MADRID ANTIGUO Y
MEDIEVAL
Manuel MONTERO VALLEJO
1. LOS ALBORES
1.1. Sobre los
orígenes de Madrid
Este apartado, al tiempo que una introducción, tiene que ser
una indicación de cómo va a tratarse el asunto. En primer lugar, porque un
milenio difícilmente cabe en estas pocas páginas; en segundo, porque al cubrir
tiempos y facetas tan diferentes, de los que han tratado historiadores de tan
distinta especialización, con largos lapsos de oscuridad en las primeras
épocas, resultaría inadecuado intentar un estado de la cuestión general: más
vale pretenderlo con referencia a los períodos que se han establecido.
Conviene señalar que nos movemos en doble perspectiva. La
primera, y en cuanto a orígenes, se refiere a la historiografía -a veces,
literatura- anterior. Su principal empeño fue fijar los comienzos de la ciudad
como tal. Si los primeros cronistas, muy de su época, pudieron hablar de un
Madrid caldeo, griego o romano, cuando no mitológico, al siglo XVIII
correspondió retrasar los orígenes de la población al período musulmán. Pero a
pesar de las afirmaciones taxativas de Pellicer y Álvarez y Baena, destacados
autores de la siguiente centuria como Azcona, Amador de los Ríos y Fita se
inclinaron por una procedencia romana, cuando no anterior (1).
En nuestro siglo, Tormo y Oliver Asín acomodaron la
enigmática estructura doblemente amurallada del primitivo Madrid a la solución
árabe, más el último, apoyado en la toponimia y los restos arqueológicos que
sus contemporáneos manejaban con
(1) Hemos resumido la cuestión legendaria en MONTERO
VALLEJO, M., Sótanos y duendes de Mantua y las aguas de Madrid. 1982. En cuanto
a la evolución del concepto historiográfico, MONTERO, M., "La Edad Media
en Madrid. Panorámica de los estudios sobre la Villa y su Tierra", en
Madrid, objetivo cultural, 1985, págs. 77-85.
más acierto que sus antecesores, abrió la fuerte probabilidad
de un poblado anterior a la plaza fuerte islámica (2). Actualmente, ya más que
conocido el documento revelador de la fundación musulmana, ampliamente
consolidada la tesis del anterior poblamiento visigótico, sólo resta aguardar
que la arqueología nos depare felices hallazgos que confirmen y afinen el
panorama protourbano o enriquezcan la realidad islámica. Con ser muy importante
lo segundo, más atentos debemos permanecer a lo primero, pues aunque lo que
surja sea menos importante en términos absolutos, nos permitirá alargar y
ensanchar la proyección cronológica hacia el pasado.
Pero ello -y es la segunda parte- no sólo por definir el
nacimiento de la población, sino por saber lo que contribuyó a gestarlo. Muchas
veces la creación de ciudades puede deberse a una aceleración de la evolución o
a un súbito impulso propiciado por las circunstancias históricas, más el hecho
visible entierra un proceso secular de doloroso tanteo, lo que suele ser más
obvio en núcleos llamados a alcanzar notoriedad. Siempre hemos hablado de las
"preciudades" que han ido jalonando una comarca proclive a un
próspero asentamiento. Antes de la ciudad estuvo el modesto poblado in situ, a
veces ya con valor testimonial de "carta puebla". Más aún, antes
encontramos el asentamiento balbuciente, no estable, que cambia de lugar, y no
es antecedente inmediato, mas sí enormemente orientativo.
Nuestra diferencia con historiadores de pasados tiempos es
que nuestro punto de partida no puede ser Madrid, sino los
"pre-Madrides". Y a ello dedicaremos un breve análisis.
1.2. El entorno y la
realidad
En anteriores capítulos se han expuesto las bases del
asunto; para estos primeros pasos, el historiador no puede prescindir de ser
geógrafo. Estamos en una comarca cercana a las estribaciones serranas y en el
inicio de una depresión sedimentaria, doble carácter que siempre acusará
Madrid. Nuestra zona, desde ese Paleolítico tan rico, ha sido de penetración e
intercambio en todas las facetas, cuyos vectores han sido marcados por las
corrientes fluviales.
Región, por su interioridad frecuentemente marcada por el
arcaísmo, ha desarrollado, quizá como consecuencia de entrambos factores,
épocas de acusada personalidad. No es tardío el fenómeno preurbano, pues desde
el Eneolítico aparecen formas de importancia como Cantarranas y El Ventorro
(3). Desde entonces, nos atrevemos a decir que lo que nos interesa, la vida en
colectividad preurbana o urbana, ha pasado
(2) Obs. cits. infra.
(3) Ultimos resúmenes sobre las primeras épocas
arqueológicas por QUEROL, M. A., "El Paleolítico de Madrid: presente y
futuro"; RUBIO DE MIGUEL, 1., "El Neolítico en Madrid. Estado de la
cuestión"; PRIEGO, M. c., "La Edad del Bronce en Madrid. Datos para
una cronología". En Madrid ... , págs. 17-37. También varios estudios en
Jornadas sobre la provincia de Madrid, 1 y n. 1979-1980.
por el contraste llano-altura al pairo de los distintos
condicionantes y culturas, sin que una forma erradicase totalmente a la otra,
ya que el proceso desarrollado por cada una de aquéllas ha sido necesariamente
distinto en cuanto a límites.
Poblados eneolíticos próximos a la ribera. Búsqueda de hitos
más acusados durante la Edad del Bronce avanzada, con ejemplos en pleno casco
antiguo madrileño. Constitución de ciudadelas fuertes desde el Bronce tardío. Transformación
de éstas en ciudades, generalmente de escasa importancia, durante la etapa
romana, con traslado de actividades, a tenor del desarrollo, a zonas más llanas
-ejemplos de Complutum y Toletum-. En otras ocasiones, ello es circunstancia
obligada por el desarrollo de la red viaria
Titulcia-, que a veces determina núcleos nuevos: Miaccum.
Este aspecto y la seguridad entonces existente fomentó la
eclosión de villae, que en el Bajo
Imperio propiciaron el abastecimiento de productos agrícolas (4). Situadas en
navas, riberas y lugares abrigados, dieron lugar a fundí, en que frecuentemente los nombres de los promotores
titularon a las nuevas comunidades: Vallecas, Vicálvaro. Pero en la transición
al Medievo, la inseguridad -más en cuanto a poder mantener unos efectivos
considerables que de otro tipo- ha retoñado. Para el período visigótico, en el
corredor del Henares, con ramificaciones a norte y sur, se concentra, según
Caballero, el grueso de la población agrícola; algunos vici han cristalizado como focos principales, alejados de la única
auténtica ciudad: Complutum.
¿Nuevo predominio de lo pastoril, que empuja a buscar cotas
más altas, lejos de las riberas y menos abiertas al bandidaje? Daganzo, Cubas,
Talamanca -en ruta revitalizada- pueden indicarlo. Y, sobre todo, los poblados
de la Sierra nos acercan a un nuevo sistema de vida, claramente regresivo.
¿Fechas? Entre los siglos VI Y VII (5).
¿Cuándo existe Madrid? Las lápidas que en los siglos
XVI-XVII se documentaron en el casco medieval no autorizan a defender Miaccum
en el cerro del Alcázar, como pretendía Cortés, o un castro
"celto-romano", como quería Fita. La principal ruta a Caesaraugusta
discurría por la opuesta margen del Manzanares, y de aquí -Casa de Campo-Puente
de los Franceses- o del complejo entramado de villas pudieron ser traídas (6).
Hasta que más sepamos, una realidad: un grupúsculo humano
-quizá tan cazador como agrícola- sobre el riachuelo de la calle de Segovia,
nacido en el postrer período de expansión de los vici, hacia el siglo VII. Admisible la tesis de Oliver hasta poder
llamarse Matrice, nombre bien lejano de patrones romanos y humildemente
arraigado en el medio natural (7).
(4) ARCE, J., "La presencia romana en la provincia de
Madrid". Jornadas, Il, 62-5. Resumen sobre el panorama general, con amplia
bibliografía, en CABALLERO ZOREDA, L., "Arqueología madrileña romana,
medieval y moderna ... ". En Madrid, 41-54.
(5) CABALLERO, L., "Cristianismo y época visigoda en
la provincia de Madrid". Jornadas, Il, 71-7.
(6) PITA, F., "Lápidas romanas de Madrid".
Boletín de la Real Academia de la Historia, 1910, 171-9.
(7) OLIVER ASIN, J., Historia del nombre
"Madrid", 1958, 8-32. MONTERO, M., El Madrid medieval, 1987, 37-45.
Añadamos, como cierre a este apartado, que cuando vean la luz los resultados de
las excavaciones promovidas por la Comunidad de Madrid en los últimos años,
podremos enriquecer la actual visión.
2. MADRID MUSULMAN
2.1. La comarca y las
razones históricas
Un texto de al-Himyari tiene valor de partida de nacimiento
para Madrid: "Madrid, ciudad notable de Al-Andalus, que fue edificada por
el emir Muharnmad ibn Abd ar - Rahman". Luego nos referiremos al contexto
cronológico, pero es importante resaltar que para la segunda mitad del siglo IX
tenemos una considerable ciudad con su muralla, su importante mezquita y sus
bien definidas funciones; este núcleo ha heredado, y sólo con la adición del it
arábigo de resonancias prelatinas, su significado de "madre", de
"origen de aguas": podríamos traducir muy libremente por "lugar
muy abundante en aguas" (8).
Si aquí recogemos, y todavía con las indispensables dudas,
la razón de su denominación, amparada en las buenas condiciones naturales, de
más trascendencia será buscar los factores que determinaron la trascendencia de
esta naciente agrupación urbana.
La consolidación de un amplísimo frente de combate entre
cristianos y musulmanes -sin polemizar ahora sobre el tan debatido
"desierto del Duero"-, la toma de posiciones de unos y otros, han acelerado
un proceso presente desde el final de la época visigoda: empobrecimiento y
ruralización progresivos de la región y consecuente preferencia por nuevo tipo
de hábitats. Tras los conflictos bereberes de la cuenca del Duero, una fase de
hambres y las expediciones punitivas de Alfonso 1 de Asturias (739-757), esta
amplia, aunque cambiante, frontera, ha quedado bien fijada y ha influido
también en la distribución de efectivos humanos a este lado de la cordillera.
Según los datos que poseemos, y para un panorama más amplio,
sólo las sedes episcopales de Valeria y Segóbriga resistieron como tales hasta
avanzada la consolidación islámica, y la dilatada pervivencia de la vecina
Complutum supone un caso excepcional. Y es que no sólo ha intervenido el cambio
de economía, sino la necesidad estratégica de localizar sitios elevados,
acompañados -según Julio González- por la entrega del territorio a clanes
bereberes poco adaptados a la vida ciudadana (9).
Estamos, pues, en lo que para nuestra comarca llamamos época
"de las segundas acrópolis", y entre éstas se halla Madrid. Pero se
han dado elementos catalizadores. Se ha señalado que el cuadrante noroccidental
de la actual provincia prácticamente es virgen en cuanto a topónimos arábigos;
ello indica una escasa ocupación islámica de regiones nada atractivas para sus
formas de vida y cultura. Así pues, el espacio ha debido permanecer
fundamentalmente en manos de exigua población autóctona, pero los cristianos
norteños no son aún fuertes para inquietar estas posiciones-límite.
(8) OLIVER, J., Historia, págs. 33-60.
(9) GONZALEZ, J., Repoblación de Castilla la Nueva, r, 1975, 13.50.
