lunes, mayo 31, 2010

La organización comarcal (Luis Carretero Nieva 1917)

EL REGIONALISMO CASTELLANO

La organización comarcal

Hay regiones, varias en España, dentro de las que la vida pública exterior al municipio es única, general, sin que aparezcan porciones de pueblo y territorio donde esa vida adquiera mayor intensidad, más solidez, más acentuada comunidad y modalidades que la den carácter y existencia propia, diferenciada del resto, dentro de la armonía regio­nal; una de estas regiones, salvo ligerísimas y muy limita­das excepciones, es tal vez la leonesa. En Castilla la Vie­ja pasa precisamente lo contrario; la vida comarcal presen­ta gran variedad de colores, dentro de un armonioso iris; la Rioja se distingue por su matiz de la tierra soriana, sin embargo de mostrar ambas sus reflejos aragoneses sobre su fondo castellano; el país que tras el Duero ocupa una parte de Segovia y Soria ofrece una fisonomía, cuyo se­mejante se encuentra, tal vez más parecido que en su co­lindante, encima de los acantilados cameranos de vida pas­toril; la Montaña, que así llamamos por antonomasia, tiene todo aquel sabor de la tierruca que con tanto deleite nos hace gustar la pluma soberana del magistral Pereda; la Moraña muestra por su parte aquel otro carácter, en el que se descubre la vecindad de las tierras leonesas. Las varie­dades comarcales son tan grandes, tan .radicales, tan nu­merosas en Castilla la Vieja, que pretender ir contra ellas, es querer oponerse a la naturaleza; intentar borrarlas o des­preciarlas, equivale a ignorar la fuerza de la geografía eco­nómica y de la etnografía, supone el imposible de que la faz de la tierra y la idiosincrasia de las gentes queden al capri­cho de una voluntad, o al acomodo de una obsesión.

Por añadidura a esas variedades de suelo y gentes, co­rresponden otras en la forma de los intereses materiales sobre .los que se apoyan las respectivas economías. Así es que en Castilla la Vieja, lejos de emprender una acción uniforme y constituir una sola organización común, es preciso atender a dar satisfacción a las variedades, aquilatando bien lo que pueda ser general e inaccesible a la potencia de cada comarca.

Hay regiones entre las españolas que pueden constituir su sociedad correspondiente, sin más que formar la agru­pación de sus sociedades municipales; pero en Castilla la Vieja no tenemos más remedio que reconocer la sociedad comarcal con su correspondiente gobierno propio más im­portante que la institución regional. Esto no es introducir complicaciones, sino solamente obedecer a los hechos rea­les; por otra parte, el Estado en su organización actual, pone un organismo entre el municipio y el poder superior y como nosotros lo único que hacemos es distribuir ciertas atribu­ciones de ese poder superior, repartiéndole entre las regio­nes y vinculándole en ellas, dejamos perfectamente deslin­dados los campos entre el gobierno regional y el de la co­marca, sin aglomeraciones y sin estorbos, dando por aña­didura, más atribuciones y mayores fines a los organismos que serian lo que debieran ser y ciertamente no son las ac­tuales Diputaciones.

Elías Romera, reconociendo, sin duda alguna, esa in­negable variedad entre las comarcas de Castilla la Vieja, es­tablece también las Diputaciones provinciales. Nosotros las llamaríamos mejor comunidades o merindades, formándo­las en cada comarca y haciendo que viniesen a parar a ellas los bienes de las antiguas comunidades de pueblos, encar­gándose de sus servicios de pastos y bosque, adquiriendo mediante justiprecio sus propiedades y extendiendo el uso vecinal y comunal a todos los vecinos de la nueva comu­nidad o rnerindad más útil a agricultura y ganadería, refun­diendo varias pequeñas. El conjunto de las diversas comu­nidades o merindades nuevas de la región, daría origen a la Hermandad de Castilla la Vieja, organismo encargado de la administración y gobierno de la región.

LUIS CARRETERO NIEVA
El regionalismo castellano
Segovia 1917
pp. 414-415

viernes, mayo 28, 2010

La provincia (Luis Carretero Nieva, Segovia 1917)

EL REGIONALISMO CASTELLANO

La provincia

Antes de pasar adelante, hemos de hacer algunas consi­deraciones sobre la provincia, pues Romera propone un organismo intermedio entre el municipio y la región, y las leyes actuales españolas tienen establecida la provincia, que, aun cuando férreamente amarrada al poder central, simula una función de administración popular con las Di­putaciones, organismo híbrido, de mucha sangre centralis­ta y una ligera capa de intervención del pueblo administra­do, que da un indicio de personalidad a la provincia, pero sin alma que dirija su vida.

La provincia es, en realidad, una demarcación, una zona,un sector, un distrito, un departamento trazado por el poder central para la distribución de sus dependencias, aparte esa debilísima Diputación provincial que apenas tie­ne funciones de gobierno que cumplir, atribuciones ni recursos para atenderlas. La provincia es el mismo gobierno central, pues por muy centralista que sea su espíritu, por mucho afán que tenga de reunir en la capital del Estado todos sus servicios, no puede prescindir de tener repartidos por el territorio funcionarios de la administración de justi­cia, gobernadores, prefectos o comisarios que se ocupen del orden, guardia civil u otras fuerzas que le impon­gan, etc.,,y no puede menos de fijar a esos funcionarios una residencia y de trazarles una demarcación en que actuar, por muy dividido, que por el contrario, esté un Estado, tendrá siempre alguna atribución; la de la justicia, la del orden público, la que fuere, que exigirá también su perso­nal y sus zonas, en las que como dependientes del poder central, desempeñasen las funciones que directamente co­rresponde atender a éste.

En tal sistema, que con corta diferencia es el general de España, la provincia no constituye un país, pues aun cuan­do se asienta sobre un territorio limitado, carece de un pueblo organizado en sociedad y regido por instituciones o corporaciones de gobierno propio, no tiene atribuciones pe­culiares, ni necesita ni tiene recursos para satisfacerla. Los gastos que en ella se originan no son privados de ella, son el resultado de la aplicación de los que el Estado nece­sita para el sostenimiento de sus empleados y sus oficinas. La existencia de la demarcación provincial no entorpece, ni toca, ni ofrece confusión, ni se relaciona con las corpo­raciones de gobierno local o regional, pues la provincia es, como dijimos más arriba, el propio gobierno central pre­sente en toda la nación.

LUIS CARRETERO NIEVA
El regionalismo castellano
Segovia 1917
pp.412-413

miércoles, mayo 26, 2010

El patrimonio estético (Luis Carretero Nieva, Segovia 1917)

EL REGIONALISMO CASTELLANO

El patrimonio estético

Es, a la vez, fuente inagotable de riqueza utilitaria para el país. En pocas partes alcanzará la belleza tanta variedad en sus manifestaciones, y menos es fácil todavía que haya otra comarca en la tierra que pueda competir en grandeza con Castilla la Vieja. El artista queda atónito ante las hermosuras que nuestra región tiene escondidas en sus rinco­nes, bellezas múltiples en el territorio, originalidad sin igual en los tipos de sus gentes, riqueza de color profusa en ma­tices, en curiosísimas costumbres, un inmenso tesoro de obras artísticas salvadas del pillaje entre las ruinas y un montón de piedras desportilladas, cubiertas por el polvo y el musgo de centenares de años, pero que conservan el aliento del genio inmarcesible de escultores y arquitectos, hierros enmohecidos que pregonan la destreza sin igual de inmortales repujadores, un museo de arte, que lo es tam­bién de históricos hechos y panteón de heroicas acciones, una pléyade de monumentos con los que los hombres de una y otra generación quisieron honrar a los que la natura­leza edificó en las montañas castellanas, creando también sus grandiosos páramos y envolviéndoles en los arreboles que el sol enciende diariamente para despedirse del mag­nifico solar de Castilla la Vieja.

