miércoles, diciembre 27, 2006

Manos violentas, palabras vedadas . La injuria en Castilla y León. Siglos XIII-XV (Marta Madero. Ediciones Taurus. Madrid 1992)

Manos violentas, palabras vedadas.

La injuria en Castilla y León (siglos XIII-XV)

Marta Madero.

Taurus Ediciones. Madrid 1992.


Nos habemos aquí con una tesis universitaria mucho más sugerente por lo que insinúa en escasos momentos que por lo que realmente desarrolla en la mayor parte del despliegue - no siempre brillante- del cuerpo de la tesis; cargado inevitablemente con todo un aparato de citas que, como es habitual en los trabajos universitarios, que en el mejor de los casos entorpece la lectura y en le peor pretende demostrar más que se está en ajo de lo que se dice de siempre, que no que hay algo nuevo que comunicar. Es bien sabido que los títulos y diplomas universitarios certifican no tanto que se sabe como la eventualidad –temporal y provisional- de saber que se sabe.

Como siempre en España se supone que lo mejor viene de fuera, así también esta tesis de tema castizamente peninsular y española, se ha realizado sin embargo en París de la Francia, que sin duda es mucho más molón. La tesis en cuestión utiliza fuentes de Castilla, de León, de Aragón, de Cataluña, de Portugal, y sobre todo una amplia literatura extranjera que de alguna manera califica mejor al tema como genéricamente medieval y secundariamente hispano más que estrictamente castellano; no toca por tanto las diferencias jurídicas entre Castilla y León, ni mucho menos el enorme cambio que supone la reconquista del Reino Toledo con relación a las ideas, usos y costumbres del viejo condado y luego reino de Castilla. Es decir no se analizan diferencias en el espacio (León y Castilla), ni el tiempo (Castilla y Reino de Toledo), se subsume todo en una visión medieval y genérica, que condiciona no obstante muchas, demasiadas cosas del posterior renacimiento e incluso de la actualidad.

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Honra e injuria

La idea principal desarrollada es que la injuria es un ataque a la honra del injuriado. , por tanto la profundidad del sentimiento de la honra es lo que explica el efecto de la injuria. A este respecto nos recuerda autora que así como los esquimales tienen 15 palabras para designar hielo , entre los leoneses y castellanos de los siglos XIII y XIV tienen más de 15 palabras para designar injuria o injuriar: escarnio, porfazo, tuerto, desprez, despreciamiento, baldón, mancilla, afruenta, injuria, enfamamiento, agravio, escatima, estultar, echar el clavo; más adverbios como: violentamente, cruelmente, torticieramente etc.

Enfrentarse directamente con el tema de la honra sería sin duda lo principal y esencial, esa honra terrible que justificaba , muertes, duelos, torturas, exilios, exclusiones feroces y atroces castigos; pero no, la autora se reconoce incapaz de abordar en profundidad el tema y decide abordarlo “ a contrario ”, es decir a partir de la injuria. Solo se atreve a formular una insuficiente definición de la honra como una forma laica de coherencia y necesidad de un orden, concedida espontáneamente a sus elites, pero que también los demás miembros de la sociedad aspiran a alcanzar. Como todo concepto laico es un concepto deslizante, evanescente y en muchas ocasiones delirante: pasa de la honra que da el nacimiento a la que dan las riquezas y finalmente cuando más tarde entre en danza la pureza de sangre, el labrador “ cristiano viejo “ tendrá una honra eventualmente mayor que la del señor. El orden que sustenta la honra acarrea unas reglas de juego no siempre escritas, que establece un intercambio entre honra e injuria , de forma que la respuesta a la injuria es una forma de recupera la honra, de reorganizar el propio valor: intercambio solo concebible entre personas de la misma clase, de manera que si es concebible la paciencia con los poderosos y la condescendencia con los débiles, muy al contrario la paciencia o condescendencia entre iguales no es sino signo de debilidad, de cobardía o de mística.

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Temas

La autora selecciona algunos temas específicos de la deshonra, precisamente aquellos ligados con la injuria.

Homosexualidad. Crimen sodomítico o nefandum, primero deberán ser castrados, el tercer día serán colgados por los pies hasta morir, y allí quedarán para siempre

Adulterio. Las leyes sobre el adulterio establecen que aquel que encontrase a su mujer con otro, si quería vengar su honra , estaba obligado a matar a ambos.

Violación. En caso de violación, el violador era por lo general condenado a muerte cuando se trataba de una mujer casada .

Lujuria. Se encarna en lo femenino o en lo bestial, adquiere en el denuesto de puta el paradigma de la injuria a la mujer, término que no designa una profesión sino a toda mujer que ha conocido varios hombres.

Traición .La acusación de traydor trae graves consecuencias, en cuanto al traydor queda deshonrado para siempre, él, su linaje y su tierra, era condenado a muertes y perdía todos sus bienes a favor del rey, y todos sus descendientes masculinos se convertían en infames para siempre y nunca podían acceder a cargos oficiales, ni a la caballería, ni tenían derecho a recibir una herencia.

