CAPITULO VI
ANTIGUAS TRADICIONES
CASTELLANAS
CARLOS BLANCO
Conocemos muy poco de nosotros mismos. En esta tarea, en la que estamos trabajando, debemos deshacer un sinnúmero de conceptos vacíos, falsos e impropios, producto de aseveraciones tópicas y sin fundamento que se ha vertido sobre nuestra región. Castilla no es lo que sabemos de Castilla; no es lo que los españoles de la periferia piensan, ni tampoco lo que nosotros mismos hemos creído a fuerza de repetirlo machaconamente.
Decrépitas ciudades, caminos sin mesones
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar.
Tremendos versos estos de Antonio Machado en los que se refleja una verdad a medias. No profundizó el poeta en el espíritu de nuestras gentes, sino que plasmó una realidad epidérmica y en cierto modo preconcebida.
Sería enorme la lista de invertebrados cerebros que han negado factores de identidad a Castilla en base a estúpidas teorías. A poco que hurguemos en las entrañas de nuestros pueblos, descubriremos elementos que nos definen y otorgan personalidad. Poseemos caracteres propios aunque en algunos aspectos carezcamos de conciencia de pueblo con una historia y una cultura original. Pero hay que saber desembarazarse de los sambenitos, que sistemáticamente han colgado a Castilla, para apreciar con t nitidez nuestra peculiar forma de ser.
Los escritores del 98, más preocupados por la cuestión española que por la puramente castellana, falsearon la imagen de nuestra región dando de ella las fugaces imágenes de un apresurado viaje ferrocarril. Aunque en alguna ocasión se apeasen, su propio ánimo no les permitió apreciar, ni sentir, la auténtica realidad en toda dramática extensión. Más cerca de la verdad están las palabras Federico Olmeda, quien después de muchos viajes a pie por perdidas aldeas burgalesas en busca de tradiciones populares, escribe en 1902 "En Castilla desgraciadamente no se siente una molécula regionalismo... Además la masa general de castellanos soportan una vida lánguida, sin actividad ni energía, sin brillo ni esperanza: así que la voz se ha enmudecido en el cuello de sus gargantas y apenas cantan; al considerarse en tierras ajenas ,son escasos los propietarios les falta el ánimo para templar las cuerdas de su lira".
Aunque escrito a comienzos de siglo, la vigencia, hoy día, de esas palabras es bien palpable. Como también lo son, pese a todo, es otras donde Olmeda describe el concepto que de los castellanos tiene en otras regiones: "Dicen de ellos los de las demás provincias: Como no tienen vida, ni modos propios, ni costumbres, ni fueros tampoco tienen canciones... esta creencia de que en Castilla no hay canciones populares, constituye una verdad tan corriente, que se ha sostenido como de común sentir hasta entre los miembros castellanos de las capitales."
Tristes y dolorosas consecuencias, sólo explicables, tras largos siglos de degradación vital, olvido y opresión cultural, sobre la más perjudicada de las regiones españolas. El hecho de que, por factores perfectamente identificables, nuestra conciencia colectiva esté dormida, no significa que carezcamos de personalidad. Muy por contrario, Castilla es poseedora de uno de los folklores más ricos variados de la península, aunque sea desconocido hasta para 1os mismos castellanos de las capitales.
A pesar de que el mal se ha recrudecido en los últimos año todavía estamos a tiempo de salvar esta parte fundamental de nuestra cultura. Hay que despertar al pueblo y revelarle lo que tiene dentro: su temperamento, usos, costumbres, formas de vida, organización social y de la propiedad. La esencia del pueblo castellano permanece inalterable, pese a que haya pasado el tiempo, los regímenes y 1as alteraciones económicas, que no dejan de ser transitorias.
Aunque no podemos considerarla una circunstancia puramente castellana, puede demostrarse con facilidad que la pérdida del folklore está vinculada a los cambios económicos y sociocultural que estamos sufriendo: éxodo rural, emigración a regiones rica sangría de recursos... Fenómenos que han provocado un desequilibrio en la sociedad rural, acelerando la desautorización de la cultura popular, hasta el punto de que los portadores de tradición la han rechazado llevados por un sentimiento de pudor y vergüenza los jóvenes rechazan a los mayores tratando de imitar las modas de las capitales. Otro tanto, aunque con menos intensidad, ocurre con la generación intermedia. El mundo urbano se ha incorporado al rural y no es raro que los pastores que aún quedan, hayan sustituido sus tradicionales instrumentos musicales por el
transistor.
Pero nada de esto es nuevo; el mal viene de antiguo. Marazuela, Olmeda, Córdova y Oña, Ledesma y otros más, que a principios de siglo comenzaron una labor de recopilación de temas folklóricos, reinciden en señalar que ya entonces existía un alarmante desinterés por la música tradicional en favor de los ritmos llegados del exterior. Hoy día podemos ver como muchos de los dulzaineros, con más de sesenta años, tañen en idéntica proporción, temas populares, junto con boleros, mazurcas e incluso fragmentos de zarzuelas.
Por otra parte las instituciones, que en los últimos cuarenta años, se han ocupado de monopolizar las manifestaciones folklóricas, lejos de protegerlas, las han manipulado con fines doctrinales tratándolas como cosa uniforme y aséptica, Coros y danzas muy bonitos, muy espectaculares, pero carentes por completo de sentido.
Vivimos un momento crucial de nuestra historia. Castilla es ahora una necesidad, y si la pérdida de simbolismo y funcionalidad ha determinado la desaparición de muchas tradiciones, quizás el resurgimiento de nuestra conciencia regional contribuya al renacer del folklore castellano. Sólo un despertar auténtico del sentir colectivo puede llenar de contenido vital a estas tradiciones en grave trance de desaparición.
Es objeto de este ensayo esbozar una pequeña visión de conjunto de lo que ha sido nuestro folklore y de lo que queda de él. De la cultura común de todos los castellanos y que ahora, más que nunca, debemos utilizar como elemento diferenciador y de identidad frente a otros pueblos de España y, sobre todo, frente a nosotros mismos.
El folklore, lo tradicional y lo popular
Como ya es sabido por todos, la introducción de los estudios sobre folklore en España se debe a Antonio Machado y Álvarez, quien fundó en 1881 la Sociedad del Folklore Andaluz. Por medio de la ciencia folklórica se recopilan, para su ulterior estudio, todas las características étnicas que definen la personalidad de un pueblo; entendiendo pueblo como el conjunto de individuos vinculados por vivencias, historia, costumbre y lengua común. El folklore pues, estudia y agrupa los temas musicales, usos, gastronomía, trajes, refranes, cuentos, leyendas, arquitectura, bailes, aperos..., que son propios de una comunidad.
Si la más conocida de todas estas facetas es la musical, es porque ella ha logrado conservarse mejor que los ritos por los que esto temas musicales fueron creados. El mismo Machado y Álvarez intuye la ingente masa de canciones de que disponen los pueblos d España cuando dice: "Teniendo en cuenta el número de coplas que cada una de las regiones podría aportar a la masa común, dispone de un capital flotante que acaso no baje de cien mil canciones". La modernas investigaciones han demostrado la veracidad de esta afirmación, superando con creces la cifra supuesta por Machado Álvarez.
La recopilación de temas musicales ha sido una labor frecuentemente efectuada por sacerdotes que recorrían su respectivas provincias en busca de coplas y canciones que luego recogían en publicaciones monográficas. Estas colecciones so bastante útiles en cuanto a la parte musical, pero por lo general so muy pobres en lo referente a costumbres y simbolismos. Su estilo e farragoso y ostenta frecuentes alabanzas hacia los habitantes de sus respectivas provincias.
Aunque en principio asentimos con Caro Baroja cuando dice "Desconfiemos de las descripciones folklóricas, de la etnografía hecha por gentes de campanario", no dejamos de reconocer 1a positiva labor de recoger canciones y temas musicales que hoy estarían en el olvido. Otra cuestión sería la de las tradiciones, que por su temática picaresca u obscena, no incluyeron en su cancioneros. A este respecto no hace mucho que apareció e Santander, un pequeño libro dedicado por entero a estas coplas. Su recopilador fue un médico rural, don Miguel Sáiz Antomil, gire la recogió con posterioridad a 1953. Veamos un ejemplo.
