lunes, enero 18, 2010

Toponimia soriana (Alberto Rivas Hernández)

Curiosidades y apuntes para el estudio toponímico soriano

Que la toponimia soriana resulta de lo más rica y curiosa no deja
lugar a dudas. Una provincia que cuenta por cientos sus siglos de
historia y por la que han pasado pueblos de tantas y tan diferentes
culturas, tiene una bagaje cultural inapreciable que se trasluce en sus
costumbres, en sus tradiciones, en las fiestas y en el nombre de su ríos, poblados o accidentes geográficos.



La toponimia no es una mera curiosidad geográfica de aficionados, es
una herramienta muy útil para conocer mejor nuestros orígenes y nuestra historia. A menudo es el primer indicio que nos habla de antiguos moradores, de batallas legendarias, de hechos milagrosos, de
construcciones religiosas o de desgracias hace tiempo acaecidas. Cada
nombre permite identificar un lugar concreto de nuestra geografía, un
apelativo que nunca se debe al azar o al capricho de algún antepasado,
sino que siempre tiene un fundamento mitológico, histórico o
descriptivo. Nunca podremos llegar a conocer del todo el auténtico
origen etimológico de muchos topónimos. Podremos ignorar su primitivo
contexto histórico o su evolución lingüística, pero siempre hay alguna
leyenda local que lo explique y que, irremediablemente, desaparece cada vez que muere el último habitante de un pueblo.

Zárabes http://www.soria-goig.org/Abanco/images/abanco_116.jpg
Lugares sorprendentes se bautizan con nombres no menos sugestivos y
así, en nuestra provincia, tenemos la oportunidad de contemplar un
magnífico amanecer desde la Sierra del Alba, dirigirnos por Alhama
hacia Los Villares de Torrequemada, atravesar Masegoso, La Amorosa,
caminar por el monte Aedo de Abieco... Pero también podemos darnos un baño en el bucólico paraje que riega el arroyo Mojabragas, pasear por
Diustes entre los arroyos Hostaza y Valle Miñarrero, refrescar nuestra
garganta en la Fuente Bragadera, otear la comunidad de Aragón desde de
el cerro Gallugar, caminar por la Sierra del Costanazo hasta Zárabes,
Alcanadre, Boñices y ya hasta el Cubo de la Solana, donde encontramos
el barranco Descuernabueyes, no lejos del Cerro Hoyopuerco.

Hay lugares en Soria que a fuerza de oírlos nos resultan familiares, y
hemos perdido las connotaciones negativas que siguen teniendo para los
foráneos, a quienes estos lugares les evocan sensaciones negativas,
pesimistas, malsonantes o que, simplemente, les dan mal rollo:
Amortajado, Cenegro, Arroyo Malacasa, Cerro de los Muertos,
Matalebreras, Matalosa, Matamala, Arroyo Matanegra, Matanza,
Matarrebollo, Villamuerta, Pascual Malo, Matas de Lubia, Matasejún...
Por el contrario, hay lugares con nombres bellos, apelativos
evocadores, sustantivos casi míticos que se comportan más como
adjetivos. Estos lugares que llevan un topónimo tan sugerente nos hacen
imaginar parajes mágicos y hermosos en los que desarrollan cuentos de
hadas o furiosas batallas de caballeros armados: Cerro de la Batalla,
Fash Albaracat, Mirabueno, Castil Terreño, La Concordia, Mosún,
Peralejos de los Escuderos, Robrehermoso, Valdelagua, Valparaíso,
Yuba... Lo cierto es que, en algunos casos, de bonito sólo tienen el nombre que no siempre hace justicia al desapacible lugar.

