por José María Rupérez
LA BELLEZA DE CASTILLA
¿Qué tiene Castilla
con sus campos dorados,
sus valles frondosos,
sus ríos y lagos?.
¿Qué tiene Castilla
para que me enamore tanto?.
domingo, septiembre 30, 2007
lunes, septiembre 24, 2007
Casi unas memorias. Dionisio Ridruejo.Ed Península . Barcelona 2007
3. DE VALLADOLID A SALAMANCA
. Entre Valladolid y Segovia hay menos de 100 kilómetros, completamente llanos hasta Santa María de Nieva, donde la meseta sube un escalón que se define como una larga costa de ladera rápida con las torrecillas del telégrafo de lumbres, que nunca llegó a inaugurarse, en lo alto. El paisaje que se otea desde ese relieve sigue, infinitamente, hacia el suroeste. Es el que suele llamarse «mar de tierra»; un paisaje de mieses con trozos de estepa y manchas de pinares pequeños que no se distinguen a veces de la sombra que dan las nubes cuando pasan, diseminadas, por el gran esplendor.
Es a esta Castilla a la que corresponden los tópicos acuñados por algunos prosistas y poetas del 98-Unamuno, el grande-y por sus continuadores, desde Ortega o Pérez de Ayala hasta Senador o don Federico Mendizábal. Es un espacio enorme, con algunas curvaturas de nava y algunos relieves de serrijón, donde no resulta exagerada la imagen heráldica del chopo y el galgo que el filósofo de «andar y ver» remata con aquel donaire: «¿Curvas? ¡Señora; en Castilla no hay curvas!». En los días a que se refieren mis recuerdos se repetía mucho, sobre todo, el párrafo de José Antonio Primo de Rivera que sintetizaba con fortuna los extremos de aquellas páginas castellanistas: «La tierra absoluta y el cielo absoluto». En unas páginas, descriptivas también, recuerdo cómo ese espacio abierto y plano, rodeado, sin que casi lo piensen sus habitantes, por las montañas cántabras, leonesas, ibéricas y carpetovetónicas, es un país muy unitario desde el tiempo de los vaceos, que luego atrajo a los visigodos y, entre los siglos xili y xvi (desde Fernando el Santo hasta los comuneros), sustrajo a Burgos y a León, en forma difusa, la capitalidad castellana. Aquí, en efecto, se tradujeron al habla de los castellanos montañeses, algo vasconizados, los ideales o invenciones del reino de Asturias. Por eso suelo llamar a estas llanuras Castillaleón-en una sola palabra-para señalar bien su diferencia con la Castilla vieja y montaraz en la que yo tengo mis raíces y que sólo tuvo, como León, orlas asomadas al llano hasta que ambas se perdieron juntas en sus espejismos. A medio camino entre Segovia y Valladolid queda Olmedo, con Medina al lado. Olmedo y Arévalo eran, según el decir del medioevo tardío, las llaves de Castilla. Y al pasar ante el pinarillo de Olmedo y ver en la villa restos del muro, es inevitable acordarse de los caballeros que las coplas de «Ay,panadera» dejan tan en camisa. La Valladolid falangista había asumido en la guerra, ya lo recordamos, la guía del castellanismo llanero, centralista y hegemónico, tan distinto del castellanismo viejo de los montañeses (Santander o Burgos, Soria o Segovia) que podían reivindicar la Castilla recogida y «suya», municipal, condal o real, tal como la explican el federalista Carretero Nieva y su hijo Anselmo, a quien acabo de abrazar en México. Por eso no es de extrañar que las pretensiones de aquélla levantaran algunos recelos, quizá atávicos, en los grupos segovianos, recelos que, sin duda, quedaron pronto justificados cuando se puso en claro que Madrid-el Madrid maldecido por Onésimo Redondo-quedaría por bastante tiempo fuera de mano.
