martes, mayo 21, 2024

Vascongadas: tres provincias de Castilla por J. M. Codón (Real Academia de la Historia)

 Vascongadas: tres provincias de Castilla por J. M. Codón (Real Academia de la Historia)




Revista 
FUERZA NUEVAnº 575, 14-Ene-1978

LAS VASCONGADAS: TRES PROVINCIAS DE CASTILLA

Una imaginación calenturienta forjó, a últimos del siglo XIX y primeros del XX, el mito de la existencia de una entidad histórico-política comprensiva de siete provincias, y le dio el nombre bautismal de “Euzkadi”, que tradujo en un principio como “Estado vizcaíno” y después como “Estado vasco”.

Secularmente, los mismos vascongados, aludiendo a sus características geográficas, llamaron al territorio de las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya “Euskalerria”, es decir, “la tierra vasca”.

El mismo Sabino Arana ideó el neologismo “ikurriña”, equivalente a bandera, no a una bandera determinada, como ahora se cree, sino a bandera, en general. Era otro error, porque precisamente bandera, en castellano, es una palabra vascongada que procede etimológicamente de “banda”, ánimo, valor guerrero, en vascuence.

Con paciencia de entomólogos, podemos hallar la existencia de “Euzkadi” en una pequeña localidad argentina del departamento de Limay Mahuida, provincia de La Pampa (Argentina). Extendido el mito entre algunas gentes sencillas, se maneja ahora con fines políticos.

Nunca ha existido una nación vascongada que se llamase “Euzkadi” o de cualquier otra manera. Dejando de momento las tres provincias francesas, se pretende que el estatuto autonómico que se elabora (1978) incluya a Navarra. Pero Navarra es un reino fundamental, con personalidad propia, totalmente distinta de las tres provincias vascongadas desde los puntos de vista geográfico, prehistórico, político, histórico y lingüístico.

Dediquemos este artículo a las tres provincias vascongadas y quede por otra ocasión el estudio especial de Navarra.

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Dejemos el mito y vayamos a la realidad histórica. Jamás las tres provincias vascongadas han constituido una nacionalidad o más propiamente una nación. En España no hay más nacionalidad que ella misma: España.

“Las nacionalidades” se inspiran en un oscuro libro separatista de Pi y Margall, que apareció con este título hace un siglo (1882) y que el mismo viejo federalista vio con tristeza que habían desembocado, en la práctica, en el cantonalismo más anárquico.

Esto para algunos será sorprendente pero es irrebatible. Jamás los vascones vivieron en las provincias vascongadas. Lo hicieron en el norte de Navarra, en Huesca, Jaca, Sobrarbe y Soria. Los que poblaron y permanecieron en las tres provincias vascongadas no son vascos, sino vasconizados, o sea semivascos o semicántabros, porque las tribus originarias que ahora mencionaremos no eran vascones sino iberoeúskaras.

Por las fusiones matrimoniales, por las migraciones, por las alianzas con los cántabros y con los demás iberos, las tres tribus de la depresión vascongada -autrigones, caristios y bárdulos- se integraron, después de presentar una batalla durísima a romanos y godos, con las restantes gentes ibéricas, y definitivamente en Castilla y siempre en España.

Hitos y datos: Hace veinte siglos ya Roma diferenció perfectamente a los vascones navarros, adscribiéndolos al convento jurídico (distrito) de Cesaraugusta (Zaragoza) y las tres tribus vascongadas pertenecieron, en cambio, al convento jurídico de Clunia, ciudad cuyas ruinas, muy bien conservadas, se emplazan todavía en el sur de la provincia de Burgos.

Y ya entre los siglos V al VII, vascongados y cántabros luchan juntos en lo que después será Castilla la Vieja, y sólo se pacifican cuando Leovigildo vence la postrera resistencia en esta última centuria en la plaza burgalesa de Amaya, que en lenguaje vascongado significa simbólicamente “el fin”.

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La vida de los pueblos históricos es dinámica. Los vascongados, como todos los españoles, nos hemos mezclado continuamente. Por eso, para situar en el espacio y en el tiempo el mapa tribal del siglo VIII, es importante fijarse en que la tribu de los bárdulos había poblado el norte de Burgos y luego se traslada a Guipúzcoa.

Por eso, las Bardulias de la Crónica de Alfonso III, que ahora se llama Castilla la Vieja, acogen a bárdulos que se van corriendo a Guipúzcoa y todavía hoy figura en sus timbres heráldicos con esta leyenda: “Bardulia fidelísima”. Burgaleses y guipuzcoanos, primos hermanos. La tribu de los caristios se asentó en Vizcaya en los mismos siglos de la dominación romana y goda, y en una pequeña parte de Álava. Y la tribu vascongada de los autrigones pobló dicha provincia pero también el norte entero de la provincia de Burgos, pues la línea demarcatoria estaba a menos de 18 kilómetros de la capital de Castilla. Por eso, Castilla, antes de llamarse así, se denominó sucesivamente Cantabria, Autrigonia y Bardulia.

Otro hito decisivo: en la invasión árabe, 714, cántabros, vascongados y godos luchan al servicio de los reyes de Asturias y León, y condesas vascongadas ascienden al trono de la nueva Monarquía y sus caudillos forman en seguida, con las gentes godas e hispanorromanos, los condados dependientes de León.

En el año 943, se integran y fusionan de un modo formal, al proclamar el conde Fernán González la soberanía de Castilla, siendo reconocido, por pacto, como conde de Castilla y Álava. En la Diputación de Álava está (1978) su efigie como primer conde soberano. (Ver
:http://hispanismo.org/castilla/29312-ante-el-milenario-de-castilla-943-1943-meditaciones-historico-politicas.html?highlight=

“Álava” comprendía entonces a Vizcaya y Guipúzcoa. Su hijo Garci Fernández, su nieto Sancho García y su biznieto García Sánchez, mantienen unidas las tierras castellano-vascongadas en el condado de Castilla. Su nieta casa con Sancho el Mayor de Navarra, y por coyunda matrimonial, por lazos biológicos de sangre, este “imperator totius Hispaniae”, este “rex ibericus”, forma el primer imperio español, desde Cataluña y Navarra a Aragón y Galicia, Castilla y León. Alfonso VIII, en 1200, reafirmó la unión de la siempre realenga Guipúzcoa. Y Alfonso XI, la de Álava.

Las Vascongadas fueron siempre las adelantadas de las empresas de Castilla y España, en la Reconquista, en América, en la política de la corte de Burgos y después de Madrid, en las empresas europeas, en la independencia, en las guerras carlistas. Así pudo exclamar el autor de la palabra Hispanidad, monseñor Vizcarra: ¡Vasconia españolísima”. Es un eco del dictado tópico popular: “¡Oh, Vizcaya cantabrana, donde toda España mana!”

José María CODÓN
De la Real Academia de la Historia

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