viernes, octubre 16, 2009

La independencia castellana (José Luis Martín, Historia de Ávila T I)

Ha sido bastante frecuente en los temas referentes a la delimitación de Castilla y lo castellano una tendencia proclive a lo difuso, en el sentido que tienen hoy día la teoría de los conjuntos difusos. La difusión tiende abarcar unos extensos territorios geográficos –cuantos más mejor- hasta prácticamente incluir la mayoría de la península ibérica; predisposición nada extraña en las sectarismos nacionalistas que quieren ampliar la extensión y el poder de su nación al máximo. Consecuente con dicha actitud es reducir al mínimo las características de pertenencia a Castilla, o en otras palabras de lo castellano. Modernamente el caballo de batalla de las apropiaciones nacionalistas es la lengua, que en el caso de la actual lengua convencionalmente denominada castellano, con enormes diferencias con respecto a la lengua de la Castilla originaria – interesados consulten en Manuel Criado del Val-, se extendió a nivel universal, para complicar un poco más el uso nacionalista de la lengua. Así pues el problema de la delimitación por parte de los modernos nacionalistas habitualmente denominados pancastellanistas es arduo, de manera burda lo resuelven con unas cuantas docenas de provincias residuales –lo que queda de España- con argumentos de uniformidad de características mucho más genéricamente españolas que propiamente castellanas .

La concreción históricamente real de características castellanas por parte de pensadores, estudiosos o interesados en la temática castellana: Elías Romea, Luís Carretero Nieva, Anselmo Carretero Jiménez, Manual González Herrero, Inocente García de Andrés, Isidoro Tejero Cobos, Carlos Arnanz, Vicente Sánchez Moltó, Dionisio Ridruejo y otros muchos de imposible enumeración, suele provocar airadas reacciones en los escasísimos nacionalistas pancastellanos que saben un poquito y superan la ignorancia y el analfabetismo funcional más craso y vergonzoso, que estos últimos si , suelen ser características fijas e invariables de todos los nacionalismos que existen por el ancho mundo.

Con la presente antología de textos se pretende ampliar un poco más las fuentes y opiniones fundadas de especialistas en temas castellanos que corroboran las peculiaridades castellanas frente a las leonesas. Los textos están sacados de HISTORIA DE AVILA. TOMO II EDAD MEDIA (siglos VIII-XIII ) publicada por la Institución Cultural Gran Duque de Alba, Excma Diputación Provincial de Ávila y Caja de Ahorros de Ávila ( Ávila 1995), instituciones de las cuales suponemos tácitamente un benévolo permiso para reproducir estos modestos párrafos para difundir ligeramente un poco de cultura y que no creemos ataña en daño y perjuicio de sus autores. Respetuosos con la ley estamos no obstante dispuestos a responder con vida y haciendas si acaso se considerara la reproducción un monstruoso ataque a la sagrada propiedad privada.

ANEXO

Pero posiblemente la parte más clarificadora y original es la segunda, la que dedica a "Castella­nos y Leoneses (1035-1325)". Esta parte constituye una referencia obligada para toda aquella perso­na que quiera acercarse a la Historia Medieval de Ávila en la Plena Edad Media. Es imprescindible conocer cómo Ávila, desde el punto de vista geográfico e histórico, es castellana, pero también es leonesa por su vinculación eclesiástica con la iglesia de Santiago de Compostela. El hecho, que podría ser intrascendente, adquiere toda su importancia cuando vemos cómo el enfrentamiento entre leoneses y castellanos no es algo casual, sino profundo; y cómo el castellanismo y el leonesismo están presentes incluso a nivel ideológico, como se pone de relieve en las crónicas castellanistas (la Najerense y la de Rodrigo Jiménez de Rada) o en las leonesistas (las de Lucas de Tuy y Juan Gil de Zamora). Sitúa posteriormente a Ávila entre Castilla y León, apoyando firmemente los derechos de los Reyes Niños (Alfonso vii y Alfonso viu); pasando por las relaciones de Ávila en esa época dificil de los llamados reyes privativos de Castilla (Sancho m y Alfonso vin) y de León (Fernando ii y Alfonso ix), en la que los enfrentamientos llegaron a su punto álgido; para finalmente llegar al momento de la unión definitiva en 1230 en el reinado de Fernando IIi el Santo, época alabada sin distinción por todos los cronistas; aunque, como señala José-Luis Martín, no se conseguirá la unión plena hasta el reinado de Alfonso XI, en que culmina el proceso de las medidas unificadoras con el Ordenamiento de Alcalá de 1348 y su imposición a los reinos de Castilla y de León, ya que hasta ese momento per­durarán algunas diferencias de carácter étnico y cultural, así como la existencia de Hermandades en cada Reino, o la celebración de Cortes por separado.

