La Rioja es Castilla (por José María Codón, de la R. A. H.)
(...) 13 La bandera de la Rioja
La bandera de Castilla ondeó en Nájera al nacer la riojana doña Berenguela, la genial reina realizadora de la unidad definitiva de Castilla y León en la persona de Fernando III. Y entonces, como ya había ocurrido en tiempo de Alfonso VII, se unieron los cuarteles de gules con castillo gualda de nuestro reino y el de León, que es la efigie de este animal noble en rojo sobre fondo de plata, enseña que duró hasta la época de los Reyes Católicos.
Los grandes capitanes riojanos, Lope Díaz de Haro, en el cerco de Jerez; los Ávalos, en Túnez; el Marqués de Pescara, oriundo de la Rioja, en Pavía; Cristóbal de Lechuga, el mejor artillero de España; Antonio de Leyva, brazo derecho del Gran Capitán; Sancho de Londoño y los propios comuneros de Castilla lucharon por la bandera roja carmesí con el escudo de oro de Castilla.
Los riojanos también la llevaron cuando penetraron en el corazón del Perú y del Anahuac, murieron en la Noche Triste o triunfaron en Otumba, o en tantos puntos de la hispana América, como Acevedo, Virrey del Perú; Ladrón de Guevara, explorador del Orinoco; Ramírez de Arellano, en la conquista de Colombia; el Conde de Nieva, fundador de Nueva Arnedo, con el valle de Chancay, y Lizán, Arzobispo y Virrey de Nueva España.
Los colores de Castilla y León fueron mantenidos por los Reyes Católicos y los de las Casas de Austria y de Borbón hasta nuestros días, en escudos, diplomas, artesonados y pendones.
Dejamos para otro momento exponer interesantísimos puntos de alta heráldica. Basta decir que ningún color como el rojo carmesí representa no sólo la Historia, como acabamos de ver, sino la geografía y la entraña telúrica de la Rioja. Simboliza la sangre de los riojanos también, y como dice la copla, refleja el vino, “fruto de la vid y del trabajo del hombre”. (“Como el vino de Jerez y el vinillo de Rioja -son los colores que tiene -la banderita española”. El rojo es el color de la voluntad, del querer; el oro, del resultado, del lograr). En suma: yo me permito opinar, salvo mejor parecer, que la bandera de la Rioja es y debe seguir siendo roja carmesí con un castillo en el centro.
¿Qué castillo? Todos los partidos judiciales logroñeses, menos dos, tienen un castillo en el escudo, y tres, un castillo y un puente. (“Por debajo pasa el Ebro”). Con disponer como característica de la Rioja, en el campo rojo del blasón, el castillo sobre el puente y debajo el agua del Ebro, está sintetizado el espíritu riojano, trasunto de Castilla.
Cuando una colectividad quiere adoptar un signo esencial, como es la bandera, hay que hacer un referéndum de siglos, escuchar la opinión de las treinta y tres generaciones de riojanos que un milenio usaron y defendieron el pendón rojo y el castillo de oro. Hay que contar con el voto de los muertos. “No se compran, se heredan elegancia y blasón”, que dijo Machado.
Honremos a la bandera que los riojanos conservaron. Es la que acaban de exaltar, dándonos una lección, los Estados Unidos, en San Agustín de Florida, como todos los años, poniéndola a la misma altura que la estrellada de la Unión: la bandera roja carmesí con un castillo de oro y un león.
Los burgaleses estamos más interesados que ningunos otros españoles en las cosas de la hermana Logroño. Esta tierra perteneció a Burgos hasta muy entrado el siglo XIX. Santo Domingo de la Calzada, Ezcaray, Briones, Treviana, gran parte de la comarca de Logroño eran provincia de Burgos y diócesis de Burgos. San Millán de la Cogolla estaba bajo la jurisdicción del Jefe Político de Burgos y por eso, las Glosas Emilianenses vinieron aquí, a consecuencia de la “Desamortización” de 1820, y hasta 1870. Como compensación a la perdida de las tierras riojanas, se nos ratificó el establecimiento de la Capitanía General.
