Cantabria Nuestra, ante el debate público existente, y la preocupación que a él subyace, por la redacción del Estatuto de Autonomía de Cantabria - ya aprobado-, que entre otros aspectos suprime el artículo que hacía posible la reincorporación de esta provincia a una Comunidad limítrofe (entendemos que se refiere a Castilla y León), como Asociación para la defensa del Patrimonio, cree su deber contribuir al mismo con unas reflexiones que intentan ser palabras clarificadoras, de sosiego y esperanza. La postura de nuestra Asociación se resume en los siguientes puntos:
1.- En el plano estrictamente político, o sea, en cuanto a la cuestión de fondo de si Cantabria debió haber constituido una Comunidad autónoma uniprovincial, o si, por el contrario hubiera sido preferible que formara parte de la de Castilla y León, Cantabria Nuestra entiende que, por su propio carácter de Asociación cultural, ni puede ni debe pronunciarse. Y menos aún, al tratarse de una cuestión que ha quedado zanjada por la decisión legítima de los partidos políticos que constituyen la Asamblea Regional. Además, dada la situación preocupante en que esta tierra se halla, todos los esfuerzos de leal cooperación con sus Instituciones resultan imprescindibles y obligados. Y Cantabria Nuestra desea iniciar esta reflexión ofreciendo el suyo.
2.- Preocupante para nosotros es el pretendido trasfondo histórico sobre el que algunos intentar justificar la autonomía de Cantabria. Nos preocupa y nos afecta por lo que esas posturas suponen de adulteración de la Historia, que es parte esencial del Patrimonio de esta y de todas las comunidades. Para evitar que entre nosotros llegue a exacerbarse un nacionalismo, al que no vemos base histórica real, bueno será recordar e invitar a meditar en algunos hechos básicos. La Historia, como la Cultura (ambas con mayúscula), es propiedad y cualidad de la especie humana, y es obvio que todos los pueblos y naciones tienen la suya, por lo que el subtítulo de "comunidad histórica" es, cuando menos, redundante. Pero la Historia nunca es unilineal, ni es una sucesión de fichas de las que podemos elegir la que en cada momento resulte más atractiva, heroica, sublime o deplorable. En artículos y "cartas al director" de prensa se leen con frecuencia referencias a la resistencia de los cántabros frente al poder de Roma y a formas de autogobierno de que, supuestamente, esta provincia gozó en pasados siglos. La conclusión inmediata que puede sacarse es que el nuevo Estatuto va a actuar como corrector de un estado de cosas negativo en que la actual Cantabria se encuentra sojuzgada por un centralismo que la sofoca y que permitiría explicar todos nuestros males. La realidad histórica, para cualquiera que de verdad quiera informarse, es que esas argumentaciones constituyen absurdas e innecesarias manipulaciones, cuando no completas falacias. Porque, vamos a ver ¿por qué son históricamente mas relevantes los siglos de la Cantabria prerromana que los que perteneció a la provincia tarraconense y al Conventus Cluniensis? ¿O que los milenios en que formaba parte del territorio de cazadores del Paleolítico Superior que a lo largo de la franja costera llegaba desde Asturias a La Dordoña y que legaron, aquí, nada menos que Altamira?. ¿Y qué decir del papel de nuestra región en el nacimiento de Castilla, en la repoblación y en la reconquista, o de sus puertos y astilleros en la toma de Sevilla, cuyo aniversario se conmemora precisamente este año?. Tal vez convenga recordar aquí que la Edad Media dura mil años, durante los cuales fueron los montañeses hombres de behetría. Con el tan citado como mal entendido "Pleito de los Valles", ya a caballo con la Edad Moderna, no se buscaba, como se ha dicho, una "independencia" frente al poder central, sino exactamente lo contrario: mantenerse bajo jurisdicción real ante las aspiraciones del dominio señorial: "todos los Valles de las Asturias de Santillana eran de los Reyes de Castilla". Resulta realmente difícil entender que Cantabria sea origen de Castilla y, al mismo tiempo, se defienda su "diferencia" a partir de hechos anteriores que no mantienen continuidad histórica. Mucho más adecuado es reconocer que la actual Cantabria constituyó un semillero para la repoblación durante la Reconquista, que los foramontanos abrieron una vía de expansión hacia el sur de la gente de esta tierra y que nació de una división administrativa de la de Burgos. Habrá que recordar que el viejo, y entrañable para muchos, nombre de La Montaña viene de Montaña de Burgos, o