Sin embargo, en 860 las huestes de Ordoño I cobran por vez
primera plaza más acá del Sistema Central: Talamanca. La alarma ha cundido al
acercarse el teatro de operaciones. Se fortifican poblaciones - Talamanca,
Madrid- y se crean nuevos bastiones y la red de atalayas entre los pasos de la
Sierra, los enclaves sobre Jarama, Guadarrama, Manzanares y Henares y las rutas
a Toledo. Así, entre 860 y 886 se ha hecho realidad la ciudad de Mayrit, para
cuya reponderancia en el ámbito comarcal se han dado varios factores.
En primer lugar, el ser al menos desde el último cuarto del
siglo IX la vía romana del Manzanares -junto con la auxiliar del Guadarrama- la
favorita para las penetraciones cristianas. Esta ruta está custodiada por
Mayrit, que además es centro de la red de torres-vigía aludidas.
Como consecuencia, Madrid se transforma en la plaza fuerte
por excelencia, guardiana del camino a Toledo, que mantiene frecuentes
escaramuzas contra avanzadas cristianas. Lo prueban la destructora expedición
comandada por Ramiro II en 932 y las menciones que poseemos de hechos de
gobernadores madrileños desde aproximadamente esta época. Nuevamente
fortificada por Abd ar-Rahman III, Madrid se destaca sobre Talamanca y Qal-at
abd el-Salam, aunque ésta mantendrá su relieve en la musulmana ruta del
Henares.
La capitalidad comarcal de Madrid, que depende de Toledo, se
afirmará definitivamente por su condición de ribat, campamento de voluntarios
que se concentran para la "guerra santa". Últimamente lo admitimos,
pero no para un primer momento. Las noticias de Ibn Hayyan, Idhari y otros
cronistas árabes nos hacen considerar la especie, y darla por verdadera para
tiempos de Almanzor, con primera referencia segura en 977 (lO).
2.2. La ciudad.
Estructura y actividades
Mantua y Mayoritum llamaron nuestros cronistas clásicos a
los dos perímetros murados matritenses. Acertaron en cuanto a corresponder a
dos distintos momentos históricos, pero no hay lógicamente que seguir su
interpretación, más legendaria que real.
El modelo responde al esquema acrópolis-ciudad civil, tan
maduro especialmente en la civilización islámica, y así fue considerado por
Tormo y Oliver Asín (11). Sin embargo, lo estudiado en los dos últimos decenios
invita a considerar que en principio sólo tuvo Mayrit una cerca, la de la
almudena -"ciudadela"-. Es decir, fue desde
(10) MONTERO, M., El Madrid
medieval, 51-64. Para éste y otros apartados, remitiríamos a nuestra tesis
Fundamentos, orígenes y desarrollo urbano de Madrid ... , si no fuera por estar
hace ya varios años en proceso de edición. CABALLERO, L., LARREN, H. y otros,
Las murallas de Madrid. Excavaciones y estudios arqueológicos (1979-82), 1983,
14-8. OLIVER, J., Historia, 37-57, 149-50, 244-63.
(11) OLIVER, J., ob. cit., 63-70, 279-358. TORMO, E., Las murallas y las
torres, los portales y el Alcázar del Madrid de la Reconquista ... 1945.
el siglo IX una ciudad fortificada junto al Alcázar, con un
recinto de algo más de 9 hs. Por su extensión, era la más considerable de la
comarca, y junto con Talamanca las únicas que alcanzaron verdadera categoría urbana.
La muralla, de pedernal y caliza, guarnecida por numerosos
cubos de fuerte mampuesto en su interior, arrancaba desde la fortaleza hasta la
Puerta de la Vega, doblada por los antiguos palacios del marqués de Malpica y
avanzaba diagonalmente por Capitanía General. Aquí abríase el después llamado
Arco de Santa María -en el siglo XV con portillo auxiliar-, que afrontaba las
que serían calles Mayor y Sacramento. Acompañaba al relieve en su subida entre
Factor y San Nicolás hasta los altos de Rebeque y, tras otro portillo y la
Puerta de Xagra, se unía al Alcázar.
La población había de acoger a un contingente militar, y en
ella se desarrollaron industrias primarias destinadas a mantenerlo; algunas, o
sus sucesoras, dejaron huella hasta tiempos modernos. Talleres de herrería y
guarnicionería -existían tenerías en el siglo XV-, tahonas; también depósitos
de forraje, silos ... Es fácil admitir la presencia de aljibes, así como que
las torres albarranas -Narigües, aunque debió haber más- estuvieron ligadas a la
necesidad de procurarse la preciosa agua. Al menos existió una mezquita
intramuros, que, mientras no se den serios argumentos en contra, habrá que
situar donde la posterior, y antes visigótica, iglesia de Santa María (12).
Las excavaciones demuestran un fuerte crecimiento exterior,
aún no muy conocido en detalle. Si no todo fue comprendido posteriormente por
muralla -el material analizado da a la llamada "de la medina" origen
cristiano-, sí es factible un pequeño segundo recinto, insinuado por restos en
la plaza de la Villa y junto a Santiago. Para nosotros, sería contemporáneo -en
tomo a 935- de las reparaciones efectuadas en el primer perímetro tras la
incursión de Ramiro Il. Pero esto no impidió que muchos habitantes viviesen en
arrabales, especialmente a oriente -Axarquía, entre calle Mayor y barrio de
Santiago- y al sureste, donde más de un indicio sitúa población mozárabe. Aquí,
en tomo al cerro de San Andrés, se han hallado cimientos, abundante material,
una pequeña conducción acuática y restos de hornos y silos.
Eran efectivos humanos suficientemente abundantes como para
existir más de una mezquita, y un documento -1089- inmediato a la conquista
castellana da pie para considerarlo así. Pero es problemático determinar
cuántos templos musulmanes existieron. Donde San Salvador debió estar la
mezquita por excelencia del arrabal, mientras San Nicolás pudo ser
establecimiento religioso, si bien no de la al muden a y sin parentesco
estilístico con lo visible de la actual parroquia. Algo más que la tradición,
como se ha expresado, señala San Andrés como parroquia mozárabe, y tal vez no
fue la única.
(12) Aunque nos hemos ocupado de la almudena en diversas ocasiones,
ajustamos algo más el término y las funciones en "La Almudena: ciudadela y
símbolo", en La Almudena y su significación en la vida y en la cultura
madrileñas (en prensa).
El Madrid musulmán vivió de la agricultura, y además ésta en
gran parte especializada, lo que dice mucho del ingenio de los pobladores en
una zona hasta entonces rudimentaria en este aspecto. Es obvio que la Sagra
inmediata al sur y la Vega, sobre el río, fueron las principales
aprovisionadoras de cereal. Pero existió otra Xagra, la que dio denominación a
este portal, que no era en el siglo XVII sino un confuso recuerdo, pero que en
los siglos medievales cabalgaba desde la orilla del Manzanares, al norte de la
Vega, hasta la posterior plaza de Isabel II. Aunque parte no perdió su carácter
agreste, fue en gran espacio cultivada, y que acogió al cereal de irrigación
-alcacel- y a las huertas lo prueban los documentos cristianos desde fines del
siglo XII.
Mas los huertos también existieron en el barranco matriz, en
el Pozacho -citado desde el Fuero-, y posiblemente en los barrios meridionales.
Su presencia se garantiza por las conducciones acuíferas aparecidas y que han
de aparecer: sin embargo, los islamitas aprovecharon las fluencias naturales
sobre la calle de Segovia y alrededores -fuentes y alcantarilla, ésta en
sentido de mina de agua potable, de San Pedro- antes de emprender el complicado
procedimiento de captación subterránea que convertirá a éstas en el Bajo
Abroñigal, primero de los grandes "viajes" de Madrid.
En cuanto al entorno septentrional, la población limitaba
con amplios sectores de monte bajo, que contrastaban con lo perfeccionado de
los cultivos descritos. Sobre la posterior extensión de la vid no sabemos decir
si se debió a los repobladores o era tarea ya asumida por los mozárabes.
La ganadería hubo de ocupar segundo plano, como lo muestra
el escaso interés que tuvo Madrid luego en fijar sus límites hacia los pastos
serranos. Pero era necesaria, pues proveía de cueros, junto con los alfares y
hornos tejeros ya primerísima artesanía la villa. Son alabados por Himyarí los
barros de Mayrit, indispensables para las conducciones acuáticas. Estas
industrias preferentemente se emplazarían sobre la calle Segovia, pero quizá ya
en buena parte habrían tomado posiciones hacia lo que habría de ser el arrabal
de San Martín.
En cuanto a mercados, el suq -o "zoch'', así nombrado
en 1203-, en la plaza de la Paja, acogió el tráfico basto, de forraje y
bestias, y el de géneros más finos y comestibles
debió ubicarse junto a una de las puertas, en la actual plaza de la Villa. Son
imaginables minúsculas tiendas en los accesos, como para la Puerta de
Guadalaxara vemos en época cristiana. Las justas y espectáculos se celebrarían
en la Almuzara -luego, Tela-, junto al Puente de Segovia (13).
13) OLIVER, J., 63-70, 279-358, perfiló la hipótesis "moderna".
Correcciones en CABALLERO, L., murallas, 17-35, y MONTERO, M., El Madrid
medieval, 67-85. Recientemente, EPALZA, M. DE, E agua y la estructuración de
los espacios islámicos ... " (en prensa) ha pergeñado una fisonomía bien coherente
de la población islámica; digamos que estamos muy acordes con el esquema
básico, aplicable a núcleo de este género: lo que tropieza con arqueología y
topografía es la forma de adaptarlo a Madrid.
La ganadería hubo de ocupar segundo plano, como lo muestra
el escaso interés que tuvo Madrid luego en fijar sus límites hacia los pastos
serranos. Pero era necesaria, pues proveía de cueros, junto con los alfares y
hornos tejeros ya primerísima artesanía de la villa. Son alabados por Himyarí
los barros de Mayrit, indispensables para las conducciones acuáticas. Estas
industrias preferentemente se emplazarían sobre la calle de Segovia, pero quizá
ya en buena parte habrían tomado posiciones hacia lo que habría de ser el
arrabal de San Martín.
En cuanto a mercados, el suq -o "zoch", así
nombrado en 1203-, en la plaza de la Paja, acogió el tráfico basto, de forraje
y bestias, y el de géneros más finos y de comestibles debió ubicarse junto a
una de las puertas, en la actual plaza de la Villa. Son imaginables minúsculas
tiendas en los accesos, como para la Puerta de Guadalaxara vemos en época
cristiana. Las justas y espectáculos se celebrarían en la almuzara -luego,
Tela-, junto al Puente de Segovia (13).
(13) OLIVER, J., 63-70, 279-358, perfiló la hipótesis
"moderna". Correcciones en CABALLERO, L., Las murallas, 17-35, y MONTERO,
M., El Madrid medieval, 67-85. Recientemente, EPALZA, M. DE, El agua y la
estructuración de los espacios islámico s ... " (en prensa) ha pergeñado
una fisonomía bien diferente de la población islámica; digamos que estamos muy
acordes con el esquema básico, aplicable a todo núcleo de este género: lo que
tropieza con arqueología y topografía es la forma de adaptarlo a Madrid.
2.3. Importancia del
Madrid islámico
Difícil calibrarlo en su justa medida. Siendo su extensión
sensiblemente más modesta que la de la vecina Toledo, por citar ejemplo
próximo, se ha visto que era bastante mayor que los núcleos inmediatos.
Consideremos, además, su relevancia como centro comarcal.