Cobardía .Un hombre que valía menos padecía una invalidez jurídica que lo privaba del derecho al duelo judicial, al testimonio y a la acusación, y de una invalidez política y social que lo privaba de todo oficio y dignidad y de la posibilidad de vivir en la corte de todo “ buen señor”.

Codicia. Los ladrones verdaderamente denigrados son aquellos que no tienen como glorificarse de los gestos guerreros y del derroche en que culmina el saqueo

La abstención de aquellos hombres que, como los santos o los marginales de la perfección espiritual, los eremitas, no infundan una suerte de temor y la fascinación de un modelo ideal, de una proeza, es risible, o peor aún, dudosa.

Hasta hace no mucho existía un apelativo muy utilizado aún en los ámbitos educativos masculinos de adolescentes, cuando no había respuesta de ciega acometividad a las supuestas injurias. Daba igual que el comportamiento estuviera en contra de las normas que los muchachos recibían en el aula o en el púlpito, la hombría ideal estaba por encima de cualquier cristianismo habido o por haber, de lo contrario adquiría el deshonroso título de “maricón”.

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Respuestas

La respuesta a la injuria y la posible restitución del honor, incluye lo que de una manera un poco irónica llama la autora “reglas de juego”, aunque el juego en cuestión comprende la venganza, la ordalía, la lid o duelo, la ley del talión, los azotes, los palos o la mazmorra hasta la muerte entre otras atrocidades posibles.

La venganza no hace referencia a una institución específica y no contiene ninguna connotación negativa en los textos del siglo XIII y XIV, designa una respuesta que pone en escena a la persona perjudicada, que asombrosamente el propio Santo Tomás de Aquino considera loable cuando busca corregir vicios y defender la justicia. La venganza se articula sobre la idea de una deuda -deuda de sangre, de vida, de honra, que circula entre grupos adversos y su funda entres principios : la reciprocidad que instaura la deuda entre los adversarios, la solidaridad que obliga a compartir la dueda de un aliado o un pariente y la distancia social. La venganza se llega a una extraña sacralización como “redención de la sangre”.

A pesar de la condena del cuarto concilio de Letrán , los fueros y las Partidas consagran la ordalía, que poco a poco se substituirá por la tortura. Formas diferentes de la ordalía son el combate judicial o lid, más tarde denominado duelo, en principio limitado a la nobleza, y por otra parte la ordallía del hierro candente para miserables y mujeres. El combate judicial, de fuerte contenido ordálico, era desconocido en Bizancio.

El desafío era otra una declaración previa a la enemistas pena que habitualmente llevada aparejados penas pecuniarias y exilio, tras el cual se podía incluso dar muerte al enemigo por parte del ofendido o de su linaje, en principio el desafío estaba limitado a los hidalgos. No estaba excluido en modo alguno la mutilación del cadáver del enemigo.

Es frecuente también en los fueros la ley del talión. “recibir otra tal en su cuerpo”, “recibir otra tal pena en su cuerpo”, en los casos de las clases pudientes se podía sustituir por la emienda o pena pecuniaria, mientras que por el contrario las penas pecuniarias o caloñas se reemplazaban en los pobres por penas corporales, por palos, “ parar palos”, o por azotes, o cárcel hasta dejar morir de hambre al insolvente.


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Sociedad guerrera.

Las invasiones de las postrimerías del imperio romano, colmaron toda la Europa occidental de sociedades guerreras fundamentalmente de estirpe germánica (francos, visigodos, burgundios, lombardos,…) cuyo primer contacto con el cristianismo fue en una variante o herejía especialmente alejada de lo que se puede llamar núcleo esencial e íntimo del cristianismo, esa variante se denominó arrianismo, y probablemente esa interpretación tan humana, exterior y superficial no se abandonó nunca en occidente.

El momento de mayor énfasis cristiano de occidente fue en el breve transcurso de la época carolingia, época de ruptura donde las haya: emancipación con respecto al imperio de oriente, último heredero del imperio romano, instauración del feudalismo como orden social imperante, forzamiento de la herencia dogmática tradicional cristiana, tutela del papado por el imperio, y en cualquier caso imperio guerrero pese a su orientación espiritual –no se puede afirmar que los francos amaran cristianamente a los sajones-.

A medida que desaparece el ímpetu espiritual de la época carolingia durante la época románica medieval, la sociedad, regida fundamentalmente por el estamento guerrero –los “ bellatori “-, elaboró entre el siglo X y XII una teología y una ética que sacralizaron las prácticas militares, el cristianismo de guerra (CardiniF. “ le guerrier et le chevalier” 1989), particularmente en España: lealtad, coraje guerrero que no excluía la crueldad inevitable, generosidad con despilfarro, mesura que no impedía el botín y lascivia como corresponde a un varón que se precie. Es en definitiva lo que se ha denominado “islamización” del cristianismo occidental, inevitable tras un prolongado de periodo de lucha y contacto. Sánchez Albornoz diagnostica certeramente los hechos, pero le horroriza de usar el término “islamización”.

