes, extremeños ... ).

Mal se presta la realidad histórica de España, plural y varia , para fundar sobre ella y en nombre de la tradición un Estado unitario y menos todavía un gran imperio centralista

Manipulación histórica

Para poder presentar una tradición unitaria o imperial española -como la que en 1936 exaltó el francofalangismo- es preciso ocultar muchos hechos trascendentales de nuestro pasado nacional y tergiversar radicalmente otros inocultables. Veamos .muy brevemente cómo se intentó hacerlo.

Se ignoró, o se subestimó, la participación de los países de la corona catalano-aragonesa (Aragón, Cataluña, Valencia y las islas Baleares) en la historia de España, especialmente su tradición política pactista y federativo, así como la importancia de la cultura de lengua catalana. Se relegó al olvido la historia de Navarra como monarquía con cortes, leyes y personalidad propia. Se pasaron por alto las características particulares de los diversos países de las coronas de León y Castilla -León fue anterior y más importante que Castilla-, para reducir la historia de España a la de una sola nación dominada y conformada por ésta, lo que -además de ser totalmente falso- ocultaba la realidad de una corona doblemente plural, pues plurales eran ya en si tanto la de León como la de Castilla.

Si la memoria histórica que alimenta la conciencia nacional es secuestrada, o el pasado común falseado, se crea una grave incongruencia entre la idea que los ciudadanos se han formado de la nación -o les ha sido inculcada- y las realidades en que deben fundarse. La conciencia nacional -vale decir la nación- se halla así asentada sobre cimientos falsos y expuesta a derrumbarse en un choque frontal con la realidad manifiesta. La nación tiene, pues, dificultades en su propio ser cuando la versión histórica y la tradición que han conformado la conciencia comunitaria no concuerdan con la verdad observable: la trampa se descubre y el conflicto moral estalla. Tal ha sido la suerte de la idea de España unitaria, centralista e imperial, imbuida-durante decenios en la mente de millones de españoles, cuando a partir de 1976 estos pudieron contemplar un panorama histórico que hasta entonces, en general, ignoraban.

El problema de las autonomías va camino de resolverse satisfactoriamente en la mayor parte de las nacionalidades o regiones de España: Galicia, Extremadura, Murcia, las islas Baleares, Aragón, Valencia, Andalucía, Asturias, Navarra, el País Vasco, Cataluña y las islas Canarias. En todas ellas se ha tomado como base del proceso autonómico el reconocimiento de las respectivas entidades históricas, sin que en ninguna haya habido que lamentar desmembraciones ni escisiones internas. Por el contrario, en los casos excepcionales en que no se ha respetado el fundamento histórico y se han alterado los límites tradicionales han surgido serios conflictos que han emponzoñado la cuestión.

El error del Sr. Suárez

Sin consultar siquiera a los pueblos afectados, el Gobierno del Sr. Suárez, con el apoyo de grupos parlamentarios, decidió, sin más ni más, borrar del mapa de España a Castilla (la hasta hace pocos años hiperbólicamente exaltada Castilla), dividiéndola en dos partes, una de las cuales quedaría unida al País Leonés y la otra, al País Toledano. Lo que en principio deberían ser tres procesos autonómicos normales, con la supresión de Castilla () quedarían reducidos a dos: los de las nuevas híbridas regiones de Castilla y León y Castilla-La Mancha.

La provincia de Santander (Montaña Baja de Burgos, Costa del Mar de Castilla o la Montaña por antonomasia), auténtica Castilla Vieja, cuna de Castilla y de la lengua castellana, tramitó su propia autonomía con el nombre de Cantabria. La de Logroño, la comarca más rica en símbolos de la tradición nacional y cultural de Castilla (patria de San Millán de la Cogolla, patrón de Castilla; de las Glosas emilianenses, de Gonzalo de Berceo, de Santo Domingo) anduvo después análogos pasos con el nombre de La Rioja. La de Segovia, que preconiza la autonomía de Castillo propiamente dicha, lucha por la suya uniprovincial frente al Gobierno y a algunos dirigentes políticos que no ocultan su irritación ante la negativa de los segovianos de acatar dócilmente sus decisiones. En ninguno de estos tres casos los pueblos se han movido por espíritu de cantonalismo insolidarlo. El pueblo de Segovia, lejos de haber perdido el juicio, como algunos frívolamente han dicho, está manifestando un apreciable conocimiento de su tierra y de su historia, y dando una lección de ciudadanía, de solidaridad y de firmeza a quienes teóricamente deberían ser sus informadores y guías.