Porque el falangismo vallisoletano, de fuerte raíz local, no era, en efecto, la misma cosa que el madrileño. Había nacido de otro modo. Onésimo Redondo había fundado sus juntas de Actuación Hispánica mucho antes de nacer FE y casi al tiempo que nacían las JONS de Ledesma Ramos y Aparicio, a las que aquéllas se unieron pronto. La unión de ambas con Falange y la aceptación de la jefatura de José Antonio Primo de Rivera no se había hecho sin dificultades y había conocido diversas crisis, una de ellas grave, al apartarse Ledesma del movimiento arrastrando tras sí a algunos nacionalistas vallisoletanos, entre los que figuraba el joven más inteligente e influyente del jonsismo castellanista: Martínez de Bedoya. La ausencia física y ya presuntivamente irreparable de José Antonio había centuplicado los efectos de la segregación temporal de Madrid. Onésimo Redondo manifestó en sus primeros pasos una voluntad de recoger el mando supremo que a nadie se le había pasado desapercibida, y quizá sin su muerte fortuita en Labajos no se hubiera constituido nunca aquella Junta provisional colegiada que, presidida por el montañés Hedilla, quedaría elegida por los restos del disperso Consejo Nacional de anteguerra, reunido el mes de septiembre en el mismo Valladolid. El sistema espontáneo de las organizaciones territoriales de que anteriormente hablé no se modificó gran cosa por ello y, como en seguida veremos, condujo a las tensiones que, por lo que tocaba a Valladolid, me pondrían a mí en la situación que estoy rememorando.
Pero no saltemos aún a ese asunto. El movimiento que venía esforzándose por otorgar a Valladolid la capitalidad fáctica de Castilla no lo inventaron los falangistas, jonsistas o nacionalistas de las Juntas Hispánicas de Onésimo Redondo. Todo movimiento que quiere destruir y suceder a otro anterior, debe asumirlo en cierta medida. Y lo que los falangistas debían asumir era no poco de lo que-a impulsos del regeneracionismo-los liberales habían puesto muchos años atrás en los campos góticos cerealistas: un poderoso movimiento de intereses que trataba de quitarle importancia a Madrid y oponerse competitivamente a la periferia industrial. El hombre clave de ese movimiento había sido don Santiago Alba, al que, con acierto, ha llamado su biógrafo García Venero «un político de razón». Esto es, un político que transcribía en su partido unos bien definidos intereses económicos sectoriales. En este sentido, quienes estudien en el futuro el falangismo vallisoletano no podrán dejar de lado el hecho de que éste era una variante, más radical y, por supuesto, antiliberal y tradicionalista, del agrarismo castellanoleonés. El diario de Alba se titulaba, muy expresivamente, El Norte de Castilla. Y de no llamarse así es muy posible que se hubiera llamado Castilla el que fundó Redondo con el nombre de Libertad, palabra que no aludía a su fondo político pero sí, quizá, al espíritu reivindicativo local de la Castilla agraria, levantada en Valladolid por el Cambó castellano, que acaso con un poco más de autenticidad regionalista, en sustitución del centralismo castellano-leonés, no hubiera llevado al choque, más frecuentemente que al pacto, a trigueros y tejedores.
Dionisio Ridruejo. Casi unas memorias . Ed Península Barcelona 2007. Páginas 167-170
6. VIAJES DE GUERRA
No voy a entretenerme ahora en el pormenor de mis viajes juveniles, siempre limitados. Mi casa de El Burgo de Osma se mantuvo abierta hasta 1933 y, con raras excepciones, pasé allí todos mis veranos desde que empezó, en 1922, la época de mis internados. El primero, en Segovia, fue bastante libre y me unió afectivamente a la ciudad que ha sido una de las más decisivas en mi vida, pues volvería a ella, por libre elección, en la primera de las fechas que acabo de anotar. Los otros, en Valladolid y en Chamartín de la Rosa, fueron verdaderos confinamientos, aunque no faltaron paseos por las afueras, casi siempre en severa y antipática formación. Desde El Escorial-donde viví interno y externo -y desde Segovia recorrí bastante terreno, pero siempre dentro de la meseta y, en especial, de la meseta alta y del Guadarrama. Este espacio suele producir grandes entusiasmos y grandes aversiones. He visto llorar a un inglés desde las murallas de Pedraza y todos hemos leído lo que un vasco, un andaluz y un valenciano han escrito sobre las Castillas, ya se trate de la montañosa-que es, en su mayor parte, la Vieja-o de la llana, que es ya medio leonesa o se extiende por el antiguo reino de Toledo. Se trata de un paisaje dificil, cuyas sugerencias no se dan con facilidad como no sea la más obvia de su gran extensión de tierra y cielo. En realidad es, como todos, un paisaje que sólo se disfruta cuando se le vive en todas sus mudanzas naturales y se le ha ido incorporando como biografía. Pero por causar una gran impresión de conjunto-buena o mala, exaltante o desoladora-, fácilmente esconde sus