Hay en nuestra región bellezas elaboradas por la natu­raleza y enterradas por ella en el seno de la tierra, como las grutas de Altamira (Santander), Atapuerca {Burgos} y la de Cueva Lóbrega, de Torrecilla de Cameros (Logroño), con sus maravillosas estalactitas. Hay en nuestra región paisajes que emocionan al viajero con su melancolía, le asustan con su triste aspecto o le empequeñecen con la majestad de elevadísimas cumbres o inmensos horizontes. Hay en nuestra región impresiones que recogió la sensibi­lidad artística del malogrado escritor montañés Aguirre y Escalante, acostumbrado a percibir la melancolía amable y plácida de los valles cántabros, que se despertó también con avidez ante aquella otra melancolía ceñuda y tétrica de las montañas del Guadarrama y que llamó empedernido al terreno que trabajosamente iba sorteando el tren para subirle a la ciudad de Segovia. Hay en nuestra región alegrías que llenan el alma con un cielo sin limites, cubrien­do un escenario de cientos de kilómetros sobre las aguas del mar Cantábrico o las llanuras inmensas que la unen con Aragón y León, y que se atalayan desde los cerros caste­llanos. Hay en nuestra región un manto de tristeza petri­ficada en colosales rocas de tenebrosa grandeza, dibujadas con inverosímiles líneas, asernejando monumentos funera­rios de una tribu de titanes y azuzando aquella inspiración que hace figurar a Castilla la Vieja como el sepulcro de la gloriosísima España del poderío. Hay en nuestra región umbrías que muestran la poderosa actividad del calor y la luz del sol, en consorcio con el agua, sangre del mundo.

Hay en nuestra región pedazos del planeta que, despro­vistos de las galanas ropas vegetales, muestran la magni­ficencia de su entramado, y son, como aquellas diabólicas rocas sepulvedanas y los altísimos acantilados cameranos, párrafos de la historia de la tierra, que se conservan escri­tos sobre ella misma.

Hay en nuestra región, sepultada bajo su suelo, una sucesión de civilizaciones, balbucientes unas, como las de las cavernas de Altamira (Santander), La SoIana (Segovia), y otras cuevas castellanas, civilizaciones capacitadas como las ibéricas de Tiermes y Numancia, civilizaciones esplen­dorosas como las romanas de Uxama. Hay en nuestra re­gión restos monumentales de grandes pueblos, que fueron como el excelso acueducto segoviano, y cien y cien más, porque si grande es Castilla, en cuanto pueda llevar el ánimo del hombre al culto dé la belleza o a la consideración de altos ideales y al encomio de heroicas acciones, en lo concerniente a las maravillas arquitectónicas, no hay unidad que pueda servir para medir la magnitud de nuestra tierra.

En pocas partes se juntaron tan opuestas estilos arqui­tectónicos ni tuvieron tan meritorios representantes coma en Castilla la Vieja, donde la barbarie de los tiempos y la desidia de los hombres se empeñan en destruir el más rico museo de arte que existiera a cielo abierto sobre el suelo europeo. Compenetrados con las variantes que el espíritu del país haya sufrido en los largos siglos de una azarosa historia, quedan en pie restos de cuerpos vivificados por la mano del arquitecto y muertos después, insepultos por falta de una piadosa caridad que les librase de toda una legión de aves de rapiña. Todas las maneras, todos los estilos, fruto de opuestos temperamentos de razas y civilizaciones, adquieren en Castilla la Vieja personalidad propia, por la coyunda de los elementos extraños y el país castellano, pero ninguno de ellos se pega tanto a la tierra, ninguno arraiga como el estilo románico y el que siglos más tarde, vencida la incultura medioeval, salió del lápiz de los arqui­tectos montañeses, que hicieron de Castilla la Vieja un joyel y de los valles cántabros un semillero de artistas.

El arte románico llena el suelo de Castilla la Vieja como la grama llena el prado. Por todas partes gallardea con sus triunfales victorias. Allí están cantando gloria San Vicente, de Ávila; El Salvador, de Sepúlveda; los claustros de Soria y Santillana, y las antiquísimas iglesias de la montaña santanderina, constituyendo una serie numerosísima de obras románicas, cuyo mérito no puede conside­rarse como cosa privada de ninguna de ellas. Pero el lugar más fecundo en obras románicas, es la ciudad de Segovia, acerca de la cual dejamos que escriba la pluma casticísirna y sentimental del santanderino Aguirre y Escalante:

«Segovia es un museo de la arquitectura románica: en ninguna otra población española he visto tanta abundancia de piadosas floraciones de este arte monacal; severo y legendario, que tan bien encaja en las ciudades silenciosas y vetustas, en esas ciudades en que parece percibirse el estancamiento centenario de pan vaho medioeval. En nuestro ambular callejero por los arrabales y dentro de murallas, fuimos descubriendo en plazuelas y encrucijadas, entre la barahúnda incolora del deforme caserío, gallardisimas muestras de esa manera arquitectónica que tan pródiga y firmemente arraigó en Castilla la Vieja.»

Engalanan el país de Castilla la Vieja otras muchas maneras arquitectónicas: el estilo ojival que se muestra en algunas iglesias enlazado con el plateresco, en cuyo estilo ojival descuella sobre todas las obras castellanas viejas la famosísima catedral burgalesa. Hay obras, como el celebé­rrimo alcázar segoviano, en el que al mezclarse las épocas se mezclan los estilos. Hay obras meritísimas del arte mu­déjar, como el castillo de Coca, y mil detalles que quedan de perdidos edificios.
Y queda estampado el sello de aquellos años de la grandeza industrial de Castilla la Vieja, de aquellas épocas de bienestar económico, de aquel apogeo de nuestra vieja región como pueblo laborioso, culto y rico, del tiempo en que las cabañas ganaderas esparcían seas ovejas por las sierras de Soria y los Cameros (hoy provincia de Logroño), de cuando Segovia tejía sus más preciados paños y el con­sulado de Burgos dictaba reglas al comercio marítimo, de los momentos aquellos en que la merindad de Trasmiera obsequiaba a la arquitectura, dando a luz aquella pléyade de clarísimos artífices que dejó escrita la ejecutoria de su genio artístico en los monumentos que sembró por toda la región.

La armonización entre todos los elementos sociales que componían el país era completa, comparable tan sólo a la que existía en esa época entre todas las comarcas del mis­mo, con lo que resulta que el arte nacido entonces venta a ser el resumen de la sociedad que le creó. El régimen municipal, herido ya de muerte, servia todavía a la producción ganadera, y de las arcas de las grandes cabañas y los poderosos gremios, salieron los dineros que sufragaron los gastos necesarios para realizar las bellas concepciones de los alarifes montañeses. Las fábricas de paños de Segovia y de Cameros vivían de las cabañas que se esquilaban entre estas dos comarcas, las que a su vez recibían de las pañerías el beneficio de una buena venta para la lana. El consulado de Burgos, recogía todos los productos del tra­bajo del interior y por el puerto de Santander los mandaba al mundo europeo. Las sierras ganaderas, las ciudades y villas fabriles, el centro colector de Burgos y el puerto de salida de Santander, eran recíprocamente indispensables. Así, de un trato permanente, tuvo que salir una afinidad y concordancia en la manera de pensar y de sentir, y por eso se explica que los arquitectos nacidos en los plácidos valles de la Cantabria del norte, acertasen tan bien a expresar en su arte los sentimientos e ideas engendrados en las ceñudas tierras de la llamada Celtiberia y la Cantabria interior.

