miércoles, agosto 30, 2023

Hacia un Nuevo Poder Municipal en defensa de la comunidad (I Parte) Ernesto Milá

 

Hacia un Nuevo Poder Municipal en defensa de la comunidad (I Parte)

Ernesto Milá

01.08.06

 

Infokrisis.- La proximidad de las elecciones municipales nos obliga a decir algo sobre esta convocatoria electoral para la que faltan menos de ocho meses. Nuestro voto está orientado hacia las Iniciativas y las Plataformas Cívicas, allí donde existan. Esperamos que estas candidaturas irrumpan con fuerza en el panorama municipal y apuntamos algunas ideas para su programa político.

 

Hacia un Nuevo Poder Municipal en defensa de la comunidad

I Parte:

Los principios y los medios

El poder municipal es, en este momento, el único accesible para los ciudadanos que aspiran a organizarse y a defender sus intereses fuera del marco de los partidos mayoritarios. Estos partidos son los responsables de los graves problemas que el ciudadano tiene planteados en su vida cotidiana y que han convertido a este país en una gigantesca Marbella, corrupta y corruptora. Organizarse fuera de sus altos muros constituye, no sólo una necesidad, sino una alta tarea moral.

La conquista del poder municipal es, pues, la puerta entreabierta a disposición de los ciudadanos honrados para aspirar a reformar los mecanismos de poder. Porque el objetivo final de la conquista del poder municipal no es solamente gobernar en los municipios y llevar a ellos reformas urgentes, sino reformar los mecanismos de representación y poder político.

Por ello proponemos un criterio estratégico basado en los siguientes principios:

1)     Actuar localmente, pensar globalmente.

-          La acción municipal no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar un fin. Y ese fin es la reforma del sistema político.

-          La acción municipal permite conocer las situaciones locales y determinar, con relativa sencillez, las políticas adecuadas y aplicar las reformas necesarias.

-          El poder municipal es un poder de “proximidad”, cuyo ejercicio se basa en el conocimiento de las realidades locales por el arraigo del candidato en su localidad y en el conocimiento de los problemas de los vecinos.

-          No se trata de un poder anónimo en el que no existe ninguna relación entre los electores y los elegidos, entre los elegidos y su gestión a favor de sus vecinos, sino que se basa en relaciones personales de confianza y afecto entre electores y elegidos.

-          A esto le llamamos “actuar localmente”. Pero las soluciones y los programas, en un mundo tan complejo e interconectado como el del siglo XXI, no pueden establecerse sólo en el marco local, sino que precisan tomar en consideración análisis y planteamientos globales.

-          Los grandes problemas que afrontan los municipios en este momento, en buena medida, exceden de la dimensión del municipio mismo. Por tanto es preciso que las candidaturas que aspiren a conquistar un poder municipal sean conscientes del origen remoto de los conflictos.

-          Y, por todo ello, estas candidaturas tienen la obligación de pensar globalmente y actuar localmente.

2)     Avanzar hoy en las municipales para irrumpir mañana en las generales.

-          El poder político del Estado está en condiciones de ahogar a los municipios. Las reformas de los Estatutos de Autonomía no han supuesto unos mayores y mejores niveles de descentralización, sino la reproducción a escala autonómica de las lacras de los peores Estados centralistas.

-          El impacto mediático que puede suponer la irrupción de candidatos que propugnen un nuevo poder municipal no puede terminar en la convocatoria de las elecciones locales. En tanto que subyace en la iniciativa una volunta de reforma política del sistema, el éxito municipal debe ser la antesala de una irrupción en la política nacional.

-          En un momento como el actual en el que la política es un hecho esencialmente mediático, y en tanto que la dimensión local es la única accesible para candidaturas independientes, se trata de lograr un éxito local para que ese éxito posibilite una irrupción en las elecciones generales a partir del efecto mediático generado.

3)     Concentrar esfuerzos donde haya posibilidades de obtener resultados.

-          Lo hemos dicho: en este momento, los ayuntamientos de todo el país son una cloaca de iniquidades y corruptelas. Lamentablemente, los niveles de movilización y toma de conciencia son extremadamente diferentes entre las distintas comunidades autónomas e, incluso, en el interior de cada comunidad.

-          No es posible cubrir ni remotamente todo el territorio nacional con candidaturas independientes, pero sí existen algunas localidades en las que existen fundadas posibilidades de obtener resultados esperanzadores.

-          De ahí que se trate en este momento de concentrar esfuerzos en esas zonas, a la espera de que se produzca un proceso de maduración que en las siguientes elecciones municipales permita la presentación masiva de candidaturas.

4)     Un modelo inicial de organización en Red.

-          Hoy vivimos un sistema político que no puede ser definido como “democracia”. Es, antes bien, una “partitocracia” (poder omnímodo de los partidos) y “plutocracia” (poder del dinero). Creemos que la democracia es una aspiración irrenunciable de la que nos estamos alejando aceleradamente.

-          Así pues, para promover una reforma del sistema democrático, parece poco adecuada una estructura de partido convencional, que siempre corre el riesgo de centralización y de reproducir las taras de los partidos mayoritarios actuales.

-          Por otra parte, resulta difícil pensar que los partidos mayoritarios van a generar una reforma para acabar con una situación de la que ellos son los principales beneficiarios.

-          Creemos que han pasado los tiempos de los partidos monolíticos, altamente ideologizados, dotados de “líderes máximos” y “grandes timoneles”.

-          Es el tiempo de los grupos de afinidad, de las asociaciones y las ONG´s, de los grupos de opinión, de las iniciativas locales, de las plataformas cívicas, de los blogs y los medios de comunicación independientes.

-          Es el momento de que la sociedad civil vuelva a tener protagonismo y peso y es bueno que así sea, porque de ella, y no de los partidos mayoritarios y convencionales, derivarán las posibilidades de reforma en el futuro.

-          Por todo ello creemos que el modelo organizativo de los próximos años es el modelo en red, en el que los distintos grupos, plataformas, iniciativas, blogs, asociaciones, ONG´s, se unen para proyectos políticos concretos.

-          Una red no implica una estricta uniformidad ideológica, ni una disciplina rígida de partido, sino una comunidad de intereses, de fines y de metas; y una estrategia unitaria para marchar a su conquista a través de tácticas distintas.

-          El modelo de organización en red es el primer nivel de aproximación entre átomos que inicialmente han tenido pocos contactos, e introduce solamente la sensación de que pueden trabajar y colaborar juntos en función de objetivos mínimos y respuestas comunes ante temas complejos.

-          Así pues, la “organización en red” es el primer nivel de aproximación en los momentos de despegue, al que debería seguir un segundo nivel de integración y complejidad: el “movimiento de defensa cívica”.

5)     Hacia un Movimiento de Defensa Cívica.

-          En este momento, los ciudadanos tienen que defenderse en dos frentes: de los graves problemas que tienen por delante y de la clase política que ha olvidado sus responsabilidades en beneficio de su situación personal. Así pues, es preciso articular las distintas candidaturas y movimientos independientes con vistas a formar un movimiento de defensa cívica.

-          Es imposible y peligroso eludir el sentido y la dimensión de estos dos grandes riesgos: una clase política pendiente solamente de sus recalificaciones y de los negocios realizados a la sombra del poder ha eludido sus responsabilidades, ha actuado mecánicamente en función de tópicos políticamente correctos y de medidas cosméticas y, finalmente, ha generado una situación de crisis global en la que el ciudadano apenas puede hacer otra cosa que sobrevivir en el día a día en medio de enormes dificultades.

