PATRIA
Cuando las cosas no están claras, se tiene que
volver una y otra vez al principio para intentar hacer un poco de luz en medio
de las tinieblas. La cuestión es elucidar que pueda ser esa región que se llama
Castilla, hoy día engullida en diversas autonomías; Claudio Sánchez Albornoz y
Luis Carretero Nieva afirman que no existe hoy día el sentimiento de tal
región. Eso no obsta a que hay algunas asociaciones minúsculas y organizaciones
políticas también minúsculas que han establecido hipótesis más o menos posibilistas
acerca de lo que se debería entender por eso:
La tradición
de Castilla, tomada como una de estas entidades de gran unificación interna y
de gran diferenciación externa no puede conservarse por la sencillísima razón
de que jamás ha existido esta realidad, puesto que, como hemos dicho, como
hemos repetido y como repetiremos, el reino de Castilla no era una unidad, era
una federación de unidades, sin igualdad de organización, sino con una
riquísima floración de variedad de instituciones
Así, como dice
Albornoz, no ha quedado ni la tradición ni el sentimiento de una región
constituida por el territorio que fue Castilla
La tradición de Castilla es de Comunidades libres. Si
con eso se quiere decir que la organización de Castilla tenía como cualidad
característica, la existencia y preponderancia de funciones de unas
Corporaciones potentes, elegidas libremente por el pueblo, con un poder fuerte
y grandes facultades ante el poder real como la de algunas ciudades alemanas e
italianas' constitutivas de repúblicas con territorio propio, la afirmación es
muy cierta.
Fijando principios (en torno al federalismo
castellano, Luis Carretero, Segovia republicana 1931)
https://www.blogger.com/blog/post/edit/14656270/112254487599156181
El tono de don Luis es
evidentemente optimista y triunfalista: grandes facultades ante el poder real,
elegidas libremente por el pueblo, corporaciones potentes… Cuando se tiene la
oportunidad de estudiar en detalle y a fondo como fueron en realidad las cosas
a lo largo de los siglos, hay que llegar a la conclusión, nada consoladora, de
que hay una retórica cuanto menos exagerada en esas afirmaciones; las
libertades existieron muy en los comienzos, en los que la documentación es
escasa; posteriormente se trató, en buena medida, de un despojo progresivo de
las libertades iniciales; pero a pesar de todo no deja de haber un fondo de
verdad.
Pero hoy hay poco
interés por las libertades concretas, interesa llenarse la boca con la palabra
Castilla, así como otros lo hacen con Catalunya, Euskadi o el Cantón de
Cartagena. Las cosas concretas carecen de aura luminosa de las abstracciones,
por lo tanto conviene crear una fascinante elucubración que atraiga como las
alas de un pavo real; esto es un resultado de la moderna tendencia del incremento
del principio de abstracción.
En este caso nos las
habemos ni más ni menos con Castilla, que seguro que tiene que ser algo más que
una elucubración, o al menos así lo deseamos
¿Tiene entonces algún
fundamento –que diría Carlos Argiñano- este universal, o es un mero flatus vocis?
En este momento la
tentación se dirige a fundamentar Castila en la lengua, por una regla de tres
pedestre ad usun delfini : si
esencialmente Euskadi se fundamente en el euskera, Catalunya en el catalán y
Bretaña en el bretón, Castilla se fundamenta en el castellano. Por lo tanto
Almería y Tenerife son Castilla. Sin duda podrá discreparse de esta conclusión,
pero el acuerdo con el encadenamiento silogístico es admitido por mucha,
demasiada, gente: León es Castilla, La Mancha es Castilla etc. Decía Hegel que
el todo llano, uniforme, sin diferencias ni matices es la nada: “el todo es la
nada” ¿será Castilla la nada?
Se podría buscar el
fundamente en la raza, y así lo hicieron Sabino Arana en Euskadi y también
coquetearon con esa idea racista Prat de la Riba y Almirall –entre otros- en
Cataluña y también en Galicia Eduardo Pondal fantaseó con una primigenia raza
celta que decía carallo; aunque después de la segunda guerra mundial, y los
experimentos racistas de los nazis, la cosa resultó regular tirando a mal, y se
procedió a ocultarla, que no a abandonarla. La cuestión de los genes fascina al
personal. El problema es que está en el ámbito del Príncipe de este mundo y da
sorpresas desagradables. ¿Quién no se acuerdan de la oveja Dolly? Pues eso no
es nada comparado con los progresos del futuro.