Por otra parte, parece que la provincia de Madrid -gran porción de la cual fue tierra segoviana hasta el siglo pasado- también se pronuncia por la autonomía uniprovincial, lo que hace aún más complejo el panorama autonómico del conjunto castellano.

Panorama en el que no todo son aspectos negativos. La persistencia de la Montaña cantábrica, La Rioja y las tierras de Segovia y Madrid como entidades con autonomía uniprovincial podría hacer de ellas otros tantos reductos de base para el rescate político de una nueva y auténtica Castilla, concebida -de acuerdo con su mejor tradición- como mancomunidad de sus diversas provincias.

Casrtilla nº 16 mayo-junio 1982

En torno a las regiones (A. Carretero. Comunidad Castellana 1980)

En torno a las regiones.

Anselmo Carretero

La personalidad de Castilla se ha desdibujado y borrado hasta tal punto que los nombres de León y Castilla, que durante muchos siglos, representaron pueblos, estados y concepciones muy diferentes, son hoy para la mayoría de los españoles una sola y misma cosa,. A este confuso panorama han contribuido muy diversas causas y desafortunados azares. De esta manera, confundidos y revueltos los vocablos y desvirtuados sus significados, el nombre de Castilla fue llevado a todos los confines del globo por una monarquía imperial que lo utilizaba en provecho propio.

Con raras excepciones -entre ellas las de Baroja y Machado-, los escritores de la "generación del 98" contribuyeron a difundir una visión de, Castilla incoherente con su pasado histórico y aun con la realidad geográfica, pero que el arte de sus plumas y el prestigio de sus nombres hicieron fuera ampliamente aceptada como verdad definitoria. Según estos autores, en quienes la confusión de lo castellano con lo leonés es, completa, Castilla impuso en, España el absolutismo castellano centralizador, y al decir esto se refieren nominalmente al pueblo que, juntamente con el vasco, encarnó en España, la más autóctono tradición democrática y federal. El equívoco llega con ellos al extremo de desplazar el concepto geográfico de Castilla y crear un paisaje literario en total contradicción con la realidad física inmediatamente observable: famosa “llanura de Castilla la Vieja “; que jamás existió, porque todos los núcleos iniciales de la Reconquista surgieron en baluartes montañosos y Castilla nació en el de la Montaña cantábrica. Quedan así transmutados, por arte literario, los Campos Góticos en "llanura castellana', planicie que después será presentada por el francofalangismo como "adusta cuna” de la España imperial".

Esta visión geográfica de Castilla, centrada en la Tierra de Campos, es la que durante cuatro décadas la doctrina oficial de la dictadura gobernante inculcó en la mente de los españoles -de derechas o de izquierdas- que hoy tienen en sus manos los destinos de la nación, y la que hoy, con otra ideología pero con la misma concreción geográfica, se pretende institucionalizar en el estatuto de una nueva región castellano-leonesa concebida a contrapelo de la geografía y de la historia.

Si Castilla ha sido en su historia la primera y mayor víctima del centralismo estatal y lo sigue siendo en la actualidad. Víctima material y víctima moral. Porque peor que el daño económico producido a Castilla por el Estado español -basta ver la desertización de gran parte de su territorio-, padecido también por otras regiones de España, ha sido el causado a su conciencia nacional. Hasta el punto de que en esta hora de las autonomías regionales, cuando todos los pueblos de España se preparan a organizar cada uno la suya, Castilla, una de las nacionalidades más antiguas de Europa, con una epopeya sin par por el lugar que en ella el pueblo ocupa, está a punto de desaparecer del mapa político español, desmembrada de algunas de sus más conspicuas comarcas -la Montaña y la Rioja, que quedarían al garete como insolidarios cantones, apartadas de sus hermanas-; y unidas otras a nuevos entes regionales recién inventados, híbridos engendros de la politiquería, la ignorancia y la improvisación: la llamada región "castellano-leonesa" -que no es Castilla ni León-, con centro de atracción en Valladolid; y la “castellano - manchega"- que tampoco es Castilla ni La Mancha.