-          Nosotros estamos persuadidos de que, además de sobrevivir, los ciudadanos tenemos derecho a VIVIR, y de que las distintas administraciones tienen la obligación de gestionar los recursos fiscales de la manera más rigurosa y eficaz posible, en función de una planificación y una previsión lúcida. Pero ese derecho, hoy, no queda garantizado. Por eso, los ciudadanos deben movilizarse en defensa de sus intereses.

-          La cristalización de la organización en red debe proyectarse en el futuro en forma de “movimiento” (conjunto de unidades, grupos, asociaciones, revistas, plataformas, iniciativas, publicaciones, Web, etc.) que, una vez superada su colaboración inorgánica y espontánea, tomen conciencia de que “se mueven” en una dirección concreta de reforma del sistema para alcanzar más altas cotas de democracia y participación.

-          Y ese movimiento debe ser un movimiento de “defensa”, en tanto que sus intereses y derechos fundamentales, son atacados por la partitocracia y la plutocracia.

 

© infokrisis – infokrisis@yahoo.es – 01.08.06

lunes, julio 03, 2023

Un pequeño pueblo de Castilla y León al rescate del retablo y el reloj de su iglesia.

 https://segoviaudaz.es/un-pequeno-pueblo-de-castilla-y-leon-al-rescate-del-retablo-y-el-reloj-de-su-iglesia/

Un pequeño pueblo de Castilla y León al rescate del retablo y el reloj de su iglesia.


segoviaudaz.es

Este pequeño pueblo de Castilla y León al rescate del retablo y el reloj de su iglesia porque, para los 27 vecinos de Masa, su iglesia lo es todo.

“Se nos ha metido en la cabeza que queremos restaurar el retablo mayor del siglo s. XVII y el reloj del campanario, que data de principios del s.XX. Realmente, ambos están muy deteriorados. ¿Nos ayudas?”, preguntan los vecinos de Masa, un pequeño pueblo situado a 35 km de Burgos, que han lanzado una campaña de micro mecenazgo.

“Tenemos un hermoso patrimonio al borde del colapso, pero todavía estamos a tiempo de recuperarlo”, aseguran los vecinos, como informa Hispania Nostra.

“Para los habitantes de Masa, la iglesia es todo. La vida en el pueblo siempre ha estado alrededor de la iglesia, el legado que dejaron nuestros ancestros. Supone el culto, el arte, un símbolo de tradición, historia, emblema, que ha sido testigo de nuestros bautizos, confirmaciones, enlaces y despedida de nuestros seres queridos”, afirman. Por eso, “este proyecto supone para nosotros conservar el patrimonio y dejar un fabuloso legado a nuestros descendientes”.

“Esta es la primera vez que abordamos un proyecto de esta magnitud. Somos un pueblo pequeño con pocos recursos”, añaden. “Cuando surgió la idea de embarcarnos en esta aventura, todos los vecinos de Masa, autóctonos y oriundos, apoyaron la idea y desean colaborar. Por eso se creó la asociación, que es la punta del iceberg de un sentimiento, de una colaboración altruista, de un pequeño pueblo de la España vaciada”, explican.

Para ello, han acudido a la asociación Hispania Nostra, con el fin de reunir los 55.000€ que necesitan para restaurarlos a través de una campaña de crowdfunding.

En apenas unos días han conseguido algo más de 9.000€, pero sólo les quedan 35 días –hasta el 25 de julio- para alcanzar la cifra mágica de 55.000€. Con ese dinero pretenden “restaurar el retablo del siglo XVII y el reloj del siglo XX de nuestra iglesia” pero, además, “preservar el legado de nuestros antepasados”.

Retablo del siglo XVII

El retablo es de estilo barroco pre-churrigueresco del siglo XVII, y su estado es pésimo, con riesgo de desprendimiento por desplomes y desajustes estructurales de los ensamblajes.

El retablo se empezó a construir en 1684 por el maestro José Rodríguez y su coste ascendió a más de 7600 reales. Las esculturas fueron ejecutadas por el maestro burgalés Ventura Fernández desde 1685. Las tareas de dorado fueron hechas por Toribio García Gutiérrez y Lucas de la Concha desde 1690.

Reloj de principios del siglo XX

El reloj era mecánico de principios del siglo XX, y lo que queda de él se va acondicionar, con limpieza de suciedades y de óxido, para colocarlo en la iglesia a modo de exposición.

A su vez, se instalará un reloj electrónico con un electro mazo que actúe en la campana para que toque las medias horas y las enteras, como lo hacía el antiguo reloj.

La esfera del mismo, aunque está muy dañada, sí admite restauración. Consta de un soporte de madera que sustenta las 12 placas donde están rotulados los números romanos y un disco central donde se alojan las manillas. Estas placas son de cobre batido y esmaltadas al horno.

Autonomías a la fuerza: los casos de Segovia y de Almería (Jesús Femtetja, El Adelantado de Segovia lunes 3 junio 2023)

 

https://www.eladelantado.com/ensayo/autonomias-a-la-fuerza-los-casos-de-segovia-y-de-almeria/


Autonomías a la fuerza: los casos de Segovia y de Almería


 Jesús Fuentetaja

La integración de Segovia en la Comunidad de Castilla y León
Se acerca la fecha del día 1 de marzo y con ella la puesta en escena de las efemérides que vendrán a celebrar el 40 aniversario de la Ley Orgánica de aprobación del Estatuto de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, promulgada el 1 de marzo de 1983; así como del apéndice, también en forma de ley orgánica y como morcilla anexionada a la primera, cual fue la de la integración de la provincia de Segovia. Una y otra Ley aparecieron insertas en el BOE del día siguiente.

Si se trata de conmemorar y sin otra pretensión que la de evocar la historia, será ocasión de recordar una vez más, la forma en que se produjo la incorporación de Segovia a la comunidad castellano-leonesa, que lo fue de manera forzosa y contraria a la voluntad de la inmensa mayoría de sus Ayuntamientos, mediante una interpretación cuanto menos controvertida del artículo 144.c) de la Constitución, que permitía a las Cortes Generales sustituir la iniciativa autonómica de las Corporaciones locales, es decir la de las Diputaciones y Ayuntamientos, reconocida a su vez en el artículo 143. En aquellos momentos, fue objeto de disputa doctrinal si podía ser sustituida una iniciativa que ya se había ejercido, aunque en un sentido radicalmente distinto, puesto que de los más de doscientos municipios que forman la provincia de Segovia, únicamente dieciocho se mostraron favorables a la integración en Castilla y León, cuando su Consejo General decidió iniciar el proceso autonómico regional en el mes de octubre de 1979 y que concluiría seis meses después, con un sonado batacazo en Segovia.

Una vez fracasado el proceso autonómico regional, la Diputación año y medio después, iniciaría la vía de la autonomía uniprovincial, esencialmente como reacción a la amenaza ya cumplida para incorporar forzosamente a la provincia a Castilla y León, contenida en el acuerdo del día 31 de julio de 1981 alcanzado entre la UCD y el PSOE, para cerrar el mapa autonómico. Acuerdo, que sería llevado a la práctica por los socialistas, con la mayoría absoluta alcanzada en las elecciones de octubre de 1982, mediante la aprobación de la Ley Orgánica 3/1983 de 1 de marzo, sin dar tiempo a que se cumpliera el plazo de cinco años previsto en el citado artículo 143, para que hubiera podido reiterarse la iniciativa autonómica. Segovia reclamaba tiempo para meditar, para estudiar y para sopesar cuál debía ser la opción que resultara más favorable para sus intereses; y ese tiempo le fue denegado, al amparo de un presunto interés nacional que nunca llegó a ser concretado, al menos en el texto de la Ley.

