Burgos ante la autonomía
Escrito que firmado por el COLECTIVO CASTELLANO de Burgos, ha publicado el DIARIO DE BURGOS el pasado dia 24 y que reproducimos por estimarlo del mayor interés:
«Ante el actual desarrollo del proceso autonómico, y desde la posición que en dicho proceso se le ha adjudicado a Burgos, hay que destacar lo siguiente:
Con la incorporación del antiguo Reino de León al ente autonómico, se desvirtúa lo que por razones históricas, culturales y económicas es la región castellana, y como consecuencia de ello se produce la separación de las provincias de Santander y Rioja, que huyen de estar encuadradas en una región tan dispar y heterogéneo, pues, indudablemente ya ha dejado de ser Castilla la Vieja.
Fruto de todo ello, y siguiendo las maniobras a que nos tiene acostumbrados la ciudad de Valladolid, se impulsa el centralismo de ésta plasmándose, entre otros aspectos, en los siguientes: centralismo universitario, oponiéndose a que exista Universidad en otras provincias de la región, centralismo de capital, recientemente conseguido; acaparación de todos los organismos regionales, como el Centro Regional de Televisión, Confederación Hidrográfica del Duero,etc.
Ante esta situación, y a la vista de este ente artificial se produce la lógica desilusión de las demás provincias, y en concreto Burgos, ya que se observa la triste realidad de pasar de un centralismo localizado en Madrid a otro localizado en Valladolid, y sin que ello reporte beneficio alguno para Burgos ni para las demás provincias.
De todo ello queremos resaltar las siguientes consideraciones:
1.-Es necesario reconsiderar nuestra postura en el proceso autonómico, en el sentido de que hay que pensar en la inmediata separación de Burgos de la misma, y acogernos a la autonomía puramente castellana, a la que se integrarían las provincias de Santander y Rioja.
2.-Hacer un llamamiento a todas las entidades y corporaciones de Burgos y su provincia, as! como a todos los ciudadanos para que tomen postura respecto de lo anterior.
3-Censurar enérgicamente la indignante actuación de los parlamentarios burgaleses que estuvieron en Tordesillas por retirar la candidatura de Burgos como sede de la capital regional, absteniéndose, al mismo tiempo en la votación sobre la capitalidad en Tordesillas.
Asimismo, denunciar la conducta de los parlamentarios que no estuvieron presentes, ya que con su silencio han otorgado su consentimiento y aceptación de esa capitalidad.
4. -Reiterar la consideración de ficticia de la actual región Castellano-Leonesa, reafirmando, al mismo tiempo, que la capitalidad indiscutible de Castilla la Vieja es, ha sido y deberá seguir siendo Burgos.
5.-Censurar la conducta de los partidos nacionales de cualquier ideología, porque claramente van a hacer su política de partido sin interesarles para nada la provincia que les ha elegido, e interesar la constitución de un partido regionalista para la defensa de Burgos y Castilla».
COLECTIVO CASTELLANO
Castilla nº 13 mayo-junio 1981
lunes, marzo 29, 2010
viernes, marzo 26, 2010
La autonomía de Madrid (Enrique Díaz Sanz, Comunidad Castellana 1981)
La autonomía de Madrid
El día 25 del pasado mes de junio la Diputación Provincial de Madrid celebró un pleno en el castillo de Manzanares el Real en el que fue presentada la siguiente moción:
1) Iniciar el proceso autonómico de la provincia de Madrid en el ejercicio de) derecho a la autonomía, reconocido en el artículo 2 de la Constitución Y regulado en e¡ artículo 143 de la misma, para acceder a su autogobierno y constituirse en comunidad autónoma en el ámbito de los actuales límites territoriales de la provincia de Madrid.
2) invitar a todos los municipios de la provincia a ejercitar el derecho a la autonomía que les confiere la Constitución a través del procedimiento establecido en su artículo 143.
3) Solicitar de las Cortes Generales la tramitación urgente de una ley orgánica que autorice a la provincia de Madrid a constituirse en comunidad autónoma.
La moción fue sometida a votación y aprobada con los votos favorables de los tres grupos políticos representados en la Diputación -UCD, PSOE Y PCE- con la abstención de un solo diputado, no sujeto a la disciplina de grupos políticos.
A este pleno estaban invitados los parlamentarios por Madrid-, cuatro senadores, que Asistieron al acto y treinta y dos diputados, de los que Asistieron quince. También estaban invitados los alcaldes de los ciento setenta y ocho municipios madrileños, de los que desconozco el número de Asistentes, dato que no figura in la prensa madrileña que he utilizado como fuente documentada.
UN DERECHO CONSTITUCIONAL
Es evidente el derecho a la autonomía que las «nacionalidades y regiones» españolas tienen reconocido en la Constitución, a la que se puede acceder por distintas vías, eligiendo nuestra corporación provincial la del articulo 143. En él se establece que «las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes» y «las provincias con entidad regional histórica» podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas.
En el discurso previo a la presentación de la moción, el presidente de la Diputación, Sr. Rodríguez Colorado, justificó la autonomía de Madrid por su población -1 3% del total del país-, por su exclusión de las demás comunidades en vías de desarrollo, afirmando que «Madrid es hoy un islote aislado dentro de un mapa autonómico en construcción, en el que no cabe ya más objetivo que la configuración como comunidad autónoma propia», así corno por ser Madrid la capital de la nación Y encrucijada natural de «las dos Castillas» y por su importante peso en la vida económica del País.
¿Dónde está la «entidad regional histórica» que requiere ¡a Constitución?
Es evidente que los madrileños no somos responsables de que, en mi opinión, las fuerzas políticas hayan desarrollado el proceso autonómico desde perspectivas parciales que nos han llevado a la situación actual. Pienso que el proceso de construcción del Estado autonómico debería haberse llevado a cabo de manera global, generalizada y simultánea y creo que en ésto coincidimos muchos españoles. Son los grupos políticos, los que los señores diputaos pertenecen, los responsables de lo hecho hasta ahora y por ello deben responder ante os españoles.
En el turno de intervenciones el Sr. Menor Cassy anunció su abstención puesto que no se siente integrado en ningún grupo con representación provincial de los que han negociado el proceso autonómico y por considerar que en ese acto Madrid se separaba de Castilla.
Sí repasamos (a historia, in manipulaciones políticas el momento, se puede comprobar que Castilla -en singular-, desde el siglo X hasta el XIX, en el que aparece la actual división administrativa provincial -año 1833- está constituida por un conjunto de «Comunidades de Villa y Tierra» («Merindadesi al norte del Duero)con personalidad jurídica, que se autogobiernan con sus propios fueros, con autonomía económica y administrativa, cuyo ámbito territorial se corresponde con el que hoy delimitan las actuales provincias de Ávila, Burgos, Cuenca, Guadalajara, Madrid -con sus Comunidades de Villa y Tierra de Alcalá de Henares, Buitrago, Madrid, El Real de Manzanares y Talamanca-, La Rioja, Santander, Segovia y Soria, así como las Comunidades de Villa y Tierra de Requena, actualmente de la provincia de Valencia y las de Curíel, Íscar, Olmedo y Peñafiel, de Valladolid.
En mi opinión, el resurgimiento de estas Comunidades, con la indispensable participación popular y su posterior integración, debería ser el procedimiento, largo pero histórica y culturalmente justificado, para el establecimiento de una Castilla autónoma. Y todo ello con el tratamiento específico que fuera necesario para la capital de España.
El Sr, Larroque, portavoz del grupo comunista, afirmaba que ese día se liquidaba «el viejo cliché de un Madrid que era igual a centralismo». Me permito puntualizar que ese tópico, en su caso, se referiría a Madrid como sede de gobierno y capital de España, pero es impensable creer que se hacía extensivo al resto de la provincia, donde no residía ningún órgano de poder.
En la siguiente intervención el Sr. Borreli, portavoz del grupo socialista, decía, entre otras cosas, que la autonomía de Madrid «había creado demasiadas expectativas, recelos y, en definitiva, mucha confusión en los administrados» destacando que lo peor que le puede suceder a un proceso político es que el pueblo no lo entienda. Puedo asegurar que, en lo que a mi respecta como madrileño, y por tanto miembro del pueblo castellano, se cumplen rigurosamente ambas afirmaciones.
Por último el Sr. Rodriguez, portavoz centrista, afirmaba que su partido quiere que la autonomía de Madrid «sea integradora con el resto de las autonomías y muy en particular con las limítrofes».
REPARTO
DESINTEGRADOR
Es seguro que muchos castellanos coincidimos en esa idea pero hay que poner de manifiesto que lo que estamos viendo es justo todo lo contrario; ¿o acaso es integrador el reparto que se está haciendo de las provincias castellanas? Permítanme los señores diputados que, en un arrebato de sinceridad, manifieste que me parece claramente integrador el constituir a tres provincias castellanas en otras tantas comunidades autónomas (Madrid, La Rioja y Santander) sin posibilidad de integración futura entre ellas y amalgamar otras en «Castilla-León» (Ávila, Burgos, Segovia y Soria) y en «Castilla-La Mancha» (Cuenca y Guadalajara), en clara contradicción, a mí entender, con lo establecido en la Constitución, por cuanto no cumplen la condición de poseer características históricas y culturales comunes. Recuérdese que éstas se contemplan en primer lugar en el texto constitucional.
Solamente me queda dejar una pregunta en el aire, aunque sea como la voz que clama en el desierto: ¿tan perfecta es la organización administrativa provincial actual que no ha sido necesario adecuar los limites ni de una sola provincia para estructurar el Estado Autonómico?.
Por último permítanme los señores diputados indicarles que el pendón de Castilla es rojo carmesí y no morado, como el que -supongo que por error- ondeaba el pasado día 25 de junio en el magnífico castillo de Manzanares el Real.
Y un dato curioso para todos: ¿no parece paradójico que los señores diputados que defendieron la moción comentada fueran un salmantino -Sr. Rodriguez Colorado-, un vasco -Sr. Larroque-, un catalán -Sr. Borrell-, y un leonés -Sr. Rodríguez-?
Eso si, el lugar de reunión es castellano.
ENRIQUE DIAZ SANZ
Informativo Castilla nº 14 octubre – noviembre 1981
El día 25 del pasado mes de junio la Diputación Provincial de Madrid celebró un pleno en el castillo de Manzanares el Real en el que fue presentada la siguiente moción:
1) Iniciar el proceso autonómico de la provincia de Madrid en el ejercicio de) derecho a la autonomía, reconocido en el artículo 2 de la Constitución Y regulado en e¡ artículo 143 de la misma, para acceder a su autogobierno y constituirse en comunidad autónoma en el ámbito de los actuales límites territoriales de la provincia de Madrid.
2) invitar a todos los municipios de la provincia a ejercitar el derecho a la autonomía que les confiere la Constitución a través del procedimiento establecido en su artículo 143.
3) Solicitar de las Cortes Generales la tramitación urgente de una ley orgánica que autorice a la provincia de Madrid a constituirse en comunidad autónoma.
La moción fue sometida a votación y aprobada con los votos favorables de los tres grupos políticos representados en la Diputación -UCD, PSOE Y PCE- con la abstención de un solo diputado, no sujeto a la disciplina de grupos políticos.
A este pleno estaban invitados los parlamentarios por Madrid-, cuatro senadores, que Asistieron al acto y treinta y dos diputados, de los que Asistieron quince. También estaban invitados los alcaldes de los ciento setenta y ocho municipios madrileños, de los que desconozco el número de Asistentes, dato que no figura in la prensa madrileña que he utilizado como fuente documentada.
UN DERECHO CONSTITUCIONAL
Es evidente el derecho a la autonomía que las «nacionalidades y regiones» españolas tienen reconocido en la Constitución, a la que se puede acceder por distintas vías, eligiendo nuestra corporación provincial la del articulo 143. En él se establece que «las provincias limítrofes con características históricas, culturales y económicas comunes» y «las provincias con entidad regional histórica» podrán acceder a su autogobierno y constituirse en Comunidades Autónomas.
En el discurso previo a la presentación de la moción, el presidente de la Diputación, Sr. Rodríguez Colorado, justificó la autonomía de Madrid por su población -1 3% del total del país-, por su exclusión de las demás comunidades en vías de desarrollo, afirmando que «Madrid es hoy un islote aislado dentro de un mapa autonómico en construcción, en el que no cabe ya más objetivo que la configuración como comunidad autónoma propia», así corno por ser Madrid la capital de la nación Y encrucijada natural de «las dos Castillas» y por su importante peso en la vida económica del País.
¿Dónde está la «entidad regional histórica» que requiere ¡a Constitución?
Es evidente que los madrileños no somos responsables de que, en mi opinión, las fuerzas políticas hayan desarrollado el proceso autonómico desde perspectivas parciales que nos han llevado a la situación actual. Pienso que el proceso de construcción del Estado autonómico debería haberse llevado a cabo de manera global, generalizada y simultánea y creo que en ésto coincidimos muchos españoles. Son los grupos políticos, los que los señores diputaos pertenecen, los responsables de lo hecho hasta ahora y por ello deben responder ante os españoles.
En el turno de intervenciones el Sr. Menor Cassy anunció su abstención puesto que no se siente integrado en ningún grupo con representación provincial de los que han negociado el proceso autonómico y por considerar que en ese acto Madrid se separaba de Castilla.
Sí repasamos (a historia, in manipulaciones políticas el momento, se puede comprobar que Castilla -en singular-, desde el siglo X hasta el XIX, en el que aparece la actual división administrativa provincial -año 1833- está constituida por un conjunto de «Comunidades de Villa y Tierra» («Merindadesi al norte del Duero)con personalidad jurídica, que se autogobiernan con sus propios fueros, con autonomía económica y administrativa, cuyo ámbito territorial se corresponde con el que hoy delimitan las actuales provincias de Ávila, Burgos, Cuenca, Guadalajara, Madrid -con sus Comunidades de Villa y Tierra de Alcalá de Henares, Buitrago, Madrid, El Real de Manzanares y Talamanca-, La Rioja, Santander, Segovia y Soria, así como las Comunidades de Villa y Tierra de Requena, actualmente de la provincia de Valencia y las de Curíel, Íscar, Olmedo y Peñafiel, de Valladolid.
En mi opinión, el resurgimiento de estas Comunidades, con la indispensable participación popular y su posterior integración, debería ser el procedimiento, largo pero histórica y culturalmente justificado, para el establecimiento de una Castilla autónoma. Y todo ello con el tratamiento específico que fuera necesario para la capital de España.
El Sr, Larroque, portavoz del grupo comunista, afirmaba que ese día se liquidaba «el viejo cliché de un Madrid que era igual a centralismo». Me permito puntualizar que ese tópico, en su caso, se referiría a Madrid como sede de gobierno y capital de España, pero es impensable creer que se hacía extensivo al resto de la provincia, donde no residía ningún órgano de poder.
En la siguiente intervención el Sr. Borreli, portavoz del grupo socialista, decía, entre otras cosas, que la autonomía de Madrid «había creado demasiadas expectativas, recelos y, en definitiva, mucha confusión en los administrados» destacando que lo peor que le puede suceder a un proceso político es que el pueblo no lo entienda. Puedo asegurar que, en lo que a mi respecta como madrileño, y por tanto miembro del pueblo castellano, se cumplen rigurosamente ambas afirmaciones.
Por último el Sr. Rodriguez, portavoz centrista, afirmaba que su partido quiere que la autonomía de Madrid «sea integradora con el resto de las autonomías y muy en particular con las limítrofes».
REPARTO
DESINTEGRADOR
Es seguro que muchos castellanos coincidimos en esa idea pero hay que poner de manifiesto que lo que estamos viendo es justo todo lo contrario; ¿o acaso es integrador el reparto que se está haciendo de las provincias castellanas? Permítanme los señores diputados que, en un arrebato de sinceridad, manifieste que me parece claramente integrador el constituir a tres provincias castellanas en otras tantas comunidades autónomas (Madrid, La Rioja y Santander) sin posibilidad de integración futura entre ellas y amalgamar otras en «Castilla-León» (Ávila, Burgos, Segovia y Soria) y en «Castilla-La Mancha» (Cuenca y Guadalajara), en clara contradicción, a mí entender, con lo establecido en la Constitución, por cuanto no cumplen la condición de poseer características históricas y culturales comunes. Recuérdese que éstas se contemplan en primer lugar en el texto constitucional.
Solamente me queda dejar una pregunta en el aire, aunque sea como la voz que clama en el desierto: ¿tan perfecta es la organización administrativa provincial actual que no ha sido necesario adecuar los limites ni de una sola provincia para estructurar el Estado Autonómico?.
Por último permítanme los señores diputados indicarles que el pendón de Castilla es rojo carmesí y no morado, como el que -supongo que por error- ondeaba el pasado día 25 de junio en el magnífico castillo de Manzanares el Real.
Y un dato curioso para todos: ¿no parece paradójico que los señores diputados que defendieron la moción comentada fueran un salmantino -Sr. Rodriguez Colorado-, un vasco -Sr. Larroque-, un catalán -Sr. Borrell-, y un leonés -Sr. Rodríguez-?
Eso si, el lugar de reunión es castellano.
ENRIQUE DIAZ SANZ
Informativo Castilla nº 14 octubre – noviembre 1981
Pactos autonómicos, democracia y conciencia del pueblo (Comunidad Castellana 1981)
Pactos autonómicos, democracia y conciencia del pueblo
Los dos partidos políticos dominantes, UCD y PSOE, han caído una vez más en el error de pretender solucionar, mediante un tratamiento oligárquico, ciertos problemas de la ordenación autonómica del Estado.