II
Al socaire de los vientos “regionalistas” reinantes, un sector minúsculo de la provincia de Logroño está creando ambiente (1979) para conseguir la desintegración de la castellanísima Rioja
Y alguien desea improvisar una bandera de nuevo cuño sin los trámites legales, el expediente, el dictamen de la Real Academia y la autorización ministerial que son necesarios para modificar el escudo de cualquier aldea.
Gracias a la Diputación se ha ordenado el procedimiento y se han confeccionado varios modelos de bandera, una verde, con la esquematización de los siete ríos, otra tricolor, roja, amarilla y verde, y casi todas con retazos rojos carmesíes, y otra cuatricolor.
Con todos los respetos, dichas banderas contienen alusiones geográficas, pero no reflejan la historia, el vitalismo ni la personalidad de la Rioja.
La bandera no es un simple trozo de tela coloreado que ondea al viento. Es el máximo exponente del patriotismo popular, el punto en que convergen los sentimientos nobles, las esencias de la tierra, las creencias, los anhelos y las aspiraciones de toda comunidad histórica.
La idea de escudriñar cuál sea la bandera de la Rioja, gallardete de gesta, es muy acertada, pero el secreto de un hallazgo feliz no radica en un esfuerzo de la imaginación para encontrar una enseña que sirva al capricho o al gusto del momento.
La Rioja no necesita inventar una bandera, crearla de la nada. Remontado el caudal de su historia, reencontramos la bandera perdida. La Rioja no necesita plagiar, ni parodiar, ni fantasear un símbolo. Le posee nobilísimo. La gloriosa bandera de la Rioja es impar y tiene más de un milenio. Cuando recorro la tierra de Logroño en mis andanzas profesionales o repaso sus fuentes escritas, se reafirma mi convicción de que esta tierra matriz, es, con Burgos y Santander lo más castellano de Castilla y siempre fue solera y portaestandarte fronterizo del Reino.
Logroño es el alférez de Castilla, en todas las gestas y ocasiones, así cuando ganó, en la muralla, las lises de su escudo en 1521 contra los franceses, y cuando Ruiz de Gaona la defendió sobre el puente del Ebro contra el conde Foix.
Y el portaestandarte es quien tiene el derecho y el deber de mantener enhiesta la bandera y velar porque ésta sea la auténtica, la verídica, la legítima.
El emblema riojano, sea en forma de bandera, de pendón o gallardete, es rojo carmesí, con un castillo de oro de tres torres, la más levantada en el centro. En suma, es el pendón de Castilla, conservado en Haro (1979).
El color rojo flotó en las banderas de la Rioja, sobre los castros y los puentes de la paganidad, en los lábaros y “vexilli” cristianos. Fue probablemente usado por los berones, y ciertamente por los visigodos, hasta tal punto que se transmitió a los reinos cristianos de la Reconquista con generalidad. El especialista catalán Seix y lo mismo Anselmo Carretero y Vázquez de Mella afirman que el color rojo constituye, por sí, el símbolo nacional español.
No solo las tierras de Castilla, y entre ellas la Rioja, y las tres provincias vascongadas, en las que sólo variaban los escudos, sino Navarra, reino fundamental, usa el color rojo con las cadenas de las Navas (quizá anteriores a las Navas), lo mismo que todos los reinos de la Corona de Aragón, o sea, Cataluña, Valencia, Mallorca, Nápoles, etc. llevan heráldicamente las antiquísimas “quatre Barres”, -o “senyera”- rojas en campo de oro.
La bandera carmesí con escudo castellano gualda, fue enarbolada por Fernán González en la Rioja, cuando “apellidaba” a San Millán patrono de Castilla. El mismo pendón portaba el Cid en la toma de Alfaro (llave de Castilla) contra los moros. Este pendón, junto con el de León, forma el pedestal de la Virgen de Valbanera (1979). Y fue portado en las Navas de Tolosa por el gran vencedor riojano Alfonso VIII, cuya enorme bandera de guerra se guarda en el Real Monasterio de las Huelgas y lo saca en procesión todos los años el capitán general de Burgos.
La misma insignia se reproduce (1979) en las pinturas del trascoro del Monasterio en que yace el Rey Najerense y el púlpito del crucero.
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