miércoles, julio 13, 2011

Nochebuena (José Gutierrez Solana. Madrid, escenas y costumbres, 1913)

NOCHEBUENA

(Madrid, escenas y costumbres 1913)

HOY, 24 de diciembre, como todos los años, se preparan los barrios y vecinos para ce­lebrar la Nochebuena. Unos días antes la plaza Mayor está ya llena de puestos de nacimientos con peñascos de cartón pinta­do y figuras de barro, donde se agolpan a mirar los chicos; puestos llenos de zam­bombas y tambores, y los de estacas y toldo (le lienzo y otros más lujosos, tapizados con colchas de olores, donde venden turrones de Alicante y hay pilas de cajas de mazapán de Toledo.

Los vendedores, con chaqueta de terciopelo, faja y polainas cuero negro y pañuelo anudado a la cabeza; encima, el sombrero ancho; y las mozas, con falda de campana de esta meña, moño trenzado y pegado a la nuca, cruzado por alfileres y peinetas, medias blancas de velludo y zapatos recios. Mana­das de pavos y capones, que vienen de Castilla, recorren todas las calles, y en la plaza Mayor se hacen las ventas.

¿Qué madrileño no probará el rico pavo, no irá a comprar al mercado de los Mostenses o al de los maragatos el sabroso besugo? Buena besugada de Laredo y Coruña, llenos los car­panchos y cestas del mercado pidiendo comerse. El pavo, este animal de andar pretencioso, que a veces se para pavonean- (10.e lleno de orgullo y haciendo la rueda, después de haber disfrutado de la buena vida, ahora le preparan al sacrificio, ya bien cebado y con el buche lleno de nueces y garbanzos. Los vendedores, con capones y pavos atados por las patas y colgando de una cuerda al hombro, cocineras y algún padre de familia va cargado a su casa con el capón, la caja de mazapán y los besugos colgando de una cuerda. Y también los vemos en la manada, todos sumisos y algunos delgados. y míseros de cuerpo; otros, nutridos y ventrudos.

Las cocineras les cortan el cuello con el cuchillo de la cocina, que días antes ha estado en manos del afilador, y les dan una copa de aguardiente para emborracharles, les tajan el cuello, dan un fuerte alarido, y una vuelta en redondo el cuerpo sin cabeza antes de caer en los ladrillos de la cocina.

Sirve esta preparación y matanza para el bullicio y alegría de los chicos, que con el estrépito que arman con los tambores y el rum-rum de las zambombas atruenan la casa. En todas las calles del barrio los chicos de la calle organizan grupos parecidos a cuando dicen a la drea..., a la drea... Ahora éstos, más pacíficos, se contentan con meter ruido con tambores, zambombas y calderos. La Puerta del Sol parece una masca­rada, cruzada por grupos de gente que baila, mujeres con el pelo suelto y la falda caída y hecha jirones, dando sartenazos, tocando almireces y panderos, y arman un gran estruendo. En los faroles se suben y los apagan. Por el Prado baja una porción de gente con hachones encendidos y cencerros al cuello y collares de bestias puestos en la cabeza. Hay quien lleva la montura y los arreos de su mula a la espalda; escaleras lleva­das entre dos al hombro, con botas de vino atadas en los tramos. Entre la algarabía y chillidos, los panaderos y los cajistas no trabajan aquella noche, y en los talleres se corre la juerga y la diversión. En todos los hogares, los artesanos y los seres más infelices participan y disfrutan de esta loca alegría. Las botas de vino y las comilonas en los bancos de Recoletos, en las aceras de la calle de Alcalá, el Botánico, los sitios oscuros; todos los barrios de Madrid salen de madre. Y se apiñan los grupos, y las rondas de guitarras y cantores, mezclándose el vocerío y los cantos canallescos hasta quedarse roncos. El copeo en las tabernas no para. La misa del Gallo se celebra con gran solemnidad en la catedral de San Isidro. En San José y en San Pascual, la misa, con los tres sacerdotes con casullas de oro y seda, entre nubes de incienso, al levantar la custodia brilla como el sol, y se mezcla el órgano con las voces de los cantores, acompañados por la gente que llena la iglesia, que toca panderos, castañuelas y zambombas.

A los viejos que velan, con capa, se les ven las calvas de sus cabezas brillar, con escapularios al cuello, y tienen grandes cirios en la mano.

E:n otras iglesias se celebra con más humildad la misa del Gallo. Vemos en el altar mayor los atributos de la Pasión, hechos en madera pintada; la cabeza cortada de Pedro, que negó a Cristo, y el gallo, que cantó su pecado subido sobre la columna donde le azotaron y le escarnecieron; la corona de y el cetro de caña que colocaron en sus manos, atadas para mayor burla; los clavos que taladraron sus pies y manos, y los martillos, tenazas y otras herramientas de que se valieron para clavarle en la cruz. En medio de la columna está el lienzo de la Verónica con la Santa Faz, la escalera y la lanza que abrió su costado, y en un palo la esponja empapada en vinagre con que le dieron a beber.

Todavía se conserva en algunos pueblos la bárbara tradicion, en esta noche, de castigar a los gallos con palos y piedras. . Todos los vecinos tienen derecho a tomar parte en la pedrea; les insultan y les llaman traidores de Cristo, cuando les debían dimitir mejor de Pedro, a quien cantó el gallo su pecado, después del suplicio, y ya cadáver. Todos se alejan de él. Al otro día, todos los herejes comemos gallo barato, porque los nazarenos y creyentes tienen a pecado mortal el comer la carne del gallo traidor.

Delante de los pórticos de las iglesias se prenden hogueras, formando corros que bailan y saltan alrededor de las llamas. Las mozas y los mozos cantan los villancicos, acompañados de tamboriles, zampoñas y rabeles.

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