Porque, en que hubiera afectado que se dejara transcurrir pacíficamente el plazo de cinco años previsto constitucionalmente, de los que ya habían transcurrido tres, para que se hubiese podido volver a reiterar aquella iniciativa y permitir que las nuevas corporaciones locales, surgidas de las elecciones que habrían de celebrarse unos meses después (mayo de 1983), hubieran podido ejercer su derecho a replantearse la cuestión autonómica de la provincia. ¿Hubiera resultado tan seriamente afectado el interés de la nación, en el caso que Segovia permaneciera dos años más en el régimen en el que estaba? ¿Le iba a resultar más gravoso económicamente al Estado? ¿Afectaría a la defensa nacional? ¿A la seguridad ciudadana? ¿Se podrían haber visto afectados los derechos fundamentales de los ciudadanos españoles? En todo caso estos motivos de interés nacional deberían haber quedado expuestos de manera tangible en el texto de la Ley Orgánica que decidió aplicar a Segovia el artículo del cierre del sistema recogido en el artículo 144, para que al menos, el Tribunal Constitucional hubiera tenido la posibilidad de controlar si realmente se podrían considerar aquellos como suficientes para evitar la aplicación de preceptos constitucionales que debieran entenderse de obligado cumplimiento.conocida. El Tribunal Constitucional mediante sentencia del día 8 de noviembre de 1984, declaró ajustada a la Constitución la Ley Orgánica por la que se integró a Segovia en Castilla y León. Y aunque la Audiencia Territorial de Madrid, dictó la suya con fecha 15 de abril de 1985, declarando nulo de pleno derecho el segundo acuerdo del Ayuntamiento de Cuéllar, por el que se había revocado el primero, adoptado a favor del proceso autonómico provincial y, por lo tanto, llegando a cumplirse de facto con los dos requisitos exigidos en el artículo 143 para acceder a la autonomía: superar los dos tercios de los municipios (178) y que estos representaran más del cincuenta por ciento del censo electoral (50,69); esta última resolución judicial llegaría tarde y cuando ya todo estaba decidido. De todos modos hubiera dado lo mismo, porque las Cortes Generales ya habían dado a entender que nunca se iba a reconocer a la provincia de Segovia identidad histórica suficiente, como para permitirla acceder a su autonomía.

La afrenta estaba hecha, porque no se trataba tanto de decidir en qué lugar le correspondía estar a Segovia: si sola, si con Castilla y León, o con Madrid, o incluso rizando el rizo también con Castilla la Mancha; puesto que con todas era limítrofe y con todas compartía características históricas, culturales y económicas comunes y, conforme a la Constitución, con cualquiera de ellas hubiera podido formar comunidad. Como decimos por aquí, no fue tanto el hecho de reclamar el huevo, sino de defender el fuero. Es decir, el derecho de la provincia de Segovia a ser dueña de su propio destino, dentro de los marcos constitucionales fijados y no verse obligada a penetrar en un redil a la fuerza, en el que entraba trasquilada y no iba a salir ya con lana del evento.

La integración de Almería en la Comunidad de Andalucía
Más grave aún que lo de Segovia, fue posiblemente lo que sucedió con la provincia de Almería, puesto que allí no fue la voluntad de las corporaciones locales lo que se dejó a un lado, sino la de los propios ciudadanos llamados a participar en el referéndum que debería haber ratificado la iniciativa autonómica andaluza, conforme a lo previsto en el artículo 151 de la Constitución, que exigía que la misma fuera convalidada por el voto afirmativo de la mayoría absoluta de los electores de cada provincia, lo que no llegó a producirse en la de Almería.

Recordemos que la autonomía andaluza fue dirigida hacia el procedimiento más exigente regulado en el citado artículo 151, después de la polémica surgida con Manuel Clavero Arévalo, ministro de Cultura del Gobierno de Adolfo Suárez, quien llegaría a dimitir de su cargo en la defensa de esta opción para el territorio andaluz. Finalmente, el referéndum fue convocado para el día 28 de febrero de 1980 y el mismo no llegó a prosperar en Almería, donde los votos favorables representaron el 42,07% del total de los emitidos por los electores almerienses, con una abstención cercana al 50%, concretamente el 48,98% del censo electoral de la provincia.

En resumen, no se logró la mayoría absoluta en la provincia de Almería y, en aplicación directa del art. 151 CE y del art. 8.4 de la LO 2/1980, Reguladora de las distintas modalidades de referéndum, el llevado a cabo en Andalucía no quedaba ratificado y no podría repetirse hasta que no transcurrieran cinco años. Es decir, la vía andaluza por el art. 151 de la Constitución debía considerarse fracasada y al igual que debería haber ocurrido con Castilla y León (si bien esta por la del artículo 143), no podría repetirse la iniciativa autonómica hasta que no hubieran transcurrido cinco años.

Ante esta situación, fueron varias las propuestas alternativas que se barajaron: bien, repetir el referéndum únicamente en la provincia de Almería, o bien reconducir el proceso autonómico andaluz por el procedimiento menos rígido del artículo 143, que no precisaba de la celebración de referéndum alguno.

Finalmente, y al igual que ocurriera con la provincia de Segovia, se buscaron soluciones pragmáticas de espaldas al texto constitucional. Los dos partidos mayoritarios, otra vez la UCD y el PSOE, acordaron modificar la Ley Orgánica del referéndum, mediante la LO 12/1980, de 16 de diciembre, añadiendo dos párrafos al artículo 8.4 del siguiente tenor: «Esto no obstante, la iniciativa autonómica prevista en el artículo 151 se entenderá ratificada en las provincias en las que se hubiere obtenido la mayoría de los votos afirmativos previstos en el párrafo anterior, siempre y cuando los votos afirmativos hayan alcanzado la mayoría absoluta del censo de electores en el conjunto del ámbito territorial que pretenda acceder al autogobierno. Previa solicitud de la mayoría de los Diputados y Senadores de la provincia o provincias en las que no se hubiera obtenido la ratificación de la iniciativa, las Cortes Generales, mediante Ley Orgánica, podrán sustituir la iniciativa autonómica prevista en el artículo 151 siempre que concurran los requisitos previstos en el párrafo anterior.»

Es decir, legislación “ad hoc” para resolver la cuestión almeriense. Y para que no quedara duda alguna de ello, la Disposición Transitoria de la Ley Orgánica, de 16 de diciembre, por la que se modificaba el párrafo anterior de la que regulaba las distintas modalidades de referéndum, estableció la aplicación retroactiva de esta modificación: “a los referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica celebrados con anterioridad a su entrada en vigor y desde la vigencia de la Constitución.»