Si Mezquetillas evoca la presencia de una mezquita, Monasterio lo hace
de un convento y quizás los dos arroyos de la Sinoga o la finca Sinova
tengan su origen en algún templo judío, pero ni Jurdiel se relaciona
con un burdel, ni Cagigares es una gran letrina. En la Monjía de
Fuentetoba sí ha habido presencia religiosa que justifique su topónimo,
pero ignoro si lo ha habido en el Monte de los Monjitos o si fue
propiedad del clero. Fuentelmonge nos recuerda que en sus inmediaciones se encuentra Cántavos, origen del primitivo cenobio de Huerta. En Villarraso hay una despoblado llamado Corrales del Curato y al también despoblado Zorraquín se le sitúa en el paraje Corral de los Frailes. La Horcajada es una moderna finca agropecuaria que antes fue un antiguo despoblado en la zona del Burgo, y aunque su nombre recuerde la expresión "sentarse a caballo", aún mucha gente de Soria emplea la misma palabra para decir que tiene nauseas. Y que pensar de Cornejón, que suena a pescozón, o del cerro Cerruzos y aún de Buezo,
Culdegallinas, Escarabajosa, Carato... Algunos pueblos sonaban tan mal
que optaron por desaparecer del mapa. Otros más prácticos como
Fuentelpuerco, decidieron cambiar su nombre por el más romántico
Fuente-Tóvar. Los hay cuyo apellido era el de otro pueblo del que
dependían administrativamente y con el que rivalizaban, por lo que lo
cambiaron. Así Arcos de Medinaceli o Montejo de Liceras cambiaron su
nombre por Arcos de Jalón y Montejo de Tiermes. En Muro de Ágreda,
pedanía de Ólvega, decidieron eliminar el complemento del nombre por votación plenaria, aunque con ello perdieron la pequeña seña de identidad que les distinguía de los otros diez "Muros" que hay en España.

Ha habido poblados con nombres tan largos y compuestos que los
redujeron tanto al diminutivo que acabaron por desaparecer: El Cantal
de Solaniella de las Cuevas, Castiel Frido de Valde Lubia, La Llama
sobre Ocenilla, Aldeanueva del Colcocito... Hubo otros que costaba
tanto pronunciarlos que desaparecieron: Granja de Bujarrapián, Fragumán, Matuteio, La Tenna...
Los hay que suenan a interjección de sorpresa o hasta a insulto:
Jurdiel, Margón, Bojiamorat, Carato, Cornago, Ribalda, Tartagudo,
Tinnoso, Fuentecambrón, Cerbón, ..

La Venta del Hambre debió llamarse así por la mala calidad de sus
comidas, pero al menos era un lugar de paso, no tan definitivo como
Malluembre (Mallambre en algunos sitios). Otros lugares no nos hacen
pensar mucho para conocer el origen del topónimo, como el Puerto del
Temeroso que tanto terror causaba a los viajeros obligados a
transitarlo durante los inviernos, el río Blanco de Layna o las Fuentes
Saladas que hay en Valdegeña, Fuencaliente de Medinaceli y Torralba del Moral.

Algunos topónimos pueden tener una complicada etimología ligur,
preindoeuropea, árabe, romance o china, pero la sabiduría popular que
bautizó los lugares y los ha sabido conservar, no duda en crear
concisas leyendas que expliquen simplemente lo que a los lingüistas les lleva años.
De esta forma, nos aseguran que Tardelcuende se llama así porque aquí
hubo una batalla en la que un conde tardó en llegar. En Tardesillas el
retraso en la batalla lo causó la caballería, e Inodejo se llama así
por el capricho de la Virgen en que no ubicaran su templo en otro lugar.

Otros topónimos llevan el nombre de sus repobladores o de su lugar de
origen: Aragoneses, Aylloncillo, Toledillo, Buitrago, Buitraguillo,
Castellanos, Cuéllar de la Sierra, Segovia, Segoviela, Segoviela de los
Rábanos... pero también los hay como el despoblado Lérida que nada
tienen que ver con la ciudad catalana, aunque un pastor de la zona me
jure haber oído a sus padres que fueron sus antepasados los que
emigraron allá junto al Mediterráneo y fundaron la ciudad hoy llamada
Lleida. ¡Buena gente los pastores!. Si no fuera por ellos la mayor
parte de los pequeños topónimos se perdería para siempre y tendríamos
una fría cartografía provincial llena de insensibles coordenadas numéricas.

