TRIBUNA
MANUEL FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ
Aunque notaba cómo la pérdida de tu querida esposa minaba tu ánimo y tu físico, que no tu vitalidad intelectual tan bien entrenada de libros, conferencias, colaboraciones en diversos medios, presentaciones de libros y otros eventos culturales, nunca supe que marcharías tan pronto a ese “atardecer de la vida en que nos examinarán del amor”, tribunal de la auténtica Justicia, en la que creías, y de la que aquí fuiste tan destacado administrador. Pues ya lo ves, Manolo, cómo el Cielo hace justicia, que aquí han comprobado tus hijos el cariño, aprecio y admiración que toda Segovia, esta tierra y estas gentes, paisaje y paisanaje por los que tanto trabajaste, te tienen, y sobre todo, ahora junto a Julia, disfrutas el premio de tu paso por este valle ejerciendo tu hombría de bien y tu papel de cristiano creyente y consecuente.
Manolo, tocayo, como gustabas saludarme, agradezco muchas cosas, la primera el obsequio de tu amistad, después, y todo por esta amigable relación, haber confiado los primeros años de educación de tus hijos, en el que yo siempre llamo “mi” Colegio “Villalpando”, haberme asesorado muy eficazmente en consultas de juzgados, favor que te intenté reconocer ayudándote en peritajes de firmas, como “experto en caligrafía”, que tantas he visto; y quedan otras dos facetas en las que una yo no he cumplido “todavía”, y la otra que tú no llegaste a poder cumplir.
Te tomaste la molestia, con tu tiempo de veinticuatro horas diarias ocupadas, de leer mi libro “Segovia desde mi ventana”, en línea de salida para su publicación, particular paseo por esta Segovia que tú tan bien conocías y tanto amabas y defendías, y me dedicaste párrafos tan bonitos como:” ...la de escritor sensible, en definitiva un poeta, que siente y transmite el pálpito, la emoción, la vibración profunda de los seres y de las cosas del ayer, del hoy y -se presiente- del mañana. Son la sensibilidad, la emoción y el entusiasmo los hilos impalpables, pero sólidos y efectivos que forman la urdimbre, el tejido, el hilo conductor de este libro”. Me queda el pesar de que tal vez por algo de indolencia no se haya publicado ya, siendo como era mi deseo, y pienso que hasta te habría agradado, tú quien me lo hubieses presentado, y eso que pierdo, pues en tus numerosas presentaciones se agolpaba un público más ávido de tu entusiasmo y apacible verbo que por el nuevo libro. Tu prólogo junto al informe de D. Luis Felipe de Peñalosa y Contreras, que avaló así, entre otros favorables consejos: “El volumen, que deberá ir encuadernado con el decoro conveniente, que resultaría muy adecuado para obsequiar a personalidades que visiten nuestra ciudad e igualmente como propaganda de las bellezas de las mismas”, serán mi mejor aval.
El regalo que no pudiste cumplir fue el panegírico a Aniceto Marinas, otro singular artista y prohombre segoviano, al que cada Domingo de Pascua la Cofradía de “Ntrª. Srª. de La Soledad al Pie de la Cruz y el Stº. Cristo en su Última palabra”, recuerda en su rincón de los Jardinillos de San Roque, pues nos diste palabra de que este año serías tú quien recordase las virtudes del insigne escultor y sensible imaginero y sobre todo hombre honesto y cristiano cabal, que nos dejó las dos singulares imágenes de nuestra devoción en San Millán, parroquia que también elegiste para darnos el último adiós en este valle.
Hasta luego, tocayo.
Descansa en la luz eterna.
viernes, marzo 24, 2006
Hasta luego, tocayo... (Con mi agradecido recuerdo y mi admiración por Manuel González Herrero, un “grande” de Segovia)
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