Afirmacion de Castilla
En la pretendida organización territorial autonómica del Estado español, la clase política ha cometido los más graves errores. El mimetismo y la prisa -fruto ésta en gran parte de las ambiciones políticas partidistas- son los grandes responsables de esos errores. Fallos de tal envergadura que han llegado a comprometer seriamente y poner en entredicho la propia estabilidad del sistema democrático.
La clase política, en efecto, ha actuado en esta materia con una ligereza, Imprevisión y falta de responsabilidad que producen asombro. Y cuando tratan de arreglar o componer el desaguisado, se acude a expedientes nerviosos, con tan alarmantes visos de no respetar como se debe el título VIII de la Constitución, que nos hace tornar por nuevas equivocaciones que perturben más la situación general y aumenten, desgraciadamente, el deterioro del prestigio público de las Instituciones democráticas.
Como hemos dicho en otras ocasiones, no es correcto que los dos partidos políticos dominantes pretendan resolver este grave problema de España -problema, el de las autonomías, en cuanto a su generalización precipitada, creado artificialmente por la falta de visión de la propia clase política-, mediante decisiones oligárquicas: los pactos autonómicos, concertados en un marco cerrado, con dudoso respeto a la legalidad constitucional, suplantando al Parlamento y al pueblo por los grupos detentadores del poder y provocando Imprudentemente la Irritación colectiva de catalanes y vascos.
Por lo que a Castilla se refiere es muy grave la responsabilidad de los autores de la división o regionalización del llamado Estado de las autonomías. Una operación centralista, efectuada de arriba a abajo, sin la menor consideración a una realidad histórica, cultural y popular, tan Importante como es Castilla, con todo lo que significa en el conjunto de España.
La oligarquía política ha suprimido a Castilla del mapa autonómico, partiéndola en dos trozos que ha agregado arbitrariamente a las regiones vecinas -los antiguos reinos de León y de Toledo-La Mancha-, creando por vía tecnocrática esos dos engendras de Castilla-León y Castilla-La Mancha.
Pero Castilla existe y tiene derecho a verse reconocida como una región y comunidad autónoma, con las demás de España. Es Imprescindible, por ello, la reconsideración de esos dos entes de Castilla-León y de Castilla-La Mancha, conglomerados artificiosos que, por su falta de autenticidad y respaldo popular, no han hecho más que provocar cuestiones y dificultades. (Ahí están los casos de Santander, Logroño, Segovia y Guadalajara, con su manifiesto rechazo de aquellos entes híbridos).
Es necesario reconocer institucionalmente que en España existe una región, una nacionalidad -como quieran- QUE SE LLAMA CASTILLA.
Informativo Castilla nº15 enero-febrero 1982
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