Luís Carretero Nieva
EL REGIONALISMO CASTELLANO.
Segovia 1917
Pp 164-168

viernes, mayo 21, 2010

Las costumbres (Luis Carretero, El regionalismo castellano 1917)

Las costumbres

Todos los pueblos van haciéndose cada día más com­plejos, todos van perdiendo en índole original lo que por obra de un progreso igualador ganan en semejanza con un tipo universal, muriendo en ellos lo tradicional y típico que desaparece por una serie de aficiones comunes a todos los pueblos de la tierra enlazados entre sí por las modernas comunicaciones, aficiones e Inclinaciones que cambiare mucho, pero no con los países sino con los tiempos.

Castilla la Vieja, a pesar del apartamiento en que la mayor porción de su territorio se encuentra del mundo, no podía sustraerse a esta ley generalísima. En Castilla varían las costumbres, con la condición de las personas, Imperan­do las correspondientes a cada oficio, estado, género de vida o posición social, sobre las relaciones de raza, tradi­ción o geografía. Las costumbres de Santander son las de los puertos de mar; las de Burgos o Segovia, las de las ca­pitales de provincia; y las de Reinosa o Salas de los lnfantes, las de las pequeñas villas. La originalidad en las cos­tumbres, el clasicismo, hay que buscarle en la población campesina y como en esto hay aspectos diferentes y gra­duaciones, hemos de acudir al sitio más apartado, al que menos haya recibido el influjo forastero, y por otra parte, al que no constituya un caso particular dentro del país.

Diremos algo, muy poco, por no extender demasiado estas paginas, sobre los juegos, el vestido, las diversiones, el empleo del tiempo, etc. La población campesina está re­presentada, casi exclusivamente por los labriegos, donde no por los pastores y pinariegos (obreros de los pistares), y untos y otros tienen costumbres variando con sus oficios. Las de loa labradores tienen a no dudarlo pocos-atractivos. La vida transcurre en lucha ruda con la existencia. Tan pron­to como la temperatura o las lluvias permiten que se lleven a cabo las labores del campo, se trabaja de sol a sol, y en la época de la recolección, la jornada es increíble por lo larga, reduciéndose a cuatro o cinco las horas del sueño. Los domingos y días festivos del verano, sólo existen en el calendario y únicamente se celebran las fiestas del santo patrón de caria pueblo.

Los festejos populares se reducen a la romería de la er­mita inmediata y a la fiesta del patrón, que interrumpe una vez al año la terrible uniformidad de la vida aldeana. En ese día se recibe a los amigos de los lugares circundantes, se oye la misa, se conversa y se dedica un rato a fuegos pri­vados.

No podemos hablar de los juegos más usados en el país de Castilla la Vieja, sin copiar estas palabras del gran Jove­llanos. «Los juegos públicos de pelota son asimismo de grande utilidad, pues sobre ofrecer una honesta recreación a los que juegan y a los que miran, hacen en gran manera ágiles y robustos a los que los ejercitan, y mejoran por tanto la educación física de los jóvenes. Puede decirse lo mismo de los juegos de bolos, bochas, teiuelo y otros. Precisamente, los juegos más extendidos en Castilla la Vieja, son el de bolos y el de la pelota, jugándose también el tejuelo, si bien este último está casi limitado a la provincia de Se­govia, donde tampoco es muy ferviente su afición. Los bolos se juegan principalmente en la provincia de Santan­der, pero también cuentan con aficionados en las de Burgos y Soria, siendo conocido en todo el país. La pelota, más extendida, tiene grandes aficionados en Logroño, Burgos, Segovia y Soria; siendo un juego en el que los mozos cas­tellanos muestran una agilidad sorprendente y una resisten­cia verdaderamente fabulosa. El juego de pelota castellano es mas corto que el vasco, y por consiguiente no se des­arrollan tan enérgicos esfuerzos; pero es notabilísimo por lo movido y rápido, jugándose siempre a mano y rarísima vez a pala.

En los días de fiesta los viejos, los médicos, curas, bo­ticarios, notables y la gente casada, pasan la tarde y alguna vez buena parte de la noche, jugando a la baraja, siendo el tresillo el juego favorito de los profesionales letrados, mien­tras la gente labriega muestra sus aficiones por el mus, juego de origen vasco, en el que emplean las mismas pa­labras eúscaras, más o menos corrompidas, como órdago y amarraco. Pasado este día, la vida vuelve a su continuo ritmo de trabajo durísimo o letargo impuesto. por el clima.

Al mediodía, en las fiestas, celébrase la comida, todo lo suculenta que permite la pobreza del país, y el vino corre en ella con una copiosidad que contrasta con la escasez del resto del año. A la tarde los mozos bailan al son de la dulzaina o el pito y el tambor en algunos sirios, pero en los más son las guitarras y los acordeones tañidos por algún aficionado, los únicos instrumentos. La composición mu­sical que más suele oírse en Castilla la Vieja, es la jota, otra semejanza con Aragón, y en el baile muestran los jó­venes la misma asombrosa resistencia que en el juego de pelota.

Castilla la Vieja, contra lo que se cree, tiene urca riquí­sima y notablennente variada música regional propia. De ello son prueba los diferentes aires montañeses, que inspirados en el arte popular de nuestra predilecta provincia de Santan­der, fueron tan aplaudidos. De música popular segoviana, recordamos haber oído ejecutar diversos trozos a nuestro llorado atraigo Silverio Ochoa, entre los que había unos preciosíimos cantos de pastores. Es de citar un corto, pero notabilísimo articulo, en que la revista Soria y su Tierra», .año 1904, publicó D. Federico Olmeda, en el que inserta unas preciosisimas tonadas del Burgo de Osma.

Tan grande es la importancia de la riqueza musical cas­tellana vieja que, solamente la recogida en Burgos por el mismo maestro Olmeda que publicó las tonadas del Burgo de Osma, le ha permitido hacer un grueso volumen conser­vando en el pentagrama lo que él había oído por esos campos . Con párrafos tomados del mismo coleccionador me­ritísimo de nuestra música regional y con observaciones propias se ha servido escribir las cuartillas que siguen nuestro amigo querido D. Leandro C, Cadiñanos, a requerimientos ­que hubimos de hacerle para transcribirlas en este sitio

***

En Castilla desgraciadamente no se siente una molécula ­de regionalismo; los pueblos continúan devorados por la política, como si los azotes que sobre ellos caen, nada tuvieran que ver con sus espaldas; no sienten ni reconocen: todavía la necesidad de mirar de otro modo esa política y la de unirse para defender los Intereses comunes que son los de todos y los de cada uno; y en estas condiciones cualquier esfuerzo personal que alguien haga por esas tierras, naufraga seguramente, como si cayera en pleno océano.

»Además, la masa general de castellanas soporta una vida lánguida, sin actividad ni energía, sin brillo ni esperanza; así es que la voz se ha enmudecido en el cuello de sus gargantas y apenas cantan; al considerarse en tierras casi ajenas, les falta ánimo para templar las cuerdas de su lira y sus costumbres y sus canciones las tienen sepul­tadas en el fondo de su dolor. Si alguna vez hacen osten­tación de sus fiestas, costumbres y cantares, lo hacen con una voz muy queda y doliente; y las funciones de la vida *las desarrollan con una pobreza y ura melancolía que entristecen en lugar de alegrar. Bien dicen los castellanos burgaleses en sus cantares:

Aunque me ves que canto
No canto yo;
Canta la lengua,
Llora el corazón.

Corno consecuencia de esta situación, las costumbres de Castilla se desarrollan hoy sin color, y porque los cas­tellanos cantan tan poco y tan sin entusiasmo, se cree unánimemente que aquí no hay canciones populares. Dicen de ellos los de las demás provincias: --Como no tienen vida, ni modos propios, ni costumbres, ni fueros, tampoco tienen canciones.

esta creencia de que no hay en Castilla canciones po­pulares, constituye una verdad tan corriente, que se ha sostenido como de común sentir hasta entre los mismos castellanos de las capitales; y aun hoy todavía se tiene.