Cuando en 1833, a imitación de los departamentos franceses, se decreto la actual división provincial de España, la mayoría de las regiones históricas (Galicia, Asturias, Extremadura, las Provincias vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña, Andalucía y, naturalmente, las Islas Baleares y las Canarias) conservaron sus límites tradicionales, aunque algunas (Galicia, Extremadura, Aragón, Cataluña y, posteriormente, las Islas Canarias) fueron divididas interiormente en provincias.

Pero hay cuatro regiones históricas cuyos límites tradicionales fueron arbitrariamente alterados por la división provincial: León, Castilla propiamente dicha, Castilla la Nueva (antiguo reino de Toledo o región toledano - manchega) y Murcia.

Las fronteras entre León y Castilla fueron objeto de no muy grandes modificaciones: la comarca leonesa de la Liébana pasó a la provincia de Santander, mientras parte de la Montaña y algunas otras tierras castellanas fueron incorporadas a las provincias de Palencia y Valladolid.

La vieja Tierra de Segovia fue tremendamente mutilada el pasar toda la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama a la provincia de Madrid, que también recibió tierras de Guadalajara.

Dentro de la provincia de Cuenca quedaron incluidos los partidos manchegos de Tarancón, Belmonte y San Clemente, mientras la comarca castellana de Requena se incorporaba a la de Valencia.

En la provincia de Albacete, mayormente manchega, quedaron agregadas muchas tierras murcianas, como también en la de Alicante. La región de Castilla la Nueva, así delimitada por el contorno del conjunto de las provincias de Madrid, Toledo, Ciudad Real, Guadalajara y Cuenca resulta no ser Castilla, aunque incluye provincias castellanas, ni tampoco La Mancha, porque quedan fuera de ella muchas tierras manchegas.

La región de Murcia, como hasta ahora ha sido llamado el conjunto de las provincias de Albacete y Murcia, tampoco responde a realidad alguna histórica o geográfica, pues contiene parte de La Mancha y quedan fuera de ella comarcas murcianas.

Ahora, con motivo de las preautonomías se pretende crear apresuradamente una región castellano - leonesa -o de Castilla y León- con las provincias leonesas de Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia y las castellanas de Burgos, Soria, Segovia y Ávila, pero sin ¡as de León, Santander y Logroño, que se muestran reacias a ingresar en este híbrido conglomerado; otra castellano-manchega -o de Castilla y La Mancha- con las de Madrid, Toledo, Ciudad Real, Guadalajara, Cuenca y Albacete; y otra de Murcia con la sola provincia de este nombre.

Si aceptamos los estatutos autonómicos regionales corno un buen paso hacia la solución definitiva del problema de las nacionalidades en España, es preciso poner mucho cuidado en todo lo tocante a estas cuatro regiones: León, Castilla, Toledo y La Mancha y Murcia.

La creación de esas nuevas y heterogéneas entidades regionales de Castilla-León y Castilla-La Mancha (cuya mera enunciación nominal pone de manifiesto que el territorio de Castilla ha sido repartido entre otras dos regiones con ella limítrofes) y la de la mutilada Murcia, a la vez que se dejan como cantones erráticos Partes fundamentales de Castilla -la Montaña y la Rioja- y de León -la provincia de

Castilla nº 8 abril-mayo 1980

Relación cronológica de los reyes de Castilla

RELACION CRONOLÓGICA DE LOS REYES DE CASTILLA

A) Condes dependientes:

(850?-873) - Rodrigo
(873- )- Diego Porcellos (también llamado Diego Rodríquez).
( ) - Gonzalo Fernández, Munio Núñez y Gonzalo Tellez
(929-962 ) - Fernán González, «el Buen Conde».

B) Condes Independientes:

( 962- 970) - Fernán González.
( 970- 995) - Garci Fernández.
( 995-1022) - Sancho García, «el de los buenos fueros».
(1022-1029) - García Sánchez.
(1029-1035) - Sancho (III, «el Mayor», rey de Navarra), en
nombre de su esposa doña Mayor, hermana de García Sánchez.