En la noche de bodas / ponte tú encima
así desde el principio / tú le dominas
Gotas de sangre / hay en tu braga
o jugaste con tu novio / o es que estás mala.
En la actualidad, las investigaciones folklóricas son más rigurosas y están llevadas a cabo por personas de alta preparación. Su misión es doble; de una parte recoger estos temas folklóricos para estudiarlos, y de otra, tratar de convencer a las personas que transmiten la tradición de la importancia que tiene la conservación de estos conocimientos populares.
En algún caso, el folklorista efectúa versiones facticias con fine estéticos y de revitalización del tema literario o musical. Un magnífico caso de auténtica recreación de lo popular es en 1a entradilla, una preciosa tocada de dulzaina y tamboril de la que existen múltiples variantes en las provincias de Segovia, Ávila Valladolid. El Maestro del folklore castellano Agapito Marazuel fue quien, escogiendo y combinando las mejores partes del tema, construyó esta pieza fundamental en nuestro folklore. En nuestra opinión, y dada la personalidad de Marazuela, no podemos hablar en este caso de una simple versión facticia, sino de una sorprendente y afortunada evolución folklórica, que sólo podía estar hecha por un eslabón más de la cadena tradicional. Marazuela se siente profundamente satisfecho de esta pieza musical de la que afirma: por sí misma representa la música de Castilla y aunque no hubiera más piezas que esta, merecería ser nombrado el folklore castellano". La melodía está en forma de rondó, girando sobre el tema central todos los demás. La "Entradilla" era también una danza ritual de honor, que se bailaba en las procesiones o cuando llegaba al pueblo un importante personaje. En estos casos se "echaba la entradilla"
Para finalizar este apartado, y antes de pasar a otros aspectos más específicos, repasemos algunos de los conceptos que utilizaremos a lo largo del presente trabajo. Conceptos que, pese a su complejidad, aplicaremos brevemente.
Parece que está suficientemente claro que el folklore es tradicional anónimo, es también colectivo y por tanto popular, aunque no todo lo popular es tradicional. En esto, es el tiempo y los gustos particulares quienes deciden. Recordemos de nuevo las palabras de Machado y Álvarez cuando dice: "El autor de estas coplas en don X., a quien, para no pasar de ignorantes, hemos convenido en llamar pueblo, como pudiéramos haberle puesto, por ejemplo, Perico el de los Palotes".
Podemos definir lo tradicional como todo aquello que se transmite de generación en generación. En efecto, los variados conocimientos populares se confiaban de padres a hijos oralmente a lo largo de las reuniones familiares. En ellas cada cual dedicaba su tiempo a los más diversos menesteres. Los miembros de la familia o los convecinos, se reunían diariamente en el invierno al calor de la lumbre. Allí, mientras los hombres reparaban sus aperos de labranza y las mujeres tejían, se solían contar leyendas, romances y canciones. Sin lugar a dudas estas reuniones constituían el marco ideal para el desarrollo del ciclo tradicional.
Esta transmisión de conocimientos populares se modifica, más o menos inconscientemente, por tres circunstancias: selección, variación y continuidad. Los temas son seleccionados dando lugar a una primera fase de asimilación, y posteriormente a otra de modificación.
La variación formal de los temas se produce al tratar de acercarlos al contexto donde transcurren las actividades cotidianas de la comunidad. Dicho de otro modo, las variantes se configuran en función del lugar o del gusto personal. El fondo por lo general no suele variar tanto, ya que con frecuencia contiene un interés para la mayoría.
Estas dos circunstancias, selección y variación, contribuyen a la perduración de la tradición: la continuidad de persona mayor a persona joven. A este respecto conviene señalar que, hoy día, ya no se acepta la idea romántica de que todo el pueblo en masa transmite folklore. Las modernas investigaciones han demostrado que sólo unas pocas personas, dotadas de cierto ingenio, son las que en cada lugar realizan inconscientemente esta transmisión.
Algunas generalidades sobre el folklore musical
Castilla es una región variada de muchos pueblos y comarcas Parece lógico, por tanto, que canciones de diversas procedencias posean rasgos característicos producidos, entre otros factores, por aislamiento geográfico. De esta manera podemos comprobar como en determinadas regiones naturales, se ha conservado la tradición con más y menos elementos contaminantes. Nuestro folklore musical es variadísimo y, aunque en esencia ostente diferencias armónicas propias, coexisten toda una gama de fórmulas comunes que explicaremos seguidamente.
La función primordial de la canción folklórica tradicional sido siempre la de acompañar todo tipo de actividad humana. Ante tal multiplicidad de temas y estilos no se ha podido por menos que clasificarlos en grandes grupos: Cantos de ronda, enramada despedidas, boda, cuna, religiosos, trabajo, tonadas y bailables romances... La relación podríamos hacerla interminable y por supuesto insuficiente.
Los más recientes estudios han desvelado la existencia de una enorme tradición romancística en Castilla. Son muchísimos 1os romances que han aparecido tras una paciente recopilación que no ha hecho más que comenzar. Estos romances, originarios de los siglos XV, XVI, XVII y XVIII, son de estilo dialogado, de fácil memorización, ágiles y muy realistas. Más adelante les dedicaremos atención y espacio por constituir, por sí solos, la forma más viva extendida de la tradición actual.
Parte del cancionero castellano está claramente influenciado por el canto gregoriano, que se introdujo en la península al instaurarse e rito romano en sustitución del mozárabe. Muchos autores coinciden en esta particularidad, señalando la existencia de melodías que adoptan determinadas fórmulas o fragmentos. De ellas la mayoría imitan rasgos propios del canto gregoriano.
Hasta los umbrales de la edad moderna los fieles participaban activamente en las ceremonias religiosas. Durante generaciones se familiarizaron con la música que practicaban habitualmente en las iglesias, por lo que es frecuente encontrar melodías de claro sabor litúrgico en el conjunto de canciones profanas. También en los texto' encontramos esta curiosa conjunción. Veamos seguidamente u ejemplo muy claro en esta canción de ronda: "Los diez mandamientos". Incluimos sólo el primero dada su extensión. Se trata de un canto puramente melismático y unipersonal; su interpretación entraña no pocas dificultades.
"Los diez mandamientos santos
vengo a cantarte paloma
sólo porque no me olvides
y me tengas en memoria.
En estos diez mandamientos
el primero es el amar,
te tengo en pensamiento
y no te puedo olvidar."
El mismo ejemplo puede servirnos también para observar corno la forma literaria más común de la canción tradicional castellana es la cuarteta de versos octosílabos, con rima generalmente asonante y echas veces consonante en los versos pares.
Respecto a la morfología de la canción esta puede configurarse como una estrofa seguida de estribillo, o bien de una estrofa sola. En cuanto a su interpretación, la canción castellana, como la de casi toda la península, es esencialmente monódica. Sólo a una voz pueden cantarse estos preciosos temas de gran libertad rítmica, con frecuentes cambios de modalidad y escasas notas.
Los intérpretes exageran la vocalización al máximo, como si quisieran ser bien entendidos. Cantan con fuerza, llegando al límite de sus posibilidades, para ser bien oídos entre todo el acompañamiento musical. En muchas ocasiones, prolongan los finales haciendo requiebros o para acabar con un sonido ,onomatopéyico, parecido a un relincho y con el que expresan su alegría incontenible. Este grito festivo aparece también en el folklore le otras regiones como Asturias, León y Galicia.
Por su misma naturaleza, el folklore no es una expresión artística identificable con el mero espectáculo. No es algo que pueda contemplarse apaciblemente sentado en una butaca. Por el contrario, el folklore exige participación: debe ser cantado o bailado. Recordemos aquella copla de vendimia que dice:
Que hacen allí estos mocitos
que no vienen a bailar
que dejen a las paredes
que ellas solas se tendrán.
Costumbres y cantos tradicionales
Condensar en tan poco espacio la enorme cantidad de usos, costumbres y canciones que constituyen nuestro acervo cultural, es una tarea que entraña no pocas dificultades. Debido a las propias características del presente volumen, hemos utilizado el método reunir en grandes grupos los temas que poseen algún aspecto común. Así, en el apartado "Ritos religiosos", agrupamos los relativo Rogativas y Mojadas, Romerías y teatro popular. En "Ritos inversión": Aguedas y Carnaval y, de esta forma, hasta seis ritos distintos subdivididos en cerca de treinta facetas, que muestran conjunto las costumbres más importantes de la región. Incluí breves textos de canciones tradicionales como ejemplos de diversas costumbres que relacionamos. Estos textos han si seleccionados de las siguientes obras: Cancionero Segoviano o de Castilla la Vieja de A. Marazuela, Folklore de Burgos de F. Olmeda Cancionero Popular de Santander de S. Córdova y Oña.
