LA PERSONALIDAD DE CASTILLA
Como es sabido, los pueblos castellanos se separaron en el siglo x de la monarquía leonesa para afirmar su personalidad nacional y crear su propio Estado, expresión política de una nueva, original y renovadora comunidad histórica: Castilla.
León y Castilla -por sus orígenes, constitución e historia- son dos identidades, dos etnias diferenciadas, de gran significación e importancia en el conjunto español, y que, a través de los tiempos y a pesar de su integración en una sola estructura política estatal -la Corona de León y Castilla o de Castilla y León, germen del Estado español-, han mantenido hasta el presente su propia individualidad.
León y Castilla son dos pueblos, dos reinos, dos regiones históricas diferenciadas. Puede :defenderse racionalmente que esas dos regiones convenga o no que se junten o integren en una sola circunscripción u organización administrativa, por razones políticas o por cualquier otro tipo de argumentos. Pero nunca se podrá negar, razonablemente, que León y Castilla son dos entidades históricas diferentes.
Desde su aparición en la escena histórica -como viene predicando, con rara y admirable constancia, Anselmo Carretero y Jiménez- Castilla y León son dos nacionalidades, no sólo distintas sino procedentes de troncos enteramente diferentes. El reino de León nace cuando los reyes de Asturias, en el siglo x, dejan Oviedo y trasladan la capital a León, al lugar, donde estuvo el campamento romano de la Legio Séptima Gemina, a la entrada de la llanura de Campos, los Campos Góticos de sus antepasados. Tiene, pues, sus orígenes en la Reconquista iniciada en Covadonga, de carácter predominantemente visigótico. Castilla nace en el «pequeño rincón» donde los montañeses cántabros, aliados con sus vecinos los vascos, defienden su independencia frente a los, moros y a los reyes -de León, como sus padres la habían defendido frente a los de Toledo y sus abuelos frente a las legiones de Roma. Sus raíces y sus orígenes sociales son, por lo tanto, predominantemente autóctonos. León y Castilla, desde sus comienzos altomedievales, representan en la historia ' , de España estirpes y tradiciones, estructuras sociales y económicas, instituciones políticas y concepciones e ideas diferentes, y en muchos aspectos antagónicos. Al aparecer los castellanos en la escena peninsular -foramontanos cántabros que comienzan a balbucir un nuevo romance, a llamar a su país Castilla y a considerarse castellanos, la monarquía astur-leonesa seguía su original designio de restaurar para las oligarquías hispano-godas el imperio de Toledo.
La Castilla originaria, que rompe con la tradición neogótica, clasista y jerarquízame de las estructuras del reino leonés, se caracteriza esencialmente por su condición más popular y libre. Castilla es, como se ha dicho con frase brillante, un islote de hombres libres en una sociedad feudal. Es lo que permitió a Salvador de Madariaga definir así el acceso español al europeismo: «Entrar en Europa quiere decir adoptar las instituciones europeas, y en particular, las liberales y democráticas que ya eran naturales y espontáneas en Castilla en la Edad Media» (España. Ensayo de historia contemporánea; Madrid, 1978, edición doce, página 577).
Castilla se diferencia de León por la lengua,,por el derecho y por la organización institucional. La lengua: el castellano, asombrosamente innovador, frente a la arcaizante lengua, leonesa, progresivamente empujada hacia occidente. Todavía en el siglo xIII, en Valladolid y Tierra de Campos hablaban leonés, cuando ya en Cuenca se hablaba en castellano.,El derecho: los castellanos rechazan el Fuero Juzgo, el romanizado código visigodo, y se rigen por su derecho consuetudinario local, aplicado por jueces de elección: popular. Las instituciones: de signo y tendencia democrática, comunera y foral; con vocación hacia formas sociales igualitarias, horizontales y abiertas.
Veamos lo que dicen al respecto los más reputados historiadores españoles:
a) «Castilla fue un pueblo de hombres libres, medianos y pequeños propietarios, agrupados en pequeñas comunidades rurales también libres, y fueron en ella excepción las clases serviles. La presencia en tierras leonesas de una aristocracia laica y clerical importante, explica su diferencia con Castilla.»
«La existencia en Castilla de una larga serie registrada de aldeas libres habitadas por libres propietarios, en función del talante castellano y de las circunstancias históricas en que vivió el país, produjo la singular sociedad castellana de la que muchas veces me he ocupado. Como los pequeños propietarios de tierra galaico-portugueses y del reino de León strictu sensu, sufrieron los de la Castilla condal el gran tirón de la ventosa clerical y nobiliaria. Pudieron, sin embargo, defenderse de ella mucho mejor que los primeros y mejor también que quienes moraban en la zona leonesa. Los condes de Castilla, necesitaron de ellos para mantenerse libres frente a los reyes de León y frente a los califas de Córdoba. La clerecía y la aristocracia no habían triunfado en tierras castellanas como en las galaico-portuguesas y ni siquiera habían medrado como en las legionenses. Y muy pronto cristalizaron en Castilla instituciones que ayudaron a los pequeños propietarios libres a mantener su primitivo status jurídico.»
«La lejanía de la corte y el peligro de la lucha apartaron de Castilla el mayor caudal de la corriente inmigratoria mozárabe y alejaron -de ella a los grandes magnates de las dos aristocracias. No sufrió así intensamente el contagio de la decadente mozarabía ni la prepotencia de los grandes señores, de la iglesia o de la aristocracia. Continuó siendo tierra de hombres libres agrupados en pequeñas comunidades rurales'.»
