jueves, noviembre 30, 2023

EL TERRITORIO

                                       EL TERRITORIO


Una vez tocado el tema de la lengua castellana, que ayuda poco o nada para ponderar lo que es hoy día Castilla, si acaso para que algunos se queden muy contentos dictaminando que no hay que hablar de lengua española sino de lengua castellana, se suele acudir al tema territorial para intentar captar de manera harto hipotética lo que se pudo denominar Castilla hace siglos, no desde luego la confusa y nebulosa noción hoy imperante de lo que es Castilla, tanto más confusa cuanto se intenta comparar con otras regiones.

Para no divagar excesivamente y limitarse a unas modestas pinceladas se expondrán algunas opiniones. Así nos dice Luis Carretero Nieva:  

El reino de Castilla no era una unidad, era una federación de unidades, sin igualdad de organización, sino con una riquísima floración de variedad de instituciones. 

Luis CARRETERO (“Segovia Republicana", 6 agosto 1931.)

Habla del pasado y supone un más que mediano conocimiento de ese pasado que hace prácticamente incomprensibles hoy día sus palabras. Palabras que encierran una especie de propuesta-deseo de recuperar de alguna manera ese pasado, y toda su obra es un intento de aclarar en qué medida se ha conservado de ese pasado cómo se podría mejorar en un futuro. Una visión progresista, optimista y con happy end, aunque en el fondo no deja de advertirse una nostalgia por un estado de cosas que ya no volverá.

 Toda la organización política y administrativa actual de corte liberal deriva de la revolución francesa y tiene sin duda entre sus objetivos liquidar todo el viejo orden al que hace referencia don Luis; lo que ha subsistido son restos moribundos que la despoblación se está encargando de liquidar definitivamente. Quizá sea sucedida por una organización social islámica de fundamento coránico, en cualquier caso hacemos lo posible porque así suceda.

La organización territorial derivada de la revolución francesa obedece a tres razones:

La primera revela, por supuesto, la pasión de la igualdad. No el entusiasmo para esta igualdad “varonil” que describirá Alexis de Tocqueville, que empuja a al hombre a intentar igualar a los que le son superiores, sino esta pasión que mencionan también al pensador normando, que nombraríamos igualitarismo, la que promueve a rebajarlo todo al más pequeño común denominador.

Le libre noir de la Révolution Française Sous la direction de Renaud Escande Les Éditions du Cerf, Paris, 2008
Cap XVI EL REPARTO REVOLUCIONARIO DEL TERRITORIO, ENTRE UTOPÍA Y TECNOCRACIA ,CHRISTOPHE BOUTIN,  Profesor de Derecho público, Universidad de Caen. Pp. 323-333. 

En palabras sencillas se trató de eliminar todas las variedades de instituciones que nos cuenta don Luis por la única institución: el estado central. La división provincial de Javier de Burgos estaba directamente inspirada en los departamentos franceses, con lo que reinos, principados, ducados históricos y demás tramoya desaparecieron. En este contexto las consideraciones acerca de las porciones castellanas de Palencia, Valladolid o Cuenca suenan a delirio provocado por sustancia psicotrópica.  

Segunda la voluntad de organizar mejor los cuadros de la sociedad. La razón, que permite al hombre comprender el bien público, debe dictarle también las formas de su organización social. Pero supone entonces un análisis exterior de los problemas, hecha por algunos cerebros superiores en sus gabinetes, descartando los datos de la historia. Este razonamiento es necesariamente simple, en una aproximación a la vez científica y utilitarista que se combina muy bien con la pasión igualitaria y la negación de las diferencias que se deriva. Para nuestros modernos de entonces, toda organización dispar, enredada, de forma irregular, no podría razonablemente prevalecer sobre la belleza de un idéntico esquema extendido al conjunto del territorio.

Los revolucionarios franceses pusieron en marcha la tecnocracia imparable, no menos que los liberales españoles, así Javier de Burgos acudió al ingeniero José Agustín de Larramendi para su división provincial, sin duda experto en regla, cartabón y compás, puesto que entonces aún no existía el flexómetro ni el portátil. Esto nos trae a la memoria como se diseñaron las actuales autonomías españolas, sobre todo Castilla y León y Castilla-La Mancha, aunque las autonomías no siguen el mismo esquema de los departamentos franceses, pero tampoco son en absoluto una recuperación de los viejos reinos históricos 

Una tercera razón para la imperiosa necesidad de la redefinición territorial, el cambio de perspectiva que ofrecen el nuevo método de expresión de la voluntad general y la existencia de un órgano legislativo elegido. Este método de elaboración de la ley es en efecto la justificación esencial presentada la asamblea revolucionario para la renovación territorial. Se conocen los términos del debate en torno a la imposibilidad de poner en marcha una democracia directa que supondría la reunión de los ciudadanos – incluso aun cuando se tratara solo de los ciudadanos activos - en un mismo lugar. Será necesario pues representantes, que pueden ser titulares de un mandato imperativo, así pues perpetuamente revocables por sus comitentes, o de un mandato representativo, y libres entonces de actuar como les parezca para despejar la voluntad general. Eligiendo constituirse en Asamblea nacional, los elegidos de los Estados generales, procediendo del mandato que se les había confiado y que sólo consistía presentar los cuadernos de quejas de su orden y su distrito electoral, se comprometen, al término de debates agitados, en la única vía posible: liberarse de la idea de todo mandato imperativo y considerar que una vez reunidos representan la nación.