No son muchas las fuentes musulmanas que citan a Mayrit, mas
tampoco faltan. Idrisi habla de "pequeña ciudad" -¿hay que
interpretar "ciudadela"?-, pero da fe de su importancia y de que en
su mezquita se celebraba la jotba. Es además centro de voluntarios de la fe, al
menos bajo Almanzor, lo que acrecentaría su población.
Tampoco faltan signos de lujo, como cerámicas de tipo
Samarra admirablemente conservadas, utillería y ajuares variados de buena
elaboración, y hasta se han encontrado objetos de recreo que hablan de una
lejana relación con las refinadas tierras de oriente. Es también de apreciar la
buena técnica presente en el aparejo de la cerca y en los apenas visibles
vestigios de arquitectura.
Y, al fondo, una leyenda guerrera de alcaides y caudillos.
Madrid, aun sin los loores de Moratín, bien podía titularse "castillo
famoso" (14).
3. LA VILLA CRISTIANA
3.1. Límites
cronológicos y consideraciones
Siempre es problemático poner límites a un período
histórico, si bien resulta necesario de manera orientativa. Nos abstenemos de
titular con fechas este apartado, para nuestra libertad y la del lector, más
por éste es conveniente definir la etapa en que nos movemos, pues cada ciudad
tiene sus propias circunstancias dentro del devenir general.
Un límite estaría en el año en que Madrid -probablemente por
capitulación- es incorporada por los castellanos: 1083 a 1085. A esta fecha
sigue un tiempo de consolidación como entidad urbana y en el que se fijan
características particulares. El período de maduración abarcaría hasta c. 1202,
año admitido para una primera compilación general del Fuero.
Tan importante fundamento legal bastaría para marcar
frontera: es época en la que Madrid, que conoce un momentáneo retroceso
cultural y un proceso de adaptación a nuevos contingentes humanos, con lo que
ello conlleva, se constituye como municipio y cabeza de territorio con su
peculiar organización. Es más; prosigue una fase de crecimiento general que,
aún sin los elementos totales para evaluarla, podemos
(14) OLIVER, J., ibid., 244-63. MONTERO, M., ibid., 86-90. CABALLERO, L.,
"Arqueología urbana: Madrid medieval y moderno". Revista de
Arqueología, V, 34, 1984,54-65.
prolongar hasta mediados del siglo XlV. Independientemente
de otros aspectos, en 1346 se crea el primer Regimiento madrileño, símbolo de
la plenitud administrativa. Sirva pues este año como tope orientativo.
Estas dos centurias y media son de continuada maduración,
sin sensibles aspectos adversos. El primer documento data de 1095, pero hasta
el siglo XIII es escasa la información; mas a partir de entonces aumenta
considerablemente. No es sólo período de organización administrativa, sino de
búsqueda de equilibrio entre las distintas comunidades -integradas las
cristianas hacia la mitad de esta centuria- y de fijación de límites
territoriales. La villa del siglo XIV es un núcleo compacto y personalizado,
con proyección exterior plasmada en la convocatoria de Cortes -1309- como hecho
más llamativo y con participación activa en la política castellana. Los sucesos
derivados del conflicto dinástico y político-social generado con Pedro I,
agravados por aspectos desfavorables de toda índole, nos introducen en otra
etapa de la historia madrileña.
3.2. La Tierra,
espacio vital madrileño
La situación de Madrid entre serranía y llanura se reflejaba
en los contrastes de vegetación de los alrededores. Si las tierras a levante y,
sobre todo, al sur, habían sido colonizadas principalmente por el cereal, otras
partes se mantenían incluso vírgenes y conservaban la flora autóctona. Así
sucedía al trasponer el límite septentrional de la villa, donde el monte bajo
mediterráneo principiaba su dominio. Muy cercana estaba la que sería vastísima
dehesa de Amaniel, que por constituir la mayor de las municipales desde
comienzos del siglo XV se tituló de la Villa.
Era Madrid el típico caso de pequeño espacio transformado en
función y a medida de la población acogida. De seguro la llegada de los
repobladores motivó un momentáneo retroceso de las técnicas agrícolas, pero
sobre todo reveló la escasez en los alrededores de pastos que alimentasen las
reses, más abundantes por la aparición de nuevos conceptos en la explotación y
en la alimentación.
La ciudad denotaba una sensible especialización en lo
agrícola. A huertas como el Pozacho, de tradición musulmana, se añadió fuerte
explotación en la Xagra, documentada desde 1225. Ya en 1229 pudieron los
huertos aprovechar los arroyos de la cav a superior, y a principios del XV
colonizarán la cárcava interior de la almudena ante su escasa utilidad
defensiva.
En Hontanillas y Xagra también crecía cereal,
particularmente alcacel, con presencia desde 1261. Y el entorno inmediato
-Rejas, Vallecas, Corralejos, Alameda, Carabanchel, los Torrejones, Getafe,
Torre de Juan Crespín- suministraba con sus tierras de pan levar" trigo,
cebada y panizo, sin contar la producción de la inmediata Vega. Mención aparte
merece la viña, cultivo que surge por todas partes, desde Cubas hasta Barajas,
pasando por la Fuent Castelanna, y que se adentraba en el luego Real
Manzanares. Las menciones a viñas ocupan hasta el 35 por 100 de las
transacciones de tierras hechas por las monjas de Santo Domingo entre 1229 y
1348.
Si las necesidades puramente agrícolas se salvaban por lo
producido en el estricto alfoz de Madrid y los tres sexmos tradicionales de su
Tierra -Aravaca, Villaverde y Vallecas, distribución invariable desde el siglo
XIII a pesar de avances y retrocesos en las lindes-, no ocurrió así con los
pastos y con los bosques y carrascales que procuraban leña, carbón y rentas.
Aparte de sus reservas en Vallecas y Tocha, el Concejo debió luchar para
mantener la explotación de sus sotos y pastizales hacia Guadarrama y Jarama, en
límites de jurisdicción, y sobre todo de la riquísima reserva del Real de
Manzanares (15).
Madrid no tuvo mayores problemas con su poderoso vecino, el
arzobispado de Toledo, pero sí con Segovia, ambiciosa de tierras y de gran
tradición repobladora. Entre c. 1136 y 1208 esta ciudad inicia un proceso de
cerco a la villa, al consolidar a sureste y suroeste los sexmos de Valdemoro y
Casarrubios. En 1239 y 1248-9 intervino Fernando III amojonando términos entre
ambas comunidades, lo que zanjó básicamente la cuestión principal,
particularmente en el primer caso.
Pero la amplia cuenca septentrional y central del Manzanares
y parte de la del Guadarrama originó un conflicto plurisecular. Madrid, que por
anteriores historias y orientación económica, estimaba los terrenos hasta la
Sierra como suyos, obtuvo confirmación de ello en 1152 y 1176. Pero, a pesar de
fallar reiteradamente los monarcas a su favor, los segovianos repoblaron
repetidas veces los cursos de Lozoya, Manzanares y Guadarrama. Aunque sobre
1208 trataron de legitimar la situación, los madrileños deshicieron una y otra
vez las pueblas y ambas ciudades se enfrentaron abiertamente. Fernando III
abordó en 1248-9 el problema de Guadarrama, acotando una parte para Madrid, no
siempre respetada, pero su muerte dejó pendiente el asunto principal.
En 1275, Alfonso X optó por segregar de Madrid el espacio
disputado y ponerlo bajo custodia regia; llamó se por ello "Real de
Manzanares". Sería de común disfrute, lo que se confirmó en 1312.
Posteriormente se confió su tenencia a diversas personas reales, mas Segovia no
se conformó con la sentencia. No obstante, para Madrid fue importante salvar el
aprovechamiento económico; su Tierra quedaba mermada, pero homogénea, aunque
hubo de sufrir los recortes territoriales decretados por los Trastámara (16).
3.3. La villa y sus
arrabales
A poco de su incorporación a Castilla, Madrid alzó nueva
muralla. Desde Tormo y Oliver -supra-, era llamada "de la medina", más
las excavaciones de la última década han probado, a pesar de lo peculiar de la
textura y de los retoques, su ads-
(15) MONTERO, M., ob. cit., 95-105, 186-8.
(16) TORMO, E., "El estrecho cerco del Madrid de la Edad Media por la
admirable colonización segoviana", Boletín Real Academia de la Historia,
CXVIII, 1946, 47-205.
cripción cristiana. Media centuria después de la ocupación,
la villa, con las nuevas aportaciones humanas, había rellenado espacios libres
y organizado una esquemática red viaria. Al tiempo que elaboraba el Fuero se
levantó la cerca, integradora de más de 35 hs. En la "carta magna"
matritense se especifican las parroquias en que se dividía la población; además
de la vetusta y restituida Santa María de la Almudena existieron nueve parroquias,
exteriores al primer reducto militar: San Miguel de Xagra, San Juan, Santiago,
San Nicolás, San Salvador, San Miguel de los Octoes, Santiuste, San Pedro y San
Andrés.
Sus distritos o collaciones eran harto dispares en
superficie, aunque no se llegó a las mínimas representaciones vecinales de
otras ciudades; tal vez porque los repobladores no tuvieron tanta importancia
numérica -vid. infra-. En cuanto a antecedentes, ya hemos tratado de las
posibles mezquitas del período islámico. Que el contingente mozárabe gozaba de
fuerte tradición se muestra en las advocaciones.
Generalmente no correspondían exactamente las collaciones en
sus límites a genuinas divisiones topográficas y socioeconómicas, más esto
influyó fuertemente. Así, San Miguel de Xagra -sobre todo- y San Juan
señorearon un espacio con fuerte matiz rural hasta el siglo XVI: San Salvador
acogió al gobierno y comercio municipales, lo último compartido con San Miguel
de los Octoes; la mayor, Santa María, siguió siendo cabeza del barrio militar,
etc. (17).
Las calles de Madrid van cobrando protagonismo; las dos
primeras se citan en 1142. Aunque no reseñada hasta 1380, la calle de la Puerta
de Guadalfajara -Mayor, hacia el principal acceso de la villa- constituyó la
principal arteria, secundada por la del Arco de Santa María, a la Puerta
Cerrada -Sacramento-o Un tercer gran eje, aunque todavía cuenca asaltada por
las aguas y de complicada orografía, era la "calle real" -Segovia-,
que aparece en 1203. Otras vías existieron de importancia -desaparecidas de San
Juan y Arco de Palacio; Estelos, hoy Señores de Luzón; Traperos y Ferrería, en
los arrabales=-, y entre éstos y el núcleo se citan, hasta mediado el siglo XV,
más de dos decenas. Hasta muy tarde suelen ser conocidas como "calles
reales", símbolo de la potestad municipal por encima del disfrute privado
(18).
Este segundo recinto, en contraste con la almudena, se
distinguió por sus calles-caminos que buscaban los cinco portales, aunque la
estructura no facilitaba el enlace con los accesos septentrional y meridional,
Valnadú y Moros, a lo que contribuyeron topografía y la irregularidad de
ciertas manzanas, en la que influyeron tanto el terrenono como motivos
ocupacionales, económicos y étnicos: barrio de Santiago, "tapón" de
San Miguel, "biombo" de San Nicolás, Morería ... Para entender estos
enclaves en la tradición del mudejarismo urbano nos referiremos a la
composición de la población y a sus actividades.
17) MONTERO, M., ibíd., 137-57.
18) MONTERO, M., Origen de las calles de Madrid ... 1988, 93 ss.
Comencemos por destacar el peso del elemento mozárabe. Tras
paciente rebusca en la documentación de la primera época, se concluye con que
en tomo al 50 por 100 de los citados corresponde a esta adscripción, aunque la
fusión con los después llegados -nombres mixtos- se ha dado en los últimos
decenios del XIII. Hablábamos de concentración hacia San Andrés, más los
escritos también indican dispersión -en el Fuero son posiblemente mozárabes
jurados de varias collaciones- y existen personajes de nota que habitan el
centro y la collación nuclear de Santa María.
