martes, enero 30, 2024

La Rioja es Castilla 6 Logroño, castillo de Castilla contra Navarra y Francia(por José María Codón, de la R. A. H.)

 


 La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)


5. Logroño, castillo de Castilla contra Navarra y Francia

 

La historia de Burgos y la de Logroño se pueden condensar en una misma divisa: La lealtad al Rey y al Reino. Cuando comenzaron los excesos en el movimiento comunero, Burgos, antiguo motor del mismo, impugnó la demagogia de la Junta de Tordesillas y volvió al campo realista.

 

Pero Logroño había intuido que, tras las legítimas aspiraciones de las Comunidades en su fase inicial, se ocultaba la ambición y el maquiavelismo del rey de Francia, Francisco I, que no sólo se aprovechó de la guerra civil para atacar a Castilla, sino que conspiró para que el levantamiento comunero se produjera, llegando a hacer proposiciones deshonestas de traición al propio Condestable y a altos dignatarios eclesiásticos, como han descubierto las investigaciones más recientes.

 

El Duque de Nájera, virrey de Navarra, dio la alarma. Ocupado el Condestable de Castilla en el restablecimiento de la paz frente a la revuelta comunera, se aprovecharon los franceses de la situación y con la complicidad de los agramonteses navarros, comenzaron la invasión en abril de 1520, con el fin de derrocar el poder del Emperador Carlos y anular la anexión de Navarra a Castilla, sosteniendo los derechos de la familia Albret sobre Navarra, y entrando por el paso de Roncesvalles para atacar Logroño.

 

Es magnífico y ejemplar el gesto de las ciudades comuneras de enviar a la Rioja, contra los franceses, contingentes numerosos, e incluso caudillos comuneros como el valeroso don Pedro Girón. La aportación de Burgos fue de cerca de mil hombres. La orilla castellana del Ebro formó la línea defensiva. Aún rebrillaba en los ojos de los comuneros de Castilla aquel rayo de justicias vengadoras y “aún movían con más brío las espadas que las hoces labradoras”.

 

Ante la avalancha de franceses y navarros, el gobernador de la capital riojana, intimado a la rendición dijo “que no abría las puertas de Logroño en tanto dentro hubiera un habitante vivo”. Escaseban las municiones y los logroñeses se defendían con piedras y tiros de arcabuz. No había víveres, más que panes y peces, alimentos evangélicos. (Aún se conmemora en la capital la “fiesta del pez”, en recuerdo de aquella gesta). El 11 de junio de 1520, Esperre, jefe de los invasores, hubo de levantar el sitio y rehechos los castellanos, en tres semanas de lucha, invadieron Navarra, y unidos el Duque de Nájera y el Condestable de Castilla, persiguieron a los franceses. Trabada batalla, tan de veras, que nuestro ejército causó a los aliados invasores más de seis mil muertos. Esta fue una batalla de verdad: la de Noaín.

 

Algunos comuneros recalcitrantes entraron en Francia con el ejército galo: “Mala la hubisteis, franceses”…

 

También Logroño dio pruebas de su temple castellano cuando el conde Gastón de Foix, partidario de su pariente Felipe de Evreux, intentó entrar en Logroño al frente de sus navarros. Apurados los logroñeses, hubieron de refugiarse en el puente del Ebro. Había que dar lugar a que nuestros soldados se fortificaran en la ciudad dando tiempo para que una guerrilla luchase fuera del puente levadizo, para subir éste.

 

Quedó encargado de tal cometido Ruy de Gaona, con tres de sus escuderos. Lucharon hasta la muerte de éstos y continuó solo el capitán indicado, que logrado el objetivo y no pudiendo entrar al recinto, se tiró de cabeza con armadura y todo, para no caer prisionero, al agua. Se ahogó en el Ebro y desde entonces se llama el paraje “pozo de Ruy de Gaona”.

 

Por sus méritos y castellanía, Carlos V concedió a Logroño un escudo de armas formado por un puente un castillo (el mismo que tuvo siempre) y una corona ducal en memoria del Ducado de Cantabria, y en recuerdo de levantamiento del sitio en que colaboraron contra el Rey, los franceses y los comuneros.

Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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