por RES
El interminable tema de las denominaciones lingüísticas no parece tener fin, salvo para las posturas nacionalistas escuetas y elementales; así el español que afirma: la lengua de España es el español y basta; o el pretendido castellanista -que en la mayoría de los casos adoran una Pseudocastilla idealizada e ilusoria- que afirma: la razón de ser del nacionalismo castellano es la lengua castellana (supongo que también podría decir lo mismo un argentino).
Algunas observaciones al respecto.
a) No necesariamente todas las naciones modernas deben ser homologables en lo que se refiere a su lenguaje nacional. Aunque ciertamente eso es lo que se pretende desde la Revolución Francesa, no ya solo en Europa sino en todo el universo; hasta en Vietnam. Curiosamente el caso suizo no encaja en los moldes típicos de la denominación de la lengua oficial nacional, no hay un lenguaje nacional suizo, hay varios.
La formación de España como nación fue un proceso federativo de reinos, donde no se planteó en absoluto la idea de una lengua única oficial. Esto solo se planteó cuando llegó la modernidad, es decir la uniformidad y el absolutismo, al estilo franchute.
La verdadera Castilla - antaño una pequeña Suiza a no confundir con León- fue igualmente una federación de pequeñas repúblicas (tales como las comunidades de villa y tierra, behetrías y otras), donde no había una por así decir lengua oficial castellana; el lenguaje culto era el latín, en los territorios forales vascongados se hablaba una interminable serie de lenguajes vascuences distintos entre si. Y no vale ahora aplicar un criterio nacionalista lingüístico moderno y aplicarlo al pasado; antaño guste o no un oñacino (de Oñate) se sabía tan castellano como un abulense.
b) España como país periférico de Europa – atinadamente observado por Octavio Paz - no casó bien la modernidad con el centralismo, el uniformismo y el absolutismo; no experimentó las enormidades que exacerbaron el nacionalismo en diferentes naciones europeas. En Francia antes de 1914, el sentimiento nacionalista era bastante tenue, una normando se sentía normando antes que francés, lo mismo se podía decir de un auvernés, un provenzal, un borgoñón o un bretón. La primera guerra mundial exacerbó el sentido nacionalista francés frente al boche. La Alemania Guillermina, conjunto interminable de coronas, reinos, ducados, ciudades libres y otros interminables restos de organizaciones medievales, radicalizó su nacionalismo germánico frente a lo eslavo, lo latino o lo balcánico a partir de la primera guerra mundial. España estuvo fuera de aquellos fregados, nada extraño pues que el nacionalismo español sea pálido y desvaído, hasta el punto de considerar con indiferencia la propia desaparición de España.
c) La raíz última de un orden comunitario es un lenguaje del espíritu que el lenguaje escolástico denominaba “autoritas”. Esa última raíz la ha pretendido sustituir el estado moderno con más o menos fortuna por un pacto social, que entra dentro del ámbito de las opiniones subjetivas y de las emociones. Hoy día el sentimiento es la base de todos los nacionalismos, a veces justificados con apelaciones a mayorías más o menos constatables. Es curioso comprobar como en este momento de fragmentación de España, el único argumento que aportan unos y otros son de tipo emocional –derechos históricos, interminables absolutismos del pasado, aspiraciones a mejoras y comodidades materiales propias obstaculizadas por una pertenencia común forzosa, y otros etcéteras- .
d) Ese lenguaje del espíritu mencionado se ha reflejado en ocasiones en lenguajes sagrados como el sánscrito, el árabe, el avéstico, el hebreo y otros; en occidente no existen lenguas sagradas, todas las lenguas objeto de reivindicación y lucha por parte de los modernos nacionalismos son lenguas profanas. Existió antaño una lengua común –no sagrada- de cultura en el ámbito europeo que fue el latín, lengua que ni siquiera fue la primigenia lengua tradicional del cristianismo que fue la lengua griega, origen por cierto de muchas incomprensiones y desviaciones del cristianismo occidental. Ese moderno latín que es el inglés, más que lengua de cultura es lengua de comercio, de turismo o de ligues playeros.
e) Lenguas tribales muchas o lengua única universal, sin verdadera “autoritas” no hay comunidad humana con sentido. La balcanización ibérica responde a objetivos de confrontación mundial, muy por encima de las pretensiones de los pequeños partidos nacionalistas
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