Los castellano-leoneses debieron ser menos, pese a su
considerable potencial. También por toda la villa, aunque los más destacados
con especial conexión con la almudena -barrium regis-, donde el rey otorgó
buenas propiedades a ellos y al clero, así como a los calatravos. Los
repobladores sólo debieron tener como propio un tardío enclave: la collación de
Santiago, lugar preferido por los caballeros de esta orden. Los francos -y en
sentido estricto, a tenor de los nombres- fueron asentados fuera de la villa
-infra-, lo que puede indicar fuerte sentimiento autóctono en el resto.
Musulmanes y judíos ya se citan en el Fuero, más las
referencias documentales son escasas hasta el siglo XIV, si bien para los
segundos la carencia es mayor. Fuerte tradición sitúa desde un principio a los
mudéjares en la Morería y no creemos que presente hasta ahora serios argumentos
en contra. El grueso de esta comunidad no provenía del cautiverio; no fue total
el abandono tras la conquista, pues la distinción del Fuero entre moros libres
y cautivos abona una presencia antigua. Sólo, y mucho más tarde, hay noticia de
una mezquita, y es en la Morería vieja. Otra cuestión es que morasen
estrictamente aquí, pues desde mediados de la decimocuarta centuria los
hallamos esparcidos por doquier.
Otra comunidad con régimen propio fue la hebrea. Desde fecha
antigua se citan aisladamente judíos, mas ignoramos si había grupo
considerable, ya que cifras como las del Repartimiento de Huete resultan
sospechosas por comparación entre poblaciones. Probablemente se asentaron en
villa ya cristiana. En cuanto a su emplazamiento, ya trataremos de ello (19).
Madrid poseyó amplios arrabales. En 1190 se titula
"arrabal" a un paraje marginal, mas comprendido por la cerca, pero
existieron en su pleno sentido y alejados del núcleo.
En 1126 contamos con el Vicus Sancti Martini, población
independiente de Madrid que nació alrededor del monasterio de este nombre.
También conocido como Vicus Francorum por el origen de sus pobladores, pronto
desapareció como jurisdicción exenta, pues aparece en 1242 como una collación
más. Conservó, no obstante, su
(19) El grueso de la documentación
manejada sobre estos aspectos en PITA. F., BRAH. VIII. 1886, 46-8, 57. 70-2. 148-50,
317, 321-3, 326-8, 332-3, Y Archivo Histórico Nacional. Clero. Santo Domingo,
carpetas 1353-1356. Opiniones distintas sobre los mudéjares en GONZALEZ, J.,
Repoblación ...• Il, 1976, 127 ss.; DE MIGUEL RODRIGUEZ. J. c. La comunidad
mudéjar de Madrid. 1989.
estructura característica y no completó su desarrollo hasta
la segunda mitad del siglo XV, en que se integró físicamente con la villa.
San Ginés, sobre el arroyo y arenal de este nombre, debió
constituirse poco después que San Martín, tal vez por gentes provenientes de
éste. En l332 se cita como collación. Inicialmente mantuvo reducida extensión,
pero con fuerte vocación urbana y artesanal, desarrollada en calles como la de
la Ferrería.
La fundación del monasterio de Santo Domingo en 1218 generó
rápidamente un arrabal en su tomo. Cobró pronta importancia por la potencia
económica del cenobio, aunque no abandonó su perfil rural. Tierras de labor y
tejares alcanzaban los aledaños del monasterio y la puebla estaba aislada de la
villa por el barranco de las Hontanillas. La pujanza de la institución hizo que
poseyera las tierras colindantes y las del citado barranco, así como bienes
inmuebles y rústicos en el alfoz y en los lugares más céntricos de Madrid.
Probablemente este arrabal tuvo cerca común con el de San Martín.
La fundación del convento de San Francisco en 1217 no dio
origen a un arrabal, quizá por lejanía, y en cuanto al muy distante de Santa
Cruz, no poseemos sino vagas noticias de su existencia hasta el siglo xv.
En su gobierno municipal la villa se asimila bastante a
otras poblaciones de frontera con fuerte castillo. El valor de éste se refleja
en la titularidad, al menos nominal, del caserío contiguo -barrium regis- y en
la importancia de sus alcaides; en 1095 Pedro Ansúrez -el conde don Per
Anzules- el representante real en el castellum de Madrid.
Se cita luego un dominus Mageriti, que tal vez ejercía
jurisdicción en villa y castillo; el primero conocido es Menendo Bofínez en
1189. En 1219 ya recibe nombre justicia; hasta 1273 aparece el último, Gómez
Royz Girón.
Desde el siglo XII contamos con una segunda autoridad,
exclusiva del municipio: son los alcaldes, representantes de los estados noble
y pechero que forman el Concejo abierto, al parecer congregado desde siempre en
la plazuela de San Salvador. Otros oficiales y representantes ayudarán a los
alcaldes en su labor: adelantados, delegados soberano y elegidos por el propio
Concejo; fiadores o "fieles", depositarios de : alguaciles, la mano
ejecutora; mayordomo, el administrador; pesquisidores y quattuor; encargados de
las pesquisas judiciales. Con los escribanos y oficiales subalternos
-"aportellados", sayones- gobiernan una máquina burocrática de
rudimentataria pero innegable especialización.
Papel importantísimo jugaron los jurados de las collaciones,
entre cuatro y ocho cada una. Representantes legítimos de los vecinos, poseían
amplio ámbito de atribuciones y eran garantes de sus derechos. En decadencia al
implantarse el Regimiento -infra-, ascenderá su importancia en el siglo XV
(20).
20 GILBERT, R., El Concejo de Madrid y su organización en los siglos XII
al Xv, 1949, caps. I-IV y IX-XVIII.
3.4. Actividad
económica
El espacio nos impide referimos a formas de vida y
mentalidad propias de los habitantes de este Madrid aún nuclear, que se reunían
a campaña tañida en San Salvador y que escuchaban a juglares y cedreros. Pero
es obligado trazar un cuadro general de sus ocupaciones.
Huelga decir que fue la agricultura fundamento económico, y
ya hemos mencionado lo esencial de ello. Agreguemos que, al igual que en
localidades de características similares, en el Madrid medieval abundaban los
dedicados a industrias de subsistencia y de carácter campesino. Los carniceros,
panaderos, "viñadores" y "pescadores" del Fuero ofrecen
continuación en la documentación.
También tenemos molineros hacia Xagra y Valnadú; hay mención
temprana a "oleros", y almazaras junto a Valnadú desde 1261. Una
salinera también es citada, así como bodegueros, de los que varios son
comerciantes en vino. Advirtamos que los escritos permiten apreciación
cualitativa de la importancia de las ocupaciones, pero sería temerario elaborar
estadísticas cerradas al ser las citas escasas para amplio espacio temporal.
Ello no obsta para resaltar a adoberos, tejeros y alfareros
por la frecuencia con que aparecen y la importancia heredada de lo musulmán
-supra-, que hizo derivar estos quehaceres a una cualificación artesana, en
crecimiento hasta fines de la Edad Media. Las contadas descripciones de
viviendas nos llevan a apreciar la importancia de estas industrias. La villa no
sólo producía para sus necesidades, sino para mercados próximos, y gusta
considerar que fueran de procedencia indígena los ladrillos con que se labraron
San Nicolás y San Pedro.
Los hornos y tejares comenzaban en la Xagra, eran numerosos
afueras de la Puerta de Valnadú y se concentraban en el arrabal de Santo
Domingo; hasta tenemos unos "tejares de Madrid"; ¿propiedad concejil?
Proseguían por San Martín, y el crecimiento de los arrabales empujó estos
establecimientos más tarde hacia norte y oriente de esta collación.
También aparecen carpinteros, "ferreros" y
herradores, estos últimos más abundantes según avanzamos cronológicamente.
Quizá para el siglo XIV se concentraban preferentemente en el arrabal de San
Ginés, donde dieron nombre a una vía. Cardadores y tejedores se nombran en el
Fuero; la fabricación y venta de tejidos se dio al principio ante todo en el
burgo de San Martín -calle de los Traperos-, y estaban en manos de francos.
Sastres o alfayate s, muy abundantes, encontramos desde 1201, y hasta la
originalidad de una mujer empleada en este quehacer -1409-.
A más de la alfarería, fue el trabajo del cuero industria
destacada en la población. Tenerías se hallan hasta en el pleno núcleo
-almudena y barranco junto a San Pedro-, que continuaban su actividad con los
Reyes Católicos. Peleteros hay en San Andrés en 1203, y en el mismo siglo
manufacturas de este tipo hacia Valnadú.
Numerosas eran bodegas y tiendas, principalmente en San
Salvador-San Miguel- Puerta de Guadalaxara; la primera aquí citada es en 1277.
De tabernas y mesones concretos hay memoria más tardía; a fines del siglo XIV
existen en la collación de San Justo y a principios del siglo siguiente en San
Ginés.
Dato a incluir es la eclosión de profesiones liberales y del
sector servicios, mas ya en el período Trastámara (21).
4. EL PERIODO CRÍTICO
Tras la polémica de las últimas décadas, no conviene
insistir sobre el concepto "crisis bajomedieval"; sin embargo, parece
comúnmente aceptada una convulsión general, marcada por acontecimientos en
todos los órdenes. ¿Hubo crisis en Madrid? Si por tal se interpreta un período
plagado de dificultades, pero también de realizaciones, que abre paso a un
nuevo orden, hay que ser afirmativos.
4.1 Factores
naturales y políticos
Un factor del que siempre se usa para justificar la quiebra
de un Medievo hasta entonces ascendente es el climático. Todavía para la
Península está por hacer un estudio con garantías -las permitidas por las
fuentes, naturalmente- en este sentido. Y las aludidas fuentes nos señalan
hasta el siglo XII muy pocas anomalías climáticas; partir de aquí aumentan
considerablemente, pero también la información es mucho mayor.
En los albores de la trecena centuria la mención de
calamidades aumenta, y un nuevo rebrote parece haberse dado desde el tercer
cuarto de siglo. Para el XIV, en el que contamos con la inestimable información
continuada de las Cortes, más se habla de los resultados -tierras yermas, 1318;
gran carestía, 1313; mal año de cereal, 1333; punto álgido de carencia,
1343-46- que de los fenómenos: tal vez sobre todo se registraban las
consecuencias de muchos malos años anteriores. Sin embargo, otras fuentes
constatan que los "annos fuertes" arrecian a mediados del XIV, y tras
un presumible descanso finisecular, los primeros decenios del XV siguen
trayendo nuevas desfavorables (22).
La diferencia es que, por lo general, los desastres
anteriores a este siglo son cales -aunque mucha información viene de Toledo,
con lo que afectaría a Ma-
21) MONTERO, M., El Madrid medieval, 185-98. Creemos superado, aunque de
útil lectura, PASTOR MATEOS, E., "Noticias sobre la organización profesional
de Madrid en la Edad Media". Revista de la Bibliotieca y Archivo Municipal
de Madrid, XIX, 1950, 261-89.
22), Cercanos análisis sobre el período crítico bajomedieval en FOSSIER,
R., Historia de la Edad 1983 (ed. española 1988), 1II, 9•51. VALDEON, J.,
Historia General de la Edad Media (siglos Xl 1984, 191 ss.
drid-, mientras durante el siglo XIV las negativas
condiciones atmosféricas parecen haber afectado a amplios territorios. Madrid
no debió sustraerse a esta realidad generalizada, y además cuenta con su lista
particular de calamidades, aunque los hitos cronológicos están distanciados:
1258, lluvias continuadas; 1270, sequía, prolongada a 1275 y años sucesivos;
1313, gran carestía. No vuelven las malas noticias hasta 1426 -fortísima
sequía-; 1434-35, fortísimo "diluvio", extendido a toda Castilla;
1438, rebrote tardío de la peste, que afectó a gran parte de Europa.