C) Reyes:


(1035-1065) - Fernando I «,el Grande»; y I de León).
(1065-1072) - Sancho I « (1072-1109) - Alfonso I (VI, «el Bravo», de León, y I de Toledo)
(1109-1126) - Urraca I.
(1126-1157) - Alfonso II (y VII, «el Emperador», de León).
(1157-1158) - Sancho II, «el Deseado».
(1158-1214) - Alfonso III «el Noble» (y VIII de León).
(1214-1217) - Enrique I.
(1217-1217) - Berenguela I
(1217-1252) - Fernando II (y III, «el Santo», de León).
(1252-1284) - Alfonso IV (y X, «el Sabio», de León).
(1284-1295) - Sancho III (y IV, «el Bravo»,, de León).
(1295-1312) - Fernando III (y IV, «el Emplazado», de León).
(1312-1350) - Alfonso V (y IX, «el Justiciero», de León).
(1350-1369) - Pedro I «el Justiciero,, (y I, «el Cruel», de León).
(1369-1379) - Enrique II (y I, «el Trastamara», «el de las mer-
cedes,, o «el fratricida», de León).
(1379-1390) - Juan I (y I de León).
(1390-1406) - Enrique III (y II, «el Doliente», de León).
(1406-1454) - Juan II (y II de León).
(1454-1474) - Enrique IV «el Liberal» (y III de León).
(1474-1504) - Isabel I (I, «la Católica,,, de España).

(1938- ) - Juan-Carlos 1 (1 de España).

Castilla nº 16 mayo-junio 1982

miércoles, enero 10, 2007

Afirmación de Castilla (Comunidad Castellana 1982)

Afirmacion de Castilla

En la pretendida organización territorial autonómica del Estado español, la clase política ha cometido los más graves errores. El mimetismo y la prisa -fruto ésta en gran parte de las ambiciones políticas partidistas- son los grandes responsables de esos errores. Fallos de tal envergadura que han llegado a comprometer seriamente y poner en entredicho la propia estabilidad del sistema democrático.

La clase política, en efecto, ha actuado en esta materia con una ligereza, Imprevisión y falta de responsabilidad que producen asombro. Y cuando tratan de arreglar o componer el desaguisado, se acude a expedientes nerviosos, con tan alarmantes visos de no respetar como se debe el título VIII de la Constitución, que nos hace tornar por nuevas equivocaciones que perturben más la situación general y aumenten, desgraciadamente, el deterioro del prestigio público de las instituciones democráticas.

Como hemos dicho en otras ocasiones, no es correcto que los dos partidos políticos dominantes pretendan resolver este grave problema de España -problema, el de las autonomías, en cuanto a su generalización precipitada, creado artificialmente por la falta de visión de la propia clase política-, mediante decisiones oligárquicas: los pactos autonómicos, concertados en un marco cerrado, con dudoso respeto a la legalidad constitucional, suplantando al Parlamento y al pueblo por los grupos detentadores del poder y provocando imprudentemente la irritación colectiva de catalanes y vascos.

Por lo que a Castilla se refiere es muy grave la responsabilidad de los autores de la división o regionalización del llamado Estado de las autonomías. Una operación centralista, efectuada de arriba a abajo, sin la menor consideración a una realidad histórica, cultural y popular, tan Importante como es Castilla, con todo lo que significa en el conjunto de España.

La oligarquía política ha suprimido a Castilla del mapa autonómico, partiéndola en dos trozos que ha agregado arbitrariamente a las regiones vecinas -los antiguos reinos de León y de Toledo-La Mancha-, creando por vía tecnocrática esos dos engendros de Castilla-León y Castilla-La Mancha.

Pero Castilla existe y tiene derecho a verse reconocida como una región y comunidad autónoma, con las demás de España. Es imprescindible, por ello, la reconsideración de esos dos entes de Castilla-León y de Castilla-La Mancha, conglomerados artificiosos que, por su falta de autenticidad y respaldo popular, no han hecho más que provocar cuestiones y dificultades. (Ahí están los casos de Santander, Logroño, Segovia y Guadalajara, con su manifiesto rechazo de aquellos entes híbridos).

Es necesario reconocer institucionalmente que en España existe una región, una nacionalidad -como quieran- QUE SE LLAMA CASTILLA.

Castilla nº15 enero-febrero 1982