domingo, marzo 24, 2024

Las “nacionalidades”: término gramatical y explosivo (1980) (José María Codón)

 La infame creación de las “autonomías” (1977) como apuñalamiento a España



Las “nacionalidades”: término gramatical y explosivo (1980)


J. M. Codón


Cuando se disminuye la fuerza de explosión o implosión de las llamadas “nacionalidades”, reduciéndolas a una simple cuestión gramatical o semántica, se obra temerariamente. Las “nacionalidades” son mucho más que un problema de lexicografía. Detrás de cada palabra siempre hay una idea, un concepto y en este caso una Institución de derecho político, un programa separatista, que ha intentado minar el ser nacional y reducir a pedazos la historia común. Es el lema letal de los separatismos y secesionismos que en España han sido desde 1868.


Prescindiendo de su conocida acepción en derecho internacional privado, equivalente a ciudadanía, en el actual lenguaje de las Naciones Unidas, nacionalidad es una colonia pendiente de liberación. Pero no es éste el caso de ninguna región interna dentro de nuestra Patria.


En la realidad hispana no hay más que una nacionalidad o Nación: ESPAÑA, que culminó su unión con los Reyes Católicos, pero que es mucho más antigua, ya que data del siglo I de nuestra era con la unidad hispanorromana, y desde entonces, lo mismo los reyes y pensadores godos, que los monarcas y tratadistas de la Reconquista, concibieron y exaltaron solamente a Iberia, Hispania y España.


El mito de las “nacionalidades” se debatió sin éxito en las Cortes desde 1886 a 1936. En el hemiciclo y en el programa de los nacionalismos catalán y vascongado ofrecía un abanico de grados de separatismo, que van desde el concepto de que “España es una nación de naciones”, de Maciá, Prat de la Riba, el doctor Robert y Nicolau d’Olver, hasta la doctrina de Pi y Margall, de que España es una “federación de Estados”, como expuso en su libro “Las Nacionalidades” y “La acción revolucionaria”, donde postula que la unidad de España está en el pensamiento y en el corazón de los españoles. Las “nacionalidades”, de las cuales fue el más decidido campeón Pi y Margall, suponen la autodeterminación, ya que como la materia apetece la forma, la nacionalidad o nación apetece el Estado.


Nación y Estado son cosas distintas. El Estado, lo mismo en nuestra tradición que en la escuela krausista, es la personificación jurídica de la nación. El Estado es un concepto jurídico conformado por la soberanía política, y la nación, en cambio, es una comunidad vital, moral y espiritual, caracterizada por su soberanía social y su independencia. La nación es el río de las generaciones, el producto de la cultura, y el Estado es el cauce.


¿Qué “nacionalidades”, aparte de la Patria común hay en España? Ninguna.


Distinguir alguna sería tanto como ignorar la Historia. Regiones históricas en España son todas. Forales son todas, pero naciones, ninguna.


Cataluña, tierra maravillosa, salvo períodos que suman menos de un siglo, siempre fue un Principado de la Corona de Aragón. La hija y nieta castellanas del Cid fueron Condesas de Barcelona, y muchas princesas catalanas, reinas de Castilla, y los castellanos, reyes de Aragón. Cataluña, que nunca fue nación soberana, ni tuvo independencia ni fronteras, y que colaboró siempre en la obra común española no es “nacionalidad”.


Las españolísimas provincias vascongadas, integradas en Castilla desde el año 943 hasta el año 1833 -un milenio casi-y hasta el día de hoy ínsitas en el territorio español, nunca tuvieron unión entre sí, pues fueron tres provincias, no una región; sin independencia o soberanía, notas peculiares de toda nación; ni otros señores ni reyes que los nobles y los reyes de Castilla. Las Vascongadas han sido durante un milenio tres provincias de Castilla, y después, durante un siglo tres provincias de España. La ficción de “Euzkadi”, de Sabino Arana, no merece ni la pena de tratarse.


Galicia: Jamás fue un territorio independiente, ni tuvo reyes (con excepción de García, príncipe castellano, después del reparto que Fernando I, hizo de su reinado -siglo XI- sólo unos meses), ni independencia ni soberanía. Primero se integró en el Reino asturiano-leonés y luego al Castilla, hasta el punto que el literato gallego Rodríguez de Padrón (s. XV), bautizó a Galicia como “el cuarto reino de Castilla”.


Esperamos que sea retirado en el futuro el término “nacionalidad”, que aunque se le atenúe con la fórmula “España es una e indivisible”, de marcado sabor jacobino, es un explosivo.


El regionalismo es de derecho natural. Lo amamos. Pero su hipertrofia, el separatismo, encerrado en el término “nacionalidad”, destrozaría a España. Más que un término sería un fin: el fin de España (…)

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