detalles. Quizá por eso, el habituarse a él da una cierta sensibilidad de rebote; quiero decir que ayuda a intensificar las impresiones que producen otros paisajes más dulces, más caligráficos o más variados. Aun más; yo diría que estos paisajes de mi juventud pueden conmover mucho pero sujetan poco. No me parece que haya muchas ni muy buenas páginas descriptivas de su tierra escritas por castellanos nativos (propondré, entre otras, la gran excepción de Luis Felipe Vivanco), y, por otra parte, no suele ser corriente que los castellanos sientan añoranza cuando se van. Lo que no quiere decir que no se lleven su paisaje con ellos (lo que el paisaje ha hecho de ellos), pues desde el romanticismo conocemos bien la relación entre la fisonomía de la tierra y los estados de ánimo humanos que, por acumulación, dan carácter. En todo caso, quien vio a Castilla como una luz que detalla fue Azorín, que ya traía la lección aprendida desde Monóvar. Y quien vio Castilla como una expresión fisonómica, como una metáfora del monoteísmo, fue Unamuno, que venía de Bilbao. Páginas equivalentes a las que-cada uno a su modo-han dedicado Pla al Ampurdán, Juan Ramón a Huelva, Baroja al País Vasco, y el mismo Blasco a la huerta valenciana o Pereda a la Montaña, no se han dado aquí más que raramente. Pero no quiero divagar. En mi caso, Castilla ha sido muy emocionante como escuela para comprender la expresión de la tierra y me parece que lo que vi en ella durante 2o años ha estado siempre detrás (como piedra de toque o pieza de contraste) de lo que he visto después. Pero ha correspondido a ese después mi capacidad para ver en detalle y en concreto.
Dionisio Ridruejo. Casi unas memorias . Ed Península Barcelona 2007. Páginas 302-303
. Entre Valladolid y Segovia hay menos de 100 kilómetros, completamente llanos hasta Santa María de Nieva, donde la meseta sube un escalón que se define como una larga costa de ladera rápida con las torrecillas del telégrafo de lumbres, que nunca llegó a inaugurarse, en lo alto. El paisaje que se otea desde ese relieve sigue, infinitamente, hacia el suroeste. Es el que suele llamarse «mar de tierra»; un paisaje de mieses con trozos de estepa y manchas de pinares pequeños que no se distinguen a veces de la sombra que dan las nubes cuando pasan, diseminadas, por el gran esplendor.
Es a esta Castilla a la que corresponden los tópicos acuñados por algunos prosistas y poetas del 98-Unamuno, el grande-y por sus continuadores, desde Ortega o Pérez de Ayala hasta Senador o don Federico Mendizábal. Es un espacio enorme, con algunas curvaturas de nava y algunos relieves de serrijón, donde no resulta exagerada la imagen heráldica del chopo y el galgo que el filósofo de «andar y ver» remata con aquel donaire: «¿Curvas? ¡Señora; en Castilla no hay curvas!». En los días a que se refieren mis recuerdos se repetía mucho, sobre todo, el párrafo de José Antonio Primo de Rivera que sintetizaba con fortuna los extremos de aquellas páginas castellanistas: «La tierra absoluta y el cielo absoluto». En unas páginas, descriptivas también, recuerdo cómo ese espacio abierto y plano, rodeado, sin que casi lo piensen sus habitantes, por las montañas cántabras, leonesas, ibéricas y carpetovetónicas, es un país muy unitario desde el tiempo de los vaceos, que luego atrajo a los visigodos y, entre los siglos xili y xvi (desde Fernando el Santo hasta los comuneros), sustrajo a Burgos y a León, en forma difusa, la capitalidad castellana. Aquí, en efecto, se tradujeron al habla de los castellanos montañeses, algo vasconizados, los ideales o invenciones del reino de Asturias. Por eso suelo llamar a estas llanuras Castillaleón-en una sola palabra-para señalar bien su diferencia con la Castilla vieja y montaraz en la que yo tengo mis raíces y que sólo tuvo, como León, orlas asomadas al llano hasta que ambas se perdieron juntas en sus espejismos. A medio camino entre Segovia y Valladolid queda Olmedo, con Medina al lado. Olmedo y Arévalo eran, según el decir del medioevo tardío, las llaves de Castilla. Y al pasar ante el pinarillo de Olmedo y ver en la villa restos del muro, es inevitable acordarse de los caballeros que las coplas de «Ay,panadera» dejan tan en camisa. La Valladolid falangista había asumido en la guerra, ya lo recordamos, la guía del castellanismo llanero, centralista y hegemónico, tan distinto del castellanismo viejo de los montañeses (Santander o Burgos, Soria o Segovia) que podían reivindicar la Castilla recogida y «suya», municipal, condal o real, tal como la explican el federalista Carretero Nieva y su hijo Anselmo, a quien acabo de abrazar en México. Por eso no es de extrañar que las pretensiones de aquélla levantaran algunos recelos, quizá atávicos, en los grupos segovianos, recelos que, sin duda, quedaron pronto justificados cuando se puso en claro que Madrid-el Madrid maldecido por Onésimo Redondo-quedaría por bastante tiempo fuera de mano.