Los llamados pactos autonómicos son un ejemplo lamentable de arbitrismo, de falta de respeto a la legalidad constitucional y de suplantación del Parlamento y del pueblo por los grupos detentadores del poder.
Por lo que a Costilla es refiero, los aparatos de los partidos han decidido, por sí y entro sí, que la provincia de Segovia sea Incorporada, por una ley excepcional, el ente híbrido titulado de «Castilla y León». A pesar de que la Iniciativa autonómica castellano-leonesa fracasó estrepitosamente en esa provincia y no puede reproducirse hasta que transcurran cinco años, conforme a lo preceptuado en el Art. 143 de la Constitución.
Desde un elemental concepto de la moral democrática, nos preguntarnos: ¿Quiénes son esos señores para disponer a su arbitrio de la provincia de Segovia, sin contar con la voluntad del pueblo segoviano y, es más, contra la expresa opinión mayoritaria de sus representantes legítimos? ¿Qué clase de democracia es ésta?
Esforzándose por la recuperación de la verdadera Castilla -que es correlativa del reconocimiento también debido a la personalidad de la región leonesa- la provincia de Segovia ha ejercitado su derecho constitucional a la autonomía, para constituirse en comunidad autonómica uniprovincial como territorio castellano y base de partida para la reconstrucción de Castilla.
La comunidad regional no puede ser obra de manejos políticos, sólo Inspirados en la conquista o en el reparto del poder; sino que pertenece a la conciencia del pueblo, o sea de sus ciudadanos.
Respeten la conciencia popular. Aunque sea grande el poder de los aparatos oligárquicos, no todo les es posible. La rebeldía de Segovia es un ejemplo de dignidad y una apuesta por la libertad. También un testimonio de que, a pesar de algunos de sus ofícienlos, la democracia existe en nuestra España.
Informativo Castilla nº 14 octubre-noviembre 1981
Los dos partidos políticos dominantes, UCD y PSOE, han caído una vez más en el error de pretender solucionar, mediante un tratamiento oligárquico, ciertos problemas de la ordenación autonómica del Estado.
Los llamados pactos autonómicos son un ejemplo lamentable de arbitrismo, de falta de respeto a la legalidad constitucional y de suplantación del Parlamento y del pueblo por los grupos detentadores del poder.
Por lo que a Costilla es refiero, los aparatos de los partidos han decidido, por sí y entro sí, que la provincia de Segovia sea Incorporada, por una ley excepcional, el ente híbrido titulado de «Castilla y León». A pesar de que la Iniciativa autonómica castellano-leonesa fracasó estrepitosamente en esa provincia y no puede reproducirse hasta que transcurran cinco años, conforme a lo preceptuado en el Art. 143 de la Constitución.
Desde un elemental concepto de la moral democrática, nos preguntarnos: ¿Quiénes son esos señores para disponer a su arbitrio de la provincia de Segovia, sin contar con la voluntad del pueblo segoviano y, es más, contra la expresa opinión mayoritaria de sus representantes legítimos? ¿Qué clase de democracia es ésta?
Esforzándose por la recuperación de la verdadera Castilla -que es correlativa del reconocimiento también debido a la personalidad de la región leonesa- la provincia de Segovia ha ejercitado su derecho constitucional a la autonomía, para constituirse en comunidad autonómica uniprovincial como territorio castellano y base de partida para la reconstrucción de Castilla.
La comunidad regional no puede ser obra de manejos políticos, sólo Inspirados en la conquista o en el reparto del poder; sino que pertenece a la conciencia del pueblo, o sea de sus ciudadanos.
Respeten la conciencia popular. Aunque sea grande el poder de los aparatos oligárquicos, no todo les es posible. La rebeldía de Segovia es un ejemplo de dignidad y una apuesta por la libertad. También un testimonio de que, a pesar de algunos de sus ofícienlos, la democracia existe en nuestra España.
Informativo Castilla nº 14 octubre-noviembre 1981
jueves, marzo 25, 2010
Afirmación de Castilla (Comunidad Castellana 1982)
Afirmacion de Castilla
En la pretendida organización territorial autonómica del Estado español, la clase política ha cometido los más graves errores. El mimetismo y la prisa -fruto ésta en gran parte de las ambiciones políticas partidistas- son los grandes responsables de esos errores. Fallos de tal envergadura que han llegado a comprometer seriamente y poner en entredicho la propia estabilidad del sistema democrático.
La clase política, en efecto, ha actuado en esta materia con una ligereza, Imprevisión y falta de responsabilidad que producen asombro. Y cuando tratan de arreglar o componer el desaguisado, se acude a expedientes nerviosos, con tan alarmantes visos de no respetar como se debe el título VIII de la Constitución, que nos hace tornar por nuevas equivocaciones que perturben más la situación general y aumenten, desgraciadamente, el deterioro del prestigio público de las Instituciones democráticas.
Como hemos dicho en otras ocasiones, no es correcto que los dos partidos políticos dominantes pretendan resolver este grave problema de España -problema, el de las autonomías, en cuanto a su generalización precipitada, creado artificialmente por la falta de visión de la propia clase política-, mediante decisiones oligárquicas: los pactos autonómicos, concertados en un marco cerrado, con dudoso respeto a la legalidad constitucional, suplantando al Parlamento y al pueblo por los grupos detentadores del poder y provocando Imprudentemente la Irritación colectiva de catalanes y vascos.
Por lo que a Castilla se refiere es muy grave la responsabilidad de los autores de la división o regionalización del llamado Estado de las autonomías. Una operación centralista, efectuada de arriba a abajo, sin la menor consideración a una realidad histórica, cultural y popular, tan Importante como es Castilla, con todo lo que significa en el conjunto de España.
La oligarquía política ha suprimido a Castilla del mapa autonómico, partiéndola en dos trozos que ha agregado arbitrariamente a las regiones vecinas -los antiguos reinos de León y de Toledo-La Mancha-, creando por vía tecnocrática esos dos engendras de Castilla-León y Castilla-La Mancha.
Pero Castilla existe y tiene derecho a verse reconocida como una región y comunidad autónoma, con las demás de España. Es Imprescindible, por ello, la reconsideración de esos dos entes de Castilla-León y de Castilla-La Mancha, conglomerados artificiosos que, por su falta de autenticidad y respaldo popular, no han hecho más que provocar cuestiones y dificultades. (Ahí están los casos de Santander, Logroño, Segovia y Guadalajara, con su manifiesto rechazo de aquellos entes híbridos).
Es necesario reconocer institucionalmente que en España existe una región, una nacionalidad -como quieran- QUE SE LLAMA CASTILLA.
Informativo Castilla nº15 enero-febrero 1982
En la pretendida organización territorial autonómica del Estado español, la clase política ha cometido los más graves errores. El mimetismo y la prisa -fruto ésta en gran parte de las ambiciones políticas partidistas- son los grandes responsables de esos errores. Fallos de tal envergadura que han llegado a comprometer seriamente y poner en entredicho la propia estabilidad del sistema democrático.
La clase política, en efecto, ha actuado en esta materia con una ligereza, Imprevisión y falta de responsabilidad que producen asombro. Y cuando tratan de arreglar o componer el desaguisado, se acude a expedientes nerviosos, con tan alarmantes visos de no respetar como se debe el título VIII de la Constitución, que nos hace tornar por nuevas equivocaciones que perturben más la situación general y aumenten, desgraciadamente, el deterioro del prestigio público de las Instituciones democráticas.
Como hemos dicho en otras ocasiones, no es correcto que los dos partidos políticos dominantes pretendan resolver este grave problema de España -problema, el de las autonomías, en cuanto a su generalización precipitada, creado artificialmente por la falta de visión de la propia clase política-, mediante decisiones oligárquicas: los pactos autonómicos, concertados en un marco cerrado, con dudoso respeto a la legalidad constitucional, suplantando al Parlamento y al pueblo por los grupos detentadores del poder y provocando Imprudentemente la Irritación colectiva de catalanes y vascos.
Por lo que a Castilla se refiere es muy grave la responsabilidad de los autores de la división o regionalización del llamado Estado de las autonomías. Una operación centralista, efectuada de arriba a abajo, sin la menor consideración a una realidad histórica, cultural y popular, tan Importante como es Castilla, con todo lo que significa en el conjunto de España.
La oligarquía política ha suprimido a Castilla del mapa autonómico, partiéndola en dos trozos que ha agregado arbitrariamente a las regiones vecinas -los antiguos reinos de León y de Toledo-La Mancha-, creando por vía tecnocrática esos dos engendras de Castilla-León y Castilla-La Mancha.
Pero Castilla existe y tiene derecho a verse reconocida como una región y comunidad autónoma, con las demás de España. Es Imprescindible, por ello, la reconsideración de esos dos entes de Castilla-León y de Castilla-La Mancha, conglomerados artificiosos que, por su falta de autenticidad y respaldo popular, no han hecho más que provocar cuestiones y dificultades. (Ahí están los casos de Santander, Logroño, Segovia y Guadalajara, con su manifiesto rechazo de aquellos entes híbridos).
Es necesario reconocer institucionalmente que en España existe una región, una nacionalidad -como quieran- QUE SE LLAMA CASTILLA.
Informativo Castilla nº15 enero-febrero 1982
Sobre la autonomía provincial de Madrid (Comunidad Castellan 1981)
Sobre la autonomía de la provincia de Madrid
Documento aprobado en Consejo Rector de Comunidad Castellana
Comunidad Castellana, asociación cultural regionalista que ha seguido con preocupación el proceso seguido por la provincia de Madrid hacia su autonomía -tan al margen de la participación popular- se dirige una vez más a los ciudadanos de la provincia de Madrid, a los organismos y entidades locales y provinciales, para ofrecer los que considera puntos esenciales a recoger en el futuro Estatuto de Autonomía.
1.- Afirmamos que la autonomía es un bien, porque abre cauces a una mayor libertad y participación en el autogobierno de los pueblos de España y hacia una más profunda y verdadera democracia.
2.- El futuro Estatuto debe reconocer el carácter castellano de estas tierras de la provincia de Madrid y de la propia Villa.
3.- La afirmación de esta castellanía, no es un obstáculo para que tenga un Estatuto propio de Autonomía, dada su realidad socio-económica actual que le confiere una personalidad propia.
4.- El Estatuto, en todo caso, debe dejar una puerta abierta a la futura integración de Madrid con el resto de Castilla (Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Ávila, Guadalajara y Cuenca).
5.- Debe hacerse una carta especial o cualquier otro cuerpo legal que regule las funciones de la capitalidad del Estado que «está» en la Villa de Madrid y los del futuro ente autonómico.
6.- En este mismo orden de clarificación de funciones, esta Comunidad propone que la capitalidad de la provincia autónoma se sitúe fuera de la Villa de Madrid.
7.- Queremos manifestar, finalmente, nuestra preocupación por las tierras de la provincia, muy poco pobladas en algunas de sus partes. Para que toda la provincia esté debidamente representada en el gobierno autonómico, proponemos una división comarcal adecuada y alguna fórmula para que todas ellas tengan su representación en el gobierno autonómico.
Soto del Real, 12 de Diciembre de 1981.
Informativo Castilla nº 15 enero-febrero 1982
Documento aprobado en Consejo Rector de Comunidad Castellana
Comunidad Castellana, asociación cultural regionalista que ha seguido con preocupación el proceso seguido por la provincia de Madrid hacia su autonomía -tan al margen de la participación popular- se dirige una vez más a los ciudadanos de la provincia de Madrid, a los organismos y entidades locales y provinciales, para ofrecer los que considera puntos esenciales a recoger en el futuro Estatuto de Autonomía.
1.- Afirmamos que la autonomía es un bien, porque abre cauces a una mayor libertad y participación en el autogobierno de los pueblos de España y hacia una más profunda y verdadera democracia.
2.- El futuro Estatuto debe reconocer el carácter castellano de estas tierras de la provincia de Madrid y de la propia Villa.
3.- La afirmación de esta castellanía, no es un obstáculo para que tenga un Estatuto propio de Autonomía, dada su realidad socio-económica actual que le confiere una personalidad propia.
4.- El Estatuto, en todo caso, debe dejar una puerta abierta a la futura integración de Madrid con el resto de Castilla (Santander, Burgos, Logroño, Soria, Segovia, Ávila, Guadalajara y Cuenca).
5.- Debe hacerse una carta especial o cualquier otro cuerpo legal que regule las funciones de la capitalidad del Estado que «está» en la Villa de Madrid y los del futuro ente autonómico.
6.- En este mismo orden de clarificación de funciones, esta Comunidad propone que la capitalidad de la provincia autónoma se sitúe fuera de la Villa de Madrid.
7.- Queremos manifestar, finalmente, nuestra preocupación por las tierras de la provincia, muy poco pobladas en algunas de sus partes. Para que toda la provincia esté debidamente representada en el gobierno autonómico, proponemos una división comarcal adecuada y alguna fórmula para que todas ellas tengan su representación en el gobierno autonómico.
Soto del Real, 12 de Diciembre de 1981.
Informativo Castilla nº 15 enero-febrero 1982
miércoles, marzo 24, 2010
Hermandad castellana (T. Moral, Diario de Burgos 15-4-82)
Hermandad castellana
Hay fechas que tienen luz propia, por ejemplo el 26 m. en Burgos. Fue el día en que nuestros hermanos leoneses y segovianos vinieron a ponernos el «despertador». ¡Qué lección tan hermosa nos dieron a los que acudimos a escucharles este día al salón de la Caja de Ahorros del Círculo! ¡Cómo nos hizo vibrar don Manuel González Herrero con su fácil palabra, su elocuencia realzada por sus vastos conocimientos sobre la cultura castellana...!
Tuvieron que venir nuestros hermanos segovianos para intentar sacarnos de este letargo en que nos hallamos sumidos. Para decirnos que ellos esperan más de nosotros en la defensa de Burgos como Cabeza de Castilla, que se consideran hijos de Burgos y por tanto no pueden admitir más que a Burgos como Cabeza de Castilla.
¡ Qué pena, y qué alegría da, que sea otra provincia hermana la que tenga que dar la cara pos nosotros, que se haya rebelado como un solo hombre contra ese poder establecido que pretende mezclarnos, diluirnos, eliminarnos!. Pero ellos saben lo que quieren: pretenden seguir siendo Castilla cuya Cabeza sea Burgos y poseen unos líderes que se identifican con su pueblo. Si pudiéramos nosotros sentirnos protegidos de tal modo..., pero desgraciadamente, los nuestros están demostrando no tener el debido valor para oponerse a ese desaguisado, a esa monstruosidad de autonomía, que les han impuesto. De lo que puede deducirse fácilmente que la única solución viable seria un partido del pueblo, sin dependencia del centralismo que supone cualquier partido político, sea el que sea, obediente solamente a las consignas de su central y, por tanto, de los más poderosos.
Necesitamos un partido que piense en Castilla, que venga a servir a Castilla, no a servirse de ella para sus fines políticos y especulativos. Que se identifique con su pueblo, que interprete sus inquietudes y las haga realidades, que haga desaparecer el título que tan graciosamente nos han otorgado, el de Cenicienta de España que no haga menester la llegada de otras provincias hermanas a apuntalarnos la Cabeza, que haga revivir aquel sano regionalismo (no nacionalismo) existente antes del treinta y seis, que haga despertarnos de ese letargo de casi medio siglo, durante el cual se ha perdido casi todo nuestro folklore, nuestras costumbres, nuestra identidad y ante todo contribuya a formar nuestro espíritu castellano que tan difuminado se halla y que es lo único que puede salvarnos de apetencias occidentalistas (como decía el otro día don Manuel González Herrero) y evite que terminemos siendo lo que ya se comenta por doquier: Burgos provincia de Tordesillas.
En una reciente nota del PSOE se ha dicho que el compromiso autonómico figuró en los programas de los partidos políticos: incierto. Por lo tanto faltaba el consentimiento del pueblo. Otro de los puntos a que se alude es el que se refiere a los enfrentamientos producidos con «todas» las provincias limítrofes y se comienza enumerándolas: Valladolid. ¿Acaso somos nosotros los que hemos producido tal enfrentamiento? ¡Pero si continuamos soportando su dominio desde «in illo tempore» para ahora caer en un centralismo a ultranza!.
Se sigue con Álava: ¿No son ellos los que quieren apropiarse de lo que es Castilla desde diez siglos largos?.
Santander y Logroño: Lo único que se pretende es evitar la disgregación de estas provincias hermanas, que son células formadoras de Castilla, la cual queda mutilada sin éstas. No creo que a un padre se le pueda criticar por intentar unir o reconciliar a sus hijos.
Hay todavía un etcétera que no sé a quién puede referirse, pues Segovia nos ha dado una soberana lección de castellanismo manifestando su amor a Burgos y proclamándose hijos históricos de Burgos por boca de sus más dignos representantes (Modesto Fraile, Manuel González, etc.) como pudimos comprobar el «26-M» en el salón de la Caja del Círculo en el que manifestaron reiteradamente, que no aceptarían más que a Burgos por Cabeza de Castilla.
Como puede colegirse, lo único que se pretende es poner las cosas en su sitio de una vez y para siempre, ya que otros las han sacado de quicio; y que el primordial deseo es la unidad de España, pero no los amontonamientos, los híbridos, como muy bien decían en esa reunión, los parlamentarios de León: «juntos, pero no revueltos».
Lo que no llego a comprender es la posición de quienes tiran piedras a su tejado.
