sábado, octubre 18, 2008

Las autonomíasDe UCD a Felipe González

El documento aprobado Por el comité ejecutivo nacional de UCD, sobre racionalización de los procesos autonómícos, es justo reconocer que debe ser valorado como un acto serio y responsable, una declaración rigurosa, verdadera y acorde con los intereses nacionales.

Es cierto -como señala el documento- que el proceso autonómico debe realizarse sin improvisaciones, gradualmente y con sentido de la responsabilidad. No es posible, sin altos costes económicos y sociales, efectuar aceleradamente la complejísima transformación de un Estado fuertemente centralizado en otro. autonómico; y sólo por vías razonables y mesuradas el proyecto autonómico puede llegar a alcanzar la honda dimensión creadora que permitirá la progresiva institucionalización del autogobierho de cada comunidad en el seno de la unidad de España.

Estamos de acuerdo, y es lo que Comunidad Castellana ha venido predicando machaconamente desde hace tres años. Celebramos que, aunque tarde, el Gobierno empiece a rectificar los errores cometidos en el pasado, cuando de la mano del señor Clavero, ministro para las Regiones, inauguró a bombo y platillo el gran circo autonómíco, repartiendo "preautonomías" a voleo, nerviosamente, como esos caramelos que los charlatanes arrojan a puñados a los muchachos para atraerse a la clientela.

La clase política, tanto del partido en el poder como da los de la oposición, ofreció entonces un fantástico espectáculo de prestidigitación. De la chistera nacional surgieron, como por arte de magia, entes y preautonomías vertiginosas, regiones, presidentes, consejeros y directores regionales, presupuestos. Espléndidos juegos malabares. Había que coger rápidamente, artículo 151 en ristre, el "tren de las autonomías", ese convoy de la Ilusión que nos conduciría por lo derecho a la solución de todos los problemas de las provincias deprimidas: el desempleo, el atraso cultural, la emigración.

Infinitas banderas y soflamas al viento, se inflaron globos, se suscitaron emociones, se utilizó el ideal autonómico, por unos y otros, cada uno en la medida de su conveniencia, sin autenticidad alguna, al servicio de las respectivas y particulares apetencias de poder. Flaco servicio al pueblo y a la democracia.

No era verdad. Un proyecto autonómico auténtico debe ser popular no mera gestación de la clase política espoleada por afanes electorales, sino obra de la conciencia y el impulso de los ciudadanos. La autonomía es una reivindicación cívica que ha de crecer de abajo a arriba, al ritmo y con la presión que marque el propio pueblo, como efecto natural de su nivel de cultura y de conciencia colectiva. No puede ser una invención artificial ideada y otorgada por los políticos, sino el resultado de un proceso de renovación cultural de una colectívidad, a la que, entonces sí, los políticos -en cumplimiento de su noble oficio- deberán servir para !a adecuada realización de sus aspiraciones.

Por la historia y la realidad presente de nuestro país, ese proceso se tiene que desarrollar despacio, sin improvisaciones, sin intercalar ambiciones personales, trabajando por la información y elevación cultural de los ciudadanos. Eso es: trabajando.

Ahora que se trata de rectificar errores y traer las cosas al camino de la razón, nos parece necesario, una vez más, recordar el Gobierno y a la oposición la grave equivocación y el daño que causa la inicial planificación de esas dos "regiones", y posibles comunidades autónomas, tituladas "Castilla-León" y "Castílla-Mancha".

Su artítíciosídad y el revoltijo que en esos entes se hace de tres pueblos -el leonés, el castellano y el manchego- son escandalosos. Así, tales regiones devienen de inmediato problemáticas y conflictivas y suscitan múltíples contestaciones, por unos u otros motivos. Gregorío Peces-Barba, del PSOE, partido que propugna ese erróneo planteamiento, en un reciente artículo viene a reconocer que son regiones que "no están claramente establecidas y que tienen varias opciones". Las provincias de León, Santander, Logroño y Madrid no encajan. y tampoco, es preciso añadirlo, la de Segovia, que se resiste a entrar en el engendro Castilla-León. Los parlamentarios segovianos de UCD se mantienen fuera en base a unos criterios de prudencia, sensatez y realismo que se les debe reconocer y apoyar, conscientes de la falsedad del invento castellano-leonés.

Felipe González, en la conferencia de prensa subsiguiente a la última reunión del comité federal del PSOE, acaba de decir que la actuación autonómica de los socialistas se concreta "en el respeto de la identidad de los diferentes pueblos de España".

De acuerdo. Pero en este caso, parece necesario recordar al señor González que en las nominaciones "Castilla-León" y "Castilla-Maricha" aparece, en las dos, el nombre de "Castilla". Ello significa, obviamente, que Castilla, el pueblo castellano, uno de los pueblos que integran España, está dividido, fraqmentado, troceado. En una palabra, que no se respeta la identidad de este pueblo.

Y como -debe ser señalado—las comunidades autónomas, según el artículo 143 de la Constitución, han de integrarse por las provincias que tenqan "características históricas, culturales y económicas comunes", y puesto que Castilla es una colectividad histórico-cultural de alguna importancia -creemos nosotros, con independencia del grado de conciencia colectiva que ahora tenga su pueblo-, parece oportuno prequntar al señor González -y del mismo modo al partido del Gobierno-, si en esta hora, en que ya se han aprendido algunas lecciones de la experiencia, no sería razonable y necesario que por parte de todos -por respeto a la identidad de los pueblos, por no acumular más obstáculos a la recuperación de sus personalidades v por deja, la puerta abierta para una futura y armónica España articulada, tanto en la periferia como en el centro, en un mismo sistema autonómico de comunidades populares, basadas primordia!mente en la identidad histórico-cultural-, se procediera a una reconsideración seria y responsable de esta cuestión, tan importante: a un nuevo renplateamiento del área geográfica en la que viven los tres pueblos: León, Castilla y La Mancha.

Es un entuerto que debe enderezarse, es necesario, ante todo, por el bien de España. Hay nacionalidades peritéricas, es cierto; pero también las has, aunque hoy adormecidas, que no muertas, en el corazón de la Península. Todas deben contar para la construcción de la España integral, solidaria y fraterna a que aspiramos.

Informativo Castilla nº 7. Enero 1980

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