Puesto a —investigar, encontré una de las más preciosas canciones que es la Segadora de Villalomez (Burgos), y esto me animó a emprender el penoso trabajo de coleccionar las canciones de esta región.

Dice así la copla:

Todo lo cría la tierra.
Todo se lo come el sol:
Todo lo puede el dinero:
Toda lo vence el amor.

Fue bastante esta adquisición, para que de nuevo rena­clera en mi el entusiasmo. Ya no pensé más en no llevar a cabo mis estudios sobre la música popular, sino en hacer­los con tiempo, con calma y con la posible comodidad. Trazó mi pensamiento entonces un plan vasto, cuyo campo de exploración habían de ser los límites de Castilla la Vieja para hacer un cancionero exclusivamente castellano. _ Se fomentaba cada vez más esta idea, cuando mis ocupaciones me permitían consagrar algún día a este trabajo, pues siempre hacia alguna conquista.

»En uno de estos viales tuve noticia del gran éxito ob­tenido entre la gente popular de Bilbao, por una canción de origen muy probable castellano y acaso burgalés, y que allá apellidaron con el nombre de Purrusalda o Porrusalda. ¡Cosa rara! Después que allí la sobrepusieron ese nombre, en muchos pueblos de Burgos no se la llama de otro modo; sin duda el cruce de mineros la ha portado y transportado con estas consecuencias: esta canción va señalada con el número 21 en las canciones «Al Agudo», y es uno de tan­tos agudillos castellanos recogidos por mí en muchos sitios y especialmente en Villanasur de Oca (Burgos), de una jovencita que entonces tenía la Infantil edad, de 86 años, María Vela, la cual la había aprendido cuando real­mente era pequeña: el texto varia en los distintos sitios; »en Alarcia decía:

Mañana voy a Burgos,
Vente, si quieres;
Verás y veremos
Los chapiteles.

En esta obra, pues (se refiere a la colección de canciones) están representados por muchísimos pueblos, los partidos de Salas, Burgos, Lerma, Aranda, Roa, Villa­diego, Castrogertz, Villarcayo, Sedano, Briviesca, Miran­da y Belorado. . Presento, pues, en esta colección, el nú­mero respetabilísimo de unas 280 canciones (manifestación musical que acaso no hayan tenido las más principales regiones españolas). Y debo advertir que de Burgos de tengo­ todavía reservadas otras muchísimas, que no he incluido en ella, porque no me parecieron tan importantes y porque las que van incluidas constituyen número más que suficien­te para formar el volumen que al efecto se necesita, tanto para la nación como para la provincia y para los Juegos florales. Sin embargo, no se crea que abrigo la ridícula pretensión de haber recogido todas las canciones de la provincia. Tare fatua sería este jactancia, como lo es la idea de que Castilla y Burgos carecen de canciones popu­lares.

Debo manifestar que en mi colección burgalesa he in­cluído algunas canciones, pocas, recogidas en la provin­cia de Santander, Palencia, Calahorra y Soria, por coin­cidir en las líneas divisorias provinciales, y par continuar en estas el arciprestazgo de Burgos, lo cual es siempre motivo y ocasión de reciprocas relaciones y tratos entre las gentes de las provincias rayanas.

Por lo demás, no habría posibilidad, ni hay necesidad de recoger todas las canciones de Burgos. Ido habría po­sibilidad, porque ¿cómo recorrer 1.200 pueblos que poco más- o menos constituyen la provincia?
Esta obra es un testimonio vivo, elocuente, magnífico, completo, de la existencia de abundantes y preciosísimas canciones populares, genuinamente castellanas, genuinamente burgalesas. ¿Hay quien lo dude? Para algo ha de servir el número. Más de 600 canciones recogidas en los pueblos citados, distribuidos por toda la provincia de Burgos, dan idea clara y terminante de que no pueden ser importadas, sino de que han nacido aquí, porque aquí hay semillas y el terreno es fructífero.

¿Queda el escrúpulo de que esas canciones son aisladas, caprichosas, sin unidad y sin carácter? Este escrúpulo se desvanece como el humo, al considerar que no hay can­ciones traídas y llevadas de .la moda, transitorias, ni sin aplicación determinada a los usos de la vida popular. No hay más que examinar el plan que sigue a esta introduc­ción; allí se las ve perfectamente seleccionadas, fruto de un todo armónico, hermoso y lleno de unidad. ¿Se ad­vierten en él seis o siete especies de cantos romeros, otras tantas de bailables y otras tantas religiosas? Pues a conti­nuación del plan vienen las documentos confirmativos en número suficiente, con la necesaria uniformidad, con un colorido y tonalidad igual en todos los sitios, arguyendo el mismo estilo, la misma costumbre, la misma factura tonal y rítmica, el mismo dibujo, los mismos giros meló­dicos y poéticos; en fin, allí están retratando gráficamente todo un pueblo que tiene un modo de ser suyo y propio.

¿Piensa alguien que esas canciones son modernas, sin antigüedad ni abolengo? Examínense las frases musicales, saboréense un poco y podrá comprobarse que no están inspiradas en obras modernas. La filología lo demuestra en sus múltiples palabras anticuadas: (yoglar, trempolen­tre, trepoletre, ringondango, calangrefo, escomenaar, rumba, albadas, contratada (novia apalabrada), sales (esponsales), etc. etc.

No se diga que estas canciones no son castellanas porque se usan en toda España, pues es evidente que la región que no tiene dialecto, no ha de tener sus cantares sino en la lengua que tiene en uso; lo que ocurre que Cas­tilla las ha transmitido a otras regiones y hay algunas como las «ruedas» que oí en Soria, que no han sido lleva­das a otros lugares.

Hay cantos romeros (ni bailables ni religiosos), es de­cir, los usados en tareas de trabajos y esparcimientos. Cantos de ronda, de cuna, de siega, linos, cáñamos, yesos, esquileos, epitalamios. y otros. Por cierto que en los cantos de siega, figura un cantar que es exactamente la célebre jota de La Bruja y haciéndola notar el autor, expresa que esta canción fue tomada en los pueblos de Las Lomas de Belorado, advirtiendo que la cantan con mucha lentitud, pues es costumbre que dure el canto el fiempo que tardan en segar un brazado.

¡La jota de La Bruja, una canción burgalesal ¡Luego dirán que no hay música en esta región! ¡No dirla lo Mismo el maestro Chapí.

Hay cantos coreográficos, como hay multitud de bailables típicos que por desgracia han sido sustituidos por los modernos pasodobles, mazurcas y otros tales, en los que falta tanto el arte como sobra la incorrección. Antes y en los pocos que aún se usan, se acompañaban con el pandero, gaita, clarinete y pito, con acompañamiento de tambor; instrumentos que por desgracia forzosamente han tenido que ceder el paso al antipático acordeón. Incluye el maestro en el grupo de bailables vocales los que llaman a lo ligero, agudillo, pasan, brincadillos, al pandero, etc. Las parejas forman una línea recta, y altos los brazos, trucan los dedos para producir lo que llaman pito y me­nean los pies a compás, rápidamente, siendo de rigor que la hembra durante el baile mire al suelo. Tienen estos cantos sus correspondientes estribillos y es frecuente que loa cantores improvisen coplas alusivas a los bailadores o cantadores. Algunos de estos bailes terminan con los relinchos.

Las ruedas se bailan principalmente en Soria, forman­do un círculo las parejas, al que van dando la vuelta, al mismo tiempo que hallan y marchan.