T. MORAL A.
(Diario de Burgos 15-4-82)
Informativo Castilla nº 16 mayo-junio 1982
Hay fechas que tienen luz propia, por ejemplo el 26 m. en Burgos. Fue el día en que nuestros hermanos leoneses y segovianos vinieron a ponernos el «despertador». ¡Qué lección tan hermosa nos dieron a los que acudimos a escucharles este día al salón de la Caja de Ahorros del Círculo! ¡Cómo nos hizo vibrar don Manuel González Herrero con su fácil palabra, su elocuencia realzada por sus vastos conocimientos sobre la cultura castellana...!
Tuvieron que venir nuestros hermanos segovianos para intentar sacarnos de este letargo en que nos hallamos sumidos. Para decirnos que ellos esperan más de nosotros en la defensa de Burgos como Cabeza de Castilla, que se consideran hijos de Burgos y por tanto no pueden admitir más que a Burgos como Cabeza de Castilla.
¡ Qué pena, y qué alegría da, que sea otra provincia hermana la que tenga que dar la cara pos nosotros, que se haya rebelado como un solo hombre contra ese poder establecido que pretende mezclarnos, diluirnos, eliminarnos!. Pero ellos saben lo que quieren: pretenden seguir siendo Castilla cuya Cabeza sea Burgos y poseen unos líderes que se identifican con su pueblo. Si pudiéramos nosotros sentirnos protegidos de tal modo..., pero desgraciadamente, los nuestros están demostrando no tener el debido valor para oponerse a ese desaguisado, a esa monstruosidad de autonomía, que les han impuesto. De lo que puede deducirse fácilmente que la única solución viable seria un partido del pueblo, sin dependencia del centralismo que supone cualquier partido político, sea el que sea, obediente solamente a las consignas de su central y, por tanto, de los más poderosos.
Necesitamos un partido que piense en Castilla, que venga a servir a Castilla, no a servirse de ella para sus fines políticos y especulativos. Que se identifique con su pueblo, que interprete sus inquietudes y las haga realidades, que haga desaparecer el título que tan graciosamente nos han otorgado, el de Cenicienta de España que no haga menester la llegada de otras provincias hermanas a apuntalarnos la Cabeza, que haga revivir aquel sano regionalismo (no nacionalismo) existente antes del treinta y seis, que haga despertarnos de ese letargo de casi medio siglo, durante el cual se ha perdido casi todo nuestro folklore, nuestras costumbres, nuestra identidad y ante todo contribuya a formar nuestro espíritu castellano que tan difuminado se halla y que es lo único que puede salvarnos de apetencias occidentalistas (como decía el otro día don Manuel González Herrero) y evite que terminemos siendo lo que ya se comenta por doquier: Burgos provincia de Tordesillas.
En una reciente nota del PSOE se ha dicho que el compromiso autonómico figuró en los programas de los partidos políticos: incierto. Por lo tanto faltaba el consentimiento del pueblo. Otro de los puntos a que se alude es el que se refiere a los enfrentamientos producidos con «todas» las provincias limítrofes y se comienza enumerándolas: Valladolid. ¿Acaso somos nosotros los que hemos producido tal enfrentamiento? ¡Pero si continuamos soportando su dominio desde «in illo tempore» para ahora caer en un centralismo a ultranza!.
Se sigue con Álava: ¿No son ellos los que quieren apropiarse de lo que es Castilla desde diez siglos largos?.
Santander y Logroño: Lo único que se pretende es evitar la disgregación de estas provincias hermanas, que son células formadoras de Castilla, la cual queda mutilada sin éstas. No creo que a un padre se le pueda criticar por intentar unir o reconciliar a sus hijos.
Hay todavía un etcétera que no sé a quién puede referirse, pues Segovia nos ha dado una soberana lección de castellanismo manifestando su amor a Burgos y proclamándose hijos históricos de Burgos por boca de sus más dignos representantes (Modesto Fraile, Manuel González, etc.) como pudimos comprobar el «26-M» en el salón de la Caja del Círculo en el que manifestaron reiteradamente, que no aceptarían más que a Burgos por Cabeza de Castilla.
Como puede colegirse, lo único que se pretende es poner las cosas en su sitio de una vez y para siempre, ya que otros las han sacado de quicio; y que el primordial deseo es la unidad de España, pero no los amontonamientos, los híbridos, como muy bien decían en esa reunión, los parlamentarios de León: «juntos, pero no revueltos».
Lo que no llego a comprender es la posición de quienes tiran piedras a su tejado.
T. MORAL A.
(Diario de Burgos 15-4-82)
Informativo Castilla nº 16 mayo-junio 1982
Puntualizaciones de Comunidad Castellana (1982)
Puntualizaciones de Comunidad Castellana al Sr. García Verdugo
Don José Manuel García Verdugo, presidente del Consejo General de Castilla y León, en escrito ampliamente difundido, se ha permitido Insultar a los que no somos partidarios de ese extraño conglomerado titulado de «Castilla-León», a quienes califica de «claros enemigos de la Constitución y la democracia y representantes de Intereses egoístas o insolidarios».
Como es público y notorio que Comunidad Castellana es una de esas corrientes de opinión a que es refiero el señor García Verdugo, estamos en la necesidad y el derecho de replicarle, y lo hacemos en los siguientes términos:
1. Ante la Impertinencia de las manifestaciones del señor García Verdugo, lamentamos su nerviosismo y echamos de menos la compostura y respeto debidos a las opiniones de los demás.
2. No se trata de dividir a leoneses y castellanos, sino todo lo contrario. Somos justamente leoneses y castellanos, conscientes de nuestra respectiva Identidad, los que reivindicamos el reconocimiento de León y Castilla como dos regiones distintas, aunque relacionadas fraternalmente entre sí y con las demás regiones que forman España, nuestra patria común.
Estimamos que la clase política se ha equivocado en este asunto, al conformar ese híbrido de «Castilla-León». La Constitución se orienta a la configuración autonómica del Estado español en base a las regiones históricas, y -sin ofender a nadie opinamos que León y Castilla son dos regiones históricas, cada una con su propia personalidad.
Es cierto que tienen un pasado histórico común: el mismo que uno a todas las otras regiones (Extremadura, Andalucía, Murcia, Canarias, etc.) que integran España desde hace muchos siglos. Pero a nadie se te ocurre, por ejemplo, Inventarse hoy la región «catalano-aragonesa».
Por otra parte, lo que llaman «Castilla-León» es un territorio desmesurado, a estos efectos, que va desde la frontera portuguesa hasta Zaragoza: demasiado extenso, heterogéneo y diverso, en todos los órdenes, para constituir una comunidad y disponer de una administración propia que pueda ser eficaz.
3. Respetamos la Constitución y la democracia, en cuyos valores hemos creído y creemos profundamente, ahora y antes. No pretenda, el señor García Verdugo, darnos lecciones en estas materias.
Recuerde que la Iniciativa de la comunidad autónoma de «Castilla-León» fracasó rotundamente en la provincia de Segovia, y que, por ello, y en virtud de lo preceptuado en la disposición transitoria 7.3 de la Constitución, se produjo constitucional y automáticamente la disolución del Consejo General de Castilla y León. Reconozca el señor García Verdugo que ese ente que preside carece de existencia y validez jurídicas.
Y, obviamente, no es constitucional ni democrática esa pretensión de meter a la provincia de Segovia, por al fuerza de una ley excepcional y sin consultar la opinión de los segovianos, en ese ente «castellano-leonés», cuando el artículo 143 de la Constitución determina que, en el caso de no prosperar la iniciativa autonómica, solamente, podrá reiterarse pasados cinco años.
4. Por último, Comunidad Castellana no representa intereses egoístas ni insolidarlos, no se beneficia en modo alguno del dinero público ni aspira a ninguna clase de granjería. Sencillamente, respetando otras posiciones, trabaja para que se reconsideren y rectifiquen los errores cometidos en este grave asunto, y se reconozcan la Identidad y el derecho del pueblo castellano.
Informativo Castilla nº 16 Mayo-junio 1982
Don José Manuel García Verdugo, presidente del Consejo General de Castilla y León, en escrito ampliamente difundido, se ha permitido Insultar a los que no somos partidarios de ese extraño conglomerado titulado de «Castilla-León», a quienes califica de «claros enemigos de la Constitución y la democracia y representantes de Intereses egoístas o insolidarios».
Como es público y notorio que Comunidad Castellana es una de esas corrientes de opinión a que es refiero el señor García Verdugo, estamos en la necesidad y el derecho de replicarle, y lo hacemos en los siguientes términos:
1. Ante la Impertinencia de las manifestaciones del señor García Verdugo, lamentamos su nerviosismo y echamos de menos la compostura y respeto debidos a las opiniones de los demás.
2. No se trata de dividir a leoneses y castellanos, sino todo lo contrario. Somos justamente leoneses y castellanos, conscientes de nuestra respectiva Identidad, los que reivindicamos el reconocimiento de León y Castilla como dos regiones distintas, aunque relacionadas fraternalmente entre sí y con las demás regiones que forman España, nuestra patria común.
Estimamos que la clase política se ha equivocado en este asunto, al conformar ese híbrido de «Castilla-León». La Constitución se orienta a la configuración autonómica del Estado español en base a las regiones históricas, y -sin ofender a nadie opinamos que León y Castilla son dos regiones históricas, cada una con su propia personalidad.
Es cierto que tienen un pasado histórico común: el mismo que uno a todas las otras regiones (Extremadura, Andalucía, Murcia, Canarias, etc.) que integran España desde hace muchos siglos. Pero a nadie se te ocurre, por ejemplo, Inventarse hoy la región «catalano-aragonesa».
Por otra parte, lo que llaman «Castilla-León» es un territorio desmesurado, a estos efectos, que va desde la frontera portuguesa hasta Zaragoza: demasiado extenso, heterogéneo y diverso, en todos los órdenes, para constituir una comunidad y disponer de una administración propia que pueda ser eficaz.
3. Respetamos la Constitución y la democracia, en cuyos valores hemos creído y creemos profundamente, ahora y antes. No pretenda, el señor García Verdugo, darnos lecciones en estas materias.
Recuerde que la Iniciativa de la comunidad autónoma de «Castilla-León» fracasó rotundamente en la provincia de Segovia, y que, por ello, y en virtud de lo preceptuado en la disposición transitoria 7.3 de la Constitución, se produjo constitucional y automáticamente la disolución del Consejo General de Castilla y León. Reconozca el señor García Verdugo que ese ente que preside carece de existencia y validez jurídicas.
Y, obviamente, no es constitucional ni democrática esa pretensión de meter a la provincia de Segovia, por al fuerza de una ley excepcional y sin consultar la opinión de los segovianos, en ese ente «castellano-leonés», cuando el artículo 143 de la Constitución determina que, en el caso de no prosperar la iniciativa autonómica, solamente, podrá reiterarse pasados cinco años.
4. Por último, Comunidad Castellana no representa intereses egoístas ni insolidarlos, no se beneficia en modo alguno del dinero público ni aspira a ninguna clase de granjería. Sencillamente, respetando otras posiciones, trabaja para que se reconsideren y rectifiquen los errores cometidos en este grave asunto, y se reconozcan la Identidad y el derecho del pueblo castellano.
Informativo Castilla nº 16 Mayo-junio 1982
martes, marzo 23, 2010
Con otro acento (Comunidad Castellana 1983)
Con otro acento
Hemos recibido en nuestra redacción fotocopia de un curioso texto publicado en el diario YA de Madrid que reproducimos íntegramente por estimarlo de interés para nuestros lectores:
«NO ES CUESTION DE NOMBRES», PERO POR ALGO SE EMPIEZA
Este verano hemos tenido que explicar a algunos conocidos no españoles las razones históricas de los nombres de las regiones autónomas. Nos hemos visto y deseado. Si en Asturias y Cantabria, decía, nos remontamos a las designaciones romanas, ¿por qué no llamamos Bética a Andalucía? ¿Tienen los arévacos, bastetanos, turdetanos, etc., o las islas Pitiusas, menos derecho a su onomástica que astures, cántabros y vascones? Les remitimos a la estructuración medieval de España; pero volviendo a preguntar: ¿Y por qué Asturias sigue siendo «principado» y Murcia y Valencia han perdido la calificación de «reinos»? ¿Cómo es posible que la Castilla autonómica no incluya los territorios donde se originó su mejor gloria, la lengua castellana? ¿Por qué se llama Rioja a una región, mientras la «Rioja alavesa», pertenece a otra «nacionalidad»? Nuestros cartesianos, kantianos, lockianos y espinozistas interlocutores necesitaron largas explicaciones para quedar medio convencidos. Aún así, les pareció absurda una Castilla sin gran parte de la cuna de su idioma; y que Castilla la Nueva perdiese tal calificativo y la sustituyese por la Mancha, la hermosa tierra de Don Quijote, pues recuerda el sofisma de tomarla parte por el todo. Alguien llamó al Madrid de antaño «poblachón manchego», pero a nadie se le había ocurrido, extender la Mancha hasta Sigüenza. Pero, sobre todo, se asombraron que en esta vuelta al medioevo se haya preferido para las provincias vascongadas el inadecuado neologismo de Sabino Arana «Euzkadi», existiendo en la lengua vasca un vocablo tan clásico como «Euskalerria». No se asombren de que algunos foráneos lo sepan: entre los más famosos vasquistas se cuentan algunos de nacionalidad alemana, francesa y aun rusa. Pese a nuestras explicaciones, se fueron convencidos de que en algunas cosas era verdad que España es diferente».
Informativo Castilla nº 18 enero-febrero 1983
Hemos recibido en nuestra redacción fotocopia de un curioso texto publicado en el diario YA de Madrid que reproducimos íntegramente por estimarlo de interés para nuestros lectores:
«NO ES CUESTION DE NOMBRES», PERO POR ALGO SE EMPIEZA
Este verano hemos tenido que explicar a algunos conocidos no españoles las razones históricas de los nombres de las regiones autónomas. Nos hemos visto y deseado. Si en Asturias y Cantabria, decía, nos remontamos a las designaciones romanas, ¿por qué no llamamos Bética a Andalucía? ¿Tienen los arévacos, bastetanos, turdetanos, etc., o las islas Pitiusas, menos derecho a su onomástica que astures, cántabros y vascones? Les remitimos a la estructuración medieval de España; pero volviendo a preguntar: ¿Y por qué Asturias sigue siendo «principado» y Murcia y Valencia han perdido la calificación de «reinos»? ¿Cómo es posible que la Castilla autonómica no incluya los territorios donde se originó su mejor gloria, la lengua castellana? ¿Por qué se llama Rioja a una región, mientras la «Rioja alavesa», pertenece a otra «nacionalidad»? Nuestros cartesianos, kantianos, lockianos y espinozistas interlocutores necesitaron largas explicaciones para quedar medio convencidos. Aún así, les pareció absurda una Castilla sin gran parte de la cuna de su idioma; y que Castilla la Nueva perdiese tal calificativo y la sustituyese por la Mancha, la hermosa tierra de Don Quijote, pues recuerda el sofisma de tomarla parte por el todo. Alguien llamó al Madrid de antaño «poblachón manchego», pero a nadie se le había ocurrido, extender la Mancha hasta Sigüenza. Pero, sobre todo, se asombraron que en esta vuelta al medioevo se haya preferido para las provincias vascongadas el inadecuado neologismo de Sabino Arana «Euzkadi», existiendo en la lengua vasca un vocablo tan clásico como «Euskalerria». No se asombren de que algunos foráneos lo sepan: entre los más famosos vasquistas se cuentan algunos de nacionalidad alemana, francesa y aun rusa. Pese a nuestras explicaciones, se fueron convencidos de que en algunas cosas era verdad que España es diferente».
Informativo Castilla nº 18 enero-febrero 1983
lunes, marzo 22, 2010
León y Castilla víctimas de la incomprensión del poder (Comunidad Castellana 1983)
LEON Y CASTILLA VICTIMAS DE LA INCOMPRENSIÓN DEL PODER
El presidente del Gobierno, don Felipe González, ha declarado recientemente en París que el Estado de las autonomías, es un proyecto histórico en el que se respeta la unidad nacional y se reconoce, a la vez, El DERECHO DE LOS PUEBLOS QUE INTEGRAN ESPAÑA A SU DIVERSIDAD.
Tiene razón el señor González, si atendemos a la concepción plasmada en la Constitución española; pero la ejecución de ese proyecto, por lo que se refiere concretamente a los pueblos de León y de Castilla, tal y como pretende electuario la clase política dominante, suscita una grave y preocupada reflexión.
¿Qué entiende el señor González por «los pueblos que integran España»? Ciertamente España es una comunidad de pueblos, o de regiones, con sus peculiaridades históricas y culturales, con sus tradiciones y manera de ser, con esa hermosa diversidad que enriquece y potencia el acervo de la Nación española, nuestra patria común.
Esos diversos pueblos de España -conviene que no lo olviden los dirigentes nacionales y ciertos periódicos de Madrid, como por ejemplo «El País» -no son solamente, como parecen creer algunos, el pueblo catalán o el vasco o el andaluz.
Uno de esos pueblos, es también, EL CASTELLANO, y otro, muy importante y significativo, EL LEONES.
León y Castilla, en efecto, existen como pueblos diferenciados, como dos regiones definidas -bien presentadas en sendos cuarteles del escudo nacional-; y así han sido siempre reconocidos, y lo hemos aprendido los españoles, generación tras generación, en los libros de geografía de España, hasta que en los últimos tiempos ciertos políticos han venido a confundirnos con este amasijo «castellano-leonés», arbitraria invención para hacernos comulgar con ruedas de molino.
