lunes, julio 24, 2006

LA OPOSICIÓN CASTELLANA EN' EL CAMPO FONÉTICO (Teoría de castilla la Nueva , manuel Criado del Val)

LA OPOSICIÓN CASTELLANA EN' EL CAMPO FONÉTICO

Incluso admitiendo la posición primordial que a la fonética concede el historicismo, no es en ningún modo evidente que el re­sultado final de los cambios fonéticos certifique un predominio avasallador del castellanismo cantábrico. Claro está que necesi­tamos amplíar en gran medida el período de estudio. No es su­ficiente atender al período preliterario ; ni siquiera a la literatura medieval. En la evolución fonética actúan muchas fuerzas ocul­tas que tardan en salir a la superficie, y quizás sea procedimiento más seguro estudiar las consecuencias últimas para deducir los orígenes, que viceversa. O al menos conviene utilizar ambos ca­minos.

Aun limitando de momento nuestra atención al campo foné­tico, también en él vemos acentuarse la oposición entre ambas Castillas, a pesar de la unidad política que a partir de la Recon­quista les fuerza a atenuar sus diferencias.

Durante el período medieval y parte del renacentista (17), la región toledana es más conservadora del fonetismo tradicional que Castilla la Vieja. No cabe dudar que el paso fundamental f->h-, tardó en extenderse desde su original región burgalesa (siglos xi-xii) hasta su total conquista de la literatura toledana que llega hasta el siglo xv. (18)

"También es de origen castellano y de la misma zona burgal—e­sa del cambio anterior, la igualación b-v, de reflejo documental todavía más tardío (siglo xv) (18).

Sentido conservador de Toledo

La resistencia toledana a admitir estos cambios es fácil de comprender. Su cultura más elevada actúa de freno a toda pér­dida o igualación' de los sonidos latinos. Es un proceso normal: la masa popular lleva siempre la iniciativa en los desgastes fo­néticos; la minoría literaria, innovadora en la sintaxis y en me­nor proporción en el léxico, es decididamente reacia a los cam­bios de pronunciación, que casi nunca añaden expresividad ni obedecen a una necesidad lógica. La Corte toledana siempre tuvo una fuerte influencia literaria.

Desde el momento. mismo de su incorporación a la Recon­quista, Toledo es consciente de su misión rectora, no sólo de la política, sino también de la norma cultural, lingüística especial­mente, cuyo fin último es la vuelta a un solo patrón peninsular. Esta conciencia centralizadora, que con ayuda de la Corte logra extenderse con rapidez, va unida a otro clarísimo conocimien­to: el de la diferencia de "lo toledano" frente a "lo castellano" (19), que a lo largo del siglo xv, xvi y parte del xvii tiene seme­jante intensidad a la que separa actualmente "lo castellano" (que reúne a ambas Castillas) frente a "lo andaluz". Ejemplo claro de esta consciente actitud de los españoles del siglo xvi es el de Juan Valdés en su Diálogo de la lengua, al proponer la lengua toledana como guía y norma lingüística. Cristóbal Vi­llalón, por su parte, no oculta su bien distinta idea del toledano.

Es precisamente este momento. (fines del xv, xvi y primera mitad del xvii) en el que se está realizando una de las princi­pales evoluciones fonéticas del español, y cuyo desenlace ter­rninará con la diferenciación de varios sonidos, en especial de las sibilantes. Zona inicial de estos cambios seguirá siendo la región Norte.

Se trata de fenómenos populares, de cómodo ablandamiento en la pronunciación, que atenúan la sonora y resonante habla medieval. Igualaciones s-ss; z-Ç; x-j (similares a la b-v).

La igualación z -Ç pasa, como es lógico, por varias etapas in­termedias, más o menos fáciles de precisar en su descripción fonética, su fecha y su geografía regional. Los documentos pa­recen indicar que tanto C como z eran africadas (sorda y sono­ra) hasta mediados del siglo xvr; pasan luego a ser fricativas (con anterioridad en Castilla la Vieja que en Toledo); pierden progresivamente su oposición de sonoridad; se confunde un so­nido con otro y, al fin, quedan igualados en un solo fonema. Este desenlace final sólo llega a la Corte toledana, que ha opues­to una tenaz resistencia, a mediados del siglo xviii.