Hay topónimos que suenan a vasco, aunque los estudiosos dicen que debe
ser algún resto de la lengua celtíbera: Zarranzano, Chaorna, Chércoles,
Iruecha, Isuela, Izana, Laina, Ligós, Merdancho, Munébrega, Obétago,
Peñazcurna, Zayas, Zorraquín... Los hay, y muchos, de origen musulmán: Alcoba, Almazán, Jaray, Medinaceli... Los tenemos castellanos derivados del latín Barriomartín, Ontalvilla, Espeja... Algunos, como Termancia, nos los hemos inventado en épocas recientes para que suene más a la heroica Numancia y así aprovechar su tirón mitológico, pero en todos los documentos antiguos se documenta como Termes o Tiermes. Tenemos galicismos que derivan del francés, como Chavaler, que puede derivar del francés chevalier (caballero) o derivar al mismo tiempo del vasco y del latín. Por haber, los hay sin leyenda que los justifique y sin teorías claras, como es el de la propia ciudad, Soria, que lo mismo puede derivar de los Celtíberos que de los Romanos, incluso hay quien dice que el nombre le salió de los Suevos.

La cultura musulmana no dejó en Soria la magistral arquitectura que hay
más al sur, aunque tengamos la mayor alcazaba árabe de Europa en
Gormaz, pero sí nos dejaron una buena tradición toponímica que ya hemos nombrado. Sin embargo este pasado árabe ha permitido a los cristianos bautizar en su nombre a muchos lugares en los que se evidenciaban restos constructivos muy antiguos. De esta forma, no son pocos los pueblos sorianos en los que se sigue llamando Senda de los Moros a cualquiera de las calzadas romanas que cruzaban nuestra provincia, Cerro de los Moros a aquel en el que han aparecido viejos cimientos, Muralla Mora a cualquier antigua muralla o Fuente de los Moros cuando el manantial estaba mínimamente canalizado, todo ello con indiferencia de que los restos tuvieran filiación celtíbera, romana, árabe o medieval. También la tradición popular inspirada en muchas veladas de invierno pegadas al hogar, gestaron un sin número de leyendas en las que una princesa mora era enterrada junto con sus joyas en otras tantas cuevas de la Mora, cavadas después en su totalidad y de las que no tenemos noticia de que hayan aparecido ollas llenas de oro.

El nombre de algunos arroyos también hacen honor a su nombre, de tal
forma que son varios los pequeños arroyos y fuentes que se llaman de la
Mentirosa por que secan durante el estío. También hay gran cantidad de
corrientes de agua que por mover las muelas de moler reciben el nombre
de Arroyo del Molino, y no son pocos los arroyos sorianos de la Dehesa,
del Barranco o del Monte. Otros pueden hacer alusión a su estado, tales
como la laguna Guarrera o el río Moñigón, y los hay que mienten como
bellacos como el arroyo de la Pesquera que no lleva agua sino para
pescar zapateros. Son más honrados los arroyos que llevan el nombre de
Seco o Sequillo, y aún más las pequeñas corrientes innominadas que no
se merecen ni tener un nombre propio. Algunos topónimos bautizan a un
río pero también su nombre nos ofrece información sobre la posibilidad
de vadearlos: Badorrey, Vadillo, arroyo Vadillo, Vados, ..

Monteagudo de las Vicarias
http://www.soria-goig.org/Abanco/images/abanco_114.jpg Asimismo, la cercanía a un monte ha dado sencillas ideas para designar con un nombre propio a un lugar o accidente geográfico. De esta forma se bautizó a Monteagudo, Montejo, Monterrubio, Montes Claros y Montuenga. Pero a veces la imaginación se agota y no da más de sí, por lo que no nos tenemos que romper la cabeza para justificar algunos, y así a un pico muy elevado de Sierra Ministra se le llamó Monte Alto, a otro que liso que hay en Valdemaluque Pico Raso, y aún encontramos a otros con el mismo nombre entre Los Villares, Aldealices, La Rubia y Aldealseñor. Al cerro alto, ancho y amesetado también se le llama Muela, y no es raro
encontrar otra docena de topónimos que lo llevan como nombre principal
o como complemento de un nombre. Pasa lo mismo con la abundancia de
piedras. Quien no se explique por qué Pedrajas se llama así le
recomiendo que se acerque al pueblo, de la misma forma que debe acudir a Pedraja de San Esteban, Pedraza, Pedrazuela, Pedreque, Pedreras, o incluso del propio Pedro. A veces no son piedras, en plural, lo que caracteriza el terreno, sino una sola peña, roca o muela la que
caracteriza a un lugar para que sea llamado Peñalcázar, Peña Gorda,
Peña Rajada. En ocasiones los topónimos recogen nombres de tan compleja etimología como Taina de la Tía Remedios, o Corral del Eleuterio, y ha sido así siempre, pues hay lugares ya despoblados llamados Blasconuño, Nuño García o Pascual Yáñez.

