martes, enero 30, 2024

La Rioja es Castilla 5. La rioja en las comunidades de Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)

 


 La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)

4. La Rioja en las Comunidades de Castilla

 

Un momento estelar del castellanismo de la Rioja fue aquel singular fenómeno histórico de las Comunidades, en que la actual provincia de Logroño se dividió, al principio, en dos partes diferenciadas: el Oeste, acusadamente comunero, y el Este (la línea de Logroño y demás tierras del lado de acá del Ebro), realista.

 

La contienda de las Comunidades de Castilla fue una guerra civil entre castellanos. Ni el reino de Aragón, desde Cataluña a Valencia y Mallorca; ni Navarra, participaron en ella.

 

Esa guerra civil tiene dos fases clarísimas: la primera, de alzamiento nacional de repulsa contra los dignatarios extranjeros de “servicio a Dios”, afirmación de los ideales religiosos y castellanos y exaltación municipal de las comunidades de villa y tierra; la segunda, del movimiento antiseñorial, revolución popular y anarquía: fue el momento de la retirada de Burgos y Soria y de la pacificación de Logroño, que por estar junto a la zona de peligro de la invasión navarra y francesa, veía claro el contubernio que dirigía Francisco I de Francia.

 

Por eso la batalla de Villalar, noche negra en el cielo de la Castilla llana, no merece ni el nombre de tal. Fue una rendición sin lucha, una “rota incruenta”, pues de 16.000 hombres que pelearon no hubo ni una sola baja mortal, sólo algunos contusos y heridos leves. Eso fue Villalar: una batalla sin muertos.

 

Los logroñeses de ambos bandos eran igualmente castellanos. La zona comunera, del Oeste de la tierra, pese a pertenecer a las dos familias más importantes de Castilla, el Conde de Haro y el Duque de Nájera, se alzaron por la Comunidad, en Haro, Nájera y Anguiano, en 1521, con signo antiseñorial.

 

La zona fronteriza con Navarra, consciente del peligro de la invasión francesa, luchó, con todo heroísmo, particularmente Logroño, contra los navarros y los galos. En un principio fue Burgos, tan vinculado a la Rioja desde siempre, el que atizó el fuego. Habían llegado los ecos del grito de Dueñas, inspirado por Burgos. Esta ciudad, centro de agitación comunera al principio del levantamiento, contagió no sólo a la Rioja, sino a Vitoria, a las merindades de Castilla la Vieja e intentó con poco éxito incorporar al movimiento a la antigua Montaña de Burgos, hoy Santander. Burgos se atrevió a defender la postura de los rebeldes de Dueñas, en carta del 11 de Septiembre de 1521 que se conserva en la Biblioteca del Palacio Real.

 

El Condestable, en la primera fase de exaltación fue expulsado de Burgos. El que lo era todo en Burgos hubo de despedirse, rápido, de la Casa del Cordón. Entonces se sublevó su propio señorío de Haro y los comuneros llegaron a cercar su fortaleza de Briones. Pero el Condestable pesaba mucho en Castilla, sobre todo en la Rioja. Aquel Velasco dominó en pocos días la revuelta que estaba motivada en Haro, más que nada por el problema del aumento de las imposiciones y tributos, y ahorcó a los principales responsables.

 

El Duque de Nájera y Conde de Treviño, Manrique de Lara, otro gran general de Carlos I, vio también cómo por aquella fecha se sublevaba la vieja villa ducal, para protestar contra la tiranía de los señores y los impuestos, destituyendo los sublevados a los regidores y jueces del Duque. Los rebeldes ahorcaron a un hidalgo al servicio de los Manrique de Lara, tomaron dos de las tres fortalezas de los mismos e incitaron a la villa de Navarrete a que se apoderara las escrituras señoriales que les afectaban.

 

Pero al llegar a la tercera fortaleza ducal, la de la Mota, el gobernador del Duque supo resistir gravemente. El Duque de Mondéjar conminó a los comuneros de Nájera a la rendición en términos muy duros. La Junta comunera pidió auxilio a Burgos, pero sin tiempo para que llegase el mensaje, el Duque de Nájera se presentó ante los muros de esta población con dos mil hombres y aquellos comuneros de Castilla “de hosca frente y anchas manos”, sucumbieron a la superioridad de un ejército profesionalmente organizado y respaldado por las tropas castellanas que guarnecían la frontera navarra. Se ahorcó en Nájera a cuatro comuneros, entre ellos a dos bachilleres, uno llamado Carrillo.

 

En Anguiano, villa de abadengo, próxima a Valbanera, la comunidad se alzó “porque Dios permite que nos alcemos para redimirnos”. La rebelión, según Hurtado de Mendoza, fue extensa pero breve en la Rioja. Apenas duraron las sublevaciones de Haro, Anguiano y Nájera una semana. Los comuneros pusieron sitio a Logroño, pero pronto hubieron de levantarlo.

 

En Santo Domingo de la Calzada desertaron y se dispersaron los comuneros de Segovia, como se lee en la carta de García Casares al regente Cardenal Adriano. Ante el peligro de la invasión francesa, que se acercaba a Logroño, los riojanos se lanzaron a luchar a favor del Emperador, en sangrientos sitios y batallas de verdad.

 

De Navarra llegaron fuerzas por medio del Duque de Nájera y del de Falces, contra los comuneros, que apagaron los últimos destellos de la rebelión.

 

Aragón se opuso a una nueva leva de dos mil aragoneses para reforzar el ejército del Condestable.

 

Con todo ello terminó la guerra civil de los castellanos de Rioja comuneros, contra los castellanos de Rioja realistas y todos se unieron para defender el Reino, como veremos en el capítulo siguiente.

Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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