Porque el falangismo vallisoletano, de fuerte raíz local, no era, en efecto, la misma cosa que el madrileño. Había nacido de otro modo. Onésimo Redondo había fundado sus juntas de Actuación Hispánica mucho antes de nacer FE y casi al tiempo que nacían las JONS de Ledesma Ramos y Aparicio, a las que aquéllas se unieron pronto. La unión de ambas con Falange y la aceptación de la jefatura de José Antonio Primo de Rivera no se había hecho sin dificultades y había conocido diversas crisis, una de ellas grave, al apartarse Ledesma del movimiento arrastrando tras sí a algunos nacionalistas vallisoletanos, entre los que figuraba el joven más inteligente e influyente del jonsismo castellanista: Martínez de Bedoya. La ausencia física y ya presuntivamente irreparable de José Antonio había centuplicado los efectos de la segregación temporal de Madrid. Onésimo Redondo manifestó en sus primeros pasos una voluntad de recoger el mando supremo que a nadie se le había pasado desapercibida, y quizá sin su muerte fortuita en Labajos no se hubiera constituido nunca aquella Junta provisional colegiada que, presidida por el montañés Hedilla, quedaría elegida por los restos del disperso Consejo Nacional de anteguerra, reunido el mes de septiembre en el mismo Valladolid. El sistema espontáneo de las organizaciones territoriales de que anteriormente hablé no se modificó gran cosa por ello y, como en seguida veremos, condujo a las tensiones que, por lo que tocaba a Valladolid, me pondrían a mí en la situación que estoy rememorando.
Pero no saltemos aún a ese asunto. El movimiento que venía esforzándose por otorgar a Valladolid la capitalidad fáctica de Castilla no lo inventaron los falangistas, jonsistas o nacionalistas de las Juntas Hispánicas de Onésimo Redondo. Todo movimiento que quiere destruir y suceder a otro anterior, debe asumirlo en cierta medida. Y lo que los falangistas debían asumir era no poco de lo que-a impulsos del regeneracionismo-los liberales habían puesto muchos años atrás en los campos góticos cerealistas: un poderoso movimiento de intereses que trataba de quitarle importancia a Madrid y oponerse competitivamente a la periferia industrial. El hombre clave de ese movimiento había sido don Santiago Alba, al que, con acierto, ha llamado su biógrafo García Venero «un político de razón». Esto es, un político que transcribía en su partido unos bien definidos intereses económicos sectoriales. En este sentido, quienes estudien en el futuro el falangismo vallisoletano no podrán dejar de lado el hecho de que éste era una variante, más radical y, por supuesto, antiliberal y tradicionalista, del agrarismo castellanoleonés. El diario de Alba se titulaba, muy expresivamente, El Norte de Castilla. Y de no llamarse así es muy posible que se hubiera llamado Castilla el que fundó Redondo con el nombre de Libertad, palabra que no aludía a su fondo político pero sí, quizá, al espíritu reivindicativo local de la Castilla agraria, levantada en Valladolid por el Cambó castellano, que acaso con un poco más de autenticidad regionalista, en sustitución del centralismo castellano-leonés, no hubiera llevado al choque, más frecuentemente que al pacto, a trigueros y tejedores.
