domingo, junio 21, 2009

Madrid: Con los brazos cruzados ante el regionalismo


Durante todo el tiempo que esté vigente el mito de que Castilla es la meseta Central y de que Madrid es su ciudad más representativa, a la que se acumula la función de ser capital de España, se considerará a Castilla como forjadora de España y como inspiradora de su centralismo. Tamaño desatino cuaja sobre una construcción informal de Castilla -todavía sigue vivo en muchas mentes-, que nada tiene que ver con la realidad vital. Se han confundido a Castilla (pueblo castellano) con el "reino de Castilla" Y con el Estado español.

Sobre un concepto erróneo se ha acumulado el gravísimo error de acusar a Castilla de
centralista, precisamente a la que ha sido la primera víctima del centralismo. ¿No es ello paradójico?.

Este mito grandioso orquestado por intereses ocultos fue puesto en entredicho, desde
principios de siglo, tan sólo, por algunas voces históricas y proféticas al denunciar su inautenticidad. Cada día más, el cúmulo de adhesiones se extiende por toda la geografía de España. El simplismo mítico es tan grande que necesitaremos cierto tiempo para hacerle desaparecer, pero qué duda cabe que sus días están contado Tan sólo una acción contracultural podría parar una verdad histórica que se impone por la razón de su dinamismo.

Nuevo ente ficticio

En el momento presente, corno por arte de magia, el mito de Castílla-Meseta Central cambia, a todo correr, y en su lugar se es tá levantando otro, más reducido Castilla-Cuenca del Duero, que atenta contra nuestra integridad territorial y el porvenir futuro de nuestro pueblo. ¿Cómo acontece esto?

Todos los hechos tienen sus causas. Para entender la división política que se está incoando en la Meseta con las regiones "castellano-leonesa" y "castellano-manchega", hemos de atender a su espacio geográfico y dirigir nuestra mirada a las dos capitales que pudieran tener posibilidades e intereses en generarlo: Madrid y Valladolid. De esta dualidad de capitales sabemos, por la historia vivida recientemente y por la división territorial, que Madrid ha sido cogida por sorpresa, como no podía ser menos; es decir, que no ha intervenido en este asunto, Ha sido la capital del Pisuerga la que ha activado la rotura del mito reduciendo su espacio y arrastrando su nombre y sus significaciones. Todo ello es la mar de lógico ya
que Madrid carece de coherencia humana interna mientras que Valladolid, donde pasa todo lo contrario, se prefigura como una ciudad enormemente poderosa que ha demostrado ser más visionaria y resolutiva que las demás capitales de la submeseta norte, donde se hace el cocido político y se fragua la historia de estas tierras, y, tal vez, el futuro político de España. No pensemos en el pueblo vallisoletano sino en las oligarquías de esta ciudad, cuya trayectoria histórica de poder es constante.

En esta situación, Burgos, cabeza de Castilla, es la gran desorientada, y las demás
provincias de Castilla sufren parejo mal, y, junto a la herida mortal, orquestada con la creación de ese mito de Castilla, la amalgama con el pueblo leonés, víctima también de unos poderes políticos que se resisten a reconocer la realidad plural de España y en ella el dualismo León y Castilla.

Frente a un Madrid sin proyecto regional, desorientado y cruzado de brazos, la opción
capitalina del Pisuerga ha servido para canalizar las opciones políticas de los partidos, que no se han planteado el problema de una manera seria y formal.

Esta división regional es hechura de Valladolid, y los órganos políticos han sido los
instrumentos que han facilitado la labor. Su importancia política, sin oponente castellano que la pusiera en entredicho, con un Madrid mudo y perplejo, busca forjar un eje horizontal sobre el Duero para afirmar su protagonismo político futuro. Tal y como están las cosas, por no ser conforme a la realidad y a la historia misma, interesa que cuanto antes despierten los cuadros ciudadanos madrileños, especialmente sus naturales, más sensibles al problema, y sus
intelectuales más lúcidos, a fin de tomar conocimiento antecedente (histórico) y consecuente de este hecho que hace de la meseta una nueva división administrativa, en la que no han tenido absolutamente ninguna participación el pueblo castellano ni el pueblo leonés. Necesitamos tiempo. Las prisas son malas consejeras.

Madrid sin determinarse

Para que empiece a determinarse Madrid en el problema regional debe comenzar por reconocerse a sí misma; saber lo que ha sido y lo que es, y para ella nada como seguir el decurso de su historia desde que fuera villa castellana hasta que se convirtió, en 1561, en capital de España. El hecho de que Madrid carezca de proyecto regional obedece a su propia naturaleza interna y es bueno empezar por ahí, limitando las aspiraciones hasta la posibilidad de lo que uno es. Madrid debe ambicionar ser ella misma y partiendo de aquí puede y debe participar en
los proyectos regionales de España y, por supuesto, en mayor medida, en los de la Meseta, que por contra se le hacen lejos a los andaluces, catalanes o gallegos, por poner un ejemplo.

Hay una razón histórica y está por medio la razón de España, y hay por medio una razón personal en la que ella, Madrid, está metida, pues no se olvide que la capital de España está en territorio castellano, es decir, que toda su provincia forma parte de Castilla.

Madrid, el pueblo de Madrid, no el Gobierno de España, que fue siempre otra cosa, debe saber que Madrid no es Castilla, pero que está dentro de Castilla,- y que por su situación geográfica por su historia y por su naturaleza interna humana está llamada a ser la capital de España. En esta función de ser el todo de las partes la compete reconocer y asumir losproblemas y ejercer, a su vez, su función arbitral indiscutible.

Tocante a este problema que hemos abordado, nosotros, los castellanos, pedimos a Madrid que deje de ser la gran muda, que ya está bien de cruzarse de brazos.

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