Si preguntamos por la calle cuál creen que es el texto en español más antiguo que existe, muchas serían las respuestas distintas. Las glosas emilianenses son las que se presuponen que son los textos en castellano más antiguos, pero, por otro lado, un estudio sobre los manuscritos de Santa María de Valpuesta (Burgos) cuenta con la bendición de la Real Academia Española (RAE) como anterior a las glosas.
El profesor Dan Berges reconocido en sus redes sociales afirma que no es ni uno ni el otro. Expone otro texto distinto sobre el consumo de quesos y que afirma que es el texto en castellano más antiguo que existe.
El texto se trata de unas notas sobre el consumo de quesos en el monasterio y las escribió en algo que Berges afirma que no se puede considerar latín. Muchas teorías afirman que lo escrito se parece mucho al leonés, pero para aquel entonces el leonés todavía no existía. Por otro lado, también afirma que igual que se parece al leonés se parece al castellano. En el texto simplemente detalla los hábitos de consumo de quesos en el monasterio.
La verdadera incógnita llega cuando nos damos cuenta que La Nodicia de Kesos no está catalogada como asturleonés, algunos expertos afirman que se trata de una lengua intermedia entre al latín y las posteriores lenguas romances, tanto es así que también se considera una de las primeras evidencias de castellano.
El primer documento conservado en asturleonés es el Fueru d'Avilés, en el año 1155, es decir, mucho después de este texto. Por ello es que algunos expertos afirman que sus elementos romances pueden ser los orígenes del castellano.
Otros textos que se creen que son los primeros en lengua castellana
Glosas emilianenses: tradicionalmente se ha estudiado que las glosas emilianenses son el texto en español más antiguo que existe. Son unas notas manuscritas realizadas en torno al año 1000 en el margen de un códice que se guarda en el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla. Fue descubierto por don Manuel Gómez Moreno quien las copió y las envió a don Ramón Menéndez Pidal, el cual lo reconoció como el texto castellano más antiguo que existe. Se supone que su autor era un monje anónimo que traducía del latín a su lengua materna que entonces empezaba ya a ser el castellano.
Cartulario de Valpuesta: una investigación en el monasterio de Valpuesta encontró unos documentos del siglo IX que incluyen palabras en castellano, oraciones en las que el latín iba desapareciendo y se apreciaba el orden lógico del nuevo idioma. Estos escritos se les conoce como Cartulario de Valpuesta y el propio Ramón Menéndez Pidal antes mencionado los menciona en su estudio "Orígenes del Español". En estos fondos constan ocho documentos del siglo IX, 39 del X, 49 del XI, 90 del XII y uno del XIII. Estos documentos se tratan de donaciones de bienes materiales como ganado o tierras de particulares al monasterio a cambio de bienes espirituales. La RAE coeditó en dos volúmenes estos escritos y fueron presentados hace más de 10 años: "Los Becerros Góticos y Galicano de Valpuesta".
El enclave de Burgos que está ligado a la Ley más importante del mundo
Las leyes de Burgos de 1512 suponen la extensión al Nuevo Mundo de la aparente dignidad que tenían los ciudadanos libres del incipiente imperio español. El convento de San Pablo es el lugar en el que nacen los Derechos Humanos
Hay un lugar en Burgos al que no se le ha dado la verdadera relevancia que tiene. Es cierto que está bajo el suelo y que otro edificio se sostiene sobre su suelo. Fue un convento dedicado a San Pablo y perteneciente a la Orden de Predicadores, los dominicos, fundados por el burgalés de Caleruega Domingo de Guzmán.
La importancia histórica de este lugar destaca incluso por encima de su realce artístico. Es el convento de San Pablo. En 1512, un pequeño grupo de teólogos y juristas se reunió en este lugar de Burgos para dictaminar la más importante ley de la historia de España. Son las Leyes de Burgos.