Esperamos que este montón de generalidades, induzcan al lector a consultar una bibliografía más amplia y profundizar en conocimiento de la cultura tradicional castellana.
Ritos religiosos Rogativas y Mojadas.
Las costumbres relacionadas con la lluvia siempre han tenido fuerte arraigo en los pueblos castellanos. La sequía es el tormento constante del labrador. De durar más de lo debido puede echar perder todo el esfuerzo de muchas semanas de trabajo. El rito más extendido en estas circunstancias es el de "Rogativas": grandes manifestaciones de fe de uno o varios pueblos, recabando del San Patrón lluvia para el campo. Aunque no por mucho tiempo ya, aún podemos ver la celebración de rogativas en algún lugar azotado por la sequía.
Los vecinos solicitan del cura sacar al Santo en procesión por 1as tierras, para que este observe directamente su desolador aspecto. Durante el acto procesional se invoca a la imagen mediante un oraciones alusivas cantadas por todos los habitantes de la localidad De estas oraciones tenemos en Castilla una enorme cantidad ejemplos y variantes. Veamos esta de Villanueva del Aceral.
Virgen santa de Reoyo / !que nadie te dice nada
y yo, que soy tu devota / te vengo a pedir el agua
Virgen María / Ramo de flores
dales buen campo / a los labradores
que se ahogan con el polvo / que sale de los terrones.
En determinados lugares existen pintorescos ritos de inmersión Tal es el caso del pueblo de Caballar, en Segovia, donde tradicionalmente se producía la "Mojada" de las reliquias de San Valentín y Santa Engracia, siempre que la sequía hacía peligrar cosecha. Sus cráneos eran introducidos por el cura, previa autorización el Obispo, en una cesta de mimbre que sumergía en una fuente. Los más viejos del lugar aseguran la eficacia del método de la Mojada" y .cuentan que, en cierta ocasión no dejó de llover hasta haber encontrado un huesecillo que se había desprendido de la reliquia durante la inmersión. Este rito religioso de. Caballar se celebró por última vez en 1964.
Como no siempre estos sistemas de producir agua en abundancia tienen las consecuencias deseadas, se ha llegado en ocasiones a soluciones tan curiosas como exponer la imagen al implacable sol para que sufran en "plena carne" los efectos del calor, o introducir una sardina en la boca del Santo para producirle sed y acelerar por
este método la llegada de la lluvia.
Teatro religioso popular.
Aunque ya definitivamente perdidas, no han debido de ser raras en Castilla las representaciones de teatro religioso popular, que con motivo de alguna fiesta señalada se realizaban en el interior de los templos. Algunas fueron prohibidas por disposiciones episcopales y tras desaparecieron en el olvido. Estas representaciones, respondían al igual que en la edad media a dos ciclos perfectamente Ilimitados: navidad y pasión. Muchos de los actuales romances del ciclo de la pasión provienen sin duda de algún tipo de representación popular de la que formaban parte, llegando hasta nuestros días versiones refundidas y desgajadas de aquellos.
Unos de los más notables Autos de Navidad de los que se tienen noticia es el que los habitantes del pueblo de Castroponce, en Valladolid, han venido representando en la noche del 24 de diciembre. A juzgar por la música se trata de una pieza muy antigua que ha llegado a nosotros con una pureza y fidelidad poco frecuentes. El texto es fresco, espontáneo y cargado de ingenuidad. Se representaba en el interior de la Iglesia de Santa María y era costumbre que una familia, además de invitar a dulces y vino a todos los asistentes, ofreciese aquella noche un cordero a la Virgen. Con este motivo la imagen llegó a tener en ocasiones un considerable rebaño.
Los principales actores que lo representaban eran nueve y siempre naturales del pueblo. Participaban un mayoral y cuatro pastores, tres zagales y un ángel representado por un niño. Desde hace más de diez años no se representa este bellísimo Auto de Navidad, al que asistían, dada su fama en la comarca, todos los pueblos cercanos a Castroponce: Vecilla, Villavicencio, Mayorga, Vega...
Las romerías.
A los peregrinos que caminaban a Roma se les llamaba romeros, y ya por extensión pasaron a denominarse así todos aquellos que hacen peregrinaciones a cualquier santuario.
Las fechas anteriores a las celebraciones romeras, todos andaban muy atareados con los preparativos. En ocasiones un mismo patrón santo, santa o virgen, lo era también de varios pueblos, que veneraban en una ermita común dentro de los límites administrativos de una sola localidad. Estas ermitas están situadas por lo genera algún lugar distante; son pequeñas capillas sin luz eléctrica y serios deterioros en el edificio. En ellas, se venera al Patrón y se guarda ofrendas votivas de los milagros que se han producido mediante invocación. Durante años han sido objeto de robos y expolios a que las gentes del lugar asistían entre indignación e impotencia.
El Patrón se transporta en solemne procesión hacia una céntrica parroquia para honrarle con oficios religiosos; pero la víspera de festividad se devuelve a su capilla a la que acuden, al siguiente día, los habitantes de las localidades vecinas. La noche anterior las muje preparaban todo tipo de dulces, mantecados, repeladas, rosquillas, tortas para ser consumidos durante la romería.
Los alrededores de la ermita se engalanaban con guirnalda cintas de colores, sobre todo si la cosecha había sido buena.
La imagen lucía sus más preciosos ornamentos, tanto en joyas como en vestidos, que se guardaban celosamente durante todo el año en espera de tan solemne celebración.
Durante la romería los hombres organizaban todo tipo pruebas y concursos en los que se mostraba la rivalidad que había entre pueblos vecinos. Invariablemente se bailaba al Santo Patrón ejecutando complicadísimas danzas que se han perdido casi en
totalidad. A las imágenes se les "echaba" varias piezas musicales con la dulzaina o la flauta.
Ritos ganaderos
San Antón.
Aunque en la actualidad esta celebración se reduzca a engalanar caballerías y bendecir a los animales, tenía antiguamente la Fiesta San Antón una enorme extensión e importancia. En muchos pueblos sacaban a los animales en graciosa comitiva, formados por pareja encabezados por unos mozos montados en borricos. Se efectuaban pruebas y concursos entre los animales, siendo nombrado uno ellos, generalmente un cochino, Rey de la festividad. Al animal era costumbre coronarle con ajos y cebollas.
Matanza.
Constituye todo un rito de ámbito familiar donde cada uno tiene su propio cometido. Los hombres son los encargados de matar descuartizar al animal, mientras que las mujeres hacen todo tipo de embutidos: chorizo, morcillas y longaniza.
Las mozas prometidas ayudaban en este menester en casa del novio, recibiendo por parte de la futura suegra la aprobación a su labor. No es raro que con motivo de las matanzas, las familias distanciadas vuelvan a tener relaciones amistosas. Todo el mundo quiere participar en la matanza, hasta el punto de existir una ayuda mutua que no encontramos en otras actividades domésticas, el producto de la matanza se intercambia entre diversas familias. Todas estas ayudas y regalos mutuos parecen formar parte de un colectivismo laboral muy primitivo y característico de Castilla.
Durante la matanza y acompañándose de útiles de cocina se solían cantar temas como el siguiente:
Cuando suena la zambomba / nos alegra la matanza
y el marrano que hemos matao / nos llenará bien la panza
Qué maja está la cocina / cuando cuelgan los jamones
la longaniza y el tocino / las morcillas y muñones.
Ritos de inversión
Águedas.
Este es sin duda el más destacado rito de los que protagonizan las mujeres castellanas. Con motivo de la festividad de Santa Agueda las mujeres toman posesión del pueblo y ejercen el mando. Con frecuencia, y para hacerse respetar, utilizan unos alfileres del pelo que se denominan en algunos lugares "mata-hombres".
Durante todo el día las mujeres solteras o casadas, dirigen las actividades festivas cantando coplas, bailando, pidiendo dinero a los hombres y presidiendo todos los festejos. Afortunadamente aún se conserva con suficiente vitalidad esta tradición en Castilla.