Si en las cercanías de Montenegro de Cameros hay una Peña Negra que nos justifica el topónimo, en Montenegro de Ágreda no la he encontrado,
pero si así se llama, haberla, seguro que la hay. Tampoco he encontrado
los correspondientes pedruscos albos en la Venta de Piedras Blancas,
entre otras cosas porque ni siquiera la he localizado, y sí me ha
parecido oscuro el entorno de Villalospardos y claro el de Villalba.

Hay lugares con nombres tan románticos que nos llevan a recordar los
anuncios del día de San Valentín: La Amorosa que en realidad es La
Morosa, Robrehermoso, la Sierra del Alba, Valpalomar, Valondo o la
Fuente de los Enamorados.

Que la Sierra de la Pela reciba este nombre no debe extrañarnos si
tenemos en cuenta la escasa vegetación que la cubre, pero ya es más
raro el topónimo de Pico Pelado que recibe un cerro al norte de Santa
María de las Hoyas a 1.240 metros y que está bastante cubierto de
vegetación. También extraña el famoso y discutido aforismo de
Villaverde del Monte "el pueblo de las tres mentiras" que aunque esté
en un monte verde, ni es ni ha sido villa, como tampoco lo han sido
Villabuena (que cada uno juzgue si es buena), Villacabera o Villanueva de Gormaz.

A menudo, el propio topónimo nos ha servido para sospechar la presencia de restos constructivos de antiguos poblados que la arqueología después ha demostrado: Cascajosa, Casillas, Muriel, Muro, Paredesrroyas, Nomparedes, Tapiela, Tejadillo... En otros lugares no aparecen restos visibles para ojos profanos, pero su nombre indica la presencia de alguna fortaleza: Castro, Castroterreno, Castillo de Jubera, Castril, Castillejo, Castillejos, Castellares... En muchos casos han sido
pueblos enteros que dejaron de existir, pero en otros se trataba de
simples villas romanas o quintas, que nos dan topónimos como Quintana
Redonda, Quintanar, El Quintanar, Las Quintanas, Quintanas Secas... u
otras como Villapardillo, Villar, Villarejos, Los Villares, Los
Villares de Torrequemada, Villartoso, Villarraso, Villaseca, ... Pero
no confiemos en reglas fijas, pues el prefijo Villa- no siempre quiere
decir que el lugar se encuentre sobre un yacimiento romano, sino que
puede ser indicativo de que el pueblo tuvo rollo y contó con aquella
categoría administrativa lo que ocurre únicamente con Villálvaro y
Villasayas, lugares en los que no se ha documentado, que se sepa,
presencia romana. En el caso de Villaciervos no se cumple ninguna de
las dos condiciones, ni es villa ni se ha demostrado la presencia de
algún asentamiento de la época romana. ¿Y que decir entonces de su pedanía Villaciervitos?

Posteriormente durante la Edad Media, la provincia de Soria se sembró
de atalayas musulmanas y torres cristianas de vigilancia de las que, en
muchos casos, no nos quedan ni los cimientos, pero de las que permanece
su recuerdo reflejado en el topónimo actual: La Torre, Torre de Serón,
Torreanjara, Torrejón, Torremocha... También pueden aparecer con la
forma Cubo o derivados: El Cubillo, Cubillas, Cubo de la Salma, Cubo de San Yuhan de la Sierra...

