Lo que históricamente fue el reino de Castilla no deja de ser algo bastante ambiguo según la época y el rey que efectivamente reinó. La noción medieval de reino difícilmente se puede adaptar a las nociones actuales de nación.
Incluso considerando el último rey de Castilla –Alfonso VIII- habría una ambigüedad clara en sus territorios: la leonesa Tierra de Campos incluida en su herencia por cuestiones políticas, muchas tierras del reino de Toledo que en absoluto prosiguieron en el futuro el orden jurídico y social castellano, territorios vascongados que hoy día muchos estarían lejos de considerar Castilla y otras tierras de dudosa adscripción..
En brevariocastellano.blogspot.com se publicó una serie de conferencias de Luís Carretero Nieva con la denominación de “fijando principios”, donde se intenta aclarar el sentido de federación de la Castilla originarias que nada tiene que ver con el de unidad, y por favor no confundan federación con unidad.
Supongo que la idea de nación y la tentación de adherirse a un nacionalismo -cualquiera que sea este- está metido hasta las cachas en las poblaciones occidentales , hasta tal punto que el nacionalismo es una segunda religión cuando existe alguna otra que se pueda considerar primera; aunque en demasiados casos el nacionalismo es la primera y única religión.
Lo que fue Castilla en sus orígenes – a no confundir con la corona de Castilla- no tiene nada que ver con una nación moderna, por eso no es nada raro que los que propugnan una nueva nación castellana, sucumben fatalmente a las tentaciones típicas del nacionalismo de extensión, poder y uniformidad pretendiendo en el fondo una especie de heredera de España en más pequeño que poco o nada tiene que ver con lo que fue Castilla; en su ardor proselitista y apostólico pretenden convertir al personal en nuevos peones de la causa nacionalista.
Por favor no me modernicen ni me catalanicen Castilla, Castilla no fue una histeria lacrimosa que adoraba enseñas nacionales (cada comunidad tenía su pendón), ni un adocenamiento borreguil que entregaba su poder a un partido político, ni una lengua, ni una raza. Curiosamente se trató de una comunidad de hombres libres, bastante rara la Edad Media europea. Ahora se pretende sustituir por una manada de borregos que valen detrás de un trapo, y obedezcan mansas a sus pastores nacionalistas, vigilados por perros pastores o comisarios nacionalistas.
Lo siento pero los llamamientos a la unificación, la reunificación me suenan a consignas falangistas, y de las peores. ¿Tan incapaces se considera a los castellanos de pactar? (entre ciudadanos, no entre partidos), el pacto es anterior a la norma legal coercitiva, a la unión anhelada por el débil que solo cree en la unión uniforme de la manada para tener fuerza.
A veces me parecen que los pancastellanistas padecen un terrible complejo de Edipo, matan a España pero quieren que renazca cual ave Fénix de sus cenizas en forma de la Gran Castilla.
martes, marzo 27, 2007
Reunificaciones temibles
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