Sin duda donde más relieve ha tenido esta festividad ha sido en el pueblo segoviano de Zamarramala, donde una mujer es elegida Alcaldesa. De todas formas, la festividad de las águedas de Zamarramala, está en la actualidad muy adulterada. Es costumbre sacar en procesión a la santa y quemar en la plaza un pelele de paja mientras se le insulta o se le muele a palos.
Carnaval.
Los días anteriores al miércoles de ceniza se celebraban las fiestas en las que todo el mundo trastocaba sus papeles y se daba a grandes excesos. Eran días de carnaval, repetidamente prohibidos, y de enorme arraigo popular. Ritos de inversión en los que el pueblo canalizaba su ira, o su burla, hacia personajes e instituciones.
Una de las costumbres más generalizadas en Castilla era el "entierre de la sardina". Entierro en el que participaban todos los personajes de uno real: el cura, los monaguillos y una comitiva que acompañaba a la sardina muerta, cantando o simulando lloros. Los
falsos curas recitan constantemente hilarantes jaculatorias, y después de cantar el oficio de difuntos, en iguales términos, proceden entierro de la sardina que previamente han metido en un ataúd.
Existen en la región muchas variantes de esta costumbre. En otros lugares, donde no tienen por costumbre celebrar el entierro, sardina aparece colgada de una cruz de madera en la cabeza de una grotesca comitiva de cofrades. Distintas variaciones sobre un mismo objeto-símbolo, la sardina en este caso, pero que también ser puede un pelele al que se le propina una soberana paliza.
Las raíces del carnaval, y concretamente de estos ritos destructores, son tan profundas que habría que remontarse a los primitivos sacrificios humanos de los "reyes de la vegetación", que ofrecían su vida por la fertilidad de los campos. Este carácter de rito agrario ancestral, aunque transformado por el tiempo, ha pervivido bajo estas formas hasta la actualidad en las regiones donde más fuerte fue la romanización.
La sardina que se entierra o el pelele pulverizado por el pueblo constituyen hoy día personificaciones del fin de la fiesta y comienzo de otra época triste y penitencial.
Restos también de viejos ritos de las saturnales romanas, son las ejecuciones de animales que se efectuaban durante estas fiesta. En cada lugar se introducían innovaciones para hacerlo más atractivito. La costumbre más generalizada establecía que la víctima fuese gallo colgado de las patas, mientras una mujer la emprendía a golpes o sablazos con él. Por su parte, los mozos tiraban de la cuerda para dificultar y retrasar su muerte.
Otra variante consistía en enterrar al gallo dejando al aire cabeza y el cuello. Las mujeres pasaban sobre él dándole unos golpecitos en la cabeza, menos la última que era la encargada de degollarle. Esta costumbre tenía gran arraigo en el valle de Valdivieso, en Burgos.
Gallito que estas colgado / tienes las plumas de seda
y has de venir a morir / en manos de estas doncellas
Con licencia de Dios / y la del señor Alcalde
hemos de matar el gallo / y en sin meternos con nadie.
Ritos festivos
Toros.
El origen de esta fiesta tan popular es tan antiguo como los toros de piedra que están diseminados por la región. Estas esculturas parecen dar cuenta de un primitivo culto que los pueblos agrícolas ganaderos otorgaban al toro.
Diferentes documentos relatan como, en siglos pasados, el cura bendecía un novillo antes de ser corrido por los mozos.Concretamente en la localidad riojana de Arnedo era el propio sacerdote el primero en realizar las suertes en la festividad de San Marcos.
En otros pueblos las cuadrillas, después de correr, lidiar y matar a los novillos que habían comprado para celebrar la fiesta, guisaban su carne para consumirla en alegres meriendas, como si con la carne dieran apropiarse también de la fuerza de la fuerza de la res.
En Medinaceli, al que denominan "toro júbilo", le acoplan unas teas a las astas, para dejarle libre por los campos y calles rodeado de su fantasmagórica luminosidad. Son muchísimas las variantes de las fiestas toreras: el "toro de la vega", "toro enamorado... Formas sangrientas de toro libre o ensogado que finalizan con la muerte de la rcs aguijoneada por multitud de palos y pinchos. En Tordesillas el mozo que mata al "Toro de la Vega", recibe como premio los testículos del animal.
Ya está el toro en la plaza / dando carreras
Ya se suben los mozos / a las barreras
Este torito tiene / grandes pitones
Ya se encuentran temblando / los corazones.
El toro tenía seis meses / lo criaba una serrana;
con la leche de sus pechos / el alimento le daba,
El toro tenía seis meses / la serrana lo crió.
Salga el torito / salga el torito
Salga de los calzones / del señorito.
Este magnífico canto de "toreras" del partido de Arenas de San Pedro, (Ávila), solían cantarlo los mozos antes de comenzar la corrida.
Sin lugar a dudas el elemento más popular de la fiesta es el encierro. Prácticamente se celebra en todos los pueblos esta costumbre festiva. Los novillos son soltados en libertad y conducidos desde la vega hasta las calles, donde los mozos les corren a dos palmos de los pitones. Una vez en la plaza se realizan todo tipo de suertes y hasta las mujeres participan capeando ellas solas alguna vaquilla. Uno de los más antiguos y famosos encierros de la región son los de Cuéllar, donde los mozos entonan esta coplilla antes de salir a por los toros:
A por ellos, a por ellos / A por ellos que se van
Unos están en la vega / y otros en el quemadal.
Marzas.
Se llaman así las canciones de ronda destinadas a pedir todo tipo de obsequios en los anocheceres del mes de marzo.
A los cantantes se les denomina marceros y, por extensión, en muchos lugares se siguen llamando así a todos los que solicitan aguinaldos durante las distintas épocas del año. Su origen es muy antiguo y habría que remontarse a viejos ritos paganos.
Suelen entonarse sin acompañamiento musical, aunque algunas comarcas montañesas, los marceros utilizan las "barronas” unas pequeñas flautas hechas de caña. En no pocas ocasiones mozos se enzarzaban en peleas por motivos amorosos. Para evita lo posible estos accidentes solía formarse, dentro de las rondas, "Justicia de Mozos" encargada de velar por el orden y buna ejecutoria de los componentes del grupo.
En Cantabria es donde las marzas han logrado su más arraigo. Existen en torno suyo unas curiosas costumbres de orígenes también muy primitivo: regalar una parte de lo recolectado al señor cura y otra a la mujer encinta del pueblo. El P. Córdova y Oña
habla de cómo en Soba los marceros se visten con pieles y extrañas caretas y se proveen de bastones, cencerros y cascabeles que hacen sonar moviéndose mucho.
Los textos de las marzas son variadísimos y compuestos transformados por los propios marceros.
Respóndanos, pues, si quieren / que cantemos o recemos
que a lo que ustedes nos manden / nos hallamos muy dispuest
Acordamos en unirnos / esta noche los marceros
por no perder la costumbre / que tan antigua tenemos
y también por el motivo / de que está cercano el tiempo
muy santo de la cuaresma / que es a su debido tiempo
si dejamos de pedir / no comeremos torreznos,
el dinero para vino, / saben que no lo tenemos;
somos hijos de familia / no nos fía el tabernero
Y así quédense con Dios / hasta el año venidero;
si nos mudamos de vida / por aquí nos volveremos
Picayos.
También este es un estilo muy característico de la Montaña. Con frecuencia son cantados y bailados a la vez. Tradicionalmente danza es ejecutada por hombres, limitándose las mujeres a canta acompañándose de grandes panderos. Los danzantes suelen ser cuatro, ocho, o doce y las pandereteras igual número y dispuestas en doble fila. Su origen es también muy antiguo y se cuenta que, cuando Carlos I desembarcó en Villaviciosa fue agasajado con estas danzas.
Veamos un ejemplo de picayo y observemos cómo está formados por cuartetas octosílabas, que tienen libres los versos primero y tercero, rimando en asonante o consonante los otros dos.
Para empezar a cantar / señores abrid el ruedo:
lo primero saludemos / a la Justicia del Pueblo
Abran paso caballeros / dejennos pasr;
que a los santos Pedro y Pablo / les venimos a cantar
los señores bailadores / las muchas gracias les damos
que han tenído la atención / de venir a acompañarnos.