Es poco bagaje, pero la historia local debió inscribirse en
el panorama nada halagüeño que ofrecía la Península. Si sólo se hace referencia
a ciertos años es porque debieron resultar aquí especialmente catastróficos.
Mas estos accidentes desfavorables cobraron especial contundencia porque, como
en otras poblaciones, coincidieron con unos ya sensibles contingentes a los que
aprovisionar y con la política de segregaciones territoriales que implantaron
los Trastámara.
Aunque hay algún precedente, es indudable que con Enrique II
principia un continuado recorte de la Tierra madrileña, pensamos que muy
propiciado por la actitud de la villa, incardinada en el bando petrista. Tras
conseguir la devolución de ciertos lugares arrebatados, en 1366 Torrejón deja
de pertenecer a Madrid; también le fueron quitados Griñón y Cubas, recuperados
en 1374 a peso de oro; en 1369 eran enajenadas del señorío madrileño
Alcobendas, Barajas y Cobeña. A estos lugares han de agregarse dehesas,
pastizales y pagos de cereal, vitales en la difícil coyuntura que se vivía.
Incluso tocó vivir a Madrid la peor prueba: la concesión de
la villa en señorío al destronado León de Armenia de 1383 a 1391.
Afortunadamente, este errático personaje pronto desapareció de la escena y
Enrique III volvió la villa a la Corona. En 1402 y 1405 se abrieron pesquisas
sobre términos arrebatados, más desconocemos la real efectividad: Barajas,
Alcobendas, etc., no se recuperaron. En este reinado pasó a los monarcas el
sitio de El Pardo.
Con Juan II se vivieron tiempos de inestabilidad. De una
parte se abrió información sobre propios cercenados de la villa. De otra, se
perdieron Palomera y Pozuela, y pudo pasar lo mismo con Cubas y Griñón. Ante la
firmeza del Concejo en rechazar el chantaje real, que ofrecía dos ferias
francas a cambio, éstas y la donación se anularon en 1449. Madrid había
aprendido a negarse, y la prueba es lo sucedido en 1470 -infra-.
Además, la población se vio plenamente inmersa en las
contiendas internas castellanas. En 1366 fue tomada por Enrique II. Casi todos
los incidentes de la turbulenta minoridad de Enrique III se vivieron en la
villa, por haber sido en ella proclamado. En 1391 fue asaltada la Judería.
Durante largas fases del reinado de Juan II sitiada la población y con sus
puertas en poder de uno u otro bando. Parcialmente estos últimos hechos
debieron incidir en los conflictos internos que conoció la localidad en torno a
1453, y que después relataremos.
Aunque ya en tiempo más favorable para Madrid, el reinado de
Enrique IV fue de continuo sobresalto, y el monarca llegó a ser hecho
prisionero en el Alcázar. Y todavía en 1476 fue la villa campo de batalla entre
los seguidores de Isabel I y de su sobrina Juana. Un horizonte, pues, agitado
el de Madrid en las postrimerías del Medievo (23). .
4.2. Indicios de
repercusión
No es difícil captar la situación de malestar, pero tampoco
faltan ciertas realidades concretas. En 1347 se concedía prórroga a los
cristianos en los plazos acordados para restituir lo prestado por los judíos;
se habla de "esterilidad de los años" y de la "gran mengua del
pan". En 1379 se manda lo contrario, que se abonen las deudas, ante la
postración de los israelitas -infra-. Se excusa de pechos a las viudas y
huérfanos de combatientes. Y Juan I permite que se reduzcan -llegaron a ser
dieciséis- a seis los regidores ante lo oneroso que resultaban.
Puede interpretarse como otro indicio que desde
aproximadamente 1337 la relación mayor de las adquisiciones del monasterio de
Santo Domingo se refiera a propiedades urbanas. Debía por entonces haber
consolidado sólido patrimonio rural, tanto en su entorno como fuera de Madrid,
pero es probable que la inseguridad de la situación se reflejara en la búsqueda
de la posesión de inmuebles, vendidos o donados a cambio de la manutención por
personas que buscaban asegurar su existencia en el cenobio (24).
Hay también pruebas de deterioro en la estructura urbana. La
muralla estaba en peligro y con torres abatidas en 1385; al tiempo se habla del
mal estado de la cerca de la Judería, con lo que se aprecia que a su comunidad
los sucesos de 1391 sólo vinieron a asestarle el golpe definitivo. La almudena,
que hasta c. 1420 es continuo escenario de transacciones inmobiliarias, hubo de
iniciar un proceso de despoblamiento, del que no se libró su parroquia. Igual
pasó en otros sectores de la villa, y, ante la posibilidad de conseguir suelo
gratuito o poco menos -al parecer, las autoridades municipales en principio
regalaban los solares- y de eludir impuestos, bastantes vecinos marcharon a los
arrabales; sólo así se explican la posterior actividad para regularizar las
concesiones y las medidas tendentes a potenciar el casco.
La epidemia de 1438 también dejó su huella. Es nuestra
teoría que, para aislar a la población y delimitar el ya considerable espacio
alcanzado por sus arrabales, trazóse por entonces la cerca que incluyó a todos
ellos.
4.3. Hechos positivos
Sin negar hechos suficientemente avalados, es justo recoger
otros que señalan la trayectoria ascendente de la villa en el contexto general
castellano. Uno lo constituyen
23) Resumen general en El Madrid medieval, 201 ss.
24) AHN, carpetas 1359-1365.
las largas permanencias de los reyes, resaltadas
habitualmente más en tono áulico que en cuanto a sus apreciables consecuencias.
Se ha aludido a la proclamación de Enrique III, que aquí
reunió Cortes y permaneció apegado a Madrid aún más desde que recibió el
cazadero de El Pardo. Nueva asamblea se convocó en 1419 para declarar la
mayoría de Juan II, monarca de ambiguo afecto hacia la villa, pero que residió
aquí muchas temporadas. En la década de 1430 las estancias fueron continuadas;
en 1434 sorprenden aquí al rey las tremendas lluvias y se ve obligado a
abandonar la población precipitadamente. En cuanto a Enrique IV, dio sobrada s
muestras de preferencia por Madrid y la distinguió con su presencia y sus
disposiciones -infra-.
Los efectos fueron importantes. Desde el primer cuarto del
siglo XV constatamos fuerte presencia de burócratas y servidores reales.
Notarios y abogados aparecen frecuentemente, así como reposteros, coperos,
ballesteros y personas vinculadas al séquito real. La presencia real trajo más
consecuencias que las brillantes embajadas de ingleses, franceses y bretones;
linajes de la mediana e incluso alta nobleza posaron en Madrid, y si algunos
-don Alvaro de Luna- limitaron su presencia a la del soberano, otros se
avecindaron y entroncaron con familias antiguas para formar el primer gran
núcleo nobiliario.
Entre los naturales tenemos a los Fernández o González de
Madrid, vinculados a las secretarías y alcaldías de alzadas; a los Vargas,
presentes en toda la administración; a los Clavijo; a los Ramírez, Herrera,
Bozmediano ... Hasta dos docenas, difíciles de distinguir por el mestizaje con
los venidos bajo los Trastámara. Junto con los Luxanes y Zapatas -que ya llegaron
con la Corte-, los Castillas -descendientes de don Pedro- y otros, más la
añadidura de "caballeros" comerciantes o letrados, constituirán una
cúpula de notables unida por sólida red de intereses que controlará el
municipio, y muy especialmente las regidurías.
Ya señalábamos como hecho culminante la instauración de los
doce primeros regidores en 1346, número que conoció altibajos hasta
estabilizarse con los Reyes Católicos. El Regimiento, ayuntado en el cementerio
o claustra de San Salvador -año comprobado, 1357, aunque Quintana afirma haber
precedentes cuarenta años atrás- supone indudable progreso institucional, más
también la implantación de un coto cerrado, con cargos semihereditarios; la
pugna por los privilegios de aquí emanados fue la clave de los tan anunciados
enfrentamientos de 1453.
Aunque el proceso no difiere de muchas otras localidades, lo
cierto es que Madrid fue temprana en tener corregidor, pieza que coronaba -y
limitaba- el organigrama del Concejo. Ya en 1426 Se cita a Francisco de Párraga;
juez, al menos, era Juan Chacón en 1447; viene luego el famoso Montalvo, y
asistente se documenta en 1458. Con la llegada en 1473 de Fernán Gómez de Ayala
la figura se institucionaliza y adquiere continuidad (25).
(25) GIBERT, R., ob. cit., 195 ss.
También iban surgiendo establecimientos de carácter social y
público. Alfonso XI creaba en 1346 el estudio de gramática; desde tiempo
inmemorial existía el colegio de doctrinos, luego de San Ildefonso. Es difícil
rastrear el origen de los muchos hospitales que luego existieron, pero el Real
de la Corte fundóse en 1438 para acoger a los apestados, y tal vez por este año
ya existían el después nombrado "de la Paz" y el recogimiento de San
Esteban, en paraje alejadísimo; desconocemos si ya eran realidad los numerosos
en las collaciones de San Ginés y San Martín.
Varias eran las cofradías, y una de las más conocidas, la de
la Caridad, se fundó en 1421, aunque desconozcamos su primer asiento. Una
fundación religiosa, las beatas concepcionistas, apareció en 1448. Y de una
importante institución pública, la Alhóndiga, existen precedentes desde 1414.
De la Carnicería pública hay datos desde unos decenios antes.
La crisis no estorbó a la progresión general de las
instituciones ciudadanas. Pero donde parece haber influido bien poco es en la
artesanía, que creció al compás de los efectivos e importancia de la villa.
No es sólo un aumento de la cantidad -lo que se acompasaría
con mayor volumen documental-, sino sobre todo de la calidad, de la
especialización. Dentro de los oficios del cuero el abanico se abre:
albarderos, vaineros, mangueros, jubeteros ... Los últimos se relacionan
también con el trabajo del metal, francamente en alza desde el siglo XIV; las
ferrerías de los arrabales se encontraban en pleno desarrollo.
Otro índice de superación se comprueba en la sensible
disminución proporcional de industrias meramente de subsistencia: molineros,
aceiteros. Se mantienen oficios de tradición, como sastres, zapateros,
traperos. Y siguen teniendo importancia los quehaceres relacionados con la
construcción, como adoberos y alfareros.
Parece que todo se encamina a la constitución de un mercado
importante, tendente la especialización. Y así ha debido acontecer con la
agricultura, pues dominan los hortelanos A la presencia de un mayor trajín
comercial señala la aparición, escasa pero continuada,
de bodegueros y mesoneros.
Añadamos lo comentado sobre los abogados y servidores
reales, que se apiñan en el eje neurálgico San Salvador-Puerta de Guadalaxara.
Y la novedad de profesioe liberales: músicos, maestro de la gramática, algún
físico de procedencia hebrea: Corte y las nuevas instituciones reclaman una
ampliación de los servicios.
Nos preguntamos si en el sostenimiento de los quehaceres de
la construcción no tuvieron que ver los mudéjares; son éstos ampliamente
citados y en casi todas las collaciones. Pero sus menesteres son otros:
ferreros, mesoneros, tundidores, arrendadores -doña Xanci regentaba los baños
de San Pedro-; algún personaje hay importante, como Hamet, alcalde de las
aljamas. Varios levantan a mediados del XIV sus viviendas en la collación de
San Pedro, y en conjunto la comunidad parece gozar de una cierta pujanza, que
la llevará a poblar la Morería "nueva", hacia la naciente plaza del
Arrabal y el camino de Toledo, en torno a 1440.