_ Habla el maestro de la entradilla castellana y explica en qué consiste, diciendo que como todos los gastos de los bailes en los pueblos son sufragados por los mozos, sin perjuicio de pagar ellos su parte, piden también a las mozas en los bailes y a cualquiera que aparezca durante su celebración. Así que divisan a un caballero, van los mozos hacia él, y después de un saludo le bailan para que les dé la propinilla. La gaita toca la entradllla, y en las primeras notas, parecen estar gráficamente reflejadas las líneas de las genuflexiones del saludo de tiempos del Im­perio, y en las otras notas, se ve retratada la alegría con que recibieron la presencia del caballero, que agradecido les da la propina.

Conocidísimas son las danzas que se bailan en Burgos en las fiestas del Corpus y Curpillos y que se componen de ocho juegos.

Como cantos sagrados, se lamenta el maestro de la desaparición de ejemplares del arte polifónico del siglo XVI y registra como cantos populares los llamados albricias, usados en Salas, Barbadillo y Pineda; canciones de Na­vidad, Misiones y Calvarios, Rosario, Ave Marfa y cantos a la Virgen.

***

Hasta aquí las cuartillas del Sr. Cadiñanos. Con lo dicho en ellas y con lo conocidísimas que son las muchas obras musicales compuestas con motivos montañeses, que­da demostrado que las dos únicas provincias de Castilla le Vieja a cuya música popular se ha prestado alguna aten­ción, han tributado un enorme y variadísimo caudal de su genuino arte. Algunas ligerísimas observaciones del bene­mérito Olmeda en tierra soriana, demostraban la existencia en ella de su música típica, tan ignorada como la burgalesa, y otro tanto ocurre a no dudar en Segovia y en Ávila y en las tierras riojanas. De la música popular segoviana con­servamos en este momento en la memoria algunos nombres como las llamadas mudanzas y reboladas y las composi­ciones de los danzantes. Recordamos haber oído hablar de los cantos típicos de Valleruela de Sepúlveda y es muy conocida la figura de la moza segoviana tan reproducida por los pintores, quienes siempre la colocaban una pande­reta en la mano para acompañar tal vez aquella copla:

Salamanca, estudiantes;
Madrid, carrozas;
Ávila, caballeros;
Segovia, mozas.

La desgracia es que la música segoviana está más ame­nazada de perderse que la santanderina y burgalesa, pues a más de no haber sido recogida, tiene la contra de que los pocos dulzaineros de algún mérito han dado en tocar cosas modernas de las zarzuelas y en lo que, tal vez es peor, en aprender su arte en Valladolid, aficionándose a tocar cha­rradas y otras composiciones del reino de .León tan exóticas en Castilla la Vieja como lo puedan ser las composiciones gallegas o andaluzas.

Lo que los ingleses llaman el Folk Lore o sea el estu­dio -de las leyendas, tradiciones, música; juegos, etc., lo que constituye la manera de ser típica de la gente de un país, lo castizo de ella, es decir, por tanto, el casticismo de Castilla la Vieja tiene un valor artístico incomparable por su originalidad, por la firmeza de sus rasgos característicos que persiguen con avidez los más grandes artistas. Si los hermanos Bécquer recorrieron la tierra soriana buscando inspiración, los artistas de hoy proclaman a grandes gritos que Segovia es manantial inagotable de emociones en su ciudad y en su campo y sienten por ella envidiable predi­lección.

Muestra de la riqueza viva de Segovia y de toda Casti­lla la Vieja en arte popular de todos órdenes y en motivos que originen grandes obras cuando haya un talento artís­tico capaz de ponerse a su altura, fue la Exposición del Turismo celebrada no hace muchos años en Londres, en la que las comparsas segovianas atrajeron la atención de todos.

Llenas de originalidad y color son las cuadrillas de dan­zantes segovianos y en ellas, como acaso en la música, hay tal vez un principio de unidad en la región, pues en Santander también se hacen originalísimos juegos de dan­zas de paloteo o de espadas.

Y no digamos nada acerca del tesoro que constituyen la variadísima colección de trajes típicos regionales, varíedad profusa cual ninguna, pero no desprovista tampoco de cierta armoniosa unidad.

El traje castellano va perdiendo su originalidad; sin embargo, es posible encontrar todavía la vieja anguarina, la capa parda y hasta la gorra de piel y el viejísimo sagún celtíbero, Generalmente la cabeza de los nombres castella­nos va cubierta con la boina vascongada y es frecuente encontrar el pañuelo liado a las sienes de sus hermanos los aragoneses que muchos suelen llevar bajo el sombrero. Durante algunos años del siglo XIX, el traje castellano se corrompió, adoptando los labradores el sombrero ancho de bordes y copa cónica, cubiertos de terciopelo, prenda que, aunque exótica, adquirió gran popularidad en Castilla como en Valencia, León, Murcia y Castilla la Nueva. Aparte esta adulteración del sombrero, el traje del país conserva entre algunos el calzón y la chaqueta corta que con más o menos variaciones fueron generales en España.

La habitación revela la misma grave sencillez de la raza castellana, parca en adornos; sólo los dinteles de las puer­tas tienen algún decorado, reduciéndose en muchos casos a poner la fecha en que se construyó, o el nombre del pro­pietario, y otras veces las palabras Ave María Purísima. Toda casa aldeana tiene su corral y las más importantes de sus habitaciones son un zaguán y la cocina. La cocina de la aldea castellana es originalísima; según los arqueólogos . es igual que las descubiertas en las casas de los viejos nu­mantinos, con el mismo hogar de piedra, poco alzado sobre el suelo, en que arde el fuego, no por bajo, sino al lado de los pucheros. La cocina es en invierno el refugio de la familia, poniéndose alrededor del fuego, y las mujeres en cuclillas. El cuadro de la cocina aldeana es sumamente pin­toresco y los artistas españoles han sabido aprovechar tan interesante escena. Después de la cocina, la estancia más Importante es el zaguán, al que suele rodear las demás de la casa y en el que hay siempre una puerta que conduce a la cuadra. Sus paredes, como todas las interiores de la casa, están cuidadosamente enjalbegadas.

Al hablar de la habitación clásica castellana nos hemos referido a las viviendas del pueblo, pero a su lado se cons­truyeron también en el campo soberbios palacios inspirados en la arquitectura de la época del renacimiento español en los comienzos de la Edad moderna, que fueron habitados por los hidalgos propietarios de la tierra o por grandes ganaderos. Constituyen una variadísima colección arqui­tectónica los palacios existentes en grandísimo número en la provincia de Santander, con soberbios balcones, rodeada la «casona» por una tapia en la que se ostenta frecuente­mente una monumental portada de labrada piedra. También pertenecen al misma estilo arquitectónico los palacios de los nobles ganaderos del pasado, abundantes en la provin­cia de Soria y muy singularmente en los valles del norte de aquélla. La misma factura artística, el mismo típico de­corado, tienen algunas casas señoriales que hoy pueden verse en Sepúlveda, Pedraza y otras villas segovianas.

El ajuar es antiguo y tan sencillo como corresponde al carácter y necesidades de la raza. Las vasijas de barro conservan las mismas formas que las descubiertas entre las ruinas de las ciudades celtíberas, de Numancia, de Termes, de Uxama. Las ropas y los objetos de algún apre­cio se guardan en pesadas arcas de gruesa madera y el vino se conserva en pellejos y se bebe en la bota. En las paredes cuelgan cuadros de santos y retratos de familia.