Quintos
Antiguamente a uno de cada cinco mozos le tocaba servir en el ejército. De esta manera a los futuros soldados se les denominaba quintos", quienes, una vez hecho el sorteo, se agrupaban para organizar festejos y rondas. Componían y cantaban canciones que interpretaban todos a una. Las canciones pasaban de "quinta" a quinta" con pocas variantes, y aunque son bulliciosas en la forma tienen una honda carga de tristeza.
En otras ocasiones las mozas también cantaban al ver marchar a sus novios o hermanos. Veamos este precioso tema que por sí mismo plica todo lo que hemos dicho:
Amor mío, por otro vas a la guerra / quien tuviera un hermano
que por tí fuera / soldadito quinto,
la suerte te tocó / si te vas a la guerra
contigo me voy yo / que no me dejes sola
que no, que no, / que no
Bodas.
En muchos pueblos de nuestra región los desposorios comenzaban a celebrarse el primer día de las proclamas. Existen al rededor de la boda, toda una serie de costumbres que trataremos de reflejar seguidamente. Algunos de estos ritos continúan celebrándose hoy día, aunque cada vez es menor su incidencia.
Si el novio era forastero se le obligaba a pagar la "patente" o "botifuera", que consistía en una merienda para los mozos del pueblo de la novia. Por medio de la "patente" obtenía ya carta de ciudadanía en el lugar.
Por su parte los padres y familiares más cercanos a los novios se reunían a cenar en casa de la novia para celebrar "los tratos", consistentes en facilitar a la pareja sus propios medios de vida. Por lo general estos "tratos", consistentes en facilitar a la pareja sus propios medios de vida. Por lo general estos "tratos" se hacían de palabra y en ellos se determinaba si las tierras de que dispondrá el nuevo matrimonio serán perdidas, regaladas por los padres o en usufructo.
El día grande de la boda todos participaban de la alegría y el bullicio. Solía formarse una comitiva que recorría la localidad, hasta la puerta de la iglesia, donde el señor cura salía a recibirles. Una vez celebrada la ceremonia, novios, padrinos e invitados se dirigían al lugar del convite. Los amigos y amigas de la pareja cantaban y bailaban al son de los instrumentos propios de la comarca. Estas coplas, llamadas "albadas" en algunos lugares, son alusivas a los novios o padrinos y tenemos en la región muchos ejemplos y variantes.
También existía la costumbre de celebrar la boda familiarmente. En estos casos la ceremonia nupcial se hacía en sábado, festejándose el domingo las "tornabodas" con el banquete y agasajo a los invitados.
Viva la novia y el novio / y el cura que los casó.
El padrino y la madrina / los convidados y yo.
A la gala de la bella rosa / a la gala del galán que la goza,
y a la gala de la rosa bella / y a la gala del galán que la lleva.
Ritos de trabajo
Labores agrarias.
Al contrario que en el norte, las mujeres castellanas apen participan en el trabajo del campo. Existen núcleos aislados al norte de Burgos, Palencia y Valladolid donde las mujeres intervienen en él con alguna actividad. Por lo demás su trabajo se ciñe a labores escarda y recolección.
Los aperos más característicos son el arado romano y el trillo.El animal de tracción suele ser una mula aunque en tiempos m antiguos se utilizaba el buey. Los actuales arados de reja o cama apenas han evolucionado desde su introducción en la península por los romanos. Su misión es la de remover la tierra, por medio de cuchilla y la reja, y prepararla para las diversas fases del cultivo. La cuchilla corta la tierra verticalmente y la reja la separa horizontalmente.
Los trillos castellanos, y particularmente los de Cantalejo, Segovia, tienen bien ganada fama en otras regiones por su consistencia y calidad. Su producción ha bajado muy sensiblemente en los últimos años. Frente a las cincuenta mil unidades que se construían en los años sesenta, hoy día su producción anual no pasa del millar. Su precio en origen es de unas tres mil pesetas.
El trillo está formado por tres o cuatro tablones ensamblados por medio de unos troncos transversales, que impiden que se abarquilla. Antes de unir los tablones, se practican unos orificios donde s incrustan multitud de finos pedernales dispuestos en hileras, al
arrastrar esta superficie sobre la mies, los pedernales recortan la paja y separan el grano.
Sus fabricantes operaban en la mayor parte de las ferias de España, utilizando para sus relaciones un argot especial denominado gacería", con el que se defendían en sus transaciones comerciale Con esta lengua, compuesto por no más de trescientas palabra provimentes del "caló" y de otros idiomas, se ocultaban de los curiosos y extraños "No garlees, que atervan la prosa", (no hables, que entienden la conversación") solían decir cuando se comunicaban en los tratos.
Cada vez es menos frecuente la utilización de los tradicional utensilios agrícolas: arado, trillo, hoz, zoqueta protectora, zamarrón... La mecanización está relegando al olvido estos quehaceres, y a todas las costumbres que existían a su alrededor. Antiguamente los campesinos se animaban en su duro trabajo con otos de diversas medidas y ritmos que aplicaban a cada labor específica. El ritmo lo determinaba el propio trabajo y su duración era ilimitada. Con frecuencia era varios los que cantaban, guardando a que terminase uno para comenzar otra copla. De esta manera descansaban y no se interrumpían.
El sol ya se va a poner / por detrás de aquellos cerros
El sol ya se va a poner / los amos se entristecen y los peones se alegran
El segar en agosto / Dicen que es vicio
en la sombra estaba / Quien lo dijo.
Fin de la recolección.
Los campesinos castellanos celebraban el transporte de las últimas espigas, con una vistosa y alegre fiesta en la que hacían desfilar sus carros, repletos de mies y bellamente adornados con pañuelos y cintas de colores.
Aquellos carros artísticamente construidos y pintados por carreteros, herreros y carpinteros, hacían competencia con los de otros lugares. Con las pinturas se estropeaba menos la madera y se hacían dibujos geométricos o de animales. Ese día las caballerías Aparecían cargadas de cascabeles y sonajas.
En el último carro de mies colocaban entre los haces una horca con una cruz de espigas que, al finalizar todas las ceremonias, se destinaban al portal de una casa. Con estos símbolos querían alejar las tormentas y pedriscos del campo.
En la comarca de Sanchonuño, en la Tierra de Cuéllar, engalanar los carros era una actividad que constituía todo un reto para los labradores. Competían entre sí para ver quien conducía el carro más bello. Esta costumbre se denominaba "la maña".
Hoy hacemos la maña / con alegría
porque ya pronto llega / la romería.
A el Henar este año/ me voy con ganas
para traerte niña / las avellanas.
Te pones en las esquinas / con el capote me llamas
y yo con mi mantellina / no quiero tus avellanas.
No las quiero, no las quiero / no, las quiero que me engañas
No las quiero, no, no, no / no las quiero que están vanas.
Cantos de oficio
Arrieros.
Mucho antes de que el ferrocarril uniese comarcas y regiones, los acemileros, cosarios y recueros contribuyeron con sus viajes a la difusión de las canciones por todos los pueblos de Castilla. Estos temas, aprendidos en muy diversos lugares, se variaban al propio gusto del intérprete. Los carreteros itinerantes eran portadores bellas canciones de oficio; con las que se distraían en su deambular por solitarios caminos. Eran tonadas tristes, parcas y monótonas que cantaban con el único acompañamiento del rechine de las ruedas, de las campanillas de las caballerías. El ritmo lo marcaban sus propios carros.
Cuatro horas llevamos / de mal camino,
cansan las bestias / y ya no hay vino.
Veremos si los machos / son malos o buenos
y si los carreteros / tienen salero.
Marineros.
Dentro del amplísimo folklore musical cántabro, y del grupo cantos de trabajo, tenemos que destacar por su singularidad canciones que entonaban los marinos cuando la mar estaba en cal o la pesca había sido copiosa.
Las canciones seguían el compás de los remos y ayudaban mantener el ritmo de la navegación. Eran rudas, desgarradas y por general bastante monótonas. Al margen de las faenas en el mar, los pescadores también cantaban en tierra mientras reparaban sus aperos , y redes.