Diferente es el panorama de los judíos. Existía un pequeño
grupo cualificado -don Jacob, los Romano, Frayn Aben Xuxo, arrendadores y
poseedores de varios inmuebles-, en el que hay que introducir la insospechada
presencia de Mayr Alguadix, célebre médico de Enrique III, en la calle de los
Estelos. El resto llevaba existencia mucho más modesta, y debió padecer grandes
pérdidas tras el asalto a la Judería en 1391. Tal vez ya entonces se hallara
dentro de la almudena, lo que es indudable para los primeros años del siglo XV
(26).
4.4. Un intento de
interpretación
Las adversas condiciones naturales, los cambiantes avatares
políticos que caracterizaron nuestra Baja Edad Media, afectaron sin duda a
Madrid. Difíciles de valorar los apuros económicos y los problemas de
abastecimiento, fueron más penosos por el continuado recorte territorial,
paliado por la conservación del usufructo sobre el Real de Manzanares.
Áreas del casco urbano se despoblaron e incluso ruralizaron,
como parte de la almudena. Puede pensarse en desordenada emigración a los
arrabales. Hubo pérdidas de población, tanto por sucesos bélicos como por
epidemias.
Paralelamente Madrid se afirma como ciudad; no sólo sufre el
desarrollo institucional común a otros núcleos, sino que su importancia crece
dentro del reino de Castilla, y finalmente permanecerá como una de las pocas
localidades con voto en Cortes. También diversifica su vida social y económica.
Tal vez el peor momento haya de situarse entre 1420 y 1440.
La mortandad de 1438 marca el inicio de la recuperación y de nueva expansión
superficial. Comienza a restaurarse el tejido urbano y el Concejo puede
oponerse con éxito a recortes en sus fronteras. Los movidos sucesos de mediados
de siglo son signo del desgobierno general, pero también el signo que marca el
fin de una era de adversidades.
5. LA REVITALIZACION
5.1. Reconstrucción
del patrimonio municipal. Últimos conflictos
Desde comienzos del siglo XV, e indudablemente aprovechando
los contados momentos de tranquilidad en todos los sentidos, Madrid inició una
serie de litigios para
(26) AHN, carpetas 1359-1365, es donde se contiene lo principal sobre
oficios y minorías en este período. Para los decenios de 1440 y 1450 son
asimismo útiles las "Minutas" del Archivo de Secretaría.
poner en orden sus propiedades y recuperar parte de lo
perdido. La temprana muerte de Enrique III frenó un proceso de devolución de
lugares arrancados de la jurisdicción
concejil.
Mas no se trataba tanto de recuperar lugares y aldeas como
de incorporar tierras dentro de los límites siempre reconocidos que, al amparo
de una revuelta situación, habían sido usurpados por aldeas y particulares y en
ocasiones por los mismos vecinos de la villa. Amplia información se efectuó
entre 1421 y 1434, con el licenciado Guadalaxara como juez principal. El
proceso fue estudiado por Gómez Iglesias y sin duda el resultado fue favorable
para Madrid (27).
Llama la atención el confusionismo que se había creado sobre
qué era propio de una villa que durante largo tiempo no había hecho valer sus
derechos. Parte de lo aprovechado por particulares lo había sido en el propio
casco urbano, lo que habla de incuria y decadencia; concretamente estaba
acotado y sembrado un amplio espacio junto a la cava interna de la almudena .
Cuesta creer, sin embargo, que todo fuese devuelto, si
consideramos las calamidades que sufrió Madrid en la década de 1430. Ello
explica que Montalvo tuviera tanto trabajo unos años más tarde. Entonces sí que
obtuvo la villa sensible fruto, aunque los pleitos proseguirán bajo los Reyes
Católicos por cuestión de límites. Hay que considerar los poderosos vecinos:
Arias Dávila, Mendoza en sus diferentes ramas, después los marqueses de Moya
... El Real se había otorgado como condado a Iñigo López de Mendoza, y Madrid
fue firme en defender su disfrute, pero eran frecuentes las intromisiones de
unos y otros en las dehesas respectivas.
Madrid acotó varios espacios de este tipo, destinados
principalmente a apacentar reses que fueran garantía ante las pasadas carestías;
luego se vio impelida por la mayor demanda de una población en ascenso. Fue la
dehesa de Amaniel la más célebre; plenamente formada en la década de 1420,
fueron continuos los conflictos entre sus guardianes y el alcaide de El Pardo,
que mutuamente vulneraban lo vedado, sin contar los impedimentos que ponía el
último a los vecinos que abrevaban o hacían leña en el coto real.
Otro capítulo fueron las relaciones con la Mesta. Entre 1345
y 1378 Madrid se opuso al tránsito de los rebaños con privilegios de Fernando
IV en la mano. Más adelante se acordó permitirlo bajo pago de una cantidad. En
torno a 1465 debía haberse estabilizado para el "ganado extremeño" en
10.500 maravedíes anuales.
En este período no concluyeron totalmente los intentos de
enajenación territorial por parte de los monarcas. La contundente respuesta del
Concejo no lo permitió; fue en 1470 cuando, ante rumores en tal sentido, Madrid
en pleno -asistente, un alcalde, nueve regidores y sesenta y tres vecinos- juró
en la parroquia de San Salvador que
(27) GOMEZ IGLESIAS, A., "Las sentencias del licenciado
Guadalajara". RBAM, XVI, 1947,333-91. ID., "Algunos términos del
alfoz madrileño". RBAM, XVII, 1948, 181-232.
no consentiría y resistiría hasta con las armas en la mano
ante ninguna enajenación " ... en esta dicha villa nin en sus terminos e
lugares e jurisdicciones e propios nin parte dellos ... ".
Pero anteriormente se habían desarrollado en la villa unos
hechos que hemos venido anunciando. A pesar de ser estudiados por Urgorri,
todavía bastante puntos quedan oscuros. Muy importantes debieron ser, porque
repercutieron en la organización municipal, la titularidad de los propios
municipales y el arrendamiento del suelo público. Su culminación fue entre 1451
y 1453 Y su resolución supuso la liquidación definitiva de una fase crítica.
Podemos resumir: ocupación de solares en los arrabales y
entre la villa y éstos por población fugitiva; tras 1440 ello se acelera ante
un aumento de habitantes; concesión arbitraria de estos terrenos y de oficios
concejiles por los regidores; protesta de los caballeros y escuderos de la
villa, que se ven apartados de la influencia y de las decisiones de gobierno.
Fue realmente una rebelión de las clases altas de la
población contra una oligarquía que componía una élite aún más estricta. No hay
que descartar como fondo una pugna entre bandos rivales, tal vez eco de mayores
diferencias entre la nobleza castellana.
Lo cierto es que en medio del desgobierno hubo quien se hizo
con tierras de la villa. En 1453 Juan II designaba pesquisidor al competente
Alfonso Díaz de Montalvo, cuya actividad cubrió tres frentes: rescate de los
propios del concejo; avenencia entre los contendientes y castigo de los
excesos; investigación sobre los solares concedidos en casco y arrabales.
De la actuación de Montalvo dos hechos fueron definitivos:
consolidación de la autoridad de los regidores, más con avenencia de las partes
con respecto a cubrir ciertos oficios, desde entonces "oficios de
concordia"; establecimiento de un registro de censos viejos y nuevos, con
expresión de a quienes correspondían y de lo que se había de satisfacer. Esta
relación es uno de los documentos más importantes para reconstruir el
crecimiento de Madrid (28).
5.2. Recuperación y
expansión urbana
El proceso ofrecerá dos vertientes: recuperación de lo
destruido en el casco amurallado y expansión de los arrabales. A ello se unirá
la búsqueda de una "plaza mayor", que aglutine los principales
servicios municipales y comerciales.
El conjunto de los arrabales madrileños había frenado su
crecimiento desde el último cuarto del siglo XIII. Salvo la posible excepción
de San Ginés, hasta pasado 1400 la extensión era la misma. Se ha visto cómo en
los siguientes decenios una cifra
(28) URGORRI CASADO, F., "El ensanche de Madrid en tiempos de Enrique
IV y Juan II; la urbanización de las cavas". RBAM, XXIII, 1954, 3-63.
no determinada de habitantes ha mudado aquí su residencia.
Una segunda oleada ha podido producirse por aumento de la población desde 1440,
y en torno a 1450 la demanda ha sido tan grande que los ediles han podido
cometer las irregularidades antes apuntadas.
Esto se demuestra por la diferencia en la cuantía de los
censos regularizados por Montalvo. Los alquileres más baratos eran los más
antiguos, y en algún caso hubo de establecerse entonces el canon, ya que
incluso se habían concedido suelos gratis. La novedad es que las peticiones
fueron tantas que hubieron de otorgarse espacios antes no deseados, hacia la
muralla y las cavas; se inició así la fusión de los suburbios con el núcleo,
que duraría más de un siglo.
En 1453-54 estaban formados: gran parte del caserío entre el
arrabal de San Ginés y la muralla -hasta la acera oriental de la calle
Escalinata-; toda la acera oriental de las cavas de San Miguel y Cuchilleros,
frente a la cerca de este sector, desde la Puerta de Guadalaxara hasta el
camino de Toledo; los arranques de este camino en sus dos márgenes, que por la
del este llegaban más allá de la actual catedral de San Isidro; las casas ya avanzaban
a levante por Colegiata y Concepción Jerónima buscando el arrabal de Santa
Cruz.
En cuanto a los arrabales propiamente dichos, Santa Cruz
había reunido un respetable número de casas en torno al templo, con proyección
hacia el camino de Toledo y edificaciones dispersas fuera de la cerca, en el
camino de Tocha. En cuanto al borde occidental de la posterior calle de Toledo,
un apiñado caserío y la "laguna" de Vargas y Medina casi taponaban el
acceso a la Puerta Cerrada. Más abajo, en cambio, el arrabal de San Millán se
componía de algunos casuchos entre eras y huertos, fisonomía que media centuria
después varió totalmente.
Al norte, el barranco de las Hontanillas se poblaba de casas
en competencia con las huertas y en su extremo oriental documentamos las
tenerías "viejas" ya en el reinado de Enrique IV. A levante, San
Martín y San Ginés han emprendido su carrera para ganar el espacio hasta la
Puerta del Sol, mientras el primero puebla sitios vacíos -1440-50- al norte de
su monasterio matriz.
Este frenético proceso de ocupación de suelo alcanzará la
misma almudena, a la que se trata de revitalizar, para lo que se dan solares
antes considerados de respeto, sobre la cava y arrimados al "castillo de
los Judíos". Estaba visto que la cava y el Campo del Rey si no eran
invadidos por los huertos, lo eran por las casas, y el proceso siguió hasta
conferir a la ciudadela un abigarrado aspecto, que contrastaba con las nuevas
cicatrices de la guerra dinástica entre Isabel y Juana, como se declara en 1417
(29).
Pero el mayor acontecimiento en el corazón de la villa, y el
primero dentro de un planeamiento urbanístico, fue la ampliación de la plazuela
de San Salvador. Enrique IV daba en 1466 licencia al Concejo para acometer las
obras, así como autorización
(29) URGORRI, F., ibid. MONTERO, M., El Madrid medieval,
231-41.
para disponer de rentas y alcabalas reales y concejiles.