Los pueblos de León y de Castilla tienen perfecto derecho a verse respetados como identidades diferenciadas; a la protección -como garantiza el preámbulo de 1 Constitución española- de sus culturas, tradiciones e instituciones peculiares, y a que se reconozca su derecho constitucional a integrarse en comunidades autónomas propias -la leonesa y la castellana- como los demás pueblos de España.
«El País» -acreditado portavoz de la cultura centralista, habitualmente desconocedora, por la obnubilación de su complejo de superioridad, de las realidades españolas que no están en Madrid -se han empecinado en no querer entender que León y Castilla existen y que son identidades regionales bien caracterizadas en el conjunto español. Para «El País» (editorial 1-2-83), las únicas regiones significativas y con identidad son las « nacionalidades históricas» -Cataluña, País Vasco y Galicia- y Andalucía. León y Castilla, naturalmente -para «El País»- no son nacionalidades históricas, y ni siquiera las admite como regiones. Reconoce que Castilla-León y Castilla-La Mancha son entes artificiales y arbitrarlos, obra de la clase política, pero -entiende «El País», de acuerdo lógicamente con el Poder- hay que darlos por buenos y pasar por ellos. El sentimiento de los pueblos no cuenta. Está bien que las provincias castellanas de Santander y Logroño se hayan convertido en Cantabria y Rioja, autónomas. No es válida, en cambio, la misma aspiración de Segovia. Y es que sólo es conveniente, racional y progresista lo que ordena la clase política. Lo demás, aunque se trate de resistencias populares, es cosa de la derecha conservadora, de los caciques, para alterar con fines electoralistasPero la verdad es que la Constitución no manda nada en este aspecto, ni impone ningún mapa autonómico, sino que se limita a consagrar el derecho que los pueblos de España tienen a acceder a su autonomía. Derecho que el Poder establecido nos niega a los leoneses y a los castellanos.
«El País» resuelve el problema que plantea la generalizada protesta del pueblo de León contra el ente híbrido de «Castilla-León» atribuyéndolo a una disputa entre dos familias de políticos leoneses. Y ese periódico «,, ha llegado a tener el valor de ignorar, de silenciar, de no informar absolutamente en sus páginas, de la gran manifestación celebrada en León, con asistencia de más de 20.000 personas, en un clamor popular extraordinario por la reivindicación de su identidad.
Frente a la incomprensión del Poder centralista, y a la imposición de la camisa de fuerza «castellano-leonesa», los pueblos de León y de Castilla -téngalo presente los que nos atropellan- no se resignarán.
Informativo Castilla nº 18 enero-febrero 1983
El presidente del Gobierno, don Felipe González, ha declarado recientemente en París que el Estado de las autonomías, es un proyecto histórico en el que se respeta la unidad nacional y se reconoce, a la vez, El DERECHO DE LOS PUEBLOS QUE INTEGRAN ESPAÑA A SU DIVERSIDAD.
Tiene razón el señor González, si atendemos a la concepción plasmada en la Constitución española; pero la ejecución de ese proyecto, por lo que se refiere concretamente a los pueblos de León y de Castilla, tal y como pretende electuario la clase política dominante, suscita una grave y preocupada reflexión.
¿Qué entiende el señor González por «los pueblos que integran España»? Ciertamente España es una comunidad de pueblos, o de regiones, con sus peculiaridades históricas y culturales, con sus tradiciones y manera de ser, con esa hermosa diversidad que enriquece y potencia el acervo de la Nación española, nuestra patria común.
Esos diversos pueblos de España -conviene que no lo olviden los dirigentes nacionales y ciertos periódicos de Madrid, como por ejemplo «El País» -no son solamente, como parecen creer algunos, el pueblo catalán o el vasco o el andaluz.
Uno de esos pueblos, es también, EL CASTELLANO, y otro, muy importante y significativo, EL LEONES.
León y Castilla, en efecto, existen como pueblos diferenciados, como dos regiones definidas -bien presentadas en sendos cuarteles del escudo nacional-; y así han sido siempre reconocidos, y lo hemos aprendido los españoles, generación tras generación, en los libros de geografía de España, hasta que en los últimos tiempos ciertos políticos han venido a confundirnos con este amasijo «castellano-leonés», arbitraria invención para hacernos comulgar con ruedas de molino.
Los pueblos de León y de Castilla tienen perfecto derecho a verse respetados como identidades diferenciadas; a la protección -como garantiza el preámbulo de 1 Constitución española- de sus culturas, tradiciones e instituciones peculiares, y a que se reconozca su derecho constitucional a integrarse en comunidades autónomas propias -la leonesa y la castellana- como los demás pueblos de España.
«El País» -acreditado portavoz de la cultura centralista, habitualmente desconocedora, por la obnubilación de su complejo de superioridad, de las realidades españolas que no están en Madrid -se han empecinado en no querer entender que León y Castilla existen y que son identidades regionales bien caracterizadas en el conjunto español. Para «El País» (editorial 1-2-83), las únicas regiones significativas y con identidad son las « nacionalidades históricas» -Cataluña, País Vasco y Galicia- y Andalucía. León y Castilla, naturalmente -para «El País»- no son nacionalidades históricas, y ni siquiera las admite como regiones. Reconoce que Castilla-León y Castilla-La Mancha son entes artificiales y arbitrarlos, obra de la clase política, pero -entiende «El País», de acuerdo lógicamente con el Poder- hay que darlos por buenos y pasar por ellos. El sentimiento de los pueblos no cuenta. Está bien que las provincias castellanas de Santander y Logroño se hayan convertido en Cantabria y Rioja, autónomas. No es válida, en cambio, la misma aspiración de Segovia. Y es que sólo es conveniente, racional y progresista lo que ordena la clase política. Lo demás, aunque se trate de resistencias populares, es cosa de la derecha conservadora, de los caciques, para alterar con fines electoralistas
«El País» resuelve el problema que plantea la generalizada protesta del pueblo de León contra el ente híbrido de «Castilla-León» atribuyéndolo a una disputa entre dos familias de políticos leoneses. Y ese periódico «
Frente a la incomprensión del Poder centralista, y a la imposición de la camisa de fuerza «castellano-leonesa», los pueblos de León y de Castilla -téngalo presente los que nos atropellan- no se resignarán.
Informativo Castilla nº 18 enero-febrero 1983
miércoles, marzo 17, 2010
La castellanía de Madrid en la prensa (Comunidad Castellana 1983)
La castellanía de Madrid en la Prensa
Este año las fiestas de San Isidro, patrón de la villa de Madrid, humilde labrador de su época nacido en el 1081, dos años antes de que las tropas de Alfonso VI (I de Castilla) y las concejales de Segovia incorporasen la villa de Madrid a Castilla, la prensa editada en Madrid nos trae una buena nueva: ¡Por fin se habla de Madrid castellano! ¿Estaremos en los umbrales de un resurgimiento de la cultura castellana, tantos años silenciada, sobre todo en Madrid, como víctima más cercana del centralismo?
Los castellanos, y singularmente los madrileños, estamos hartos de censuras. Aún nos parece increíble que la prensa editada en Madrid se ocupe tanto de todo el ámbito español y tan poco de lo suyo, de su propia personalidad castellana. ¿Por qué no se habla casi nunca de Castilla en la prensa de Madrid? Esperamos que alguien nos conteste.
Pero, para que todo no sean lamentaciones, he aquí que llega el primer día de elecciones para la Comunidad Autónoma de Madrid y se produce un punto de inflexión -esperamos que lo sea- en la línea informativa de la prensa de Madrid, según puede desprenderse de las siguientes noticias:
-HOJA DEL LUNES (4-483): aparece una sección, «Voz a Castilla», con la pretensión de «sacar de su ostracismo la personalidad histórica, cultural, popular, etc. de Castilla y de todo lo castellano».
-YA (8-5-83): El destacado cronista Pedro Calvo Hernando escribe en su sección: «El balcón de la semana» sobre la desmembración de Castilla», cuyo texto reproducimos parcialmente por su interés para la causa castellana: «Hay casos muy especiales, como el de la Comunidad Autónoma de Madrid, que se constriñe al territorio de la antigua provincia del mismo nombre. A Madrid no lo quisieron ni en ni en Castilla-La Mancha ni en Castilla-León, las regiones limítrofes, no hubo más remedio que optar por la comunidad autónoma uniprovincial. Es posible que tengan razón quienes afirman que en el centro de la península se ha cometido una atrocidad con la desmembración de Castilla, la mixtificación del reino de León con unas cuantas provincias castellanas, la ficción castellano-manchega o la singularización Madrid, Cantabria y La Rioja.
Es posible que un día se dé satisfacción a los exigentes que piden una «Castilla entera vieja ni nueva», formando además otras comunidades que correspondan al antiguo Reino de León y al reino de Toledo (en el que incluyen las provincias de Toledo, Ciudad Real y Albacete). En esa Castilla «entera» incluyen a Madrid, Cuenca, Guadalajara, Ávila, Segovia, Soria, Burgos, Logroño y Santander. Les remito a la organización cultural Comunidad Castellana, que lleva años dando la batalla en ese sentido.
-DIARIO 16 (9-5-83): se publica una fotografía de un grupo de madrileños bailando una jota castellana en la plaza Mayor, al son de la dulzaina y el tamboril, bajo una pancarta rodeada de pendones de Castilla, en la que se lee VIVA MADRID CASTELLANO.
-EL PAIS (9-5-83): se hace una breve reseña a los pendones de Castilla que ondearon en la plaza Mayor durante el pregón de las fiestas isidriles, así como de las consignas coreadas, referidas a Madrid castellano».
-INFORMAC!ONES (9- 5-83): se publica una fotografía de una pancarta que se mostró y aplaudió en la plaza Mayor, en el pregón de las fiestas de San Isidro, con la leyenda VIVA MADRID CASTELLANO, acompañada de pendones de Castilla desplegados; se inserta en una crónica sobre la Comunidad Autónoma de Madrid.
-CISNEROS, editado por la antigua Diputación Provincial de Madrid, (1ª semana, mayo-83): se publica el resultado de un concurso de ideas para la bandera y el escudo de la Comunidad Autónoma de Madrid. La inmensa mayoría de las iniciativas-proponen para la bandera campo de gules (rojo) y prácticamente la totalidad incorpora el castillo almenado de tres torres del pendón de Castilla, bien en la bandera o en el escudo.
-PROGRAMA DE FIESTAS DE SAN ISIDRO, editado por el Ayuntamiento de Madrid (Mayo-83): en su presentación escribe el Teniente de Alcalde y Concejal de Cultura afirmando, entre otras cosas. «Pero Madrid es una ciudad castellana con raíces muy profundas que vienen de antaño. Destacó ya como ciudad combativa y comunera... »
Esperamos que, tal y como decíamos al principio, la prensa de Madrid se haga eco también -especialmente, diríamos nosotros- de lo castellano.
Y para terminar diremos que esa pancarta, cuya fotografía han publicado los dos diarios citados fue coreada y aplaudida por muchísimas personas y mostraba por el otro lado CASTILLA ES SOLO CASTILLA. Lo decimos porque este otro lado, aunque también fue fotografiado, no ha sido publicado -¿será la censura de nuevo?- y queremos dejar bien claro que el pueblo de Castilla es simplemente castellano y no. Tomen nota de esta puntualización quienes, por fin, se decidan a informar de lo que acontezca en Castilla, cuyo no acontezca en Castilla, cuyo nombre no necesita adjetivaciones de ningún tipo, ni la vieja o la nueva de antes, ni tampoco la «leonesa> 0 «manchega,, de ahora.
Informativo Castilla nº 19 abril-mayo 1983
Este año las fiestas de San Isidro, patrón de la villa de Madrid, humilde labrador de su época nacido en el 1081, dos años antes de que las tropas de Alfonso VI (I de Castilla) y las concejales de Segovia incorporasen la villa de Madrid a Castilla, la prensa editada en Madrid nos trae una buena nueva: ¡Por fin se habla de Madrid castellano! ¿Estaremos en los umbrales de un resurgimiento de la cultura castellana, tantos años silenciada, sobre todo en Madrid, como víctima más cercana del centralismo?
Los castellanos, y singularmente los madrileños, estamos hartos de censuras. Aún nos parece increíble que la prensa editada en Madrid se ocupe tanto de todo el ámbito español y tan poco de lo suyo, de su propia personalidad castellana. ¿Por qué no se habla casi nunca de Castilla en la prensa de Madrid? Esperamos que alguien nos conteste.
Pero, para que todo no sean lamentaciones, he aquí que llega el primer día de elecciones para la Comunidad Autónoma de Madrid y se produce un punto de inflexión -esperamos que lo sea- en la línea informativa de la prensa de Madrid, según puede desprenderse de las siguientes noticias:
-HOJA DEL LUNES (4-483): aparece una sección, «Voz a Castilla», con la pretensión de «sacar de su ostracismo la personalidad histórica, cultural, popular, etc. de Castilla y de todo lo castellano».
-YA (8-5-83): El destacado cronista Pedro Calvo Hernando escribe en su sección: «El balcón de la semana» sobre la desmembración de Castilla», cuyo texto reproducimos parcialmente por su interés para la causa castellana: «Hay casos muy especiales, como el de la Comunidad Autónoma de Madrid, que se constriñe al territorio de la antigua provincia del mismo nombre. A Madrid no lo quisieron ni en ni en Castilla-La Mancha ni en Castilla-León, las regiones limítrofes, no hubo más remedio que optar por la comunidad autónoma uniprovincial. Es posible que tengan razón quienes afirman que en el centro de la península se ha cometido una atrocidad con la desmembración de Castilla, la mixtificación del reino de León con unas cuantas provincias castellanas, la ficción castellano-manchega o la singularización Madrid, Cantabria y La Rioja.
Es posible que un día se dé satisfacción a los exigentes que piden una «Castilla entera vieja ni nueva», formando además otras comunidades que correspondan al antiguo Reino de León y al reino de Toledo (en el que incluyen las provincias de Toledo, Ciudad Real y Albacete). En esa Castilla «entera» incluyen a Madrid, Cuenca, Guadalajara, Ávila, Segovia, Soria, Burgos, Logroño y Santander. Les remito a la organización cultural Comunidad Castellana, que lleva años dando la batalla en ese sentido.
-DIARIO 16 (9-5-83): se publica una fotografía de un grupo de madrileños bailando una jota castellana en la plaza Mayor, al son de la dulzaina y el tamboril, bajo una pancarta rodeada de pendones de Castilla, en la que se lee VIVA MADRID CASTELLANO.
-EL PAIS (9-5-83): se hace una breve reseña a los pendones de Castilla que ondearon en la plaza Mayor durante el pregón de las fiestas isidriles, así como de las consignas coreadas, referidas a Madrid castellano».
-INFORMAC!ONES (9- 5-83): se publica una fotografía de una pancarta que se mostró y aplaudió en la plaza Mayor, en el pregón de las fiestas de San Isidro, con la leyenda VIVA MADRID CASTELLANO, acompañada de pendones de Castilla desplegados; se inserta en una crónica sobre la Comunidad Autónoma de Madrid.
-CISNEROS, editado por la antigua Diputación Provincial de Madrid, (1ª semana, mayo-83): se publica el resultado de un concurso de ideas para la bandera y el escudo de la Comunidad Autónoma de Madrid. La inmensa mayoría de las iniciativas-proponen para la bandera campo de gules (rojo) y prácticamente la totalidad incorpora el castillo almenado de tres torres del pendón de Castilla, bien en la bandera o en el escudo.
-PROGRAMA DE FIESTAS DE SAN ISIDRO, editado por el Ayuntamiento de Madrid (Mayo-83): en su presentación escribe el Teniente de Alcalde y Concejal de Cultura afirmando, entre otras cosas. «Pero Madrid es una ciudad castellana con raíces muy profundas que vienen de antaño. Destacó ya como ciudad combativa y comunera... »
Esperamos que, tal y como decíamos al principio, la prensa de Madrid se haga eco también -especialmente, diríamos nosotros- de lo castellano.
Y para terminar diremos que esa pancarta, cuya fotografía han publicado los dos diarios citados fue coreada y aplaudida por muchísimas personas y mostraba por el otro lado CASTILLA ES SOLO CASTILLA. Lo decimos porque este otro lado, aunque también fue fotografiado, no ha sido publicado -¿será la censura de nuevo?- y queremos dejar bien claro que el pueblo de Castilla es simplemente castellano y no
Informativo Castilla nº 19 abril-mayo 1983
martes, marzo 16, 2010
Somos castellanos (Comunidad Castellana 1983)
SOMOS CASTELLANOS
El llamado Estatuto de autonomía de «Castilla y León» aprobado por ley orgánica de 25 de febrero último, representa la culminación del empecinamiento de la clase política en sacar adelante e imponerse, hoy a los leoneses y a los castellanos ese híbrido engendro de «Castilla-León».
Dice el preámbulo del Estatuto que los antiguos reinos de Castilla y León -enunciados por este orden, que no es otro que el de la falsa concepción imperial de Castilla, tan grata al jonsismo y falangismo vallisoletano- «han mantenido a lo largo de los siglos una identidad histórica y cultura¡ claramente definida dentro de la plural unidad de España», y que «el pueblo castellano-leonés» (?) ha expresado su voluntad política de organizarse en comunidad autónomo, reanundando así aquella Identidad».