Algunos topónimos nos informan de las especies vegetales predominantes de la zona: Centenera del Campo, Ortigosa, La Olmeda de Soria, Los
Olmedillos, Olmillos, Rebollar, Rebollarejo, Rebollo de Duero,
Rebollosa de San Pedro, Sotillo, Sotillos de Caracena, Sotillos de San
Bartolomé, El Soto, Sotocarro, Valdeavellano, arroyo Valdecerezo... La
forma Pinilla nos puede parecer a los profanos que indica el lugar donde aparecen pinos pequeñajos.
Pues resulta que no, que estamos equivocados, ya que tan reiterado
topónimo soriano hace referencia a la presencia de pinnellas, es decir,
peñitas pero en latín vulgar. La fauna ha dado nombre a Valdegrulla y
también a la laguna de Valdehalcones, situada al oeste de Borobia, al
río Lobos, al arroyo Lobosos y al Cerro de los Ciervos.

El rábano es una especie hortícola no muy frecuente en nuestra dieta,
pero sí debió serlo antaño ya que dio nombre a Rabanera, Rabanera del
Campo, y a la despensa hortícola de Soria por excelencia, Los Rábanos.
No debieron serlo las coles de Bruselas, el germen de soja o el
brócoli, pues no conozco topónimo alguno que haga referencia a estas
verduras. Lo mismo pasa con las frutas de los que tenemos varios
ejemplos: Cirujales del Río, Cihuela, Torralba del Moral o Peralejos de
los Escuderos, pero no hay ningún Castillejo del Plátano o un Arroyo de la Maracuyá.

Retortillo de Soria
http://www.soria-goig.org/Abanco/images/abanco_115.jpg Topónimos los hay simpáticos, como el del río Torete o el del Abión; nombres de
pueblos como Abanco, Boos o Borchicayada, y de despoblados como
Cabrejuelas. Recuerdo el nombre del pueblo de un amigo que cuando
éramos pequeños siempre se me olvidaba y al preguntarle él me decía
"Recuerda" lo que a mí me cabreaba bastante porque no me acordaba
habérselo oído nombrar. Hablando de cuando era yo pequeño, hay otros
pueblos (que no amigos) que llevan nombres como Retortillo, una
población que nadie reconocía como propia por que ya era motivo
suficiente de burla y de apodo mal sonante. A los de Rituerto o
Buitrago no hace falta imaginarse como los apodábamos, y a los de Romanillos se les simplificaba en "los romanos".

Respecto a los nombres religiosos, siempre me he preguntado si fue
primero la gallina o el huevo, quiero decir, si antes existió el templo o el pueblo.
La historia de Santa María de Huerta, San Andrés de Soria, San Esteban
de Gormaz, San Felices o San Pedro Manrique, es relativamente accesible
a cualquiera y puede resolvernos las dudas, pero ya no es tan clara
para otros lugares como San Asenjo, San Guider o San Jerónimo. En casi
todos los casos, estos topónimos suelen hacer referencia a la presencia, actual o remota, de una ermita dedicada al santo advocado, lo que también es buena seña para identificar la existencia de algunos despoblados como San Bartolomé, San Bernardino, San Cristóbal, San Juan de Cañicera... Hay advocaciones marianas muy curiosas como la de las Espinillas o la del Almuerzo, pero no hay ninguna de las Verrugas o del Desayuno. En cualquier caso la relación de topónimos sorianos con nombre de Santo, Virgen o Cristo, pasa del ciento.

Otros, como Castilfrío, tienen una doble referencia. Por una parte a
una vieja construcción y por otra a una característica climática. La
etimología de Yelo es muy complicada, pero nadie que esté por allí en
invierno puede evitar hacer el típico chiste fácil.

Otro importante grupo de topónimos son los que nos indican su posición.
Los hay que indican su relación de arriba, abajo o en medio, y los que
indican su aventajada posición con respecto al sol, lo que curiosamente
es hoy muy apreciado en la fría Soria pero que no debió serlo tanto en
el pasado, pues la mayor parte de lugares que llevan este topónimo
corresponden a despoblados: La Solana, El Cantal de la Solanilla de las Cuevas y Solanilla de Espejo.

Hay algunos topónimos que, sencillamente, son feos: Tartagudo, Tartajo,
Trigocérnido, Valdustanza, Verdondeso, Zarranzano, poblaciones que para bien o para mal, ya han llegado al final.

© Alberto Arribas Hernández
publicado en este número
(Alberto Arribas es el actual Santero de San Saturio)

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