Dionisio Ridruejo. Casi unas memorias . Ed Península Barcelona 2007. Páginas 167-170
6. VIAJES DE GUERRA
No voy a entretenerme ahora en el pormenor de mis viajes juveniles, siempre limitados. Mi casa de El Burgo de Osma se mantuvo abierta hasta 1933 y, con raras excepciones, pasé allí todos mis veranos desde que empezó, en 1922, la época de mis internados. El primero, en Segovia, fue bastante libre y me unió afectivamente a la ciudad que ha sido una de las más decisivas en mi vida, pues volvería a ella, por libre elección, en la primera de las fechas que acabo de anotar. Los otros, en Valladolid y en Chamartín de la Rosa, fueron verdaderos confinamientos, aunque no faltaron paseos por las afueras, casi siempre en severa y antipática formación. Desde El Escorial-donde viví interno y externo -y desde Segovia recorrí bastante terreno, pero siempre dentro de la meseta y, en especial, de la meseta alta y del Guadarrama. Este espacio suele producir grandes entusiasmos y grandes aversiones. He visto llorar a un inglés desde las murallas de Pedraza y todos hemos leído lo que un vasco, un andaluz y un valenciano han escrito sobre las Castillas, ya se trate de la montañosa-que es, en su mayor parte, la Vieja-o de la llana, que es ya medio leonesa o se extiende por el antiguo reino de Toledo. Se trata de un paisaje dificil, cuyas sugerencias no se dan con facilidad como no sea la más obvia de su gran extensión de tierra y cielo. En realidad es, como todos, un paisaje que sólo se disfruta cuando se le vive en todas sus mudanzas naturales y se le ha ido incorporando como biografía. Pero por causar una gran impresión de conjunto-buena o mala, exaltante o desoladora-, fácilmente esconde sus detalles. Quizá por eso, el habituarse a él da una cierta sensibilidad de rebote; quiero decir que ayuda a intensificar las impresiones que producen otros paisajes más dulces, más caligráficos o más variados. Aun más; yo diría que estos paisajes de mi juventud pueden conmover mucho pero sujetan poco. No me parece que haya muchas ni muy buenas páginas descriptivas de su tierra escritas por castellanos nativos (propondré, entre otras, la gran excepción de Luis Felipe Vivanco), y, por otra parte, no suele ser corriente que los castellanos sientan añoranza cuando se van. Lo que no quiere decir que no se lleven su paisaje con ellos (lo que el paisaje ha hecho de ellos), pues desde el romanticismo conocemos bien la relación entre la fisonomía de la tierra y los estados de ánimo humanos que, por acumulación, dan carácter. En todo caso, quien vio a Castilla como una luz que detalla fue Azorín, que ya traía la lección aprendida desde Monóvar. Y quien vio Castilla como una expresión fisonómica, como una metáfora del monoteísmo, fue Unamuno, que venía de Bilbao. Páginas equivalentes a las que-cada uno a su modo-han dedicado Pla al Ampurdán, Juan Ramón a Huelva, Baroja al País Vasco, y el mismo Blasco a la huerta valenciana o Pereda a la Montaña, no se han dado aquí más que raramente. Pero no quiero divagar. En mi caso, Castilla ha sido muy emocionante como escuela para comprender la expresión de la tierra y me parece que lo que vi en ella durante 2o años ha estado siempre detrás (como piedra de toque o pieza de contraste) de lo que he visto después. Pero ha correspondido a ese después mi capacidad para ver en detalle y en concreto.
Dionisio Ridruejo. Casi unas memorias . Ed Península Barcelona 2007. Páginas 302-303
martes, septiembre 18, 2007
Comentario a Noticia Aparecida en el Diario de Burgos
Que la provincia de Burgos haya perdido más de 700 habitantes al año en medio siglo es una mala noticia, por supuesto, pero que un redactor del Diario de Burgos hable de la vieja Castilla de páramos y trigales es, aunque de otra categoría, por lo menos tan mala como la anterior. El topicazo, desafortunadamente extendido por la Generación del 98, ha hecho mella hasta en la redacción del Diario de Burgos. Como nacido en la provincia de Burgos, en Huerta de Rey, en una comarca rodeada de pinares, tardé bastante tiempo en entender eso de páramos y trigales cuando estudié el bachillerato. Cuando después he viajado por la vieja Castilla he podido comprobar porqué me costaba entenderlo. Y es que cuando hablamos de la vieja Castilla tenemos que aclararnos. Yo no veo esos páramos y trigales como señas de identidad en la mayor parte de Burgos, Soria, Segovia, Ávila, por no mencionar la vieja Castilla de siempre, Santander y La Rioja.
