Que la provincia de Burgos haya perdido más de 700 habitantes al año en medio siglo es una mala noticia, por supuesto, pero que un redactor del Diario de Burgos hable de la vieja Castilla de páramos y trigales es, aunque de otra categoría, por lo menos tan mala como la anterior. El topicazo, desafortunadamente extendido por la Generación del 98, ha hecho mella hasta en la redacción del Diario de Burgos. Como nacido en la provincia de Burgos, en Huerta de Rey, en una comarca rodeada de pinares, tardé bastante tiempo en entender eso de páramos y trigales cuando estudié el bachillerato. Cuando después he viajado por la vieja Castilla he podido comprobar porqué me costaba entenderlo. Y es que cuando hablamos de la vieja Castilla tenemos que aclararnos. Yo no veo esos páramos y trigales como señas de identidad en la mayor parte de Burgos, Soria, Segovia, Ávila, por no mencionar la vieja Castilla de siempre, Santander y La Rioja.
Cuando me di cuenta de esa Castilla de páramos y trigales fue cuando por primera vez, allá por 1968, entré en la provincia de Valladolid, entonces comprendí pefectamente la frase, pero también aprendí que Valladolid -fundada por el leonés Pedro Ansúrez-, Palencia, la Tierra de Campos y buena parte de la llanura leonesa, eran parte de otro reino, el viejo Reino de León. Qué pena que el castellanista segoviano Anselmo Carretero ya no pueda decir nada en este debate. La triste muestra que nos da un redactor del Diario de Burgos no es nada más que una más en la absoluta falta de identidad de una nacionalidad histórica: Castilla. No da más de si una carta al director, pero si que puede dar de sí un consejo. Si lo encuentran, tarea difícil, regalen esta navidad el libro de Anselmo Carretero: Castilla. Orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. El afortunado lo agradecerá toda la vida.
Pelayo Molinero Gete
20 Peel Street
London W8 7PD
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