Al propio tiempo, en el articulado del Estatuto, a los ciudadanos que habitamos en las provincias leonesas y castellanas sometidas al ente nos adjudican la condición política de castellano-leoneses; es decir que los unos -nuestros queridos amigos del reino de León- han dejado de ser leoneses, y nosotros quedamos privados de nuestro carácter de castellanos. Ahora, todos revueltos y confundidos, no somos ni una cosa ni otra; es decir, no somos nada que tenga verdadera sustancia. Porque -no lo olviden los manipuladores- a nivel de Identidad y de conciencia de pueblo se es leonés o castellano pero es metafísicamente imposible ser «castellano-leonés»..
Una vez más protestamos contra este extraño artificio de «Castilla-León», y frente a los manejos de las oligarquías responsables de esta invención, inspirada exclusivamente en intereses políticos de facción, sin relación alguna con el sentimiento popular, y que pretende disolver dos identidades regionales diferenciadas y que tienen derecho a ser respetadas, la leonesa y la castellana, denunciamos esta agresión contra nuestros dos pueblos.
Es falso todo eso de la región mixta de Castilla y León, y por ello, como todo lo que no es auténtico, el engendro -nacido ante la completa indiferencia de los pueblos afectados- no es viable y está condenado a fracasar. Sólo aquello que tiene de verdad sus raíces en la conciencia del pueblo puede vivir y florecer.
El pueblo leonés y el castellano siguen estando ahí, diga lo que quiera la oligarquía política. No nos han pedido opinión; nos han impuesto la organización que, a ellos, a los que mandan, pendientes de conseguir y disfrutar el poder, los ha convenido; pero no podrán anular o liquidar la realidad de esos dos pueblos.
Somos castellanos; apreciamos fraternalmente a los leoneses, y ni ellos ni nosotros podemos ser «castellanoleoneses». Por ello rechazamos terminantemente el pernicioso conglomerado regional que nos han Impuesto y declaramos nuestra Inquebrantable decisión de seguir trabajando por la verdadera identidad y autonomía de Castilla.
Castilla nº 19 Abril mayo 1983
El llamado Estatuto de autonomía de «Castilla y León» aprobado por ley orgánica de 25 de febrero último, representa la culminación del empecinamiento de la clase política en sacar adelante e imponerse, hoy a los leoneses y a los castellanos ese híbrido engendro de «Castilla-León».
Dice el preámbulo del Estatuto que los antiguos reinos de Castilla y León -enunciados por este orden, que no es otro que el de la falsa concepción imperial de Castilla, tan grata al jonsismo y falangismo vallisoletano- «han mantenido a lo largo de los siglos una identidad histórica y cultura¡ claramente definida dentro de la plural unidad de España», y que «el pueblo castellano-leonés» (?) ha expresado su voluntad política de organizarse en comunidad autónomo, reanundando así aquella Identidad».
Al propio tiempo, en el articulado del Estatuto, a los ciudadanos que habitamos en las provincias leonesas y castellanas sometidas al ente nos adjudican la condición política de castellano-leoneses; es decir que los unos -nuestros queridos amigos del reino de León- han dejado de ser leoneses, y nosotros quedamos privados de nuestro carácter de castellanos. Ahora, todos revueltos y confundidos, no somos ni una cosa ni otra; es decir, no somos nada que tenga verdadera sustancia. Porque -no lo olviden los manipuladores- a nivel de Identidad y de conciencia de pueblo se es leonés o castellano pero es metafísicamente imposible ser «castellano-leonés»..
Una vez más protestamos contra este extraño artificio de «Castilla-León», y frente a los manejos de las oligarquías responsables de esta invención, inspirada exclusivamente en intereses políticos de facción, sin relación alguna con el sentimiento popular, y que pretende disolver dos identidades regionales diferenciadas y que tienen derecho a ser respetadas, la leonesa y la castellana, denunciamos esta agresión contra nuestros dos pueblos.
Es falso todo eso de la región mixta de Castilla y León, y por ello, como todo lo que no es auténtico, el engendro -nacido ante la completa indiferencia de los pueblos afectados- no es viable y está condenado a fracasar. Sólo aquello que tiene de verdad sus raíces en la conciencia del pueblo puede vivir y florecer.
El pueblo leonés y el castellano siguen estando ahí, diga lo que quiera la oligarquía política. No nos han pedido opinión; nos han impuesto la organización que, a ellos, a los que mandan, pendientes de conseguir y disfrutar el poder, los ha convenido; pero no podrán anular o liquidar la realidad de esos dos pueblos.
Somos castellanos; apreciamos fraternalmente a los leoneses, y ni ellos ni nosotros podemos ser «castellanoleoneses». Por ello rechazamos terminantemente el pernicioso conglomerado regional que nos han Impuesto y declaramos nuestra Inquebrantable decisión de seguir trabajando por la verdadera identidad y autonomía de Castilla.
Castilla nº 19 Abril mayo 1983
viernes, marzo 12, 2010
El fracaso de la LOAPA (Comunidad Castellana 1983)
EL FRACASO DE LA LOAPA
La sentencia dictado por el Tribunal Constitucional en el recurso de inconstitucionalidad Interpuesto contra la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), por cuya resolución se anulan 14 de sus 38 artículos, como Incompatibles con el ordenamiento constitucional, y se niega a esa ley la condición de «orgánica» y «armonizadora», constituye un hecho de extraordinaria significación y trascendencia. Tanto en relación con el Tribunal mismo, como respecto el Gobierno y a los «expertos» y políticos -de la UCD (singularmente el señor Martín Villa) y del PSOE- responsables de la política autonómica, de una pretendida RECONDUCCION del proceso autonómico y de la manipulación -desde la perspectiva centralista que los es propia- del llamado Estado de las autonomías.
En primer lugar, la sentencia atestigua, felizmente para la democracia española, la ejemplar Independencia del Tribunal Constitucional y su voluntad de cumplir, por encima de los Intereses partidarios y de las conveniencia* de los gobernantes, su papel de Institución clavo del Estado democrático que garantiza la legalidad y el respeto a los derechos y libertades que la Constitución asegura a los ciudadanos españoles, por encima de los errores, excesos o manejos de los detentadores del Poder.
La sentencia, en la otra perspectiva, pone al descubierto y desautoriza la proclividad de cierta clase política a «interpretar» la Constitución conforme a su particular criterio y conveniencia de cada coyuntura, ya que en definitiva la LOAPA, buscándole los vueltas al texto constitucional y mediante el expediente de las nuevas lecturas, aspiraba de hecho a una reforma solapada del título VIII de la Constitución por vías encubiertas, transitables por la «listeza» de algunos políticos versátiles y el socaire del celestineo jurídico proporcionado por acomodados Informes de los «expertos», cuya ciencia y sentido del derecho han quedado ahora más que en entredicho. De entre esos expertos, el actual ministro de Administración Territorio], señor De la Quadra, uno de los fautores técnicos de la LOAPA, no ha sabido encajar deportivamente el fiasco jurídico y, ante la adversa sentencia del Tribunal Constitucional -único intérprete, institucionalmente legitimado o Inapelable, de la Constitución- ha adoptado una posición pública poco recomendable.
La sentencia viene a descalificar los pactos autonómicos suscritos por la UCD y el PSOE, el 31 de julio de 1981, y que en buena porte Infringen las normas constitucionales. Pactos autonómicos que son la fuente de la LOAPA y de otras manipulaciones del proceso autonómico, como la Increíble eliminación de Castilla del mapa autonómico de España, la desmembración de las tierra de Cantabria y Ríoja, la imposición de los extraños conglomerados de Castilla-La Mancha y Castilla-León -regiones artificiales, inventadas, falsas y condenados al fracaso-, y ese Inconcebible ley orgánica -claramente Inconstitucional- por la que es Incorpora la provincia de Segovia al ente castellano-leonés, adjudicándolo forzosamente una «autonomía por la fuerza».
Así los autores y responsables de la LOAPA han negado a Castillo su Identidad regional y el derecho a la autonomía que, como región española, lo pertenece y lo debe ser reconocido, en virtud de lo que se dispone en el artículo 2º de la Constitución.
Castilla nº 20Agosto septiembre 1983
La sentencia dictado por el Tribunal Constitucional en el recurso de inconstitucionalidad Interpuesto contra la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA), por cuya resolución se anulan 14 de sus 38 artículos, como Incompatibles con el ordenamiento constitucional, y se niega a esa ley la condición de «orgánica» y «armonizadora», constituye un hecho de extraordinaria significación y trascendencia. Tanto en relación con el Tribunal mismo, como respecto el Gobierno y a los «expertos» y políticos -de la UCD (singularmente el señor Martín Villa) y del PSOE- responsables de la política autonómica, de una pretendida RECONDUCCION del proceso autonómico y de la manipulación -desde la perspectiva centralista que los es propia- del llamado Estado de las autonomías.
En primer lugar, la sentencia atestigua, felizmente para la democracia española, la ejemplar Independencia del Tribunal Constitucional y su voluntad de cumplir, por encima de los Intereses partidarios y de las conveniencia* de los gobernantes, su papel de Institución clavo del Estado democrático que garantiza la legalidad y el respeto a los derechos y libertades que la Constitución asegura a los ciudadanos españoles, por encima de los errores, excesos o manejos de los detentadores del Poder.
La sentencia, en la otra perspectiva, pone al descubierto y desautoriza la proclividad de cierta clase política a «interpretar» la Constitución conforme a su particular criterio y conveniencia de cada coyuntura, ya que en definitiva la LOAPA, buscándole los vueltas al texto constitucional y mediante el expediente de las nuevas lecturas, aspiraba de hecho a una reforma solapada del título VIII de la Constitución por vías encubiertas, transitables por la «listeza» de algunos políticos versátiles y el socaire del celestineo jurídico proporcionado por acomodados Informes de los «expertos», cuya ciencia y sentido del derecho han quedado ahora más que en entredicho. De entre esos expertos, el actual ministro de Administración Territorio], señor De la Quadra, uno de los fautores técnicos de la LOAPA, no ha sabido encajar deportivamente el fiasco jurídico y, ante la adversa sentencia del Tribunal Constitucional -único intérprete, institucionalmente legitimado o Inapelable, de la Constitución- ha adoptado una posición pública poco recomendable.
La sentencia viene a descalificar los pactos autonómicos suscritos por la UCD y el PSOE, el 31 de julio de 1981, y que en buena porte Infringen las normas constitucionales. Pactos autonómicos que son la fuente de la LOAPA y de otras manipulaciones del proceso autonómico, como la Increíble eliminación de Castilla del mapa autonómico de España, la desmembración de las tierra de Cantabria y Ríoja, la imposición de los extraños conglomerados de Castilla-La Mancha y Castilla-León -regiones artificiales, inventadas, falsas y condenados al fracaso-, y ese Inconcebible ley orgánica -claramente Inconstitucional- por la que es Incorpora la provincia de Segovia al ente castellano-leonés, adjudicándolo forzosamente una «autonomía por la fuerza».
Así los autores y responsables de la LOAPA han negado a Castillo su Identidad regional y el derecho a la autonomía que, como región española, lo pertenece y lo debe ser reconocido, en virtud de lo que se dispone en el artículo 2º de la Constitución.
Castilla nº 20Agosto septiembre 1983
jueves, marzo 11, 2010
Carta de Comunidad Castellana a los ayuntamientos de la provincia de Guadalajara (1980)
Carta de Comunidad Castellana a los ayuntamientos de la provincia de Guadalajara
Señor Alcalde, señores Concejales, estimados amigos:
Por parte de algunas formaciones políticas, los Ayuntamientos de la Provincia de Guadalajara se verán solicitados para que adopten acuerdos en el sentido de adherirse a la llamada autonomía de «Castilla-La Mancha.
Desde su posición independiente, regionalista y guadalajareña, Comunidad Castellana desea dirigir, una vez más, a nuestros Ayuntamientos una palabra que, con el máximo respeto a los municipios de la provincia y a su libertad de criterio, pueda contribuir a iluminar y clarificar el tema, evitar cualquier posible confusión y un perjuicio muy grave para nuestra tierra.
A nuestro juicio “Castilla - La Mancha” es una invención falsa, carente de autenticidad: Es falsa esa supuesta región en la que se mezclan y confunden dos pueblos, el manchego y el castellano, negando a cada uno de ellos su propia identidad. Es falso el procedimiento utilizado para configurarla; simple decisión de la clase política, sin consulta popular. Y es falsa la autonomía ofrecida, que se reduce a organizar una nueva división territorial, juntando por decreto las provincias manchegas y algunas provincias castellanas para dar lugar a otro organismo artificial, más grande que la provincia, con más autoridades, burócratas, puestos, sueldos, gastos, etc., y en el que el viejo centralismo de Madrid se verá simplemente sustituido por otros centralismos que pasarían a administrar nuestros asuntos, los asuntos de la provincia de Guadalajara.
Basta leer la prensa para darse cuenta de lo artificioso del intento. No se trata de favorecer el despertar de la conciencia regional de La Mancha y de Castilla, dos pueblos a los que se les ha escamoteado el derecho a constituir cada uno su propia entidad regional. Se trata tan sólo de organizar un territorio, al exclusivo servicio de intereses económicos y políticos, aunque no haya razón histórica ni social ni en realidad tampoco económica que lo justifique; y se trata de dividir a Castilla, troceándola.
En lo que a Guadalajara particularmente se refiere, se la trata de separar de lo que durante siempre ha sido su entorno natural. En efecto; muy grande ha sido y es la relación de Guadalajara y sus gentes con Segovia (provincia con los que, queramos o no, hemos de afrontar juntos muy serios problemas), Soria y Madrid. Y se le trata de negar su castellanía, cuando ésta no sólo es innegable, sino que está presente en todos y cada uno de los pueblos de la provincia.
Especialmente es grave para nuestra provincia la separación de Madrid, provincia con la que tantos lazos económicos y sociales nos unen. Se nos argumenta que no disfrutaremos más que de ventajas con esa separación. Pues bien, Comunidad Castellana cree lo contrario; y ello a pesar de que entienda que Madrid capital debe tener un tratamiento específico. Y lo cree porque más desventajas de las que ya tenemos no podemos tener (trasvase, nucleares desertización, etc) y esas desventajas no se van a remediar por la sencilla razón de que es imposible en la práctica que, por ejemplo, se desmantelen las centrales nucleares o se prohíba a los madrileños edificar chales en nuestros pueblos, pueblos que, por otra parte, en muchos casos son los suyos, pues en gran número los madrileños que según nos dicen “inundan” nuestra provincia no son más que guadalajareños emigrados, tristemente emigrados.
Y es muy grave que nuestros hijos tengan que ir a estudiara una Universidad lejana cuando tenemos una a veinte minutos de la capital, y es muy grave que los recursos de nuestros pleitos hayan de ir a ventilarse a Albacete, cuando se han ventilado desde siempre en Madrid y no hay antecedente histórico alguno en sentido contrario, a más del aumento considerable en los costos que ello traerá consigo.
Y lo mismo cabe decir de los problemas sanitarios, de aprovechamiento forestales y política agraria en general, siendo un mero subterfugio la afirmación que hacen algunos partidarios de la inventada región de que para esos problemas Guadalajara tendría un tratamiento especial, ya que si para los principales problemas de la vida diaria Guadalajara no se verá incluida en la región, lo más lógico es que no entre en ella, pues lo único que hará será sufragar sus costos, pero sin disponer de sus servicios.
Lo que se nos ofrece con “Castilla-La Mancha”, es entrar en un nuevo y absorbente centralismo, que alejaría de Guadalajara los centros de poder y gestión y contribuiría, muy gravemente a la despersonalización y decadencia definitiva de nuestra tierra.
En la situación actual, estimamos que la prudencia aconseja a los guadalajareños permanezcamos en nuestra propia identidad. Que la provincia de Guadalajara 'se abstenga de ingresar en ese ente, extraño a ella, donde los que pueden más que nosotros tienen tanto interés en meternos. Que se mantenga la identidad provincial, reivindicando la autonomía que a la provincia reconoce la Constitución, que se potencie nuestra Diputación Provincial reclamando del Estado cuantas atribuciones y competencias sea posible desarrollar aquí, eficazmente, a nivel de los guadalajareños. Que se recuperen por los Ayuntamientos la autonomía y los recursos que necesitan para el cumplimiento de sus fines y el mejoramiento de la vida material, social y cultural de las poblaciones de la provincia.
Para ello, en el confusionismo y oportunismo del presente, hemos de oponernos a todas las invenciones que tiendan a anular o disminuir la identidad de Guadalajara y su profunda castellanía y, en definitiva, las posibilidades de que nosotros mismos podamos regir los asuntos de nuestra colectividad.
La provincia, las tierras, y el pueblo de Guadalajara están por encima de los partidos políticos. Es el pueblo, es decir, toda la comunidad de Guadalajara, la que tiene que contar y su interés el que debe prevalecer, frente a cualquier otro. Desde esta perspectiva, Comunidad Castellana que como entidad apartidaria no aspira a ninguna clase de poder político, se dirige atenta y respetuosamente a los Ayuntamientos de nuestra provincia y les ruega que no adopten acuerdo de incorporación a ,Castilla-La Mancha»; que se abstengan de tal acuerdo y desestimen cualquier solicitud que se les pueda dirigir en tal sentido.
Con este motivo, cordialmente, les saludamos con todo respeto y afecto,
COMUNIDAD CASTELLANA
CONSEJO DE GUADALAJARA
Guadalajara, 12 de noviembre de 1980
Castilla nº 11 enero 1981
Señor Alcalde, señores Concejales, estimados amigos:
Por parte de algunas formaciones políticas, los Ayuntamientos de la Provincia de Guadalajara se verán solicitados para que adopten acuerdos en el sentido de adherirse a la llamada autonomía de «Castilla-La Mancha.
