domingo, enero 11, 2009

EN DEFENSA DEL CASTELLANO

Hay quienes se aferran a la denominación de castellano como máximo timbre personal de
identificación y quienes consideran, en cambio, que lo castellano es la encarnación de las
ideas más centralistas, estatalizadoras y dominantes que concebirse puedan. Algunos la
defienden, y los más hacen de Castilla mero argumento de literatura sentimental. Vemos en
estos momentos una rara insistencia en negar la denominación de castellano al idioma hablado,
de forma más o menos homogénea, aunque sí generalizada, en todo el Estado.


Es cierto que a la palabra castellano quieren arrebatarle su significado y no sólo con
relación al lenguaje sino en su contenido más amplio y fecundo, tanto para los aspectos
históricos como para los contenidos lingüísticos, geográficos o de población.


Se ha hablado por parte de algunos escritores, de un proceso de castellanización de España,
motivado en gran medida por el nacimiento de la lengua castellana. Pero este criterio, muy en
boga en los ambientes grandilocuentes de otras épocas, incluídas aquellas en que la lengua
seguía al imperio, se ha visto revisado por una más clara y sólida interpretación de la
Castilla democrática foral y comunera, superando así los periclitados conceptos del
«casticismo castellano» que, en palabras de Unamuno «otorga a los españoles unidad y
grandeza». Hoy más bien parece que se trata de «españolizar» a Castilla «patrimonio nacional»
empezando por el idioma.


En defensa de la modificación desvirtuadora -«idioma español», en lugar de idioma castellano-
se usan con frecuencia argumentos de autoridad, desde instituciones a individualidades,
grupos literarios o personalidades concretas. A veces el cambio se explica por algunos porque
«el vocablo castellano tenía algunas connotaciones separatistas» (¿).


Hay quien propugna que el idioma debe llamarse español y no castellano aduciendo en su
defensa que «las constituciones políticas dan nombre a su lengua». Esto puede ser cierto
en algunos casos, pero hay multitud de otros en que no es así y por ello no cabe deducir una
regla general, cuando la mayoría de los casos son precisamente en contra de la ley que se
pretende deducir.
¿Es acaso el estadounidense el idioma oficial de USA, o el canadiense el de Canadá, el
írlandés el de Irlanda o el británico el de Gran Bretaña?


Pues bien, el Art. 3.1 de la Constitución Española dice textualmente que «el castellano es,
la lengua española oficial del Estado». Es decir, el castellano es la lengua del Estado;
luego en España (Estado) la lengua oficial es el castellano. La propia redacción del texto,
con ese articulo determinado (la) , confirma lo que estamos exponiendo. Otra cosa sería si
llevase delante el artículo indefinido (una) y quedase redactado así: «el castellano es una
lengua española», etc. La diferencia, como se ve, es notable.


Seguramente que si se hubiese pensado antes en que el Estado fuera quien diese nombre al
idioma, «el latín», denominación hoy como siempre aceptada, debería llamarse «el romano»,
puesto que el Estado era Roma y no el Lacio, mera región geográfica dentro de la estructura
política de Roma.


El argumento de autoridad no puede ser válido , aunque sean eminentes escritores de hoy
quienes lo defiendan, porque cuando se dice que "castellano, pues, es el de esa Castilla
que habla desde el desfiladero de Pancorbo, hasta la ribera del Sil», se están refiriendo,
confusamente, a otra cosa; no es ciertamente a Castilla de la que dejan fuera importantes
áreas geográficas y culturales tan genuinas como La Rioja o Cantabria e incluyen en cambio
otras, cuyos pobladores no admitirían el gentilicio de castellanos seguramente que ni vivos
ni muertos, porque hay en ello una cuesti6n de identidad.


Cuando además se explicita que «castellano -el idioma- es tan sólo la variedad de la lengua
-espanola- que se habla hoy en el territorio de Castilla la Vieja», no sabemos si se siguen
considerando como tal las zonas de Astorga, Sanabria o Viana del Bollo que ciertamente se
hallan antes de trasponer el río Sil. Por eso, lo impreciso de la expresión desvirtúa el
rigor de lo que afirma y queda únicamente como frase sin más valor que su retórica.


A mayor abundamiento, los habitantes de Soria y Cuenca, incluidas sus capitales que se
encuentran bastante al este del propuesto meridiano de delimitación ¿hablan castellano, o
algún otro idioma diferencial? Porque el castellano, según los defensores de esta teoría, es
un dialecto del espanol, como se afirma cuando, textualmente, se dice que "por otra parte,
llamándole castellano al espanol, se le niega su esencia dialectal al actual castellano».