¿Las consecuencias serían nefastas para las libertades? No, ya que la Revolución, haciendo desaparecer el despotismo, habrá vuelto inútiles los contrapoderes de las libertades locales. Curiosamente nadie parece entonces desconfiarse del peligro que harían correr a las libertades individuales una asamblea o administración central. 

Al combatir las pequeñas patrias, la Revolución ha impedido quizá el estallido de la nación; pero, más seguramente aún, ha contribuido a hacer de los franceses menos que sujetos, simples administrados.

Aquí aparece la madre del cordero de la organización territorial salida de la revolución francesa: representantes libres de toda responsabilidad con sus representados, fin del mandato imperativo, principio de la moderna partitocracia, réquiem de las libertades individuales y de los cuerpos intermedios. Con el tiempo el monstruo fue creciendo, ya daba lo mismo crear regiones o resucitar reinos, no se trataba en absoluto de restaurar libertades sino instaurar partitocracias sin límites a imagen y semejanza de los estados liberales centralistas. Claro que en una España salida de una autocracia de espadón la cosa podía dar el pego y considerarse un avance gigantesco de libertad política, y así se vendió en efecto. La aplicación de los principios de la revolución francesa, al revés que en Francia, no parece que vaya a impedir el estallido de la nación. En esta situación hablar de pacto constitucional o de federalismo como solución buenista suena surrealista.

 Entre escritores que podemos denominar castellanistas se han advertido algunos –no todos- de los efectos del liberalismo salido de la revolución francesa

Es frecuente tropezar con la idea errónea de que al decretarse la división actual en provincias, en 1833, se estableció también una división regional en la que se atribuían al reino de León las tres provincias de León, Zamora y Salamanca. Todo lo contrario: lo que entonces la división de Javier de Burgos hizo -y tal era su principal propósi­to- fue acabar con toda división regional histórica para instaurar un régimen unitario y centralista inspirado en el modelo de los departamentos franceses.

(Anselmo Carretero Jiménez. Castilla, orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. Cap XIX. Ed. Porrua, México 1996. Pp 841 y ss..)

 

Los desmembradores de nuestros días no se percatan de que Castilla - la Corona de Castilla - abarca en 1833 treinta y seis provincias de las de ahora.  En dicho año el liberal Javier de Burgos, más que con una pluma, con un bisturí, en la mano, trucidó los viejos reinos, y el centralismo barrió como un ventarrón los órganos y la autonomía de los mismos para convertirlos en departamentos provinciales.  Borró hasta el nombre de las regiones, que se refugió simplemente en el papel escrito y éste a su vez en las escuelas se hizo tradición oral.  Así todos hemos recitado estas agradables cantinelas: "Castilla la Vieja, tiene seis provincias: Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia y Avila.  León tiene cinco provincias: León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia".

El resultado fue la agonía y muerte de las regiones.  Como dijo con gracia Moneva Puyol, resultaron al cortarse la piel de España, cincuenta gatas muertas (las provincias), pero no un león vivo.

Segovia tenía razón, José María Codón

«Diario de Burgos», 4 Agosto 1981

No está nada clara la postura de acudir a la extensión territorial como pauta para aclarar lo que fue Castilla; si la clave son las libertades el examen de la historia de los territorios castellanos puede deparar sorpresas morrocotudas, frecuentemente las libertades duraron menos que un pastel a la puerta de un colegio, monarcas y señoritos jugaban con los cuerpos intermedios y sus libertades como tahúres de taberna de borrachuzos. Las libertadas eran mucho más efímeras de lo que se presenta a veces; ¡que retórica grandilocuente, aunque tal vez bienintencionada, la de don Claudio! : Castilla una isla de libertad en un mar de feudalismo rígido. Supongo que don Claudio conocía bien la historia de Ávila, tal vez practicó una especie de amnesia voluntaria. Ya se sabe: como a nuestro parescer cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Referencias

https://cofreculturalcastellano.blogspot.com/2010/08/el-repato-revolucionario-del.html

https://breviariocastellano.blogspot.com/search/label/Jos%C3%A9%20Mar%C3%ADa%20Cod%C3%B3n

https://www.blogger.com/blog/post/edit/14656270/116341208974601787

 

 

 


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