¿En Castilla ocurrió
algo de eso? Pues con harto dolor de corazón hay reconocer que si hubo algo de
eso; don Luis habla del fundamento racial, si eso es o no racismo corresponde a
cada cual deducirlo. Julius Evola hacía referencia a una confusa diferencia
entre raza del cuerpo y raza del espíritu, que no le hacía mucha gracia a los
nazis.
Las
instituciones creadas por el propio pueblo de Castilla la Vieja, son resultante
de las dos fuerzas vitales que azuzaban al aire de la raza; el deseo de la
independencia y la fidelidad en los pactos, así es que toda la organización
castellana vieja es una concordancia de estos dos estímulos que conducen a un
admirable consorcio entre el individualismo y el comunismo, dando como
resultado el federalismo en lo político y el colectivismo en lo social, ya que,
como dice Joaquín Costa, el colectivismo es, o parece ser, una como transacción
o componenda entre los dos sistemas extremos, comunista e individualista.
Luis
Carretero Nieva El regionalismo castellano.
Las
instituciones. Segovia 1917 Pp. 83-99
Podría tal vez haber
un fundamento histórico, pero esa es una cuestión peliaguda en exceso; cuando
se habla de los fundamentos del derecho se admiten los fundamentos históricos,
lo que no deja de ser una convención para colmar la ignorancia de muchas cosas
o evitar incursiones en el nivel espiritual y religioso que son una rémora para
el espíritu racional ilustrado y progresista en tanto cuanto juzga esto como
una rémora antigua y oscurantista que debe iluminarse con la luz de la razón ;
el verdadero fundamento es metafísico, en su esencia ahistórico. Solo por dar
una pista la libertad es de esencia metafísica.
No sé qué otro
fundamento se podría encontrar pero cuando no se puede dilucidar el contenido,
algunos prefieren delimitar el continente y dan por sentado el fundamento.
Tenemos el ejemplo de Don Anselmo Carretero Jiménez que tras esfuerzos
encomiables por clarificar y delimitar Castilla y lo castellano, finalmente se
decide por un mapa de Castilla donde parece dar por zanjada la cuestión. Lo que
equivale a decir: ya que el contenido se resiste, delimitaré el continente, y
aquí paz y después gloria.
Hay pues una vacuidad
inquietante; claro que en estas cuestiones de la patria grande o chica siempre
la hay, salvo para los definitivamente obcecados con algún simplismo romo y
obtuso. Una oda de Jorge Luis Borges incide plenamente en estas zozobras con
unas paradojas que recuerdan aquella sentencia del Sutra del Corazón del
budismo zen:
Forma es vacío
Vacío es forma
ODA ESCRITA EN 1966
Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete
que, alto en el alba de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce por el tiempo,
ni los otros que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.
Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.
Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.
La patria, amigos, es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago, Su olvido.)
Nadie es la patria, pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban, argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todos lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,
ese límpido fuego misterioso.
“Pero todos debemos ser dignos del antiguo juramento” nos trae a la memoria
aquellos juramentos en el ámbito sagrado de las iglesias juraderas como la de
San Vicente de Ávila, de Santa Gadea de Burgos y otras muchas de las que nadie
quiere acordarse; cuando condes y reyes eran depositarios de un poder temporal
inconcebible sin la autoridad espiritual que lo justificaba, y que elevaba el
pacto a la dignidad sacramental. Muy distinto de los juramentos en las
emergentes naciones hijas del liberalismo surgido en las revoluciones francesa
y americana, a los que se refiere Borges.
Somos el porvenir de
aquellos que juraron los pactos sagrados por la libertad, caballeros o villanos;
nos espera la batalla sin fin por la libertad, que ahora se presenta contra un
enemigo formidable que, cual Proteo, se presenta en la forma de señorío feudal
de la usurocracia, de negación del trabajo creador, de la voluntad ciudadana, de
la comunidad, de la memoria, de la sabiduría del alma y del cuerpo…
Ya no son los tiempos
del siglo VIII, IX, X… pasaron y no volverán, como las golondrinas de Becquer.
No sigo a los antiguos, busco lo que ellos buscaban
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