Finalmente el círculo se cierra con la promulgación de una nueva Ley Orgánica, la 13/1980, de la misma fecha que la anterior, es decir de 16 de diciembre, de sustitución en la provincia de Almería de la iniciativa autonómica, con un artículo único que disponía lo siguiente: “Habiéndose producido la solicitud de los Diputados y Senadores de la provincia de Almería, a la que alude la Ley Orgánica sobre la regulación de las distintas modalidades de referéndum, las Cortes Generales, por los motivos de interés nacional a los que se refiere el título VIII de la Constitución, declaran sustituida en esta provincia la iniciativa autonómica con objeto de que se incorpore al proceso autonómico de las otras provincias andaluzas por el procedimiento del artículo ciento cincuenta y uno de la Constitución.”
Ambas leyes orgánicas, la de modificación del referéndum y la de sustitución de la iniciativa autonómica en la provincia de Almería, curiosamente se publicaron el mismo día en el Boletín Oficial del Estado, el de la Nochebuena de 1980. Y ni tan siquiera se guardaron las formas mínimas exigidas en derecho, puesto que no se quiso esperar a que la primera entrará en vigor (conforme a lo establecido en su Disposición Final, no debería haberse producido su vigencia hasta al día siguiente al de su publicación en el BOE). Y sin estar vigente la ley habilitante, la segunda de las leyes, publicada en el mismo día, parte del hecho que ya se había producido la solicitud de los parlamentarios almerienses, prevista en una norma todavía no efectiva. ¿En qué momento entre una y otra ley llegaron a formalizar estos su solicitud?

Ah, y como en el caso de Segovia, los motivos de interés nacional que justificaron la promulgación de la segunda ley orgánica, tampoco resultaron explícitos en el texto de la misma. ¿Cuáles eran estos, para que no se cumplieran las determinaciones del artículo 151, en el caso de Almería y las del 143 en el de Segovia?

Así quedó suplantada la voluntad popular de los almerienses expresada en las urnas, con la utilización de métodos legislativos ciertamente chapuceros, por lo que no resulta extraño que cuarenta y dos años después de aquellos hechos, el 68% de los almerienses piense que Almería tiene una identidad diferente a la de Andalucía, y que un 60% estaría a favor de la creación de un partido que represente y defienda a la provincia en las instituciones andaluzas, según los datos recogidos por la entrevistadora GAD3 y que aparecieron publicados en el Diario de Almería del día 25 de febrero de 2022. Desconozco si en Segovia se han llegado a realizar encuestas de este tipo.

miércoles, mayo 24, 2023

Autonomía

 

AUTONOMÍA

 

La capacidad de gobernarse completamente solos (solo). Concepción peligrosa. Concepción peligrosa, porque está en equilibrio inestable entre la centralidad y el abismo, pero en todo caso, fundamental  para el que se siente parte de una larga tradición de libertad viril y de política (de Polis). La idea es que el que está equilibrado y, por tanto, es parte de la aristocracia (revolucionaria) o se refiere a ella conscientemente es para el mismo, no cualquier ley, sino La ley que corresponde al Cosmos y al ritual. La ley común , la que uniformiza, la de la institución sociedad que destruye todo a su paso y multiplica los preceptos y las prohibiciones es diferente; esforzándose en reglamentar, ahoga, corta las alas, esteriliza el grano, deseca; y a continuación , impepinablemente, crea privilegios considerables, que, en nombre del código, del Estado o de Dios, destruyen la energía vital.

 

La autonomía es fundamental para la libertad y para la dignidad, siempre lo ha sido. Para que, contrariamente a casi todas las formas de federalismo y de regionalismo, sea superior al legalismo y al institucionalismo y no sea un factor de atomización y de individualismo, debe tener un sentido agudo de el Imperium.

 

Es sobre el eje del Imperium  que da una ley interior y acarrea automáticamente el reconocimiento de cada comunidad en un mosaico superior, como se desarrolla la concepción clásica  que en el curso de los siglos ha preservado el arte, el espíritu, y la socializad de la uniformización que aprieta hoy día como un tornillo , aparentemente en completa quietud, con la complicidad de todas las componentes, progresistas y reaccionarias, laicas y religiosas, del panorama cultural, espiritual y político contemporáneo.

 

Gabriele Adinolfi

Pensées corsaires

Les Editios du Lore.    2008. p.36.

 

IMPERIUM.

 

La autoridad del poder, símbolo axial, viril, de la unión entre la tierra y el cielo. El Imperium da verticalidad y sentido a lo que, de otra manera, es caótico e informe.

 

Ibid p.148  

 

Stalin


 

domingo, mayo 07, 2023

Nuestras armas y nuestras letras

 

Velázquez, 'Las lanzas' o 'La rendición de Breda'

Nuestras armas y nuestras letras

Los grandes autores de la literatura española han sido la pluma, pero también la espada del pueblo, y por ello han escrito algunas de las más excelsas páginas concebidas entre fragores bélicos.

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Escribió Edward Bulwer-Lytton que “la pluma es más fuerte que la espada”. Y no mentía: las guerras de propaganda son más prolongadas y más definitorias, a la larga, que las que se deciden “a sangre y fuego”, como han evidenciado siempre los anglosajones. La innegable Leyenda Negra que los españoles llevamos cientos de años padeciendo es una buena prueba de ello. Eso que, con algo más de amplitud de miras, yo he dado en denominar como “traición” de los pueblos europeos.

Quizás esa es la clave de bóveda en lo relativo al problema de los nuevos “clérigos”: que los grandes intelectuales alemanes, franceses o ingleses, nuestros más tenaces enemigos históricos, han llenado sus cuartillas con las posaderas bien asentadas frente a un escritorio de roble macizo. No ocurre así en la historia de España, cuyos grandes autores han sido la pluma, pero también la espada del pueblo, y por ello han escrito algunas de las más excelsas páginas concebidas por el hombre entre fragores bélicos. El último nombre que debemos incluir en esa gloriosa nómina es el de Lope de Vega, combatiente en la Armada Invencible, tal y como ha descubierto Geoffrey Parker.

Nuestra literatura nace oficialmente con la historia de un guerrero, el Cid Campeador, que, a diferencia de su homólogo francés Rolando, no es de linaje real porque es tan vasallo como aquellos que recibían su historia de labios de un juglar, y por ello lucha por redimir su apellido de la difamación. Se trata, en definitiva, de una pugna en nombre del más alto valor de la casta guerrera: el honor. En efecto: es el honor de un caballero español lo que pone en marcha la lengua literaria. Don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor, era un noble y un militar, tan ducho en el arte del combate como en el de la narración. Lo mismo se puede decir de Jorge Manrique, soldado a semejanza de su padre, verdadero ejemplo de lo que la patria es, a cuya muerte le brindó sus inmarcesibles Coplas. Según Ferlosio, quien –este sí–, a diferencia de su padre era poco sospechoso de patriota, la más alta prosa española de todos los tiempos, la que mejor emplea el recurso de la hipotaxis —la subordinación gramatical opuesta a la parataxis, o coordinación gramatical, practicada por Azorín—, es la utilizada en las Crónicas de la conquista de América por Bernal Díaz del Castillo, otro escritor-militar, o acaso mejor militar-escritor.

Garcilaso de la Vega, primer poeta moderno español junto al también soldado Juan Boscán, lo mataron de una fatal pedrada mientras expugnaba una fortaleza; Calderón, nuestro gran barroco, luchó con bravura en los tercios; Cervantes, padre de la novela moderna occidental, combatió con honor en Lepanto, y puso en la boca de Don Quijote el mejor discurso sobre “las armas y las letras” que se haya concebido; Quevedo, el maestro del idioma, escribió sobre su experiencia de soldado: “Cuánto es más eficaz mandar con el ejemplo que con mandato”; Lope, además de gran autor teatral de su tiempo, fue, como se ha dicho, soldado en La Invencible; y encontramos a otros muchos integrantes (Ignacio de Loyola; Diego Hurtado de Mendoza; Alonso de Ercilla; Francisco de Aldana; José Cadalso; o el propio Rafael Sánchez Mazas, padre de Ferlosio), hasta llegar al siglo XX, donde todavía hay valerosos ejemplos de escritores-soldados, o de soldados-escritores, como lo fue el falangista Rafael García Serrano, que padeció amargas heridas a consecuencia de su participación en una de las más cruentas contiendas de nuestra guerra, la batalla de Teruel, y por las que penó una larga convalecencia, como relata él mismo en sus excelentes memorias La gran esperanza. Fruto de dicha experiencia nacieron algunas de las mejores páginas en prosa de la literatura española del siglo XX: Diccionario para un macutoLa ventana daba al río o La fiel infantería.

