miércoles, abril 17, 2024

Ante el Milenario de Castilla (943-1943): meditaciones histórico-políticas

 Ante el Milenario de Castilla (943-1943): meditaciones histórico-políticas

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BURGOS Y EL MILENARIO


"POR las columnas de la prensa y por las alas etéreas de la radiodifusión, vuelan, meses hace, noticias, proyectos, aspiraciones, acerca del milenario de la constitución de una entidad medioeval que, fué, al comenzar, pequeña; que creció luego; que, al fin, formó el núcleo sagrado de la Patria: Castilla.


Y tales noticias y sugerencias como ahora dicen, salen de una ciudad modesta, recatada, si la palabra vale; que, siempre en vigilia, sin olvidar su legítimo progreso, recordando los tiempos viejos, añorando las glorias pretéritas, es como un fiel custodio de las energías hispanas.


Poco se habla, por lo común, de Burgos. Se le cita sólo por su Catedral incomparable, y también por ese clima duro y único que muchos le atribuyen, como si en el resto de la meseta castellana se criasen naranjos, o se cultivase la caña de azúcar.


Pero Burgos, al parecer dormida, está siempre atenta a los grandes problemas nacionales y a la conmemoración de las grandes efemérides patrias.


Los que visitan en sus viajes la ciudad y suben a los pintorescos barrios, ya casi deshabitados, que llamamos altos, se encuentran allí con dos monumentos, en su calidad acaso mezquinos, en su significación admirables.


Son: Uno, el arco triunfal a Fernán González dedicado, construido sobre la tierra donde, a creer la tradición constante, se alzó el Palacio del Conde independiente. Forman el otro los obeliscos del llamado «Solar del Cid», en el lugar que ocupó la casa del mejor de los caballeros castellanos.


¿Qué importancia tiene esto? Ninguna, si no nos fijamos en las fechas de construcción de tales monumentos.


Se hizo el primero en 1587 y la inscripción que lleva la encargó el Concejo burgalés a un fraile agustino que se llamaba Fray Luis de León. Nada más, ni nada menos.


Fue elevado el otro en los años criticistas del XVIII, en 1784.


¿Qué ciudad española pensaba, en tales calendas, glorificar a sus héroes? Sin duda Burgos tan solo.


Burgos ha recordado en nuestros días, efemérides insignes: En 1912, con fiestas solemnes y serias, la victoria de las Navas de Tolosa; en 1921, la fecha centenaria de la primera piedra de nuestra Catedral, con ceremonias espléndidas en que brilló la personalidad señera del Cardenal Benlloch. Entonces los altos poderes del Estado vinieron a la ciudad, cuando se dió al Cid, bajo la calada bóveda del crucero, el más glorioso enterramiento.


Burgos, callado y vigilante, en 1918 al pretender crearse la mancomunidad catalana, y en 1932, cuando se quiere desgarrar la Patria con el Estatuto catalán, fiel al «prima voce» de su blasón, defiende sin temor a nada ni a nadie, la gloriosa unidad de España.


Y es después, por azares de la fortuna, o porque la ley de la Historia lo quiere, la capital, digna, serena y modesta de España, desde 1936 a 1939.


Y ahora, en 1943, alza la voz para recordar a las gentes españolas las glorias milenarias de la Castilla independiente.


Los que en septiembre vengáis, muchos sin duda, a las fiestas del Milenario, pensad que, bajo las banderas, los juegos florales, las cabalgatas y los fuegos artificiales, que serán lo externo de los festejos, está la glorificación de esta nuestra Castilla, tierra sin odios ni prejuicios, que a todas las comarcas hispanas ama, que nada pidió nunca, y que lo ha dado todo, el idioma lo primero, a España entera.


Y pensad que, según tuve el honor de afirmar ante el rey Alfonso XIII, llevando la voz de la Junta del Centenario de la Catedral:


«En Burgos, en buena hora lo digamos, con miras a la Patria y a su gloria, laboramos siempre».


ELOY GARCIA DE QUEVEDO,

CRONISTA DE BURGOS.


Agosto, 1943

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