Iban rápidos los trabajos, y en 1469 mandaba que en tres meses se allanara el
paraje para celebrar el mercado.
La plaza se ensanchó en sentidos oriental y meridional; de
entonces datan las casas de los Luxanes. Decía en 1470 el monarca sobre la
deseada "plaza mayor": " ... vendan en ella los mantenimientos e
mercadurías e cosas nescesarias, e en ella haya trato e maneo ... ".
Porque se pretendía no sólo concentrar aquí el gobierno municipal y las
instituciones de toda índole dependientes de éste, sino el mercado cotidiano y
el franco de los martes concedido a la villa.
El mercado franco lo otorgó Enrique en 1463 en el Campo del
Rey, pero en 1465 se llevó fuera de puertas, a la plaza del Arrabal, por
motivos de seguridad. En 1473 el monarca reiteró órdenes para que todo se
vendiese en San Salvador, excepto los mantenimientos del arrabal, que se
despachaban en San Ginés. Quedaba excluida la "laguna" del Arrabal,
comenzada a formar como plaza en torno a 1440. Pero el proceso de construcción
fue muy rápido y su tamaño, unido a la expansión de la villa, acabó por
consolidar aquí el mercado de los martes.
Quedó para el Concejo y sus dependencias la plaza de San
Salvador -de la Villa-, como veremos más adelante. Pero la Plaza Mayor, como en
otras ciudades castellanas, se emplazó fuera de muros (30). Así lo demandaba la
expansión de un núcleo urbano que entre c. 1430 y 1475 había aumentado en más
de un 50 por 100 su superficie edificada.
6. EL MADRID DE LOS
REYES CATOLICOS
6.1. La Tierra, despensa de Madrid
En otras ocasiones hemos insistido en que la actuación
concejil en esta faceta puede resumirse en: mantenimiento estricto de los
propios y superior aprovechamiento de los mismos. Lo uno y lo otro impulsado
por el aumento de la población.
El primer aspecto alcanza máxima expresión en los litigios,
que vimos se iniciaron en el primer cuarto de siglo y que se prolongarán hasta
avanzada la centuria siguiente. Como otros municipios, Madrid consumió en ellos
buen porcentaje de sus rentas y bastantes servicios extraordinarios. Muchos
terrenos se recuperaron, pero lo que sobresalen son los constantes y menudos
actos de intromisión mutua entre la villa y sus vecinos.
Madrid mantuvo el disfrute del Real, en manos de los
Mendoza; en general, fue buena la convivencia, mas no faltaron las
usurpaciones. Sobre éstas obtuvo el Concejo
(30) MONTERO, M., ibid., 226-31,278-81. ID., "De la
laguna a la Plaza Mayor.-La Plaza del Arrabal". Anales del Instituto de
Estudios Madrileños, XXIV, 1987, 203-15.
en 1485 cumplida sentencia a su favor. Peores relaciones
hubo con Arias Dávila, señor de Alcobendas, que intentó usurpar la jurisdicción
criminal de Madrid, a cuyo amparo entregaron los monarcas los fugitivos de sus
estados, que constituyeron un nuevo lugar: San Sebastián de los Reyes. Nada
buenas fueron con los alcaides de El Pardo, a lo que se unía otro
inconveniente: los animales que escapaban del coto de caza y estragaban los
propios madrileños.
Frecuentes eran las invasiones de las aldeas de la Tierra,
aunque las penas solían mitigarse por el Concejo en razón del escaso territorio
que poseían. Los reyes fallaron en 1498 a favor de Carabanchel, que solicitaba
unos baldíos.
Los terrenos más vigilados por los matritenses eran ejido s
y dehesas; los primeros, porque proporcionaban leña, retama, carbón y rentas,
algunas importantes, como las del carrascal de Vallecas. La necesidad de crear
nuevos espacios agrícolas motivaba la frecuente irrupción en estos vedados,
incluso de los propios vecinos.
Pero la ganadería también reclamaba su lugar ante unos
efectivos en crecimiento. De aquí el segundo hecho al comienzo invocado: mayor
aprovechamiento de los propios. Y como no bastaban las dehesas tradicionalmente
explotadas, todo el empeño incidió en aumentarlas y crear otras: pervivía el
fantasma de la carestía de decenios anteriores.
Era la principal la de Amaniel, "de la Villa" o
"dehesa vieja"; se agrandó con otras dos, la de El Pardo y la
"nueva". Si el destino común era alimentar los rebaños de los
"obligados" =infra=, en Amaniel sería prácticamente el exclusivo,
como se documenta desde 1483. En 1492, al quedar ésta muy retirada, se habilitó
una nueva: la de Arganzuela, "junto con el rrio de la dicha villa ...
" Esta, como otras, también acogía cultivos (31).
Existen asimismo testimonios sobre nuevas roturaciones para
cereal, que compartía importancia con la viña. Ya en l379 tenemos ordenanzas
sobre "viñas, panes y dehesas", lo que aclara acerca de las
principales preocupaciones del Concejo. Nuevas ordenanzas sobre vides se
suceden desde 1480, hasta llegar a la compilación de 1500, en que éstas y dehesas
consumen el espacio principal.
En este Madrid finisecular asistimos a un auge de lo
pecuario, sin descartar las bases agrícolas tradicionales, que aumentaron su
espacio y se enriquecieron con cultivos especializados, como lo muestran las
"xudrias" o canales abiertos desde la década de 1480.
6.2. Expansión y mejora de la villa
Desde 1450 soplan vientos favorables, cuyo efecto se acelera
en el reinado de Isabel I. El sensible aumento del volumen de información nos
permite puntualizar sobre las señales de florecimiento desde la década de 1470.
(31) GOMEZ IGLESIAS, A., "La Dehesa de Amaniel o de la
Villa". AIEM, Il, 1967, 33.
Quizá la más expresiva es el crecimiento superficial,
concretado en tres aspectos:invasión de los bordes de las cavas, incluso apoyo
de edificaciones en la muralla; constitución total de casi todos los arrabales;
como consecuencia, fusión de éstos con el núcleo.
Entre las puertas de Guadalaxara y Cerrada se intenta llegar
al foso desde 1480-85, pero la primera autorización data de 1495, en que se
permite sacar corrales hasta la cava de Puerta Cerrada a los que allí poseen
casa. Desde este mismo año se otorgan también licencias para edificar sobre el
muro, aunque en principio se exigía un espacio de respeto, y en 1514 se habían
construido las dos terceras partes del sector citado.
El siguiente tramo de cárcava, hasta Puerta de Moros, vio
cambiar totalmente su anterior y campesina estructura. A fines de siglo se
conceden los primeros solares, y la definitiva transformación vino desde 1499,
en que se funda el hospital de La Latina; en 1502 cegó se la cava y algo
después se empezó a armar sobre el muro, pero al portal referido no llegó el
caserío hasta tiempos de Carlos I.
En el barranco de las Hontanillas se construyó a gran
escala, y proliferaron sobre todo las tenerías "nuevas" -infra-;
generalmente se dieron solares, así como el disfrute de ciertas fuentes, con
condición de sanear y canalizar los manaderos. Desde 1480 se labraron nuevos
pilares y fuentes, y a fines de siglo la zona había acentuado su aspecto
urbano.
Para 1470 los arrabales de San Martín y San Ginés han
alcanzado la Puerta del Sol, que poco después sobrepasarán; una disputa sobre
límites, resuelta en 1481, nos informa de su extensión. Santa Cruz, hacia 1490,
ha consumado su unión con el camino de Toledo y las edificaciones sueltas han
progresado más allá del portillo sobre el camino de Tocha (32).
Como centro unificador de los extensos suburbios se perfila
la ya plaza del Arrabal, que completa sus flancos septentrional y oriental
entre 1460 y 1495. Ámbito ideal para el mercado, queda, sin embargo, amplio
sector sin cubrir en dirección al arrabal de Santa Cruz durante más de media
centuria (33).
Dentro del casco, prosiguen las tareas en la plazuela de San
Salvador. De 1476 a 1493 se multiplican las disposiciones sobre labrar portales
y tiendas, poblar de artesanos y comerciantes y concesión de exenciones.
Veremos cómo todo el reinado es un continuo buscar acomodo para las
dependencias municipales, en provisionalidad con visos de eterna hasta que
finalmente alcanzan la instalación definitiva. La sede del Concejo, la
parroquia de San Salvador, es remodelada totalmente, y en 1498 se sitúa un no
bien conocido intento para elevarla a la dignidad de colegiata.
(32) URGORRI, ob. cit., MONTERO, M., El Madrid medieval,
253-60.
(33) Vid. MONTERO, M., "De la Plaza del Arrabal a la
Plaza Mayor". AIEM, XXV, 1988,351-69.
Mucha información conservamos de la actividad de los ediles
en materia de policía urbana. Son repetidas las actuaciones sobre seguridad de
inmuebles, construcción de portales, respeto al espacio público; en otro orden
superior se sitúan las grandes planificaciones urbanas - como la de la plaza de
San Salvador y la construcción de mercados, infra- y las considerables obras en
los puentes de la villa, como el de Toledo, que se rehace íntegro entre 1481 y
1485.
Un serio intento de reglamentación supusieron las
"Ordenanzas" de 1500, que lógicamente se refieren, más que a normas
urbanísticas, a esta "policía" de que hablamos. Bastante de lo
incluido se refiere a higiene, punto en que los munícipes eran bastante
celosos. Entre lo más destacable está la limpieza de las vías -los muladares se
fijan en 1496- y la particular guerra entre el Concejo y los cerdos, paseantes
empedernidos por toda la geografía del Madrid tardomedieval.
Pero la labor más meritoria fue la del empedrado, con origen
en una disposición real cumplida con singular celo por el Concejo. En 1486
comenzóse a adoquinar la Puerta de Guadalaxara y en pocos años el proceso alcanzaba
sitios tan abandonados y excéntricos hasta casi entonces como el barranco de
las Hontanillas y la calle de Barrionuevo. Ante la carestía de material se
llegó a aprovechar la piedra de una muralla que había iniciado su era de
deterioro (34).
6.3. Nuevas
instituciones, nuevos servicios
Hospitales, como los del Campo del Rey -1485-, de La Latina
-1499-, los numerosos sobre el Arenal de San Ginés ... (35); conventos de
dominicas, franciscanas, jerónimos y jerónimas ... Son signos externos de importancia
creciente de la villa en el filo de los siglos XV y XVI. Pero de igualo mayor
relevancia en lo material serán los establecimientos que, frecuentemente al
amparo del Concejo, toman forma en estos años y serán garantes del buen
aprovisionamiento de la población.
Nos referimos a los pósitos o alhóndigas, con inmediato
precedente islámico, que ahora florecerán ante las frecuentes carestías de
productos básicos. Y aunque la denominación se consagró como vinculada al
cereal, conviene recordar que la carne, el aceite y otros géneros, también
ordinariamente se vieron controlados en su almacenaje, calidad y distribución
por los municipios.
Tras el precedente citado, de la Alhóndiga del pan se habla
en 1483. Su control lo llevaban particulares, hasta que el Concejo decidió
regentarla directamente. Tras efímeros traslados dentro de la plazuela de San
Salvador, volvió a ubicarse entre 1493
(34) El grueso de la información sobre estos y otros
aspectos del reinado, en Libros de Acuerdos del Concejo Madrileño. Se encuentran
editados los cinco primeros, que recogen actas desde 1464 hasta 1515.