De estar vivos hoy, nuestros grandes escritores no perdonarían la destrucción de España que desde hace más de dos décadas está en curso; y no solo se levantarían en armas sin dudarlo un momento, sino que también lucharían desde la literatura. Desde esa palabra que, como sabían nuestros clásicos, puede ser mucho más afilada y mortal que la mejor espada. Nuestros “intelectuales” contemporáneos, por contra, son más dados a firmar manifiestos con un gin tonic en la mano, alertando del “regreso del fascismo”, que a denunciar el intento institucional por fragmentar España desde el exterior y el interior. Por acabar con nuestro legado desde ese “olvido del ser” consentido y promulgado a partes iguales por nuestros enemigos nacionales e internacionales.

 

Ninguno de nuestros grandes escritores quedaría indiferente ante la destrucción de la memoria del pueblo español en marcha. Pulverización iconoclasta estimulada por unas élites nefastas y alentada por la indiferencia abúlica de un pueblo echado en brazos del nihilismo, la ignorancia propia del analfabeto funcional hiperdigitalizado y del american way of life consumista. Los amigos y los enemigos de España, hoy más que nunca, cristalizan de manera evidente. Sólo que, con la muerte de Fernando Sánchez Dragó, las filas de los primeros quedan mermadas de manera decisiva; mientras que, con el enésimo entierro de José Antonio Primo de Rivera, a causa del afán revisionista del actual Gobierno de España, y, una vez más, la dejadez de un pueblo ignaro e impotente, concluye en una reafirmación de los segundos en sus posturas, apenas inamovibles desde 1936.

Ser español no es solo una contingente circunstancia administrativa, como los intelectuales modernos creen; es un auténtico modus vivendi, como bien escribiera Miguel de Unamuno: “Pues sí: soy español de nacimiento, de educación, de cuerpo y espíritu, de lengua y hasta de profesión y de oficio”. Los escritorzuelos subvencionados y bien financiados no saben escribir en un español decente, y es normal que no se sientan españoles, ni, por lo tanto, aludidos a la hora de conservar España. De hecho, esa “cuestión española” que tantas páginas motivó, en forma de reyertas y polémicas, en autores tan importantes como Marcelino Menéndez Pelayo, Joaquín Costa, José Ortega y Gasset, Ramiro de Maeztu, Manuel García Morente, Américo Castro, Claudio Sánchez-Albornoz, Julián Marías, Pedro Laín Entralgo, Ernesto Giménez Caballero, Gustavo Bueno, Aquilino Duque, Javier García Gibert o Agapito Maestre, entre tantos otros, a ellos les resulta del todo ajena. Ningún libro como España frente a Europa o Entretelas de España, por citar dos títulos recientes, recibirá jamás premio oficial alguno del Estado o de los grandes medios de comunicación, me temo a aventurar.

A aquellos que a día de hoy ostentan el poder en nuestra patria les interesa seguir diciendo que España es un mito. Una invención, otra más, sin fundamento real alguno. Pero a los que no hemos olvidado nuestra condición, ni estamos dispuestos a hacerlo, algo así no puede parecernos sino la peor de las afrentas. Conviene, pues, recordar que la mayor lección que podemos aprender de nuestros escritores clásicos es que la defensa de España debe darse por las armas, llegada la ocasión. Y que las letras no son un opuesto a esas armas, sino una extensión en muchos casos más letal, si consideramos la relevancia que la metapolítica y el imaginario tienen en la memoria de los hombres. En ese sentido, y sólo en ese, por supuesto que España es un mito, un cuento oral, una ficción inmarcesible, y ese no es otro que el mayor de los halagos que se le puede hacer a la proyección española en el tiempo: del pasado, del presente y del futuro. La tradición que nos lo ha dado todo sin exigir nada a cambio requiere ahora de nosotros para que seamos su adarve. Y ciertamente no podemos traicionarla.

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sábado, abril 22, 2023

El discurso de Dragó en la recepción del Premio Castilla y León de las Letras

 Leído por su hija, la escritora Ayanta Barilli

El discurso de Dragó en la recepción del Premio Castilla y León de las Letras

Recibido por su hija, se ha otorgado este 21 de abril el Premio Castilla y León de las Letras a Fernando Sánchez Dragó.

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Vanamente boicoteado por la oposición de izquierdas (PSOE y Podemos), junto con Ciudadanos y el partido regionalista Unión del Pueblo Leonés, se ha celebrado en Valladolid este 21 de abril la ceremonia de entrega de los Premios Castilla y León 2023.

El de Literatura había sido otorgado a Fernando Sánchez Dragó. Fallecido el pasado 10 de abril, tres días después de haber terminado de escribir el discurso de recepción, éste ha sido leído por su hija, la escritora Ayanta Barilli.

Más allá de las luctuosas circunstancias que rodean la ceremonia, impacta en este discurso el alto aliento literario y patriótico que lo evuelve. Podrán comprobarlo tanto en la grabación de la lectura efectuada por su hija como en el texto escrito que les ofrecemos a continuación.

 

Pulse en la imagen para acceder al video
 

«Excelentísimo señor presidente de la Junta de Castilla y León don Alfonso Fernández Mañueco, Excelentísimo señor vicepresidente de la misma Institución don Juan García-Gallardo, Excelentísimo señor don Gonzalo Santonja consejero de Cultura, Turismo y Deporte, restantes consejeros, autoridades, Señorías, señoras, señores, amigos e incluso voces críticas, si las hubiere, a las que desde esta tribuna tiendo mi mano. Confío en que me la estrechen.

Y quizá convenga aclarar, para que ellos y todo el mundo, periodistas y tertulianos incluidos, se tranquilicen, que yo, aunque procuro tener ideas más o menos heterodoxas, carezco de ideologías por considerar que éstas, cualesquiera que sean, vienen a ser algo así como la taxidermia de aquéllas, su petrificación y su necrosis.

No sé si soy, como de Valle-Inclán dijo el dictador Primo de Rivera, eximio escritor, pero sí estoy seguro de ser extravagante ciudadano, como también apostilló, y en cuanto tal me permito señalar la evidencia, abrumadoramente documentada, de que cuando, muy de refilón, me he metido en política, siempre lo he hecho en posturas críticas hacia quienes estaban en el poder y favorables hacia algunos, no todos, que no lo estaban. Es un matiz de peso.

Bergamín escribió: «Amigo que no me lee / amigo que no es amigo / porque yo no estoy en mí / más que en aquello que escribo». Y María Zambrano puntualizó en Por qué se escribe: «Hay cosas que no pueden decirse, y es cierto. Pero eso que no puede decirse es lo que se tiene que escribir». Tal es lo que yo he hecho o intentado hacer toda mi vida.

