jueves, febrero 12, 2009

Lengua y nacionalidad (A. Carretero Jimenez 1977)

La personalidad histórica de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos
Anselmo Carretero y Jiménez
Hyspamérica de Ediciones San Sebastián 1977

Páginas 114-116



Los partidarios de tal división nacional suelen fundamentarla en un criterio lingüístico, sin tener en cuenta que si bien la lengua contribuye a definir la personalidad de un pueblo no decide la nacionalidad. La historia y la geografía -sobre todo aquélla- significan mucho más que la lengua en la cuestión nacional. Si el idioma decidiera la nacionalidad, Estados Unidos e Inglaterra constituirían una sola nación, como también todos los pueblos americanos de lengua castellana juntamente con la mayor parte de España; y al contrario, no podrían existir naciones bilingües, como Bélgica y Canadá, ni menos aún plurilingúes, como Suiza, Yugoslavia y la India.

Por otra parte, el idioma castellano - que por su origen geográfico podría llamarse romance del Alto Ebro, y por su estirpe romance vascocántabro - es otro vinculo de parentesco histórico entre Castilla, el País vascongado, Navarra y Aragón. Mientras que en Asturias, León y Extremadura el castellano hubo de desalojar al hable leonés - más parecido al gallego- que fue el primitivo romance de estas tierras; y a La Mancha, Andalucía y Murcia llega con los avances de la Reconquista; en la vieja Castilla, el País vascongado, Navarra y Aragón surge y se desarrolla espontáneamente, sin coacción alguna - con matices dialectales en Navarra y Aragón -, entre gentes de primitivos dialectos éusqueros.

Una lengua afín al vascuence se hablaba - según Menéndez Pidal- en Aragón y Castilla antes de la romanización. Durante los siglos medioevales el vascuence se extendía mucho más que hoy alrededor de las actuales provincias vascongadas; y en el siglo XIII se hablaba en la Rioja alta y llegaba hasta las puertas mismas de Burgos. Es curioso observar - seguimos a don Ramón que mientras los lectores y copistas de los códices procedentes de León, Sahagún, Zamora o Carrión añaden al texto latino escolios en árabe, los códices de la primitiva zona del romance castellano inician el uso de las glosas o traducciones intercalares en romance, y algunas veces en vascuence. En las Glosas Emilianenses - glosas riojanas - se hermanan el primer vagido del idioma castellano y la primera escritura en vascuence. «El monasterio de San Millán, donde Berceo escribe, lindaba con el Valle de Ojacastro, donde se hablaba vascuence. Esto nos explica también que el autor del primer texto romance que se conserva en la Península fuese un bílingüe» - vascocastellano-.

El castellano se propaga por los territorios vecinos desplazando a los romances nacidos en ellos. La Tierra de Campos es naturalmente la primera zona de expansión del castellano por la región leonesa. El condado de Saldaña y Carrión, señorío de los Beni-Gomez que encabeza Pedro Ansúrez, representa en aquellos tiempos «una transición entre el habla propiamente leonesa y la castellana; en él se manifiestan antes que en el centro de León varios rasgos castellanos».

Desde que el castellano se usa como lengua oficial de la regia cancillería, después de la unión definitiva de las coronas, los bables leoneses retroceden continuamente hasta extinguirse en Asturias, los extremos occidentales de las provincias de León, Zamora y Salamanca, y Extremadura. Como es natural, el leonés no cede el terreno al castellano repentina y tajantemente, sino que retrocede paso a paso hasta sus últimos y precarios refugios en los extremos occidentales del antiguo reino, conectadas ambas lenguas por una movediza zona de difusión. Esto explica, por ejemplo, el hecho de que la redacción del Fuero de Sepúlveda, que representa el estado lingüístico de la comarca en la segunda mitad del siglo XIII, contenga elementos dialectales leoneses.

El avance del castellano por tierras de Navarra y Aragón tiene otro carácter en ellas no desaloja a otra lengua con el apoyo oficial. Los romances del muestran pequeñas diferencias dialectales con el de la primitiva Castílla; de manera que mientras el leonés es más parecido al gallego que al castellano, los dialectos navarro y aragonés se asemejan mucho más al castellano que al catalán -salvo el aragonés oriental-. En Navarra, no obstante su total independencia de Castilla y los vínculos de sus reyes con Francia, el castellano era la lengua hablada de la gran mayoría y la lengua escrita desde mucho antes de su incorporación a la corona del Rey Católico; y también Aragón, a pesar de ser no sólo independiente de Castilla, sino parte de un estado predominantemente catalán, ha tenido como lengua propia, espontáneamente desarrollada en el país, el castellano (siempre con algunas variaciones dialectales). La fonética del dialecto navarroaragonés es la misma del castellano al punto de que -según Menéndez Pidal- no es posible saber si una voz procede de uno u otro dialecto. El habla del Bajo Aragón es, en líneas generales, la misma de las tierras castellanas de Soria o Guadalajara.

La propagación del castellano por la mayor parte de la Península (nunca por toda ella como lengua única) no fue, pues, en principio, hazaña de ninguna espada que lo impusiera como instrumento imperial, sino expansión natural de una lengua -creada o espontáneamente acogida por pueblos de estirpe éusquera- que por su mayor firmeza y arraigo popular desplazó a los romances vecinos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

el articulo explica muy bien que no hay ningun motivo para que llamemos "castellano" a nuestro idioma.