Democracia
directa
O lo que viene a ser lo mismo: sobran
los intermediarios.
Estuve el domingo por la mañana en el
festival, con aires y vuelo de romería,
organizado por Vox. Un gentío. Una
caminata. Una solanera. Un do de
pecho. El calor apretaba, pero aún
más lo hacía el desbordante
entusiasmo de la gente y la emoción
transmitida por las intervenciones de
quienes, cumplido ya el mediodía,
pronunciaron discursos cargados de
tradición y, simultáneamente, de futuro
desde una tarima cuyo telón de fondo
proclamaba que España Decide.
Es hora, en efecto, de que lo haga.
Ha llegado el momento de recurrir a
un mecanismo previsto por la
Constitución, pero olvidado, arrinconado
y pospuesto una y otra vez por los
representantes de la partitocracia y de
la camastronería que de ella se deriva.
Pocos se atreven a decir que el
Gobierno va desnudo y que urge
derogar buena parte de sus infames
leyes
Sobra decir que aludo al referendo,
dicho quede así, castellanizado,
porque si dijera referéndum, tendría
que decir, en plural latino, referenda,
y eso sería una pedantería y una
cursilada de erudito a la violeta.
Un escritor puede ser cualquier cosa,
menos cursi,
Fue Santiago Abascal quien cargó
la suerte en su discurso de clausura
y hundió el acero sobre la necesidad
de someter a referendo las cuestiones
palpitantes y pendientes que las
triquiñuelas e intereses partidistas
impiden resolver en el ámbito de ese
cervantino retablo de las maravillas
que es el Parlamento y en el que
pocos, desafiando las consignas de
la voz (no Vox) campante, se atreven
a decir que el Gobierno va desnudo
y que urge derogar buena parte de
sus infames leyes y salir al paso de
los gravísimos problemas por ellas
suscitados que ya no admiten
dilación, y que ni siquiera es preciso
mencionar, con otras nuevas que
los atajen.
De todo lo que ayer sucedió
en la gran romería hispanocrática
de Vox, y no fue poco, me quedo
con la lucidez de este alegato
a favor del referendo
¿Por qué sus Señorías renuncian a
su papel de portavoces del sentir
y el desear de quienes, con
mansedumbre, santurronería o
resignación, los eligen –es un decir–
sometiéndose al trágala de las listas
cerradas, y arrinconan, cercenan
o posponen sine die el derecho
al referendo que está presente,
por poner dos ejemplos que Abascal
también citó, en países tan civilizados
y de tan asendereada tradición
democrática como lo son Italia y Suiza?
La respuesta es evidente como
evidente es la necesidad de que
decida el conjunto del país en todo
aquello que a la totalidad de éste
afecta sin que su voluntad encalle
en la concupiscencia de quienes
entienden la política como una
actividad de feriantes que sólo
quieren aprovechar su statu quo
para dar salida a sus mulas tuertas.
De todo lo que ayer sucedió en la
gran romería hispanocrática de Vox
, y no fue poco, me quedo con
la lucidez de este alegato a favor
del referendo, de la democracia
directa y de la reducción de
intermediarios en la lidia de
la política.
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