Len detalle típico de Castilla la Vieja, es el calzado. Les hay de todas formas, abundando la alpargata, ya abierta y llena de grandes cintas como las de los aragoneses, o ya cerrada como las vascongadas. También se ven gruesos zapatos o borceguíes de cuero blanco, pero lo curioso es encontrar muy corrientemente la antiquísima abarca, el cal­zado más adecuado al terreno escabroso, el que hizo célebre a un rey de Navarra,

LUIS CARRETERO NIEVA
El regionalismo castellano
Segovia 1917
Páginas 62-74

martes, mayo 18, 2010

La desamortización en Castilla la Vieja (El regionalismo Castellano, Luis Carretero Nieva 1917)

LA DESAMORTIZACIÓN EN CASTILLA LA VIEJA

La derrota de Villalar marca el fin le la actuación de las ciudades de los reirías de León, Castilla y Toledo, como elemento poderoso de la organización política, en la que todavía se podía llamar reciente nación española, pero por lo que se refiere a la institución de las comunidades de Tierra en Castilla, era tan intima su com­penetración con la sociedad castellana, tan importante su misión en nuestro patrimonio regional que, todavía, en el siglo XIX, reciben las Comunidades dos tremendas puñaladas: la desamortización que las desvalija, y la Real orden de 1837 que manda suprimirlas sin conseguirlo; pues aun mando con la inmovilidad de las momias, todavía subsisten estas corporaciones en varios puntos de la región.

Si esas instituciones han tenido por su adaptación al territorio, su compenetración con el pueblo y el acuerdo con el género de vida de nuestra gente tan indestructible vital­idad, hay que reconocer en cambio que el carácter castellano que en otra época las dio a luz, a fuerza de tanto aguan­tar las mordazas esclavizadoras, llegó al último grada de abatimiento. Aquel espíritu de santa 'independencia, guar­dador celoso de las propias libertades, encariñado con los usos, leyes y costumbres, hijas de la raza y abiertas a toda progresiva transformación; aquel temperamento que sólo aceptaba la sumisión tras del agotamiento de energías de­fensivas, consiente en el siglo XIX el despojo de la des­amortización y no sólo consiente, sino que vergonzosamen­te promueve aquella desastrosa disposición que, con in­consciencia afrentosa, pidieron las aldeas de las tierras de San Pedro Marnrique y Caracena. La real orden de 1837 que vamos a reproducir literalmente; porque así como nos hemos esforzado en exponer lo que hemos creído carácter genuino castellano viejo en sus momentos más sanos, creemos que no hay modo mejor de conocer los resultados de la degeneración de aquel, que en una reflexiva lectura del -tristemente célebre documento:

«GOBERNACIÓN.--Real orden sobre supresión de juntas o ayuntamientos generales de Universidad.

» (En 31). En 8 de noviembre último se comunicó por »éate Ministerio al jefe político de Soria la Real orden que ?sigue:

» He dado cuenta a S. M. la Reina Gobernadora del expediente. instruido a consecuencia de las exposiciones hechas, por Calixto Fernández y Luis Valero, en representación de la Universidad de la tierra de San Pedro Manrique y por los alcaldes de los pueblos de la jurisdicción de Caracena, en solicitud de que se suprima la junta encar­gada del gobierno municipal de aquélla, y que sus individuos y los del ayuntamiento general de ella cesen en el ejercicio de sus funciones: enterada S. M. igualmente que de otro expediente, formado a instancia de D. Juan Anto­nio. Pinilla y Francisco Díez, representantes de cuatro de los cinco sesmos de que se compone la Universidad de la tierra de Soria, solicitando la cesación de los individuos »que actualmente forman la junta de gobierno y que la elección de ésta se verifique con arreglo a la Real provisión expedida en 23 de junio de 1802, quedando sin efecto el Reglamento aprobado en 16 de junio de 1834, confor­mándose S. M. con lo que expuso el suprimido Concejo Real de España e Indias, teniendo presente que restablecida en su vigor la ley de Cortes de 3 de febrero de 1823, corresponde que se formen ayuntamientos en los pueblos que deban tenerlos con arreglo a dicha ley y a la Constitución política de la Monarquía; y considerando, por lo tanto, innecesarias y aun gravosas la existencia, no sólo de las citadas Universidades y ayuntamientos generales de San Pedro Manrique, Caracena y otros, sino también la de la junta o Universidad de los ciento cincuenta pue­blos de la tierra, cuyas atribuciones deben hoy confiarse a los ayuntamientos y Diputaciones provinciales, se ha servido S. M. resolver:

»1.° Que se supriman las juntas o ayuntamientos generales de Universidades de tierra de San Pedro Mánrique, »Caracena y cualquiera otra de esa clase que se halle esta­blecida en esa provincia.

»2.° Que con arreglo a las órdenes vigentes se enajenen sus propios para redimir los censos que sobre si tienen, emplear el resto en beneficio de los pueblos y el repartimiento entre ellos mismos y con igual .destino de las existencias de sus Pósitos.

».3º Que V. S. se cuide de que se ejecute esta disposición y también de que para la formación de los nuevas ayuntamientos en los pueblos en que deba haberlos, según la ley vigente, se proceda con acuerdo de la Diputación provincial y con sujeción a la misma ley.

»4.° Que igualmente se suprima la junta de la Universidad de los ciento cincuenta pueblos de la tierra, recogién­dose sus papeles y documentos en el archivo de esa jefa­tura política.
»Y, finalmente, que V. S., oyendo a la Diputación pro­vincial, informe si entre las atribuciones que tenía la cita­da junta hay alguna, cuyo desempeño no pueda comple­tamente caber en el de las ordinarias funciones que a los ayuntamientos en sus localidades y a las Diputaciones »provinciales en sus casos, están designadas en la Constitución política de la Monarquía y en las demás leyes vi­gentes .

»Y habiéndose servido S. M. mandar que dicha resolu­ción sirva de regla general para los canos de igual naturaleza, lo digo a V. S. de su Real orden para los efectos »consiguientes,

»Madrid 31 de mayo de 1837,---Pita.»

Y ahora para los que dicen que el espíritu y la civiliza­ción de Castilla se .ha impuesto a España, y por tanto, a otras regiones, digámosles que lo primero que se demues­tra en esta desdichada Real orden es un desconocimiento completo por parte del ministro, es decir, del Gobierno; de la constitución política genuina de Castilla al confundir a las Universidades o Comunidades con Ayuntamientos Irregulares o creer a ambas corporaciones destinadas a los mismos fines, y demuestra además una ignorancia supina de los principios en que se fundaba la organización econó­mico-social del pueblo de Castilla, cuando al decretar la supresión de las corporaciones de tierra no dice rada res­pecto a sus fines principales y patrimonio, que destinaban sus Inmensos bienes (una gran parte del territorio de Cas­tilla la Vieja), al uso directo personal y gratuito de los ve­cinos en un comunismo que era fundamental en aquella sociedad.

Pero lo que en este momento nos interesa, es significar el grado de decaimiento a que había llegarlo el carácter caste­llano que demuestran estos hechos. Aquel espíritu de defensa de la santa independencia y de conservación de las Institucio­nes y patrimonios, que librando al pueblo de la miseria le garantizaban su libertad, ha perdido sus instintos de con­servación, y por el recelo contra los hombres que formaban una junta; por disconformidad de alguien contra la manera como se constituyó, o por prurito de que una aldea de sa­lirse con su capricho, se degrada hasta el punto de dar pábulo al poder central para suprimir la más genuina de las instituciones castellanas. No hubiera sido posible tal ataque de haberse conservado en su integridad el instinto de con­servación de la libertad individual y colectiva del que eran garantía las Instituciones comarcales de Castilla la Vieja, porque la miseria que es el más traidor lazo para caer en la esclavitud, no existía bajo el régimen de las comunidades y porque la independencia económica es el principio de todas las libertades. Seguramente que esos castellanos que provocaron la supresión de las Comunidades no ignora­ban los inmensos beneficios que reportaban al país, pues en una tierra como la nuestra, en la que la ganadería era pro­fesión general, todos los habitantes tenían que haber forzo­samente conocido por propia experiencia los beneficios del patrimonio comunal repercutiendo en los erarios domésti­cos. No es de creer que los solicitantes pretendiesen des­truir esa condición fundamental de sus pueblos y las liber­tades que de ella derivaban; lo que pasó sencillamente, que perdieron el instinto que le guió a través de los siglos para conservación de su independencia comarcal y dejaron de tener conciencia de la necesidad de pactar para la defen­sa, sosteniendo en beneficio propio y general la fidelidad en lo pactado.