Esta sociedad guerrera llegó a exaltar (San Bernardo) la figura del monje-guerrero (órdenes militares), algo imposible de concebir en el cristianismo primitivo y en el cristianismo oriental donde se rechazó absolutamente esa desviación o quizá perversión.

Si alguna atenuante le cabe a Castilla es que al revés que en León –Santiago y Alcántara- o en el Reino de Toledo - Calatrava fundada por el borgoñón Raimundo de Fitero- no hubo apenas órdenes militares, y las que hubo fueron de escasa importancia.

Había ciertamente algunos pequeños sectores de la iglesia, no desde luego las órdenes militares ni los obispos con cota de malla, que aún conservaban el originario espíritu cristiano, entre ellos se encontraban la más vieja de las órdenes monásticas occidentales los benedictinos y también los cartujos. Para aquellos que desprecian el mundo la honra es un valor hecho de orgullo, vanidad y codicia, y esa honra por la que tantos viven, luchan y mueren de acuerdo a las reglas del juego es para otros una parodia de la virtud.

El orgullo máximo pecado durante siglos, lo siguió siendo para los benedictinos, comenzó a ser desplazado por la avaricia, cambio que coincide con la popularidad de las órdenes mendicantes en el siglo XIII y el ocaso de los benedictinos. De alguna manera el orgullo, que todas las tradiciones han considerado como una de las raíces interiores y profundas del mal y la ignorancia del ego humano se va relegando y se va trasladando a lo exterior y lo cuantitativo.


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Herencias

Se puede considerar en cualquier caso que el cristianismo, pese a las deformaciones monstruosas que sufrió en occidente, contribuyó a suavizar las rudas costumbres de una sociedad guerrera. El progresivo alejamiento del cristianismo a partir del Renacimiento , no disminuyó en absoluto la religión laica de la honra, basta pensar en la literatura española del siglo XVI Y XVII. La honra feudal sobrevivía en plenitud, la presión de la comunidad no permitía olvidar la injuria. Ya se sabe que de manera análoga a como el principio de mínima acción rige el comportamiento de los sólidos, así el mundo de las pasiones no tiende a la media sino a lo más bajo, a lo mínimo, alo más abyecto. Que buen ejemplo nos da don Pedro Calderón de la Barca, barroco hasta el delirio, mezcla de presbítero, libertino y homicida, sacerdote sumo de la honra e implícitamente arriano y ateo, bajo la etiqueta honorificiente, eso si, de castizo católico español de la contrarreforma y de Trento.

Tras racionalismo, ilustración y revolución industrial, el pagano romanticismo europeo conservó la ceremonia del duelo hasta entrado el siglo veinte; los entonces desmontes de la madrileña colina de Príncipe Pío fueron campo del honor hasta el siglo veinte de duelos hipócritamente ocultados ante una sociedad propensa a hacer la vista gorda ante esas muestras de agresividad masculina, mágicas, ordálicas y asesinas.

No ha desaparecido en absoluto en la actual sociedad, cada vez menos cristianas – suponiendo que alguna vez fuera cristiano el mundo occidental-, la pesada herencia de la honra, la injuria , la afrenta y el juego de sus espejismos compensatorios propios de la sociedad guerrera medieval y feudal, y así nos recuerda la autora que la prostitución, la homosexualidad, las denigraciones raciales, la fealdad las evocaciones de parentesco que adivinan la misma profesión de las madres , son referencias gravemente injuriosas de una notable estabilidad en la España (y no solo en la España) actual.

¿Cuantos de nuestros contemporáneos no reaccionan automáticamente ante las viejas injurias a la honra?, probablemente no con el ímpetu guerrero de antaño, la sociedad postmoderna ha rebajado al mínimo la acometividad y el coraje al menos entre las personas integradas – el valor caballeresco temerario no es ya la norma- pero la venganza no ha desaparecido en absoluto del las reglas del juego. La indiferencia filosófica y mucho más el amor cristiano son hoy día rarezas de museo.

Probablemente los más feroces aspectos de las reglas de juego del honor, la injuria y su reparación han desaparecido, no tanto porque la sociedad sea más cristiana, que no lo es, sino porque desaparecieron los estamentos que se reservaban los diferentes tipos de ordalías, duelos, torturas y atrocidades. El siglo veinte, fundamentalmente laico, descreído , poco o nada cristiano, ha dado muestras de una violencia efectiva que superó ampliamente en cantidad y cualidad todas cuantas violencias realizara cualquiera de las sociedades anteriormente conocidas , guerreras o no, con honor o sin él. En el siglo XXI el potencial de violencia no ha disminuido en absoluto y si por el contrario los posible frenos religiosos y morales.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sólo quería agradecerle el que colgase Vd. este análisis de la obra, ya que me ayudó a tener una visión más clara a la hora de enfrentarme yo mismo a su estudio y a la elaboración de un comentario.