lunes, mayo 13, 2024

... MEDITACIÓN ANTE EL MILENARIO DE CASTILLA (V)

 ... MEDITACIÓN ANTE EL MILENARIO DE CASTILLA (V)


V CASTILLA, MADRE DE ESPAÑA


Hasta aquí sólo ha cantado nuestra emoción histórica las glorias militares de la Castilla naciente, la gesta política de su caudillo unificador, el sentimiento religioso que es nervio de su pujante nacionalidad y la creación de su lengua como el mas firme cauce de la expansión de su espíritu. Pero todo es, como si dijéramos, el poema de la niñez y de la juventud. Y si la Castilla niña ya presagia tales grandezas, la Castilla cuajada y madura, la Castilla matrona, es la madre de España. Esta maternidad, esta tutela es toda nuestra historia. Ningún otro núcleo peninsular —y todos tienen gallardas ejecutorias—puede sentirse celoso de que Castilla lo haya afiliado bajo su propia sangre, porque a la postre todos, con sus glorias y sus tradiciones, con su patrimonio histórico y artístico, forman esta ínclita nacionalidad común que se llama España.



La construcción nacional


Así, del condado independiente que ahora conmemoramos, surge la primera monarquía castellana, que ya se funde con la leonesa y asume el timón y las riendas del destino de la Patria. Porque si es verdad que aun apunta en el siglo XI la concepción imperialista leonesa, la España que se vislumbra como hegemónica es la gran España del Cid, en la que se acusa ya con personalidad fuerte el tipo definitivo del caballero cristiano español. Y la robusta concepción de Fernán González, el gran sueño de reconquista y población de la España irredenta, entra en vías de realidad cuando alborea el siglo XIII con fervor de cruzada y de combate. Y las Navas es una primera realización conjunta del ideal de la cristiandad unida que capitanea Castilla. Y San Fernando es el mejor y el más genial de los campeones castellanos, que sabe hacer una nueva Castilla de las fértiles tierras de la Bética y comprender la necesidad de una España reconquistada y unida para la cruz.


En el siglo XIII ya Castilla es más de la mitad de España, y la Providencia empieza a tantear la unidad total de las tierras peninsulares. Es que la nueva raza ha impregnado de su temple y de su carácter todo el viejo solar; es que ha surgido como un nuevo ser hispánico; es que se prepara ei nuevo parto de la madre Castilla, que sabrá, en el siglo XV, fundir en el amor conyugal de una reina y en la sangre de su herencia, la otra media naranja del Estado aragonés. Por espacio de cinco centurias Castilla ha gestado a España desde que echó en el surco la simiente el genio político de Fernán González. Y cuando la da a luz, tras el antiguo y el nuevo dolor, es ya tan fuerte y robusta que unos años bastan para que se acabe la alarma de frontería, para que pase al olvido la zozobra de los jinetes del Islam, para que ya no hagan falta más castillos y la cruz domine, señera y pacífica, el panorama feliz de todas las tierras de la Patria.


Por Castilla ha nacido España. La España de los grandes destinos, que por llevar en la sangre aliento vital de Castilla sabrá a su vez ser todavía más fecunda. Los castillos ya no hacen falta, porque cada español de aquella nueva edad, es en sí como un castillo, como una fortaleza espiritual. Y la nueva línea estratégica, es, por así decirlo, interior. Está dentro de la conciencia, y la forman todos los españoles abrazados en una misma unidad de destino. Castilla, con la fuerza etimológica de su apelativo, pesa sobre el espíritu de nuestros hombres del siglo XVI, sobre nuestra legión de héroes y apóstoles, que están predestinados a ser lo que soñara desde sus murallas avilesas la mística doctora castellana, la gran maestra y estratega de las batallas del alma. Hombres de espíritu, hombres fuertes que han dominado su propia voluntad, hombres hechos a todos los combates internos, hombres que han asaltado su propio castillo y han sabido ir conquistando una a una sus moradas...



El Imperio


Con estos hombres, Castilla—España—alumbra feliz el imperio de la hispanidad. Y es España en Europa un nuevo y colosal castillo, baluarte de la unidad religiosa, con el que tiene a raya al monstruo de la herejía que amenaza destruir la catolicidad de la Iglesia.


Y es España, en América, la nueva fortaleza de la apostolicidad ecuménica de la fe, para la que gana tierras donde el sol no encuentra ocaso. Allí lanza su legión de cesares, el poderío de sus naves y todos los ejércitos de su mejor cruzada. Allí trasplanta su fe religiosa. Allí acude también el enjambre laborioso de sus monjes y de sus apóstoles. Allí impone su lengua de imperio. Allí alumbra, en fin, veinte naciones para la civilización, que aun hoy día, en que han llegado a su mayoría de edad, forman con la madre patria la más pujante federación espiritual del poderío hispánico. América fue por España, por Castilla. Hasta allí llegaron las consecuencias políticas del pequeño Estado que nació hace mil años. Hasta allí culminó el gesto de Fernán González. El diminuto condado fue transformado, por obra y gracia de Dios, en el mayor de los imperios de la cristiandad.


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