Los despojos de las desamortizaciones tolerados por el país, son una prueba más de la extenuación del instinto de independencia y de la desaparición completa de la tenden­cia a la ligación para la defensa mutua y reciproca; pues nada ha debido de producir más indignación, ni más firme resistencia en el pueblo castellano, que aquella rapiña del poder central con los bienes de nuestras corporaciones lo­cales y comarcales humillantemente consentida (1). La des­amortización ha sido el ataque más brutal dado a la pro­piedad colectiva por quien más debía respetarla. Repetidas veces y con gran constancia han clamado los pueblos y personas sensatas contra el despojo de sus. bienes; pero la penuria del fisco por un lado y la implantación del sistema actual de gobierna, han sacrificado la ventura y felicidad de las aldeas al enriquecimiento rápido de unos pocos y los han hecho después víctimas de la centralización, para así tenerlos supeditados a los organismos del Estado, llevando días de luto a los pueblos y desastres a la agricultura, ya que los pocos montes que quedan se hallan en situación de­plorable ante el temor de una nueva enajenación, estando además explotados por grandes especuladores. La propie­dad comunal era esencialísima al régimen social de Castilla la Vieja y esenciailísima también para la productividad física o natural del país. Socialmente la propiedad comunal, principalmente la de pastos y leñas, era una subvención verda­dera y poderosa para que no naciera la plaga del pauperismo que, al fin, ha venido precisamente porque la desamortiza­ción ha matado esa propiedad colectiva que armonizaba los derechos del individuo con las de la sociedad, aten­diendo al problema social, que es el nudo gordiano de los tiempos presentes. Físicamente, la desamortización ha destruido las aptitudes naturales del país, arrebatándoselas a aquellos terrenos que sólo servían para los pastos o el bosque, talando los montes, que eran la gran despensa natural del ganado y los reguladores del clima y de la cir­culación hidráulica, privando al país de una serie coordina­da de órganos de producción, que solamente son posibles de sustituir por otros de diferente naturaleza en las pocas zonas de la región, aptas para la agricultura. La desamortización, en resumen, pulverizó física y socialmente el país, escudada en la ausencia de dos cualidades del carácter que la hubieran hecho imposible: el instinto de la conservación de las autonomías y libertades locales y el de mutua liga­ción para la defensa y como esas cualidades eran precisa­mente las sobresalientes del carácter regional castellano, según prueba su vida a lo largo de la historia, queda ple­namente demostrada la decadencia del mismo.

(1) Al ocuparnos cíe estos tremendos desastres sufridos por nuestra tierra, tenemos muy presentes los párrafos escritos por nuestros venerables amigos D. Carlos de Lecea y D. Elías Romera. Véanse sus libros: La Comunidad y Tierra de Segovia (Segovia, 1894) y La Administración local (Almazán, i896).

LUIS CARRETERO NIEVA
El Regionalismo Castellano
Segovia 1917

Páginas 238-243

La sociedad municipal (Luis Carretero Nieva, El REGIONALISNO CASTELLANO)

No ocurre lo mismo con la sociedad municipal que ha perdido vigor, fuerza y cohesión, siendo hoy problema ca­pitalísimo para la regeneración del caduco país de Castilla la Vieja la reconstitución de las sociedades municipales con el pueblo de sus ciudades y aldeas, con creación de un po­der estimulante que origine una opinión y una voluntad pú­blicas dentro de cada uno de los municipios de la región, con la instauración de corporaciones concejiles, capaces de satisfacer en todo los designios de las respectivas opinión y voluntad locales, ajustando a ellas todos los actos del gobierno local. Porque de nada nos vale la consideración de que nuestra Castilla la Vieja haya gozado de muy pu­jantes corporaciones locales, si el hecho innegable, el hecho triste, el hecho notorio es que, al reducirse aquéllas a sim­ples organismos subordinados al poder central y depen­dientes de él, se quebrantó también la sociedad municipal y tan sólo en determinados casos da muestras de vida, pro­bando más la necesidad de existencia que el hecho de existir.

Creemos que la reconstitución de las sociedades muni­cipales de Castilla la Vieja es necesidad perentoria de la misma importancia que el agrupamiento de los castellanos viejos en sociedad regional, que es empresa igualmente abandonada por ellos, los que víctimas del excesivo inter­vencionismo del poder central en todos los órdenes de la vida colectiva dentro de la nación, han perdido aquella en­tereza necesaria para que cada entidad reclame el derecho a atender por sí misma a sus fines y han perdido también aptitudes por la persistencia de la tutela. Sin necesidad de volver a repetir, pues en el ánimo de todos están, las infini­tas razones que hacen de las organizaciones municipales, elemento principalísimo entre todas las agrupaciones huma­nas, confirmemos la obligación que incumbe al país castellano viejo de fortalecer con ,una reforma radicalisima la constitución de sus sociedades municipales mediante el es­fuerzo de todos, porque a todos nos interesa por amor de compatricios y por interés de consocios, poner a los habi­tantes de todos los rincones de Castilla la Vieja en condicio­nes de perseguir autonómica y eficazmente su prosperidad.

Sentada esta necesidad de reconstituir las sociedades municipales, despertando en cada municipio el interés de los vecinos por los negocios del común, cabe sin embargo la acción colectiva regional, aparte de la puramente local, para evitar la causa de la degeneración de nuestras socie­dades municipales y para corregir sus perjuicios. La causa de la decadencia de esas colectividades municipales es la ya tradicional persecución que los poderes centrales, desde antes de la unidad nacional, venían dirigiendo contra los poderes locales castellanos y sus inseparables y complementarias instituciones comarcales hasta hacer desaparecer aquel beneficioso colectivismo, que tan bien se adecuaba al temperamento cíe nuestro pueblo, y que era el más señalado rasgo del espíritu de nuestras genuinas organizaciones po­líticas y hasta destruir una hacienda popular que era el fun­damento de una envidiable riqueza pública; y las consecuen­cias fueron, la desilusión y el apartamiento de las personas útiles al país y sanas de alma, desoladas por la magnitud de un desastre para cuya reparación se consideraron impo­tentes. La labor regional que hay que hacer, consiste en procurar la reorganización de las corporaciones municipales sobre una base tornada en la tradición castellana, pero con aplicación de los más recientes progresos de la ciencia política con una sabia adaptación del espíritu de nuestras instituciones a los tiempos modernos, consiguiendo lo que se hubiese logrado si estas instituciones hubieran seguido un camino en el progreso tan largo como el recorrido por cualesquiera otras, evitando la simple copia de lo ajeno y cuidando, además, de crear tantos tipos de organismos municipales como requieran las variedades comarcales indis­cutibles en la región. Porque todos los peligros que pueda tener un centralismo uniformista dentro de España, los tiene igualmente otro idéntico centralismo dentro de Castilla la Vieja, sin más variaciones que la de venir dentro de la región notablemente aminorados los inconvenientes por ser también menores las diferencias comarcales. De cualquier modo, en Castilla la Vieja hemos de tener unos municipios adaptados a la distribución de la población y al género de vida de la misma en las comarcas de sierras y montañas donde abundan las pequeñas, numerosas e inmediatas al­deas, formando municipios con muchos anejos, con concejos de aldea en cada una de estas y con un ayuntamiento único para varias, corno ha de haber en muchos lugares, lo mismo de Santander, que de Soria; de Logroño, que de Segovia; de Ávila, que de Burgos; y hemos de tener otros ayuntamientos aplicables a las ciudades, en las que los la­bradores o son una minoría o no existen, y hemos de tener otro tipo de municipios en tierras corno las de llanuras y riberas, en las que la población está concentrada en núcleos variables, pero grandes todos, si se comparan con los de las sierras, en los que generalmente la vida económica re­posa sobre el cultivo agrícola, el vitícola, el hortícola, y algunas veces sobre el forestal resinero. El municipio cas­tellano debe de inspirarse en las organizaciones que fueron resultado de una gran experiencia de condiciones del terri­torio y del carácter del pueblo que imprimieron una perso­nalidad señaladísima a los municipios de Castilla la Vieja, pero tiene que aceptar todas aquellas que sean conquistas en firme del progreso, porque tan perjudicial y funesto es confundir lo que es progresivo con lo que solamente es nuevo o exótico, como Sería torpeza considerar, como cosa genuina y propia del pueblo, a lo que solamente es viejo y no tiene mérito ninguno, pudiendo muy bien ser tan sólo un vicio perpetuado.