Cuando me di cuenta de esa Castilla de páramos y trigales fue cuando por primera vez, allá por 1968, entré en la provincia de Valladolid, entonces comprendí pefectamente la frase, pero también aprendí que Valladolid -fundada por el leonés Pedro Ansúrez-, Palencia, la Tierra de Campos y buena parte de la llanura leonesa, eran parte de otro reino, el viejo Reino de León. Qué pena que el castellanista segoviano Anselmo Carretero ya no pueda decir nada en este debate. La triste muestra que nos da un redactor del Diario de Burgos no es nada más que una más en la absoluta falta de identidad de una nacionalidad histórica: Castilla. No da más de si una carta al director, pero si que puede dar de sí un consejo. Si lo encuentran, tarea difícil, regalen esta navidad el libro de Anselmo Carretero: Castilla. Orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. El afortunado lo agradecerá toda la vida.
Pelayo Molinero Gete
20 Peel Street
London W8 7PD
Cuando me di cuenta de esa Castilla de páramos y trigales fue cuando por primera vez, allá por 1968, entré en la provincia de Valladolid, entonces comprendí pefectamente la frase, pero también aprendí que Valladolid -fundada por el leonés Pedro Ansúrez-, Palencia, la Tierra de Campos y buena parte de la llanura leonesa, eran parte de otro reino, el viejo Reino de León. Qué pena que el castellanista segoviano Anselmo Carretero ya no pueda decir nada en este debate. La triste muestra que nos da un redactor del Diario de Burgos no es nada más que una más en la absoluta falta de identidad de una nacionalidad histórica: Castilla. No da más de si una carta al director, pero si que puede dar de sí un consejo. Si lo encuentran, tarea difícil, regalen esta navidad el libro de Anselmo Carretero: Castilla. Orígenes, auge y ocaso de una nacionalidad. El afortunado lo agradecerá toda la vida.
Pelayo Molinero Gete
20 Peel Street
London W8 7PD
viernes, septiembre 07, 2007
¿Qué pasó en Independientes por Cuenca?
4 de Septiembre, 2007
Todo el mundo puede entender, que hay ciertas actitudes en los militantes de un partido, que están sometidas a ley del Partido que son los Estatutos y las reivindicaciones por las que nace ese colectivo.
Antonio Melero y José Luis Collada, en su día; conformaron unos Estatutos y añadieron las reivindicaciones por las que ixC se constituía como Partido Político, no voy a nombrarlas todas; pero hay una muy significativa: “Este Partido luchará porque la Estación del AVE se mantenga dentro de la ciudad, no permitirá que se haga un apeadero, y no tolerará la corrupción”.
Cualquier particular puede financiar a Independientes, y a cualquier partido, hasta un máximo de 6000 euros –aunque se trataba de mucho más-, al no existir una ley de financiación de partidos, siempre que no entre en conflicto con sus Estatutos y reivindicaciones. Pero en nuestro caso desarmaba dos pilares básicos de nuestro ideario: la ubicación de la Estación del AVE dentro de la ciudad y la demanda de corrupción siempre que dispusiéramos de datos objetivos que lo demostraran.
Terminamos , sin ningún acuerdo, las negociaciones oficiales que habíamos empezado un año antes con el Partido Popular, en las que este Partido pretendía ir junto a nosotros en las elecciones de mayo. La propuesta era aceptar cuatro concejales en una lista, un diputado autonómico y algún cargo de relevancia en la gestión municipal. Entendimos que lo que pretendía el PP era disolver a los miembros de IxC en una lista de Concejales y esa es la razón por la que se cortó tajantemente. Por tanto, los miembros de la Ejecutiva de nuestro Partido, decidimos que IxC concurriera a elecciones en solitario. Todos estábamos de mutuo acuerdo y nunca hubo enfrentamientos por esta cuestión,
El verdadero problema surgió en el momento de la financiación. Hubo conversaciones con José Collada por parte de empresarios de la construcción, que no prosperaron; y hubo también conversaciones con Antonio Melero, que sí prosperaron.
La macro empresa constructora que quería financiarnos, jugó fuerte y convenció a Antonio Melero.
Antonio en ningún momento quiso decir el nombre de la constructora, pero era obvio, puesto que recibimos un teléfono fax, un ordenador impresionante, una impresora de las grandes y otro ordenador portátil que se lo llevó directamente Joaquín López y alguna otra minucia, puesto que decían que esto no era dinero –por valor de doce mil euros-. El Secretario se limitaba a decir, sin más, que el nombre de quien financiara la campaña era un “acto de fe”. El caso es que se designaron mediadores, fuera del Partido, para hacerse las “entregas y recogidas”.