Algunos de estos temas son entonados también por gentes de tierra adentro, sin que muchos de sus intérpretes hubiesen tenido el más mínimo contacto con el mar. Seguramente la propia belleza de estos temas hacía que el pueblo las cantase variándolas y acercándolas a sus quehaceres cotidianos. Hay muchos cantos genuinamente marineros que han arraigado en la meseta mediante unos ligeros cambios.
Tenemos muchos ejemplos en zonas como Ávila o en Salamanca. Estos y otros temas engrosan la larga lista de canciones de trabajo que se cantan fuera de él.
Molinerito, (marinerito) sube al palo / y dile a la madre mía
si se acuerda de aquel hijo / que por los campos (mares) tenía.
Molinerito apaga (arría) la vela / que está la noche (la mar)
tranquila y serena.
Ritos de fertilización
Enramadas.
Hasta hace apenas treinta años era costumbre en muchos lugares,
"enramar" a la novia o quien se pretendía. Era un rito de fertilización consistente en colgar adornos y todo tipo de vistosos regalos en las ramas que pendían cerca de la ventana o la puerta de la novia.
El hombre, después de hacer la "enramada", se quedaba toda la noche guardando sus pequeños presentes. El rito podía celebrarse cualquier noche del año, aunque preferentemente se escogía el día del Corpus para "enramar" a la amada.
Mañana por la mañana / es el día del Señor
y a tu puerta la enramada / con clavelinas de amor.
No te ha enramado Don Carlos / ni tampoco un labrador
que te ha enramado tu amante / con su fuerza y su valor.
Mayos
A pesar de la prohibición que sobre esta fiesta hiciese Carlos III, aun se conserva en algunos pueblos la costumbre de levantar el prinero de mayo, un enorme tronco descortezado en la Plaza Mayor. Este madero, denominado "mayo" o "cucaña", según los lugares, tenía colgados en su parte superior un buen número de regalos que habían de rescatar los mozos que atinasen a trepar por su superficie lisa y brillante.
El mayo representa la llegada de la primavera con todo su ,contenido vital para el campo y los seres. Su origen pagano ha llegado hasta nosotros como un indudable rito mágico de fertilización. La erección del tronco, inequívoco símbolo falico, se hace en cada localidad según sus diversas costumbres. Incluso se conservan otras fechas tales como San Juan, San Lorenzo o el Corpus, y fue tal su arraigo que en algunos lugares se llegó plantar todos los días de misa.
Los encargados de levantar el mayo suelen ser los mozos solteros o los quintos, aunque existen pueblos donde intervienen también las mujeres. En lo que todos coinciden es en plantar el pesado tronco trasegando vino en abundancia. No se puede fijar con exactitud el tiempo que permanece erguido en la plaza, mientras en unos pueblos son sólo unos días en otros permanece todo el mes de mayo incluso más tiempo.
El mayo preside toda la actividad festiva. A sus pies se baila o se componen coplas que luego sirvan para rondar a las mozas. Una vez derribado el tronco puede tener varios finales: mientras en algunos sitios se quema para después repartir la ceniza entre los campos, en otros, utilizan la madera para reparar los arados. Parece claro en ambos casos la pervivencia de un antiquísimo rito de fertilización.
La antigüedad y el arraigo de estas costumbres mayas lo demuestra el hecho de que en los siglos XIII y XIV, según González Palencia y Melé, los prohombres de la corte y los propios reyes de Castilla se vistiesen de verde el día primero de mayo.
Los romances de tradición oral en Castilla
Las más modernas investigaciones han venido a demostrar la existencia en nuestra región de una importantísima tradición romancística. De siempre se ha sostenido, y así se ha hecho constar en numerosos tratados sobre el tema, que Castilla carecía en la actualidad de transmisores del romancero. Nada más lejos realidad, puesto que el romance es el género más abundante de todos cuantos perviven en la memoria de nuestras gentes. Lo que ocurre que nadie hasta ahora se ha preocupado seriamente por cuestión, sin duda siguiendo la creencia de que la corriente romancística tuvo una dispersión centrífuga; de tal manera qué el mundo piensa que los romances sólo conservan cierta vitalidad las regiones de la periferia.
De las dos vertientes del romancero, la tradicional y la literaria sólo la segunda ha sido, a ojos de los investigadores, objeto especial atención. Incluso se ha llegado a denominar esta vertiente literaria "el verdadero romancero", olvidando que los primeros romances fueron fruto de la poesía oral, y que e esta se ha venido desarrollando hasta nuestros días con una fuerza vital insospechada. Los actuales transmisores del romancero, los ancianos que en Castilla continúan cantando romances, conservan inconscientemente las fórmulas creadoras de la poesía oral y, sorprendentemente, las siguen utilizando.
Aspectos generales del romance.
La estructura del romance está perfectamente definida. Posee carácter dramático muy acusado que facilita su representación, aunque esto casi nunca suceda en la tradición actual. Podemos distinguir tres partes bien diferenciadas: exordio, nudo-desenlace epílogo. La primera suele ser muy breve y consta por lo general una estrofa. Aparecen los personajes, el nexo entre sí y el lugar de acción.
En la segunda se desarrolla el argumento central que puede dividirse a su vez en varias partes según sea su función principal secundaria. Se fija la acción, aparecen los diálogos entre los personajes y culmina con el desenlace.
Por último y continuando este esquema casi teatral, se da paso lo sucedido a un epílogo moralizante donde se efectúa una reflexión última sobre lo sucedido.
A través de este sistema perfectamente definido, se logra mantener la atención del público como si de una pieza teatral tratase. Estas características dotan al romance de un sentido ágil realista que facilita su rápida memorización.
Desde el punto de vista métrico, el romance suele constar de un número indeterminado de versos octosílabos rimando en asonante los pares. En lo que respecta a los temas podemos decir que poseen un carácter general reflejando en todo momento el pensamiento de la comunidad, es decir, derivan de la forma actual de la sociedad con nombres del pasado. Precisamente la ejemplaridad de los temas humanos, el componente arquetípico del romance, ha contribuido notablemente a supervivencia a lo largo de los siglos. A este respecto conviene señalar el trabajo que, sobre material de primera mano, ha tirado el poeta y filósofo Luis Díaz Viana. Su tesis doctoral; Romances de tradición oral en la provincia de Valladolid" examina, pormenoriza y desmenuza centenares de romances recogidos en tierras castellanas. Su trabajo representa un paso gigantesco en el lucimiento de este género poético-popular en Castilla.
De las recopilaciones realizadas por Joaquín y Luis Díaz, se prende que hay un enorme interés por los temas de ámbito familiar, mientras que los de ámbito particular (matrimonial o sexual), y de ámbito comunitario van en proporción muy pareja. Pero lo más sorprendente de su estudio es comprobar como por medio de los mecanismos y vías de transmisión oral, se han conservado hasta nosotros estos bellos romances originarios del siglo en adelante.
Arquitectura popular castellana
La región castellana ocupa un territorio bastante extenso de la península y aunque literariamente nuestro país haya sido descrito innumerables veces como estepario y repleto de interminables llanuras, también son propios de paisaje castellano los montes, mares y sierras. Distinguiremos, pues, dos tipos bien distintos de paisaje —el llano y la montaña— y diferenciaremos a su vez dos formas de habitación muy características: la casa labradora y la pastoril.
Sus materiales estarán en función de aquellos que se den en sus respectivos lugares; así en el llano es frecuente el uso del adobe y el ladrillo porque abunda el barro y la arcilla, mientras que en la montaña se utilizarán los sillares de piedra dada la facilidad de obtenerlos al estar en contacto con terreno rocoso.
El proceso de fabricación del adobe podemos resumirlo de la siguiente manera: En primer lugar se extrae la tierra y se la desposee minuciosamente de todo tipo de impurezas. Acto seguido se hace una mezcla de tierra, agua y paja. La masa resultante se vacía sobre una explanada cubierta de paja donde previamente han sido instalados unos moldes de madera húmeda que se denominan "bancales". Una vez aprisionada la masa en los moldes, se la deja secar durante tres o cuatro días hasta que tome forma. Y sin estar suficientemente secos los adobes se pingan de canto para que se oreen por las dos caras.
Los moldes para hacer estos prismas de barro tienen un dimensiones de 40 x 20 x 10 cm. en los más grandes, y 20 x 14 x 10 los más pequeños. Existe otro tipo de molde en forma trapezoidal llamado "amacal" y que se utiliza para hacer adobes aptos para construcción de bóvedas.