Desde su posición independiente, regionalista y guadalajareña, Comunidad Castellana desea dirigir, una vez más, a nuestros Ayuntamientos una palabra que, con el máximo respeto a los municipios de la provincia y a su libertad de criterio, pueda contribuir a iluminar y clarificar el tema, evitar cualquier posible confusión y un perjuicio muy grave para nuestra tierra.
A nuestro juicio “Castilla - La Mancha” es una invención falsa, carente de autenticidad: Es falsa esa supuesta región en la que se mezclan y confunden dos pueblos, el manchego y el castellano, negando a cada uno de ellos su propia identidad. Es falso el procedimiento utilizado para configurarla; simple decisión de la clase política, sin consulta popular. Y es falsa la autonomía ofrecida, que se reduce a organizar una nueva división territorial, juntando por decreto las provincias manchegas y algunas provincias castellanas para dar lugar a otro organismo artificial, más grande que la provincia, con más autoridades, burócratas, puestos, sueldos, gastos, etc., y en el que el viejo centralismo de Madrid se verá simplemente sustituido por otros centralismos que pasarían a administrar nuestros asuntos, los asuntos de la provincia de Guadalajara.
Basta leer la prensa para darse cuenta de lo artificioso del intento. No se trata de favorecer el despertar de la conciencia regional de La Mancha y de Castilla, dos pueblos a los que se les ha escamoteado el derecho a constituir cada uno su propia entidad regional. Se trata tan sólo de organizar un territorio, al exclusivo servicio de intereses económicos y políticos, aunque no haya razón histórica ni social ni en realidad tampoco económica que lo justifique; y se trata de dividir a Castilla, troceándola.
En lo que a Guadalajara particularmente se refiere, se la trata de separar de lo que durante siempre ha sido su entorno natural. En efecto; muy grande ha sido y es la relación de Guadalajara y sus gentes con Segovia (provincia con los que, queramos o no, hemos de afrontar juntos muy serios problemas), Soria y Madrid. Y se le trata de negar su castellanía, cuando ésta no sólo es innegable, sino que está presente en todos y cada uno de los pueblos de la provincia.
Especialmente es grave para nuestra provincia la separación de Madrid, provincia con la que tantos lazos económicos y sociales nos unen. Se nos argumenta que no disfrutaremos más que de ventajas con esa separación. Pues bien, Comunidad Castellana cree lo contrario; y ello a pesar de que entienda que Madrid capital debe tener un tratamiento específico. Y lo cree porque más desventajas de las que ya tenemos no podemos tener (trasvase, nucleares desertización, etc) y esas desventajas no se van a remediar por la sencilla razón de que es imposible en la práctica que, por ejemplo, se desmantelen las centrales nucleares o se prohíba a los madrileños edificar chales en nuestros pueblos, pueblos que, por otra parte, en muchos casos son los suyos, pues en gran número los madrileños que según nos dicen “inundan” nuestra provincia no son más que guadalajareños emigrados, tristemente emigrados.
Y es muy grave que nuestros hijos tengan que ir a estudiara una Universidad lejana cuando tenemos una a veinte minutos de la capital, y es muy grave que los recursos de nuestros pleitos hayan de ir a ventilarse a Albacete, cuando se han ventilado desde siempre en Madrid y no hay antecedente histórico alguno en sentido contrario, a más del aumento considerable en los costos que ello traerá consigo.
Y lo mismo cabe decir de los problemas sanitarios, de aprovechamiento forestales y política agraria en general, siendo un mero subterfugio la afirmación que hacen algunos partidarios de la inventada región de que para esos problemas Guadalajara tendría un tratamiento especial, ya que si para los principales problemas de la vida diaria Guadalajara no se verá incluida en la región, lo más lógico es que no entre en ella, pues lo único que hará será sufragar sus costos, pero sin disponer de sus servicios.
Lo que se nos ofrece con “Castilla-La Mancha”, es entrar en un nuevo y absorbente centralismo, que alejaría de Guadalajara los centros de poder y gestión y contribuiría, muy gravemente a la despersonalización y decadencia definitiva de nuestra tierra.
En la situación actual, estimamos que la prudencia aconseja a los guadalajareños permanezcamos en nuestra propia identidad. Que la provincia de Guadalajara 'se abstenga de ingresar en ese ente, extraño a ella, donde los que pueden más que nosotros tienen tanto interés en meternos. Que se mantenga la identidad provincial, reivindicando la autonomía que a la provincia reconoce la Constitución, que se potencie nuestra Diputación Provincial reclamando del Estado cuantas atribuciones y competencias sea posible desarrollar aquí, eficazmente, a nivel de los guadalajareños. Que se recuperen por los Ayuntamientos la autonomía y los recursos que necesitan para el cumplimiento de sus fines y el mejoramiento de la vida material, social y cultural de las poblaciones de la provincia.
Para ello, en el confusionismo y oportunismo del presente, hemos de oponernos a todas las invenciones que tiendan a anular o disminuir la identidad de Guadalajara y su profunda castellanía y, en definitiva, las posibilidades de que nosotros mismos podamos regir los asuntos de nuestra colectividad.
La provincia, las tierras, y el pueblo de Guadalajara están por encima de los partidos políticos. Es el pueblo, es decir, toda la comunidad de Guadalajara, la que tiene que contar y su interés el que debe prevalecer, frente a cualquier otro. Desde esta perspectiva, Comunidad Castellana que como entidad apartidaria no aspira a ninguna clase de poder político, se dirige atenta y respetuosamente a los Ayuntamientos de nuestra provincia y les ruega que no adopten acuerdo de incorporación a ,Castilla-La Mancha»; que se abstengan de tal acuerdo y desestimen cualquier solicitud que se les pueda dirigir en tal sentido.
Con este motivo, cordialmente, les saludamos con todo respeto y afecto,
COMUNIDAD CASTELLANA
CONSEJO DE GUADALAJARA
Guadalajara, 12 de noviembre de 1980
Castilla nº 11 enero 1981
miércoles, marzo 10, 2010
Petición de Comunidad Castellana al Presidente de las Cortes (1978)
Petición de Comunidad Castellana
al Presidente de las Cortes
Excelentísimo Sr.:
En relación con la petición formulada por la Real Academia Española en el sentido de que se incluya en la Constitución la mención explícita de que "entre todas las lenguas de España, el castellano recibe la denominación de español o lengua española, como idioma común a toda la nación" y como "lengua española por antonomasia"; COMUNIDAD CASTELLANA tiene el honor de elevar a V. E. y a las Cortes de su digna presidencia, las siguientes consideraciones:
La proposición de la Real Academia es errónea, a nuestro juicio, y perjudicial para la tarea esencial, que tanto nos importa, de fomentar la integración fraterna de todos los pueblos españoles. El trasfondo político de esa petición -aunque no se lo haya presentado así la docta Corporación- añade un elemento más de dificultad a esa tarea, pues sin duda explícita la imagen de una concepción unitarista y centralizadora de España, que infravalora las otras lenguas y culturas españolas. En este sentido estimamos que se trata de una proposición perturbadora.
El catalán, el euskera y el gallego son lenguas tan españolas como el castellano. Después de tantas represiones, no parece razonable ni justo institucionalizar ninguna forma de privilegio o de prevalencia a favor del castellano, respecto de las otras lenguas de España. La aseveración académica de que el castellano sea "la lengua española por antonomasia", es rechazable, pues implica un modo de desconsideración a los otros pueblos y una falta al respeto y delicadeza que deben presidir las relaciones entre todas las comunidades de España.
Parece oportuno recordar que la propia Real Academia no introdujo la denominación de "lengua española" hasta la decimoquinta edición de su Diccionario. Siempre, desde su fundación, había sido el "Diccionario de la lengua castellana", y en esa edición, publicada en 1925, se cambió a "lengua española", exclusivamente por motivos políticos, congruentes con la ideología centralista de la dictadura imperante a la sazón en el país. Es más, la edición estaba ya tirada y encuadernada como "Diccionario de la lengua castellana", y en el último momento, antes de ponerla en circulación, se sustituyó la página de la portada por otra con la expresión nueva de "lengua española". Unos pocos ejemplares pudieron ser librados de esa alteración, por iniciativa extraoficial y reservada, y permanecen hoy como testigos de una lamentable imposición política.
Como castellanos, rechazamos todo privilegio en supuesto beneficio de la lengua que forjó nuestro pueblo, que después ha enriquecido otros de España y de América, y que hoy compartimos gozosamente con más de trescientos millones de personas en todo el mundo. El prestigio y autoridad de¡ castellano -que así se sigue llamando en América- no puede fundarse en títulos oficiales sino en el plebiscito cotidiano de sus hablantes y en el servicio que preste a la cultura de España y del mundo.
Este año estamos celebrando el milenario de la lengua castellana. Con este motivo "Comunidad Castellana" reitera aquí la proclamación que hizo en San Millán de la Cogolla, en noviembre del pasado año, al publicar el Manifiesto del milenario en castellano, gallego, vascuence y catalán.
"En el milenario de la lengua de Castilla, desde la cuna de su nacimiento y con -el sentido de libertad con que iniciaron su historia nuestro pueblo y nuestra lengua, nos dirigimos a los demás pueblos de España para afirmar los legítimos derechos culturales y lingüísticos de todas las comunidades, a fin de evitar los errores del pasado que tanto han impedido el entendimiento y la mutua comprensión".
"Las lenguas han de ser, ante todo, vehículos de cultura y de acercamiento entre los pueblos y nunca obstáculo que conduzca a la frustración y a la marginación humana, social, laboral o cultural. Sólo, en el respeto florecerán la libertad y la cultura. Castilla y su lengua nacieron como una primicia de libertad, y esa libertad la pedimos para todas las lenguas y todos los pueblos de las Españas. Por lo mismo renunciamos a cualquier forma que desde el poder central o desde cualquier estructura, pretenda imponer el castellano, y proclamamos el derecho inalienable de cada pueblo a expresarse en su propia lengua y a mantener y desarrollar su tradición lingüística y su propia cultura".
Rogamos a V. E. se digne conferir traslado del presente escrito a los Excmos. Sres. Presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado.
Dios guarde a V. E.
Segovia, veinticuatro de junio de mil novecientos setenta y ocho.
COMUNIDAD CASTELLANA, P. A.
Castilla nº 1 noviembre 1978
al Presidente de las Cortes
Excelentísimo Sr.:
En relación con la petición formulada por la Real Academia Española en el sentido de que se incluya en la Constitución la mención explícita de que "entre todas las lenguas de España, el castellano recibe la denominación de español o lengua española, como idioma común a toda la nación" y como "lengua española por antonomasia"; COMUNIDAD CASTELLANA tiene el honor de elevar a V. E. y a las Cortes de su digna presidencia, las siguientes consideraciones:
La proposición de la Real Academia es errónea, a nuestro juicio, y perjudicial para la tarea esencial, que tanto nos importa, de fomentar la integración fraterna de todos los pueblos españoles. El trasfondo político de esa petición -aunque no se lo haya presentado así la docta Corporación- añade un elemento más de dificultad a esa tarea, pues sin duda explícita la imagen de una concepción unitarista y centralizadora de España, que infravalora las otras lenguas y culturas españolas. En este sentido estimamos que se trata de una proposición perturbadora.
El catalán, el euskera y el gallego son lenguas tan españolas como el castellano. Después de tantas represiones, no parece razonable ni justo institucionalizar ninguna forma de privilegio o de prevalencia a favor del castellano, respecto de las otras lenguas de España. La aseveración académica de que el castellano sea "la lengua española por antonomasia", es rechazable, pues implica un modo de desconsideración a los otros pueblos y una falta al respeto y delicadeza que deben presidir las relaciones entre todas las comunidades de España.
Parece oportuno recordar que la propia Real Academia no introdujo la denominación de "lengua española" hasta la decimoquinta edición de su Diccionario. Siempre, desde su fundación, había sido el "Diccionario de la lengua castellana", y en esa edición, publicada en 1925, se cambió a "lengua española", exclusivamente por motivos políticos, congruentes con la ideología centralista de la dictadura imperante a la sazón en el país. Es más, la edición estaba ya tirada y encuadernada como "Diccionario de la lengua castellana", y en el último momento, antes de ponerla en circulación, se sustituyó la página de la portada por otra con la expresión nueva de "lengua española". Unos pocos ejemplares pudieron ser librados de esa alteración, por iniciativa extraoficial y reservada, y permanecen hoy como testigos de una lamentable imposición política.
Como castellanos, rechazamos todo privilegio en supuesto beneficio de la lengua que forjó nuestro pueblo, que después ha enriquecido otros de España y de América, y que hoy compartimos gozosamente con más de trescientos millones de personas en todo el mundo. El prestigio y autoridad de¡ castellano -que así se sigue llamando en América- no puede fundarse en títulos oficiales sino en el plebiscito cotidiano de sus hablantes y en el servicio que preste a la cultura de España y del mundo.
Este año estamos celebrando el milenario de la lengua castellana. Con este motivo "Comunidad Castellana" reitera aquí la proclamación que hizo en San Millán de la Cogolla, en noviembre del pasado año, al publicar el Manifiesto del milenario en castellano, gallego, vascuence y catalán.
"En el milenario de la lengua de Castilla, desde la cuna de su nacimiento y con -el sentido de libertad con que iniciaron su historia nuestro pueblo y nuestra lengua, nos dirigimos a los demás pueblos de España para afirmar los legítimos derechos culturales y lingüísticos de todas las comunidades, a fin de evitar los errores del pasado que tanto han impedido el entendimiento y la mutua comprensión".
"Las lenguas han de ser, ante todo, vehículos de cultura y de acercamiento entre los pueblos y nunca obstáculo que conduzca a la frustración y a la marginación humana, social, laboral o cultural. Sólo, en el respeto florecerán la libertad y la cultura. Castilla y su lengua nacieron como una primicia de libertad, y esa libertad la pedimos para todas las lenguas y todos los pueblos de las Españas. Por lo mismo renunciamos a cualquier forma que desde el poder central o desde cualquier estructura, pretenda imponer el castellano, y proclamamos el derecho inalienable de cada pueblo a expresarse en su propia lengua y a mantener y desarrollar su tradición lingüística y su propia cultura".
Rogamos a V. E. se digne conferir traslado del presente escrito a los Excmos. Sres. Presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado.
Dios guarde a V. E.
Segovia, veinticuatro de junio de mil novecientos setenta y ocho.
COMUNIDAD CASTELLANA, P. A.
Castilla nº 1 noviembre 1978
Bases para la opción regionalista de Comunidad Castellana (1978)
Bases para la opción Regionalista de Comunidad Castellana
Primera.- Comunidad Castellana postula y promueve la integración de todos los pueblos y las tierras que se asientan y forman parte del área territorial de Castilla, respetando sus propias opciones democráticamente adoptadas.
Por ello, Comunidad Castellana rechaza los proyectos de territorios autonómicos que dividirían a Castilla en varias fracciones: Cantabria, la Rioja y restos de Castilla al norte y sur de la cordillera carpetana; ya que ello supondría la disolución de una nacionalidad histórica en unas cuantas regiones y subregiones culturales y geográficas.
Segunda.- Comunidad Castellana reconoce, a la vez, la genuina castellanía de Cantabria 'y la Rioja y sus singularidades culturales, por lo que propugna y se ofrece a un diálogo que propicie la articulación confederal de los pueblos cántabro y riojano con los otros pueblos castellanos.
Por lo mismo, Comunidad Castellana se opone a la asimilación de Castilla (o Castilla y León) a la Cuenca del Duero, en cuanto que supone una construcción convencional que:
1) excluye a priori los pueblos y las tierras castellanas de Cantabria y la Rioja, así como a los pueblos y tierras castellanas del sur de la cordillera carpetana;
2) incluye a León como apéndice de Castilla, dificultando el proceso de clarificación de la voluntad autonomista del viejo reino leonés.
Tercera.- Comunidad Castellana proclama la castellanía de la tierra de Madrid, así como el derecho del pueblo castellano de esta tierra, a participar en la convivencia y el desarrollo de la cultura castellana; ello sin perjuicio de aceptar para esta tierra el servicio de albergar la capital de España, lo que habría de ser regulado mediante un estatuto especial.
Cuarta.- Comunidad Castellana proclama igualmente la castellanía de las tierras de Guadalajara, las Alcarrias y Serranía de Cuenca; y se opone por ello a toda construcción territorial que redunde en la separación de estas tierras y sus gentes de la comunidad de los pueblos castellanos.
Burgos y Segovia, 29 de abril de 1978
COMUNIDAD CASTELLANA
Castilla nº2 enero-febrero 1979
Primera.- Comunidad Castellana postula y promueve la integración de todos los pueblos y las tierras que se asientan y forman parte del área territorial de Castilla, respetando sus propias opciones democráticamente adoptadas.
Por ello, Comunidad Castellana rechaza los proyectos de territorios autonómicos que dividirían a Castilla en varias fracciones: Cantabria, la Rioja y restos de Castilla al norte y sur de la cordillera carpetana; ya que ello supondría la disolución de una nacionalidad histórica en unas cuantas regiones y subregiones culturales y geográficas.
Segunda.- Comunidad Castellana reconoce, a la vez, la genuina castellanía de Cantabria 'y la Rioja y sus singularidades culturales, por lo que propugna y se ofrece a un diálogo que propicie la articulación confederal de los pueblos cántabro y riojano con los otros pueblos castellanos.
