Hermandad castellana
Hay fechas que tienen luz propia, por ejemplo el 26 m. en Burgos. Fue el día en que nuestros hermanos leoneses y segovianos vinieron a ponernos el «despertador». ¡Qué lección tan hermosa nos dieron a los que acudimos a escucharles este día al salón de la Caja de Ahorros del Círculo! ¡Cómo nos hizo vibrar don Manuel González Herrero con su fácil palabra, su elocuencia realzada por sus vastos conocimientos sobre la cultura castellana...!
Tuvieron que venir nuestros hermanos segovianos para intentar sacarnos de este letargo en que nos hallamos sumidos. Para decirnos que ellos esperan más de nosotros en la defensa de Burgos como Cabeza de Castilla, que se consideran hijos de Burgos y por tanto no pueden admitir más que a Burgos como Cabeza de Castilla.
¡ Qué pena, y qué alegría da, que sea otra provincia hermana la que tenga que dar la cara pos nosotros, que se haya rebelado como un solo hombre contra ese poder establecido que pretende mezclarnos, diluirnos, eliminarnos!. Pero ellos saben lo que quieren: pretenden seguir siendo Castilla cuya Cabeza sea Burgos y poseen unos líderes que se identifican con su pueblo. Si pudiéramos nosotros sentirnos protegidos de tal modo..., pero desgraciadamente, los nuestros están demostrando no tener el debido valor para oponerse a ese desaguisado, a esa monstruosidad de autonomía, que les han impuesto. De lo que puede deducirse fácilmente que la única solución viable seria un partido del pueblo, sin dependencia del centralismo que supone cualquier partido político, sea el que sea, obediente solamente a las consignas de su central y, por tanto, de los más poderosos.
Necesitamos un partido que piense en Castilla, que venga a servir a Castilla, no a servirse de ella para sus fines políticos y especulativos. Que se identifique con su pueblo, que interprete sus inquietudes y las haga realidades, que haga desaparecer el título que tan graciosamente nos han otorgado, el de Cenicienta de España que no haga menester la llegada de otras provincias hermanas a apuntalarnos la Cabeza, que haga revivir aquel sano regionalismo (no nacionalismo) existente antes del treinta y seis, que haga despertarnos de ese letargo de casi medio siglo, durante el cual se ha perdido casi todo nuestro folklore, nuestras costumbres, nuestra identidad y ante todo contribuya a formar nuestro espíritu castellano que tan difuminado se halla y que es lo único que puede salvarnos de apetencias occidentalistas (como decía el otro día don Manuel González Herrero) y evite que terminemos siendo lo que ya se comenta por doquier: Burgos provincia de Tordesillas.
En una reciente nota del PSOE se ha dicho que el compromiso autonómico figuró en los programas de los partidos políticos: incierto. Por lo tanto faltaba el consentimiento del pueblo. Otro de los puntos a que se alude es el que se refiere a los enfrentamientos producidos con «todas» las provincias limítrofes y se comienza enumerándolas: Valladolid. ¿Acaso somos nosotros los que hemos producido tal enfrentamiento? ¡Pero si continuamos soportando su dominio desde «in illo tempore» para ahora caer en un centralismo a ultranza!.
Se sigue con Álava: ¿No son ellos los que quieren apropiarse de lo que es Castilla desde diez siglos largos?.
Santander y Logroño: Lo único que se pretende es evitar la disgregación de estas provincias hermanas, que son células formadoras de Castilla, la cual queda mutilada sin éstas. No creo que a un padre se le pueda criticar por intentar unir o reconciliar a sus hijos.
Hay todavía un etcétera que no sé a quién puede referirse, pues Segovia nos ha dado una soberana lección de castellanismo manifestando su amor a Burgos y proclamándose hijos históricos de Burgos por boca de sus más dignos representantes (Modesto Fraile, Manuel González, etc.) como pudimos comprobar el «26-M» en el salón de la Caja del Círculo en el que manifestaron reiteradamente, que no aceptarían más que a Burgos por Cabeza de Castilla.
Como puede colegirse, lo único que se pretende es poner las cosas en su sitio de una vez y para siempre, ya que otros las han sacado de quicio; y que el primordial deseo es la unidad de España, pero no los amontonamientos, los híbridos, como muy bien decían en esa reunión, los parlamentarios de León: «juntos, pero no revueltos».
Lo que no llego a comprender es la posición de quienes tiran piedras a su tejado.
T. MORAL A.
(Diario de Burgos 15-4-82)
Informativo Castilla nº 16 mayo-junio 1982
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