Es, pues, una aspiración general de la región, reorga­nizar nuestras sociedades municipales y es condición de esta necesidad que la organización se haga comenzando por un estudio de las diversas comarcas y de los diferentes modos de vivir de los habitantes de las mismas, para tener en cuenta todas sus modalidades y establecer organismos adecuados a estas.


EL REGIONALISMO CASTELLANO
LUIS CARRETERO NIEVA
Segovia 1917 pp.342-345

miércoles, mayo 05, 2010

La cuestión Regional de Castilla la Vieja (El Regionalismo Castellano, Segovia 1918). Luis Carretero Nieva 1918




En la siguiente dirección de la Fundación Saber de León, está el famoso libro de Luis Carretero "La cuestión regionla de Castilla la Vieja (el regionalismo castellano)" de 1918 en formato pdf para descargar:

http://www.saber.es/web/biblioteca/listado-por-autor.php?l=l

o más directo aún en:

http://www.saber.es/web/biblioteca/libros/cuestion-regional-castilla-vieja/cuestion-regional-castilla-vieja.php?idLibro=301

Ni esta obra ha podido publicarse en época más oportuna, ni el acierto de la Sociedad Económica Segoviana de Amigo del País al encomendar su composición a persona de tan relevantes méritos del Sr. Carretero, ha podido ser mayor. En estos momentos de conmoción universal, en los que parece resurgir el espíritu de las regiones para constituir una nacionalidad española, fuerte, típica y mejor gobernada; el intento de estudiar las características de Castilla la Vieja, de dar al traste con errores funestos, dígalos quien los dijere, de deshacer tópicos lastimosamente falsos, como el de la inmensa llanura castellana, que no es castellana, sino leonesa, de determinar de manera clara y definitiva, qué provincias constituyen Castilla la Vieja.

lunes, mayo 03, 2010

El juez prohibe las actividades de Resaca Castellana y clausura sus sedes (Minuto Digital 3-10-2010)

El juez prohíbe las actividades de Resaca Castellana y clausura sus sedes

Minuto digital 3 mayo 2010

Redacción Publicado el 28 Abril, 2010

La aprehensión de varios kilos de material para fabricar artefactos explosivos y cócteles incendiarios, además de la detención de 9 de sus miembros, no le va a salir gratis al violento grupo ‘antifascista’ burgalés Resaca Castellana, una grupo radical que evolucionó de los campos de fútbol a los entornos más radicales de la extrema izquierda. Por lo pronto, el juez encargado de las diligencias tras el registro de la sede y detención de 8 de sus cabecillas ha decidido prohibir cualquier actividad por parte de Resaca Castellana al tiempo que ordena la clausura de todas sus sedes. A los detenidos, mientras se instruye el juicio cuyo sumario se tramita en secreto, permanecen en libertad con cargos.

El juez ha estimado que la presencia de materiales incendiarios cuya manipulación podría derivar en artefactos explosivos es constitutiva de delito y podría vulnerar la ley reguladora del derecho de asociación que establece que «las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito son ilegales». Además, en el registro en la sede de la Resaca Castellana en el número 29 de la calle Sagrada Familia de Burgos se localizaron, además de los materiales detonantes, un buen número de bates de beisbol y armas blancas de varios tipos que se hallaban almacenados en el sotano del local.

IZQUIERDA Y TERRORISMO EN ESPAÑA

Los tentáculos del terrorismo etarra se reparten por toda la geografía española. Posiblemente sea Cataluña la región en la que puedan tener una presencia más importante los miembros de organizaciones cercanas a ETA o de vinculación con la Kale Borroka.

Tal como recogía El País en su edición del pasado 1 de Junio, la preocupación en Cataluña sobre la proliferación de grupos de Kale Borroka es muy importante.

“La “extensión” de grupos de jóvenes violentos en Cataluña podría desembocar en la aparición de una kale borroka (lucha callejera) “contra la convivencia social”. Así lo cree el líder de Convergència i Unió, Artur Mas, que ha instado al Gobierno tripartito catalán a luchar con “rotundidad” y “contundencia” contra estos grupos”

Pero la Kale Borroka ya existe en Cataluña, y así se ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones. La celebración del 12 de Octubre en Montjuïc sule ser el escenario preferido para su aparición. Según fuentes de las fuerzas de seguridad la presencia de miembros de la Kale Borroka también se ha detectado en numerosas operaciones contra casas de “okupas”. En estas operaciones la policía habría requisado numeroso material ilegal e incluso material impreso en el que se explicaría con todo lujo de detalles la fabricación de pequeños artefactos explosivos y cócteles molotov.

La Comunidad Valenciana ha sido escenario del trabajo de la Kale Borroka llegada desde el País vasco apoyada por elementos “catalanistas” vinculados a conocidos partidos independentistas y pro catalanistas de la región. También se habría detectado una colaboración muy fluida con grupos anarquistas. La Kale Borroka en Valencia ha tenido como objetivo más importante a Coalición Valenciana. La importación desde el País vasco de las formas y modos de la violencia callejera han tenido como consecuencia numerosos ataques a sedes de este partido político valenciano.

Los lazos de la Kale Borroka con grupos castellanos también ha sido evidente durante años. La vinculación de grupos como Izquierda Castellana o resaca Castellana con el separatismo vasco es importante. Tenemos que sumar a esto, el apoyo que grupos violentos de RedSkins prestan a estas formaciones.

Izquierda castellana es un grupo de extrema izquierda liderado por Doris Benegas, hermana del socialista vasco Txiki Benegas. Entre las numerosas colaboraciones de estos grupos destacan los foros y mesas que auspiciados por Izquierda Castellana dan voz a las formaciones separatistas vascas. Un ejemplo de esta colaboración se puede verificar en la información que publicamos el 12 de Marzo en Minuto Digital, en la que se ponían de manifiesto los estrechos lazos entre estos grupos violentos:Doris Benegas se encarga de dar carta de naturaleza y voz a las organizaciones separatistas vascas en Castilla. En aquella ocasión les organiza una jornada que, bajo el nombre de “Por una solución política y dialogada a la cuestión vasca”, intenta dar cobertura a las organizaciones ilegalizadas en el País Vasco.

La Kale Borroka también tiene presencia en Madrid de mano de grupos de extrema izquierda, “okupas” y estudiantes independentistas vascos de la universidad madrileña. Estos grupos han protagonizado importantes disturbios que no han tenido demasiada repercusión en prensa pero que han logrado amedrentar a numerosos estudiantes. Fuentes universitarias consultadas por Minuto Digital han confirmado que la extrema izquierda controla la mayoría de actividades en los campus madrileños y que algunos sindicatos de estudiantes habrían desaparecido por las presiones de estos grupos violentos.

En Galicia es evidente la relación entre la AMI, Asamblea da Mocedade Independentista, y la Kale Borroka. Sin ir más lejos miembros de AMI viajan de forma asidua al País Vasco para participar en encuentros auspiciado por la organización ilegalizada SEGI.