Por lo mismo, Comunidad Castellana se opone a la asimilación de Castilla (o Castilla y León) a la Cuenca del Duero, en cuanto que supone una construcción convencional que:
1) excluye a priori los pueblos y las tierras castellanas de Cantabria y la Rioja, así como a los pueblos y tierras castellanas del sur de la cordillera carpetana;
2) incluye a León como apéndice de Castilla, dificultando el proceso de clarificación de la voluntad autonomista del viejo reino leonés.
Tercera.- Comunidad Castellana proclama la castellanía de la tierra de Madrid, así como el derecho del pueblo castellano de esta tierra, a participar en la convivencia y el desarrollo de la cultura castellana; ello sin perjuicio de aceptar para esta tierra el servicio de albergar la capital de España, lo que habría de ser regulado mediante un estatuto especial.
Cuarta.- Comunidad Castellana proclama igualmente la castellanía de las tierras de Guadalajara, las Alcarrias y Serranía de Cuenca; y se opone por ello a toda construcción territorial que redunde en la separación de estas tierras y sus gentes de la comunidad de los pueblos castellanos.
Burgos y Segovia, 29 de abril de 1978
COMUNIDAD CASTELLANA
Castilla nº2 enero-febrero 1979
Pensando en Castilla (Comunidad Castellana 1980)
PENSANDO ,EN CASTILLA
La creación de la híbrida y artificioso entidad regional de Casilla-León, así como la de Castilla-La Mancha, son de políticas gravemente erróneas por muchas razones.
La sola enunciación de los nombres, de estas dos nuevas entidades: Castillo-León y Castilla-La Mancha, pone de manifiesto que Castilla ha sido mutilada y que importantes porciones de ella han sido anexionadas a sus vecinos, los antiguos reinos de León y Toledo. Hecho que, tan escuetamente aseverado, resulta a primera vista inexplicable, dada la destacada personalidad de Castilla en la historia, la cultura y el conjunto todo de la nación española.
Ni el pueblo de León ni el de Castilla han manifestado espontánea, explícita y conscientemente su voluntad de liquidar estas dos milenarias regiones o nacionalidades históricas para aglomerar ambas en otra de nueva creación. Al contrario, se les está empujando a ello contra una gran inercia Popular, cuando no manifiesta oposición, que los promotores del proyecto tratan de ocultar o superar.
En las provincias de Santander, Logroño y Segovia, la oposición al híbrido conglomerado castellano-leonés ha sido tan grande que, por no ingresar en él, han preferido recabar la autonomía uniprovincial de Cantabria, la Rioja y Segovia, para salvar así su comarcal personalidad castellana.
En muchos aspectos se está procediendo con injustificada prisa, como si se quisiera llevar a cabo la fusión castellano-leonesa antes de que los pueblos de Castilla y León, mejor informados, puedan recobrar respectivamente su conciencia comunitaria.
Se intenta convencer a los leoneses y a los castellanos de que deben propugnar la autonomía de tal conglomerado para despertar la conciencia de su personalidad regional y defender ésta. Es decir, que el mejor porvenir regional de Castillo y de León está en que ambos pueblos renuncien a sus respectivos orígenes, historias y futuros en el conjunto español en aras de una nueva, inventado y confusa región.¡Peregrina manera ésta de «recuperar la identidad Perdida»! Y se procede así, contra un verdadero renacer de los pueblos de León y Castilla, precisamente cuando a todas las demás regiones o nacionalidades de España se les reconoce el derecho a defender y desarrollar su personalidad colectiva y se ponen en marcha con tal fin los correspondientes procesos autonómicos.
Si estos proyectos se llevaran a cabo, en el mapa de las nacionalidades o regiones de España dejarían de existir, como tales y con personalidad propia, León y Castilla (y también, el antiguo reino de Toledo o País Toledano), entidades histórico-políticas de las más antiguas e ilustres del pasado nacional hispano, surgidas hace más de mil años y vivas hasta la Guerra Civil en la memoria de los españoles, no obstante la presión cultural y política ejercida durante siglos sobre ellos por regímenes unitarios y centralistas. Y todo por resolución del gobierno y de unos cuantos parlamentarios, más interesados en urdir maniobras politiqueras que en respetar la diversidad interior de la nación española; no por iniciativa de los respectivos pueblos, que no fueron consultados, ni siquiera previamente informados, sobre las consecuencias de tan trascendental decisión, y aun con la oposición de sus más conscientes ciudadanos.
No son consecuentes, además, con uno de los propósitos más democráticos de la regionalizaci6n: el de reforzar la democracia acercando el gobierno a los gobernados. Esa proyectada gran región castellano-leonesa (vasta en su extensión geográfica y una en su estructura, no obstante su heterogeneidad natural), resabio del centralismo unitario, agarra tanto a los leoneses como a los castellanos del gobierno de sus respectivas regiones, para someter el conjunto a un nuevo unitarismo centralista que, por más estrecho y concentrado, resultaría más absorbente que el hasta ahora ejercido sobre toda España desde Madrid.
Castilla nº 10 octubre 1980
La creación de la híbrida y artificioso entidad regional de Casilla-León, así como la de Castilla-La Mancha, son de políticas gravemente erróneas por muchas razones.
La sola enunciación de los nombres, de estas dos nuevas entidades: Castillo-León y Castilla-La Mancha, pone de manifiesto que Castilla ha sido mutilada y que importantes porciones de ella han sido anexionadas a sus vecinos, los antiguos reinos de León y Toledo. Hecho que, tan escuetamente aseverado, resulta a primera vista inexplicable, dada la destacada personalidad de Castilla en la historia, la cultura y el conjunto todo de la nación española.
Ni el pueblo de León ni el de Castilla han manifestado espontánea, explícita y conscientemente su voluntad de liquidar estas dos milenarias regiones o nacionalidades históricas para aglomerar ambas en otra de nueva creación. Al contrario, se les está empujando a ello contra una gran inercia Popular, cuando no manifiesta oposición, que los promotores del proyecto tratan de ocultar o superar.
En las provincias de Santander, Logroño y Segovia, la oposición al híbrido conglomerado castellano-leonés ha sido tan grande que, por no ingresar en él, han preferido recabar la autonomía uniprovincial de Cantabria, la Rioja y Segovia, para salvar así su comarcal personalidad castellana.
En muchos aspectos se está procediendo con injustificada prisa, como si se quisiera llevar a cabo la fusión castellano-leonesa antes de que los pueblos de Castilla y León, mejor informados, puedan recobrar respectivamente su conciencia comunitaria.
Se intenta convencer a los leoneses y a los castellanos de que deben propugnar la autonomía de tal conglomerado para despertar la conciencia de su personalidad regional y defender ésta. Es decir, que el mejor porvenir regional de Castillo y de León está en que ambos pueblos renuncien a sus respectivos orígenes, historias y futuros en el conjunto español en aras de una nueva, inventado y confusa región.¡Peregrina manera ésta de «recuperar la identidad Perdida»! Y se procede así, contra un verdadero renacer de los pueblos de León y Castilla, precisamente cuando a todas las demás regiones o nacionalidades de España se les reconoce el derecho a defender y desarrollar su personalidad colectiva y se ponen en marcha con tal fin los correspondientes procesos autonómicos.
Si estos proyectos se llevaran a cabo, en el mapa de las nacionalidades o regiones de España dejarían de existir, como tales y con personalidad propia, León y Castilla (y también, el antiguo reino de Toledo o País Toledano), entidades histórico-políticas de las más antiguas e ilustres del pasado nacional hispano, surgidas hace más de mil años y vivas hasta la Guerra Civil en la memoria de los españoles, no obstante la presión cultural y política ejercida durante siglos sobre ellos por regímenes unitarios y centralistas. Y todo por resolución del gobierno y de unos cuantos parlamentarios, más interesados en urdir maniobras politiqueras que en respetar la diversidad interior de la nación española; no por iniciativa de los respectivos pueblos, que no fueron consultados, ni siquiera previamente informados, sobre las consecuencias de tan trascendental decisión, y aun con la oposición de sus más conscientes ciudadanos.
No son consecuentes, además, con uno de los propósitos más democráticos de la regionalizaci6n: el de reforzar la democracia acercando el gobierno a los gobernados. Esa proyectada gran región castellano-leonesa (vasta en su extensión geográfica y una en su estructura, no obstante su heterogeneidad natural), resabio del centralismo unitario, agarra tanto a los leoneses como a los castellanos del gobierno de sus respectivas regiones, para someter el conjunto a un nuevo unitarismo centralista que, por más estrecho y concentrado, resultaría más absorbente que el hasta ahora ejercido sobre toda España desde Madrid.
Castilla nº 10 octubre 1980
Las autonomías: de UCD a Felipe González (Comunidad Castellana 1980)
Las autonomías:
De UCD a Felipe González
El documento aprobado Por el comité ejecutivo nacional de UCD, sobre racionalización de los procesos autonómicos, es justo reconocer que debe ser valorado como un acto serio y responsable, una declaración rigurosa, verdadera y acorde con los intereses nacionales.
Es cierto -como señala el documento- que el proceso autonómico debe realizarse sin improvisaciones, gradualmente y con sentido de la responsabilidad. No es posible, sin altos costes económicos y sociales, efectuar aceleradamente la complejísima transformación de un Estado fuertemente centralizado en otro. autonómico; y sólo por vías razonables y mesuradas el proyecto autonómico puede llegar a alcanzar la honda dimensión creadora que permitirá la progresiva institucionalización del autogobierno de cada comunidad en el seno de la unidad de España.
Estamos de acuerdo, y es lo que Comunidad Castellana ha venido predicando machaconamente desde hace tres años. Celebramos que, aunque tarde, el Gobierno empiece a rectificar los errores cometidos en el pasado, cuando de la mano del señor Clavero, ministro para las Regiones, inauguró a bombo y platillo el gran circo autonómico, repartiendo "preautonomitas" a voleo, nerviosamente, como esos caramelos que los charlatanes arrojan a puñados a los muchachos para atraerse a la clientela.
La clase política, tanto del partido en el poder como da los de la oposición, ofreció entonces un fantástico espectáculo de prestidigitación. De la chistera nacional surgieron, como por arte de magia, entes y preautonomías vertiginosas, regiones, presidentes, consejeros y directores regionales, presupuestos. Espléndidos juegos malabares. Había que coger rápidamente, artículo 151 en ristre, el "tren de las autonomías", ese convoy de la Ilusión que nos conduciría por lo derecho a la solución de todos los problemas de las provincias deprimidas: el desempleo, el atraso cultural, la emigración.
Infinitas banderas y soflamas al viento, se inflaron globos, se suscitaron emociones, se utilizó el ideal autonómico, por unos y otros, cada uno en la medida de su conveniencia, sin autenticidad alguna, al servicio de las respectivas y particulares apetencias de poder. Flaco servicio al pueblo y a la democracia.
No era verdad. Un proyecto autonómico auténtico debe ser popular no mera gestación de la clase política espoleada por afanes electorales, sino obra de la conciencia y el impulso de los ciudadanos. La autonomía es una reivindicación cívica que ha de crecer de abajo a arriba, al ritmo y con la presión que marque el propio pueblo, como efecto natural de su nivel de cultura y de conciencia colectiva. No puede ser una invención artificial ideada y otorgada por los políticos, sino el resultado de un proceso de renovación cultural de una colectividad, a la que, entonces sí, los políticos -en cumplimiento de su noble oficio- deberán servir para !a adecuada realización de sus aspiraciones.
Por la historia y la realidad presente de nuestro país, ese proceso se tiene que desarrollar despacio, sin improvisaciones, sin intercalar ambiciones personales, trabajando por la información y elevación cultural de los ciudadanos. Eso es: trabajando.
Ahora que se trata de rectificar errores y traer las cosas al camino de la razón, nos parece necesario, una vez más, recordar el Gobierno y a la oposición la grave equivocación y el daño que causa la inicial planificación de esas dos "regiones", y posibles comunidades autónomas, tituladas "Castilla-León" y "Castílla-Mancha".
Su artificiosidad y el revoltijo que en esos entes se ha-,e de tres pueblos -el leonés, el castellano y el manchego- son escandalosos. Así, tales regiones devienen de inmediato problemáticas y conflictivas y suscitan múltiples contestaciones, por unos u otros motivos. Gregorío Peces-Barba, del PSOE, partido que propugna ese erróneo planteamiento, en un reciente artículo viene a reconocer que son regiones que "no están claramente establecidas y que tienen varias opciones". Las provincias de León, Santander, Logroño y Madrid no encajan. y tampoco, es preciso añadirlo, la de Segovia, que se resiste a entrar en el engendro Castilla-León. Los parlamentarios segovianos de UCD se mantienen tuera en base a unos criterios de prudencia, sensatez y realismo que se les debe reconocer y apoyar, conscientes de la falsedad del invento castellano-leonés.
Felipe González, en la conferencia de prensa subsiguiente a la última reunión del comité federal del PSOE, acaba de decir que la actuación autonómica de los socialistas se concreta "en el respeto de la identidad de los diferentes pueblos de España".
De acuerdo. Pero en este caso, parece necesario recordar al señor González que en las nominaciones "Castilla-León" y "Castilla-Mancha" aparece, en las dos, el nombre de "Castilla". Ello significa, obviamente, que Castilla, el pueblo castellano, uno de los pueblos que integran España, está dividido, fragmentado, troceado. En una palabra, que no se respeta la identidad de este pueblo.
Y como -debe ser señalado—las comunidades autónomas, según el artículo 143 de la Constitución, han de integrarse por las provincias que tengan "características históricas, culturales y económicas comunes", y puesto que Castilla es una colectividad histórico-cultural de alguna importancia -creemos nosotros, con independencia del grado de conciencia colectiva que ahora tenga su pueblo-, parece oportuno preguntar al señor González -y del mismo modo al partido del Gobierno-, si en esta hora, en que ya se han aprendido algunas lecciones de la experiencia, no sería razonable y necesario que por parte de todos '-por respeto a la ¡den!¡dad de los pueblos, por no acumular más obstáculos a la recuperación de sus personalidades v por deja, la puerta abierta para una futura y armónica España articulada, tanto en la periferia como en el centro, en un mismo sistema autonómico de comunidades populares, basadas primordialmente en la identidad histórico-cultural-, se procediera a una reconsideración seria y responsable de esta cuestión, tan importante: a un nuevo renplanteamiento del área geográfica en la que viven los tres pueblos: León, Castilla y La Mancha.
Es un entuerto que debe enderezarse, es necesario, ante todo, por el bien de España. Hay nacionalidades periféricas, es cierto; pero también las has, aunque hoy adormecidas, que no muertas, en el corazón de la Península. Todas deben contar para la construcción de la España integral, solidaria y fraterna a que aspiramos.
Castilla nº 7 Enero-febrero 1980
De UCD a Felipe González
El documento aprobado Por el comité ejecutivo nacional de UCD, sobre racionalización de los procesos autonómicos, es justo reconocer que debe ser valorado como un acto serio y responsable, una declaración rigurosa, verdadera y acorde con los intereses nacionales.
Es cierto -como señala el documento- que el proceso autonómico debe realizarse sin improvisaciones, gradualmente y con sentido de la responsabilidad. No es posible, sin altos costes económicos y sociales, efectuar aceleradamente la complejísima transformación de un Estado fuertemente centralizado en otro. autonómico; y sólo por vías razonables y mesuradas el proyecto autonómico puede llegar a alcanzar la honda dimensión creadora que permitirá la progresiva institucionalización del autogobierno de cada comunidad en el seno de la unidad de España.
Estamos de acuerdo, y es lo que Comunidad Castellana ha venido predicando machaconamente desde hace tres años. Celebramos que, aunque tarde, el Gobierno empiece a rectificar los errores cometidos en el pasado, cuando de la mano del señor Clavero, ministro para las Regiones, inauguró a bombo y platillo el gran circo autonómico, repartiendo "preautonomitas" a voleo, nerviosamente, como esos caramelos que los charlatanes arrojan a puñados a los muchachos para atraerse a la clientela.
La clase política, tanto del partido en el poder como da los de la oposición, ofreció entonces un fantástico espectáculo de prestidigitación. De la chistera nacional surgieron, como por arte de magia, entes y preautonomías vertiginosas, regiones, presidentes, consejeros y directores regionales, presupuestos. Espléndidos juegos malabares. Había que coger rápidamente, artículo 151 en ristre, el "tren de las autonomías", ese convoy de la Ilusión que nos conduciría por lo derecho a la solución de todos los problemas de las provincias deprimidas: el desempleo, el atraso cultural, la emigración.
Infinitas banderas y soflamas al viento, se inflaron globos, se suscitaron emociones, se utilizó el ideal autonómico, por unos y otros, cada uno en la medida de su conveniencia, sin autenticidad alguna, al servicio de las respectivas y particulares apetencias de poder. Flaco servicio al pueblo y a la democracia.
No era verdad. Un proyecto autonómico auténtico debe ser popular no mera gestación de la clase política espoleada por afanes electorales, sino obra de la conciencia y el impulso de los ciudadanos. La autonomía es una reivindicación cívica que ha de crecer de abajo a arriba, al ritmo y con la presión que marque el propio pueblo, como efecto natural de su nivel de cultura y de conciencia colectiva. No puede ser una invención artificial ideada y otorgada por los políticos, sino el resultado de un proceso de renovación cultural de una colectividad, a la que, entonces sí, los políticos -en cumplimiento de su noble oficio- deberán servir para !a adecuada realización de sus aspiraciones.
Por la historia y la realidad presente de nuestro país, ese proceso se tiene que desarrollar despacio, sin improvisaciones, sin intercalar ambiciones personales, trabajando por la información y elevación cultural de los ciudadanos. Eso es: trabajando.