HISTORIA DE AVILA. TOMO II EDAD MEDIA (siglos VIII-XIII ) . Introducción
Carmelo Luis López Director de la Institución “Gran Duque de Alba”. Pag 33




2.1. LA INDEPENDENCIA CASTELLANA

Estonce era Castiella un pequeño rincón; era de castellanos Montes de Oca mojón, e de la otra parte Fituero el fondón; moros teníen Carazo en aquella sazón Era toda Castiella sólo un alcaldía...
De un alcaldía pobre fiziéronla condado, Tornáronla después cabeza de reinado...
El pequeño rincón del siglo ix descrito en el Poema de Fernán González se libera de la tutela leonesa en el siglo x. Dividida en múltiples condados, Castilla debe su unidad y su posterior inde­pendencia a su carácter de frontera oriental del reino leonés; mientras las revueltas internas mantie­nen a los emires cordobeses alejados de la frontera cristiana, Castilla ha estado dividida y los reyes de León han podido imponer fácilmente su voluntad; cuando Abd al-Rahmán in unifique de nuevo al-Andalus y lance sus ejércitos contra los cristianos, la defensa del reino leonés exigirá la unifica­ción de Castilla, la creación de un mando único que permita hacer frente a los ataques musulmanes, iniciados desde el valle del Ebro para evitar el poco poblado valle del Duero. Castilla era pues la zona donde era necesario detener a los musulmanes, y una Castilla dividida era incapaz de realizar este cometido.

La unión, realizada espontáneamente por los castellanos y alentada por los monarcas leoneses, dará al nuevo conde, Fernán González, un poder que le permite enfrentarse al rey de León y conse­guir para Castilla una situación de independencia reclamada por los castellanos, que se sienten y son distintos a los leoneses y favorecen las aspiraciones de su conde de romper los lazos que le unen con el monarca leonés. Las tendencias disgregadoras del reino, semejantes a las que pueden observarse en cualquier otra monarquía feudal, se manifiestan simultáneamente en los dos extremos: en Galicia y en Castilla, pero mientras los condes gallegos carecen de fuerza para imponerse y hacer heredita­rios sus condados -sólo en el siglo xtl se independizará Portugal en momentos de debilidad de la monarquía-, los castellanos logran a partir del siglo x que sea reconocida, políticamente, su origina­lidad, aunque para conseguirlo tengan que enfrentarse a leoneses, navarros y musulmanes o aliarse a unos contra otros en una política de constante equilibrio.

La fuerza militar y las ambiciones personales de Fernán González y de sus herederos son facto­res importantes a la hora de explicar la independencia de Castilla, pero ésta no habría sido posible si castellanos y leoneses no hubieran sido y se hubieran sentido diferentes. Repoblada en los siglos ix y x por cántabros y vascos occidentales poco "civilizados", es decir, poco romanizados y esca­samente influidos por la cultura visigoda, los castellanos prefieren la costumbre ancestral o la deci­sión de hombres justos antes que la aplicación de la ley escrita, representada en el reino por el Liber iudiciorum (Fuero Juzgo) visigodo, y cuando los castellanos creen sus propias leyendas las centrarán en los llamados Jueces de Castilla, que son los representantes y defensores de la independencia jurí­dica respecto a los leoneses y también los defensores de la independencia política según se despren­de del poema anteriormente citado:

Todos los castellanos en uno se acordaron,
dos homnes de grand guisa por alcaldes alzaron;
los pueblos castellanos por ellos se guiaron:
que non posieron rey grande tiempo duraron.