El rey Fernando el Católico y el cardenal Cisneros convocaron una Junta extraordinaria en Burgos en el año 1512 para hablar profundamente de esta cuestión. Así nacieron las Leyes de Burgos, u «Ordenanzas Reales para el buen regimiento y tratamiento de los indios», aprobadas en 1512.
Los dominicos fueron testigos de la esclavización y el maltrato que los indígenas americanos sufrieron por parte de los colonos españoles en los nuevos territorios. La denuncia de fray Antonio de Montesinos en la isla de Santo Domingo en un sermón del cuarto domingo del Adviento de 1511 fueron la chispa definitiva.
Este cuerpo legislativo para las Indias estaba compuesto por 35 leyes que regulaban las condiciones de vida y de trabajo de los indígenas. Se dictaminaba que los hombres y mujeres que vivían en las llamadas Indias eran libres; que debían trabajar y que las condiciones de trabajo debían de ser llevaderas, que tenían derecho a la propiedad privada, que los trabajadores por cuenta ajena cobraran un salario conveniente en especie, y que, en todos los procesos, debía de hallarse Dios. No podían ser explotados ni recibir ninguna clase de castigo físico. Si un encomendero no trataba bien a sus nativos era multado.
Lamentablemente, estas leyes no fueron cumplidas por parte de los encomenderos, razón por la cual, algunos misioneros siguieron denunciado los abusos seguían cometiéndose. Entre ellos, se encontraba fray Bartolomé de las Casas, quien en 1540 logró informar de la situación a Carlos I, el cual no demoró en convocar nuevamente a los expertos para que valoraran la situación, como explica el profesor Ricardo Ignacio Bachmann Fuentes, en su blog de la Universidad Isabel I.
En 1542 y 1543 se promulgaron las Leyes Nuevas, «que fueron más allá, incluso a abolir la encomienda y la esclavitud. Sin embargo, estas disposiciones tampoco fueron cumplidas por parte de los colonos, lo que llevó a Las Casas a escribir su conocida obra Brevísima relación de la destrucción de las Indias, en 1552», recuerda Bachmann.
Las leyes
Las Leyes de Burgos se materializaron en tres bloques de problemas. Uno, los derivados del orden jurídico tras la conquista y la colonización. Otro en relación con la legitimidad y la soberanía española; otra la licitud de las guerras con que se impuso y otro con el trato que se había de dar a los naturales.
Según Miguel Ángel Santamarina, en un artículo en la revista Zenda, las Leyes de Burgos reconocían que los indios habían sufrido «el robo de sus tierras, pero no se las restituían, sino que validaban la alternativa de las encomiendas, una forma de organización social vinculada a las iglesias que se habían levantado en estas comunidades».
Se conservan tres copias contrastadas, redactadas a partir del original. Dos en el Archivo General de Indias de Sevilla y otra copia en el Registro General del Sello. Constituyen el primer cuerpo legislativo que se dio para las Indias, y al mismo tiempo el origen de una legislación fecunda y múltiple dictada para los pobladores del Continente americano.
San Pablo
El convento dominico de San Pablo, de Burgos, fue uno de los más importantes de la Orden, con una importancia religiosa, cultural, política y artística muy notable en la historia de la ciudad. Fue objeto de la tesis doctoral de José Antonio Casillas, publicada en extracto en el volumen XXIV de la 'Monumenta Histórica Iberoamericana' de la Orden de Predicadores, con el título El convento de San Pablo de Burgos, Historia y Arte.
El autor habla de que la construcción de la iglesia se inicia, en los primeros años del siglo. Correspondiente a los siglos XIV y XV, se realiza la construcción de las
capillas entre contrafuertes de las naves laterales «así como el arco de acceso desde el crucero y unos restos arrasados de la cimentación de la pared oriental de la primitiva sacristía». Es del mismo tiempo la capilla y otra dedicada a la Magdalena y después a la Piedad.