Resumen

La teoría de una gran avalancha castellanista, que descen­diendo de Cantabria llegase hasta el extremo sur de la Península, no es posible documentarla sobre testimonios de suficiente den­sidad. Los pequeños indicios que las glosas nos transmiten sólo son resquicios sobre los que no es posible reconstruir la com­pleja estructura del habla medieval en una cualquiera de las re­giones peninsulares. Y desconociendo en una medida tan grande la situación lingüística, fonética especialmente, de la España mo­zárabe, tampoco podemos dictaminar' sobre la no existencia en ella de fenómenos similares a los que aparecen documentados más al Norte, sin necesidad de recurrir a un influjo directo.

La expansión del dialecto castellano cántabro por las zonas recién liberadas de Toledo y de Andalucía no fué continua ni siquiera en los siglos de hegemonía política de Castilla la Vieja. Por el contrario, van apareciendo testimonios que demuestran cómo la presión mozárabe ascendía hasta el mismo corazón de la reconquista cristiana. Los monasterios e iglesias de la cuenca del Duero, en las inmediaciones de la propia Burgos y en León, guardaban documentos de indudable caracterización mozárabe en su léxico. Palabras indescifrables dentro del exclusivo campo románico aparecen diáfanas a la luz de la lexicografía oriental (33).

No nos debe extrañar este hecho. El que a tanta distancia, de la frontera islámico-cristiana aparezcan testimonios lingüísti­cos mozárabes se corresponde con la presencia de núcleos de esta misma población atestiguados por la toponimia. Se confirma la extrema permeabilidad que existía entre los dos mundos que luchaban y convivían en la Península, y acreditan las constan­tes emigraciones mozárabes hacia el Norte. El influjo de estas gentes cristianas, pero intensamente arabizadas, en los cenobios burgaleses por fuerza había de reflejarse en el terreno lin­güístico.

El número de españoles (hispano-godos) que islamizaron en los primeros siglos de la dominación fué muy grande. Pero estos núcleos siguieron usando la lengua familiar romance de manera semejante a los "tributarios" (cristianos y judíos). Tanto unos como otros, los conversos como los mozárabes, fueron podero­sos focos de irradiación romance, que sólo decayeron al llegar la represión almorávide. No cabe olvidar que Toledo fue el más importante de estos reductos mozárabes en la Península, aun cuando la documentación sobre él sea menor que la de otras comunidades del Sur, como la cordobesa o la sevillana. Ni tam­poco debe olvidarse que la importancia del mozarabismo en las dos mesetas centrales es radicalmente diferente, ya que apenas tienen interés los núcleos mozárabes de Castilla la Vieja.

El siglo xi y parte del xii esconden el proceso interno de la asimilación castellana por Toledo. Una vez salvado este largo período surge vigoroso en las centurias siguientes el "nuevo` castellano, que en la lengua literaria terminará su proceso for­mativo (34).

Cabe prever, aun cuando sea larga y difícil su comprobación, que el mozarabismo toledano fué el fermento activo de la lengua vulgar durante los siglos xi y xii, impulsado por la fuerte tra­dición cultural de la ciudad. Puede aplicarse a este proceso la noción, tan cara a Menéndez Pidal, del "estado latente" en que puede vivir un fenómeno lingüístico. La resistencia de la región toledana frente a la hegemonía de sus reconquistadores Cánta­bros, de más inferior tradición cultural, está bien probada en el mantenimiento y en la posterior imposición de su vieja legisla­ción del Fuero juzgo. También conservaron los mozárabes to­ledanos sus propios estatutos hasta bien entrado el siglo xiv, sin confundirse con los pobladores de otras regiones (35).