Supongo, debido a ello, que se espera de mí algo más que una alocución meramente protocolaria y voy a procurar que así sea dentro de los límites que marcan el respeto, la cortesía, la ironía y el sentido del humor. Soy escritor de vocación y larga data, ni eximio ni lo contrario, y ciudadano independiente a rajatabla.

Tres deberes impone una ceremonia como ésta, consagrada al reconocimiento y enaltecimiento de la cultura, que siempre es o tendría que ser, por definición, y a diferencia del generalizado sectarismo partidista imperante en la política, un ámbito de respeto, de encuentro, de ecuanimidad, de serenidad y de concordia.

El primer deber lo es de gratitud, y vaya ella por delante, a fuer de bien nacido, dirigida al Gobierno de esta Comunidad, especialmente a su consejería de Cultura, encabezada por Gonzalo Santonja, que en un día ya lejano también recibió este premio, y a las cinco eximias personalidades del jurado ‒notorios son sus nombres‒, que se han fijado en mí para concederme el alto honor de ser sujeto y objeto de un espaldarazo literario, y nada más que literario, como el que aquí nos convoca. Este premio se une, en mi caso, a algunos otros ‒dos veces el Nacional de Literatura, el Planeta ‒finalista y ganador‒, el Fernando Lara, el de Espiritualidad Martínez Roca, el del Gremio de Editores, el de Libreros, el Clarín, el Ondas, el de la Asociación Taurina Parlamentaria, muy reciente‒ que al hilo de una vida ya cercana a su fin se me han ido confiriendo, pero no miento ni exagero si empeño aquí mi palabra de que ninguno de los citados ha dado tan de lleno en mi corazón, sinónimo de emoción, como éste.

Intentaré que no se me salten las lágrimas mientras repaso estos folios. Les ruego, si llegan, que las disculpen. Llorones somos las gentes de mi edad. Es una de las flaquezas de la vejez. Mejor serían las sonrisas. Mi madre me contaba que yo, al nacer, salí de su cuerpo riéndome. Quizá lo inventaba, pero siempre me ha gustado pensar que sucedió así.

Y eso, tanta emoción, ¿por qué? Pues porque yo, a fuer de español, soy castellano, y también bastante leonés, como lo demuestra la maravillada atención que presté a ese antiguo Reino ‒su catedral, San Isidoro, Ponferrada, Astorga, la Maragatería, las Médulas, Peñalba de Santiago, el Bierzo, Compludo, el Valle del Silencio, las Jurdes, la Sierra de Cabrera, Salamanca y Zamora, por supuesto, y un interminable etcétera‒ en mi libro más relevante ‒Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España‒; y porque escribo en castellano; y porque, aunque nacido en Madrid, renací el 1 de agosto de 1945 en Soria, esa «barbacana hacia Aragón en castellana tierra», como escribió don Antonio Machado, cantor de la curva de ballesta que frente a la ermita de San Saturio traza el Duero, allí donde los chopos «acompañan con el sonido de sus hojas secas el son del agua cuando el viento sopla»; y porque mi infancia y mi adolescencia son recuerdos no de un patio de Sevilla, sino de la ciudad de los Doce Linajes, castellana hasta el tuétano; y porque allí, en su paseo central, en El Collado, sobre la única librería a la sazón existente, planté mi casa desde que en 1970 volví del exilio hasta que en 1998 me trasladé al villorrio serrano, solariego y mesteño de Castilfrío, en las Tierras Altas, en el alto llano numantino, como lo bautizó Machado, casi al pie de lo que fuese indomable capital de los arévacos, y allí sigo, y allí escribo, y allí he escrito esto, en días de Jueves y Viernes Santo, y allí, a dos pasos de mi morada, que se llama Kokoro, en japonés Corazón, está la parcela que acogerá mi tumba y de la que despegará mi alma para emprender el vuelo del último viaje. Más soriano, más celtíbero, más numantino, más castellano, imposible…

Permitidme citar la cuarteta que aprendí en uno de los primeros cursos de mi bachillerato. Venía en el manual de Historia de la literatura española ,de don Guillermo Díaz Plaja. Es de rima facilona, incluso un poco ripiosa, pero se me quedó inscrita para siempre en la paleografía de la memoria. Decía esto: «Por necesidad batallo / y una vez puesto en la silla / se va ensanchando Castilla / delante de mi caballo».

Cierto, cierto… Yo sólo soy escritor y nada más que escritor, se diga lo que se diga, Señorías, se piense lo que se piense, el resto es anecdótico, y mi unico caballo es la literatura, leída o escrita, tanto monta, y en casi toda mi obra literaria, desde que Gárgoris y Habidis activó su punto de ignición en el yacimiento arqueológico, y soriano, y castellano, de Tiermes, donde, en el año 83 antes de Cristo, un termestino anónimo explicó a un romano, según Tácito, que aún sobrevivía allí, la España Antigua, cabalga al paso, al trote y al galope Castilla entera, su genius loci, su impronta, sus gentes, sus monumentos, sus usos y costumbres, su horizonte su paisaje, en el que, como decía Ortega, no hay curvas… Desde las almenas del castillo de Gormaz, cerca del Burgo de Osma, suelo yo decir que se ve América. En Soria escuchaba Antonio Machado «clamor de mercaderes de muelles de Levante». A mí, Castilfrío me parece, sin dejar de ser pueblerino, a mayor honra y gracias a la Virgen de la Carrascala que preside su ermita, uno de los lugares más cosmopolitas de la tierra.

Sobra aclarar que cuando digo Castilla, León o Soria, digo España. A ella, a la España Mágica, a la España Trágica, a la España numantina, a la España Taurina, a la España Guadaña y a la España corrupta, he dedicado al menos nueve libros. Me falta la España Heroica. Más de una vez he pensado en poner sobre la lápida de mi tumba el mismo epitafio que Richard Ford, aquel escritor y periodista inglés que se afincó aquí en el siglo XIX y tanto y con tanto acierto escribió sobre nosotros, puso en la suya: «Acerrimus indagator rerum Hispania»… Acérrimo investigador de las cosas de España.

Se me ha pedido que este discurso no dure más de quince minutos. Debería atenerme a ese protocolo, pero mal voy. Pido a sus árbitros una prórroga. Si a Cervantes no le concedieron los dioses el don de la poesía, de mi maestro Gracián no he recibido yo el de la brevedad. Llevo ya cuatro prietos folios de perorata y sólo me he referido en ellos a uno de los tres deberes que incumben a quien recibe un premio: el de la gratitud.

El segundo débito es el de rendir honores compartidos y reconocimiento individual a los compañeros de cuadrilla, a quienes hacen conmigo este paseíllo, pues en él no suenan sólo los clarines de las Letras, sino los de otros sectores de la cartografía cultural: Investigación Científica y Técnica e Innovación, concedido a María Victoria Mateos Manteca, doctora universalmente reconocida por sus investigaciones en Mieloma múltiple; de las Artes a Luis Moro, artista plástico fascinante, tan acreditado en España como en Estados Unidos o México; de Ciencias Sociales y Humanidades a Antonio Piedra Borregón, poeta y ensayista, cuyo trabajo de preservación del patrimonio escrito resulta tan fundamental e impagable; del Deporte a Carolina Rodriguez Ballesteros, que ha protagonizado una trayectoria inigualable como gimnasta rítmica; de los Valores Humanos y Sociales a Camino Francés Federación, suma en armonía de entidades jacobeas que encarna la mejor tradición de los valores espirituales y hospitalarios; y de Tauromaquia, premio que se concede por primera vez, como era ya de justicia, y al que por eso mismo quiero referirme con más extensión.