Los ladrillos requieren una manufactura más costosa evolucionada. Son bloques de arcilla cocidos a fuego vivo en unos hornos que llaman hormigueros. En general se utilizan para construcción de torres de iglesia, casa y edificios civiles.
La casa de adobe, casa eminentemente labradora, puede tener dos o más pisos, mientras que la de montaña, hecha de sillares que podemos denominar pastoril, suele contar con una planta. Es construcciones de piedra se encuentran en los distintos valles Cantabria y en la zona septentrional de Burgos. Algunos ejemplares de carácter señorial tienen dos pisos y balconada. Las casas pastoriles están provistas de soportal y su cubierta ha sido hasta no hace mucho de productos vegetales.
En algún caso aislado estas dos construcciones, labradora pastoril, se han fundido dando lugar a curiosas variantes loca como ocurre en la parte meridional de Ávila.
También es corriente la utilización de adobe o el ladrillo entramados con vigas de madera. Este tipo de habitación se da en siguientes zonas: sur de la provincia de Segovia, suroeste y nordeste de Burgos y en toda la mitad occidental de Logroño y Soria, además del sur de Avila.
En cuanto a las construcciones de adobe: norte de Burg noroeste de Valladolid y noroeste de Segovia. Los edificios ladrillo están diseminados en casi todas la provincia de Segovia, norte de Ávila, sur de Valladolid, suroeste de Palencia y este Logroño.
La cubrición se realiza mediante la teja: placa de arcilla cocida. Comúnmente es utilizada la teja curva, manufacturada por medio unos moldes de hierro. Las tejas se disponen de tal manera que intercalándolas producen "cobijas" y "canales", aunque es más corriente que sólo formen "cobijas". En determinadas comarcas serranas no es extraña la utilización de placas de pizarra para cubrimiento del edificio.
Instrumentos musicales populares
De siempre se han empleado diversos instrumentos musical para acompañar coplas o para interpretar melodías destinadas bailes y danza. La relación que ofrecemos seguidamente no pretende ser exhaustiva; nos hemos ceñido solamente a describir los instrumentos que, por su arraigo y extensión, son más característicos de Castilla.
Para mejor estudio los hemos clasificado en tres grandes grupos: instrumentos de viento, cuerda y percusión.
Grupo de viento.
Cuerno.
Instrumento unitónico confeccionado con el cuerno vaciado de un animal. Algunos ejemplares están previstos de una embocadura. Su difusión está muy extendida por toda la región. Lo emplean los pastores para emitir señales.
Cuerno-bigaro.
Instrumento compuesto por el cuerno vaciado de una res y una cracola marina. Es característico de Cantabria. Los pastores lo utilizaban perfectamente para comunicarse a larga distancia.
Pito o flauta.
De estas dos formas puede denominarse a una gran variedad de instrumentos cilíndricos con embocadura en bisel y dotados de siete agujeros desiguales. Sus dimensiones, materia y modos de confección ton tan diferentes que resultaría prolijo enumerarlos todos.
Existe un instrumento que sólo esta provisto de tres orificios situados casi al borde. Dos agujeros están dispuestos en la parte superior y el otro en la inferior. Se tañe con la mano izquierda copleando la derecha para golpear con un palillo un pequeño tambor colgado del brazo izquierdo. Su uso se ha perdido casi totalmente en el norte de la región conservándose tan solo en algunos lugares al suroeste. Se emplea preferentemente en bailes, procesiones romerías.
Dulzainas.
Instrumento cónico de doble lengüeta a la que debe su especial timbre. Su introducción en la península se atribuye a los árabes, de los que heredaron los instrumentos de doble caña y su utilización en ocasiones de festividad pública; como aún podemos apreciar en la cultura musulmana.
Las dulzainas más primitivas medían aproximadamente 26 cm. y poseían siete orificios. En este tipo, como en las evolucionadas, la lengüeta —semejante a la del oboe— va encajada al tudel colocado rn la parte superior del instrumento.
Paralelamente a estas dulzainas de uso popular, existían otras más sofisticadas que empleaban los músicos de la corte. Seguramente at ellas se refiere Cerone cuando dice: "las dulcaynas sin claves no pasan de nueve voces y con las claves once hasta doce". Estas dulzainas con llaves se convirtieron en el siglo XVI en oboes.
Las dulzainas populares también evolucionaron y en el siglo XVIII aparecen ejemplares que miden 34 cm., con lo que instrumento ganó en sonoridad.
Ya en nuestro siglo un músico de Renedo, Angel Velasco revolucionó el instrumento incorporándole las llaves que ostenta la actualidad. Aumentó su extensión musical pudiendo así ejecutar obras mucho más complicadas.
La dulzaina que hoy conocemos mide 38 cm., está construida ébano y es mucho más sólida que las anteriores, sin lugar a dudas es instrumento que más caracteriza la música tradicional de Castilla.
Grupo de cuerda
Rabel.
Instrumento de cuerda con arco. Puede tener muy variadas formas aunque las más comunes son las del violín y de pera. Consta de los siguientes elementos: clavijero, mástil sin trastes, caja resonancia, puente, cuerdas y arco. Está construido en madera; caja de resonancia suele ser plana y va provista de varios agujeros. Sus dimensiones oscilan entre 50 y 65 cm. Posee dos cuerdas, generalmente de tripa, que vibran por frotación con el arco, confeccionado con crines de caballo. Lo fabrican y tañen viejos pastores de Cantabria.
Aunque de origen persa, el rabel fue introducido en la península por los árabes. Hasta el siglo XVI lo usaron los juglares y músicos ambulantes. en castellano antiguo se le llamó de muy diversas maneras: rabé, rabén, rabelillo, rabequín...
Grupo de percusión
Dentro del amplio grupo de instrumentos de percusión, cabe señalar que son empleados todo tipo de objetos: almireces, sartenes, cucharas, botellas, hierros y en general, todos aquellos con los pueden obtenerse ritmos.
Cencerro.
Se confecciona con tiras de chapa dobladas por la mitad y remachad. por los extremos. Su forma es de cono truncado con abertura achatada. En el interior cuelga el badajo que, al golpear las pared produce el sonido. Aunque los hay de todos los tamaños, los más corrientes oscila desde los 6 hasta los 25 cm. de altura.
Tejoletas.
Instrumento muy simple que puede confeccionarse con muchos materiales. Los tejoletas más comunes están hechas con dos guijarros de plato, o con dos trozos de cerámica o madera, que repican colocados entre los dedos.
Pandero
Esta formado por una delgada piel que permanece tensa por medio de un bastidor de madera. Muchos ejemplares van previstos un número no determinado de sonajas y cascabeles, se les denomina entonces, panderetas. Sus dimensiones oscilan entre los 10 50 de diámetro. Generalmente acompañan cantos femeninos.
Tamboril
Se emplea para acompañar a la dulzaina. En la actualidad se utiliza la caja, que mide aproximadamente 30 cm. de alto. Antiguamente se usaba el tambor de unos 50 cm. que era templado mediante cuerdas. Este último instrumento, golpeado con un solo
palillo sigue acompañando en la ,actualidad al pito o flauta.
Conclusión
Al finalizar este capítulo y releer estas apresuradas notas sobre las tradiciones más extendidas, somos conscientes de haber dejado fuera un buen número de aspectos y detalles fundamentales de nuestra cultura popular. Toda síntesis es imperfecta, pero necesaria como punto de partida para estudios más concretos y válidos. Nuestro objetivo no ha sido otro que el inducir al lector al conocimiento más profundo y detenido del folklore castellano. Pero esta ya no puede ser por más tiempo una tarea improvisada y autodidacta. El folklore, el conocimiento tradicional, debe ser introducido en la escuela. Los niños tienen derecho a conocer y amar sus raíces, e identificarse con su tradición que es a la vez, pasado y futuro. Historia y esperanza.
Desde un pueblo que ayuna y se divierte
ora y eructa, desde un pueblo impío
que juega al mus, de espaldas a la muerte,
creo en la libertad y en la esperanza.
Hacemos nuestros estos versos de Machado mientras deseamos un todas nuestras fuerzas dejar muy lejos esta época en la que el folklore ha sido manipulado y despreciado por mentes grises e irresponsables. Ojala que algún día la cultura popular sea rescatada por el pueblo, la haga suya otra vez, la asimile para que nunca vuelva i ser presa de mentes uniformistas y, celebraciones extravagantes.