«Fue, por tanto, en tierras castellanas donde se inició una sensibilidad política de signo popular frente a la ya cargada de esencias señoriales de León. Los condes de Castilla necesitaron de la asistencia entusiasta de los moradores en su condado para mantenerse frente a los reyes leoneses y para defenderse de los duros ataques musulmanes, y no mermaron sino que aumentaron las libertades de los campesinos castellanos. Los infanzones o nobles de sangre del país no se trocaron en
grandes señores, sino que siguieron siendo a modo de caballeros rurales. De entre los pequeños propietarios no nobles se decantó una nueva clase social: la de los caballeros villanos». (Claudio Sánchez Albornoz.)
b) «Castilla llevaba muy a mal el tener que peregrinar en alzada a León, porque propugnaba en general la legislación del Fuero Juzgo, prefiriendo regirse por sus costumbres locales. Castilla se rebeló contra León y rechazó el Fuero Juzgo, para aplicar su derecho consuetudinario local, y al romper con una norma común a toda España, surge como un pueblo innovador y de excepción.» (Ramón Menéndez Pidal. )
c) «En lugar del aristocratismo romano-visigótico de las castas dominante, en Castilla nos sorprende una democracia igualitaria; en lugar de la propiedad señorial de nobles y prelados, una repartición del suelo en propiedades familiares, con comunidades de bosques y aguas; en lugar de la legislación romano-visigótica o Fuero Juzgo, los fueros de la repoblación, y a falta de ellos, los usos y costumbres tradicionales; en lugar del centralismo unitario, la federación de pequeñas comunidades libres.» (Fray Justo Pérez de Urbel.)
d) «El pueblo castellano,; de sangre vasca y cántabra, se conforma en una sociedad abierta, dinámica, arriesgada, como lo es toda estructura social en una frontera que avanza. País revolucionaria, sin clases sociales cerradas, en que el villano puede elevarse fácilmente a caballero y llegar a la riqueza si le ;favorece la suerte del botín.» (Jaime Vicens Vives.)
e) «Etnicamente había en Castilla elementos bárdulos y vascones que no existían en León, y en su repoblación habían intervenido poco los elementos mozárabes,, que acudieron al territorio leonés, menos expuesto. Socialmente en Castilla no hubo los grandes magnates que ' en León, y su secuela de servidumbre, sino pequeños infanzones y hombres libres, agrupados en pequeñas comunidades, que no tardaron en gozar de autonomía. Jurídicamente los leoneses eran aferrados a la tradición visigótica y a la ley escrita del Fuero Juzgo; mientras los castellanos concedían la primacía a las costumbres', al fuero llamado de albedrío, que permitía sentenciar por fazañas o jurisprudencia de, jueces venerados, que transmitiéndose por tradición oral, podía aplicarse en casos análogos. Les irritaba, además, tener que acudir a León para dirimir sus pleitos.» (Ferrán Soldevilla. )
Registremos también, por último, la lúcida reflexión que hace Fernando Sánchez Dragó sobre lo más esencial y hondo de la entidad castellana, en las conversaciones publicadas en Más allá de la memoria (Bel y Molinero; Burgos, 1981,;,pág. 160):
«En Castilla existe un tribalismo, un tribalismo que se traduce en esa atomización de la que a su vez se deriva un,pluralismo que no existe en otras partes. De hecho, Castilla es el gran reducto de lo foral. Los condes castellanos son los que esgrimen este foralismo frente a los reyes' de León,~que es la primera forma de democracia, la primera forma de manifestación política popular que se conoce en Europa. Existen también, por supuesto, en el País Vasco, en Aragón..., pero yo creo que la esencia, el cogollo del foralismo es castellano. Aquí subsisten, conservados como en ninguna otra parte, los usos y costumbres. En ningún sitio están tan vivos ni tan sentidos. Y el folklore y las, fiestas tradicionales se mantienen con un arcaísmo que sólo se encuentra en Castilla. Pues bien, frente a la tendencia centrípeta representada,,por el imperialismo de lo astur-leonés, Castilla significa lo comunitario. Esto es un rasgo fundamental para la definición de lo castellano. Hay en Castilla un sentido esencial de comunidad en los pastos, en las minas, en los bosques, en las aguas..., lo que da lugar a una estructura jurídica, organizativa y legal diferente de las otras partes de España a lo largo de la historia. Y luego, también, junto a ese nomadismo y este foralismo, yo diría que hay otro elemento imprescindible para entender qué es Castilla, y ese elemento es lo autóctono, ese sentido, como decía antes, de pervivencia de los pueblos primitivos hispánicos frente a las superposiciones romanas, godas y europeas.»
Castilla, en efecto, por su propia naturaleza histórica y cultural, no ha sido nunca un todo uniforme y homogéneo, sino más bien un rico y variado mosaico de pueblos, países, comarcas, territorios, con personalidad, tradiciones sociales y populares e instituciones propias, unidos por lazos de tipo que hoy llamaríamos confederal.
Desde ese primer cimiento que fue Castilla Vieja -como canta el Poema de Fernán González-, Castilla fue creciendo por la incorporación de nuevas entidades territoriales que en todo caso, y dentro de esa espléndida diversidad, siguieron manteniendo una sustancial identidad institucional y cultural. Por eso, sin duda, el poema habla una y otra vez, en plural, de los pueblos castellanos.
(Memorial de Castilla, Manuel González Herrero, Segovia 1983.pp 25-31)
Sí, pero eso fue la principio. Estaría bien que hablaras de la evolución posterior de Castilla, por lo menos hasta que cayó en manos de los Habsburgo.
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