Federico García Lorca subrayó que se trata de la fiesta más culta ‒culta, dijo, y lo subrayo‒ de la historia del mundo. Para mí, además de fiesta, arte, deporte, espectáculo y firme docencia de valores éticos y estéticos, es un sacramento que respetan, presencian, admiran y a menudo practican, ya sea en los cosos, en las dehesas o en los encierros, muchas de las buenas y llanas gentes del común nacidas en Castilla y León. Felicito por tan atinada iniciativa al Gobierno de esta Comunidad, a Gonzalo Santonja, aficionado de pro, cuya voluntad y ahínco, sospecho, no andan lejos de este galardón, y especialmente, como beneficiario de él, al Niño de la Capea, que muy niño ya no es, pero sí maestro y decano, cuya presentación en la basílica de Las Ventas tuve la suerte de presenciar y con el que mantuve ligero trato, que él no recordará, en los coloquios taurinos del Hotel Ercilla, en el Bilbao de los años ochenta y noventa, que yo dirigía junto a próceres del toreo como Juanito Posada, primero, y Pepe Dominguín, después.

Enhorabuena, Pedro. Me alegra verte. De ti, y de tus colegas en general, aprendí yo a torear el toro más difícil, que es el de la vida, ese festejo en el que suele salir corneado quien no sabe parar, templar, mandar, cargar la suerte y ligar faena. No existe, creo yo, más certera ni más noble pedagogía que la derivada de esos cánones taurinos a los que he tenido la osadía de añadir dos. Mi madre, Pedro, me decía: «Ay, hijo… Tú siempre corriendo delante del toro de la vida». Razón llevaba. Las madres suelen llevarla. Sigo haciéndolo. Mi discurso es uno de sus penúltimos recodos. Este amago de lamento porque hoy, por razones de fúnebre fuerza mayor, no esté sentada ahí, no es del todo inoportuno, pue fue ella, mi madre, quien me llevó a Soria y a Castilla tras contraer segundas nupcias con un soriano, Guillermo Alvarez Herrero, nacido en Castilfrío y en la misma casa en la que ahora ocupa decenas y decenas de estanterías mi inmensa biblioteca de más de cien mil volúmenes, que acaso sea, entre las privadas, la mayor del mundo… Algo deberían hacer con ella, querido Gonzalo, Presidente, Vicepresidente, autoridades europeas, la Administración pública o el mecenazgo privado, digo yo y dicho queda. Esa casa es un museo. También están en sus dependencias los centenares de objetos acumulados por mi trajín de nómada en medio siglo de correrías por el mundo.

Y llegamos así al tercero de los deberes que corresponden a quien recibe un premio. Recibirlo no siempre es merecerlo, y pecaría yo de petulancia si diese tal hipótesis por cierta. Merecer viene de mérito y, si lo hubiere o no en mi obra literaria no es cosa que deba discernir yo, sino los lectores, la crítica y, sobre todo, la posteridad, caso, poco probable, de que algunos de mis libros lleguen a ella. Ya se verá, pero yo no lo veré. Es un consuelo. Ese fantasmagórico ámbito siempre cae extramuros de la vida de quien a veces lo alcanza. Mejor así. Pío Baroja, que es, junto a Galdós, los autores de la picaresca, Cervantes y otro Miguel, el vallisoletano Delibes, que recibió y sí mereció este premio, el mejor novelista, a mi juicio, de la historia de nuestra literatura, se definía en sus memorias como «hombre humilde y errante». Yo, por extraño que a algunos les suene, también gusto de definirme así. Lo de errante, con campamento de trashumancia en Castilfrío, nadie lo pondrá en duda. Lo de humilde, seguramente, sí, pero lo soy, aunque no siempre se lo parezca a quienes confunden la humildad con la modestia, que es, como decía mi deslenguado amigo y avispado escritor Terenci Moix, una horterada.

Vienen estas bromas y estas veras a cuento de que tampoco debe confundirse el posible mérito de obtener un premio con su justificación. Y la verdad es que el de hoy, a mi humilde juicio, aunque no al de otros, de cuyos nombres no voy a acordarme, sí que está justificado. Cincuenta y tres libros más algunos otros en el taller, diez mil piezas de periodismo de varia lección, sesenta años de programas semanales de televisión y radio en Italia, Japón y España mayormente dedicados a la literatura, en particular, y a la cultura, en general, et alii, son los avales de este premio, su pedigrí, su currículo, su bodega, su sentina… Su justificación.

Anuncié a los tres años de edad ‒con ese episodio arranca el primer volumen de mis Memorias‒ que iba a ser escritor y lo fui, lo he sido, lo sigo siendo. A los ocho años fundé un periódico autógrafo, La Nueva España, del que conservo un ejemplar inequívocamente fechado por las noticias que aparecen en él. Lo alquilaba por cinco céntimos de peseta a los amables vecinos del edificio madrileño en que vivía. A los doce años había escrito varias novelas y piezas de teatro, muy malas, claro, que también conservo. Mucho antes de que el bozo colonizase mis mejillas de adolescente ya podía yo recitar de corrido las poesías completas de Antonio Machado prologadas por Dionisio Ridruejo, otro soriano. Al filo de los trece, quizá catorce, empecé a escribir versos sentado orillica del Duero a su paso por Soria.

Y así hasta ahora. Sigo, erre que erre, jota tras jota, eñe tras eñe, día tras día, leyendo y escribiendo desde que me levanto hasta que me acuesto trescientas sesenta y cinco veces al año, y una más cuando el que toca es bisiesto. Siempre he vivido inmerso en una realidad más literaria que fenomenológica. Soy un caso clínico, un adulto permanentemente instalado, gracias a la literatura, en los días soleados y azules de la infancia. Mi padrastro, aquel señor de Castilfrío, me llamaba «el principito que todo lo aprendió en los libros». Los compañeros de colegio me apodaron, con más admiración que mala intención, «la rata literata», y eso me enorgullecía. Los profesores me pusieron el mote de Lunilla, porque, según ellos, siempre estaba en la luna, pero no era cierto. Estaba con Tom Sawyer, con Huck Finn, con Guillermo Brown, con Mowgli, con Tarzán, con Nils Holggerson, con Sinuhé el Egipcio, con don Quijote de la Mancha y con el escudero gordinflón del que Blas de Otero dijo «Pero tú, Sancho pueblo, / pronuncias anchas sílabas, / permanentes palabras / que no lleva el viento»… Yo habría escrito sanchas sílabas.

Más que Fernando podría llamarme Libro. Dentro de cuarenta y ocho horas, el 23 de abril, debería ser el día de mi cumpleaños, y estaría justificado ‒justificado‒ que lo celebrase plantando treinta mil velitas, una por cada libro de los que he leído, y no es una balandronada, sobre la cubierta de otro libro: El infinito en un junco, de la soriana, pues en Soria vivió, aunque había nacido en Zaragoza, Irene Vallejo, que debería ser, por cierto, más pronto que tarde, Premio Castilla y León de las Letras. Es una sugerencia. Confío, por lo demás, en que quienes han manifestado, precipitadamente y en claro abuso de sus funciones, que este premio, en mi caso, carecía de justificación, rectifiquen a la luz de los datos y hechos que acabo de aportar, pues de sabios es hacerlo e incurrir en ese gesto de buena voluntad. La mía no ha de faltarles.