(35) Dos trabajos de interés sobre sendos establecimientos
medievales, privado y público, de beneficencia y educación respectivamente:
ROMERO, J. R., "Asistencia a los pobres y caridad en Madrid en la segunda
mitad del siglo XV". AIEM, XXV, 1988, 123. BERNALDEZ MONTALVO, J. M.,
Historia de na institución madrileña: El Estudio de la Villa (a. 1290-1619),
1989.
y 1496 en la esquina de ésta con la actual calle Mayor. De
1497 a 1504 se trasladó a lo que habían sido Carnicerías nuevas, en la propia
manzana del hoy Ayuntamiento, y en el último año citado se hizo nuevo local a
la cava de Puerta Cerrada.
La Carnicería se caracterizó por un todavía superior
nomadismo. Se menciona en 1400, y en 1482 había cambiado en dos ocasiones de
emplazamiento. En 1484 estaba donde después la nueva Alhóndiga, pero unos años
más tarde nuevamente mudaba de sitio, hacia la esquina de la calle de Madrid.
Ya fue empeño de Enrique IV que el corregidor y la cárcel
municipal se enclavasen dentro de la plazuela de San Salvador. Así ocurrió
desde 1497, en que fueron a parar adonde fuera Alhóndiga primitiva, lugar
confirmado en siglos posteriores como residencia del primer edil. El auditorio
y oficinas de los letrados y escribanos de la villa pronto reclamaron lugar
propio; el primero se situó desde 1492 en la misma manzana que nos ocupa y
parte de los segundos se instaló cerca de la Puerta de Guadalaxara.
Volvamos a los establecimientos de interés económico. Otra
alhóndiga, la de los cueros, estaba en 1498 también en la plazuela de San
Salvador. Ya abundaremos sobre los primeros mercados estables, también de esta
época. Sin embargo, durante mucho tiempo la población no contó con matadero
municipal. A mediados del XV existían dos particulares: el de Vargas -supra-,
en Puerta Cerrada, y el de Juan de Madrid, más allá del camino a Toledo; otro
surge algo después, que fue suprimido por Beatriz Galindo al labrar su
hospital.
Entre 1489 y 1495 se buscó lugar adecuado para esta función,
y es en 1495 cuando se inspecciona un terreno en Avapiés; con probabilidad, la
localización es por extensión, ya que no debe ser otro que el Matadero viejo,
que se concluía por 1496 y ya estaría en la posterior Ribera de Curtidores
(36).
6.4. Expansión de la
producción y del mercado
Muestra del progreso madrileño es la rica variedad de
oficios y profesiones que registramos en la segunda mitad del siglo XV,
Confesemos que el contraste con lo anterior es tan acentuado por ser para este
tiempo cuando ya contamos con los "Libros de Acuerdos", pero una
villa que entre 1477 y 1502 presenta casi un centenar de diferentes ocupaciones
ya revela un bienestar y un desarrollo económico notables (37).
El espectro profesional podría así resumirse: continúa,
fortalecida, la progresión de profesionales liberales, si bien debe corregirse
el porcentaje sobre el total -algún año, casi el 70%-, pues muchos -escribanos,
letrados- aparecen obligatoriamente por oficio o por adscripción al Concejo.
Ascenso imparable de comerciantes y artesanos
(36) MONTERO, M., El Madrid medieval, 267-73. ID.,
"Diego González de Madrid, un prohombre madrileño del siglo XV".
AIEM, XXVI, 1989, 201-13.
(37) Vid. nota 34.
especializados. Más
junto a ello destacaremos el considerable número de los dedicados a las
actividades de subsistencia -carniceros, pescaderos, panaderos- y el porcentaje
apreciable de nuevos quehaceres en todos los campos: barqueros, aceñeros,
confiteros, relojeros, especieros, plateros, músicos... Todo afirma una
expansión económica y un despuntar del comercio de lujo.
La especialización artesanal es evidente. Los oficios del
cuero y textiles son los más numerosos, pero hay evidente crecimiento de la
metalurgia. Como ejemplo de lo primero, casi treinta actividades diferentes
aparecen entre los tres sectores.
Un aspecto que revela especialización y madurez es la
fijación de las primeras ordenanzas gremiales. Son de 1410 las de traperos,
roperos y joyeros, y de 1476 las de taberneros, pero el texto se ha perdido.
Las más completas, que acreditan la importancia de este gremio, son las de
curtidores, zurradores y zapateros; hay memoria de unas "antiguas" y
reglamentos de 1481, 1489, 1493, a más de uno general de 1503.
Los tejedores tuvieron su reglamentación en 1495, y los
cereros en 1502-3, si bien la de éstos fue común a otras localidades (38).
El volumen de ciertas industrias y un más desarrollado
concepto de la salubridad pública motivaron importantes traslados. Las tenerías
ocuparon masivamente las Hontanillas entre 1477 y 1485, pero desde 1495 se
intentó erradicar a los curtidores del interior de la villa e incluso de este
lugar. Los de las Hontanillas lograron permanecer, pero pocos de los demás
pudieron ser trasladados al camino de Tocha, y se les dieron nuevos sitios en
el Pozacho, las propias Hontanillas y la cava de San Francisco. A herreros y
cuchilleros -muchos ya vivían allí- se les quiso concentrar en 1496 en la plaza
del Arrabal, pero sólo en 1514 se consiguió llevarlos a la cava de Puerta
Cerrada.
Índice clarísimo para confirmar el progreso de la población
madrileña es el desarrollo del mercado, principalmente el de abastos de primera
necesidad. Y también para conocer el aumento de ingresos del Concejo.
Según datos de Monturiol, entre 1465 y 1497 se sextuplicaron
las rentas de éste. Debemos considerar que los cuatro impuestos o rentas
antiguas no llegaron a doblarse en tal período, lo que lleva a buscar las
nuevas fuentes de beneficios: derramas, sisas y rentas nuevas; estas últimas
venían sobre todo del mercado, con lo que nos percataremos de la importancia
económica que tuvo para los munícipes (39). Y más que en las ferias
-resucitadas en 1484- y en el mercado franco -supra-, aportadores ante todo de
beneficios indirectos, lo productivo estaba en el tráfico diario.
(38) Estas ordenanzas se guardan en el Archivo de la
Secretaría del Ayuntamiento, y alguna de principios del siglo XVI en DOMINGO
PALACIO, T., Documentos del Archivo General de Villa de Madrid, IV, 1909,37-46.
(39) MONTURlOL GONZALEZ, M. A., "El ingreso en la
hacienda municipal de Madrid: su estructura y evolución (1464-1497)". La
ciudad hispánica (siglos XII-XIV), n, 1985, 1027-57.
La carne, el pescado, el aceite y en ocasiones algún otro
género estaban sujetos a "obligado"; éstos eran quienes arrendaban
una o varias tablas mediante subasta a la baja, comprometiéndose a asegurar el
abasto por un año, y los de la carne, por ejemplo, eran compensados con dehesas
para apacentar en este tiempo los ganados. El Concejo posteriormente comenzó a
cobrar un canon sobre el impuesto ordinario por cada venta, y al montar
instalaciones fijas esto se convirtió en costumbre.
Fue en 1489 cuando Madrid acometió la construcción de las
"redes" -establecimientos de madera y techados- del pescado y de la
carne, y la Casa del Arrabal, para todo tipo de abastos. Fue en la plaza del
Arrabal, pero ciertos vendedores, incluso de los productos indicados, se las
arreglaron para ofrecer su mercancía fuera. No sólo existían además tablas en
la plaza; la carne se despachaba asimismo en San Salvador y San Ginés, y
ocasionalmente en algún otro lugar, como la Puerta de Valnadú. Mudéjares y
hebreos poseían sus propias carnicerías.
Era el carnero la vianda más apreciada y cara, pero, como
las restantes, su precio fue tendiendo a la baja, debido a que quienes se
obligaban buscaban hacerse con la contrata abaratando su coste. Pero la
operación podía resultar ruinosa, y en 1488 y 1492 no se encontraban
abastecedores, por lo que hubieron de subirse los precios.
Puede constatarse el aumento de población por el consumo de
carne -el más sencillo de registrar-, que se eleva en más de un 50 por 100
entre 1483 y 1500. Parecen de fiar los cálculos que sitúan entre 12.000 y
14.000 los habitantes de la villa al término del reinado de Isabel I.
Resumiendo, podemos decir que el perfil de Madrid para la
época es el de una ciudad floreciente, con crecido número de burócratas y neto
aumento del consumo y de la artesanía y comercio especializado. Ferias y
mercado y la habilitación para su desarrollo de la plaza del Arrabal
permitieron un intercambio de ámbito comarcal y una revalorización del suelo,
también en los aledaños de la Puerta de Guadalaxara, donde se concentraban los
géneros de lujo (40).
6.5. Las minorías
Es obligado cerrar con la referencia a moros y judíos, para
quienes existe en estos años bastante información.
En 1481 se dispuso que unos y otros fueran apartados,
eligiéndose el lugar de su asiento tradicional: los judíos, donde la
"xinoga"; los mudéjares, junto a su almagil. Tan menesterosos eran
los primeros que el propio Concejo erigió a su costa la tapia separadora.
(40) Para visión conjunta de los aspectos económicos, vid.
El Madrid medieval, 291-323.
Ya comentamos la triste situación padecida por los
israelitas. Pero contaban con algunos miembros pudientes, que se negaron a
ejercer su actividad profesional o su comercio basándose en la lejanía de su
apartamiento. Ciertos comerciantes obtuvieron licencia para mantener tienda
fuera de la Judería.
Otros integrantes destacados de la aljama eran los físicos y
cirujanos, pues prácticamente tenían en ello los judíos el monopolio. Rabí Jacó
y su hijo Rabí Oce fueron apreciados médicos, y tras la expulsión se vio el
Concejo con dificultades para reemplazarlos.
La comunidad mudéjar siguió teniendo importancia superior.
De su relativamente considerable número de integrantes dan fe las dificultades
existentes para censarlos, circunstancia favorecida por estar sumamente
esparcidos. Ello y lo útil de su habilidad como herreros motivó que
frecuentemente escapasen a las disposiciones. Sospechamos que varias de las
veinte familias que habitaban en la Morería nueva resistieron durante decenios
a su concentración en la antigua, donde por otro lado también tenían poseiones
ciertos cristianos.
La actividad más considerada, monopolizada por los
musulmanes, fue la de alarife. Los integrantes de dos familias, San Salvador y
Gormaz, fueron alarifes oficiales del Concejo y tuvieron a su cargo las
principales obras que por cuenta de éste se ejecutaron (41).
CONCLUSIONES
El origen y crecimiento de Madrid se vinculó estrechamente a
su ubicación en zona de paso, que asumió vital valor estratégico con la
aproximación de fronteras entre cristianos y musulmanes. Avanzada sucesivamente
contra ambos, el núcleo se vio enriquecido por otras actividades que le
hicieron superar el solo destino de plaza fuerte.
El convulso período bajomedieval no contuvo su ascendente
importancia dentro de Castilla. La presencia de los reyes y el mantenimiento
del voto en Cortes lo aseguraron.
En la segunda mitad del XV la villa progresa en riqueza y
extensión y la pujanza de su economía la condujo a cristalizar como centro
regional de relieve. En la posterior capitalidad influyeron muy variados
condicionantes exteriores, pero probablemente no se hubiera dado sin el impulso
político, social y económico que comienza con los Trastámara y alcanza hasta
Carlos I.
(41) Para una perspectiva general del Madrid del siglo XV,
aunque en bastantes aspectos no coincidimos, conviene consultar GOMEZ IGLESIAS,
A., prólogo al Libro de Acuerdos ... , Il, 1970. Sobre moriscos, id. DE MIGUEL,
ob. cit. supra.
Historia de Madrid,
Antonio Fernández García (Director), Editorial Complutense, Madrid 1993
Páginas 87-117
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