Navarra, León y Segovia.
Mucha gente se ha quedado con la boca abierta ante el artículo que ha publicado el 2 de agosto el periodista Julio Llamazares en El País (aquí en abierto). Resulta que una región (o una provincia) de España se incorporó a la autonomía de Castilla y León como resultado de un acuerdo entre UCD (Rodolfo Martín Villa) y el PSOE (Gregorio Péces Barba). Se trata de León. El periodista Llamazares se echa las manos a la cabeza por lo que considera hoy una decisión poco democrática. No coincido con la forma de plantear el asunto, pero puede ser una buena ocasión para meditar sobre algunos aspectos de la “transición”.
Hay que tener ciertas ideas claras: todo el mapa de las autonomías que se acuerda en la “transición” es producto de acuerdos entre partidos y no de debates y de votaciones ciudadanas.
Los partidos que definen ese mapa son UCD y PSOE.
Su primera decisión fue aceptar sin discusión que las Comunidades que habían logrado un estatuto durante la II República eran automáticamente Autonomías de primera categoría. Cataluña, Euzkadi y Galicia no fueron objeto de dabate.
La segunda decisión fue evitar tensiones políticas insoportables y aceptar retos tolerables. Y así se decidieron los repartos de provincias. Cantabria (que era castellana) se convirtió en Autonomía uniprovincial. Lo mismo se acordó con La Rioja (cuna del castellano) que se decidió que de Castilla nada, que Autonomía uniprovincial.
Madrid resultaba complicadísimo integrarla en Castilla y León o en Castilla-La Mancha: todos los políticos de las dos regiones temblaban sólo de pensar lo que significaría Madrid en su Autonomía. Resultado, se acuerda que Madrid es una Comunidad Autónoma específica.
Pero cuando se está a punto de cerrar la llamada Comunidad de Castilla y León una provincia se planta y pide ser Autonomía uniprovincial: Segovia.
Sin casi ruido -al principio- consigue que los ayuntamientos voten a favor de esa autonomía uniprovincial. Un día saltan las alarmas y el diputado socialista por Segovia (Luis Solana) va a ver al Ministro Martín Villa para pedirle que ayude a ordenar algo que podría abrir un debate global imposible (entonces). Rodolfo Martín Villa se reune con el presidente segoviano de UCD -el inolvidable Modesto Fraile- y le convence de que frene el proceso. El proceso, plenamente democrático, se frena y Segovia no se desgaja de la planificada autonomía llamada Castilla y León.
No se cuánta gente puede leer este blog, pero a los que lo leais os pido que hagais lo posible para difundirlo. No se puede sacralizar la “transición” pero tampoco se puede empezar un proceso de destrucción desordenada.
Que si Llamazares justifica que León debe ser una autonomía yo pido que Segovia lo sea también. Que si Llamazares pide para León lo mismo que se pide para Navarra yo puedo explicar que Segovia ya cumplió las condiciones que Navarra no cumple.
Por favor, un poco de prudencia. No empecemos a abrir el debate sobre la “transición” sin medir las consecuencias. Y vaya por delante que si por mayoría se propone poner en cuestión todo, pues yo también votaré ese día. Lo que no digo es lo que votaré.
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