Nosotros seguimos haciendo los mismo artículos, con los mismos contenidos de siempre. Sin embargo, José recuperó dos artículos que tenían que ver con cuestiones de política urbanística, referidos a las “Huertas de la Alameda” y “la Estación del AVE y los terrenos de RENFE”. Yo mandé, a través del foro, alguna crítica contra los constructores en cuestión y contra la política del Ayuntamiento, etc. -como siempre lo hemos hecho-. Hasta que, según Melero, surgieron las amenazas de un abogado que fue a su casa. Esta amenaza, siempre según la versión de Antonio Melero, se hacía en un principio a toda la formación política; pero identificado Collada como autor de los artículos, la amenaza se dirigió directamente hacia su persona, según dijeron Melero y Javier Sáiz Verges -entonces Secretario-. Se manipuló la página web del Partido para firmar los dos artículos, de manera que se señalara a su autor.
A mi me acusaron de haber transmitido a Marina Moya información del Partido; sin pruebas. Y precisamente aludían a ese falso motivo, para alegar no querer compartir una lista electoral conmigo; y a la publicación de datos sobre corrupción urbanística, para eliminar a José Collada, calificándolo de desleal.
Todo lo que pasó después, tenemos cintas y grabaciones transcritas, que las pondremos en la web. Publicaremos un relato con la literalidad de los hechos y fechas en que ocurrieron. Estamos dispuestos a que todo Cuenca sepa lo que ha pasado en estas elecciones; primero por nuestro honor, y segundo porque esto no vuelva a pasar nunca más en nuestra ciudad.
Jesús Manuel Pérez Fernández
Todo el mundo puede entender, que hay ciertas actitudes en los militantes de un partido, que están sometidas a ley del Partido que son los Estatutos y las reivindicaciones por las que nace ese colectivo.
Antonio Melero y José Luis Collada, en su día; conformaron unos Estatutos y añadieron las reivindicaciones por las que ixC se constituía como Partido Político, no voy a nombrarlas todas; pero hay una muy significativa: “Este Partido luchará porque la Estación del AVE se mantenga dentro de la ciudad, no permitirá que se haga un apeadero, y no tolerará la corrupción”.
Cualquier particular puede financiar a Independientes, y a cualquier partido, hasta un máximo de 6000 euros –aunque se trataba de mucho más-, al no existir una ley de financiación de partidos, siempre que no entre en conflicto con sus Estatutos y reivindicaciones. Pero en nuestro caso desarmaba dos pilares básicos de nuestro ideario: la ubicación de la Estación del AVE dentro de la ciudad y la demanda de corrupción siempre que dispusiéramos de datos objetivos que lo demostraran.
Terminamos , sin ningún acuerdo, las negociaciones oficiales que habíamos empezado un año antes con el Partido Popular, en las que este Partido pretendía ir junto a nosotros en las elecciones de mayo. La propuesta era aceptar cuatro concejales en una lista, un diputado autonómico y algún cargo de relevancia en la gestión municipal. Entendimos que lo que pretendía el PP era disolver a los miembros de IxC en una lista de Concejales y esa es la razón por la que se cortó tajantemente. Por tanto, los miembros de la Ejecutiva de nuestro Partido, decidimos que IxC concurriera a elecciones en solitario. Todos estábamos de mutuo acuerdo y nunca hubo enfrentamientos por esta cuestión,
El verdadero problema surgió en el momento de la financiación. Hubo conversaciones con José Collada por parte de empresarios de la construcción, que no prosperaron; y hubo también conversaciones con Antonio Melero, que sí prosperaron.
La macro empresa constructora que quería financiarnos, jugó fuerte y convenció a Antonio Melero.
Antonio en ningún momento quiso decir el nombre de la constructora, pero era obvio, puesto que recibimos un teléfono fax, un ordenador impresionante, una impresora de las grandes y otro ordenador portátil que se lo llevó directamente Joaquín López y alguna otra minucia, puesto que decían que esto no era dinero –por valor de doce mil euros-. El Secretario se limitaba a decir, sin más, que el nombre de quien financiara la campaña era un “acto de fe”. El caso es que se designaron mediadores, fuera del Partido, para hacerse las “entregas y recogidas”.