No deja de ser significativo, sin embargo, que los mismos que propugnan ese cambio de
denominación del idioma castellano por el de espanol, incurran, con frecuencia, en
contradicciones inexplicables; y así podemos leer en textos suyos, frases como las
siguientes: «en unos versos castellanos, Jorge Guillén se arrepentía»... y por ello sería muy
útil e interesante hacernos ver la diferencia dialectal que presenta Jorge Guillén cuando
escribe versos castellanos y versos en ese otro idioma que el autor de la frase denomina
español.


Contradictorio es que en el reciente I Congreso Internacíonal de la Historia de la Lengua
Española celebrado en Cáceres (30 de marzo al 5 de abril de 1987) y donde se ha creado la
«Asociación Historia de la Lengua Espanola» se nos exponga como uno de los motivos de su
fundación el siguiente: la lengua necesita una renovación constante, porque de lo contrario
estaría muerta: el castellano es una lengua en constante evolución.


No son únicas ni aisladas estas frases y la tesitura que reflejan, en los textos de quienes
abogan por el cambio de denominación, pero que en un documento institucional y fundacional se
deslicen esos contrasentidos, resulta bastante explícito.


Frente a estas citas, pueden aportarse multitud de textos en contrario de los que vamos a
mencionar solamente dos.


Un prestigioso diario, comentando las versiones realizadas por D. Emilio Garcia Gómez del
mejor poeta andalusí dice de ellas que son «seguramente la mejor traducción de poesía
publicada en castellano en lo que va de siglo». En el mismo diario encontramos otra glosa que
titula: «Defensa del castellano» en la que dice: «la discriminación que sufre el castellano
en gran parte de las instituciones culturales y educativas catalanas con pintadas que indican
«Ud. tiene derecho a exigir la enseñanza en castellano» (¿Quién osaría poner ahi español en
lugar de castellano? Como prueba de su efecto, repítase la lectura de la frase sustituyendo
una palabra por otra) .En cualquier caso, si algunas dudas había sobre las esgrimidas
«connotaciones separatistas del cas- tellano» anteriormente mencionadas, seguramente que con
esta frase quedan superadas de forma definitiva.


Está reciente todavía (27-4-87) la entrega del premio Cervantes a D. Antonio Buero Vallejo
por parte de S. M. el Rey, y en el discurso, institucional y solemne, donde los haya, por el
motivo, D. Juan Carlos I -la Corona- nos dice textualmente que se han reunido «para celebrar
la entrega del premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes», y más
adelante sigue el Rey... Es este un acto, gratísimo para la Corona, un hecho de fraternidad
entre las comunidades que tenemos al castellano como la mayor riqueza común...


Puede afirmarse que cuando un escritor se libra de los prejuicios cultistas y usa el lenguaje
llano, la expresión normal es castellano y no otra. De ahí la necesidad de mantener esta
denominación para indicar el idioma usual, de forma normal y hoy expontánea en todas las
regiones españolas, porque lo que en definitiva el castellano o la lengua castellana indica,
es una personalidad cultural que nadie le puede arrebatar.


Si, según la teoria de los «españolistas», nuestro idioma se resuelve en dialectos "ya que el
castellano es tan solo una variedad de la lengua (española) que se habla en Castilla la
Vieja y que llamándole castellano al espanol, se le niega su esencia dialectal al actual
castellano» ayudaría mucho a comprender esta teoría que se nos explicara por cuál de los
dialectos espanoles mereció Juan Ramón, o cualquiera de los galardonados, el premio Nobel de
Literatura, o si es que escribieron en todos ellos por igual, porque,al final, quizá el único
argumento válido sea el de la razón y sus pruebas, ya que. ..autoridad por autoridad...
¿Quién es más autoridad que quien?...


Esta es, contradictoria Castilla, tu contradicción. Ahítos de sutilezas quienes se acercan a
ti, ni los historiadores admiten tu existencia real en sus historias, ni los lingüistas
reconocen tu aportación cultural a la intercomunicación de ideas y vivencias. El castellano,
como idioma, nos dicen, no existe. Vacios quedan de contenido tus vocablos, ayunos de
libertades tus hijos.


¡ Cuanto quehacer por delante, para llenar tu mañana, por ignorar tu identidad, por
desconocer tu pasado, contradictoria Castilla !


Pablo Gallego Martin

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