Las diferencias jurídicas no son las únicas que separan a castellanos y leoneses; el idioma los diferencia igualmente y también la organización social, de la que el Derecho es un reflejo. Los repo­bladores de Castilla no conocen la jerarquización social acentuada que, derivada del mundo visi­godo, se impone en el reino leonés, y las desigualdades que pueden observarse entre los primeros castellanos proceden no de la herencia sino de la función que cada uno puede desempeñar en una sociedad guerrera; será noble aquél que por su riqueza esté capacitado para combatir a caballo, pero su situación no difiere mucho de la de sus convecinos.

La libertad individual frente a la servidumbre gótico-asturleonesa será pues la primera carac­terística de la población castellana, que alternará el trabajo de los campos con el ejercicio de las armas exigido por el carácter fronterizo de Castilla, mientras en Asturias y León la guerra, como en época visigoda, es eminentemente una actividad nobíliaria y esporádica, hecho que pone de mani­fiesto el mayor precio de los caballos de guerra y de las armas en Castilla que en León; a las dife­rencias entre una sociedad guerrera y otra alejada de la frontera alude las Mocedades de Rodrigo cuando contrapone la forma de vivir y de vestir del conde castellano y del rey leonés:

Maravillado estoy conde, de cómo sois tan osado
de no venir a mis cortes para besarme la mano
, que el condado de Castilla es de León tributario,
porque León es el reino y Castilla es un condado.
Entonces respondió el conde: mucho vais andando en vano.
Vos estáis en buena mula y yo sobre buen caballo.

Palabras que recuerda y amplía el romance de la entrevista del conde castellano con el rey leonés:

El conde le respondiera como aquél que era osado:
Eso que decís, buen rey, véolo mal aliñado;
Vos venís en gruesa mula, yo en ligero caballo;
Vos traéis sayo de seda, yo traigo un arnés tranzado;
Vos traéis a fanje de oro, yo traigo lanza en mi mano;
Vos traéis cetro de rey, yo un venablo acerado;
Vos con guantes olorosos, yo con los de acero claro;
vos con la gorra de fiesta, yo con un casco afinado;
Vos traéis ciento de mula, yo trecientos de caballo.

El carácter fronterizo, la situación de guerra permanente en que viven los castellanos, no anima a instalarse en Castilla ni a la nobleza de origen o cultura visigoda ni a los clérigos mozárabes hui­dos de Córdoba, por lo que en Castilla ni existirán grandes linajes ni proliferarán como en León, al menos hasta época tardía, los monasterios y las grandes sedes episcopales, que son los dueños de la tierra, de la riqueza, y poseen la fuerza necesaria para someter a los campesinos libres que subsisten en las montañas asturleonesas. No se produce por tanto, hasta una época posterior, la concentración de la propiedad que puede observarse en otras zonas, y se mantiene la libertad individual.

Estas diferencias con la población asturleonesa terminarán provocando una diferenciación polí­tica que se traduce en la independencia lograda a mediados del siglo x bajo la dirección de Fernán González. Mantener la independencia no fue fácil para quien no quería obedecer a moro ni a cris­tiano y veía sus dominios rodeados por leoneses, navarros y musulmanes. Una hábil política de equilibrio y oportunas alianzas con unos y otros permitirá a Castilla mantenerse independiente y ampliar considerablemente sus fronteras a costa de los musulmanes al disgregarse el califato en los años iniciales del siglo xi, pero la habilidad de sus condes no pudo impedir que Castilla se convir­tiera en un protectorado de Navarra a raíz del asesinato en León del infante García, en 1029, ni que León y Navarra ampliaran sus fronteras a costa del condado.

2.2. LOS VOTOS DE SANTIAGO (LEÓN) Y DE SAN MILLÁN (CASTILLA)

Ávila es hasta muy avanzado el siglo xI tierra de nadie en la que combaten contra los musul­manes y entre sí castellanos y leoneses, pero su no pertenencia a ninguno de los territorios cristianos no la librará de ser incluida en ambos cuando de agradecer la ayuda divina se trata y se ofrecen los "votos" al apóstol Santiago en León y a San Millán en Castilla, en reconocimiento de la ayuda pres­tada en Clavijo para liberar a los cristianos del "Tributo de las Cien Doncellas".