Antes de finalizar queremos expresar nuestra gratitud al maestro Agapito Marazuela, a estudiosos como Joaquín Díaz y Luis Díaz Viana, Joaquín Gonzalez, María Salgado y Luis Ortiz Blanco... Ellos es de justicia reconocerlo, nos han enseñado muchas cosas a través de innumerables conversaciones mantenidas en los últimos años. Personas que tienen en sus manos, como folkloristas, músicos, cantantes y lingüistas las claves de nuestra más auténtica cultura popular.
APÉNDICE
En relación con el tema de la fidelidad tradicional a través de siglos, reproducimos seguidamente un extracto de un estudio inédito que sobre el romance del "Conde Claros" realizó Luis Díaz Viana
Un notable caso de fidelidad tradicional
Sólo podemos hablar de "fidelidad tradicional" en aquellos romances de los cuales conocemos textos antiguos completos; hablar de "fidelidad tradicional" en versión de hoy de cuya antigüedad nada más sabemos por alusiones fortuitas y vagas, sería entrar lleno en el campo de las hipótesis. Entre las composiciones recogidas en nuestra colección hay un ejemplo claro de fidelidad que tradición puede guardar hacia un tema de hace siglos : "El Conde Claros". Existen otras muchas que también podríamos presentar como prueba de este fenómeno, mas tendríamos que recurrir complicadas argumentaciones para demostrar su fidelidad; en el cae de "Claros" pensamos que éste ofrece muy pocas dudas.
Consideramos, además, que no se trata de una "fidelidad a corto plazo", que haya que contrastar con pliegos u obras cultas de las cuales hagamos depender nuestra versión; tal proceso podrá seguirse con "Los milagros de San Antonio", "La molinera y el corregidor", o "Lux aeterna" que proceden de pliegos o poemas modernos. "La fidelidad" de "Claros" no es relacionable con un texto concreto, sino más bien con la tradición que los Cancioneros romances del siglo XVI recogen.
El tema tradicional.
Fue el "Romance de Don Claros de Montalvá" una composición muy divulgada durante el siglo XVI, y así lo atestiguan abundantes muestras que de ella encontramos en romancero pliegos y obras de música. Ya en el año 1525, Carlos Amorós editó una versión de este romance en Barcelona; "El Conde Claros" se recogido en las recopilaciones romancísticas más importantes de época. Los músicos le dedicaron especial atención y mucho, consignaron, en sus libros para vihuela, diferencias y variaciones sobre la que debió ser popular tonada.
Alonso de Mudarra, Diego Pisador, Luis de Narváez y Enriquez de Valderrábano adoptaron o recrearon el tema musical del "Conde Claros" y Francisco de Salinas en su obra "De musita libri septe” dice del mismo que su melodía era conocidísima y que con ella interpretaban todas las historias y narraciones llamadas romances. Juan del Enzina, trató esta composición en una de sus creaciones polifónicas: "Pesame de vos el conde...". Existía pues, una gran vitalidad tradicional en torno al tema sobre el Conde Claros circuló un breve ciclo de poemas, todos parecidos en estilo y asunto.
Cotejo de textos
La versión que recogimos en Valladolid, se halla relacionada con los textos más primitivos del romance; en concreto con aquellos que comienzan "Media noche era por filo..." y "Acá, acá vá el enperador..." del Cancionero de Amberes.
Sigue de cerca el primero de ellos —el que nos presenta a un conde Claros prisionero, que la Infanta consigue liberar— en aquellos episodios comprendidos entre los versos 1-144; llegados a este punto en el que el Rey se entera de los amores de su hija, la versión de nuestra informante se ciñe en otro patrón, el que corresponde a "Acá vá el Emperador...", según veremos; repasemos ,ahora algunos versos del texto que se inicia "Media noche era por filo.. " y comparemos su contenido con la primera parte de nuestro ejemplo, muy próxima a él.
Cancionero de Amberes
Los gallos querían cantar
Conde Claros con amores
No podía reposar
Vestir y calzar
para con moros lidiar
Debajo de un rosal
De todo lo que has visto
Tu no tengas poridad
Manténgate Dios, el rey
Al cazador mandó matar.
Versión Tradicional
Cuando los gallos cantar
Don Carlos de mal de amores
No podía sosegar
Aprisa pide el calzar
pa con moros pelear
se fueron bajo el rosal
De esto que usted haya visto
No quiera decir verdad
Buenos días, ni buen Rey
Te voy a mandar quemar
Dijimos que la segunda parte del ejemplo recopilado en la provincia de Valladolid, respondía a otro patrón, a otro tipo de desenlace, distinto del de "Media noche era por filo..." dentro del ciclo de Claros; concretamente a aquel que empieza "Acá, acá va el Emperador...". Comprobemos como nuestro ejemplo y tal imposición coinciden paso por paso en la estructura y en la forma:
(1 - La Infanta se lamenta de la desgracia y pide ayuda entre sus. familiares y deudos. Intenta enviar un mensaje a Don Carlos)
Cancionero de Amberes
Mas si hay aquí alguno
que haya comido mi pan
que me llevase una carta .
a don Claros de Montalvá
Versión tradicional
Si yo tuviera un sobrino
a cuantos he dado el pan
que me llevara esta carta a
Don Carlos de Montealvear
(2.- Un paje —o sobrino— se ofrece para llevar a cabo lo mandad Contesta en estos términos a Claraniña:)
Cancionero de Amberes
Escribidla, vos, señora
que yo se la iré a llevar
Versión tradicional
Démela usté a mí, tía
que yo se la iré a llevar
(3.- El mensajero llega a su destino y cumple la embajada que le ha
encargado la Infanta:)
Cancionero de Amberes
Llegado había a los palacios
a donde el buen Conde está
-Leed las cartas, señor
que en ellas os lo dirá
Versión tradicional
Y a la entrada del palacio
con el "rey" se fue a encontrar
-Lea, señor, esta carta
la carta se lo dirá
(4.-El Conde lee las cartas y, aunque en el texto de Amberes parezca fingir desdeño hacia la dramática situación en que se encuentra Claraniña, en ambos ejemplos decide intervenir e inmediatamente se pone en camino. Para no ser reconocido, se disfraza de fraile:)
Cancionero de Amberes
Desde las hubo leído
tal respuesta le fue a dar
jornada de quince días
en ocho la fuera a andar
Quitóse paños de seda
vistió hábitos de fraile
Versión tradicional
Cogió la carta y leyó;
desmayado cayó atrás
jornada de siete días
en tina la habeís de andar
Dejó el hábito de "rey"
y el de fraile fue a tomar
(5.- Se presenta ante el Rey y pide que le permita_ confesar a la Infanta. Claraniña y Claroniña y Claros dialogan; éste la libera finalmente:)
Cancionero de Amberes
Mercedes, señor, mercedes
qneraismelas otorgar
que a mi señora la infanta
vos me la dejeís confesar
Sino solo aquel don Claros
don Claros de Montalván
En ancas de su caballo
consigo la fué a llevar
Versión tradicional
Buenos días, mi buen Rey
y los que con él están
esa hija que usted tiene
la quería confesar.
Yo a Don Carlos, a Don Carlos
Don Carlos de Montealbar
la ha subido a su caballo
por la hoguera fue a pasar
La fidelidad de la traición
La muestra recogida en la provincia de Valladolid ha conjuntado como acabamos de ver, dos "líneas" distintas dentro de la tradicional historia del Conde Claros. No decimos que nuestra versión provenga de los texto del Cancionero de Amberes, sino más bien, que éstos ejemplifican las vertientes, que perfectamente enlazadas, coexisten dentro de aquélla. La prisión del Conde y su anunciado castigo (tal como aparecían en la continuación de "Media noche era por filo...") se ha trocado en novelesca intervención de éste, disfrazado de fraile, para liberar a la Infanta. Un episodio muy semejante lo encontramos un curioso romance que se sale del ciclo de los dedicados a los ontalván; es el que trata de "Como el Conde don Ramón de Barcelona libró a la emperatriz de Alemaña que la tenía para quemar."
Castilla como necesidad
Varios autores
Colección Biblioteca Promoción del Pueblo
Edita Zero S.A. Madrid 1980
Pp 187-215
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