martes, enero 02, 2007

Confusión entre Castilla y llanura del Duero (a. carretero)

Confusión entre Castilla y la llanura del Duero


Los errores, confusiones y falsedades en tomo al embrollo castellano-leonés no sólo se refieren a la interpretación del pasado histórico, siempre discutible, sino también a algo tan objetivo y tangible como es el territorio del País Leonés y su geografía. Reiteradamente hemos dicho que el reino de León nace cuando el de Oviedo, en tiempos de Alfonso III, ocupa la llanura del Duero y amplía su territorio de tal manera que con esta nueva zona se puede formar un nuevo gran reino que recibe el nombre de su capital: la ciudad de León. También es un hecho históricamente conocido que el nombre de Castilla surgió en el rincón montañoso comprendido entre el Alto Ebro, el mar Cantábrico y el País Vasco; y que este territorio, ampliado con tierras de Burgos, La Rioja y Soria, constituyó el viejo condado independiente de Castilla, que después, ya como reino, continuó extendiéndose por las actuales provincias de Segovia, Ávila, Madrid, Guadalajara y Cuenca.

La castellanización de la Tierra de Campos, la simultánea descastellanización de Cantabria y La Rioja y la identificación del territorio castellano con la cuenca del Duero son las tres principales falsas bases en que se asienta el embrollo castellano-leonés.

Otra confusión muy generalizada es la que se ha tejido en torno a la inadecuadamente llamada Guerra de las Comunidades de Castilla, que ni fue exclusiva de ésta ni se limitó a sus históricas comunidades de ciudad (o villa) y tierra. La confusión viene, otra vez, de mezclar países, pueblos e instituciones como si el conjunto de las zonas sublevadas constituyera un todo homogéneo llamado Castilla.

Se dice que los leoneses, sobre todo los de las provincias de Valladolid y Palencia, cualquiera que sea su pasado histórico, son castellanos puesto que se sienten castellanos. Nos encontramos de nuevo ante la siempre repetida confusión nominal sembrada a mediados del siglo xix. Estos leoneses se sienten castellanos porque entienden por Castilla y por castellano a su propia tierra y lo relacionado con ella, de tal manera que al decir Castilla no tienen en mente a Cantabria, ni a La Rioja, ni las sierras de la Demanda, Moncayo, Guadarrama o Gredos, ni la Alcarria, ni las vegas del Jarama, ni la Serranía de Cuenca, sino las tierras leonesas del Duero, sobre todo la llanura de Campos. Se sienten castellanos por la misma razón que los santanderinos y los riojanos no se consideran tales cuando creen que Castilla es la llanura de Campos.

La confusa nomenclatura, el inextricable enredo que ocasiona el desplazamiento del nombre de Castilla de la Montaña cantábrica a la llanura leonesa, ha hecho que los creadores de Castilla y de su lengua pierdan el nombre castellano, que pasa a ser gentilicio de los habitantes del antiguo reino de León. ¿Y los leoneses? Estos desaparecen cual vagos recuerdos de un remoto pasado del que sólo queda, como reliquia, un atrofiado apéndice nominal: Castilla y León.

La Comunidad Autónoma de Castilla y León es una invención política de reciente creación. Su contorno geográfico en el mapa peninsular no corresponde a ninguna herencia de raíz histórica, ni en este territorio existió nunca una conciencia regional mínimamente arraigada. «No deja de resultar simbólico dice Julio Valdeón- que Castilla y León ocupara el último vagón en el tren de las autonomías» (54). «Y mucho más grave es el hecho -agrega el mismo historiador- de que esta comunidad autónoma naciera con síntomas de descomposición.» Poco después de promulgado su Estatuto de Autonomía, las provincias de León y Segovia, que se habían opuesto a su incorporación a la nueva entidad, pidieron su exclusión de la misma.

Todos los argumentos que se han dado en pro de tal Comunidad son racionales y de naturaleza diferente a los que constituyen la base de las denominadas nacionalidades históricas. Se reducen en realidad -dice el mismo autor- a uno solo: la unidad geográfica del territorio de la cuenca del Duero.

La región autónoma de Castilla y León se instaura oficialmente tras controvertidos procesos político-administrativos que han llevado a una división de Castilla en cinco diferentes trozos y a la creación de otras tantas entidades autónomas (castellano-leonesa, castellano-manchega, cántabra, riojana y madrileña) de nueva invención; todo ello precipitadamente y sin el consentimiento expreso de los pueblos afectados (cuando no con su manifiesta oposición). La nueva región autónoma carece de bases sólidas y auténticas raíces nacionales. Le falta, pues -reconoce el mencionado historiador-,-entusiasmo popular, «lo que constituye, sin duda, uno de sus puntos débiles».


(54) Julio Valdeón Baruque, Castilla y León :la región ómnibus se vertebra (Historia 16,núm. 200).


(Anselmo Carretero y Jiménez. .El Antiguo Reino de León (País Leonés).Sus raíces históricas, su presente, su porvenir nacional. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid 1994)

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