Los votos de Santiago son "creados" en Compostela hacia el año 1100, doscientos o trescientos años después de la supuesta batalla de Clavijo, y a pagar estarán obligados los habitantes de las tie­rras ocupadas en el momento de la batalla y que se ocuparan en el futuro a los musulmanes o, según la Historia compostelana escrita por orden y en alabanza del obispo Gelmírez, quienes vivieran "desde el río Pisuerga hasta la costa del Océano"; la mención del Pisuerga limita el voto de Santiago al reino de León, pero Ávila no se libra del pago y en el momento de redactarse el Catastro del Marqués de la Ensenada, a mediados del siglo xviu, la provincia contribuía al culto del Apóstol con cuarenta mil reales de vellón, cantidad relativamente importante. La inclusión de Ávila se explica porque su diócesis formó parte de la provincia compostelana, porque los obispos de Ávila fueron sufragáneos del arzobispo de Santiago, como veremos más adelante.

La unión de Castilla y León a partir de 1230 y la posterior identificación de Castilla con España han hecho olvidar el origen astur o leonés de la leyenda santiaguista, pero los hombres de los siglos xu y xni son conscientes de que Santiago es el defensor de Galicia y de León, desde el Pisuerga hasta el Océano, y frente o al lado de este guerrero celestial Castilla creará su propio héroe en la persona de San Millán, magníficamente cantado por el monje Gonzalo de Berceo, que reivindica para el monasterio de este nombre votos equiparables a los de Santiago en versos -actualizo el texto- que resumen la idea que en el siglo xiii se tiene sobre la ayuda prestada por el cielo a los cristianos y sobre la gratitud que éstos han de demostrar:

El rey Abderramán, señor de los paganos...
Mandó a los cristianos el que mal siglo prenda
Que le diesen cada año zx dueñas en renta...
El Rey de los cielos, de cumplida bondad...
Quiso tornar en ellos, hacerles caridad.
Dioles en este tiempo un señor venturado,
El duque Fernán González, conde muy valorado...
El rey don Ramiro era sobre León,
Ambos eran católicos como dice la lección...
Enviaron mensajes a la gente renegada
Que nunca más viniesen a pedir esta soldada...
El rey Abderramán y los otros paganos
Supieron estas nuevas que decían los cristianos:
Por poco con despecho no se comían las manos...
El rey don Ramiro de la buena ventura
Afinó un buen consejo de pro y de cordura,
Pagar a Santiago por alguna mesura,
Tornarlo de su parte en esta lid tan dura...
Prometer al apóstol un voto mesurado,
Al que yace en Galicia en España primado...
Hicieron su consejo todos los castellanos...
Oídme, dijo el conde, amigos y hermanos:
Hicieron leoneses como buenos cristianos...
Querría que hiciésemos otra promisión:
Mandar a Sant Millán nos tal infurción
Cual manda al apóstol el rey de León...
Respondiéronli todos: señor, de muy buen grado...

Santiago y San Millán aceptaron complacidos la oferta y cuando los cristianos están en peligro elevan sus ojos al cielo y allí:

Vieron dos personas hermosas y lucientes,
Eran mucho más blancas que las nieves recientes.
Venían en dos caballos más blancos que cristal
armas como nunca vio hombre mortal...
Cuando cerca de tierra fueron los caballeros,
Dieron entre los moros dando golpes certeros...
El rey don Ramiro, que tenga paraíso,
Heredó al apóstol como se lo prom¡so...
El conde Fernán González con todos sus varones...
Pusieron e juraron de dar todas sazones
A San Millán cada casa dar tres pepiones...

Leonesa por su vinculación a la iglesia de Santiago y castellana geográfica e históricamente, Ávila cuenta con dos patrones celestiales: Santiago y San Millán. Uno de los primeros documentos abulenses -1103- recuerda, tanto si es auténtico como si se redactó posteriormente, la vinculación de los abulenses con la zona y el monasterio de San Millán de la Cogolla, al que los habitantes de las colaciones o barrios de San Vicente, San Juan, San Pedro y San Martín dan la iglesia de San Millán y dos aldeas en territorio abulense; y en el afán de no dejar Ávila al margen de los votos de Santiago se ha llegado a decir que un obispo de Ávila, Pedro, intervino en la batalla de Clavijo en el año 825 junto a los jueces de Castilla Laín Calvo y Nuño Rasura, el hermano de éste Gustios González, los obispos de Astorga, Orense, Lugo y Oviedo y el inexistente arzobispo de Cantabria.