norte de la provincia de Burgos, con el que esta tierra era conocida. La relación de la actual Comunidad con los episodios históricos seleccionados y reseñados es variable. Sin embargo, en ella confluyen dos legados que explican su identidad y su realidad presente: sus casi olvidadas formas de vida tradicional y el papel del puerto de Santander como extremo del eje de comunicación hacia Castilla y desde Castilla. Las primeras constituyen uno de nuestros principales bienes patrimoniales, a cuyo estudio y recuperación Cantabria Nuestra no permanece ajena. Precisamente, una las características de nuestros valles y comarcas es su diversidad: ¿es quizá igual la vida tradicional de La Liébana a la de Vega del Pas?. Además, esas formas de vida tampoco son estáticas: ¿puede ignorarse, por ejemplo, la incidencia de la llegada desde América del maíz o la patata, de la deforestación de nuestros bosques para proporcionar material a ferrerías y astilleros o, últimamente, de la importación de la vaca frisona?. Tampoco sería ocioso recordar que el gran desarrollo de Santander se produjo a través de su tráfico portuario, iniciado con el Fuero de Alfonso VIII, impulsado especialmente cuando Carlos III le otorga libertad de comercio con las colonias de América, y al que la ciudad debe su gran expansión económica y demográfica a lo largo del siglo XIX. Y no menos innecesario es evocar que ese comercio se refiere sobre todo a las harinas, lanas y trigos de Castilla. Las consecuencias que en el plano de relaciones e intercambio humano entre nuestra tierra y las provincias vecinas de Castilla ha dado lugar a lazos afectivos y comerciales absolutamente reales y tangibles , y que, por tanto, tienen una fuerza incomparablemente mayor que los imaginarios que pudieran unirnos con las tribus que lucharon hace veinte siglos contra las legiones de Roma.
3.- La realidad del Estado de las Autonomías es eso, una realidad. Y es la política materia de realidades, teniendo por tanto un componente pragmático que no puede olvidar la Historia, pero que no debe buscar su justificación en una mítica Arcadia, sino en la voluntad de sus habitantes de estar juntos organizándose de una determinada manera y no de otra. Si algo enseña la Historia es precisamente el carácter cambiante de esa realidad. Tal vez la Historia evolucione hacia un estado federal... tal vez hacia 21, 27 o 13 autonomías... Desde luego, si hay agregación, parece lógico que sea entre autonomías vecinas con intereses y, esperamos, que herencias colectivas similares. Esta reflexión chocará sin duda a quien entienda la autonomía como una forma de buscar diferencias con los vecinos para acentuar la importancia de lo propio, o a quienes tratan de basarse en lejanas y difusas razones históricas para justificar el autogobierno. Pero sí será aceptada por quienes contemplan la autonomía, no como un fin en sí misma, sino como un medio de aproximar las decisiones al pueblo, buscando su óptimo desarrollo económico y la máxima elevación de su nivel cultural. Sencillamente en estos momentos, Cantabria se ha dado a sí misma su autonomia, porque ha querido, porque ha entendido que es lo mejor para sus intereses. El futuro está por escribir.
4.- No podemos por terminar este manifiesto sin un recuerdo a la importancia de la conservación y disfrute del patrimonio, que en Cantabria tiene connotaciones particulares. Donde un paisaje extraordinario y unas playas sin parangón han propiciado demasiadas veces más una explotación que una ordenación del territorio, lo que ha tenido consecuencias lamentables en el urbanismo de las ciudades y los pueblos. Preocupación que compete de modo directo al gobierno y al parlamento regional y en la que, tanto el actual como los que vengan en el futuro, habrán de mostrar su capacidad de gestión y de respeto y defensa de unos valores históricos, paisajísticos y medioambientales que una vez destruidos son irrecuperables.
Este empeño constituye, precisamente, la esencia y el objetivo principal de Cantabria Nuestra. Santander, Mayo de 1998Resolución adoptada en la Asamblea General Extraordinaria convocad
al efecto
jueves, julio 21, 2005
Manifiesto de Cantabria Nuestra sobre la historia de Cantabria
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1 comentario:
A los responsables del blog y/o quien haya publicado este artículo:
¿La imagen del artículo de dónde procede, quién/es la hicieron, etc.?
Si alguien sabe algo por favor me lo diga, me pica mucho la curiosidad.
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