Sólo más tarde se unificará su propia literatura con la co­rriente literaria del Norte. Quedará, no obstante, como residuo de la duplicidad originaria, una clara oposición entre las tenden­cias lingüísticas del castellano "viejo" y las del castellano "nue­vo", con progresiva influencia andaluza; oposición que ya vis­lumbraron los teóricos gramaticales del Renacimiento.

En realidad, la insistencia en los orígenes cantábricos del español busca la correspondencia con la concepción histórico­-literaria que ve en la Reconquista un solo movimiento político, procedente de ese mismo punto, y que ha hecho del Pompa del Cid y de la propia figura del héroe la representación esencial del castellanismo. Cabe ciertamente señalar una activa presencia de los núcleos cantábricos frente al anterior predominio toledano al fin de la Reconquista. Cabeza de ella, es lógico que Castilla ampliara su expansión lingüística en esta "segunda" fase de los orígenes, pero nunca este influjo pudo suponer el predominio, ni menos la anulación de la poderosa tradición toledana.

Este mozarabismo sólo en apariencia fué barrido por el castellano reconquistador. Todo parece indicar, por el contrario, que hubo una fusión final del dialecto cántabro con el toledano y, más tarde, ya muy avanzado el período medieval, con el andaluz.

A fines del siglo xiv el castellano tiene ya todos los recursos expresivos necesarios para dar forma a una creación literaria de la complejidad del Libro de Buen Antor, y a fines del si­guiente puede dar su cima literaria en una obra como La Ce­lestina y asimilar un movimiento poético, ajeno a su tradición, como es el Renacimiento, sin peligro para su estructura. La evolución lingüística del castellano a partir de este momento no se detiene, como es lógico, ya que cada época imprime sus rasgos peculiares en la lengua, pero ya no podrá considerarse como proceso de formación o crecimiento, sino como alteraciones en un organismo enteramente formado. El lenguaje de La Ce­lestina, el del Quijote y el actual son variantes dentro de un semejante nivel.

NOTAS

17 A. ALONSO, De la pronunciación medieval a la moderna en espaítol, Madrid, Gredos, 1955.-T. NAVaxxo Tomás, A. M. ESPINOSA y L. RO­DRícIE,z CASTELLANOS, La frontera del Andaluz, en R. F. E., XX, 1933, páginas 225-277.-H. GAVEL, Essai sur l'évolution de la pronotiation du castillan depuis le XIT7me siécle, París, Champion, 1920'.-R. MENÉNDEZ PIDAL, Manual de Gramática histórica, Madrid, E.spasa-Calpe, 1944, 7' ed.

18 A. ALONSO, De la Pronunciación medieval a la moderna, págs. 23-71.

19 Castilla la Nueva es denominación tardía. En el período medieval, aparte el título fundamental de "Reino de Toledo", eran habituales los nombres de "Tras-sierra" y "Alíen-sierra".

33 A. STEIGER, Un Inventario Mozárabe de la Iglesia de Covorrubias en Al-Andalus, 1956, XXI, págs. 93-112.

34 Siento disentir del criterio de D. Ramón Menéndez Pidal, cuando afirma que la "lengua del toledano Cervantes, admirada en el mundo, no es otra que la lengua del burgalés Fernán González, murmurada por los cortesanos de León" (Castilla, la tradición, el idioma, ?" ed., Ma­drid, Col. Austral, pág. 32). Creo, por el contrario, que la diferencia entre ambas lenguas es enorme, y que el leonés, por sus propios medios, hubiera llegado a una meta muy distinta de la que es muestra el Quijote. Estaba demasiado alejado el espíritu medieval leonés del toledano para que hubieran podido coincidir, sin antes mediar un largo conflicto.

35 Ell mozarabismo no sólo es 'puente entre la cultura islámica y la cristiana, sino que es también el depositario del neoclasicismo isidoriano; el lazo principal que, durante el largo corte musulmán, mantuvo la tra­dición románica en las zonas dominadas.

(TEORÍA DE CASTILLA LA NUEVA. Manuel Criado del Val .Madrid 1960,pp. 107 y s.)

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