Consciente de las diferencias que existían entre sus dominios o, como quieren otros, deseoso de heredar a todos sus hijos, Sancho el Mayor de Navarra divide sus dominios entre sus hijos y el anti­guo condado se convierte en reino bajo la dirección de Fernando i; el nuevo monarca tendrá que hacer frente a los problemas fronterizos con el reino leonés y, con la ayuda de García de Navarra, Fernando derrotará y dará muerte en Tamarón al leonés Vermudo tu, al que sucederá Fernando en nombre de su mujer Sancha, hermana de Vermudo (1037).

3.1. LEÓN INCORPORADO A CASTILLA

Al menos dieciséis años empleó Fernando en combatir y someter a los leoneses descontentos, aunque sobre este punto, así como sobre las causas de la guerra, difieren los cronistas leoneses y cas­tellanos.

Las crónicas Silense y Najerense no pueden negar los derechos de Vermudo sobre el trono leonés, una parte del cual le ha sido arrebatada durante su menor edad por Sancho el Mayor de Navarra para darla a Fernando de Castilla, pero justifican la resistencia de Fernando porque tras haberse casado con la hermana de Vermudo le parecía injusto y contrario a toda razón quedar al margen del reino. Lucas de Tuy recuerda que la guerra tuvo su origen en el hecho de que Sancho el Mayor, durante la minoría de edad de Vermudo, incorporó a Castilla la zona leonesa situada entre el Pisuerga y el Cea, zona que reclama Vermudo al morir Sancho el Mayor. Rodrigo Jiménez de Rada y, siguiéndole, Alfonso x, aportan considerables novedades que descalifican a Vermudo y dan la razón plenamente a Fernando: el matrimonio de éste con Sancha fue decidido por los nobles leoneses que, observando el declive de la patria, persuadieron con hábiles razonamientos al rey Vermudo [...], cosa a la que accedió [...]. Entonces el rey Sancho [...] regaló a su hijo Fernando y su nuera Sancha lo que había conquistado más allá del Pisuerga, contando con el beneplácito de Vermudo [...] quien tras permitir durante años que Fernando ocupara las tierras de la discordia en paz y tranquilidad, puesto que les habían sido cedidas libremente a él y a su esposa por el rey Vermudo con ocasión de su boda, al morir Sancho el Mayor atacó al castellano para recuperar lo que había regalado a su hermana y a su cuñado.

Según el Toledano, Fernando encontró alguna resistencia en León, pero no le costó trabajo hacer­se con la ciudad [...],fue acogido por rey como todos [...] y de esta forma desapareció el enfrentamiento al ser asesinado Sancho cuando intentaba ocupar Zamora, defendida por la infanta Urraca en nombre de Alfonso. En la persona de Alfonso se reunirían de nuevo, tras siete años de sepa­ración, los reinos de León, Castilla y Galicia: en 1037 los leoneses aceptaron como rey al navarro-castellano Fernando, vencedor de Vermudo III, y en 1072 los castellanos se some­tieron al leonés Alfonso.

Durante cerca de cien años leoneses y cas­tellanos mantendrán la unión, pero ni unos ni otros olvidan las circunstancias en que ésta se produjo, como puede comprobar quien relea las páginas que a la sucesión de Fernando i dedican los cronistas, especialmente Lucas de Tuy y Rodrigo Jiménez de Rada, que escriben en la primera mitad del siglo xiii, cuando se redacta el Poema de Fernán González y Berceo escribe la Hilo de San Millán. poetas e historiadores tienen muy claras las diferencias entre Castilla y León y las reflejan en sus escri­tos, aunque todos se muestren favorables a los reyes que propician o consiguen la unidad.