Los fueros como expresión de libertades y raíz de España
«Si alguien dijera por qué tienen esos privilegios las provincias Bascas, por qué no son como las demás provincias, habría que responderle preguntándole por qué no son las demás provincias como las provincias Bascas. Si ellas han podido conservar esta manera tradicional de gobernarse que perdieron las demás provincias con el absolutismo de los reyes, ¿por qué la han de dejar y por qué, más bien, no las imitan las demás provincias, en vez de tomar de los franceses la centralización, que ha dado tan malos resultados? ¿Por qué no se vuelve en toda España a la manera bascongada, que es la tradicional española?»
Los fueros como expresión de libertades y raíz de España
En defensa de los Fueros para todos los pueblos de las Españas.
No es equitativo ni patriótico, dicen los antifueristas, que en la misma nación haya regiones que gocen de preeminencias y ventajas que no tienen otras. Deben, pues, abolirse los fueros que implican desigualdad.
“¡El argumento es donoso!, responde Nocedal. Pero vamos a cuentas: o esa región tiene título y derecho notorio a disfrutar esas ventajas (de los fueros) o no; si no los tiene, por ahí se ha de empezar, por negarle el derecho y el título de que carece; pero si evidentemente los tiene, como sucede en el caso de que se trata, no hay que hacer sino respetarlos, sin que nadie pueda quejarse por eso, que quien usa de su derecho a nadie agravia...Eso no es un argumento, es un horrible sarcasmo. Porque el Estado moderno, continuando la obra comenzada por el absolutismo en el siglo pasado, ha ido despojando a las regiones forales de sus fueros, a las demás de los útlimos restos que aun conservaban de sus tradiciones seculares, para ajustarlas todas al patrón y las nuevas formas mal traducidas del francés; y es, burla sangrienta y escarnio insufrible que la desigualdad por él causada contra toda razón y justicia le sirva de argumento para persuadir a sus nuevas víctimas que se dejan despojar de buena gana y voluntariamente cooperen a la obra de iniquidad y destrucción...Como el argumento adquiere fuerza incontrastable es volviéndose contra quien lo emplea. Porque si reconoce que los fueros y libertades, contra quien quiere acabar, son un bien (y por eso dice que trata de abolirlos, para que no tengan unas provincias bienes de que carecen otras), lo justo, lo equitativo y lo patriótico no es aumentar la desgracia de las que, por rara excepción, gocen todavía de algún resto de su bien pasado, sino procurar aumentárselo y hacer igualmente dichosas a las demás: igualdad que en España se conseguiría sin protestas ni conflictos, ciertamente, antes con vítores y aplausos, no acabando de arrebatar sus fueros y exenciones a las que todavía conservan rastros de ellas, sino devolviendo y aumentando sus libertades y franquicias a las que injustamente y contra su voluntad las perdieron . ¿O es que los partidos liberales reconocen y confiesan que ellos no están en el poder para hacer igualmente felices, sino por igual desventurados, a todos los reinos, regiones y provincias de España y a todos los españoles?
Otra objeción frecuentísima contra los fueros es decir que se oponen a la unidad nacional: "Os dirán que esto es ir contra la unidad nacional; os dirán que sin unidad nacional no hay gobierno posible, que la unidad es el progreso más notable y que la mayor conquista de los tiempos modernos, que la unidad es más necesaria que nunca ahora, cuando todas las naciones, ejemplos Italia y Alemania, tienden a las grandes concentraciones y a las grandes unidades". Despues de haber expuesto así la objeción, el mismo Nocedal contesta ampliamente a ella: "¡Burla sangrienta! ¡Horrible sarcasmo! Eso dicen los que han destruído la unidad católica, la unidad moral, la unidad intelectual, la unidad política, la unidad social y económica...Destruyen todos los elementos, ciegan todas las fuentes de verdadera unidad social grande y fecunda, que no excluye la variedad secular e ingénita de varios organismos, despedazan y disuelven las sociedades, y quieren poner remedio al daño que hacen agarrotando, como fardos o líos, a los pueblos.