Nosotros seguimos haciendo los mismo artículos, con los mismos contenidos de siempre. Sin embargo, José recuperó dos artículos que tenían que ver con cuestiones de política urbanística, referidos a las “Huertas de la Alameda” y “la Estación del AVE y los terrenos de RENFE”. Yo mandé, a través del foro, alguna crítica contra los constructores en cuestión y contra la política del Ayuntamiento, etc. -como siempre lo hemos hecho-. Hasta que, según Melero, surgieron las amenazas de un abogado que fue a su casa. Esta amenaza, siempre según la versión de Antonio Melero, se hacía en un principio a toda la formación política; pero identificado Collada como autor de los artículos, la amenaza se dirigió directamente hacia su persona, según dijeron Melero y Javier Sáiz Verges -entonces Secretario-. Se manipuló la página web del Partido para firmar los dos artículos, de manera que se señalara a su autor.
A mi me acusaron de haber transmitido a Marina Moya información del Partido; sin pruebas. Y precisamente aludían a ese falso motivo, para alegar no querer compartir una lista electoral conmigo; y a la publicación de datos sobre corrupción urbanística, para eliminar a José Collada, calificándolo de desleal.
Todo lo que pasó después, tenemos cintas y grabaciones transcritas, que las pondremos en la web. Publicaremos un relato con la literalidad de los hechos y fechas en que ocurrieron. Estamos dispuestos a que todo Cuenca sepa lo que ha pasado en estas elecciones; primero por nuestro honor, y segundo porque esto no vuelva a pasar nunca más en nuestra ciudad.
Jesús Manuel Pérez Fernández
sábado, septiembre 01, 2007
A son de dulzaina
FERIAS Y FIESTAS DE SEGOVIA 2007
A son de dulzaina
Lo ofrece la Escuela de Dulzainas a Joaquín González
D.M.N.
Por ser el ideólogo y el primer director de la Escuela de Dulzainas, Joaquín González será el homenajeado este año por la propia escuela que desde hace varios años organiza anualmente y coincidiendo con los días previos a la fiesta de San Juan un homenaje a una persona relevante y distinta del mundo de la dulzaina y del folklore.
Carlos de Miguel, organizador del homenaje y persona muy implicada en la actividad de la Escuela de Dulzainas, afirma que homenajear a Joaquín González “era una cosa necesaria” por varios motivos: en primer lugar porque este año se cumple el vigésimoquinto aniversario de la Escuela de Dulzainas en cuya creación González “tuvo un gran peso a nivel de ideas y de cómo se iba a desarrollar. Además, generalmente hacemos homenajes a personas más mayores y creemos que es bueno también reconocer su labor a los más jóvenes”.
Además de la puesta en marcha de la Escuela de Dulzainas, Joaquín González recibió clases de dulzaina del maestro Agapito Marazuela por lo que, en opinión de Carlos de Miguel, “otra de las razones por las que le hemos elegido a él es que actualmente es el puente que une a los dulzaineros actuales con ese gran dulzainero, Agapito Marazuela, constituye el nexo entre éste y las generaciones posteriores”. De Agapito Marazuela Joaquín González aprendió lo que Carlos define como “el respeto a la dulzaina”.
El homenaje que anualmente y desde el año 2001 ofrece la Escuela de Dulzaina nació por razones tristes: la muerte de Luis Barreno, dulzainero y profesor de la Escuela. A partir de entonces, todos los años se ha organizado un acto reconociendo el trabajo de algún profesional destacado. Otros homenajeados han sido Mariano San Romualdo y Demetrio García.
En este caso, la intención era que fuera una sorpresa, algo no muy difícil de mantener teniendo en cuenta que Joaquín González vive en Bruselas a pesar de lo cual mantiene contacto con la Escuela de Dulzainas y, por supuesto, con Segovia. Esta idea ha hecho también, en palabras del organizador, que “el acto sea sencillo, no sólo para evitar que se extendiera la noticia y le llegara a él, sino también porque es el carácter que suele tener, el que queremos darle”.
Como en anteriores ocasiones, el acto consiste en que los alumnos de la Escuela de Dulzainas que quieran participar salgan a la calle, tocando un pasacalles en su camino de Fernández Ladreda a la Plaza Mayor —en el kiosco tendrá lugar el homenaje— vestidos con una camiseta que muestra el rostro de Joaquín González. Una vez allí, el homenajeado tocará alguna pieza y, una vez concluido, los miembros de la Escuela prosiguen la fiesta cenando todos juntos.