La Najerense ensalza el valor de los cas­tellanos y de su héroe Rodrigo Díaz: informa­do de que los leoneses son superiores en número, Sancho cree que podrá vencerlos porque, si los leoneses son más, los castella­nos son más valientes y entre el rey y su alfé­rez Rodrigo bien podrían vencer a mil cien leoneses: a mil el rey y a cien Rodrigo. Más modesto, el Cid se limita a decir que luchará con un solo caballero y que hará lo que Dios quiera, y de ahí no lo saca el rey cuando reba­ja el número de los enemigos del Cid a cin­cuenta, cuarenta, treinta, veinte y diez leone­ses. En el combate, Alfonso y Sancho son hechos prisioneros casi al mismo tiempo, pero mientras el primero no recobra la libertad, el segundo es liberado por la acción del Campeador, que se enfrenta solo y sin armas a los catorce leoneses que custodian al monarca, desafla a sus enemigos a que le faciliten una lanza y con ella, ayudado por Sancho, dio muerte a trece leoneses e hirió de gravedad al último, haciendo buena la fanfarronada de Sancho.

Lucas de Tuy, leonés declarado, presenta una versión diferente en la que también el Cid tiene un papel protagonista: en Golpejera el rey castellano tuvo que abandonar el campo y sólo la decisión del Cid hizo posible modificar el resultado de la batalla: cuando Sancho huye, Rodrigo le indica que los leoneses victoriosos descansan tranquilamente en las tiendas ocupadas a los castellanos y es el momento de caer sobre ellos al amanecer; así se hizo y Sancho convirtió la derrota en victoria. El relato contiene detalles significativos que aumentan el prestigio de Alfonso y perjudican la fama de Sancho: cuando Alfonso vence ordena a los suyos que no persigan a los que huyen, y Sancho ataca a los leoneses que, inermes, no pudieron ofrecer resistencia.

Rodrigo Jiménez de Rada oscila entre la justificación del rey castellano y la alabanza al leonés: Sancho ataca Galicia para poner fin a los abusos de García y como los gallegos estaban divididos por el problema que acabo de relatar, el rey Sancho consiguió sin problemas lo que pretendía, pero la jus­tificación gallega no sirve para explicar los ataques a León, injustos por no respetar la voluntad de su padre. Frente a la guerra santa, la guerra injusta que Dios castiga después de haber dado al castellano una primera victoria en Llantada para que él se ensoberbeciera y fuera mayor su caída. En Golpejera se enfrentan los hermanos tras comprometerse a que el vencido ceda su reino al vencedor sin inten­tar volver a combatir, palabras con las que el arzobispo desautoriza y deslegitima la acción de Rodrigo Díaz tras la derrota castellana, aunque la justifica porque leoneses y gallegos solían pavonearse y ridi­culizar a los demás en los momentos de triunfo y lanzar graves amenazas en los de derrota. Por esto se durmieron ya avanzada la madrugada agotados tras una noche de charla, y se vieron sorprendi­dos por el rápido ataque del ejército del rey Sancho. Al hablar de un acuerdo previo al combate, Rodrigo prepara la justificación de los derechos de Alfonso vi al trono castellano cuando muera Sancho en el cerco de Zamora, a manos de Vellido Dolfos.

En Zamora sitúan los poetas un enfrentamiento abierto entre castellanos y leoneses o zamora­nos; el grueso del ejército abandona el cerco tras la muerte del rey, pero los castellanos y extremeños -de los extremos del Duero-... tomaron la decisión de retar a los zamoranos, y, en nombre de todos los castellanos, Rodrigo Díaz exigió juramento a Alfonso vi de no haber tomado parte en la muerte de su hermano; el texto poético llegado hasta nosotros destaca una vez más la importancia de los cas­tellanos: se pide para el rey, si algo tuvo que ver en la muerte de Sancho, una muerte innoble, villa­na, no la muerte digna y noble que debería tener una persona de su categoría, y entre las amenazas que recibe Alfonso una de las más graves es que quien le dé muerte de otra tierra venga, que no sea castellano, o dicho con las palabras del Juramento de Santa Gadea:

Villanos te maten, rey, villanos, que no hidalgos,
De las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos...


Op. Cit. Cap II Cristianos y musulmanes, castellanos y leoneses . José Luis Martín, Universidad Nacional de Educación a Distancia . Pag 135-142
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