domingo, marzo 10, 2024

) 14. La Rioja y Burgos, unidos por la lengua de la Castilla milenaria (por José María Codón, de la R. A. H.)

 

Re: La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)

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(...) 14. La Rioja y Burgos, unidos por la lengua de la Castilla milenaria

 

En el itinerario del homenaje de la lengua Castellana, pasamos de la castellanísima etapa de San Millán de la Cogolla, el santuario del Patrono de Castilla, tan frecuentado y amado por Fernán González, y en el que se hallan los sepulcros acéfalos de los Infantes de Lara, al Monasterio de Silos, condal y real, es decir: de las Glosas Emilianenses a las Silenses.

 

Ambas Glosas son, aproximadamente, contemporáneas. Las Silenses fueron declaradas auténticas en 1895, y las Emilianenses, en 1927.

 

La conmemoración en Silos fue provincial. Llegarían, en el curso de 1978, los actos extrarregionales. El Patronato programó los actos de tipo nacional y aun internacional, con dignidad y altura. Se retrasó la declaración del Año Mundial del Castellano. Por eso hubo que acudir a Silos y participar en la celebración, y entonar los cánticos mozárabes y la bella palabra de J. M. Alfaro.

 

El eco que el Milenario logró lo demuestran los actos recientemente (1979) organizados en Buenos Aires por la Academia Argentina de Letras, sobre “Los primeros documentos en la Historia de nuestro idioma”, con el concurso de nuestro embajador, del decano de la Facultad de Letras bonaerense, de la Biblioteca Nacional Argentina y del director del Instituto de Filología y Literatura Hispánicas de la facultad de Buenos Aires, don Ángel Baltistena.

 

En España, los filólogos y literatos recibieron bien el Milenario con una sola excepción. (Los archiveros se han movilizado por rastrear posibles textos anteriores a las dos glosas castellanas. Se dice que, en León, ha aparecido un documento más antiguo que ellos, con dos o tres palabras escritas en castellano. Debe examinarse el hallazgo, aunque nos extraña que el P. García Villoslada, estudioso del tema y juez importantísimo de las glosas, no reparase en dicho texto. También ha dicho Manuel Criado del Val que, en una documentación en lengua semita hallada en Toledo, aparecen palabras romances).

 

Cuanto más se estudie el problema, más permanecerá en pie la verdad proclamada por Menéndez Pidal: El castellano nació en Cantabria, es decir, en el sur de Santander y en el norte de Burgos y en la Rioja. Ese fue el castellano oral, de formación muy lenta. Por ello no debe extrañar que los testimonios escritos: documentos, glosarios y diplomas, se encuentran en la Vieja Castilla. Así podemos poner en ficha la declaración documental de derechos que el Conde de Castilla tenía en Espeja (año 1003). Dechado de castellano es el documento notarial de Frandovínez o Buniel del año 1100, precedido de su congénere riojano de 1044. La escritura de Sobrarbe, del año 1090 (nueve años antes de la muerte del Cid) es otra valiosa muestra. ¡Qué gran exposición de textos primitivos podría organizarse con tales documentos!

 

Ahora bien, más importante que un pergamino es la vida que refleja. Más que el documento escrito, es la lengua misma. Entre ambas cosas existe la misma diferencia que entre el alumbramiento de un nuevo ser y la partida de nacimiento.

 

No olvidamos el castellano oral, porque es cimiento. Desde el siglo I, en la prehistoria de nuestra lengua, se aprecian gérmenes de las lenguas romances. El triángulo Burgos-Santander-Logroño, donde nació y se desarrolló la lengua hablada, vio la transformación del latín vulgar, que resultaba incómodo para el comercio, el intercambio y la cultura. Los romanos no aceptaban nunca el bilingüismo, imponían rápidamente su latín y hacían olvidar a las razas autóctonas su idioma nativo. Pero en aquel triángulo, con sede en el “Área Paternina”, Mena-Castilla la Vieja, en el partido de Villarcayo, había una resistencia permanente a Roma. Incluso gramatical. Y en la romanización de España gobernaban palabras ibéricas como “cerro, cazurro, pizarra, izquierdo, Araduey y Aradoy (tierras de llanuras) e Iliberris (Ciudad Nevada)”.

 

En el siglo VII, en la corte goda del rey Rodrigo, en Toledo, se hablaría pronto con acento gallego (sobrinu, muller): en Cantabria, sin embargo los bárbaros habían dejado voces germanas, en el romance en gestación. Vegecio registra trescientas voces germanas, entre ellas una que es muy cara a Burgos: “Castellum parvulum quem Burgus vocant”. (…)

 

¡Milenario del Castellano! Las efemérides siempre son fructíferas. Propongámonos que quede huella en una facultad burgalesa o riojana de la lengua castellana. Como soñaron Viñas y Menéndez Pidal, que ya es decir.

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