Ahora que se trata de rectificar errores y traer las cosas al camino de la razón, nos parece necesario, una vez más, recordar el Gobierno y a la oposición la grave equivocación y el daño que causa la inicial planificación de esas dos "regiones", y posibles comunidades autónomas, tituladas "Castilla-León" y "Castílla-Mancha".
Su artificiosidad y el revoltijo que en esos entes se ha-,e de tres pueblos -el leonés, el castellano y el manchego- son escandalosos. Así, tales regiones devienen de inmediato problemáticas y conflictivas y suscitan múltiples contestaciones, por unos u otros motivos. Gregorío Peces-Barba, del PSOE, partido que propugna ese erróneo planteamiento, en un reciente artículo viene a reconocer que son regiones que "no están claramente establecidas y que tienen varias opciones". Las provincias de León, Santander, Logroño y Madrid no encajan. y tampoco, es preciso añadirlo, la de Segovia, que se resiste a entrar en el engendro Castilla-León. Los parlamentarios segovianos de UCD se mantienen tuera en base a unos criterios de prudencia, sensatez y realismo que se les debe reconocer y apoyar, conscientes de la falsedad del invento castellano-leonés.
Felipe González, en la conferencia de prensa subsiguiente a la última reunión del comité federal del PSOE, acaba de decir que la actuación autonómica de los socialistas se concreta "en el respeto de la identidad de los diferentes pueblos de España".
De acuerdo. Pero en este caso, parece necesario recordar al señor González que en las nominaciones "Castilla-León" y "Castilla-Mancha" aparece, en las dos, el nombre de "Castilla". Ello significa, obviamente, que Castilla, el pueblo castellano, uno de los pueblos que integran España, está dividido, fragmentado, troceado. En una palabra, que no se respeta la identidad de este pueblo.
Y como -debe ser señalado—las comunidades autónomas, según el artículo 143 de la Constitución, han de integrarse por las provincias que tengan "características históricas, culturales y económicas comunes", y puesto que Castilla es una colectividad histórico-cultural de alguna importancia -creemos nosotros, con independencia del grado de conciencia colectiva que ahora tenga su pueblo-, parece oportuno preguntar al señor González -y del mismo modo al partido del Gobierno-, si en esta hora, en que ya se han aprendido algunas lecciones de la experiencia, no sería razonable y necesario que por parte de todos '-por respeto a la ¡den!¡dad de los pueblos, por no acumular más obstáculos a la recuperación de sus personalidades v por deja, la puerta abierta para una futura y armónica España articulada, tanto en la periferia como en el centro, en un mismo sistema autonómico de comunidades populares, basadas primordialmente en la identidad histórico-cultural-, se procediera a una reconsideración seria y responsable de esta cuestión, tan importante: a un nuevo renplanteamiento del área geográfica en la que viven los tres pueblos: León, Castilla y La Mancha.
Es un entuerto que debe enderezarse, es necesario, ante todo, por el bien de España. Hay nacionalidades periféricas, es cierto; pero también las has, aunque hoy adormecidas, que no muertas, en el corazón de la Península. Todas deben contar para la construcción de la España integral, solidaria y fraterna a que aspiramos.
Castilla nº 7 Enero-febrero 1980
martes, marzo 09, 2010
Villalar: Grandeza y servidumbre (Informativo Castilla nº 3 abril 1979)
VILLALAR: GRANDEZA Y SERVIDUMBRE
Ante la próxima conmemoración del aniversario de la derrota de Villalar, reiteramos los términos de la Declaración de Arévalo, suscrita el pasado ello por el Grupo Autonómico Leonés (GA L) y Comunidad Castellana.
Reafírmamos nuestra plena y profunda identificación con el alzamiento comunero, que forma parte indisoluble de la historia de nuestros pueblos en su lucha por las libertades, y proclamamos nuestra solidaridad con a conmemoración de la derrota de Villalar y con el perenne recuerdo de los líderes comuneras, Juan de Padílla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, y demás víctimas sacrificadas por lta represión ímperial
Pero Villalar no puede reducirse a un exclusivo símbolo de los pueblos de León y de Castilla -ni de su actual regionalismo-, ni debe atribuirse sólo y particularmente a Castílla la gloria de la revolución comunera,- sino que pertenece a todas las regiones y países de los antiguos reinos que se alzaron contra el cesarismo imperial.
En especial, rechazamos el propósito que por algunos se persigue de secuestrar el significado de Villalar, en beneficio de intereses partidarios y centralistas, y de vincularlo a la afirmación de la supuesta región "castellano-leonesa", y de un pretendido e inexistente "pueblo castellano-leonés".
Contrariamente, y en base a la realidad de nuestros dos pueblos, sostenemos que hay dos regiones, la leonesa y la castellana, cuya amalgama implica la disolución de la identidad de ambas. Para esto no puede utilizarse el nombre de Villalar, y por ello instamos a los pueblos de León y de Castilla a reivindicar su verdadera significación.
A este respecto, parece oportuno recordar aquí lo que acaba de publicar en la prensa una personalidad tan ajena a nosotros como don Amando Represa, director del Archivo Histórico Nacional de Simancas:
"El símbolo Villalar -históricamente también- tiene un contenido mucho más amplio, porque cuando en 1520, 21 ó 22, se hablaba de "Castilla", no se estaba refiriéndose tan sólo a las actuales, decímonánicas y administratívas provincias de Castilla la Vieja, sino al "Reino - a "Corona " de Castilla, que -territorialmente- se extendía desde el Cantábrico a Gibraltar, y desde Galicia a Murcia. De lo que se sigue que el símbolo Víllalar -y esto no es ir contra nadie, sino al hílo, de la historia de las Instituciones- es, incluso, algo más que regional, porque su espacio geográfico de mayor virulencía se extendió desde el Tajo al Duero. Ya dije el año pasado, y por estas mismas fechas, que en la conmemoración villalarense tendría que estar presente, y hasta en puesto de honor, Toledo y su Reíno (uno de esos Integrantes de la Corona de Castílla), .por cuanto Toledo fue la raíz y el ocaso del movimiento comunero, incluso después de Villalar. Y en un examen de zonas comuneras, también tendrían que ser llamados a capítulo extremeños y andaluces, alaveses y guipuzcoanos, que asimismo se sumaron a la rebelión.
Castilla nº3 abril 1979
Ante la próxima conmemoración del aniversario de la derrota de Villalar, reiteramos los términos de la Declaración de Arévalo, suscrita el pasado ello por el Grupo Autonómico Leonés (GA L) y Comunidad Castellana.
Reafírmamos nuestra plena y profunda identificación con el alzamiento comunero, que forma parte indisoluble de la historia de nuestros pueblos en su lucha por las libertades, y proclamamos nuestra solidaridad con a conmemoración de la derrota de Villalar y con el perenne recuerdo de los líderes comuneras, Juan de Padílla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, y demás víctimas sacrificadas por lta represión ímperial
Pero Villalar no puede reducirse a un exclusivo símbolo de los pueblos de León y de Castilla -ni de su actual regionalismo-, ni debe atribuirse sólo y particularmente a Castílla la gloria de la revolución comunera,- sino que pertenece a todas las regiones y países de los antiguos reinos que se alzaron contra el cesarismo imperial.
En especial, rechazamos el propósito que por algunos se persigue de secuestrar el significado de Villalar, en beneficio de intereses partidarios y centralistas, y de vincularlo a la afirmación de la supuesta región "castellano-leonesa", y de un pretendido e inexistente "pueblo castellano-leonés".
Contrariamente, y en base a la realidad de nuestros dos pueblos, sostenemos que hay dos regiones, la leonesa y la castellana, cuya amalgama implica la disolución de la identidad de ambas. Para esto no puede utilizarse el nombre de Villalar, y por ello instamos a los pueblos de León y de Castilla a reivindicar su verdadera significación.
A este respecto, parece oportuno recordar aquí lo que acaba de publicar en la prensa una personalidad tan ajena a nosotros como don Amando Represa, director del Archivo Histórico Nacional de Simancas:
"El símbolo Villalar -históricamente también- tiene un contenido mucho más amplio, porque cuando en 1520, 21 ó 22, se hablaba de "Castilla", no se estaba refiriéndose tan sólo a las actuales, decímonánicas y administratívas provincias de Castilla la Vieja, sino al "Reino - a "Corona " de Castilla, que -territorialmente- se extendía desde el Cantábrico a Gibraltar, y desde Galicia a Murcia. De lo que se sigue que el símbolo Víllalar -y esto no es ir contra nadie, sino al hílo, de la historia de las Instituciones- es, incluso, algo más que regional, porque su espacio geográfico de mayor virulencía se extendió desde el Tajo al Duero. Ya dije el año pasado, y por estas mismas fechas, que en la conmemoración villalarense tendría que estar presente, y hasta en puesto de honor, Toledo y su Reíno (uno de esos Integrantes de la Corona de Castílla), .por cuanto Toledo fue la raíz y el ocaso del movimiento comunero, incluso después de Villalar. Y en un examen de zonas comuneras, también tendrían que ser llamados a capítulo extremeños y andaluces, alaveses y guipuzcoanos, que asimismo se sumaron a la rebelión.
Castilla nº3 abril 1979
Respuesta, sin ira, a un independentista catalán ( Informativo Castilla nº 2 1979)
RESPUESTA, sin ira, a un independentista catalán
Un diario de Barcelona, en su suplemento dominical, acaba de publicar una interesante entrevista con Jordi Carbonell, el conocido profesor e intelectual catalán.
Carbonell se declara independentista radical, dice que los catalanes "están completamente oprimidos" y que "a la larga el independentismo se irá demostrando como la única posibilidad real de gobierno del país".
No nos ocuparíamos de los, a nuestro juicio, erróneos esquemas de Carbonell, sí no fuera porque una vez más reduce a Castilla al papel de chivo expiatorio de los agravios, reales o supuestos, de Cataluña. Asegura que las fuerzas que dominan el Estado español son la continuidad de "la antigua oligarquía agraria castellana que después ocupó sus lugares en la Banca, y que dentro de la península Ibérica se ha producido un imperialismo y el imperialismo siempre es un fenómeno de clase que, en este caso, "llevó a término la oligarquía agraria castellana, que era la clase dominante".
Nuevamente el nacionalismo periférico, o alguna de sus manifestaciones, revela su desconocimiento de la auténtica Castilla y de la verdadera historia de España. Confunden a Castilla, al pueblo castellano, con el reino llamado de León y Castilla y, en definitiva, con el Estado español, y nos hacen responsables a los castellanos del unitarismo y de todos sus errores y excesos.
Otra vez vuelve a ignorarse que Castilla no es el poder central, ni las estructuras de Madrid, ni el reino de Castilla y León. Castilla es un pueblo, que como todos los demás de España, quedó sujeto a unas estructuras de poder, y carece de sentido atribuirle en exclusiva tanto las glorias como los abusos del poder español El pueblo castellano no es el autor del centralismo, sino su primera y quizá más sacrificada víctima. La pretendida hegemonía castellana es un mito literario y político, utilizado al servicio de determinados intereses.
En Castilla, no en el territorio del antiguo reino así denominado y que comprendía diferentes pueblos -vascos, castellanos, leoneses, asturianos, gallegos, extremeños, manchegos, andaluces y canarios-, sino que en el auténtico país castellano, no cabe hablar de oligarquías, ni agrarias ni de otro tipo. Aunque es sabido que las oligarquías carecen de patria, el inventario de los oligarcas españoles no puede hacerle buscándolos en Castilla, sino en otras regiones o países de España, que, por cierto, de alguna manera se han visto más favorecidos: con el crecimiento económico, con la abundancia de puestos de trabajo, con la absorción de cientos de miles de trabajadores sustraídos a las regiones deliberadamente empobrecidas y despobladas, entre ellas Castilla.
Desde una perspectiva internacionalista y de izquierda, como la que se plantea Carbonell, parece mayormente aún un deber ético considerar y respetar el drama colectivo de los pueblos de España vaciados materialmente por el desarrollismo; forzados sus hombres y mujeres a emigrar, a arrancarse de sus raíces y asumir en el destierro una cultura y una lengua que, aunque dignas de todo aprecio, no son las suyas. No es justo, ni tiene la menor lógica, colgar a estos pueblos el sambenito de "dominantes y opresores" Por el contrarío, parece que es llegada para todos la hora de la comprensión y de la solidaridad. Si, como decimos, queremos amor, convivencia y ayuda entre todos los pueblos de la Tierra, habrá que empezar la tarea de la solidaridad por los pueblos de España, que tantas cosas tenemos en común.
Como castellanos recordamos a esa querida y admirada Cataluña las palabras clarividentes que un catalán y catalanista preclaro, Rovira y Virgili, pronunciara en el Ateneo de Barcelona el 11 de septiembre de 1938. "Yo no he acusado nunca a Castilla de la caída de Cataluña. No es Castilla la que oprimió a Cataluña, sino la Casa de Austria. Yo siempre he creído que Castilla es un gran pueblo, propicio a las más nobles gestas. Cataluña y Castilla son dos pueblos de un gran espíritu, excelentemente dotados para acometer y llevar a termino grandes empresas".
En definitiva, estas empresas, y en primer lugar la de una articulación fraterna y fecunda de la comunidad española, son las que se ofrecen, y de las que sin duda son capaces, a todos los pueblos que la integran, para qué puedan llevarlas a cabo en pie de igualdad.
Castilla nº 2 Enero-febrero 1979
Un diario de Barcelona, en su suplemento dominical, acaba de publicar una interesante entrevista con Jordi Carbonell, el conocido profesor e intelectual catalán.
Carbonell se declara independentista radical, dice que los catalanes "están completamente oprimidos" y que "a la larga el independentismo se irá demostrando como la única posibilidad real de gobierno del país".
No nos ocuparíamos de los, a nuestro juicio, erróneos esquemas de Carbonell, sí no fuera porque una vez más reduce a Castilla al papel de chivo expiatorio de los agravios, reales o supuestos, de Cataluña. Asegura que las fuerzas que dominan el Estado español son la continuidad de "la antigua oligarquía agraria castellana que después ocupó sus lugares en la Banca, y que dentro de la península Ibérica se ha producido un imperialismo y el imperialismo siempre es un fenómeno de clase que, en este caso, "llevó a término la oligarquía agraria castellana, que era la clase dominante".
Nuevamente el nacionalismo periférico, o alguna de sus manifestaciones, revela su desconocimiento de la auténtica Castilla y de la verdadera historia de España. Confunden a Castilla, al pueblo castellano, con el reino llamado de León y Castilla y, en definitiva, con el Estado español, y nos hacen responsables a los castellanos del unitarismo y de todos sus errores y excesos.
Otra vez vuelve a ignorarse que Castilla no es el poder central, ni las estructuras de Madrid, ni el reino de Castilla y León. Castilla es un pueblo, que como todos los demás de España, quedó sujeto a unas estructuras de poder, y carece de sentido atribuirle en exclusiva tanto las glorias como los abusos del poder español El pueblo castellano no es el autor del centralismo, sino su primera y quizá más sacrificada víctima. La pretendida hegemonía castellana es un mito literario y político, utilizado al servicio de determinados intereses.
En Castilla, no en el territorio del antiguo reino así denominado y que comprendía diferentes pueblos -vascos, castellanos, leoneses, asturianos, gallegos, extremeños, manchegos, andaluces y canarios-, sino que en el auténtico país castellano, no cabe hablar de oligarquías, ni agrarias ni de otro tipo. Aunque es sabido que las oligarquías carecen de patria, el inventario de los oligarcas españoles no puede hacerle buscándolos en Castilla, sino en otras regiones o países de España, que, por cierto, de alguna manera se han visto más favorecidos: con el crecimiento económico, con la abundancia de puestos de trabajo, con la absorción de cientos de miles de trabajadores sustraídos a las regiones deliberadamente empobrecidas y despobladas, entre ellas Castilla.
Desde una perspectiva internacionalista y de izquierda, como la que se plantea Carbonell, parece mayormente aún un deber ético considerar y respetar el drama colectivo de los pueblos de España vaciados materialmente por el desarrollismo; forzados sus hombres y mujeres a emigrar, a arrancarse de sus raíces y asumir en el destierro una cultura y una lengua que, aunque dignas de todo aprecio, no son las suyas. No es justo, ni tiene la menor lógica, colgar a estos pueblos el sambenito de "dominantes y opresores" Por el contrarío, parece que es llegada para todos la hora de la comprensión y de la solidaridad. Si, como decimos, queremos amor, convivencia y ayuda entre todos los pueblos de la Tierra, habrá que empezar la tarea de la solidaridad por los pueblos de España, que tantas cosas tenemos en común.
Como castellanos recordamos a esa querida y admirada Cataluña las palabras clarividentes que un catalán y catalanista preclaro, Rovira y Virgili, pronunciara en el Ateneo de Barcelona el 11 de septiembre de 1938. "Yo no he acusado nunca a Castilla de la caída de Cataluña. No es Castilla la que oprimió a Cataluña, sino la Casa de Austria. Yo siempre he creído que Castilla es un gran pueblo, propicio a las más nobles gestas. Cataluña y Castilla son dos pueblos de un gran espíritu, excelentemente dotados para acometer y llevar a termino grandes empresas".
En definitiva, estas empresas, y en primer lugar la de una articulación fraterna y fecunda de la comunidad española, son las que se ofrecen, y de las que sin duda son capaces, a todos los pueblos que la integran, para qué puedan llevarlas a cabo en pie de igualdad.
Castilla nº 2 Enero-febrero 1979