En este discurso, hasta ahora, todo han sido mieles. Añadiré un chorrito de angostura. Soy hijo de un brillante periodista que dirigía la Agencia Febus, del grupo Urgoiti, y que el 18 de julio de 1936 salió de ella rumbo a Melilla, cuya guarnición acababa de sublevarse. Lo hizo para informar. Yo estaba aún en el vientre de mi madre. Comenzó así para él una peripecia, una odisea, una tragedia, que culminó dos meses más tarde en la cancela de salida de la cárcel de Burgos, donde fue objeto y víctima de una de aquellas ominosas sacas de presos sin juicio (o con él) que salpicaron de sangre y de muertes delictivas en los dos bandos la primera etapa, sobre todo, de nuestra guerra civil. En las semanas anteriores a ese asesinato mi padre permaneció en Valladolid. Su última foto, en la que aparece participando en los funerales del portero de fútbol Ricardo Zamora, al que se dio por muerto, aunque afortunadamente no lo estaba ‒era una fake, diríamos ahora‒, se publicó en El Norte de Castilla, y en su hemeroteca sigue. Yo di filial y estremecida cuenta de todo ello en mi novela Muertes paralelas, que recibió el premio Fernando Lara y en la que los lectores encontrarán, como es lógico, muchas páginas dedicadas a la ciudad que en este momento nos acoge. Al cadáver de mi padre, que hasta ahora no ha sido identificado, aunque sí, probablemente, localizado, se le dio tierra anónima en algún lugar cercano a Burgos.

Pues bien, Hace aproximadamente cuatro años, una joven periodista, Emma Nogueiro, supo de esta historia y se embarcó en la incierta tarea de culminar la investigación que yo mismo, tres lustros atrás, había emprendido. En ésas andaba cuando le cerró el paso la España Cainita. Durante muchos meses persiguió a varios miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y hoy supuestamente Democrática. Llamadas, mensajes, reuniones, peticiones... Todo en vano. Tras escuchar una y otra vez que el Gobierno no da subvenciones, que la citada Asociación, experta en postureo, hace lo que puede y que son muchos los que buscan a los suyos, logró que me hiciesen una prueba de ADN, pero la esperanza duró poco. Después de que recogieran mi saliva para llevarla a cabo, fueron pasando los meses sin que nadie se pusiera en contacto con ella, que llamaba una y otra vez al hacedor y responsable de la prueba, que no se le ponía, hasta que un día dio por fin con él y se quedó helada al escuchar el argumento que ese funcionario, cuyo nombre conozco, pero no mencionaré, adujo para justificar lo injustificable: «Sánchez Dragó ‒dijo ‒ es una persona incómoda para la Asociación y eso frena cualquier iniciativa que lo implique». Poseo una grabación que recoge sus palabras.

¿Memoria histórica? ¿Cerrar heridas? ¿Hacer justicia?

Aprovecho la voz de la que aquí dispongo para manifestar que sería para mí algo más que un premio literario, por importante que éste sea, recuperar los restos mortales de aquel periodista, y escritor, cargado de vida que me dio la mía y perdió la suya para servir a la deontología de su profesión y contar al mundo y a Esparta, digo, España, lo que en aquellas Termópilas, aquellos idus del 36, estaba pasando.

Dije antes que tengo ya expectante huesa, sin prisas, aunque con pausa, en el cementerio de Castilfrío. Me gustaría poder compartirla, suponiendo que la ley lo consienta, con lo que quede de mi padre y así, ya que nuestros cuerpos no pudieron abrazarse en vida, se abrazarían nuestros esqueletos. Algo es algo. Yo soy de los que creen, sin prueba ni certeza, pero con fe, con esperanza y con caridad, virtudes teologales, que quizá siga la vida después de la muerte.

Y por cierto: son muchos los periodistas que, entrevistado yo en los días anteriores por razón de este premio, me preguntaban si llega tarde. ¿Tarde? Tras la angostura, una gotita de humor. Considerando que en 1998 estuvieron a punto de dármelo, y por una zancadilla política no cuajó, y que diez años después volvió a suceder lo mismo, yo les decía: «¡Hombre! La verdad es que sí. Voy camino de los ochenta y siete. Si se descuidan un poco, me lo dan a título póstumo y al alimón con Raskayú…». Pero más vale tarde que nunca y bien está lo que bien acaba. Gracias, de corazón.

Ya termino. Son muchos y muy notables los escritores que me han precedido en los anales de este premio. Gentes como Miguel Delibes, ya citado, como mi muy querido amigo y gran poeta Claudio Rodríguez, como Julián Marías, al que tanto traté en mi devenir soriano, como mi padre literario Gonzalo Torrente Ballester, como Carmen Martín Gaite, como Antonio Colinas, como Jesús Hilario Tundidor, como José Ángel González Sáinz, como Fermín Herrero, como Raúl Guerra Garrido, como Andrés Trapiello y como Juan Manuel de Prada, miembro, además, junto al gran escritor y no sólo eminente cineasta José Luis Garci, del jurado que me ha concedido el premio. Cito, en tan ilustre e ilustrada lista, sólo a aquéllos con los que tenido fecundo trato y no menos fértil amistad. Perdónenme los restantes, pues su ausencia no es voluntad de olvido ni indiferencia hacia su labor. Todo lo contrario. La vida, lo sabemos desde Heráclito y Heródoto, es un río y la literatura, que lo refleja, también lo es, áurea y prodigiosa cadena en la que todos los escritores somos eslabones contiguos o sucesivos y en la que, de mano en mano, de pluma en pluma, de tecla en tecla, nos vamos pasando el testigo de una carrera de relevos que empezó en un junco y sólo se detendrá cuando acabe el mundo.

Evoqué antes aquel lejanísimo día en el que, con la adolescencia recién estrenada, a media tarde, en Soria, bajé desde El Collado al Duero, me senté en su orilla, cerca de su fábrica de harinas y de electricidad, cabe lo que llamábamos la Chopera, y escribí mi primer verso, ingenuo, romántico, becqueriano, machadiano, balbuceante y torpe. Decía: «Desde el fondo de los valles / siento respirar el río / con ese aliento de vida / que tienen los desvalidos».

Y luego añadí: «Desde hoy / que mis versos salten / de peña en peña, / que se diga de ellos / lo más sencillo: / alegres, como el llanto / de un recién nacido». La palabra y el testigo, ahora, a Claudio Rodríguez, que no era de Soria, sino de Zamora, dos ciudades, una de Castilla y otra de León, unidas por el Duero, y que escribió.

«Oh, río, fundador de ciudades, sonando en todo menos en tu lecho, haz que tu ruido sea nuestro canto, nuestro taller en vida. Y si algún día la soledad, el ver al hombre en venta, el vino, el mal amor o el desaliento asaltan lo que bien has hecho tuyo, ponte como hoy en pie de guerra, guarda todas mis puertas y ventanas como tú has hecho desde siempre, tú, a quien estoy oyendo igual que entonces, tú, río de mi tierra, tú, río Duradero».

Y, cómo no, Antonio Machado: «Gentes del alto llano numantino / que a Dios guardáis como cristianas viejas / que el sol de España os llene / de alegría, de luz y de riqueza».

Genius loci, amigos… «Lo que un hombre, durante su infancia, ha tomado de la atmosfera de la época y ha incorporado a su sangre, perdura en él y ya no se puede eliminar» (Stefan Zweig, El mundo de ayer).

Soria, Castilla, León, Castilfrío, España: conmigo vais, mi corazón os lleva. Gracias».

 

 

 

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