Cuando os digan y encarezcan las excelencias de la unidad, respondedles que la unidad no consiste en que todos tengamos la misma fisonomía, el mismo carácter, hábitos idénticos, un solo uniforme e igual manera de proceder y vivir; que si eso fuera unidad, y semajante unidad fuera necesaria, no habría sociedad política más perfecta, deseable y necesaria que el falansterio de Fourrier. Respondedles que una cosa es la unidad y otra la uniformidad, que el universo es uno y vario, que no hay en todo él dos cosas que la naturaleza haya hecho con la misma horma ni en el mismo molde; que no se concibe , sin embargo, más grande y maravillosa unidad; y que la unidad social y política de que tratamos es algo que está más alto, es algo más noble y poderoso de lo que ellos se imaginan. Decidles que con esa unidad contrahecha que ellos pregonan y procuran...se quebrantan , se rebajan y se rompen los verdaderos vínculos sociales, y los pueblos modernos visiblemente están dividiéndose, deshaciéndose y caminan y están próximos a la completa disolución. Decidles que, al contrario, nuestros antiguos reinos y condados...diseminados y diversos...a pesar de todos los motivos que mantenían y de todas las pasiones que fomentaban y ahondaban la desunión..., fueron venciendo todos los obstáculos, rectificando todos los yerros y caminando hacia la unión..., hasta que todos unidos entraron en Granada, a coronar con la expulsión de los moros la unidad de la Fe, la unidad de la Patria, con un altar, un cetro y una bandera, y la expléndida variedad de sus fueros y libertades"
(“El Tradicionalismo político español y la Ciencia hispana” de Marcial Solana. 1951)
Los fueros como expresión de libertades y raíz de España
«Debíamos temer que el plan de despotismo que va extendiendo el astuto Bonaparte por la Europa, después de haberle probado bien Francia, vendría a planificarlo en España. A esto llama él regenerar, es decir, civilizar a su manera las naciones, hasta que pierdan su antiguo carácter y la memoria de su libertad. Igualarlo todo, uniformarlo, simplificarlo, organizarlo, son palabras muy lisonjeras para los teóricos, y aún más para los tiranos. Cuando todo está raso y sólido, y todas las partes se confunden en una masa homogénea, es más expédito el gobierno, porque es más expédita la obediencia. [...] ¡Qué descansadamente gobierna el déspota entonces! [...] En la Francia organizada, que quiere decir aherrojada, no hay más que una ley, un pastor y un rebaño, destinado por constitución al matadero. [...] En Francia, pues, no hay provincias, ni naciones; no hay Provenza, ni provenzales; Normandía, ni normandos; se borraron del mapa sus territorios, y hasta sus nombres. Como ovejas, que no tienen nombre individual, sino la marca común del dueño, les tiene señalados unos terrenos acotados, ya por riberas, ya por ríos, ya por sierra, con el nombre de departamentos, como si dijéramos dehesas, y estos divididos en distritos, como si dijéramos majadas. Allí no hay patria señalada para los franceses, porque ni tiene nombre la tierra que les vio nacer, ni la del padre que los engendró, ni la de la madre que los parió: los montes y los ríos les dan la denominación como a las plantas y frutos de la tierra. Nacen y se crían en el campo, y mueren en el campo de batalla. Todos se llaman franceses, al montón, como quien dice carneros [...] Esta unidad e indivisibilidad,, que convino entonces al mando despótico del Directorio, ha convenido después al más despótico de Bonaparte. [...] ¿Qué sería ya de los Españoles, si no hubiera habido Aragoneses, Valencianos, Murcianos, Andaluces, Asturianos, Gallegos, Extremeños, Catalanes, Castellanos, etc...? Cada uno de estos nombres inflama y envanece, y de estas pequeñas naciones se compone la masa de la gran Nación, que no conocía nuestro sabio conquistador, a pesar de tener sobre el bufete abierto el mapa de España a todas horas».
Centinela contra los franceses. Antonio de Capmany. 1808.